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Una carta inédita de M. J. Izaguirre a Francisco de Paula Coronado*

     En el año 1993, en medio de la organización del homenaje que le tributaríamos a Julián del Casal por el Centenario de su muerte, me hallaba enfrascado en la localización de una de las crónicas del poeta que la Edición del Centenario -- Consejo Nacional de Cultura, 1963 -- no había incluido, precisamente por no haberse podido encontrar pese a los esfuerzos del consejo de dirección encargado de la misma.  Dicha crónica se titula "Los siete castillos del Rey de Baviera" y, según la doctora Esperanza Figueroa, constituye la primera manifestación del art nouveau en América Latina.  Mi interés en esa crónica se debía, además, a que permitía datar el interés de Casal en la figura de Ludwig de Baviera desde una época bastante temprana: 1886.  Las investigaciones en la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística me permitieron el privilegio de salvar otras dos crónicas -- que tampoco había incluido la Edición del Centenario1 --, pero no la que yo buscaba.  Agotadas las posibilidades de investigación en La Habana -- la Biblioteca Nacional no tenía esos ejemplares de La Habana Elegante --, Antón Arrufat me sugirió buscar en el Fondo Coronado de la Biblioteca de la Universidad Central de Las Villas.  Gracias al apoyo de la Asociación de Hermanos Saíz, y de Fernando Rojas, su director, pude pasar cerca de una semana investigando aquellos fondos.  Recuerdo que fue el poeta Norge Espinosa quien se encargó de recibirme, y debo decir que gracias también a su amistad y hospitalidad, aquellos días fueron un verdadero oasis.  Con todo, tampoco en el Fondo Coronado pude encontrar la crónica.  No obstante, disfruté husmeando entre los folios, y copié cuanto me pareció interesante y, claro, lo que el tiempo me permitió.  De entre esas cosillas he escogido esta carta que, sin más, transcribo:
 
 

                                                               Habana junio 4 / 1920
 

Sor. Franco. P. Coronado

                       Habana
 

Mi distinguido amigo:

               Continúo gustoso, suministrándole los episodios de cubanos notables, de que hemos hablado. 
     Me contó mi muy apreciable amigo Sor. Jose Ma Díaz de Villegas, Mayordomo de la casa de Aldama, que teniendo de huesped en dicha casa, al erudito bayamés Sor Jose Ant.o Saco, en su última visita á nuestra Capital, agregando: "es estraño que ciertos personajes, á quienes uno admira y contempla tan grandes, vístos desde lejos, empeñézcan tanto tanto, al mirarlos de cerca: el célebre autor de la Historia de la Esclavitud, trataba á los sirvientes esclavos de la Casa de Aldama, con el mayor despotismo.
También me refirió el querido amigo Diaz de Villegas, que la inspirada poetisa Cubana, de visita en nuestra Capital, se hospedó también en la casa de Aldama: allí se enfermó de hemorroides, el médico ordenó se le aplicásen sanguijuelas en el ano: la familia Aldama, no sabía de quien valerse para tan delicada operación: penetrada la Tula de ello, hizo llamar al Flebotomiano, y sin embaraso de ninguna especie, le presentó su hermosa parte posterior, casi desnuda, y le dijo: "ahora opére Ud!
     Contaba el Sor Miguel Aldama, que él había sido educado en Alemania, donde era gran favorito, á causa de su color muy trigueño, de muchas albas bellezas, por el contraste, y por la buena mesada que le pasaba su papá.  Entre los condiscípulos de Aldama, en Alemania, estaba Carl Schultz, futuro senador americano, y campeón en el Senado, en contra del reconocimiento de la beligerancia de Cuba -- Aldama muy mortificado fué a ver á Schultz, y le dijo "Carlos ¿por qué nos haces tan cruel guerra en el Senado, con tus potentes discursos de oposición?  Te diré Miguel -- porque soy fanático admirador de la Historia de España"!
Siendo yo muy joven, me encontraba en el pueblo de Bristol, Estado de Rhode Island, E. E. Unidos, aprendiendo el idioma inglés.-- estaba allí de temporada, una hermana del infortunado poeta cubano Heredia, esposa del Sor: Laureano Angulo, de Matanzas.  Dicha Sra me distinguió mucho, y me dijo un día, voy á mostrarte un tesoro que poseo, obra de mi hermano, y puso en mis manos, el borrador de la célebre oda al Niágara", con sus enmendaturas, de letra del infortunado poeta; juzgue mi impresión al contemplarla.
......................................

