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Reinaldo García Ramos: las fuentes un tanto rumorosas, las palabras

     La azotea virtual de La Habana Elegante acoge con alegría al poeta Reinaldo García Ramos (Cienfuegos, 1944).  Integrante del grupo literario El Puente (La Habana, 1962 -- 64) y miembro del Consejo de Redacción de la Revista Mariel (Nueva York, 1983 -- 85), Reinaldo es, sin dudas, uno de los poetas cubanos más significativos de los últimos tiempos.  El presente dossier -- al que generosamente han contribuido Carlos Victoria, Lourdes Gil, Jesús J. Barquet, y Luis de la Paz -- es solo expresión del reconocimiento que nuestra revista debía al poeta.  García Ramos no necesita, probablemente, ser presentado a los lectores en los Estados Unidos, pero su trabajo está muy lejos de haber alcanzado la difusión y la atención que merecen.  Ése ha sido, pues, el propósito de La Habana Elegante: poner la poesía de García Ramos a disposición de un público más amplio.  No queremos concluir sin agradecer, ahora de manera especial, el entusiasmo con que el poeta Germán Guerra acogió nuestra iniciativa: sus diligencias nos permitieron recopilar no pocos de los materiales que aquí se recogen.  También agradecemos la colaboración prestada por el mismo Reinaldo, incluyendo el envío de sus libros.  A la intemperie de una noche, que puede ser lo mismo habanera que neoyorkina o miamense, comenzamos a arracimarnos los amigos, los agradecidos, junto al poeta.  Se abren los libros, se despliegan los extraños caracteres de la memoria, y bajo el agua, a ras de todos los desiertos, clausuramos el "pavoroso paisaje" de los desencuentros.

Redacción de La Habana Elegante
 

Silencio alejandrino: laberintos, espejos, ejércitos, ciudades, unos cuerpos de bronce, un taladro y un llanto

