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Homenaje a Juana Borrero*

Introducción

     Juana Borrero es, por decirlo de algún modo, uno de los "casos" más enigmáticos e interesantes de la literatura cubana.  Considerada una romántica tardía, suele considerarse su obra como el Juana Borreroresultado, sobre todo, del excesivo influjo que sobre ella ejerciera Julián del Casal. De este modo, los estudios sobre el romanticismo hispanoamericano se han olvidado de ella, mientras que los estudios sobre el modernismo, cuando la mencionan, se limitan a subrayar, una y otra vez, la influencia casaliana.  A esto debe agregarse que, fuera de Cuba, su obra poética y sus cartas siguen siendo prácticamente desconocidas.  Aún en Cuba, si Juana no es una desconocida es sólo por las hermosas páginas que Dulce María Borrero -- hermana de Juana --, Angel Augier, Cintio Vitier y Fina García Marruz le han dedicado.  Con todo, estos estudios que más que ocuparse de Juana en conexión con el modernismo se concentran en su obra misma, confirman lo que ya apuntábamos: Juana es un "caso" especial en la literatura cubana, y aún en la hispanoamericana.  Cupo a Vitier el mérito de haber agrupado y publicado por primera vez la impresionante colección de cartas de Juana a Carlos Pío Uhrbach (dos volúmenes), a lo que se agregó un volumen aparte con su obra poética (1964).  En 1978, Cintio y Fina nos regalaron con una reedición de la poesía de Juana y la inclusión de un nuevo grupo de cartas: Poesías y cartas (La Habana: Arte y Literatura).
     A pesar del valioso aporte que para el conocimiento de la obra de Juana han significado -- como ya dijimos -- las lecturas mencionadas, queremos insistir aquí en que se hace absolutamente necesario intentar nuevas lecturas y nuevos acercamientos que reconozcan, por un lado, los fuertes lazos que unen la sensibilidad de Juana a la del modernismo, y por el otro, lo útil que puede ser explorar la subjetividad de Juana para una mejor comprensión de las subjetividades finiseculares.
     Si bien es cierto que en Juana perviven rasgos románticos, no hay que olvidar que otro tanto puede decirse de todos los modernistas.  Sin embargo, el énfasis en el cuerpo -- articulado en la escritura como un cruce de itinerarios eróticos -- apunta a un distanciamiento de la estética romántica.  En el modernismo la mirada se vuelve sobre el cuerpo; el espíritu que lo combate sin tregua, no hace otra cosa que realzarlo, afirmarlo.  Muy podría el modernismo afirmar acerca de sí, eso que Juana le diceEsteban Borrero a Carlos Pío en una de sus cartas: "Mira chico yo soy «una ideal» pero no soy «una inocente»" (1978  156).  El cuerpo enfermo, erotizado por su propia ruina, es uno de los sellos -- si no el sello por antonomasia -- de la escritura modernista, y, por tanto, de la escritura de Juana.  Así, cuando consideramos su corta existencia (1877 -- 1896), comprendemos las preocupaciones y ansiedades que Juana debió suscitar en su padre, Esteban Borrero, lo cual recoge muy bien la correspondencia de Juana, quien le dice a Carlos Pío en otra de sus cartas: "Me han prohibido que baje cuando tú vengas" (1966  79).  Y en la carta 32, expresa: "Es una verdadera temeridad que yo te escriba en estas circunstancias.  Esta [carta] la estoy escribiendo en la palma de la mano.  Mira tú si estaré vigilada" (135).  Es esta vigilancia la que, entonces, la torna calculadora: "Es necesario que tú hagas todo lo posible por captarte de algún modo la simpatía de Papá.  Muéstrate práctico hablando con él.  Dile que piensas seriamente trabajar y hacerte un porvenir.  Nada de admiración por los caracteres desequilibrados, nada de afecto por los bohemios" (218).
     Las cartas de Juana desmienten la lectura patriarcal que hacen Vitier-García Marruz acerca de los familia BorreroBorrero como "[una] familia encantadora, rodeada de un paisaje idílico" (1978  27).  Acierta, sí, pero a pesar suyo, cuando describe a los Borrero en los siguientes términos: "siempre habrá que referirse a «Los Borrero» como a una especie de feudo de la poesía cubana, como a un sello impreso en cada uno de ellos desde la cuna, aún más, desde el ancestro" (16).  En efecto, Juana escribe sus cartas entre los muros de un feudo -- la casona familiar de Puentes Grandes -- y vigilada.  ¿Quién, después de todo, imprime ese sello -- como de propiedad -- desde la cuna, si no es el patriarca?
     Hay que volver a las cartas de Juana Borrero, a su obra poética, pero mientras tanto, aquí están una muy reducida selección de sus cartas y poemas, y de aquellos textos -- poemas, recuerdos, semblanzas -- suscitados por esa asombrosa adolescente que vivió la pasión del obstáculo.

Francisco Morán
 

*Agradecemos la colaboración brindada por Germán Guerra (quien hizo las fotos de la tumba de Juana, especialmente para este número) y del poeta Rolando Jorge por habernos permitido reproducir sus poemas. 
 

Juana BorreroCronología

1877.  Nace en La Habana el 18 de mayo.

1882.  Con sólo cinco años dibuja estampas simbólicas como la titulada «Romeo y Julieta» que aún se conserva.

1884.  A los siete años escribe su primer poema «Sol poniente» y recibe clases de dibujo.

1886.  Continúa las clases de dibujo en la Academia San Alejandro.

1890.  Conoce a Casal.

1891.  Aparece en La Habana Elegante su primer poema publicado, «Vespertino».

1892.  Acompaña a su padre a Nueva York.  Según su hermana, conoce a Martí, quien ofrece una velada literaria en su honor en Chickering Hall.

1893.  La muerte de Casal sume a Juana en un estado de desolación.  Poco antes habían roto su misteriosa amistad, y Casal muere sin que Juana tuviera tiempo de reconciliarse con él.  Esto agudiza el dolor de la adolescente y sus sentimientos de culpa.  En su correspondencia con Carlos Pío repite obsesivamente -- asociada esa repetición a ideas suicidas -- los versos finales del poema que Casal le había dedicado: "Porque en ti veo ya la tristeza / De los seres que deben morir temprano."

1894.  La lectura de Gemelas, libro de los hermanos Carlos Pío y Federico Uhrbach -- ambos admiradores de Casal -- despierta el interés de Juana hacia Carlos Pío.

1895.  Conoce a Carlos Pío e inician una apasionada relación impregnada -- al menos por parte de Juana -- de fuertes inclinaciones tanto homicidas como suicidas.  Ello ha quedado plasmado en la voluminosa y secreta correspondencia que Juana mantuvo con Carlos.  Se publica: Grupo de familia, poesías de los Borrero y Rimas (de Juana Borrero).

1896.  La familia -- obligada por razones políticas -- emigra a Cayo Hueso.  Allí escribe Juana sus cartas más desesperadas y dicta su último poema: «Última rima».  Muere en Cayo Hueso dos meses antes de cumplir los 19 años, el 9 de marzo.
 

Dos cartas a Carlos Pío Uhrbach

42

Sábado 9 noche.

