Fuente de la India Al ver estos gruesos muros, estas rejas con sus puntas agudas y mortíferas que se dibujan a lo lejos en cada uno de sus pisos, reconozco la cárcel de Tacón. La antigua prisión no tenía capacidad suficiente para satisfacer su inexorable severidad y Tacón hizo construir una que es inmensa en comparación a los otros edificios de la ciudad, con la aparente intención de alojar en ella algún día a todos sus habitantes. 
 Tomado de La Habana, por Mercedes Santa Cruz, Condesa de Merlin. 

NO LLORÉIS MÁS,  
DELFINES DE LA FUENTE...

 
 
La Habana-París 

     José Quiroga, profesor de la Universidad George Washington, regresó recientemente de La Habana y nos ha enviado su crónica sobre la emisión del club filatélico de la República de Cuba (1955)ciudad.  Mientras nuestro amigo busca en La Habana quién sabe qué pasos perdidos, otra amiga y colega - Adriana Méndez (University of Iowa)- busca en París los de la habanera Mercedes Santa Cruz, Condesa de Merlin.  Una y otra búsqueda estarán marcadas por el desencuentro y la pérdida, tanto como por los hallazgos insospechados.  Se trata de otro capítulo de un libro que aún está por escribir: La Habana-París.  Al mismo tiempo, una de nuestras más fieles lectoras, Mariana Gumá Montalvo, nos envía una adorable reseña biográfica de la Merlin. 

Amargos Daiquirís (crónica de cristal) 

Dirección única 

     Todos los viajes a La Habana son inacabados. Se busca una foto o se pierde el recuerdo de una foto. Se borra una memoria que no existía y se elabora otra que no aparece en ninguna foto. Se recupera algún detalle nimio-un potecito de champú, un vaso de cristal-y se le etiqueta al detalle alguna nueva amnesia. Al contacto con el aire de otro tiempo-ese aire, el que traes-el objeto queda, pero lo que se dibuja por medio del objeto se disuelve. 
     Por muchos años, una foto, varias. Álbumes con los monumentos patrios. Sellos. La Habana era todo un mausoleo de patriotas. Fechas sostenidas con imperdibles a vidas que nunca fueron en sus calles. Una portada de la revista Bohemiaestancia en Viñales, el gesto de alguien que se miraba en un espejo. Más allá de esos accidentes, nada. Música en discos, para recordar aquellos tiempos. Y en la portada de los discos, otra vez, los monumentos patrios: la columna con el águila imperial intacta.       Chucherías del exilio. Bocaditos con pasta de fresa y queso crema.  La Habana siempre fue tiempo de un evento nunca recobrado, más bien inventado. Otro nombre para ese tiempo, otra versión de Proust. O como dice en Nueva York un anuncio para el Hard Rock Café: ya es hora de recordar lo que nunca viviste. 
     Siempre se viaja a La Habana con la necesidad-casi el deseo-de querer convertir ese viaje en un hábito. Se impone olvidar la ciudad, por eso se viaja. Pero la ida y la vuelta son más bien dos formas de partida, no dos formas de regreso. Hasta cuando se regresa, está siempre uno partiendo. 
     La crónica de un viaje a La Habana debería escribirse a contrapelo: la crónica de un viaje hacia el olvido. Los habaneros, a fin de cuenta, borran la ciudad-continua y cotidianamente. Aspirar a esa forma de olvido resulta ser la forma más genuina de participar en lo cubano. No sé si la palabra es olvidar, pero será un sinónimo. En La Habana, los poemas hablan de otra cosa; los cuadros pintan otras realidades. La vida se busca a espaldas de la ciudad o dentro de ella, muy adentro. Demasiado. Casi a escondidas: recintos con el aire acondicionado muy frío, y canapés bien presentados que se llevan a una tertulia donde también comemos mangos con la mano. Eso tambien es bien cubano: el aire acondicionado y el mango. 
     Se escribe esta crónica con la tranquilidad que ofrece la taxonomía hacia mi persona tantas veces repetida en La Habana. Soy un ser que nació en ese lugar, que salió de ese lugar en este momento o en el otro. Que vivió en ese o en aquel país. Que tiene o no tiene, ha perdido o ha recuperado, o nunca tuvo, el acento que debió de tener, que nunca debió de tener, que hubiera querido haber tenido. Todo ese andamiaje es esa estrella colocada en el papel cuadriculado. El papel cuadriculado es enorme y se extiende y es Cuba. Y en algún punto de ese papel cuadriculado, no me importa en qué lugar, se encuentra mi punto. Ir a La Habana es como encontrar el papel, encontrar el punto en el papel, lograr el reposo que también pueda invocar esa amnesia. 

El aeropuerto 

     Pero la taxonomía empieza desde fuera, desde mucho antes. El papel ¡heche a bolar su nostaljia! ¡¡Buele Mayami-lavana!!!!cuadriculado ya estaba puesto-es más, impuesto-antes de partir.  La frontera es visible o invisible, según se escoja la forma de partida (recordemos que no hay llegada posible-siempre se parte). Un significante concreto (un aeropuerto) o una representación abstracta (una línea en el mar). Tienen el mismo efecto ambiguo los dos: la desposesión del ciudadano por una parte, y por la otra su ubicación exacta. En rigor, no hay una frontera ni dos, sino muchas. 
     El delirio taxonómico nos consume. Tanto desarraigo, y todavía la necesidad que sienten todos de ubicarte en el espacio. En el aeropuerto los viajeros habituales se distinguen de los curiosos y nostálgicos. Y estos se diferencian de los que viven en la isla, pero viajan a ver a su familia y regresan. O de los que viven fuera, pero tienen la familia adentro. 
     En  el aeropuerto de Miami una cola, dos colas, papeleo. Maletas plastificadas, pago de impuestos por aduana. La nostalgia tiene precio y no hay por qué pasar de un mundo al otro sin que ese precio sea tomado en cuenta. Hay que traficar con la nostalgia, hacerla rentable. Favor de abrocharse los cinturones, observar el anuncio de no fumar, y guardar las mesitas en el espaldar del asiento de enfrente. 
     Figurativo, abstracto o impresionista, el aeropuerto José Martí no es uno sino tres. La terminal histórica, por la cual salió el exilio de los años sesenta o setenta, se reserva ahora para el tráfico aéreo insular-ese es el figurativo. Vuelos de La Habana a Cayo Coco, a Santiago, a Camaguey. La segunda terminal, completada hace dos años, es una obra abstracta elaborada para el turismo europeo, canadiense o latinoamericano. Boutiques, cafeterías, aire acondicionado, avisos de no fumar, suelos encerados. El tercer edificio es la tierra de nadie, entre el figurativo y el abstracto: una especie de ranchón destinado a los vuelos que operan entre La Habana y Miami, Nueva York o Los Angeles. Todo Van Gogh, Matisse tardío. Seres de segunda categoría y con ciudadanía o nacionalidad indeterminada, que envían las remesas que sostiene al aparato ciudadano de segunda categoría (no al de primera, y ciertamente, no al de tercera) que vive en la isla. 
     En ese ranchón un amigo es seleccionado para una revisión total de su equipaje. Camisas, pantalones, ropa interior, perfumes y champús. Y entonces, las fotocopias, una a una. "Este libro, señor, sobre la arquitectura de La Habana en el siglo XIX." "Este ensayo, señor, sobre Virgilio Piñera." "Sobre Virgilio Piñera homosexual" añade el funcionario. "Estas revistas, estos catálogos de arte, señor, ¿son catálogos de arte?" "¿Por qué trae usted a Cuba todo este material?" "¿Es usted un mensajero de algún tipo?"  Nada de lo que había en aquella maleta es imposible de conseguir en La Habana. El asunto no es que sea un saber prohibido-es simplemente el hecho de que es un saber controlado y manejado, y siempre para unos pocos. En La Moderna Poesía en La Habana pueden comprarse (en dólares) libros sobre mercadeo. (¡En La Habana!) Y en la librería Mondadori, en el mismo local del Instituto del Libro, puede llevarse usted un texto de Almudena Grandes para la playa. En las conferencias literarias de La Habana se habla de Reinaldo Arenas y se discuten con lujo de detalles páginas de Cabrera Infante. Dentro del reino fantasmático de la cultura, pueden citarse libros que nunca se han publicado en la isla y que, en resumidas cuentas, han llegado en alguna maleta para circular de mano en mano. No es la censura lo que importa, es el acceso. Y lo que se busca en la frontera es más bien hacer acto de presencia. Recordarle al viajero -nacido en Cuba-- que la isla ya no le pertenece. La frontera siempre es el reino del otro, y Cuba ya no es tuya. Al salir, la cediste. Debes aceptar tu condición en silencio. 