por Germán Guerra

     Estas palabras, usadas para rezar y para dictar sentencia, dictadas por el misterio que empuja a fabricar casas y poemas, no deben ir más allá del pequeño rigor que exige la presentación de un poeta.  Si ese poeta se llama Reinaldo García Ramos, entonces podemos correr el riesgo de enmudecer, de no encontrar las palabras exactas que puedan, en un par de cuartillas, armar el escenario donde poner un cono de luz blanca que nos enseñe el cuerpo, las palomas y los demonios todos del juglar.
     Se equivocan, siempre se han equivocado antropólogos, poetas y mitógrafos cuando trazan desdeReinaldo García Ramos sus presentes los golpes y la historia del hombre; afirman que la fundación de una ciudad no se completa hasta que el fundador muere y es enterrado en la colina que al ocaso pone sombra sobre la plaza central de la ciudad fundada.  Se equivocan, siempre olvidan los fantasmas que sostienen la ciudad, columnas de tiempo protegiendo a la ciudad del tiempo.  La fundación de una ciudad no está cerrada hasta que sus muros paren al poeta que marcará el nombre y los demonios del lugar en la memoria de los hombres.
     ¿Qué tiene Alejandría, en el delta del Nilo, que pueda ser envidiado, al sur, al centro de La Isla, por Cienfuegos?  Todo, lo tiene todo; y bastan solamente dos razones para que este par de ciudades alienten, paralelas, en actas, hasta el día del juicio.  Alejandría, siempre reciennaciendo, es sinónimo de incendio y terremoto y bombardeo, fue devastada por el fuego que todos los imperios llevaron a sus puertas.  Cienfuegos contiene todos los desastres alejandrinos en su nombre -cien incendios, hecatombe de hecatombes, cien mulatas que se dan candela y corren calle abajo, candiles de carne, porque el negro fisto les pegó los tarros con la china de enfrente -, contiene los desastres en los pechos que perdieron la esperanza y el pan deambulando sus plazas.  Alejandría parió a Constantinos P. Cavafis, Cienfuegos a Reinaldo García Ramos.
     Cavafis es el único poeta contemporáneo y canónico que ha podido escribir alejandrinos alejandrinos. Tiene además la devoción de unos pocos seguidores que aprovechando su ausencia -en vida, el poeta hubiera rechazado tal proyecto- le armaron un pequeño museo en los altos del consulado británico, en la ciudad cantada (Reinaldo se opuso abiertamente al uso de la palabra “homenaje” en esta suerte de Homenaje que hoy regalamos al lector).  Pocos datos sostienen la lista de desavenencias que puede ser blandida por incrédulos opuestos al casamiento que propongo: el exilio londinense en la infancia del griego contrapuesto a la partida vía Mariel en plena madurez del cubano, el paso entre las islas; la precocidad del poeta que escribe en español al publicar su primer libro, Acta, a los 18 años, mientras el amparado en la musicalidad del griego demótico entregaba Poiémata a la imprenta cumplidos los 41 años (la tirada fue de 100 ejemplares).  Agregemos aquí la forma de los lentes, redondos, de nácar o casa de tortuga en C.P.C.; cuadrados, de metal, en estas fotos de R.G.R.; y la mirada puesta en un atardecer mediterráneo que no puede repetirse al sur del Mar Caribe.  ¿Qué tiene Cavafis, en poesía, que no pueda enseñarnos García Ramos?  Nada, absolutamente nada.
     Olvidada en el ático queda la teoría de que mientras más poemas escribas - cientos, decenas de miles -, y más libros publiques, más rápido pueden ser abiertas las puertas de la ley para tu nombre y las poéticas que cargas.  Constantinos dejó un libro con 14 poemas, una edición corregida de los mismos textos donde sumó otros 7; nos dejó unas hojas de versos manuscritos que el viento ha dispersado, y una obra cerrada (cerradas las puertas un día 29 de abril de 1933, cuando sale de paseo con un un ángel, con una furia clara) donde autorizó solamente 154 poemas.  Reinaldo ha publicado 4 poemarios en 40 exactos años, y con ellos nos ha regalado la magnánima suma de 60 poemas.  Corre nuestro poeta en el peligro de alcanzar la mitad numérica de los poemas caváficos y con ello habitar el maleficio de duplicar la edad del viejo heleno; ese sueño puede muy bien reconfortarnos, reconfortarnos a todos todo el tiempo.
     A un lado ponemos también el paralelismo de las concurrencias temáticas: la insistencia sobre la historia (la inversión de la historia) y la historia del arte, la filosofía, el tema homoerótico, la anglofilia literaria, la memoria, la amarga nostalgia de lo que pudo haber sido y la escasa presencia del hoy, de los temas sociales que sobre la piel de estos dos poetas abrieron heridas para que ellos canten sus pequeños fracasos y frustraciones, el malogramiento de ideales y sus vidas destruidas en las ciudades que también cayeron abatidas bajos los golpes de las políticas y la sed de poder.
     Ahora que regrese el viejo bardo a sus panteones, que regrese al nacimiento un día 29 de abril de 1863.  Hemos llegado, al fin, a los poemas de Reinaldo García Ramos.  Alguien del público comentóReinaldo García Ramos en el lanzamiento de En la llanura, el último libro de Reinaldo, que los versos leídos esa noche, leídos y lijados, guardaban tal limpieza de estilo y tanta claridad, tanto martillo y cincel en cada línea, que lograban levantar una estatua en cada poema; ese es el sabor que regalan estos poemas en una primera lectura - sabor eterno, hubiera dicho Emilio -.  Los que venimos releyendo y esperando nuevos cantos de luz, sabemos que en cada texto de García Ramos se levanta un cuerpo con vida, un cuerpo de minero, hundido en las gargantas del planeta y de la vida mientras alza nuevamente su pico y nos repite un salmo o una endecha.
     En cada texto nos aguarda un centauro con las pupilas inyectadas en sangre - Casi nunca el viejo sol visita / las pupilas de piedra -, pobladas de ausencias, insomnios y cadáveres encontrados, y dejados, al borde de los viajes; y el centauro hila que hila su madeja, el pedal de la rueca fundido a las extremidades en perpetuo silencio mientras nos habla con voz admonitoria y amantísima, como una madre que al mismo tiempo regaña y acaricia, y nos dice los peligros y cavernas contenidos en la llanura de las cosas.
     Súmese al latido de los poemas la obligación de regresar a ellos cada cierto tiempo para ejercer nuestras abluciones, limpiarnos del mundo mirándolo por las ventanas del poeta; súmese la extrema geometría de estos cuatro libros, los juegos algebraicos con que el poeta, limpio de trampas, ha venido armando sus entregas, y tendremos una bien sentada pirámide de palabras marcando paso y voz en la literatura de esta Isla que ha roto los moldes del mar y el continente.
     En "El tiempo circular", un preclaro ensayo de Borges, el viejo argentino comenta que diez minutos de dolor físico no equivalen a diez minutos de álgebra.  Nuestro poeta logra, sorteando el azar de las cifras y del tiempo, desmentir tal afirmación.  Carlos Victoria, braceando en la Caverna fiel de Garcia Ramos descubrió la constancia del número seis: una manera de ceñirse a un orden, de dominar a través de la sujeción a las cifras un mundo fragmentado por el azar.  Vamos ahora, entre todos, a contar y a cantar unos números sobre la cabeza del poeta:

1- Caverna fiel, con poemas escritos en Nueva York entre 1987 y 1992, está dividido en tres partes.  En la primera, Lecciones y discursos, encontramos seis poemas; la segunda parte, Baladita del crack, es un poema partido en seis unidades numeradas en romanos; la última porción del libro, Huella intacta, está sostenida de igual modo en seis poemas.  Total: trece poemas.

2- El buen peligro, formado por cuatro cuadernillos, nos entrega textos escritos en los dos lados del estrecho.  La cuarta parte, Espacio a prueba (Nueva York, 1980-86) la forman catorce poemas.

3- En la llanura, otra vez Nueva York, entre 1993 y 1999, tres partes de a cinco para sumar un libro de quince poemas.

4- Acta, publicado en La Habana de 1962 por Ediciones El Puente es el libro inicial, formado por un largo poema partido en dos.  La primera de las partes, Por cuanto, está dividida en quince fragmentos numerados en arábigos; la segunda parte nos muestra un sólo texto que presta título al libro.  Total: un poema dividido en dieciséis partes autónomas.

5- Volvamos a El buen peligro; los tres primeros cuadernillos, escritos en La Habana entre 1969 y 1976 se completan con la cantidad de siete, cinco y otros cinco textos, regalándonos la suma de diecisiete poemas.

     Cuánto de azar y cuánto ábaco gastado son preguntas que serán respondidas cuando el poeta entregue sus memorias.  Hoy poco importan las ecuaciones que parten a estos 60 diamantes en mitades iguales, poco importa el espacio dedicado a la cifra cuando a tientas podemos escoger cualquier poema del corpus, andar el claro laberinto y terminar suspendidos en la plenitud del vacío, mordiendo en esa vieja presencia absoluta de la ausencia, sin palabras que puedan explicar por qué se nos aprieta el pecho y los ojos se nos llenan de ríos.  Leer a Reinaldo debe llevarnos a la ejecución de un rito, al sacro misterio con que debemos regresar, humildemente, sobre la lectura de unos Versos sencillos o unos haikus de Basho.
     Negar la presencia de Borges en la sombra de nuestras escrituras es negar la noche sostenida por los ojos de un búho.  Termino regresando al ensayo que esgrimió el viejo que abrió los ojos a la noche para refutar y rehacer la circularidad del tiempo: ...pienso en los días y las noches de Brahma; en los períodos cuyo inmóvil reloj es una pirámide, muy lentamente desgastada por el ala de un pájaro, que cada mil y un años la roza.  El hacedor que al fondo nos regala parábolas, los poetas detenidos aquí, en estas líneas, dan un rostro y sus palabras, aparecen, imitando los ciclos de tiempo navegado por ese extraño pájaro que regresa y pasa desgastando pirámides y taladros y llantos.

En Miami, 29 de abril y 2002.
 