     Mi único bien sobre la tierra, mi Carlos; acabo de enviar al correo mis cartas de hoy pero a pesar de ser extensas, no te decía en ellas casi nada. Has de saber que estoy hecha una holgazana. El dichoso Dr. que me reconoció ayer por segunda vez me ha ordenado reposo absoluto. Una de las cosas que me dijo fue: «¿Usted ha corrido mucho en estos días verdad?» «¿Yo? ¡no señor, absolutamente!...» «Pues está usted sufriendo las consecuencias de una gran fatiga pulmonar... » Y yo mientras tanto me reía interiormente recordando, recordando.... Qué inocentes son los médicos. Se figuran que todo está en el organismo físico... Y no saben ellos que rm enfermedad es «cardiaca».Oscar Held Me ha prohibido salir... me ha recetado yo no sé qué.... ¡Ay! ¡la receta! ¡El elixir de amor! - En mis cartas de hoy te decía que vinieras el jueves. Trae sin falta a Oscar Held.(1) Espero hablar contigo mucho, mucho, esa noche... A menos que tú te niegues a hablarme. Mira: a veces me figuro que me tienes miedo. Si es así me compuse porque será para ti un tormento estar a mi lado. Dices tú que esa frialdad es puramente exterior... que tu alma es mía, mía... ¡Ya lo sé! Pero yo necesito que tú me lo digas a mí directamente, que me lo jures.... que me digas en voz baja, muy baja, que eres mío que me amas, que me adoras .... ¡Oh! yo te aseguro que si tú te decidieras a ser tierno y comunicativo no te ibas a arrepentir.... Tengo tantas cosas que decirte! Tengo tantas cosas que decirte! Tengo en mi corazón tanta ternura para ti, y tal necesidad de expansión, que si tu reserva no la contuviera se desbordaría como un raudal indómito, y te haría feliz.... ¡muy feliz! Pero tú a mi lado no eres el Carlos que me escribe.. ¡Pareces otro! Sin embargo yo soy la misma siempre... Pero tú llegas... y el tiempo transcurre... y llega la hora de irte y no te he dicho nada y no me has dicho tú nada tampoco. Has desterrado de nuestro amor, tan poéticamente puro y elevado, la manifestación del amor más dulce, el detalle más bello: la confidencia. Oye es necesario que cambies... óyelo bien porque si no me peleo por milésima vez aunque tenga que hacer las paces una vez más contigo. El jueves si Dios quiere estará papá fuera y podremos hablar mucho porque tengo que decirte que mi Abuelita y Mamá no se muestran hostiles a nuestras simpatías. Aquí el único inabordable es... ¡Ya lo sabes! En fin todas mis esperanzas se concentran en el jueves. No las defraudes. Sé tierno y comunicativo. Dime todas esas frases que me escribes. Si es muy grande la emoción que te embarga a mi lado haz un esfuerzo y sobreponte a ella... Ya tú vez qué serena estoy yo a tu lado. ¿Te amo menos?... ¡de ninguna manera! Es que mi amor es tan puro, tan puro y tan elevado y tan casto y tan absoluto, que anula la sensación nerviosa y destierra la turbación hija de la pasión ardorosamente esclavizadora. «Esa es la cosa». Desengáñate. Los que se aman espiritualmente como nos amamos nosotros, no deben jamás sentir la fiebre da la pasión ardorosamente dominadora... La luz no quema. Seamos pues felices, gocemos tranquilamente de nuestra dicha. Por qué turbarnos, por qué enmudecer cuando tenemos tanto, tanto que decirnos?.... Si tú supieras lo feliz lo tranquila que me siento a tu lado... Como un ave al abrigo del nido. Tú eres el único bien que me hace bien... A tu lado la duda deja de destrozarme el alma, a tu lado mi nostalgia se esfuma bajo la influencia benéfica de tu amor. Te espero con una impaciencia! Con los labios ávidos de dejar escapar la frase tierna la confidencia enternecedora..... Quisiera poder inclinar sobre tu hombro mi cabeza fatigada por el fardo de los sueños, y dormirme allí tan confiadamente como si me durmiera sobre el pecho de mi padre.
     Anhelo estrechar tus manos.... Quisiera poder besarte sobre los ojos y cubrir de caricias tu rostro adorado.... ¡Es tan dulce un beso puro, es tan regeneradora una caricia tierna! Cuando estás a mi carta enviada por Juana como Misiva trascendental, pero compuesta de trazos absurdoslado el mundo desaparece ante mi vista. No existes más que tú, no veo más que a ti, no oigo más que tu voz (cuando te decides a hablarme). Y sólo anhelo verte, oírte hablarte decirte tanto ¡oh tanto! como tengo guardado para ti desde hace tres meses!
     Con qué ansiedad espero el jueves! Nos sentaremos muy cerca y algo apartados... y estoy dispuesta a hacerte hablar. ¡Ya verás, niño gracioso! Parece mentira que una mujer tenga que darte a ti, a Carlos Pío Uhrbach, lecciones de valor y temeridad.... ¡Quién va a creer que tú eres el mismo que..... Nada, nada! Verdaderamente en el mundo hay contradicciones.
     En este momento me dicen que está muy grave una chiquita que vive al fondo de nuestro patio y a quien según la madre «he hecho mal de ojo». Figúrate si se muere quién convence a esa mujer de que yo no tuve la culpa? Será verdad aquello que dijiste en el último renglón de esbozo?(2) Las madres del barrio esconden sus niños para que yo no los vea.... les tienen terror pánico a mis pobres ojos porque según dicen ellas «son muy prietos y muy penetrativos...» ¿Qué te parece? Será por eso que tú no quieres mirarme? No te apures yo te santiguaré la primera vez que te vea, haciendo tres cruces &.. Pero yo creo que ya a ti «naiden te saca el daño». Estoy algo disgustada con este accidente. Veremos en qué para. ¡Pobres gentes!
     Espero con ansia el jueves. Entonces podré ejercitar en ti mi maleficio y te miraré mucho con mis ojos «penetrativos». Aunque dicen por ahí que no tienen poder más que sobre los niños.- Escríbeme si te sientes bien. No te fatigues por mí te lo imploro. No tomes láudanos... te lo suplico por tu amor por tu madre y por la pasión que creo inspirarte. Vengan el jueves sin falta. Tren de las siete... de las siete eh? No dejen de traer a Oscar Held... ya tú sabes que viene muy bien el nuevo amigo. No has recibido carta de mamá? Escríbele y dale mil cariñosos recuerdos que le mando. ¡Qué ganas tengo de conocerla! Oyeme cielo mío: no estés triste. ¿Quién te ha dicho que tú me has hecho sufrir?... Tú me has proporcionado las alegrías más grandes de mi vida. Tú me has hecho sentir la dicha inmensa «de amar y ser amada»... De lo demás no te ocupes. Mis tristezas son obra mía. Mi imaginación se encarga de hacerme sufrir con obsesiones torturadoras. Tú no tienes la culpa. No creas que me has causado el pesar más leve. Si te lo he dicho ha sido bajo la influencia morbosa de un narcótico trastornador que me hizo perder el juicio. Sábelo. Adiós mi cielo. Bésame. ¡Yvone!

1  Oscar Held: dibujante, amigo de los Uhrbach. Federico le dedicó «Spleen», que apareció en La Habana Elegante del 7 de julio de 1895, con un dibujo de Held. En el número de 21 de julio del mismo año se publicaron las Rimas áureas de los hermanos Uhrbach, también ilustradas por Held. Leopoldo Pereira Medina le dedicó el poema «Mi ensueño», que puede leerse en el mismo número.

2  Se refiere al siguiente verso de «Esbozo» de C. P. U.: «el poder magnético de su influjo».
 

118

Miércoles. 25 de Septiembre 1895. Larrazábal.

11 y media de la noche.

Alma y vida mía, mi Carlos, mi amado; Voy a dormirme. Beso con anhelo infinito de besarte, tu retrato que tengo a la cabecera. Como de costumbre abro Gemelas. Hundo la cabeza entre sus páginas donde estás tú ... donde está un pedazo de tu alma. Después me dormiré sugestionada porCarlos Pío Uhrbach tu recuerdo. Soñaré contigo? ¡Ay si soñara! Cuando puedo soñar que te veo que me hablas, soy tan dichosa! Amanezco con el alma conmovida aún por la alegría intensa de haberte visto y es tan profunda la sensación de tu recuerdo que me siento feliz y contenta. Anoche me dormí muy tarde y muy triste. Por qué? No lo sé. Desde el domingo estoy en un estado de irritabilidad nerviosa que me hace sentir intensamente cualquier emoción por ligera que sea. Esta tarde he llorado de ver un lirio recién abierto destrozado por la lluvia. No puedo explicarme este estado de exaltación de mi sensibilidad. ¿Será que me has contagiado de tu extraño mal? Si así fuera me alegraría porque anhelo compartir tus penas y tus dolores. Por evitarte un sufrimiento moral o físico soy capaz de verter hasta la última gota de sangre. Verte sufrir es morir. Es el tormento más cruel para mi alma. La esperanza de hacerte dichoso es mi mejor consuelo cuando me asalta involuntaria la tristeza... Te adoro. Tú no lo sabes... ¡Todavía no lo sabes! Mi pasión es tan intensa como la tuya. Te amo con toda mi alma con toda mi alma y con toda mi alma. Mi universo está en ti. Cuando lo comprendas bien serás feliz. Te amo con un amor supremo que ha traspasado los límites de lo misiva floralhumano porque necesita espacio, el espacio inmenso de los horizontes espirituales.... Tú eres lo único que me conmueve. Patria, hogar, todo todo lo dejaré por seguirte. Donde tú estés estará mi cielo porque estarás tú. Es por esto que me desespera exaltándome hasta el delirio, la idea de que puedas algún día hastiarte de mí, de mi amor infinito. Sé que me amas. Lo sé y lo creo. Si no lo creyera pudiera llamarme verdaderamente desgraciada. Pero la convicción de tu amor me hace dichosa. Te adoro porque me amas y te idolatraría aunque me aborrecieras. Esta es la verdad. Contigo se anula mi inmenso orgullo porque contigo no soy más que alma y corazón. Alma y corazón que te adoran. Comprendo que estoy irremisiblemente ligada a tu alma por lazos inquebrantables. Tengo perfecta conciencia de que te idolatro. Siento que todas las potencias de mi espíritu están convertidas a esta pasión avasalladora. Te has adueñado totalmente de mi ser anímico y has penetrado hasta el rincón más oculto de mi espíritu. Has llegado a constituir mi existencia. Te adoro, te adoro! - Voy a dormirme. Son casi las doce. Dan en este momento. Tengo sueño y estoy fatigada. Ahora siento un enternecimiento súbito pensando en lo que me dijiste la otra noche de que te quería menos. Siento un anhelo inmenso de besarte. De besarte con apasionada vehemencia. De repetirte que te adoro, que soy tuya para siempre, que eres mi dueño y mi ensueño mi esposo y mi bardo. Te idolatro. Me encuentro sola y lloro. Dueño mío! Bésame para consolarme. Dime que me adoras. Te besa tu Juana.
 