No hay silencio en La Habana 

     Pero desde las once de la mañana hasta la madrugada del día siguiente, no hay silencio en La Habana. De hecho, habría más ruido si no hubiera que reiterar los mismos actos cada día: buscar agua en un balde, esperar en la el camello.... ¿paisaje después de la batalla?cola del camello, soportar el calor de junio. Los habaneros se sientan en el portal de la casa y se gritan de un balcón a otro. Los perros ladran. La perra de la cuadra está en celo, seguida por todos los perros realengos de Centro Habana. Los niños tiran piedras, las madres sacan el mortero al balcón para ver el juego de pelota en la calle. Estrepitosa por todo el barrio, la novela de las nueve de la noche y la película del viernes. En el Café París, el silencio se espanta con un programa de radio en el que se comenta la Ley de Ajuste Cubano. En el Rápido de Infanta, una tarde de apagón por todo Centro Habana, la radio instruye al pueblo la forma en la que el ciudadano debe de comportarse en un hotel. Pero es en La Mina, en La Lluvia de Oro, en los cafes por la calle Obispo--en Mercaderes, por la Avenida del Puerto, en los timbiriches y en los restaurantes de La Habana Vieja--donde prima la conjura al silencio. Es otra conjura, es otra política, y tiene su propia lógica interna. 
     Espantar el silencio es parte de un asunto de mercado. No es sólo la vellonera desde la mañana de un día hasta el día siguiente. Son los segmentos pre-fabricados pero en vivo. Sextetos, tríos de música romántica. Tambores y guitarras, percusionistas y timbaleros. Cantantes, bajistas, piano eléctrico, maracas. Comparsas con atabales, obreros voluntarios vestidos a la usanza del siglo diecinueve. Más de tres días en La Habana implica conocer el repertorio completo.  En La Columnata Egipciana, un amigo cubano (residente en la isla, hay que distinguir) augura, antes de que empiece a tocar el conjunto: 
-Tocarán 'Yolanda'. 
Y al primer acorde se reconoce la canción-tema de Pablo Milanés. 
-Tocarán 'Hasta siempre, comandante'-me dice el mismo amigo. 
Y se escucha en una de sus versiones, en forma de guaracha, bolero-son, con estribillo acompasado, con armonía a tres voces, con guitarra de doce cuerdas. 
Y a punto del segundo café, implora: 
-Ojalá que no toquen Chan-chan. 
     Demasiado tarde. No sólo Chan-chan, sino también "Dos Gardenias." El Buena Vista Social Club: un fenómeno de marketing que merece todo un comentario aparte. El fenómeno no se da sólo en La Habana. Se repite en Trinidad, en el café de un hotel en el Valle de Viñales, en Pinar del Río, en Matanzas. 
     Aunque se presente este afán por la música como pre-disposición genética por parte del pueblo cubano, no hay por qué traficar en esencialismos. Tampoco habría que concluir, como si fuera una mala lecturaVisit Cuba!!!!!!!!!!!!! de causa y efecto, que ese estallar de la música es una forma de expresar lo inexpresable en otros modos: alegría, penar, o aún crítica social.  Esa insistencia en no permitir ni tan sólo un minuto de silencio en una ciudad que está a punto de desmoronarse no dice nada del pueblo cubano. O mejor, rectifiquemos: habla de lo que alguien piensa que desea el receptor de esa emisión.  Es imporante que el turista (o el extranjero) no se siente a escribir, que no se siente a pensar, y que no observe. O mejor dicho: es importante que el turista (el extranjero) observe sólo con fondo Músico habaneromusical. Imperativo cancelar la destrucción de la ciudad por la construcción del mapa imaginario de la ciudad posible, al igual que es más higiénico insistir en el cubano como el rumbero bailador, que en el cubano como el ser que jura fidelidad a muerte, rigor a principios, trabajo y sacrificios. Esa música oficial es el rimmel que corona a una Habana maquillada. Las consignas, descascaradas o acabaditas de pintar, apelan a ¡Al combate corred, bayameses!un imaginario distinto. Sacrificio, intransigencia, perseverancia. Y ese imaginario excluye al cubano rumbero. O si lo incluye, lo hace dialécticamente. En el asiento de atrás de un taxi,  un cubano residente en Aguada de Pasajeros toma un sorbo de ron a granel y me informa lo ya conocido "el cubano es muy fiestero." Parece ya un lema del estado, aunque sé muy bien que no lo es. Una amiga que me acompaña ha escrito un poema que encierra una verdad amarga: "En Cuba el silencio se compra". Pero no hay dinero capaz de pagar un instante de silencio en una ciudad que se presenta como el reino de la bullanguería. Dialéctica tropical: ruido musical, silencio de las consignas pintadas. 

