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Por la poesía de Ramón

Jorge Luis Arcos

     Todo poeta necesita de un nacimiento. La poesía de Ramón Fernández Larrea comenzó a existir en Cuba hacia fines de la década del setenta. Se desenvolvía entonces un conversacionalismo venido a menos, maniatado por una década de expulsiones, silenciamientos, límites, dogmatismo y férrea censura. Pero el poeta tiene que nacer, y ese fue su tiempo de epifanía. Como tantos disímiles poetas (Vitier, García Vega, Escardó, Kozer) su primera poesía recibe la impronta de César Vallejo, con lo cual aparentemente no disentía de su contexto literario. Sus poemas se inscribían, además, estilísticamente, dentro de la norma conversacional. Pero algo había en ellos distinto. Una extraña intensidad. Una violencia verbal. Un vigor que parecía no encontrar cauce o sosiego. Su poesía fue premiada y antologada. Hasta que llegó el momento en que la persona comenzó a resultar incómoda. Recuerdo que leí en Cuba varios libros inéditos de Ramón hacia principios de la década del noventa. Su poesía marcó una diferencia. Aparte de su violento tono generacional, ella se adueñó de una cosmovisión diferente. A la confrontación generacional, sumó la ética, y, después, definitivamente, la existencial. Todavía dentro del contexto de la Revolución, ella se atrevía a querer ser revolucionaria, quiero decir, clamaba por su derecho a la ruptura, a la libertad, a la singularidad, a soñar sin restricciones. A Roque Dalton le costó la muerte. A Panero, la marginalidad y la locura. El exilio, a Ramón. Su poesía anticipó de cierta forma la ruptura de los ochenta, que luego también encarnó. Demostró que no hay estilo, por cansado o demediado que esté, que no pueda ser renovado. Así, subvirtió el retórico canon conversacional desde dentro, y anticipó la ruptura cosmovisiva de la actual poesía contemporánea cubana. El poeta, en el exilio, tuvo que volver a nacer, pero cuando lo hizo, volvió a encontrarse consigo mismo. Era el mismo de siempre, ¿pero sin patria?. Mas bien como escribió Martí... Aprendió a renunciar, a perder, incluso a renacer. Entonces se dijo: “La patria también soy yo”, y continuó escribiendo sus alucinados poemas... Porque “Poesía es sentir las cosas en status nacens”, como escribiera María Zambrano en Filosofía y poesía, o Lezama: “El poeta es el testigo – único que se conoce - del acto inocente de nacer”. Por ello Ramón nos sigue entregando sus poemas como si ellos nacieran en aquel mismo contexto hostil. No puede traicionar su nacimiento. Se debe a él. Gracias Ramón por seguir iluminando nuestro cielo con tus relámpagos de orfandad, por seguir conservando tu “riqueza infantil de creación”.