Dos poemas

     Incluimos sólo dos poemas porque, como más adelante se verá, otros poemas de Juana aparecen citados -- y en su totalidad -- en el artículo de Casal.  Aquí hemos seleccionado, en primer lugar, un poema muy interesante por el diálogo que sugiere con otro, muy similar, del poeta mexicano Manuel Gutiérrez Nájera -- "Para entonces" -- el cual reproducimos también: 
 

Vorrei morire

     Quiero morir cuando al nacer la aurora
su clara lumbre sobre el mundo vierte,
cuando por vez postrera me despierte
la caricia del Sol, abrasadora.

     Quiero, al finalizar mi última hora, 
cuando me invada el hielo de la muerte, 
sentir que se doblega el cuerpo incite, 
inundado de luz deslumbradora.

     ¡Morir entonces! Cuando el sol naciente
con su fecundo resplandor ahuyente
de la fúnebre noche la tristeza,

     cuando radiante de hermosura y vida
al cerrarme los ojos, me despida
con un canto de amor Naturaleza!

1895

Juana Borrero

Para entonces

     Quiero morir cuando decline el día, 
en alta mar y con la cara al cielo, 
donde parezca sueño la agonía 
y el alma un ave que remonta el vuelo. 

     No escuchar en los últimos instantes, 
ya con el cielo y con el mar a solas, 
más voces ni plegarias sollozantes 
que el majestuoso tumbo de las olas. 

     Morir cuando la luz retira 
sus áureas redes de la onda verde, 
y ser como ese sol que lento expira; 
algo muy luminoso que se pierde. 

     Morir, y joven; antes que destruya 
el tiempo aleve la gentil corona, 
cuando la vida dice aún: «Soy tuya», 
aunque sepamos bien que nos traiciona.

1887

Manuel Gutiérrez Nájera


     Las similitudes son tan obvias y tantas, que sería posible afirmar que Juana escribió; o mejor, que recortó este soneto sobre el modelo proporcionado por Nájera.  Desde el verso inicial -- "Quiero morir cuando decline el día" (Nájera) / "Quiero morir cuando al nacer la aurora" -- comienzan a producirse tales resonancias que uno se sentiría inclinado a leer el poema de Juana casi como una simple variación del poema de Nájera, el cual es -- desde nuestro punto de vista -- superior.  Ahora bien, si se les lee cuidadosamente uno al lado del otro, se echará de ver enseguida que el tema -- que también parece ser un calco -- no es, sin embargo, el mismo. En el poema de Nájera el sujeto lírico pide morir en plena juventud, ser "como ese sol que lento expira; / algo muy luminoso que se pierde."  Lo que pide la voz en el poema de Juana es morir en medio de la luz y del esplendor de la naturaleza.  Esto explica que morir no esté asociado a la juventud y la belleza, sino a la "última hora," cualquiera que ésta fuese.  La muerte del cuerpo no está relacionada con el ocaso de la naturaleza, sino, por el contrario, con su despertar.
     El segundo de los poemas de Juana que aquí presentamos es, precisamente, el último de los suyos.  Dado el debilitamiento de su organismo, no pudo escribirlo ella misma y tuvo que dictarlo.  Estamos, pues, ante una escritura mediada posiblemente por la fiebre, por el temblor.  Emerge de estos versos la pesadilla del cuerpo manchado por la sensualidad y el deseo, jadeante de fiebre.  Juana intuye que no puede escapar de ese cuerpo, ni de "los labios sensuales que besan y manchan," de ahí que el amado invocado sea un imposible.  Véase más adelante, citado por Casal, su poema Apolo, en el que Juana invierte el mito clásico: en lugar de Apolo perseguir a Dafne, es ésta (Juana) la que persigue a la belleza fría e indiferente, marmórea, del dios griego.  Sobre su cuerpo, cerrado al deseo de la adolescente, dejará ella "mil besos de ternura ardiente." 
 
 

Última rima

     Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

     Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.

     Oh, mi amado! mi amado imposible!, 
mi novio soñado de dulce mirada, 
cuando tú con tus labios me beses, 
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

     Dame el beso soñado en mis noches,
en mís noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma!

1896

Selección de poemas, semblanzas, recuerdos y artículos sobre Juana Borrero
 

Virgen Triste

Tú sueñas con las flores de otras praderas,
nacidas bajo cielos desconocidos,
al soplo fecundante de primaveras
que, avivando las llamas de tus sentidos,
engendren en tu alma nuevas quimeras.

Hastiada de los goces que el mundo brindaviñeta
perenne desencanto tus frases hiela,
ante ti no hay coraje que no se rinda
y, siendo aún inocente como Graciela,
pareces tan nefasta como Florinda.

Nada de la existencia tu ánimo encanta,
quien te habla de placeres tus nervios crispa
y terrores secretos en ti levanta,
como si te acosase tenaz avispa
o brotaran serpientes bajo tu planta.

No hay nadie que contemple tu gracia excelsa
que eternizar debiera la voz de un bardo,
sin que sienta en su alma de amor el dardo,
cual lo sintió Lohengrin delante de Elsa
y, al mirar a Eloísa, Pedro Abelardo.

Al roce imperceptible de tus sandalias
polvo místico dejas en leves huellas
y entre las adoradas sola descuellas,
pues sin tener fragancia como las dalias 
tienes más resplandores que las estrellas.

Viéndote en la baranda de tus balcones,
de la luna de nácar a los reflejos,
imitas una de esas castas visiones
que, teniendo nostalgia de otras regiones,
ansían de la tierra volar muy lejos.

Y es que al probar un día del vino amargo 
de la vid de los sueños, tu alma de artista 
huyendo de su siglo materialista
persigue entre las sombras de hondo letargo 
ideales que surgen ante su vista.

¡Ah! yo siempre te adoro como un hermano,
no sólo porque todo lo juzgas vano
y la expresión celeste de tu belleza,
sino porque en ti veo ya la tristeza
de los seres que deben morir temprano.

Julián del Casal
 

Juana Borrero

     ¿Queréis conocerla? Tomad el tren que sale, a cada hora, de la estación de Concha, para los pueblecillos cercanos a nuestra población, donde la fantasía tropical, a la vez que el mal gusto, os Retrato dedicado a Carlos Píohabrá hecho soñar en paisajes maravillosos, o en viviendas ideales. El viaje sólo dura algunos minutos. Tan corta duración os preservará, si tenéis gustos de ciudadanos de la contemplación, fatigosa e insípida, de los anchos senderos que parecen alfombrados de polvo de marfil, de las redes de verdura que, como encajes metálicos, incrustados de granates, bordan los bejucos en flor, de las quintas ruinosas que a la trepidación de la locomotora, fingen desmoronarse, de los surcos de tierra azafranada en que los labriegos, con la yunta de bueyes uncida al arado, se hunden hasta los tobillos, de las palmas solitarias que, como verdes plumeros de habitaciones ciclópeas, desmayan en las llanuras y de las chozas de guano, frente a las cuales escarban la tierra las gallinas, hincha su moco el pavo, enróscase el perro al sol y surge una figura humana que os contempla con asombro o pasea sobre vuestra persona su mirada melancólica de animal.
     Frente al río célebre, citado por los periodistas mediocres y ensalzado por los copleros populares, que se encuentra a mitad del camino, descended del ferrocarril. En su morada, que se mira en las ondas, siempre la podréis encontrar. Hasta la fecha en que escribo estas líneas, su pie no ha traspasado los umbrales de ningún salón a la moda, yendo a mecerse allí en brazos de algún elegante, como una muñeca de carne en los de un titiritero de frac, al sonido monótono de la llovizna de los valses o al del estrepitoso que forma el aguacero de los rigodones. Tampoco se ha grabado su retrato para ninguna de las galerías de celebridades que exhiben algunos periódicos, porque no es hija de mantequero acaudalado o de noble colonial, porque no se ha dignado solicitar ese honor y, en suma, porque, como más que talento ha revelado genio, le cabe la honra de ser indiferente al público o paralizar la pluma de sus camaradas. Los periódicos no se han ocupado de sus producciones, más que en el folletín o en la sección de gacetillas, sitios destinados a decir lo que no compromete, lo que no tiene importancia, lo que dura un solo día, lo que sirve para llenar renglones. En las columnas principales no se habla más que de lo que pueda interesar al suscriptor, de la barrabasada de algún ministro o de la hazaña de un bandolero, del saqueamiento de un burócrata o del homicidio último, del matrimonio de un par de imbéciles o de la llegada de cómicos de la lengua, pero nunca de los esfuerzos artísticos de algunas individualidades, ni mucho menos de los de una niña de doce años que, como la presente, ha dado tan brillantes muestras de su genio excepcional, toda vez que eso tan sólo interesa a un grupo pequeño de ociosos, desequilibrados o soñadores.
     Yendo por la mañana, el caserío presenta alguna animación. Es la hora en qu desfila, por la calzada polvorosa, la diligencia atestada de pasajeros; en que rechinan las ruedas de enormes carretas arrastradas por bueyes que jadean al sentir en sus espaldas de bronce el hierro punzante delJuana pintando aguijón; en que cruje el pavimento de los puentes al paso de los campesinos que, con la azada al hombro y una copla en los labios, marchan a sus faenas; y en que las rojas chimeneas de las fábricas abiertas vomitan serpientes de humo que se alargan, se enroscan, se quiebran y se disgregan entre los aromas del aire matinal. En tales horas, podréis encontrar a la niña, con el pincel empuñado en la diestra y con la paleta asida en la izquierda, manchando una de sus telas, donde veréis embellecido algún rincón de aquel paisaje, iluminado por los rayos de oro de un sol de fuego y embalsamado por los aromas de lujuriosa vegetación. Llegada la noche, el sitio se llega mágicamente a transformar. Más que al borde de un río del trópico, os creéis trasportados a orillas del Rhin. Basta un poco de fantasía para que veáis convertirse la choza humeante a lo lejos en la tradicional taberna de atmósfera agriada por el fermento de la ambarina cerveza y ennegrecida por el humo azulado de las pipas; para que el galope de un caballo a través de la arboleda os haga evocar la imagen del Rey de los Alamos de Goethe o la del Postillón de Lenan; para que el pararrayos de una de las fábricas que recortan su mole gigantesca sobre las evaporaciones nocturnas os parezca la flecha de histórica catedral; y para que el simple ruido de las ondas zafirinas, franjeadas de espumas prismáticas, os traiga al oído la voz de Loreley que, destrenzados los cabellos de oro sobre las espaldas de mármol, entona al viento de la noche, desde musgosa peña, su inmortal canción. Para la que inspira esta página, será la hora de arrinconar la tela esbozada, pasear la espátula sobre la paleta y aprisionar el color en sus frascos, dejando que su espíritu, como halcón desencadenado, se aleje de la tierra y se remonte a los espacios azules de la fantasía, donde las quimeras, como mariposas de oro en torno de una estrella, revoloteen sin cesar. Ella nos brindará después, en la concha de la rima, la perla de su ensueño, pálida unas veces y deslumbradora otras, pero siempre de inestimable valor. Así pasa los días de su infancia esta niña verdaderamente asombrosa, cuyo genio pictórico, a la vez que poético, promete ilustrar el nombre de la patria que la viera nacer.
     No la he visto más que dos veces, pero siempre ha evocado, en el fondo de mi alma., la imagen de la fascinadora María Bashkirseff. Esta no aprendió nunca a rimar, pero su prosa encanta y sugestiona su pincel. Ambos espíritus han tenido, en la misma época de la vida, idéntica revelación de los destinos humanos y análogos punsos de vista para juzgarlos. Se ve que han sufrido y han gozado por el mismo ideal. Pero ahí debe limitarse la comparación. Una vivió en los medios más propicios para el desarrollo de sus facultades y la otra se enflora en mísero rincón de su país natal. Aquélla fue rica y ésta no lo es. Tuvo la primera por maestros los dioses de la pintura moderna y la segunda no ha recibido otras lecciones que la de su intuición. La hija de la estepa voló tempranamente al cielo
 

