La Azotea de Reina | El barco ebrio | Ecos y murmullos | Café París | La expresión americana
Hojas al viento | En la loma del ángel | Panóptico habanero | El Rincón | La Ronda | La más verbosa
Álbum | Búsquedas | Índice | Portada de este número | Página principal

El Monstruo Humano

Pedro Marques de Armas

     Podemos rastrear la figura del monstruo humano en un periplo que va de las dos últimas décadas del siglo XVIII hasta mediados del XIX; su emergencia en Cuba apenas dista de la europea y promueve las mismas o parecidas preguntas. Participa, pues, de un discurso fascinante (y no menos fascinado) que sólo más tarde al cargarse de un saber médico ya normativo se trivializa. 
     Si el monstruo literario por excelencia es el “esqueleto” de Zequeira (“La Ronda”, 1808), ahora comienza a acechar desde los primeros textos de medicina y ciencias naturales y desde instancias como el Gabinete de Historia Natural. 
     Es precisamente ahí adonde se le intenta arrojar, pero el monstruo de “La Ronda” impone una y otra vez el desvío, su incesante fuga esquizoide. 
     No muy diferente sería el desquiciamiento taxonómico que esta figura supuso para médicos y juristas. El ojo que clasifica procede todavía según un excedente de asombro, plus de curiosidad que sin embargo se abre hacia un terreno cada vez más diferenciador. Las cosas parecen vistas por primera vez, pero se van organizando en un  espacio abstracto regido por la palabra y su inscripción letrada. 
     En 1787 Antonio Parra incluye a un negro congo (en tres vistas, sentado sobre una hernia de “vara negro descrito por Antonio Parray media y seis pulgadas”) en su Descripción de diferentes piezas de historia natural (1).
     A José Agustín Caballero le parecía el Hombre-Mujer que circula en La Habana de 1791 como una especie de bestia, cruce alegórico entre dos reinos, sin que ello le impidiera trazar una política claramente homofóbica (2). 
     Y a Saco le impacta el nacimiento algún niño deforme, en lo que no deja de sospechar cierto fondo moral; el mismo que luego va a inferir entre las causas de una epidemia de cólera. (3). 
     Cuando en 1834 se instale el Museo Anatómico y la Clase de Clínica en el Hospital Militar de San Ambrosio, la curiosidad natural cederá de manera visible ante un deslizamiento mucho más objetivador del saber (4).  Y ya en 1839, con el primer curso de Medicina Legal, el monstruo deviene materia para una intervención sistemática por parte de peritos que prestan su apoyo al derecho civil y penal (5). 
     Si Antonio Parra podía hacer coincidir junto a peces, plantas y piedras extrañas a un negro herniado, era - entre otras razones - porque el lisiado es apenas una deriva menor del monstruo humano, fácil de clasificar. Otro problema muy distinto implicaría el hermafrodita, transgresor no sólo de una ley natural sino también del derecho religioso y civil. No se trata ya del Hombre-Mujer de Caballero, al que asiste un margen apariencial, sino de alguien que porta una marca o signo abstruso que deja sin voz a quienes usurpan el cuerpo en tanto patrón de inteligibilidad. 
     En la Edad Media, y aún en el Renacimiento, pagaban con el suplicio; no sucedería igual en la época clásica. A punto de sellarse el contrato social, la ley, desquiciada por tan extrema irregularidad, se vuelve a otro marco de referencia. Y es que - como advierte Foucault - la figura del hermafrodita establece un dominio jurídico-biológico del cual se desprende la intervención por la norma. Punto de partida del ladrón de poca monta del siglo XIX (de todo anormal), el hermafrodita viene a compartir con el mastubador y el individuo incorregible la condición de piezas para un desarrollo difuso de las técnicas de control. Con él se pasa de una instancia natural a otra moral en cuyo fondo alienta la cuestión de la “naturaleza monstruosa” de todo delincuente. 
     Según Foucault, el caso de Anne Grandjean fue cruxial en este sentido, pues al abordarse el problema del hermafroditismo, ya no como unión rotunda o completa de dos sexos y sí, más bien, como engranaje de órganos imperfectos (incompletos), se derivaba un modelo de conducta. Así, la anomalía orgánica deviene traza que persistirá en toda desviación por pequeña que fuera. 