Madrid, 1 de febrero, 2005


Es difícil vivir sobre los puentes

Emilio García Montiel

     Dentro del tema de los límites generacionales, tanto los críticos como los propios escritores de la llamada generación de los ochenta en Cuba, asumimos, hace ya más de quince años, y cuando apenas balbuceábamos nuestras primera palabras, una pregunta recurrente: ¿Son Osvaldo Sánchez y Ramón Fernández Larrea el inicio de la generación o el fin de la generación anterior? Si bien en aquellos momentos nadie dio en plantearlo de este modo, la propia pregunta operaba como un cuestionamiento natural a la retórica moderna de las clasificaciones. No obstante, ello no nos haría cambiar nuestra pretensión de sentirnos clasificados, al menos, en algún rincón de esa misma retórica: pertenecer a un grupo literario reconocido, a una generación legitimada y legitimante. (Probablemente habíamos crecido dentro de demasiadas décadas generacionales minuciosamente encausadas por la crítica: la del cincuenta, la del sesenta, la del setenta) Tal disquisición sobre los límites, develaba, igualmente, la cercanía y el impacto que la poesía de ambos había tenido en nosotros. Hoy la pregunta ya ha dejado de ser uno más de aquellos temas de conversación en las reuniones de amigos, y creo suponer que, para la crítica, ha dejado de funcionar como esa especie de acertijo ineludible a la hora de historiar o reseñar uno de los grupos epocales más comentados y publicados de la poesía cubana (Alguna vez alguien se preguntó si existiría algún poeta capaz de salvarse después de tantas antologías) Sin embargo, para quienes conformamos la generación de los ochenta, la de los poetas que nacimos con la revolución –tiempo después, algunos, incluido Ramón Fernández Larrea, nos encontraríamos, literalmente, fuera de la revolución–, esa ingenua polémica llegó a significar, y sin que lo razonáramos a fondo, uno de nuestros estandartes de autorreconocimiento, y la suficiencia de una identidad dentro posiciones estéticas e ideológicas que  no tardaríamos en bruñir como una de las más sintomáticas rupturas de la literatura cubana.
     En verdad, no creo que haya habido otra circunstancia sino una ilusoria dicotomía entre el contexto de formación literaria de Osvaldo Sánchez y Ramón Fernández Larrea y sus poéticas: un contexto más vinculado con otros autores ya en proceso de madurez, y unas poéticas, si bien diferentes entre ambos, mucho más cercanas a una generación apenas cinco años menor. Acaso en el entorno de la crítica, y sobre todo en el caso de Ramón Fernández Larrea, la polémica parece estar definitivamente olvidada: su poesía ha devenido paradigma, no sólo de lo que se reiteraría como transición generacional, sino de la transición en la expresión de un nuevo espíritu cívico. Para quien no conoce esta poesía, no estaría de más aclarar que transición no significa aquí más que el modo particular en que la obra de Ramón Fernández Larrea es entendida dentro del proceso de la literatura cubana contemporánea –el porqué de su carácter de símbolo– y que en nada alude a un estado de imperfección o a posibles inconsistencias formales de quien, indudablemente, es también uno de los paradigmas de nuestra poesía.
     Así, entendidos como médula de una transformación fundamental en las letras cubanas, una buena parte de los textos de Ramón Fernández Larrea parecen comportarse como un sutil juego de espejos, o como una espiral en cuyo centro están las dimensiones más concretas o radicales de ese estado de cambio. Uno de sus poemas más citados, titulado precisamente Poema transitorio, descubre, con implacable lucidez la utopía del paso del país hacia el socialismo o el comunismo: es difícil vivir sobre los puentes /atrás quedó la negra boca del odio / y no aparece el esplendor / esto es también el esplendor /pero tampoco. Del mismo modo, y en una delicadísima vuelta de tuerca sobre el tema, se reconoce lejos de la culpa de no haber sido partícipe de ese pecado original que significó la lucha revolucionaria, culpa con la que muchos intelectuales asumieron las transformaciones de 1959. En respuesta a uno de los textos que definieron el esquema, el poema El otro, de Roberto Fernández Retamar (Nosotros, los sobrevivientes, ¿a quienes le debemos la sobrevida?), fechado el mismo primero de enero de 1959, Ramón Fernández Larrea, en un poema titulado Generación, escribe: Nosotros, los sobrevivientes, a nadie le debemos la sobrevida/...viejo tony guiteras el curita los tantos / que atravesaron una vez la luz no pensaron que yo sería ramón / sudaron porque sí, porque la patria lo gritaba /porque todas las cosas estaban puestas al descuido. Y no es sólo el definirse ausente de esa culpa, sino ausente también de aquellos mecanismos que hicieron de esa culpa una memoria permanente, aún para quienes nunca tuvimos semejante memoria. Por primera vez las distancias aparecen con una casi absoluta nitidez y con ello se define una generación, una generación que es también sobreviviente, quizás, de ese mismo acto de fe que es, sencillamente, el estar en Cuba a las dos de la tarde.
     La evidente ruptura temática aparecida con la poesía de Ramón Fernández Larrea (que en no pocas ocasiones estuvo acompañada de esa muy particular circunstancia que supone el expresar lo “no autorizado” o el meterse en “la boca del lobo”) va de la mano con una evidente ruptura estilística. Partiendo de la fuentes del conversacionalismo con la que usualmente se caracteriza a la década del setenta, la frase coloquial es fragmentada en imágenes aparentemente inconexas; imágenes lejos de la mera fabulación y que no suponen más que la expresión de una realidad, en esencia, dispar. Esta percepción no es privativa de poemas como los antes mencionados, o de otros poemas ocupados en presentar, por cauces más íntimos o más abarcadores, las dislocaciones de ese proyecto nacional ilusoriamente homogéneo, sino que comporta el tema indivisible de la obra de Ramón Fernández Larrea: las condiciones con las que el hombre enfrenta su existencia y la condición de caos a la que es enfrentado. No hay que imaginar una épica convencional; esas condiciones son las de los actos cotidianos, las del amor o las de las ilusiones, las de nuestra pobre manera de expresarlas, las de nuestra fuerza o nuestro cansancio al tratar de hacerlo (piénsese en un verso como mi madre saca a respirar sus cuervos). Las vertiginosidad, y a la vez la claridad de las imágenes, tienen la conciencia de lo efímero, de lo transitorio, y lo describen con su propio ritmo; crean un espacio impermanente, o un no-espacio, o un laberinto que no es más que el reconocimiento de la desorientación, la simulación y la indiferencia a la que nos compulsa el mundo contemporáneo todo. Cada poema de Ramón Fernández Larrea posee no sólo la individualidad con la que es recompensado el buen ejercicio de la escritura, sino una profunda humildad ante la palabra, y aún, ante el silencio; son el deleite del lenguaje, de ese lenguaje desenfadado y prístino que agradecemos con la misma vehemencia con que lo agradecimos antes, cuando apenas balbuceábamos nuestras primeras palabras.