«Dans le linceul soyeux de ses cheveux dorés»


y la del trópico, por fortuna, se afirma en la tierra con toda la fuerza de la juventud.
     Una tarde, al volver de su casa, esbocé su retrato por el camino en los siguientes versos:
 

Tez de ámbar, labios rojos,
Pupilas de terciopelo
Que más que el azul del cielo
Ven del mundo los abrojos.

Cabellera azabachada
Que, en ligera ondulación,
Como velo de crespón
Cubre su frente tostada.

Ceño que a reces arruga,
Abriendo en su alma una herida,
La realidad de la vida
O de una ilusión la fuga.

Mejillas suaves de raso
En que la vida fundiera
La palidez de la cera,
Lu púrpura del ocaso.

¿Su boca? Rojo clavel
Quemado por el estío,
Mas donde vierte el hastío
Gotas amargas de hiel.

Seno en que el dolor habita
De una ilusión engañosa,
Como negra mariposa
En fragante margarita.

Manos que para el laurel
Que a alcanzar su genio aspira,
Ora recorren la lira,
Ora mueven el pincel.

¡Doce años! Mas sus facciones
Veló ya de honda amargura
La tristeza prematura
De los grandes corazones.


     ¡Ah! Y también de las grandes inteligencias. Hay pocos seres que, con doble número de años, tengan percepciones tan claras de las cosas y puedan emitir juicios tan acertados sobre ellas. Sin haber visto nada, dijérase que lo ha visto todo. Un simple hecho observado, rápidas lecturas de algunos libros, ligeras reflexiones emitidas en su presencia, han bastado para desgarrarle el velo negro del misterio y hacer que sus ojos contemplen a la inmortal Isis en su fría desnudez. Como viñetatodos los grandes artistas, oye la voz de la realidad, pero no se aprovecha de sus lecciones. Es que esos soñadores, a la par que los espíritus más lúcidos, son también los más rebeldes. Aunque el mundo imagina lo contrario, nada pasa inadvertido para ellos, por más indiferentes que se muestren a todos los acontecimientos. Esa indiferencia no es más que la resignación al mal o el desprecio que inspira el peligro a los fuertes. Es la confianza que adormece a la oveja extraviada en un bosque de lobos o la osadía del águila que bate sus alas entre nubes preñadas de rayos. Todavía puede afirmarse que, por la delicadeza de su sensibilidad, los hechos dejan en su carácter huella más profunda que en el de los otros. Algún tiempo tarde[sic] en descubrirse, pero se la llega a encontrar. La melancolía que destilan las primeras producciones de ciertos artistas no es más que la fermentación de los pesares que, día por día, les ha causado la observación de las múltiples deficiencias que la vida ofrece ante sus deseos. No es imaginaria, como algunos pretenden, sino real. En unos suele ser pasajera y en otros inmortal. De ahí ese hastío prematuro, ese profundo descorazonamiento, ese escepticismo glacial, ese adormecimiento de los sentidos, ese apetito desenfrenado de lo raro y ese estado de catalepsia en que se encuentran por completo sumergidos a los veinte años. Los que se consuelan en algunas horas, son los que se construyen, en el campo de la fantasía, un lazareto ideal, donde esconden la purulencia de sus llagas, pero donde nadie los seguirá por temor a los contagios mortales. Allí viven con sus ensueños, con sus alucinaciones y con una familia compuesta de seres imaginarios. Cada vez que salen al mundo, el asco los obliga a volver sobre sus pasos. Si hubieran nacido, en los primeros siglos, hubiesen ardido, como antorchas de carne, en los jardines de Nerón; si en la época medioeval, sus imágenes serían veneradas sobre el mármol de los templos cristianos. Pero han venido al mundo en pleno siglo diecinueve y no ha encontrado ninguno su sitio al sol. Tan absoluta desconformidad,[sic] no sólo los hastía de lo que han conocido, sino de lo que no han visto, de lo que no verán jamás. Así se explica que algunos, como la niña de quien me ocupo, contemplando solamente el mundo desde la ventana de su hogar, se sientan ya tan adoloridos y se atrevan a impetrar su misericordia de la manera desgarradora que ella lo hace en su composición.
 

               ¡Todavía!

¿Por qué tan pronto ¡oh mundo! me brindaste
Tu veneno amarguísimo y letal...?
¿Por qué de mi niñez el lirio abierto
           Te gozas en tronchar?

¿Por qué cuando tus galas admiraba, 
Mi espíritu infantil vino a rozar 
Del pálido fantasma del hastío
           El hálito glacial?

Los pétalos de seda de las flores 
Déjame ver y alborozada amar, 
Ocúltame la espina que punzante
            Junto al cáliz está.

¡Más tarde...! Cuando el triste desaliento
Sienta sobre mi espíritu bajar
Y el alma mustia o muerta haya apurado
             La copa del pesar,

Entonces sienta de tu burla el frío 
Y de la duda el aguijón mortal... 
¡Pero deja que goce de la infancia
             En la hora fugaz!


     Todas sus composiciones inéditas, ya las que duermen en el fondo de su memoria, como ramas de corales bajo las ondas marinas, ya las que oculta en sus estuches, como enjambre de luciérnagas vivas en vasos de cristal, porque esta niña, como verdadera artista, comprende la mezquindad de la gloria y le repugna la ostentación de sus sentimientos, están humedecidas por ese relente de tristeza que se aspira en las estrofas que acabo de copiar. A través de esas composiciones, el alma de la niña parece un botón de rosa amortajado en un crespón, un ramo de violetas agonizante entre la nieve, un disco de estrella sumergido en un lago turbio. Las que irradian fulgores esplendorosos son aquéllas en que revela su gran talento de artista, bosquejando un paisaje, como los de Sanz, verdaderamente ideal, o cincelando una estatua que, por el soplo de vida que las anima parecen sustraídas del taller de un Rodin. Ved una muestra de lo primero
 

             Crepuscular

Todo es quietud y paz... en la penumbra
Se respira el olor de los jazmines,
Y más allá, sobre el cristal del río
Se escucha el aleteo de los cisnes
Que, como grupo de nevadas flores,
Resbalan por la tersa superficie;
Los obscuros murciélagos resurgen
De sus mil ignorados escondites
Y vueltas mil y caprichosos giros
En la tranquila atmósfera describen
O vuelan luego rastreando el suelo,
Rozando apenas con sus alas grises
Del agrio cardo el amarillo pétalo,
De humilde malva la corola virgen.


y otra de lo segundo
 

              Apolo

Marmóreo, altivo, indiferente y bello,
Corona de su rostro la dulzura
Cayendo en torno de su frente pura
En ondulados rizos el cabello:

Al enlazar mis brazos a su cuello
Y al estrechar su espléndida hermosura 
Anhelante de dicha y de ventura
La blanca frente con mis labios sello.