CREENCIAS

(Key West, 1980)

Desconfiados,
flotando en el reclamo turbio de la luz,
desprendidos de las declaraciones corrosivas
y de las arduas tentativas de silencio;

Sometidos de pronto a la azarosa furia del desierto,
avanzando hacia  la enorme llamarada,
y espantados a cada paso de los hornos
que en la distancia todavía estaban devorando
las reclamaciones y los sueños;

Desconectados del festejo,Puvis de Chavannes: El sueño
sin noción firme de las ruidosas plenitudes
que se divisaban en la sombra
ni de los entusiasmos que rugían
muy cerca de la piel y de los ojos;

Sueltos, ligeros,
sin ningún lastre coherente que asumir
y sin aplomo que entregar
con precisión a la innegable gravedad;
sin tierra, islote o roca firme que acoger,
embellecer o traicionar
ni cielo enardecido o ruin que destruir;

Enteramente desprovistos de permanentes pensamientos,
y por lo tanto de ilusiones,
dejándonos llevar por las palabras más ambiguas
o más dulces o más evocadoras
hacia el hermoso centro de la llanura prodigiosa
en que por fin se detendrían
los cuerpos y sus voces.

(DE: En la llanura)
 
 

EN EL LABERINTO

En aquel laberinto andaba siempre
un callado señor que se alejabaRocío García: En el malecón (1996)
y volvía a acercarse lentamente;
repetía funciones certeras y solemnes
que era preciso realizar
con una enorme devoción.

Por la oscura labor que lo absorbía
en el difuso cerco no encontraba
elogios ni promesas;
controlaba sus pasos, recorría sin ruido
y con gran insistencia los pasillos iguales,
pero iba y venía con las manos vacías.

Aquel cerrado espacio se había vuelto
          con el tiempo su premio
y cada pared era un enorme espejo;
si miraba hacia ellas descubría
su vieja corpulencia atravesando
el estricto camino una y otra vez,
moviéndose muy cerca de sí misma,
sellando su eco y su presente.

(DE: En la llanura)
 
 

ESTATUAS DERRIBADAS

(Moscú, 1991)

Sólo la lluvia las envuelve a vecesDavid González: Recuerdos (1999)
            en su lívido rito
y refresca sin prisa los labios bien cerrados,
las orejas, honduras inflexibles
que nunca recibieron
            como ahora
revelaciones tan serenas.

Con levedad perfecta,
las únicas palomas se acercan al metal,
meditan en su juego,
            pero se alejan pronto,
y hay perros que inspeccionan
día a día las barbas,
el hueco frío del cuello,
la rústica cabeza vacía, renombrada.

Casi nunca el viejo sol visita
           las pupilas de piedra.

(DE: En la llanura)
 
 

FINAL DE UN VIAJE

  para René Cifuentes

Estremecido a veces
por el pequeño gesto de las aguas,
es un buque tranquilo en medio de la bruma.

Su presencia en calma es absoluta,
detenida en sí misma.

Sus cuerdas y sus anclas
y su sellado cargamento se han quedado guardados
             en la segura oscuridad;
su velamen existe, pero el viento lo olvida.

El aullido voraz de las aves del cielo
pasa cerca en su curso y se pierde en la noche.

En la cubierta no resuenan voces
ni se distinguen cuerpos,
ni hay pensamientos ni agonía ni añoranzas.

Las viejas maderas lo habían presentido:
no iba a haber desembarco.

A lo lejos, muy lejos, la costa está cubierta por las llamas.

(DE: En la llanura)
 
 

Nelson Domínguez: Pez volador






LONDON KID

para Carlos Victoria

Queríamos alzarnos sobre la ciudad
           en globos de colores lentamente;
queríamos irnos de la cifra,
           subir contigo desde los trenes y la duda,
abrir el mundo;

queríamos mecernos junto a ti
           sobre la multitud paralizada,
sobre los horarios y los taladros y la astucia,
y ver tu risa aparecer
           muy alto por las nubes
y atraer con la vista esas aves que tú de pronto imaginabas
           (especies desaparecidas
de los libros, pavorreales entrañables que huían,
águilas negras en descenso);
darles todo el espacio entre tus manos y acercarlas
al esplendor ferviente de tus ojos.