Impasto 

     Impasto: la densa aplicación del pigmento a la tela. Dice Walter Benjamin caminando al atardecer en Paris: "masas de impasto dorado y marrón que el demiurgo había regado por todo el palette que es París." Esas son las palabras de un creyente: el impasto confunde su pensamiento, lo atormenta, lo convierte en un caleidoscopio desordenado. La densa capa de pintura lleva a Benjamin al fragmento. 
     Ya lo han dicho muchos: La Habana nesecita una capa de pintura. Pero de tanto repetirlo me doy cuenta de que lo rentable es más bien esa ruina estetizada. Parecería prometer cierta desnudez, como un cuerpo que revela sus capas con afán de transparencia. Pero el efecto miente. La pintura restauración de la Plaza Viejadescascarada esconde lo que el maquillaje revela. Si Benjamin intuye la fragmentación como la única posibilidad sostenida por el impasto, las descascaradas paredes de La Habana lo que piden es, más bien, como señalara Lezama: sucesivas, coordenadas.  Continuidades, seguimientos, después de la ruptura: revelar como espectáculo esos sucesivos cortes en la historia. Crear la sucesión de esas capas, y no el corte violento que representa la falta de pintura exhibida. No sorprende, de esa forma, que un artista que visito en La Habana se dedique a la técnica del collage. Todo parece pedir esa manera de apreciar la realidad. Es más, el collage se convierte en casi un rito, como lo es toda mimesis: un intento por copiar lo que se ve y se percibe en el espacio del lienzo. Una forma de mimetizarse a sí mismo en el entorno, de entender el síndrome del desarraigo, la falta de continuidad entre uno mismo y lo que nos rodea, revelando su continuidad en otra parte. 
     La revolución cubana siempre se basó en un principio de organicidad: la creación del intelectual orgánico, la relación orgánica entre el campo y la ciudad, la premisa orgánica que atraviesa toda la obra de Martí, y la relación orgánica que existe entre la patria, la nación y el estado. Se trataba de crear un universo sin tensiones, sin fisuras. Producir una superficie como terreno único, que permitía una ecuación simbólica entre el terreno del significado y el significante.  Si bien toda esa organicidad está sujeta, en última instancia, a una deconstrucción en la cual sus propias bases pueden contener ya en sí el germen de su propia negación, la propuesta revolucionaria siempre fue y pretendió ser una propuesta sin fisuras de ninguna índole: el campo interno siempre lidiaba en un principio de unanimidad. Todo lo diferido era consignado a un terreno más allá, externo. 
     Mi propia forma de elaborar el collage. Le confieso a un amigo, que se dedica al cine: no quiero escribir la crónica de la realidad, sino la crónica de la irrealidad. El término sin embargo, me es muy difícil de definir. Me doy cuenta de que la única palabra que tengo a mano es precisamente esa: irrealidad. Y le reitero: no quiero descubrir cómo viven realmente los cubanos (habría que decir mejor, los habaneros); prefiero pensar en qué formas se imaginan viviendo. Nada de realismo, el imaginario es lo que me interesa. No el solar de Centro Habana, sino el patio del Hotel Sevilla. hotel NacionalTampoco la narrativa del Floridita que encuentro en una guía turística, sino la fórmula que permite que un restaurante como La Maison también pueda presentar un desfile de modas de mesa en mesa. No es la reconstrucción de La Habana de Ava Gardner, sino la co-existencia del circuito turístico con las poéticas ruinas que ve el turista. De hecho, no quiero usar la palabra "turista",  sino "extranjero". 
     Mi amigo me pregunta si es lo insólito lo que quiero buscar, y la palabra "insólito" tal vez tenga un sentido más netamente claro que no posee la palabra "irrealidad". Le pido, entonces, que defina un poco más su uso del término, pero le aclaro a su vez que no quiero caer en la moralización, que no quiero caer en la sociología, que no quiero caer en la antropología: ya hay demasiados libros de viaje con ese tema. Él me habla de médicos que son choferes de taxi, o de estibadores que son travestis. Me cuenta de obreras asalariadas en gastronomía que tienen grados de ingeniería de la Unión Soviética, o de viejas herederas de la rancia aristrocracia cubana que hoy salen a vender maní por el malecón. Le digo que no, que eso se parece demasiado a la sociología, que eso ya es entrar en el tópico y el lugar común. Todo eso huele a un intento por fijar el fenómeno y su significado. "Me interesa además someterme yo mismo a la experimentación", le digo, "forzarme yo mismo a escribir solamente en inglés en La Habana por en la calle Obispo...veintiún días, a hablar en una lengua que no sea la mía".  Todo un performance para mí mismo. Pienso que sólo desde el punto de vista de ese gesto puede entenderse, sin yo mismo explicarlo completamente, algo que quiero significar, pero que no logro articular: un desfazaje horizontal y vertical por todo el espacio cubano: el letrero pre-revolucionario de una elegante tienda de zapatos donde hoy se venden tornillos y ajustadores; la inserción de varias temporalidades en una sola como capas de pintura de un viejo Chevrolet; el Chevrolet mismo y el Moskovitz; la alegría del cubano que es también la disciplina a la que exhortan las consignas. Las camisetas del Ché y La Habana de los años 50. Mirar en La Habana, ser observado en La Habana, ya es lubricarse con el aceite de un código que busca pasar de un lado al otro-invisibilizar la extranjería, ocultar la transparencia de una frontera insistentemente marcada. 
     Asisto a una conferencia sobre poesía cubana dictada por una poeta brillante. Me doy cuenta de que José María de Heredia legó a la poesía cubana una imagen que es también una toma de posición: el observador frente a un fenómeno que logra borrar la distancia entre el observador y lo observado. En este caso, en el del extranjero que va a La Habana, la frontera nunca se disuelve, pero esa separación no es necesariamente agónica. La pirámide y la catarata permanecen en aquel lado de la frontera. Y de este lado yo con mis jeans Armani, camiseta negra, y tenis comprados precisamente para la ocasión. A barrer con el romanticismo. 
     Walter Benjamin, en su libro inconcluso, nunca se propuso describir la ciudad de París en el siglo diecinueve como ella era realmente. Se ocupó más bien de tratar de definir el sueño que París tuvo de sí misma. Trató de lograrlo excavando más allá de la superficie del sueño, y a la vez permanenciendo en el plano de lo concreto. Marx y Freud. Materialismo dialéctico y subconsciente. Algo así habría que hacer con La Habana. El sueño que de ella tienen sus habitantes mismos, observados por el extranjero que no es extranjero-difuso y diseminado frente a la imposición constante de definirse. 