Contra su pecho inmóvil, apretada 
Adoré su belleza indiferente;
Y al quererla animar, desesperada,

Llevada por mi amante desvarío,
Dejé mil besos de ternura ardiente
Allí apagados sobre el mármol frío!


Así tiene muchas que no transcribo por haber sido ya publicadas, sobresaliendo entre todas el soneto

          Las hijas de Ran

Envueltas entre espumas diamantinas 
Que salpican sus cuerpos sonrosados 
Por los rayos del sol iluminados, 
Surgen del mar en grupo las ondinas.

Cubriendo sus espaldas peregrinas
Descienden los cabellos destrenzados
Y al rumor de las olas van mezclados
Los ecos de sus risas argentinas.

Así viven contentas y dichosas
Entre el cielo y el mar, regocijadas,
Ignorando tal vez que son hermosas

Y que las olas, entre sí rivales,
Se entrechocan de espuma coronadas
Por estrechar sus formas virginales.


     Para comprender el valor de sus cuadros, es preciso contemplar algunos de ellos. Corta serie de lecciones, recibida de distintos maestros, han bastado para que, iluminada por su genio, se lanzase a la conquista de todos los secretos del arte pictórico. Puede decirse, sin hipérbole alguna, que está enviñeta posesión de todos ellos. «No me explique teorías, porque son inútiles para mí - le decía recientemente a Menocal -, pinte un poco en esa tela y así lo entenderé mejor.» Y, en efecto, al segundo día, la discípula sorprendió al maestro con un boceto incomparable. Muchas personas lo han admirado más tarde en el Salón Pola. Era una cabeza de viejo, preparada en rojo, donde se encontraban trozos soberbios. Aquella calva amarfilada, cubierta de grueso pañuelo, bajo cuyos bordes surgían mechones de cabellos grises; aquella frente rugosa, deprimida hondamente en las sienes, donde la piel parecía acabada de pegar a los huesos; párpados abotagados, próximos a cerrarse sobre las pupilas lánguidas, húmedas vidriosas; labios absorbidos que moldeaban una boca desdentada aquellas bolsas de carne, colgadas alrededor de la barba, y sobre todo aquella expresion de cansancio, de sufrimiento y de mansedumbre senil sorprendían al más indiferente de los espectadores. Después de ese retrato, ha hecho otros muchos, abordando de seguida el paisaje y el cuadro de fantasía. Merece especial mención entre los primeros, el que representa la salida de su hogar. Es el fondo de vetusta casa, tras cuya altura se dilata el firmamento azul. Se ve una puerta solferina, de madera agrietada y de goznes oxidados, encuadrada en ancho murallón, jaspeado por las placas verdinegras de la humedad y enguirnaldado por los encajes de verde enredadera cuajada de flores. Frente al murallón, serpentea un trozo del camino, sembrado de guijarros que chispean a la luz del sol. Tallos de plantas silvestres se siguen a trechos. Hacia la izquierda se extiende el río entre la yerba de sus orillas, como una banda de tela plateada que ciñera una túnica de terciopelo verde. Así tiene otros paisajes, lo mismo que cuadros de fantasía, que producen la impresión de lo sublime en lo incompleto, pues al lado de trozos magistrales se ven algunos que sólo su inexperiencia ha dejado sin retocar.
     Dentro de poco tiempo, toda vez que una artista de tan brillantes facultades no puede permanecer en la sombra, ya porque una mano poderosa la arrastre a la arena del combate, ya porque se lance ella misma a cumplir fatalmente su destino, su obra será sancionada por la muchedumbre y su nombre recibirá la marca candente de la celebridad. Entonces llegarán para ella los días de prueba, los días en que se cicatrizan las viejas heridas o se abren las que ningún bálsamo ha de cerrar, los días en que el alma se estrella de ilusiones o las esperanzas naufragan en el mar de las lágrimas, los días en que uno se siente más acompañado o tal vez más solo que nunca, los días en que fuerzas generosas nos encumbran a las nubes o manos enemigas nos empujan a los abismos de la desolación. ¡Ay de ella si no sabe, al llegar esa época, encastillarse con su ideal, nutrir con su sangre sus ensueños, dar rienda suelta a su temperamento, agigantarse ante los ataques, desoír consejos ridículos, aplastar las babosas de la envidia y mostrar el más absoluto desprecio, al par que la más profunda indiferencia, por las opiniones de los burgueses de las letras!

Julián del Casal
 

Juana Borrero

Hace un año exacto que conocí a Juana Borrero. ¿Para qué? me pregunto hoy desolado. Cuando nos encontramos, traíamos cada cual su fardo abrumador de nostalgias, tristezas y esas aspiraciones soñadoras que constituyen el patrimonio aniquilador, que ensombrece la vida, porque pugna en desacuerdo perpetuo con la realidad, y es demasiado altivo para someterse a la vileza de la adaptación.

Y no quiero, debo ni puedo, exponer la intimidad de esa grande alma que nos deja. Es un Santuario inaccesible a los profanos, a los que, como yo, no la han consagrado todo el anhelo de un espíritu, todos los afanes de la dicha.

Pero sí diré lo que valía, lo que era, lo que pudo ser, dónde le hubiera sido fácil llegar, porque sus alas eran poderosas para cernirse sobre las cimas maravillosas del arte, porque la estructura de su pecho no estaba constituida para respirar las miasmas de la tierra. Nadie más sedienta de idealidad que ella!

Se ha juzgado a Juana Borrero un temperamento de fuego. Están en un error los que así piensan. viñetaElla no tenía nada de tropical; sólo su aspecto pudiera hacer creer que había nacido en esta zona. Siempre soñaba con brumas; Alemania la seducía y su imaginación se desencadenaba para volar, alondra inspirada, a la Selva Negra, o rasgar con el filo jamás embotado de sus alas, los cendales neblinosos que envuelven el Rhin. «Yo sueño con un clima extraño - me decía - donde nunca haya Sol! Ah! el Sol es mi primer enemigo» y se complacía con lujo de imágenes en desplegar a los ojos de mi mente, panoramas septentrionales, paisajes de hielo, castillos circundados de pinos, lejanías crepusculares, lagos helados y comarcas pobladas de abetos.... Y yo, confidente de esos desvaríos ansiosos, la escuchaba, sugestionado por la magia fascinadora dc su verbo! - Oh! ¡Cuán lejanas me parecen esas palabras! Sus ecos vibrarán mientras viva en mi corazón; pero ya jamás, jamás las volverán a escuchar mis oídos!

Juana Borrero tuvo el presentimiento de su prematuro fin. Amaba la muerte y al mismo iiempo le inspiraba horror. Este dualismo no será comprensible; pero fue un hecho real.

En las noches melancólicas de luna; cuando la naturaleza parecía narcotizada por la lumbre fría de los astros, recitábame las inmortales rimas que le consagró el pobre Casal y cuando llegaba al último verso «Porque en ti veo la honda tristeza - de los seres que deben morir temprano» - su cabeza hacía signos afirmativos y su voz desfallecía, desvaneciendo sus timbres flébiles, como se apagan las notas musicales en las penumbras de los templos.

Yo quiero que sepan lo que valía, repito. Quiero gozarme en la enumeración de sus aptitudes excepcionales, porque el infinito de mi dolor no puede en mi corazón dilatarse con recuerdos punzadores. Su memoria es legado; queda en mi corazón indigno de albergarla, pero grande, sí, dos veces grande, por el infortunio y por encerrar su historia.

Después de muerto Casal, nadie en Cuba ha tenido un temperamento tan artístico, intuiciones tan precisas, ni inspiración tan delicada. Sus últimas rimas inéditas, son una demostración palpable del alcance aaquirido por su estro desde la publicación de Rimas hasta ahora. Ella supo no dedicar su pluma más que a colorear asuntos elevados, a cincelar versos impecables, porque su divisa literaria era «el Arte por el Arte». Su desdén por lo vulgar fue tan grande como su talento! ...

...Y cuántos proyectos consternaban su fantasía! Todos hermosos, levantados, excelsos. «Mira - me dijo una vez,- tengo en preparación un libro, muy curioso que titularé En la Dicha, tú escribirás el prólogo, yo las rimas, y colaboraremos en el epílogo»... Y su faz se iluminaba y de sus labios entreabiertos por la sonrisa, me figuraba ver surgir una aureola que se iba convirtiendo en nimbo para circundar aquella cabeza soberbia y erguida que ya jamás encentraré.

Sus pinceles supieron conquistarle lauros. Cada cuadro era un triunfo, cada rasgo el signo de una inspiración. Yo soy un indocto. Yo no puedo juzgarla. Casal ya expresó su valía. Yo no he sabido más que amarla, como ya no sabré más que recordarla llorando.