     Bautizada Anne como niña, ya joven se inclina a las mujeres y decide usar ropa de varón. Se casa con una mujer y, tras la denuncia, es condenada a muerte. El perdón le llega, más tarde, en forma de consejo médico y de observancia civil. No es condenada, pues, por hermafrodita, sino por desviada. Y ahora tiene que asumir el sexo que los médicos consideran dominante, el femenino, y dejar de frecuentar a sus amigas (6). 
     Establecida la norma, recesa la monstruosidad. Pero si ésta resulta violada, se agita de nuevo un sustrato salvaje y se juzga por perversión. 
     Al caso que presentamos ahora, descrito por Tomás Romay y Chacón en 1813 en la persona de un marinero de 19 años, natural de Chiclana, y de nombre Antonio Martínez, siguió, en 1816, la descripción de un segundo caso, éste en un negro bozal examinado por el Dr. Marcos Sánchez Rubio (7). El primer informe habla a favor de un proceso virtual del que no hemos hallado continuación, mientras el segundo es apenas una cita cuya fuente desconocemos. No deja de inquietar, sin embargo, la pregunta por el destino de ambos hermafroditas: un marinero que ha “navegado” con suerte y un esclavo que exhibe el doble estigma de siervo y de monstruo.
     Si bien Romay concluye que, “nada es tan fácil ni convincente como reconocer” al sujeto, esto no debe confundirnos. En modo alguno se trata de una simple confirmación del hecho. Al margen de la disertación anatómica y las referencias eruditas se esbozan múltiples apertrechamientos sociales y éstos implican una toma de decisión. Realizado el examen físico y sancionada la “estelirilidad” (no puede engrendar en ellos ni fuera de ellos), se abren preguntas que, no por formuladas ahora, debieron pasar inadvertidas a los observadores de Antonio (o Antonia) Martínez, entre los cuales se encontraban, además de Romay, Bernardo Cózar (médico del apostadero), Juan Pérez Carrillo (del Protomedicato), Antonio del Valle Hernández (consultor de Humboldt y, para algunos, el hombre más ilustrado de la época) y el Conde de O´Reilly; es decir, figuras de peso en el entramado político de la isla: ¿qué sexo adjudicarle a quien ha sido bautizado como mujer, pero lleva vida de “hombre”? ¿Supone el bautizo la tachadura del género civil? ¿Implica, por otra parte, la “desexualización clínica” (paradójicamente mentida en el propio Romay) una consecuencia semejante para la vida social? ¿Debe asimilársele al género de preferencia - !másculino?- “aún participando más del sexo femenino”, según indican los caracteres secundarios? O, a la inversa ¿deben tomarse éstos como regla de una futura conducta? Finalmente, ¿qué hacer con quien se “proclama” (ateniéndonos al texto) hermafrodita en un intento por evitar que se le destine a la “armada nacional”? 
     Para ninguna de estas interrogantes, por supuesto, había en el código civil y penal vigente una respuesta. La infracción natural supone, por tanto, un enigma jurídico que sólo se resolverá partiendo de cierta improvisación a tono con en el orden moral existente, el cual, sin dudas, se formula a sí mismo a partir de este punto. 
     En una posible genealogía del anormal en Cuba, la descripción de Romay anuncia, tal vez, una primera emergencia. Más allá del “natural” descenlace de esta historia, ya sea a nivel penal o práctico, no cabe dudas de que se movilizan normas para un contexto que no va a regirse ya, exclusivamente, según una simple moral tradicional. De este modo, cierta percepción moral prenormativa esbozada desde 1790 en el Papel Periódico de la Havana (dispositivo crítico donde se satirizan diversas tipos de conducta desviada) se despliega e intensifica (8). El hermafrodita de Romay sienta las bases sobre las que se enmarcará al Hombre-Mujer de Caballero en su paso por el siglo XIX. Y no es hasta finales de la década de 1820 que se acumulan evidencias que permitan hablar de una sociedad relativamente normativizada. En 1823 se inicia, por ejemplo, un proceso judicial contra el II Conde de Casa Montalvo (el incorregible por excelencia), el cual concluye en 1841 después de haber servido de marco a una producción disciplinaria sin precedentes que, al contrario de la disonante cuestión legal en el dominio esclavista, iba dirigida a todo el cuerpo social (9).
 

NOTAS

1) Descripción de diferentes piezas de historia natural. Antonio Parra. Havana. 1787. (Editorial Academia, 1989). Ver láminas 71, 72 y 73, y pp. 194-195.