Selección de poemas de Ramón Fernández Larrea

         
Nunca canté en Broadway

no llegues tarde a las tormentas
pierdes lo peor
la posibilidad de subir
por cada poro de la lluvia
te pierdes los rugidos inmensos respirar a plenitud
como todo pirata indeciso

no llegues tarde al aire
todo cambia como la materia y no
nadie está autorizado a darse ese lujo

nunca llegues tarde a la palabra
los mentirosos ocupan las filas de adelante
y jonás y el leviatán completan el podio
y es un gesto pedante levantarse a mear

nunca llegues tarde a la desnudez
es casi la única buena voluntad
mal mirada por las vírgenes viciosas
y los falsos de siempre que se deshidratan
pero la desnudez y tú pueden mirarse
sin tanto problema sin esconderse los problemas

nunca llegues tarde a la tarde
hay muchachas que se acarician
por horror al aroma de los mataderos
y puedes ser de pronto el caballero de cocody
aunque parezcas un desfachatado a la policía

nunca llegues tarde a la verdad
sobran los jueces de ocasión
la verdad es la huerfanita de la casa
todos la acarician pero olvidan su cumpleaños

nunca llegues tarde a las revoluciones
habrán repartido los cariños
y tendrás que marcar en la penosa larga fila
con el traje arrugado y una corbata

nunca llegues tarde a la muerte hijo mío
o al silencio o a la palabra dios
o a la quebrada del yuro o a gethsemaní
o a la cámara de gases
y sé tu propio asesino si puedes

nunca canté en broadway
conozco cada trino de memoria
silbo en la noche las perdidas baladas
los sencillos aullidos del hombre normal.

(De: El libro de los salmos feroces, 1994)


Ametralladoras

ayer me enseñaron a matar
tuve cielo y un hierro ardiente en los dedos
me dijeron
este hierro es el corazón
tuve corazón mataba gente igual

un cielo el cielo de kibala

aprendí a matar en nombre de nadie
en el mío propio aprendí a matar
con un hierro que era el corazón
pero no era mi propio corazón

me dijeron mata por tu país
y antes mi país se confundía con un corazón
antes daba palmadas y sonreía
antes parece que tuve corazón
y no el nombre de nadie el nombre indigno de un país
donde te ponen un hierro en la mano
no un corazón un temblor y en nombre de nadie
te enseñan a matar para que sigas escupiendo
o cobrando papeles para que el hijo sea feliz
o más o menos y nunca se pregunte
si el cielo de kibala abrigaba
o cómo olían los árboles de la nostalgia
si un día el pobre viejo tuvo un corazón
o era un hierro frío y ajeno para matar
para vivir matando para espantar el sueño
y poder echarse un país en el bolsillo
con los ajenos en el nombre de nadie
aprendiendo a matar con su bigote lejano
aprendiendo lo que es un corazón.