Íbamos a darte esos regalos.

Queríamos irnos por un tiempo contigo
           y dejar atrás la habitación oscurecida,
las cuentas de la ruina;
entregarnos al viento y recogerte por el horizonte,
tener festejos junto al monte nevado y dormirte con cuentos,
echarnos a tu abismo de flores con alas de papel.

Queríamos verte regresar y alcanzarte,
y cuidarte del sol y de la tierra ávida,
          y de las emanaciones sulfurosas
y los ácidos, y de las radiaciones y la lluvia,
y sostenerte con todas nuestras fuerzas
en un lugar sin peso,
donde tu cuerpo no se quedara detenido 
          más nunca
contra una puerta claveteada,
atado a la ventana con cerrojos,
detrás de la muralla de basalto,
hundido en la cripta de granito,
amordazado tras las rejas.

(DE: Caverna fiel)
 
 

EL EMIGRANTE

Cuando llegue el momento,
aunque sea tarde y te apresuren y te griten,viñeta
pon en el armario oscuro los recuerdos,
ciérralo despacio, como puedas,
y trata de dejarlo para siempre
en el rincón más limpio de la casa.

Deja dentro esos rostros que se agitan y lanzan
         sus entrañables advertencias;
no te lleves a ninguna parte esos claros mensajes,
esos cielos absolutamente desquiciantes.

Clausura ese paisaje pavoroso,
y déjate llevar sin sobresaltos
         hacia las tibias grutas sumergidas,
hacia el gran remolino en que se acercan
las señales abiertas, el lenguaje de sombras.

En tus bolsillos llevarás, de todos modos,
ambiguos talismanes, objetos proverbiales que vendrán
a iluminar el inmenso exorcismo:
          barajas incompletas,
          pañuelos, abalorios,
          secretos códigos, insignias,
          emblemas de cartón,
          la imagen única del ave
          serena y disecada,
          dibujos coloreados de los trajes
          que se esfumaron en el extraño sueño...

alguna cosa más, pero ligera;
témele al exceso de equipaje.

(DE: Caverna fiel)
 
 

BALADITA DEL CRACK

                           para Jimmy, en su paraíso

You’re a lifesaver, repetía,
para cerrar el sueño como un suave apaleado, 
y sus horribles ropas coloreaban la calma.

No mucho más tarde ni después,
                                                sino en la luz del fin,
balanceaba los brazos sin mirar hacia atrás,
y pegaba la frente a los cristales,
como si el reflejo de su rostro
no pudiera arrastrarlo a otro espejismo.

Let me go, let me go, era su frase al comenzar; 
si ya lo sabes, let me go:
déjame entrar de nuevo en la llama acabada, 
no metas tus manitos en la tenaza de mi mente.

II

Había salido tarde del trabajo, dijo,
pero días antes lo habían visto
andar por agujeros del edificio abandonado,
sacando el humo y las palomas de los cuartos sin techo.

(Soplaba en la señal de las arañas 
con su cabeza preferida)

Ya era de noche cuando algunos lo oyeron 
preguntar otra vez cerca del río;
                                              iba y salía
como una hormiga entre estallidos,
bajaba las aceras con los envases aplastados
y el viento lo aguantaba hasta las rejas del desagüe.

III

Y, desde luego, no se pudo hablar nuncaRocío García: Tomando Sake (1994)
del muro con ventanas, de las rutas
              llenas de señales:
sus gestos eran huesos enmudecidos por el sol;
sus pasos, las piedras que rodaban;
en los bolsillos había tierra y brea y direcciones,
y las manos no se detenían...

(Mostró una sola vez su tubito de vidrio pegajoso, 
pero no la debida pasta del delirio
que lo hacía sentirse
                              como el bárbaro Sly
                                                          o Bruce the Boss)

(Pasó meses enteros in Upstate-New-York;
no en una tumba limpia para drogadictos,
sino
senci
lla
mente
en
una
cár
cel)

IV

Y vino aún desde la tarde del cálido domingo, 
a contemplar como en la gloria el pulido metal 
de un auto deportivo dejado entre los árboles...