Recuerdo que sus predilectos eran, por rara coincidencia, también los míos. Christian Chalón y el gran Boticelli la encantaban! Una ocasión me describía la gran tela El Destino del simbolista italiano,Sandro Botticelli: La Primavera, detail y su semblante se animaba, traduciendo sus sensaciones de modo tan asombroso que sus ideas iban a clavarse en mi cerebro conmoviendo toda mi red nerviosa. Sus pupilas fosforecían radiosas como agrandándose en dilataciones elásticas para abarcar el conjunto de la pintura sugestiva y acabada que ponía ante ellas el poder irreductible del recuerdo... y terminaba por dejarme profundamente impresionado, pálido, anheloso, como si hubiera puesto ante mí el cuadro y prestado su sensibilidad dolorosa por lo sutil, para apreciarlo... Después serenábase su rostro adquiriendo la expresión inteligente que le era habitual, como si aquel soplo tormentoso que cruzó por su alma, llegando de las regiones de la Belleza, no hubiese alterado su espíritu!

¿Y qué más?... No sé; no sé! No quiero saberlo. ¿Para qué? ¿Qué importa a los más? Los que la amaron; los que supieron quien era: los que hayan penetrado mi alma; comprenderán que la partida de la virgen ha sido el eclipse total de mis ilusiones.........;.......
 

Y yo al trazar desordenadamente estas líneas, sin pulirlas, porque son para ella y no puedo tener vanidad, siento el vértigo que producen las caídas de los precipicios y que se abre en mi alma la flor embalsamada de la fe religiosa, no sé si blanca o negra, porque las sombras de mi espíritu me impiden percibir el matiz de su corola.

Y esta mañana gris y fría, me parece radiosa y cálida; porque el invierno está en mi corazón y la noche en mi alma!

Marzo 12, 1896

Carlos P. Uhrbach
 

Esbozo*

          A Domingo Martínez Luján

No hay en su rostro alburas de frío alabastro,Juana con su primer vestido largo
ni la pálida lumbre de un disco puro. 
Difúndense en el nácar de sus mejillas,
los tintes melancólicos del crepúsculo.

Ciñen su augusta frente soberbios lauros. 
Inmortales conquistas de excelsos triunfos! 
Y en su cuello proyectan los crespos bucles 
la penumbra azulada de un palio bruno.

En su boca la aurora de la sonrisa 
a los arpegios lánguidos del arrullo,
mezcla trémulos iris de suaves perlas 
que iluminan sus frescos labios purpúreos,

En las noches azules ritman sus cantos 
los acordes melódicos del conjuro, 
evocando vibrantes, visiones blancas 
con sibilino rito de extraño culto.

Constelan sus pupilas brillos astrales 
con resplanclores vívidos de carbunclos, 
que disipan las brumas de la tristeza 
con el poder magnético de su influjo.

Carlos P. Uhrbach

*Apareció en La Habana Elegante el 7 de julio de 1895.  Se reprodujo en Oro, 1907, p. 304, con el título de «Juana Borrero»
 

Última rimaviñeta

Aspiración

Para que compasiva la recoja, 
queda mi rima humilde en esta hoja 
que ensueños melancólicos despierta; 
brinda calor tu libro a mis difuntos 
anhelos de pasión, guardando juntos 
mis versos y los versos de la muerte!

Sólo el recuerdo del amor perdura! 
Es mi estrofa ave herida, y se clausura 
donde hallaron sus sueños dulce nido. 
Ya, desdeñoso de mundana gloria, 
quiero vivir con ella en tu memoria
o perderme con ella en el olvido!

Carlos P. Uhrbach

Apareció en Cuba y América (Nueva York, 15 de mayo de 1897) cor título «Aspiración» y en una sola estrofa. Se reprodujo en Oro (1907) tal como lo transcribimos.
 

Juana Borrero

(exergo)
 


viñeta



La niña-musa, la niña maga, que consagró, urgiéndola con el óleo dulce de su prosa, el pálido arcángel de la poesía que duerme sueño eterno en su cripta de mármol y vive vida eterna en sus Bustos y rimas. La flor de poesía que todas las brisas de una popularidad naciente embalsaman, añadiendo perfumes a su perfume inicial.

Alma de fuego y luz en que se esmalta el oro de la rima y en que se solidifica, resistente, el platino inestimable de un pensamiento, siempre excepcional. La Inspiración - vestal soñadora - ha posado en esa frente la caricia augusta que señala a los elegidos el sendero donde está prohibido transitar al mayor número. Dones de hada llenaron su cuna; dones de hada abrillantan su ser. Un rostro en que se traducen las emociones asombrosas de la vida y un alma de fuego y las en que se esmalta el oro de la rima y en que se solidifica, persistente el platino inestimable de un pensamiento, siempre excepcional.

Los arabescos de su fantasía, como una red de mallas luminosas, encierran las ideas transparentando la gracia alada de sus expresiones. ¡Cuánto azul en el alma de la que ha dado, como primeros balbuceos, estas lindas endechas que consagran un talento de pureza helena! Estos versos son una promesa y una realidad. Flor y fruto a un tiempo. Flor de vida artística, fruto de bendición poética. Las líneas de su pensamiento, como una orla de luz, fijan los contornos de su frase a la manera indeleble, y los arabescos de su fantasía, como una red de mallas luminosas, encierran las ideas, transparentando la gracia alada de sus expresiones.

Vive y canta siempre! La única verdad es el arte; el único consuelo la rima. El horizonte interiormente contemplado, es el menos embustero de los espejismos. Sé dichosa oh hija de un suelo desgraciado! Sobre la almohada de espinas en que Andrómeda, caída de la roca, reposa, inclina tu alma como un arpa y que tus frases, en que irá la dulzura tristemente ideal de todo un pueblo, sean el más fecundo de los lenitivos. Vive y canta siempre!

Gris y Azul, rindiendo un homenaje de admiración y simpatía a la inspirada niña, se ha conquistado todos los aplausos. Con una solicitud que el entusiasmo aprueba, ha realizado esta idea: reunir en sus páginas y ofrecer a Cuba los primeros ecos de una lira que tiene ya su puesto, y de los más prestigiosos, en su Parnaso. Ni un solo instante se ha interrumpido la patriótica labor. Los primeros gorjeos del más adorable de los ruiseñores, halagan nuestro oído. Ellos dan la medida de lo alto, vibrante y seguro que es el canto de hoy. Ah sí! Gris y Azul, rindiendo un homenaje de admiración y simpatía a la inspirada niña, se ha conquistado todos los aplausos.

Conde Kostia...
[Aniceto Valdivia]

Prólogo a la primera edición de Rimas, publicada por la Biblioteca de Gris y Azul, La Habana, Establecimiento Tipográfico La Constancia, 1895.
 

Juana Borrero*
 

Il semble que la femme soit plus que nous sujette aux destinées. Elle les subit avec una simplicité bien plus grande. Elle ne lutte jamais sincèrement contre elles. Elle est encore plus près de Dieu et se livre avec moins de réserve a l’action pure du mystère.
Maeterlinck, Sur les femmes


Mientras los hombres hacen sus daños, armados y llenos de odio, en la crueldad de la guerra, allá en la isla de Cuba, una rara niña, una dulce y rara niña, penetra en la sombra mortal delante de los tristes ojos de sus hermanos: y paréceme que vuelve el rostro como para decir adiós, y que su mano traza un vago gesto enigmático que anuncia la esperanza de un futuro momento consolador; tal una blanca visión, en un misterioso castillo antiguo, al perderse en una puerta llena de obscuridad en el imperio del silencio, en una hora inmemorial.
     Cuba ha sido para el naciente pensamiento de América, isla cara y gloriosa, pues pudo allí Maria Bashkirtseffaparecer, después del gran Martí, aquella excepcional alma solitaria que se llamó Julián del Casal y al lado suyo su hermana de espíritu, esa extraña virgen hoy difunta, Juana Borrero que, por cerebral y vibradora y artista, puede en medio distinto ser colocada a la par de María Bashkirtseff.
     Como la eslava, fué escritora y pintora; como la eslava, tuvo curiosos ensueños de grandezas legendarias; como la eslava, poseyó la dicha de la belleza, si bien en esa cubana imperaba la rica y quemante hermosura de la criolla. No la vi nunca en Cuba, pero por su retrato sé de sus copiosos cabellos obscuros, de sus ojerosos y grandes ojos negros, de su boca de fuertes y sensuales labios, y de la tristeza profunda y distintiva que envolvía toda su persona, poniendo en ella algo de desterrada o de nostálgica. Así partió de este mundo llevándose sus flores espirituales, su virginidad, sus ensueños y su magia.
     Era la amada y creo que la prometida de uno de los dos hermanos Uhrbach, encantadores y generosos poetas.
     Por Carlos Uhrbach sabemos que aquella niña tropical no amaba el sol. Dice el desolado joven:copia del cuadro Juana la loca, de Pradilla, realizada por Juana Borrero “Se ha juzgado a Juana Borrero, un temperamento de fuego. Están en un error los que así afirman. Ella no tenía nada de tropical; sólo su aspecto pudiera hacer creer que había nacido en esta zona. Siempre soñaba con brumas. Alemania la seducía y su imaginación se desencadenaba para volar a la Selva Negra, o rasgar con el filo jamás embotado de sus alas, los caudales neblinosos que envuelven al Rhin.
     “Yo sueño con un clima extraño - me decía - donde nunca haya sol. ¡Ah! el sol es mi primer enemigo”. Y se complacía con lujo de imágenes en desplegar a los ojos de mi mente panoramas septentrionales, paisajes de hielo, castillos circundados de pinos, lejanías crepusculares, lagos helados y comarcas pobladas de abetos.
     “Y yo, confidente de esos desvaríos ansiosos, la escuchaba, ¡la escuchaba sugestionado por la magia fascinadora de su verbo! ¡Oh! ¡cuán lejanas me parecen esas palabras! Sus ecos revibrarán mientras viva en mi corazón...”
     Julián del Casal ha dejado entre sus versos una canción que celebra a la sororal Virgen Triste:
 

Tú sueñas con las flores de otras praderas...
.....................................................................
...de los seres que deben morir temprano!