(De: El libro de los salmos feroces, 1994)


Somos unos padres magníficos

El niño está inventando pájaros sin cabeza

De un manotazo espanto sus telarañas de colores
pues qué es un pájaro sin el rubí del ojo?
el niño llora hundido entre las lianas
sólo quise enseñarle la verdad de las cosas

es mediodía y ahora va con su espada a colgar garfios
su castillo se eleva tras las paredes carcomidas
quítale rápido las cuerdas invisibles
podrá caer un sueño no se puede escalar
escucha cómo canta desaforadamente
no puede hacer siquiera dos libras de silencio?

en la tarde navega en el pasillo
ha puesto peces que relumbran
la mesa de la lámpara vuelve a ser su canoa
pon orden antes que invente cataratas
va a destrozarse contra las piedras de la orilla

que se comporte como un muchachito decente
que no se escape en el caballo blanco

ya nos salva la noche
está vencido en su pequeña jaula

podré leer ahora respiraremos satisfechos

tú coses en silencio con merecida paz
y el humo de mi pipa llena tus ojos de venados.

(De: El pasado del cielo, Premio “Julián del Casal”, UNEAC)





Muerte del tonto de la colina

bebía grandes tajadas de sol
sus pies su vesícula las diminutas venas de los ojos
estallaban llenas de lumbre y sobriedad

sabía mucho
sabía el horario de las mariposas
las palabras que no decía la gente
al abrazarse doblando las pestañas
él estaba por ahí en su pelota de tierra
en la suave colina donde podía respirar
mirando la rueca hora tras hora
sabiendo lo que pensaban los pájaros de los hombres

nunca mintió
no tuvo nunca día de ponerse una corbata y sonreír
llenar papeles estúpidos con el nombre de su madre
él estaba por ahí mirándolo todo con esa especie de
                             desdén/
que uno tiene en los ojos cuando conoce el horizonte

II

hoy degollaron al tonto de la colina
le hicieron vomitar toda la luz
y dejaron su lengua sin tesoros

después había burbujas encima de las piedras
donde su rostro vigilaba los fulgores
sacaron de su estómago hasta las últimas estrellas
que todavía latían su vivir

hoy degollaron al tonto de la colina
seguramente está al venir la guerra.

(De: Manual de pasión, Universidad de Guadalajara, México, 1993)





Pero mira cosa buena de mi vida baila mi son

Había mucho jueves en esa forma de esperarla
las frutas ardían solas doce del día el augurio
de un ángel claveteado entre las ropas del closet

Había mucho hueso en su manera de sentarse
ese día  a escuchar el canto de los carros
de mirar impasible el salidero de la ducha
entre cepillos y garbanzos que sonreían inocentes

Había mucho niño entre el bigote y el peinado
mucho juguete roto en aguardar aquellos pasos
sentadito mordiéndose la lengua
que había limpiado desde temprano para ella

De todos modos era una historia común
en un jueves común entre una pareja nada sorprendente
después ella llegaba con la ciudad en los ojos
él empezaba a acomodar las casas
los otros rostros incesantes el aire de los árboles
y se ponían alegres como un diploma arrugado
como una pelota destrozada en el patio.

(De: Poemas para ponerse en la cabeza, Premio XX
Aniversario El Caimán Barbudo”, La Habana 1986)


Resumen del guerrero

yo soy el guerrero espantado que han obligado ser
mis piernas me responden me cuido de la cuchillada fatal
yo he sido el que espera para poner el pecho
delante de los que a veces pagan por gritar su nombre
           al morir
yo soy el que quizá se desangra en el circo

todo es un circo
hay ángeles y tiranos
cae arena encima de mis zapatos

todo es el enemigo no creo en nada más
porque debo cuidarme los tendones

los perros gimen delante del césar
los bueyes doblan la testuz ante el vikingo
las mujeres se extienden oliendo un general

yo soy el guerrero que va a morir ahorita mismo
en mi nombre abriéndose el vientre
para que llueva para que escampe yo soy el sacrificado
y el sacrificio y la lengua de una estación cualquiera
yo soy la muerte y sus arroyos
o el poderoso que siempre sabe por qué se desvela.