     Me contó el distinguido poeta bayamés Sor. José Fornaris, que la publicación de su Oda al Gral. Serrano, dándole gracias por haber decretado honras fúnebres, al inolvidable maestro Luz y Caballero, en su sentida muerte, causó gran sensación, entre cubanos y españoles -- El General Serrano llamó a Fornaris a Palacio; este, abotonó su levita (palabras testuales!) y se imaginó en camino para una gran fortaleza ó al destierro -- Lejos de ello, el Caballeroso General, lo recibió bondadosamente, le rindió las gracias, por los lisonjeros conceptos que le dedicaba en su oda; pero le rogaba se abstuviese en lo futuro de ésas publicaciones, que le comprometían, que la colonia española le vería regocijada, marchar entre soldados, á un Castillo, á su salida de Palacio; pero que él no les daría ese gusto -- Agregó el Gral -- hay aquí una agrupación de cubanos muy ilustrada, caballerosa, liberal, á quienes estimo y respeto! dígales, Sor. Fornaris, que vean lo que hácen, que sin cesar me llegan chismes y denuncias, de parte de los españoles que así les pagan lo mucho que les deben, que me apenaría mucho tener que proceder contra ellos -- Esto me lo refirió el mismo Fornaris, en la Habana, años después me lo ratificó el Sor. Aldama, en New York.

M. J. Izaguirre.
 

* Cuando trabajaba en la presentación de esta carta, pensé que el tal -- M. J. Izaguirre -- no era otro que José María Izaguirre, bayamés que se había sumado a la llamada Guerra de los Diez Años y que había colaborado con el Faro Industrial de la Habana.  Había supuesto que el cambio de J. M. por M. J. era el resultado de un error involuntario, de un lapsus.  Pero, al consultar el primer tomo del Diccionario de la Literatura Cubana (Letras Cubanas, 1980) comprendí que estaba en un error: José María Izaguirre -- muerto en 1905 -- no podía haber firmado una carta... en 1920.  Si alguno de nuestros lectores puede ayudarnos a identificar al remitente quien -- casi indudablemente -- estaba estrechamente emparentado con José María, le agradeceremos cualquier información aclaratoria.  En lo que se refiere a Francisco de Paula Coronado (La Habana, 1870 -- 1946) -- el destinatario --, sí tenemos suficiente información.  Estudió Pedagogía, Derecho Civil y Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana.  Emigró a Estados Unidos en 1896.  En Nueva York fue redactor de Patria y co-fundador de Cacarajícara.  Al terminar la guerra regresó a Cuba y fue Secretario de la legación cubana en México y trabajó en la Secretaría de Educación.  Colaboró en La República, La Habana Elegante, El Fígaro, La Discusión, El Hogar, Cuba y América, etc.  En 1920 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñó hasta su muerte. Acumuló una valiosa biblioteca particular, rica en manuscritos y ediciones príncipe, la cual fue adquirida por la Universidad de Las Villas en 1960.  Utilizó los pseudónimos de César de Madrid -- para la crítica literaria de tono humorístico --, Paul Beth, Paul Mabeth, El caballero de la blanca luna, Fray Mostén, Pedro Sánchez, Panfilón, Panfilito, Marcelo Du-Quesne, Clarinete. Para ésta y más información, véase el tomo I del Diccionario de la Literatura Cubana, pág. 235.
 