     Ese profeta de la muerte no se equivocó. Él partió antes: había asimismo en su faz la tristeza especial que señala a los seres que deben temprano morir y que en lo antiguo indicaría una predilección de los dioses. Parece que estos seres fuesen de vuelo hacia una región señalada y que en su peregrinación se equivocasen de senda y se hallasen de pronto perdidos en la áspera selva de esta existencia.
     A esas almas, aún en medio de la primavera, en pleno florecimiento vital, queridas de la gloria o amadas del amor, diríase que alguna potencia invisible y fatal está de continuo haciendo señas desde la entrada de la tumba. La muerte les produce cierta atractiva impresión desconocida para el resto de los humanos. En una carta íntima dice Juana Borrero:... "A pesar de que algunos me juzgan tan venturosa, hay en mi alma abismos tan profundos de tristeza y sinsabores tan ocultos, que muchas veces anhelo la muerte, consoladora de todas las amarguras.
     "En estos momentos en que me atormenta despiadado el insomnio, cruzan por mi cerebro ideas tan lúgubres que me producen un desaliento inmenso”...
     Y Uhrbach nos cuenta: "Juana Borrero tuvo el presentimiento de su prematuro fin. Amaba la muerte y al mismo tiempo le inspiraba horror. Este dualismo no será comprensible; pero fué un hecho real.
     "En las noches melancólicas de luna, cuando la naturaleza parecía narcotizada por la lumbre fría de los astros, recitábame las inmortales rimas que le consagró el pobre Casal, y cuando llegaba el último verso: ..."porque en ti veo ya la honda tristeza de los seres que deben morir temprano”, su cabeza hacía signos afirmativos y su voz desfallecía, desvaneciendo sus timbres flébiles, como se apagan las notas musicales en las penumbras de los templos”.
     Yo me imagino el dolor de ese artista enamorado, que no llegó al triunfo de la posesión y que no volverá a encontrar sobre la tierra a su Leonora, "¡nunca más!”
     Y es de llorar con gran desolación por esas desaparecidas flores que se creerían imposibles entre la común vegetación femenina y que tan solamente se encuentran a modo de sorpresas que lo desconocido pone de cuando en cuando a la mirada del poeta. Esas almas femeninas tienen en sí una a manera de naturaleza angélica que en ocasiones se demuestra con manifestaciones visibles; son iguales en lo íntimo a los hombres elegidos del ensueño, y se elevan tanto más maravillosamente cuanto sus compañeras terrenales, inconscientes, uterinas, o instrumentos de las potencias ocultas del mal, son los principales enemigos de todo soñador. "Parece, dice Maeterlinck, que la mujer estuviese más que nosotros sujeta a los destinos”. Y si ello es una verdad de la vida profunda, lo es más respecto de esas mujeres de excepción. Así el destino tuvo a esta pobre y armoniosa niña encadenada a una fibra incógnita y divinamente magnética, por la cual venían a ella los temblores supremos del misterio, pero la cual era acortada con fatal avaricia por las manos de la muerte.
     Deja cuadros y poesías, la adorada de Botticelli y de Dante Gabriel Rossetti.
     El libro de los versos de esta privilegiada doncella, ya célebre en su isla maternal y en gran parte de América, debía ser acompañado de otro libro epistolario en que se documentase la psicología de la Bashkirtseff hispanoamericana. Más que los hombres, las mujeres se transparentan en las cartas, desde los ragos que investiga el grafólogo hasta la expresión que encierra el secreto de sus sentidos, de sus nervios, de sus visiones. Siento no tener " el libro raro de las poesías de Juana Borrero para dar alguna muestra de su manera y vuelo. Apenas verán mis lectores estos versos tristes, dedicados a un amado poeta:
 

Escuchando las notas aladas
que surgen vibrantes de tu arpa de oro,
se han llenado mis ojos de lágrimas
y ha subido a mi boca un sollozo,
escuchando las notas aladas
que surgen vibrantes de tu arpa de oro.

¡Yo no sé lo que tienen tus rimas
que al llenar mi alma de triste dulzura,
me recuerdan la imagen querida
de un ser adorado que duerme en la tumba!
Misterioso poder de tus rimas
que llenan mi alma de triste dulzura...

Canta, ¡oh bardo! Tus cantos evocan 
en mi pecho enfermo profunda tristeza, 
y se puebla mi mente ardorosa
de febriles, fugaces quimeras,
cuando escucho tus cantos que evocan 
en mi pecho enfermo profunda tristeza.


Y estos otros, a una amiga:
 

Aunque sólo la vieron mis ojos en noche remota, 
no he podido borrar de mi mente la imagen hermosa.

Sobre el fondo sombrío del palco las luces radiosas 
la ceñían de bucles de fuego, luciente corona; 
negro traje de raso y encaje cubría sus formas, 
modelando del talle correcto la curva graciosa;
se veían sus brazos de nieve cubiertos de blonda; 
en el pecho llevaba prendido un ramo de rosas.

¡Pero yo comprendía al mirarla que no era dichosa!, 
que al través del raudal de su risa vibrante y sonora 
expiraba el gemido profundo de intensa congoja.


     Hay en ella sonetos admirables, a lo Casal, llenos de un sensualismo místico, extrañísimo, en el cual quizás encontraríamos la influencia del poeta de Nieve, tan celebrado por su maestro Verlaine, y por el poderoso Huysmans.
     ¡Pobre y adorable soñadora que ya no es más de este mundo! ¡Flores para la flor! ¡Bien resonarían para ella las palabras que lamentaron la muerte de la dulce Ofelia!
     Yo saludo a la virgen que asciende a un balcón del Paraíso, en donde estará como la amada de Rossetti o la Rowena de Poe; mas es más hondo mi lamento si considero que ese ser especial ha desaparecido sin conocer el divino y terrible secreto del amor...

Rubén Darío

* Publicado en La Nación de Buenos Aires, 23 de mayo de 1896.
 

Una tumba

          A Juana Borrero

En sol, en el Ocaso, cabecea
entre blondos cendales de neblinacrepúsculo en Cayo Hueso
cual funeral antorcha, y su opalina
lumbre, sobre los árboles gotea.

A los fulgores de la luz febea
el cielo entristecido se ilumina,
y en la franja de brumas purpurina
el astro de la tarde parpadea.

Sobre las negras rocas que la espuma
lame, al chocar, de las inquietas olas,
se eleva humilde cripta funeraria,

donde la luz crepuscular se esfuma,
coronado de fúlgidas aureolas
la cruz de mármol triste y solitaria.

Federico Uhrbach
 

La imposible

Cuando Casal visitó a los Borrero en la mágica casona de Puentes Grandes, el poeta de Hojas al Cayo Huesoviento era un hombre ya hecho y Juana una niña en tránsito precoz hacia la adolescencia. El encuentro y la visita, desgarradamenie evocados por don Esteban después de la muerte de ambos, tuvieron un valor profundamente emotivo en la vida de Casal, pero en la vida da Juana fueron mucho más. Allí quedó sellado su destino, inexorablemente trágico. Casal debió naturalmente fascinarla, porque reunía en el más alto grado, como poeta y como hombre, todos los atributos de refinamiento, tristeza y elegancia espiritual, a más de la apostura física, que aquella niña artista soñaba ya a través de sus lecturas, dibujos y adivinaciones femeninas. Esa fascinación se tornó pronto en obsesión. El temperamento de Juana era sin duda patológicamente obsesivo, y la imagen de Casal, con el que tuvo relaciones que desconocemos pero que al cabo, por una causa u otra, se alejó, tornósele centro fijador de torturas y remordimientos. Es evidente que Juana, al morir inesperadamente Casal, después de muchos meses sin verlo, contrajo con su memoria un sentimiento de culpa, probablemente imaginaria, mas no por ello menos torturante. Al aparecer en su horizonte, traído por la dedicatoria de Gemelas a Casal y por su condición de discípulo devoto del maestro de Nieve, el también neurótico y extraño Carlos Pío Uhrbach, Juana proyectó sobre él toda su frustración anterior y toda su alucinada voluntad de amor. No creo que su relación con Carlos Pío se redujera a una simple transferencia erótica, que fuera, por así decirlo, una relación vicaria. De ser así, no hubiera redoblado sus remordimientos, como en efecto ocurrió, ni, por otra parte, hubiera desatado en ella el infierno de los celos. Esa relación fue auténtica y basada en cualidades de Carlos Pío que Casal no tenía (para resumirlo en un rasgo, diremos que no puede concebirse a Casal muriendo en los campos de la Revolución); pero la sombra de Casal se interponía entre los desesperados amantes. Esa sombra estaba hecha de diversos planos.
     En primer término, la imagen de la propia Juana, la imagen que ella oscuramente se sentía en el deber de realizar, la había fijado Casal en las hermosas y fatídicas estrofas de «Virgen triste», que terminan con esta sentencia:
 

Ah! yo siempre te adoro como un hermano,
No sólo porque todo lo juzgas vano
Y la expresión celeste de tu belleza,
Sino porque en ti veo ya la tristeza
De los seres que deben morir temprano.