(De: Cantar del tigre ciego, Ed Arlequín, Guadalajara,
México, 2001)

              
Poema lleno de heroísmo

los soldados toman sopa los martes los jueves
a veces hay sardinas en las bandejas de aluminio
siempre antes del éxtasis riguroso de un sábado
en que salen de vidrio a arañar mulaticas
en un hueco en la hierba de la noche
los soldados se enfundan en una cruda camisa
te cuidan a ti y a mí y las esquinas y los poros
pasan gritando desde un camión su rabia joven

los soldados tienen a veces pocos años
los viejos dignos les miran con expresión complacida
como pensando qué vida tan magnífica
y en los discursos son algo así como héroes
                                
pero quién carajo pone al soldado de soldado
con su hierro asesino a no tener ojos ni novias
a no tener almuerzo los domingos
a ser un animal sin dientes y con sed

pero quién carajo lo saca del hueco
de sus maniobras mortales
no importa que haya bisté y no sea la sopa
grasienta y triste de los martes
el soldado está ahí en su hueco perpetuo
y los viejos le miran alegres y limpios
como diciendo qué vida tan magnífica

algún día no habrá dioses ni perros ni soldados
que griten desde un camión o escupan bajo la luna.

(De: “Terneros que nunca mueran de rodillas”, Premio
Julio Tovar, Santa Cruz de Tenerife, 1997)


Juanita Petitón no camina

debo de estar en realidad enfermo
jamás he amado a greta garbo

enceguecido por la fiebre
tampoco soñé con un rolls royce

las leyes de los hombres me dan vértigo
y cuando los campesinos vietnamitas
festejan que les otorgaron la tierra
bostezo de aburrimiento

he de tener glándulas muy podridas
nunca entendí a brigitte bardot

la miro y en ocasiones mis papilas
encuentran algún sabor en sus ojos
a esa hora sale una foca detrás de su pelo
perros lanudos me interrumpen

las victorias que proclaman los pueblos
me hacen soñar con islas en el profundo sur

sospecho que mi salud no es buena
el cerebro me juega malas pasadas

los ancianos aplauden y nunca sé qué hacer
si alegrarme por sus próximas muertes
o pedirles con amabilidad que me mientan

los dictadores y los futbolistas
no despiertan en mí ninguna pasión

lo peor de todo es mi odio por los hospitales
ese olor a sábanas de angustia

por mí se hubieran ahorrado muchas cosas
el asalto al palacio de invierno
los venenos sutiles de jósef stalin
la construcción de tian amen
la alegría selvática de la sierra maestra
el embalsamamiento de evita y vladimir
abandonar a laika en el cielo

es posible que esté en fase terminal
los castillos medievales y las fuentes
me provocan un ligero hastío
no entiendo el júbilo del hombre
con sus victorias y enterramientos

pero lo que son tus ojos y el mar
me hacen ascender por las frondas

de todos modos estoy grave
jamás me gustó greta garbo.

(De: Nadie será nadie, inédito, Barcelona 2004)





Hombre joven que devora un caballo

mirándolo bien el potro le devora el corazón
pero no parece precisamente esa víscera
pudiera ser una pradera incendiada
algo que recuerda a una mujer que soñaba
junto a una ventana en la calle viladomat

a la derecha el humo se convierte
en una viejecita que rezonga
el animal parece ser mordido por su víctima
que se niega a entregarse totalmente

brillan los ojos de la bestia
y en los del hombre se derraman estrellas
o tal vez unas pupilas que escondía con cierto egoísmo

perversidad
mucha perversidad
y por encima llueve lástima
que hace crecer un pasto en derredor
como un país perdido o una linterna

o tal vez son felices
uno metiéndose de esa manera en el otro
siendo ahora la misma sustancia
esa entrega que le negaron los hombres
con el hacha terrible de la moralidad

la sangre que se advierte es una esencia
como el rumor de un agua que atravesaron juntos
y en el horizonte hay una madre que huye
con una bandera que no reconozco

cuando hayan terminado la acción
es posible que el caballo escriba una carta
un acto asqueroso de contrición
donde culpe al joven por descuidarse tanto

y más tarde la hierba estallará
y las flores parezcan lejanamente desoladas
todo para que no se recuerde la sangre
para que olvidemos pronto la agilidad de la alegre mandíbula

y aquella madre que parece gritar en los límites
deje de verse cubierta por otro incendio.