2) “Carta crítica del hombre muger”. José Agustin Caballero. La literatura cubana en el Papel Periódico de la Havana. Letras Cubanas, 1990, pp 75-78.

3) “Monstruo”. José Antonio Saco. Papeles sobre Cuba, Tomo I, Dirección General de Cultura, 1960, pp 392-394.

4) El Museo de Anatomía y la Clase de Clínica datan de 1834. Sirvió de impulso a importantes transformaciones en el Hospital Militar que sólo a partir de esta época deviene institución “positiva”, es decir, productora de saber. Si antes había sido “refugio de caridad”, ahora, poco a poco, el hospital se convierte en instancia “curativa” y plaza para la formación de médicos según el modelo de la medicina observacional. Su reforma corrió pareja a la normativización de la sociedad, a la cual queda engranado como parte de una compleja red de controles.

5) La Cátedra de Medina Legal se establece en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En 1842 se traslada a la Universidad de la Habana. El curso impartido por su primer profesor, José Lletor Castroverde, sustituido en 1850 por Ramón Zambrana, dedica un capítulo a la problemática del hermafroditismo. (Discurso inaugural para la apertura solemne del Primer Curso de Medicina Legal y Jurisprudencia Médica. José de Lletor Castroverde. Habana. 1839. Imprenta de R. Oliva, p. 24). 

6) Los anormales. Michel Foucault. FCE, 2000. Ver Clase del 22 de enero de 1975, pp 61-82. El caso de Ana Grandjean se desarrolla en pp. 79-81. 

7) Citado por Martinez Fortún y Foyo en Historia de la medicina de Cuba, s/e, p. 41. 

8) Además del citado artículo de José A. Caballero ver, entre otros, “Carta sobre la educación de los hijos” y “Carta sobre la confusión de los trages”. Ob.cit, pp 63-66 y 75-78 respectivamente.

9) Autos acordados por la Real Audiencia de la Isla de Cuba. Habana. 1840.

*   *   *

     No queremos terminar esta nota sin indicar (y comentar) algunos textos de similar importancia en los que asoma la figura del monstruo humano en Cuba:

“Un vecino fidedigno de la ciudad de Trinidad en esta isla participa lo siguiente: Una parda libre de esta ciudad acaba de dar a luz una niña con un solo ojo grande en medio de la frente, sin narices, una sola oreja de un lado y lo demás del cuerpo bien formado; desde los codos hasta el extremo de los dedos de la manos tiene el cutis de un blanco hermoso, y el resto del cuerpo muy prieto. Dicen que antes de expirar resollaba por el ombligo... “Noticia particular de la Havana”. Papel Periódico de la Havana No 50 (3) (23 de junio) 1793.

...“Parda libre que dio a luz trillizos, uno parecía español, la otra india y el otro negro” (Papel Periódico de la Havana No 19 (74-75) (5 de marzo) 1795.

...1817. “Expulsión de tres fetos, uno de ellos un monstruo”. Tomás Romay. Diario de la Habana, 27 de abril/1965. Obras Completas. Tomo I, p. 32. 

...1835. Historia de los gemelos de Siam [traducido por F.C., con una lámina]. Imprenta del Gobierno

     Se trata de una obra citada por Bachiller y Morales en su “Catálogo de libros y folletos...”, incluido en Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en Cuba (Tomo III, Habana, 1861, p. 172), la cual no hemos podido localizar. Los gemelos de Siam, Eng y Chang, mundialmente conocidos, fueron mostrados por toda Europa a partir 1829; pasaron luego a Estados Unidos y más tarde recogieron varios países de América Latina. Llegan a La Habana por primera vez en 1835, según lo anuncia el Diario de Gobierno de ese año. El texto citado por Bachiller formaba parte, con toda seguridad, de la campaña de publicidad desatada en torno a los siameses, quienes, procedentes de Charleston y conducidos por su representante, Santiago W. Hall, serían expuesto a la “pública curiosidad de este vecindario”. Se sabe de una segunda visita a La Habana, ésta en enero de 1858. Los siameses tenían entonces 47 años de edad. 

...1844. “De la influencia de la imaginación de la madre en la produción de monstruos”. Repertorio Médico Habanero 1(12):192. 