 

La Carta

     Quisiera comentar brevemente la anécdota referida a José Fornaris (Bayamo, 1827 -- La Habana, 1890), el cual está asociado a la construcción del nacionalismo cubano por:

1. Haber escrito -- a petición de Carlos Manuel de Céspedes -- los versos de La Bayamesa.  Compuesta el 27 de marzo de 1851-- y considerada la primera canción trovadoresca cubana -- es un texto fundador de nuestra nacionalidad.  Está también el hecho de que el mismo Céspedes -- iniciador a su vez de la Guerra de 1868 -- y Lucas del Castillo, intervinieron, de un modo u otro, en la composición.

2.  Haber recopilado, en 1859, y junto a Joaquín Lorenzo Luaces, la antología Cuba Poética. Colección escogida de las composiciones en verso de los poetas cubanos desde Zequeira hasta nuestros días (1ra. edición, 1859; 2da., 1861)1. Esta antología es, también, un texto fundador: el primer intento de construir un canon de la poesía cubana.

3.  Haber conseguido, con sus Cantos del Siboney, lo que Ambrosio Fornet llama "el primer gran best-seller cubano", y con lo cual el "público nacional" da "señales de vida en 1856"2.  Fornet recoge el testimonio de Piñeyro en el sentido de que se vendieron "'miles de ejemplares' en menos de dos años, [así como que se hicieron] cinco ediciones entre 1855 y 1863" (141).

     Este extraordinario involucramiento de Fornaris en momentos claves del nacionalismo cultural cubano ha estado marcado por un casi total olvido de otras circunstancias más escabrosas, o de difícil justificación, de su biografía.  Una de ellas fue su negativa a comprometerse con la guerra iniciada por Céspedes en 1868, dato que si bien el Diccionario recoge, es apenas conocido por la población cubana.  Así, en una nota aparecida en la edición electrónica del diario Trabajadores, leemos:
 

Donan original de La bayamesa

por Eugenio Pérez Almarales

Un ejemplar original de la letra de la canción La bayamesa, firmada por José Fornaris, autor de esa obra junto a Carlos Manuel de Céspedes y Lucas del Castillo, fue donado al museo casa natal del Padre de la Patria, situado en el centro histórico de la ciudad de Bayamo. El importante documento lo heredó Manuel Cabrera, de su padre, instrumentador de esa pieza, y de la de igual nombre que devino Himno Nacional de Cuba. De Cabrera pasó a sus hijas y de una de estas (Aida) su ahijada, Yolanda Aguilera, especialista del Centro Provincial de la Música, la cual lo entregó a la unidad patrimonial. En nombre de la institución, Elena Cuesta agradeció el gesto y destacó los estrechos vínculos de Céspedes Fornaris. La bayamesa, compuesta el 27 de marzo de 1851 y considerada la primera canción trovadoresca cubana, la estrenaron ante la ventana de su inspiradora, la joven revolucionaria Luz Vázquez, en la calle que hoy lleva el nombre del héroe de La Demajagua.

Trabajadores, 16 octubre, 2000.