Gusto burgués 

"El color crema del mantel, sobre el que destellaba la perfección del esmalte blanco de la vajilla, con sus contornos de un verde quemado, consiguiendo el efecto tonal de una hoja reposada en la mitad del cuerno menguante lunar" José Lezama Lima, Paradiso, cap. VII.       Es la campanilla de la reja, los baúles con la tapa que se cierra con dificultad, llenos de cajas de sombreros. Es la colección de muñecas en el fondo de un baúl, con los ojos abiertos. El parloteo de las tardes en la sala.Vajillas coloniales (Opus Habana) Las piezas de ajedrez de un jade transparente. Son los bombones ingleses, las botellas de licores raros, las chucherías. El  brindis que se proclama torpemente en una cena familiar. El escaparate, los portales. Es el tintineo del tenedor en la vajilla. La sopera con la sopa de plátano. Son los cestillos y canastas de mimbre donde se viñeta de Opus Habanacoloca una servilleta de lino blanco, los aguamaniles floreados sobre mesitas de madera junto a la cama de caoba, de cuatro postes. Son las persianas abiertas, la tarde en la quinta de un central. Es la voluptuosa sirviente negra que trae el agua con cáscaras de limón, en un vaso de cristal, sobre un platico de porcelana. Es un patio con hojas de malanga; es un baño preparado con flores aromáticas. Es, en fin, una serie de hábitos y costumbres de, hay que confesarlo, pésimo gusto. Proust en Cuba ha legado la pesadilla de la zona "MiHabana." 
La zona "MiHabana" se regodea en el mal gusto burgués, esencializado como buen gusto burgués habanero. De ahí que abunde la referencia al gentilicio o al posesivo: "Mi Habana," "Delirio habanero," "Habáname," y otros por el estilo. Hay que repetir el nombre de la ciudad como si fuera una ciudad imaginaria, como si verdaderamente no existiera. Hay que insistir en toda esa tropicalia delirante para ser vistos como quisiéramos ser vistos por los ojos del otro. El posesivo marca el delirio, pero también marca la des-posesión que ese mismo delirio implica: a la zona "MiHabana" es sólo posible acceder en dólares. Es un remanso de paz ganada por el aire acondicionado. Es el gusto por lo burgués, pero el gusto por lo burgués de cierta zona que permaneció en el buen gusto (que es el mal gusto) de la época de la tía-abuela. Es el mal gusto que es el buen gusto del tío solterón, o de las viejas que todavía toman el fresco en sillas de mimbre, empolvadas y con un abanico de encaje. Es el buen gusto, que es en definitiva el mal gusto, de las cucharitas de plata. 
     Dos piezas centrales de esta estética: la tienda "Mi Habana" y la revista Opus Habana.  La primera nos presenta un trópico con vagas semblanzas del Raj-- todo tiene cierto olor a España britanizada. La segunda quiere rescatar el buen gusto de la República, que ahora se convierte en el mal gusto de la revolución tardía: vocabulario barroco sin las volutas, arcos restaurados, antiguedad convertida en efecto. Ambas son como un delirio carpentieriano, pero sin la ironía. Como si hubieran colocado un Lezama demasiado fofo en un escaparate. 
     No es que no haya habido mal gusto antes de la revolución. De hecho, La Habana es donde el mal gusto siempre se ha asumido como buen gusto, donde el olfato para el gusto implica una tácita aceptacion de la excentricidad del "gusto" en sí. De ahí los gestos abiertos de aquellos palacetes demasiado ostentosos: la insistencia de Orestes Ferrara en construirse un castillo, o de Julio Lobo en armar su colección de chucherías napoleónicas. Pero hay algo distinto en estos gestos de ahora, que no es algo detenido en el tiempo ni tampoco una ficción. Huele a ficción desesperada, a cierta ilusión de normalidad que se hace necesario crear, aún y a pesar de que esa normalidad muestra sus costuras. Esta no es una burguesía pudiente, ni se construye palacios, ni le encarga a Picasso un monumento.  Es como la venta al remate de la copia, porque el original ha quedado ya fuera de todo alcance. 
     La apología por el gusto burgués se encuentra en todas partes, permea todas las actitudes. El espacio burgués es un oasis en medio de la lucha, un tente-en-pie de las exhortaciones, un denouement plácido para el derrumbe, un espacio creado para huir de la foto del niño y el padre, y de la plaza que le dedicaron al niño y al padre, con la estatua de Jose Martí abrazando a su hijo. 
     En La Habana tardía, hasta las exhortaciones a la lucha tienen un aire burgués. La construcción de aquella plaza, frente a la sección de intereses, con aquellos bancos de luces estetizados como si fueran palmeras. Aunque haya que llamarle "Tribuna Anti-imperialista José Martí", ella también sabe a gusto tardío, huele a fin de juego. Huele a mucha gente aplaudiendo antes de ir a cobrar sus remesas, o antes de irse al Reparto Cubanacán a comerse un suculento plato de frijoles dormidos. 

Display 

     Meretsiana González Fuentes es la empleada del Departamento de Servicios Gastronómicos encargada de cambiar todos los días los productos que se exhiben en la nevera y que ofrece la cafetería del Hotel Colina. La nevera es más bien un simulacro de nevera, y los productos exhibidos también parecen ser simulados. 
     Meretsiana lleva un uniforme de falda negra y una camisa blanca. Entrada en años, aunque engaña. Se queja detrás del bar del lugar en el que han colocado la plancha en la que se calienta el bocadito de jamón y queso, porque el inclinarse todo el día por el bocadito le ha producido dolor de espalda. 
     Los objetos que se exhiben en la nevera (no es una nevera, sino más bien un aparato que simula ser una nevera): 1 bocadito de queso, 1 bocadito de jamón y queso, 1 lata de cerveza cristal, 1 lata de Tropi-Cola, 1 botella de agua mineral Ciego Moreno, versión gasificada y versión natural, y un muslo de pollo asado servido en un plato blanco y cubierto por papel transparente. 

La Moderna Poesía 

     No hay por que señalar que los libros son incosteables para dos terceras partes de los lectores cubanos, y para casi el noventa y nueve por ciento de los escritores que viven en Cuba. Hacer un repaso de esta naturaleza sería caer en la trampa de un pobre discurso amargado, esterilizado y pendenciero. Lo importante es que, sin mercado editorial que la ancle, sin vendredis culturales, sin lanzamientos a toda línea y sin canapés de altura; sin anaqueles atiborrados de primeras o de segundas ediciones, sin empleados que conozcan de libros y no se limiten simplemente a saber operar una caja registradora; sin encuentros fortuitos, sin bibliómanos y aun, sin público. En un ambiente de asepsia y cuasi-eficiencia técnica en la que se entra por una puerta y se sale por otra, y se exhibe el aparato de seguridad que impide el robo fortuito y estimula el deseo de manera distinta (con amenaza electrónica) La moderna poesía sigue ahí, abierta, imperecedera, tan cubana como el sol y las palmas, en la cálida tarde tropical. 

Postdata 
 
     Libros en los escaparates: Reencuentros: Contactos con sus Seres queridos tras su muerte, por Raymond Moody (autor de "Vida después de la vida"). Séneca, Sobre la felicidad ; El sexo en la edad madura; Como hacerse una auto-cura; Como utilizar tácticas militares para hacer dinero; Diccionario de Marketing; Técnicas de Fisicultura: todo lo que hay que saber sobre el tema;  Cervantes, Rinconete y Cortadillo; Quevedo, Vida del buscón; Moratín, El sí de las niñas (todo en colección Cátedra o Bruguera), entre siete y doce dolares. 1 ejemplar del Caimán Barbudo; 1 ejemplar diario del Granma (en español, inglés, francés); Guías Turísticas: Havana, L'Havanne, Kuba. Libros de fotos de El Che. Camisetas, postales, llaveros, postales en forma de nubes tropicales, discos, tijeras, papel a varios colores, pega, tape, cajas de cartón para archivar papeles. 

Calco del lenguaje crítico de varios numeros de La Gaceta de Cuba 

     Puestas en escena, promociones, eventos programables. Formación de la mano de obra, el diálogo con los proveedores de la cultura, las jornadas de teatro, las jornadas de literatura con sus muestras participantes. El trabajo de luminotécnicos, tramoyistas, críticos de arte. Diagramadores de escena, comités de selección.  El jurado de las obras, el linotipista, el encargado de vestuario. La labor de los escritores de provincia, de tan alto nivel algunos. 
     El público responde a la puesta en escena, al espectáculo unipersonal, a la lectura de poesía, a las tardes en la casa de la poesía dedicadas al cultivo de la décima en una lúcida función. Una revisión de las artes y los mecanismos culturales, una efímera velada para reconocer los valores nuevos. La labor de promoción, el gesto retraído, el hecho mismo de elevar la calidad, de considerarse víctima de su propio artificio, de no poder soslayar su propia persona, presentada ante el público que asiste a la galería, de los gestos ampulosos. 