     Todavía en el siglo XIX la imaginación es invocada en la génesis de cualquier patología, lo mismo física que mental; constituye una de esas “causas lejanas” a las que se echa mano en todo momento y que desmienten una concepción etiológica claramente jerarquizada. El texto en cuestión alude al caso de una mujer que, por haber presenciado un hecho de sangre, (el degollamiento de un cerdo) le nace un hijo con “una especie de herida o hendidura en la garganta, cuyos bordes mucosos daban sangre al menor contacto”. Para probar su tesis, el autor pasa de la imaginación como genésis (o de su génesis imaginaria) a una suerte de embriología “fantástica” superada sin dudas por la medicina de la época: “pues estando la madre en el tercer mes de su embarzado, época del embrión en que la hendidura subhyoide no está todavía formada, una impresión profunda pudo suspender toda la fuerza formadora”. Consejo: “que se le haga saber a la madre la parte de la acción que la imaginación puede ejercer sobre el hijo, a fin de que en el próximo embarazo se separe la vista de lo que pueda conmover e imprimir un sello indeleble en el débil ser que lleva en su seno”. 

...1845. En la misma revista 1 (5) (100) aparece una breve nota titulada “Sobre un hombre-esqueleto”, con una lámina adjunta. 

...Entre 1813 y 1845 se publican en el Diario de la Habana numerosas descripciones (notas breves, referencias, etc) de mostruos nacidos en esta ciudad. El 8 de octubre de 1818, por ejemplo, nace uno de éstos del parto gemelar de una morena libre en una casa de la calzada de San Luis Gonzaga. Muerto a los pocos días, no tenía cabeza ni extremidades y presentaba en el costado derecho “una mata de pelo”. El Dr. José A. Bernal, que lo asistiera, presentó un esquema del monstruo a la Sociedad Económica Amigos del País, luego de haberlo entregado al conocido cirujano italiano Dr. José Chiappi, quien procedió a realizar su disección ante un nutrido grupo de galenos entre los que se encontraban Romay y Pérez Carrillo. 

...1887. “Un caso teratológico: monstruo cyclocefaliano”, Francisco Obregón y Mayor, Revista de Ciencias Médicas de la Habana, (4), pp 109. 

...1932. Notas sobre un monstruo doble. Sergio García Marruz. Habana. Imprenta Seoane y Fdez. 16 p. 

...1953. “Pseudo hermafroditismo”. Gálvez Fermín Nicasio. Revista cubana de obstetrica y ginecología. Habana, 15 (6) (23-32) 

...1955. Imposible el hermafroditismo ni el cambio de sexo en la especie humana. Angel C. Arce Fernández. Habana. 15 p. 

...1955. “Hermafroditismo verdadero. Primer caso en Cuba”. IX Congreso Médico Nacional. Habana. p. 46.
 
 

HISTORIA NATURAL. DESCRIPCION DE UN HERMAFRODITA

Tomás Romay

Habiendo comprehendido que el Dr. D. Bernardo Cózar, ayudante director de la marina nacional de este apostadero, había reconocido el 28 del pasado abril un marinero hermafrodita, quise examinar un fenómeno que aún no había visto en la especie humana. Entre los brutos observé esta monstruosidad hace 20 años, en dos caballos que traxeron de un lugar de esta isla al Excmo. Sr. D. Gabriel de Aristizábal. Posteriormente tuve una cabra hermafrodita que me regaló el farmacéutico D. Agustín Hernándes. En los caballos los órganos de ambos sexos estaban igualmente caracterizados, aunque con imperfección; en la cabra ambos eran desproporcionados a su tamaño: el masculino demasiado pequeño, y el femenino excesivamente grande, presentándose siempre como en estado de calor. Por ese motivo y porque á cualquiera objeto le acometía en la aptitud que los cabrones más ardientes, la saqué prontamente de mi casa.

Conducido pues, por el Dr. Cózar y en consorcio del Dr. D. Juan Pérez Carrillo, pasamos a la habitación destinada a los Sres. Comandantes de la marina de este puerto, y sabiendo que en uno de sus cuartos baxos estaba el hermafrodita, le distinguí entre otros cinco marineros que allí estaban; no porque sus facciones sean hermosas, sino porque advertí en ellas, y en sus modales y en la voz ciertos rasgos de terneza femenil, aunque con bozo y vellos en la barba. No los tiene en ninguna otra parte del rostro ni en todo su cuerpo, únicamente baxo  de los brazos y el empeine. Su estatura es mediana, las carnes proporcionadas, la musculación y los contornos de su cuerpo semejantes a los de muger. Los pechos son iguales en tamaño, figura y perfección a los de una doncella de su edad, no les falta areola ni pezón. En la parte inferior del pubis, donde es natural a todos los hombres, se descubre un pene de dos pulgadas de longitud, con prepucio y glande perforada; por lo cual careciendo de uréter, y no habiendo experimentado ninguna erección, no puede orinar por él ni exercer  actos viriles.