Su voz se balanceaba en la arena perdida
y subía como gotas heladas sin mucha convicción;
su cuerpo no se iba en la pintura cegadora
con la veloz bestialidad.

“Sería mejor, you know, poder pasearse 
en este asiento abandonado y no pedir 
que haya una pista de regreso”

Aunque muy bien sabía que el minuto,
el olor a cerveza y los aullidos
tarde o temprano lo encontraban;
luego quizás ponía su canal
de las carreras con la peor certeza, se dormía,
y el tatuaje miraba desde su pecho la pantalla,
rugiente de motores:
una pantera verde caminando entre estrellas.

V

O a veces musitaba transacciones estrictas 
con el vendedor de pinos de Vermont,
un joven forastero que había bajado en Navidad 
a armar su tienda promisoria y sus negocios 
bajo unas tablas
                        olorosas en la Octava Avenida.

Los dos flotaban por el barrio como barquitos de papel
(I don’t trust anybody, not even myself),
y era fácil oírlos susurrar cada noche,
como la nieve lenta que ya está a punto de cruzar
la hilera de bombillos prendida de las ramas.

VI

Y una tarde de viento su rostro ardió, parece, 
sin la basura acumulada en el patio de hierbas.

Vino una furia clara con fantasmas y lluvia
a triturar su gorro azul contra los garfios de la cerca
y se llevó sus dientes, su sonido,
como un camión de sanidad que recogiese
las bolsas amarradas.

Sus ojos deben de haber soltado ahora su resina
en cada uno de los tejidos del metal;
            but you don’t know,
era su lema preferido,
but you don’t know, my friend, how good it is.

(De: Caverna fiel)
 
 

LEGADO

para Amando Fernández

Un día, esperanzado, se encontró por azar
el extraño cofre de la historia de su escasa familia,
en el que se guardaban piedras refulgentes,taza
           artefactos serenos del pasado,
           brazaletes de asombrosos tamaños,
           marcos de plata antigua,
           papeles y cenizas,
y sin poder salir de su perplejidad o su cansancio
lo fue dejando todo lentamente en su viejo lugar,
con la premonición de que no volvería
           a abrir aquel espacio nunca más.

Muchos años más tarde, en la impuesta vigilia,
quiso observar de cerca el tesoro tranquilo de su leve nación,
         que era mostrado a los viajeros bajo enorme custodia
         en un salón de mármoles oscuros y brillantes.

En el tesoro había reliquias portentosas,
         restos de una batalla inverosímil,
         espadas milenarias,
         nobles declaraciones de principios.

Estuvo horas contemplando los laberintos polvorientos;
pero no pudo ver el grave sello
         que salvaba a los fantasmas suficientes;
no le fue dado descubrir el aire establecido
         que envolvía a tantas desapariciones necesarias;
no pudo completar el ávido contorno
         que iniciaban esas cerradas eminencias.

Así, sin nada más entre las manos, despojado de sombras,
salió a aspirar despacio el aire de la noche.

(DE: Caverna fiel)
 
 

LEJOS DE VENECIA

para Justo Luis García

El último misterio estará siempre junto a ti.

Las únicas palabras verdaderamente decisivas
de alguna manera se dijeron, a su debido tiempo,
para conmoverte o confundirte;
los únicos espacios recorridos
son los que se quedaron relumbrandoCarnaval de Venecia: máscara dorada
en el dominio disponible de lo que tú soñabas.

Todo lo que he visto después, lo despreciado,
lo que he lamentado abandonar,
ha venido al final a valorarse
en esa otra caverna de renombres:

Pinturas innumerables que esperaba,
fugaces puentes, repentinas plazas,
puertas que se mecían junto al agua,
palacios clausurados, poderosos.

En esas ceremonias he crecido,
y serán las que salgan marcadas en la sombra;
qué duda puede haber de que estarás a salvo
en el ámbito leve de mi deslumbramiento,
y de que en cualquier parte me seguiré encontrando
tus señales calladas, momentáneas.