Pan con timba 

     El remanso de paz de La Columnata Egipciana. Con sus cinco enormes abanicos de aspas blancas colgando de un techo de vigas azul turquesa, y su patio interior decorado con hojas de malanga en tiestos y en canteros de barro, su piano cerrado al lado de la puerta y su piso de lozetas rojas. Sus mesas al estilo francés, con topes de marmol y hierro forjado abajo, sus sillas de maderas, su enorme espejo a un lado del salón, su estero de revistas sin revistas, y el mejor café de La Habana. 
     La Columnata Egipciana es una "casa de infusiones y elixires, fundada en 1835". Está abierto de lunes a sábados, de nueve de la mañana a nueve de la noche, y los domingos, de diez de la mañana a diez de la noche. En el menú reza que hay "variedades de té y café", "té exótico", "malta con leche", "limonada criolla frappeada", el infaltable e impostergable "pan con timba" y el "sandwich columnata", tal vez el favorito de los viajeros.  En el menú también dice: "La lujosa y elegante de agua de soda con el título de Columnata Egipciana ha existido tanto tiempo en la calle Obispo, del lado de la esquina de la de Mercaderes", y esto aparece copiado del Diario de La Habana: ¿en busca de la esencia perdida?La Habana, de junio de 1841. "Igual se insiste en una placa colocada en la pared afuera del local, donde también se nos informa que entre sus visitantes ilustres se encontraba Eça de Queiroz. 
     Tanta insistencia en la autenticidad puede parecerle sospechosa a muchos. Pero no hay por que pensar mal cuando se tienen tantas pruebas a su favor. En una guía para visitantes masculinos que quieren encontrar masculinos cubanos residentes en la isla se nos dice que hay una "Casa de Infusiones" en la Habana Vieja que atrae a una clientela más "afeminada" y más "fina." Otra persona me indica a su vez que ella misma vio la colocación de la placa y la remoción de los escombros. Al parecer no se trata de una reconstrucción, sino de una reinvención. A tono con los tiempos en los que vivimos. 

La jaba 

     Voy a buscar al amigo a su centro de trabajo para encontrarnos y tomar un café, un trago, caminar por La Habana. Hoy ha recibido su jaba. La jaba es el límite de lo sacro y lo profano, es la frontera que marca el objeto y el ser, representa la inserción del mundo fuera de las aguas territoriales cubanas hacia las aguas internacionales. Resulta difícil hablar de la jaba sin hablar del ser que la recibe, y resulta inconsistente con mi propósito más inmediato, que consiste en no hacer la antropología de Cuba, que consiste en no hacer el recuento de las cosas humanas. No la realidad de Cuba sino su irrealidad. 
     Para decirlo en estilo de jitanjáfora: la jaba de mi amigo abunda en jabones. Hay un detergente, siete pastillas de jabones de olor y siete de jabón de lavar. Hay una pasta de diente, y como muestra final, una cuchilla de afeitar, desechable. 
     El precio de la jaba se le descuenta al empleado que trabaja en la zona dólar a fin de mes, aunque el precio de la jaba es mucho menor comprada de esta forma. El empleado tiene, además, derecho a escoger más o menos el contenido de la jaba, siempre y cuando el monto total no exceda de cierta cifra estipulada. No todas las jabas son iguales, de manera que el sistema se nutre de lo que Marx llamaba el "método asiático de producción" que mobiliza gran cantidad de recursos con el objeto de hacer una sola cosa. Un empleado lee el contenido estipulado, otro compañero escribe el recibo, un tercero coloca los objetos dentro de la jaba y un cuarto lo reparte. 
     El contenido de la jaba visibiliza algo y, para subrayarlo, las jabas generalmente son plásticas, aunque  no transparentes. La jaba forma parte de cierta crónica del futuro, de alguna crónica por hacer. 

Un Fantasma Recorre Obispo 

     Productos que se pueden adquirir en La Francia, en la calle Obispo, Num. 452: Leche Solar Stop, Tropical, Agua de Violetas. Fix Color: colorante para el cabello. Nueva Imagen (Tropical) Loción antipiojos. Alicia: Crema enriquecida Bio Activa. Orquídea: Champú familiar. Fantasía: Talco con Mota. Shampoo Vitrario; Champú Orquidea. Un bolsito negro Nina Ricci en maniquí con una bata de felpa negra. 

En el museo napoleónico 

     No es sólo la piedra de Jaimanitas o los excelentes vitrales. No es solamente la caoba en el pasamanos de la escalera y en los techos, sino que todo esto coexiste con los muebles estilo imperio, con la cristalería de Sevres, con los retratos de Napoleón, Josefina, Paulina, los suegros de Napoleón, los hermanos, los sables usados por el ejército, las pistolas usadas en Borodino, los portaestandartes, los clarinetes de los músicos que anunciaban las batallas, la porcelana de Sevres, el gueridon con el retrato de Napoleón y sus hermanos y sus grandes mariscales, los jarros de porcelana del primero o del segundo imperio, y, finalmente, en el tercer piso, la enorme biblioteca, de caoba cubana, con la colección de libros sobre Napoleón de Julio Lobo que da a una terraza hecha de lozetas españolas en donde Orestes Ferrara invariablemente practicaba esgrima, imaginamos que por las tardes. 
     Habrá muchas experiencias más interesantes en La Habana, pero pocas comparan con una visita al Museo Napoleónico, instalado en la casa de quien fuera el diputado Orestes Ferrara, y para cuya obra se paralizó el trabajo de construcción del Capitolio Nacional.  La casa es obra de los famosos arquitectos Govantes y Covarrubias y fue construida expresamente para Ferrara, quien no sólo era diputado, sino hombre político de la República, y también profesor de la Universidad de La Habana. La colección es la de Julio Lobo, sacarócrata importante de la primera República, y cuyos descendientes han venido a Cuba regularmente para asistir a actividades de índole familiar. 
     El pasado siempre es visible en la medida en que el presente no se puede ver, y la primera sensación que produce una visita al Museo es la sensación de la ceguera. El pasado se observa en dos capas superpuestas, pero el presente de la visita queda fuera del tiempo. Como si hiciéramos un recorrido por dentro de una novela de Alejo Carpentier, la guía detalla cada objeto, cada águila imperial, cada estatua, cada juego de comedor: la cama de Napoleón con las colchas que utilizaba, los cuadros de Josefina, el cuadro de Paulina-los parientes que reciben prebendas, puestos militares, comisiones, reinos. 
     De niño, yo tenía un album de estampillas en las que aparecían escenas de La Habana y de Cuba. Estas estampillas, según recuerdo, se coleccionaban, y el objeto era, precisamente, enseñarle a los niños que habían salido, solos o con los padres, los detalles de la Cuba que se había abandonado. Me doy cuenta, en algún momento de esta visita, que la guía conoce París como yo conocía La Habana. Lleva once años trabajando en el museo, en visitas guiadas. Conoce cada uno de los detalles de cada uno de los objetos: las sillas de caoba con patas en forma de garras, los grabados que representan el obelisco, el Louvre, el Panteón, Versalles.  Me señala Versalles y me pregunta "¿Has estado ahí?", y le contesto afirmativamente. Me muestra un grabado del Panteón y pregunta lo mismo, le digo que sí, y me responde: "Debe ser muy impresionante". Toda una vida, casi, dedicada a un lugar al cual no tiene posibilidad de ir, ni visitar, conociendo una familia imperial, una revolución que se convirtió en un imperio, desde el espacio de una república que se convirtió en una revolución y que luego se ha convertido en otra cosa, que lo que ahora vemos. 