Conservándose siempre este pene dentro de los dos labios, que caracterizan el sexo femenino, hace las veces de clítoris, aunque de una magnitud excesiva. El labio izquierdo se presenta más abultado que el opuesto, porque dentro de él está contenido y pendiente de su cordón uno de los testículos, poco menor que el huevo de una paloma casera. El derecho es testicondo, situado sobre el anillo inguinal del mismo lado; más comprimiéndolo hacia baxo, desciende hasta la parte superior del labio y vuelve a contraerso por su cordón.

Baxo el pene clítoris se percibe el efínter uréter por donde orina, y el orificio de la vagina, tan estrecho que intentando el Dr. Cózar introducirle el dedo índice, no pudo conseguirlo; y el hermafrodita se quexó como que sentía dolor: lo que acredita no haberse violado ese conducto: aseguró que nunca había menstruado, ni sentido jamás estímulos venéreos, ni inclinación a alguno de los dos sexos. Reconocido posteriormente y repreguntando el 2 del presente en la imprenta de los Sres. Arazosa y Soler, en presencia del conde de O´Reilly, de D. Antonio del Valle Hernández y varios otros sugetos, confesó que se inclinaba con preferencia a los hombres, por lo cual había tomado su trage, aún participando más del sexo femenino.
Llámase Antonio Martínez, natural de Chiclana, su edad 19 años; pero representa más. Fue bautizado como muger, porque entonces sólo tenía los órganos de aquel sexo. A los seis meses de nacida se descubrió el pene, y creyendo sus padres fuese alguna enfermedad, la hicieron curar mucho tiempo, hasta que se convencieron que eran ineficaces todos los remedios. Siendo ya adulto se vistió de hombre, y tomó plaza de marinero en uno de los buques que hacen el comercio de levante. Hace siete años fue reconocido en Cádiz por el cirujano mayor de aquel departamento. Se embarcó después para Monteviedo, donde también lo reconocieron cuatro años después. De ese puerto llegó a éste con la misma plaza de marinero en un barco mercante. La noche del 27 último lo aprehendió la partida de marina, y temiendo lo destinasen a la armada nacional, expuso la excepción de ser hermafrodita. Esto dio ocasión al reconocimiento al Dr. Cózar, y a que se divulgase por la ciudad un fenómeno tan raro. 

Sin embargo de su autenticidad, varias personas poco instruidas en la física y en la historia, juzgan imposible reunirse en un mismo individuo los órganos que distinguen los dos sexos, aún con la imperfección que hemos advertido en el caso presente. Pero es demostrado que en la mayor parte de los vegetales se encuentran aquellas partes tan perfectas, que una misma planta se fecunda a sí misma y reproduce, a las cuales clasificó Lineo. Entre los irracionales, especialmente en las ostras, es muy frecuente hallarse en un propio individuo los caracteres de ambos sexos; pero por mas perfectos que aparezcan, no se fecundan a sí mismo. Cuanto mas perfecto es el animal, tanto más imperfecto son los órganos de algunos de los dos sexos y por consiguiente tanto menos posible es la propagación unipersonal. De aquí es, que no sólo ningún animal perfecto ha podido fecundarse a sí mismo, pero ni tampoco ha exercido alternativamente las funciones de varón o hembra; y aún añade Valmont de Bomare, que los individuos de la especie humana llamados hermafroditas o andróginos, lejos de ser hombres y mujeres al mismo tiempo, no son ni lo uno ni lo otro con perfección.