     Como puede apreciarse, el nombre de Fornaris suele invocarse en un con-texto favorable -- y sin ambigüedades -- a la causa nacionalista; causa que hoy ha tomado un nuevo y más delirante impulso. 
     Otro momento igualmente problemático en la biografía de Fornaris -- y todavía menos conocido José Fornarisque el ya mencionado -- es el triste papel que le tocara jugar en el incidente ocasionado por la publicación del capítulo "La nueva nobleza" de un libro que, sobre la sociedad habanera, pensaba publicar Casal.  El texto, aparecido en La Habana Elegante del 25 de marzo de 1888, estaba plagado de ironías que atacaban desembozadamente, nada menos que al General Sabas Marín, el mismísimo Capitán General.  En esos momentos La Habana Elegante era el órgano oficial del Círculo Habanero, y José Fornaris el secretario de éste.  Cinco días después de que apareciera el trabajo de Casal, el Círculo -- a través de su secretario -- emitió un comunicado en que se distanciaba de los materiales publicados por el semanario habanero, dejando en claro que, "aunque órgano oficial de esta Sociedad, conserva completa independencia en la elección de los materiales que publica".  Todo esto, como era de esperarse, tuvo resonancia en la prensa de la época, y le dio renombre al bisoño periodista que era entonces Casal.  Pero lo que queremos subrayar aquí es la posición del propio Fornaris en tanto que "secretario" del Círculo Habanero.  Este incidente cobra una nueva significación a la luz de lo que Izaguirre dice en su carta.  Está, en primer lugar, el decreto de Serrano3 que, veleidosamente, le permite congraciarse a Fornaris tanto con el Capitán General como con el sector liberal y nacionalista de la Isla.  Lo segundo es que esa mismacaricatura de José Fornaris circunstancia propicia que Fornaris, en lugar de salir de Palacio hacia la prisión, salga "libremente" para llevar las advertencias del Capitán General Serrano a ese mismo sector liberal y nacionalista.  Todo lo que hasta aquí hemos visto permite especular sobre la conducta acomodaticia, negociadora de dos extremos obviamente irreconciliables -- la dominación colonial y el espíritu independentista de los cubanos --, y mediante gestos que tenían mucho de camuflage.  Hay una total coherencia entre el Fornaris que -- en tanto secretario del Círculo Habanero -- toma distancia frente a un ataque abierto al poder colonial, el Fornaris que no secunda la empresa de Céspedes, y el Fornaris que, muy posiblemente, actúa como embajador de las amenazas del poder colonial.  Dada la relevante posición que hasta ahora Fornaris ha mantenido en la forja de los ideales nacionalistas, lo que hemos analizado nos permite cuestionar -- en sus mismos orígenes -- la ortodoxia y "pureza" de dichos ideales.  Fornaris murió el 19 de septiembre de 1890.  Había perdido el juicio.  Quizá el enredo de sus pasos en las encrucijadas del nacionalismo cubano lo llevó a perder la razón.  ¡Quién sabe!  Acostumbrado a hacer y deshacer caminos y a tomar atajos ocultos, puede que -- entre los gritos de combate, los chismes, las embajadas de Palacio, las plumas siboneyistas, y las exigencias del Círculo Habanero -- Fornaris haya acabado sus días dejando, quemándolo todo como la Bayamesa, y primero que todo, incendiando su propia razón.

Francisco Morán

Arlington, 14 de julio del 2001
 
 
 

Notas

1 El dato lo hemos tomado del Diccionario (p. 351), pero allí mismo, en la entrada correspondiente a "Antologías", se nos dice que esta antología estuvo compuesta de dos volúmenes, y que éstos fueron editados en 1854 y 1856, respectivamente.

2 Como puede apreciarse, la fecha que da Fornet tampoco coincide con ninguna de las que ya hemos cotejado.

3 Francisco Serrano tomó posesión de la Capitanía General de Cuba en 1859, y obtuvo el título de "Duque de la Torre".  Según el historiador Fernando Portuondo, Serrano "[e]ra un hombre de mundo [y] había sido favorito de la reina Isabel II, [gozando] de una posición encumbrada en España".  Su nombramiento en Cuba no había sido fortuito, sino que era parte de una estrategia encaminada "a recuperar o crear colonias en América"(373).  Se le había encomendado atraer a los cubanos.  Apenas llegado a Cuba, "abrió las puertas del palacio a los cubanos, alejados de allí desde la época de Tacón; les dio saraos, les pidió opiniones".  Su matrimonio con una cubana le atrajo simpatías.  Esta atmósfera permitió la creación de un "círculo reformista" en torno a José Ricardo O' Farrill y Miguel Aldama.  La gobernación de Serrano terminó en 1862.
 

Obras consultadas:

Casal, Julián del.  Prosas IEdición del Centenario.  La Habana: Consejo Nacional de Cultura, 1963.

Fornet, Ambrosio.  El libro en Cuba.  La Habana: Letras Cubanas, 1994.

Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Diccionario de la literatura cubana.  La Habana: Letras Cubanas, 1980.

Portuondo, Fernando.  Historia de Cuba: 1492 -- 1898.  La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1974.
 

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