(De: Nadie será nadie, inédito, Barcelona 2004)


Anatema de mayo

para que todo fuera verde y levemente cálido
para que el mundo se pareciera al pan
para sortear malos sueños
armaba sus sueños cada día sobre una mesa
que construyó un desconocido con su misma esperanza
que barnizó un viejo que sollozaba escondido
que transportó un centroamericano ilegal
que vendió una muchacha
a quien violarían esa misma madrugada

como si se tratara de un ejército de ángeles
que eructaran hartos de penumbra e incienso
acomodaba sobre la tabla sus desvelos
y se decía que era inútil pero
algo podía cambiar aunque fuera en su rostro
en el rosal que no esperaría otro otoño
en la lívida sombra de la pared

y realmente cuando el sol degollado se escondía
cuando había terminado la humedad de este mundo
de aquellas palabras amontonadas
de sus delirios
de toda la montaña de vida que había puesto ante él
brotaba un tímido
un secreto fulgor
que rebotaba en la pupila asombrada
de una salamandra que reía en silencio.

(De: Bienvenida la sombra, inédito, Barcelona 2004-05)


Bienvenida la sombra

cuando caiga la noche y estén
los vasos ya tranquilos como árboles
talados y olvidado el temblor
de nuestros ojos en el trémulo mediodía
una pequeña luz como un hada
inválida y con las alas ardidas
extenderá sospechosamente una tierra ante ti
y ante nosotros en esa espera
que ya una vez fue renuncia
se abrirá el escenario de fantasmas que vuelven
soldados ingleses de aquellos
que una vez atravesaron la niebla de la habana
marcharán sobre la piedra insomne
del puente inmortal de besalú en la ampurdá
tu infancia trepando a un tamarindo
árbol de difícil pronunciación en este idioma
de nostalgias imperceptibles
y un mar el primer mar de tu infancia
retornará a la orilla de nuestros sueños
tal vez trayendo el rostro de un ahogado
que esperó como nosotros la oscura sombra del silencio
la callada noche extranjera donde regresan
equipajes y anhelos perdidos
cuando todo esté quieto
y la pequeña luz se desangre
leve en el invierno de nuestra extrañeza.

(De: Bienvenida la sombra, inédito, Barcelona 2004-05)





El antifaz

la niña de tu abismo murió un verano casi sin dar la cara
aplastada por las noticias del futuro asfixiada por el camino promisorio
apisonada bajo el tejado de otras imágenes
la corrección el hilo de la dicha las palabras perfectas
que debía decir en caso de alegría o de catástrofe

se ensañaron con ella los brillos del porvenir los oros
de un mundo anunciado en talleres de ulan bator o ucrania
la letra sangrante de pavel korchaguin y otros corderos degollados
a punta de pistola en el relámpago del universo

los espontáneos la ensordecieron con jubilosa bondad
le arrancaron su lengua felpuda los maestros
comisarios al uso revisaban sus dientes

atrás quedaron los ojos que debió tener
el anhelo
que iba a ponerse a enarbolar la libertad que comería
la amabilidad de absortas sombras el olor del sonido
a elegir desnuda o abrigada
incendiada o bajando en el marasmo
viva
como una colilla o una burbuja de acero
como han de ser las niñas que brotan de este tiempo

víctima de la guerra que ponen los hombres
en su proceder engañosamente recto
le despojaron de bitácoras le borraron los rictus
y cosieron sus dedos profundos a la tundra

denegado el permiso para tener cumbres en su respiración
denegadas las cuatro estaciones
denegado el debilitamiento o la extraña canción

a ser feliz como decían le mandaron
a crecer en la fronda que vigilaban los de al lado
los tan junto a ella que se confunden con el crujido
a elevarse afirmativamente con una flor en la solapa
un estallido de cartón piedra en su pecho
fabricado estrictamente con minerales del país
nada de turbios callejones de parís o hannover
absolutamente nadita de picadilly circus
negativamente ninguna flor de loto

y apartarse que vienen más
que corren
a quitarse de en medio sin hacer olas
que se acercan
otros recién sacados de la fábrica

la niña que iba a nacer de tus ojos atropellada
nada más decir su presencia bajo la bombilla solemne
de estos tiempos que corren como enloquecidas alpacas
en el río de sangre del matadero
víctima de una guerra secreta el cadáver de ella
la encadenada la espectral la que se desnucó
con el férreo filo del porvenir dictado.

(De: Bienvenida la sombra, inédito, Barcelona 2004-05)
 

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