Tal es hasta ahora Antonio Martínez. No puede exercer las funciones viriles, porque careciendo su pene de úreter, es incapaz de seminar, aún cuando poseyera los órganos destinados a la preparación de ese líquido. ¿Y podrán concebir faltando la perfección necesaria a las partes que contribuyen á esta operación? Carece de ninfas, de carúnculas mirthiformes y por consiguiente de rima menor; y el no haber menstruado a los 19 años teniendo suficiente vigor acredita la imperfección del útero y demás órganos internos. Si este hecho no fuere bastante para probar la existencia de los hermafroditas, lo esforzaré con otros muy semejantes. Dos refiere Valmont de Bomare. El primero observado en París, el año de 1751; el segundo mucho más extraordinario, se presentó en la misma ciudad en 1765. Llamábase este hermafrodita Grand Jean y se bautizó en Grenoble como mujer en el año 1732, conservándose con su traje y con todas sus inclinaciones hasta los 14 años. Empezó entonces a mirar con un placer desconocido a las mismas jóvenes que había tratado antes con la mayor indiferencia, sintiendo ciertas pasiones que le persuadieron no pertenecer al sexo que había simulado. Varió de traje, y engañado por su estímulos y deseos, se casó como hombre, juzgándose capaz de exercer todas sus funciones. No sucedió así, y delatado a los magistrados de León, fue declarado infame, condenado como profanador de un sacramento a ser azotado, á un calabozo cargado de prisiones y últimamente a perpetuo destierro. Elevada la causa al parlamento de París, sus jueces mas ilustrados en la física y el derecho, pusieron en libertad a ese iluso, declararon nulo su matrimonio, y le previnieron se vistiese y comportase como mujer, pues era ese su sexo dominante. 
Lo acreditó el reconocimiento que se hizo de su persona. Aunque lampiño, estaban las piernas cubiertas de vellos. Los pechos mayores que los del hombre, pero no eran delicados ni sensibles al tacto como los de la mujer; los pezones gruesos y sin areola; la voz semejante a la de un jóven adolescente. El clítoris que salía de los grandes labios sobre el meato urinario, tenía 5 dedos de longitud y uno de grueso, capaz de erección y permanecía firme en el acto del coito; en su parte inferior se distinguían dos testículos, y en la superior prepucio y glande; mas como era imperforada no podía expeler por ella ni orina ni materia prolífica. El orificio de la vagina tan estrecho, que no arrojaba sangre menstruo, ni algún otro líquido.

Aun fue más ruidoso en toda España, y más digno de la contemplación de un naturalista, lo sucedido en Granada el siglo anterior. El año de 55 nació en Zujar, pueblo de la abadía de Baza, obispado de Guadiz, una niña que se llamó Fernanda Fernandez. Educada por unos padres honrados y cristianos, y teniendo ella las mas piadosas inclinaciones tomó ella el hábito de religiosa capuchina en un Monasterio de Granada el 10 de abril de 1774 a los 18 años de edad, y profesó al siguiente. Desde el principio de su juventud advirtió que cuando estornudaba, tosía, o hacía algún esfuerzo estraordinario, se le desprendía por entre los labios sexuales un cuerpo carnoso de una pulgada o poco más de longitud, el que prontamente volvía a ocultarse sin causarle alguna incomodidad. Su pudor no le permitió reflexionar sobre este fenómeno, ni menos comunicarlo a sus compañeras. Así permaneció hasta la edad de 32 años en que empezó a sentir inclinaciones al bello sexo, frecuentes desprendimientos de aquel cuerpo extraño y propulsiones involuntarias.

Informó entonces al confesor de los nuevos afectos y movimientos que notaba, suplicándole la extrajese de aquel monasterio donde juzgaba no debía permanecer siendo de otro sexo. Mas aquel director y los demás que tuvo en el espacio de cinco años, despreciaron su instancia, atribuyendo a un fuerte histerismo los estímulos carnales que sentía, y a la relaxación del útero o de la vagina el cuerpo extraño que se presentaba en ella. Mas, su último confesor el padre Fray Esteban Garrido luego que fue informado de todo lo que padecía, reflexionando detenidamente y consultando a los mejores teólogos y físicos, previno a la superiora del monasterio, separase a Sor Fernanda de las demás religiosas y la custodiase baxo de llave, hasta la resolución del Illo. Sr. Arzobispo de aquella diócesis, D. Juan Manuel Moscoso y Peralta.