     En segundo término, el maniqueísmo de Casal, resuelto en la irreconciliable dualidad del Arte y la Vida, chocaba profundamente con el verdadero temperamento de Juana; mas, por eso mismo y como una terrible expiación, ella quiso llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Si la Vida, en la estética casaliana (véanse «Blanco y negro», «Cuerpo y alma»), es irredimiblemente impura y mala, si él en su semblanza la vio pasando de la virginidad a la muerte, a Juana en su alucinación amorosa no le quedaba otro camino que, estrangulando las poderosas fuerzas vitales de su ser, convirtiéndolas en pura voluntad, realizar algo que también soñaron las cátaras del mediodía francés en el siglo XII: el matrimonio absolutamente espiritual. Ese es el tema obsesivo, latente siempre en sus cartas a Carlos Pío, de quien arrancó la promesa solemne de cumplir sus sublimes y conscientemente antinaturales deseos. El rencor de Casal hacia la naturaleza, ella lo asumió como odio programático. Que no era sincero, lo comprobamos leyendo sus espontáneos sonetos «Himno de vida»:
 

En el misterio de la selva hojosa
Extiende amor su imperio dominante; 
Allí al posarse en el clavel fragante 
Se enciende de pasión la mariposa!


o «Vorrei Morire»;
 

¡Morir entonces! Cuando el sol naciente 
con su fecundo resplandor ahuyente 
de la fúnebre noche la tristeza,

Cuando radiante de hermosura y vida
al cerrarme los ojos, me despida
con un canto de amor Naturaleza!


     Muy cerca del paganismo solar estaba espontáneamente Juana. Casal torció el rumbo de sus energías, dirigiéndolas hacia la noche tanática, en uno de los raptos de romanticismo del imposible más absoluto que se han conocido, incluyendo a los románticos alemanes. El tránsito de un pathos al otro podemos apreciarlo simbólicamente en su decisivo soneto «Apolo»:
 

Marmóreo, altivo, refulgente y bello, 
Corona de su rostro la dulzura,
Cayendo en torno de su frente pura 
En ondulados rizos sus cabellos.

Al enlazar mis brazos a su cuello
Y al estrechar su espléndida hermosura
Anhelante de dicha y de ventura
La blanca frente con mis labios sello.

Contra su pecho inmóvil, apretada 
Adoré su belleza indiferente,
Y al quererla animar, desesperada,

Llevada por mi amante desvarío,
Dejé mil besos de ternura ardiente
Allí apagados sobre el mármol frío.


     No había manera de animar ese mármol, que era el ideal de belleza casaliano, que era quizásentrada al cementerio de Cayo Hueso Casal mismo. La niña alucinada va a probar entonces que su fuego no era simplemente carnal, sino esencialmente espiritual; que también ella, en medio de las llamas, puede hacerse como el mármol frío; que su beso soñado, sin dejar de ser ardiente, puede ser absolutamente casto. Un beso casto y salvaje, la más temeraria paradoja imaginable, es lo que le ofrece como sumo ideal a Carlos Pío. Todo esto sólo es posible en la poesía, en una poesía que se empeña en separarse de la vida, en una poesía que tiene sus raíces en el maniqueísmo, en el mito de Tristán e Isolda, en las cortes provenzales. Herejía albigense de la pureza enemiga de la vida, que es una de las raíces más poderosas del romanticismo y que en nosotros dio una flor trágica. Pero nada de esto es posible en la vida. Consumida por la obsesión, por las alucinaciones, por la fiebre desviada de su verdadero objeto, Juana se apagó como una brasa en el arenal de Cayo Hueso, dejándonos en las manos la hoja tibia de su «Última rima», como el testamento del imposible.

Cintio Vitier

Tomado de Poetas cubanos del siglo XIX (Semblanzas) y reproducido en Crítica cubana (La Habana: Letras Cubanas, 1988).
 

En la margen izquierda del Almendares
 

(A la memoria de Carlos Pío 
Uhrbach y Juana Borrero)


Hablar únicamente del nombre de una flor
o de la intervención sencilla
de la tierra y del agua y del sol en sus formas,tumba de Juana Borrero
pero mucho después de haber andado
por la margen izquierda del río Almendares,
después de haber entrado por la gran puerta
de la casa de Puentes Grandes,
ella radiante y fatigada y él con los ojos vueltos
hacia las blancas sábanas,
hacia el hueco en penumbras
donde caen los fruncidos de las telas,
donde ella se desnuda,
pues lo desnudo es siempre lo que canta,
porque la desnudez es el comienzo de la lluvia
y la lluvia es el único centro
brumoso y tumultuoso de estos amantes.

Oh proyecto insalvable y demasiado lógico 
de empezar a gritar que él está enamorado,
sin que su boca joven contradiga a la Historia 
ni al hechizo de este cuerpo desnudo
que invade cada noche lo sobrenatural.

Heberto Padilla
 

Brise Marine

Nos detuvimos en el viaje a Cayo Hueso,
la sal pegada a los cristales,
álbum musitando nombres claves:

house sparrow,pileatedcercanía
woodpecker.  Durante
el camino la marisma

llena de humo tu vestido
Caras de muchachas cantábricas
resuellan en un paisaje de Renoir,

esa luz brilla en los cornos
Tomamos a la izquierda
barn owl, peregrine falcon,

summer tanager.  Ambito
minucioso , yambo
para cualquier niñez

En París Milene enceguece
Pronuncia Sena o Almendares
Nadie sabe con certeza.
 

Juana Borrero

Una y otra vez un diciembre glacial
especialmente por la costa
Abrevan pescadores
junto a su país de curricanes
A lo lejos arrastra la marea niebla y puentes
Al paso del nivel un barranco oloroso a lluvia
nos confunde con un escaramujoJuana Borrero, gloria de Cuba
Experimentada en la ceguera,
mi mujer enardece los trigales de Booz
Sentada en duros bancos de iglesia,
madura ahora una iluminación
como el gangueo de un ladrido
que viene a enroscarse a los guardafangos y al timón,
y hace declinar mi revolteo extranjero

Brumas e hinchazones revientan
el último camino hacia el faro
Otra voz alega por estos fosos, charcos y hondonadas
Sonriéndome en busca de ayuda me refino
y dejo hablar al viento que, al fin y al cabo, es
las más templada compañía para los perdidos.
 

Acerca de Stevens’ The Idea of Order at Key West

Doomed and determined...
       Bob Dylan
Jose’s cantina.  Carne de puentes
Saborea su posuelo matinal
entintado con la milla de los turistas
La anciana gris fue anoche fantasma
Crujen en el maho tree todos sus fetiches
Caminar estas calles es rozar experiencia
pues ya el pueblo no respira
Hacia el sur vuelve la brisa
Restos de carnaval entre lápidas
Se van alejando los sargazos
que dentro del camposanto
picotean gallos y gallinas
y serán el bullicio de un río secreto
al llegar al Burial Military Grounds,
aquella hija de Ram apartando la mano
con su bloody mary, unas acuarelas,
la boina tejida por la manigua
En el pueblo nadie respira
Tejen sus donaciones las familias
con enormes sombreros de paja

II

Pescado blanco
arrollado en brasas
Vivió en Castilla,
ahora negocia
tabaco y ron
de la Habana
Rueda solo
Solloza en medio
de las tiendas
y la bisuteríadonativo de la Familia Rivera
Su pelo entrecano
y los collares
olorosos a Santa Bárbara
salpican mis dientes
No volverá
La cruz
sobre el estandarte del día
dice “Gloria de Cuba”
En el pueblo
nadie respira
Gallos y gallinas
dentro del camposanto

III

El rollo japonés
trabaja al viento
Despeinado huracán,
el humo de mi carro
recorre lomas que duermen
bocarriba
sujetando
el chorro de esponjas
que a la izquierda,
alzan un camino verdinegro
El calor,
la canícula
minúscula
en este cayo
invitandocerramos al atardecer
al viajero
(¿los hay?)
a sonreir
frente a la cámara
Un día más
La lápida
bajo los grilletes del sol
“Familia Rivera, 1973”
En el pueblo
nadie respira
Sólo noventa millas
mientras sorbo
mi bloody mary.

Rolando Jorge

Rolando Jorge nació en San Antonio de los Baños en el año de 1955.  Ha publicado Admoniciones (Centro Provincial del Libro y la Literatura. Cuadernos La Puerta de Papel. La Habana, 1990), calificado por la crítica del momento (Gaceta Literaria. UNEAC, 1993) como libro inaugurador de una de las nuevas vertientes de la joven poesía cubana, y El linchamiento de los caballos expósitos (Grupo Editorial Eclepsidra. Caracas, 1998). Residió en Venezuela a partir de 1996 y desde 1999 gasta las horas y las aceras de Miami.
 

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