Este mismo poema, eres tú quien lo inventas
para poner mis pasos en su razón extraña.

(DE: Caverna fiel)
 
 

LETRERO

No vayan a remover estas partículas,
no cambien tantos polvorientos vahos
insignificantes de su sitio;

No toquen esas sombras amorosas
que se mecen ante los áridos celajes.

Si se acercan a este recinto de rumores,
de movedizas sendas,
si por azar llegan a andar sobre esta tierra
de duelos extraviados y epopeyas tardías,

Avancen con premura;

Que de esta parte ya no quedan desciframientos por hacer
y lo que ven son sólo estrechos escenarios
a punto de soltarse en la ruina final.

Quedan, pues, advertidos;

Si acaso palpan esos espectros con ardor,
si perciben desde una abrupta cercanía esa niebla insegura;
si se adentran en esas lentas agonías sin peso,
sepan que en este pasadizo de tinieblas humosas
alientan corpúsculos temibles,
restos de se esfuman
y filamentos abismales que podrían,
muy bien,
devorar a cualquiera.

(DE: El buen peligro)
 
 

ALICE TOKLAS, EN SU BANCO DE LOS AÑOS 20

Estamos aún leyéndote, muriéndonos de risa,
mi gran Alice,
y cómo nos estremecen tantas celebridades,
tantos salones especialmente iluminados, exquisitos,
y tus manos en los guantes de fieltro,
los sombreros de paja,
en aquellos días en que Guillaume Apollinaire
prestaba trajes de su hermano banquero
y la señora del pintor quiso inaugurar
una casa de modas en la Rue Ravignan.viñeta

Coincidían las prisas de aquella primavera
y las monedas rodando sobre la mesa de mármol,
mientras tú destapabas cajones de sorpresa
con la precisión de una tejedora vermeeriana;

¿Qué tal te sientes,
mi amiga del asombro y del callar sobresaltado,
en ese Pabellón de los Independientes
donde han vuelto a caer goteras,
se han rajado los vidrios
y no se ve tu cara en la humareda de los hierros que estallan?

(DE: El buen peligro)
 
 

LOS DEMÁS

Desde el noveno piso se ve el mar.

El funcionario abre las gavetas,
registra,
finge oponer cierta ruidosa resistenciaRogelio López Marín: Es sólo en la lágrima de un extraño
cordial al deterioro.

Sobre los arrecifes --asegura--
hay rudimentarias balsas de madera,
despedazadas por las olas,
restos de cuerdas y comida,
neumáticos flotando,
y su negrura elemental espanta a las gaviotas.

Todos sonreímos, descruzamos las piernas.
Tosemos, como en el intermedio de un concierto.

Se habla una y otra vez de las tareas,
de los confictos que ya no existirán en el futuro.
La secretaria entra por fin con el café.

Ha empezado a llover;
el agua brusca mancha los cristales.
Y desde esta altura,
el viejo castillo y la bahía
van desapareciendo.

(DE: El buen peligro)
 
 

DISCURSO AL ODIADOR

  Despide a Alejandría

           C. P. CAVAFIS

Esta es la ciudad con la que cuentas por ahora;

Estos son los amparados rostros,
la gama de las voces
que en estos días te buscarán o evitarán:hombre en el espejo
no hay otros.

Aquí mira el residuo de verdeante bosque
que habrás de recorrer por el momento;
aquí también, no hay duda alguna,
llegará a tus espacios el habitual deseo.

No esperes el desquite.

Estudia bien esos divinos espejismos
que asiduamente te cerrarán el paso;
atrapa con soltura la calidad de aullidos
que esté hoy a tu alcance;
no los menosprecies.

Por ellos cruzan como preciados esperpentos
tus glorias más severas, casi en sombras;
en este incómodo escenario sin nombre
podrás representar, sin ser interrumpido,
tu mejor agonía.

Respira, pues, y pronto,
con entera confianza esta negrura que devora:
en ella está, estará siempre,
tu única salida.

(DE: El buen peligro)
 

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