Instruido este prelado por el padre Garrido, dispuso entrara en el Monasterio una comadre, reconciese la expresada monja y expusiera su dictamen. Practicóse el examen, y habiendo certificado ser varón la persona reconocida, se extraxo del monasterio el 21 de enero de 1792 con trage de mujer seglar. Depositada en lugar seguro, fue nuevamente reconocida por dos médicos, dos cirujanos y una partera, y unánimes atestaron entre otras particularidades las siguientes:

Descubríanse baxo la región hipogástrica dos labios unidos en la parte superior al monte de Venus, y en la inferior al perineo, formando la rima mayor. Separados los labios no se encontraron ninfas ni clítoris; pero en el sitio que debía ocupar éste, se manisfestó el conducto urinario, por donde salía ese líquido. Dos líneas más abaxo no se halló el orificio externo de la vagina, y en su lugar estaba un perfecto pene demarcado su balano en la parte superior por una línea membranosa, que lo circunscribía, y terminaba con el uréter por donde deponía mensualmente desde los 14 a los 15 años una corta cantidad de sangre, expeliendo también por el mismo conducto un líquido seminal, cuando experimentaba alguna erección o estímulos venéreos. El pene carecía de prepucio; cuando se observó tendría pulgada y media de longitud, y en su erección aseguró llegar a tres pulgadas. En la base de ese miembro se encontraron dos eminencias colaterales redondas y pequeñas en forma de testículos, cubiertos por la misma túnica que interiormente cubre las partes carnosas de los labios. 

En virtud de lo expuesto atestaron unánimente los expresados facultativos, que prevaleciendo en esta persona los órganos principales, que caracterizan el sexo masculino, debía reputarse por verdadero hombre, y como tal usar el correspondiente traje. Confirmándose con este dictamen el prelado diocesano, anuló la profesión de Sor Fernanda Fernandez, la hizo vestir de hombre, y el 11 de febrero de 1792 la remitió a sus padres al pueblo de Zújar; todo lo cual consta del expediente archivado en el curia eclesiástica de Granada.

Para ilustrar más la historia natural en un punto incierto todavía aún al mismo conde Buffon, convendría haber observado si este sujeto fue capaz de fecundar alguna muger. Sin un dato tan decisivo, estoy persuadido que si este ilustre filósofo se hubiera instruido de todas las circunstancias tan autorizadas en el caso referido, no habría dicho: “que no tenemos ningún hecho bien comprobado en orden a los hermafroditas, porque la mayor parte de las personas que han creído hallarse en ese caso, no eran sino mugeres en quienes cierta parte sexual había tomado demasiado incremento”. No dudo que Hipócrates y Plinio han dado ocasión para dudar de la existencia de los hermafroditas, refiriendo unas transmutaciones de hombres en mugeres y de éstas en varones que sólo pudieron verificarse en el cerebro del autor de las Metamorfosis. Para que sucediera lo que atestan esos autores, era preciso trastornar y aún destruir la organización peculiar de cada sexo. Mas como para merecer el nombre de hermafrodita, no se ha exigido nunca la perfección absoluta ni en uno solo de los órganos que distinguen los sexos, sino que ha bastado la reunión imperfecta y monstruosa de ambos; de aquí es que han sido reconocidos desde los siglos más remotos, y aún castigados muy injustamente por las naciones más ilustradas y cultas. Las leyes de Grecia y Roma los condenaban a ser precipitados en el mar o en los ríos; cuyo suplicio se executó despiadadamente con Tiresias, sin embargo, de la energía con que ella misma sustuvo en el Aeropago el privilegio con que la había distinguido la naturaleza, entre todos los individuos de su especie. Es muy digno de leerse este juicio en el tomo 5 de la Filosofía de la Naturaleza. También pueden verse las historias de varios hermafroditas en Pablo Zaquías, Pignatelli, Clericato y Venette en su Tableau de l´amour conjugal. Pero nada es tan fácil ni tan convincente como reconocer a Antonio Martínez: todavía existe en esta ciudad, y el propio lugar donde yo le examiné. Habana y mayo 8 de 1813. 

Dr. Tomás Romay. 

Diario del Gobierno de la Habana, Mayo 8 de 1813. 
Tomás Romay: Obras Completas. Habana, 1965. Tomo I, pp. 27-31. 
 

 

La Azotea de Reina | El barco ebrio | Ecos y murmullos | Café París | La expresión americana
Hojas al viento | En la loma del ángel | Panóptico habanero | El Rincón | La Ronda | La más verbosa
Álbum | Búsquedas | Índice | Portada de este número | Página principal
Arriba