Vasos de cristal en Cuba 

     Todo frágil, todo demasiado frágil. Toda una creación para, desde y hacia la fragilidad. Pido un batido de mango en moneda nacional en un puesto repleto de gente cerca de la calle Monte. Un empleado se encarga de cobrarme y otro se encarga de la batidora. Cuando termina de batirse el refresco, el tercer empleado trae los vasos de cristal en una bandeja verde de plástico y los coloca junto al hombre de la batidora, que procede a llenar los vasos del batido. El empleado que me cobró el dinero es el encargado de servirme el batido en la mano, en un vaso de cristal. 
     Toda La Habana tiene su cristalería. El amigo que te sirve el café en una casa cualquiera, la señora que te da un vaso de agua, la chica del paladar que te trae la cerveza, o la pintora que te sirve lo que ella llama un "néctar de hierro", y que es un refresco que se vende a granel y que se parece al Irombeer. Todos ellos te dan la bebida en copitas de porcelana que han pasado de generación en geneación con la misma asa rota, en bandejitas de latón con la promoción de una cerveza pre-revolucionaria, en vasos rescatados de un hotel de Santa Clara cuando todavía existía, en los años cuarenta, o en estos vasos que se consiguen fuera de Cuba sólo en las tiendas retro y que se ven en todas las películas de Almodóvar: vasitos tipo años cincuenta que de seguro se compraban con su propia bandejita y se exhibían en la esquina de la casa reservada para el bar de los mayores. Son vasos que recuerdan una tarde en la casa de campo, o que respiran por todos poros un tiempo ido y perdido. 
     Aunque haríamos mal aquí en hablar de tiempo.  
     ¿Una vida medida por pequeñas tazas que se friegan a mano? ¿El mundo de los vasos que se friegan a mano? ¿El vaso que recuerda a otro vaso que te sirvieron en la infancia? Todo. El hecho de que el hombre me sirve el batido de mango. Que yo me lo tomo en la calle, como todo el mundo. Que nunca se me ocurriría llevarme el vaso. Que me tomo el batido de mango en la calle, con aquel calor asfixiante, con todo el mundo en el calor asfixiante de las tres de la tarde en lla calle Monte, y que cuando termino con el vaso-el vaso en el que quedan solamente los restos del batido de mango-entonces, como todo el mundo, pongo de vuelta el vaso en una bandeja de plástico que está al lado de la ventanilla del hombre que me cobra, y sigo entonces mi camino. El vaso queda, el momento se fue. 

Roma  

     Los niveles, más bien las capas, que traza Fellini en Roma. Sus recuerdos de la infancia y la adolescencia. La difícil entrada a Roma por la autopista, bajo un aguacero, los viajeros encerrados en sus carros, todo Ave. Salvador Allende, formerly known as Carlos IIIculminando en aquel enorme tranque al lado del coliseo. Los turistas y los hippies. Y aquel reportaje cuando su equipo cinematográfico se une a las excavaciones que se hacen para el metro de Roma, detenidas porque de repente se han topado con una pared, con un vacío que se registra detrás de la pared, y ese vacío resulta ser una casa romana, a la cual entran, observando sus salones y galerías, y los frescos en la pared, que comienzan a desaparecer por el contacto con el aire exterior. Los prostíbulos. Los salones donde la aristocracia ya está emparentada de alguna forma con la iglesia, que permiten aquel fastuoso desfile de modas eclesiástico. Al final, la cámara traza de nuevo un recorrido por las calles llenas de comensales, por el barrio del Trastevere. Sorprende a Gore Vidal en una mesa al aire libre y luego encuentra y trata de seguir a Anna Magnani, que se retira a sus aposentos insistiendo sin insistir en un secreto, para finalmente perseguir a un grupo de motociclistas que ofrecen un ultimo recorrido por las fuentes, los monumentos, las columnas, para finalmente salir y perderse en la noche romana, en lo que suponemos es un eje vial que permite la salida de la ciudad, en estos momentos, casi en la madrugada, sin tráfico ninguno.  La horizontalidad del gesto, de la carretera, en combinación con la verticalidad de las capas urbanas que se descubren, del pasado que desaparece al contacto con el presente. El género híbrido-entre el relato autobiográfico y el documental. Su división en partes o secuencias claramente delineadas, no interrumpidas entre sí sino más bien superpuestas sin violencia-todo aparece lubricado por la voz y la persona del director, que evita la violencia. Como dice Gore Vidal: todo ha terminado y comenzado tantas veces en Roma que aquí venimos, a esperar el final o el principio de todo. 
     En esta versión de la alegoría, La Habana también es Anna Magnani. No hay secretos en La Habana. Todo es secreto en La Habana. Según se descubren los aposentos debajo del trazado urbano visible, se van borrando los trazos. Alguien hubo, pero ese alguien siempre está sujeto a la pérdida del mismo rastro que dejó. Entrar es muy difícil, la puerta siempre está más abierta para la salida. Todo está sujeto a desvanecerse de un momento a otro. Lo mejor que puede hacerse es esperar. 
Aquí, en definitiva, no ha pasado nada. 

José Quiroga 
 

Où est la Comtesse Merlin? 

Adriana Méndez Rodenas 

A mes compatriotes

     ¿Dónde está la Condesa de Merlin?  Autora de uno de los más importantes libros de memorias en la literatura cubana, Viaje a la Habana y La Havane, publicados ambos en 1844, libros que documentan su Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlinregreso a la isla después de más de treinta años de ausencia, convertida en ciudadana francesa pero no por eso menos criolla.  Tanto su obra como su figura emblematizan la experiencia del exilio, y la constante que es en la tradición hispanoamericana la mirada hacia nuestras tierras desde la orilla del Seine. La sombra de Merlin me acompañaba ahora en el verano de París. En un día particularmente brillante-un afiche publicitario lo anunciaba como "un soleil dominant"-decidí ir en búsqueda de los pasos perdidos, no en la jungla a la manera de Alejo Carpentier, sino en la ciudad de luz y siguiendo las huellas de una antepasada. Andando por el hermoso Passage Richelieu se llega hasta el neoclásico edificio de la antigua sede de la Bibliothèque Nationale de Paris.  Si algún rastro queda de ella, pensé, tiene que estar en este solemne edificio, especialmente en el salón de manuscritos, a donde se llega subiendo dos espirales de una escalera de caracol. 
     Una vez arriba, traté de explicar en mi francés ya remoto quién era la Comtesse Merlin, por qué el objetivo de mi búsqueda.  Antes, en la sala de lectura, pude comprobar que para los franceses, ella se había convertido en una seca ficha: Merlin (María de las Mercedes de Jaruco) (a veces Joruco  [sic]), comprobando así la teoría de Roberto Ignacio Díaz acerca de los "paratextos" generados en torno a los múltiples nombres de la escritora. Aunque me resistía a aceptar que tantos nombres opacaban la grandeza de esta figura, ahora tuve que admitir que el epíteto otorgado en Francia  complica aún más el merecido ingreso de la Condesa de Merlin al cánon de la literatura cubana.  De un sólo golpe, el largo rosario identificatorio del francés de biblioteca otorga credibilidad al título del padre-sin ni siquiera alcanzar el prestigio o valor simbólico de un verdadero Nombre-del-Padre, pues éste (Santa Cruz) se borra, junto con el de la famosa Teresa Montalvo. Queda solo el aristocrático Jaruco-gentilicio del pueblo cercano a La Habana-junto al apellido de casada para cifrar una identidad. En la Carta I de su Viaje , Mercedes Merlin nombra con regocijo  el pueblo que aparece ante su vista-"¿Qué ciudad es aquella tan bonita, tan pintoresca, con un puerto tan resguardado de huracanes?"-la nostalgia convertida ahora en concreción del deseo. "Es la ciudad de Jaruco, á la cuál vá unido el título primitivo de mi familia." Quizás por este reconocimiento le ha otorgado París, de donde viaja a la ciudad natal, el nombre de origen como sello de su pertenencia. 
     Sigo mis pesquisas entre los armarios y ficheros del salón de manuscritos. Aún con el nombre debidamente identificado y catalogado, no encuentro a María de los (como asombra en algunas fichas) Mercedes de Jaruco por ninguna parte.  Hasta que alguien me lleva a un oscuro fichero, especie de cajón olvidado, donde se guardan el resto de las fichas, documentos, cartas, y libros raros catalogados por la augusta Nouvelles Adquisitions Françaises (n.a.). Buscaba asiduamente algún rastro que indicara la presencia y vivencia de la esposa del General Antoine-Cristophe  (1771-1839).  Hubiera dado cualquier cosa por hallar al menos una triste carta de la Correspondencia íntima escrita por la viuda de Merlin al philosophe a quien le confío amor y talento durante sus últimos años, aunque no fue correspondida. A pesar del descuido de otra viuda -la de Domingo Figarola Caneda- en sacar esta edición, es comparable en importancia al bello Episolario a Cepeda de Gertrudis Gómez de Avellaneda, por lo que revela acerca de la sensibilidad de la mujer entregada a un ideal romántico. No encontré nada.  Nada.  Luchando contra el estupor que producen los libros viejos, revisé a ojo de lupa (y venciendo todas mis repugnancias) la letra míope y narcicísticamente elaborada de Philarète Chasles, el profesor del Collège de France quien traicionó a Merlin y para colmo la abandonó.  De él sí quedaba mucho: un grueso tomo de su Correspondance, indicando su función como bibliotecario de la biblioteca Mazarine y el ejercicio de la cátedra de filosofía en el prestigioso liceo-pero a pesar de las 574 feuilletes, montés en 4o-ahí no había nada. A esto le seguía un segundo tomo, Lettres et autobiographie, varias de ellas dirigidas a un "Cher et spirituel Nadar," un ex-alumno que le rendía un sentido tributo (#603, 9 juillet), u otra dedicado a "Mon cher humoriste" (#609), donde se queja de no ser incluido en un recuento de filósofos del día.  Si bien estas cartas, en su mayoría escritas a hombres de la intelectualidad francesa, revelan la desmesurada ambición del pérfido Philarète, también indican su sentido de superioridad y arrogancia al tratar con mujeres, las pocas aspirantes a escritoras que se atreven a enviarle una carta.  Como la decidida Clary de Zentner, quien le escribe desde Viena el 30 de enero de 1844 para reclamarle que no había comentado, ni siquiera leído, una obra que le había mandado (#481). Ya que ni la Correspondance ni la Autobiographie dejan rastro de que Merlin existiera en su vida, tomo las palabras de Clary de Zentner como acto reinvindicativo de nuestra antepasada.  Ella cierra su breve pero atinadísima carta con esta irónica despedida: "j'ai reconnu sincèrement, et sans la moindre rancune, que mon modeste travail ne pouvait prétendre à etre commenté par une plume ansi célèbre que la vôtre—et je cessai de vous importuner." Firmado: Clary de Zentner, pseudónimo de Clary Darlem. 
     Pero no hay que recurrir a la tan decimonónica práctica de inventarse un nom de plume para rastrear el destino de la Condesa en su patria adoptiva. Después de agotar el archivo perdido, di sólo con un par de cartas dentro del Recueil de lettres et de documents (#14088) de Madame Récamier, una de las frecuentes visitantes al salón que Mercedes Merlin animaba en su residencia de  40, rue de Bondy.  Anticipando ver la letra y puño de la propia Condesa, grande fue mi desilusión cuando me entregan un rollo microfilmado, que no tuve otra opción que embobinar, hasta encontrar las mencionadas cartas.  Son mensajes inocuos, de cortesía, pero aún así es útil reproducirlas aquí ya que son el único rastro, al menos en la Bibliothèque Nationale, de la vida cotidiana de una criolla en París. La primera carta, incluida en el dossier XXXIII-XL, Lettres addressées à Mme. Récamier bajo el #390, reza así: 

J'avais formé le projet d'aller vous voir aujourd'hui, Madame, et il se peut que je le pourrai.  En tout cas, je vous arriverais mardi, ou mercredi.  Puisque jeudi nous convient mieux pour notre soirée musicale, je m'arrangerai pour être tout à fait à vous.  Vendredi envois?  Maintenant, Madame, combien je suis heureuse de vous voir et de vous être agréable.  Veuillez bien agréer l'appréciation de tous mes sentiments, M. Merlin 

     Si esta primera nota sin fecha da cuenta del deseo de visitar a su amiga, así como de la velada musical de común interés, la segunda (#391), comunica la necesidad de cancelar el compromiso: 

Voici la troisième fois Madame que je suis sortie de chez moi, avec l'intention d'aller vous chercher et des incidents indépendants de ma volonté, m'empêchent d'arriver jusqu'à vous.  Je ne fais que remettre la partie, mais, en attendant, veuillez bien accepter un éxemplaire de ce petit  ouvrage, accusé déjà par vous, avec tant de bonté, et d'indulgence. 
Agréez, Madame, l'épreuve de tous mes sentiments, 
 M. Merlin 
 le 23 mars 

     ¿Cuáles serían los "incidentes" que detuvieron a la Condesa en su paso? Sólo nos queda conjeturar si se trataba de responsabilidades familiares, o inclusive hasta políticas, dada su empeño reformista y su disponibilidad de reunirse con criollos ilustrados de paso por París como José Antonio Saco y Domingo Del Monte.  Lo que sí queda claro en estas dos mínimas muestras es la dedicación de Merlin a su arte-el canto y la literatura-al regalarle a Mme. Récamier un ejemplar de uno de sus libros.  La falta de fecha impide saber a qué libro se refiere, pero es probable que sea Mes douze premières années, ya que en la biblioteca Richelieu queda un fragmento en manuscrito de esta obra, que reza así: 

Cuand l'expérience devient la règle de nos actions, on fait ce qui est bien, plutôt par calcul, que par entraînement.  A mesure que la raison s'appuie sur la connaissance du monde, l'élan du coeur prend de sa force primitive, et on cherche la récompense d'une bonne conduite, bien plus dans l'opinion des autres, que dans le contentement de soi même.  Mais, dans le commencement de la vie, et sans que des circonstances particulières développent jusqu'à rangés dans l'âme, des sentiments généreux, nous les relevons avec un saint enthousiasme— la foi secrète que nos éprouvons, nous avertit que chacune de ces inspirations, tendant à completer notre existence, nous rapproche du but auquel nous sommes destinés. 
          Paris, dimanche, 5 avril 1840. 
          M. Merlin. Extrait de Mes douze premières années. 

     Salí de la sala meditando los pasos de la augusta Merlin. El fragmento de memoria-tan frágil, tan escueto, tan melancólico-recorte que nunca llegó a integrar el texto final-se convertía en símbolo de la existencia de la autora. ¿Dónde quedaron los originales de sus cartas, memorias, ensayos de  canto, la biografía de Madame Malinbran?  En vez de un tesoro de referencias, como esperaba encontrar, hallé letras selladas en el frío transparente de la micropelícula, ausencias entre la apretada letra del pérfido Philarète.  Sólo quedaba una pista, entonces, la que conducía al 
cementerio Père Lachaise, y recorrida antes por Figarola Caneda, al descubrir la tumba de Merlin entre sus antepasados. 
     En compañía de Carmen Vázquez, asidua investigadora y editora del tumba de la Condesa de Merlin (foto de Adriana Méndez)segundo volumen de memorias, caminamos una tarde de lluvia entre los panteones románticos del Père Lachaise. Seguimos las indicaciones trazadas por Figarola Caneda-Chemin Perrignon, Division 43-la tercera tumba, a la derecha, debería contener el noble reposo de Mercedes Merlin.  Pero donde Figarola Caneda encontró una verja de hierro en torno a una lápida antigua, nosotras encontramos-una tumba sin nombre, un bloque rectangular de mármol grisáceo, que no indicaba…. nada! ¿Era ésta una tumba renovada por su familia? Quizás por los descendientes de la familia Lobo, de Miami, quienes quisieron brindarle un renovado homenaje, opinaba Carmen. O, al contrario, ¿se había vendido el lote a alguna familia parisina? Era improbable que algún cuerpo yaciera ahí, puesto que la tumba carecía de inscripción, fecha, u otro indicio de un tumbas-monumentos de O'Farrill y de su esposa (foto de Adriana Méndez)entierro reciente.  Pero Carmen Vázquez aseguró que este sitio era el mismo indicado por Figarola Caneda, ya que a mano derecha seguían en pie las severas tumbas/monumento de Don Gonzalo O'Farrill (tío de Teresa Montalvo, quien acogió a la famila de los Jaruco en Madrid) y su esposa, inscrita la primera con esta espartana ficha de identidad: 

Ci-gît 
Don Gonzalo O'Farrill 
Lieutenant Général 
Des Armées de S.M.C. 
Son Ancien Ministre de la Guerre 
Né à La Havane 
Le 22 janvier 1754 
Décédé à Paris 
Le 9 juillet 1831 

     Carmen y yo rendimos un minuto de silencio en memoria de la que ha sido objeto de admiración e inspiración, y proseguimos el camino, esta vez en búsqueda de otras pistas posibles.  Por el Chemin de Chèvres del mismo Père Lachaise (Division 29), había encontrado una imponente tumba/munumento dedicada a la memoria de Martin de Thionville (1762-1833), pero las fechas no coincidían con las de Antoine-Cristophe (1771-1839). ¿Dónde se encuentra el famoso general?  ¿Y dónde están enterrados los cuatro hijos de la pareja?  A pesar de sus bien intencionados biógrafos, la vida de Mercedes Santa Cruz y Montalvo sigue envuelta en el velo del misterio. Si antes su tumba carecía de epitafio,  ahora carece de nombre; su historia evoca las impresiones del Viaje, cuando visita la casa de la viuda Montalvo, y recorre nuevamente el espacio de la infancia: "¡Ah! ¿dónde está  mi padre? Yo no hallo mas que un monton de piedras sin vida, y un recuerdo eterno." Pero más que un "eterno recuerdo," los pasos de la Condesa de Merlin siguen irremediablemente perdidos. Esta breve ficha aspira al menos reconstruir un esbozo de memoria. 

* Dedico este ensayo a los cubanos de Francia, por la cálida acogida que me brindaron en París

1) Roberto Ignacio Díaz: "Paratextual Snow, or, The Threshold of Mercedes Merlin," Colby Quarterly, 32, no. 4 (December 1996): 237-254. 
2) La Condesa de Merlin, Viaje a la Habana (Madrid: Imprenta de la Sociedad Literaria y Tipográfica, 1844), 6. (Nota:,el artículo va en minúsculas para indicar el nombre de la capital en el siglo diecinueve.  No sólo corresponde a la ortografía arcaica de la edición príncipe, sino que  sirve para diferenciar esta obra del cuento titular y colección de Reinaldo Arenas, Viaje a La Habana (Madrid: 1990). Para una reciente lectura del lugar del Padre como estructura psicoanalítica en Arenas, véase Jorge Olivares, "¿Por qué llora Reinaldo Arenas?" MLN, vol. 115 (no. 2) (marzo 2000), especialmente pp. 279-293. 
3) Correspondencia íntima de la Condesa de Merlin, editada por Emilia Boxhorn. Traducción Boris Bureba (Madrid y París: Industrial Gráfica Reyes, 1928). 
4) Mss. #1306, n.a.fr., fol. 86.  La ubicación en la Richelieu está plagada de errores: aquí aparece como Merlin, María de los Mercedes de Jaruco, cantatrice, y el título sencillamente como Mes premières années
5) Souvenirs et mémoires de Madame la Comtesse Merlin (París: Mercure de France, 1990), edición de Carmen Vázquez. 
6) Domingo Figarola Caneda, La Condesa de Merlin. María de la Merced Santa Cruz y Montalvo (Paris: Ed. Excelsior, 1928), 66, 69. 
7) Ibid
8) Merlin, Carta III, Viaje a la Habana, 27. 
 

Habaneras 

Mariana Gumá Montalvo 

Para Mari y Camila 

     Es uno de esos fantasmas familiares que no cesan de perseguirla a una desde que abre sus ojos al mundo. Casi desde la cuna mi madre me habló de ella con orgullo, quizá con algo de envidia. No puedo decir que mi vida fue moldeada a su imagen y semejanza, aunque siempre me he preguntado si mi inclinación a la literatura y posteriormente mis pininos al escribir en una edad madura, no están íntimamente relacionados con su imagen, con su vida, con el hecho de que fue la primera escritora cubana y comparte Condesa de Merlinconmigo lazos de sangre.  El cinco de febrero habría cumplido doscientos once años si el hombre hubiera inventado la píldora de la inmortalidad, como lo ha hecho con la de la potencia sexual, o recientemente la de la obesidad. No, la Condesa de Merlín descansa, sin que nadie interrumpa su sueño, en el hermoso Pére Lachaise de París. Sin embargo, dejó sus vivencias, reflejos de una vida personal e intelectual de gran intensidad, plasmadas en varios libros .  Europa se conmocionaba con la Revolución Francesa cuando María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo nacía en La Habana en el seno de una familia perteneciente a la más rancia nobleza española. Don Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, su padre, era el tercer poseedor del título de Conde de San Juan de Jaruco. Tenía quince años cuando se casó con María Teresa Montalvo y O´Farrill, hija del Conde de Casa Montalvo, que apenas llegaba a los doce y pertenecía como él a una familia muy encumbrada. Sus primeros doce años, que darían más tarde nombre a su primer libro, dejan en la joven criolla una profunda huella. Años después, instalada en Francia daría fe de ello al escribir: ¨Francia, mi madre adoptiva, no ha cambiado nada, no ha disminuido este ardiente afecto por mi país....¨ Desde sus primeros años había vivido Mercedes bajo el tierno cuidado de ¨Mamita¨ su bisabuela materna, luego de que sus padres, siendo ella muy pequeña, viajaran a Italia para establecerse después en Madrid. La anciana consentía en todo a la niña que era de temperamento inquieto e inteligencia despierta. Desde muy temprano mostró Mercedes los gestos y tendencias que la caracterizaron toda su vida. Sus alardes tempranos de independencia despertaron el desagrado de su abuela paterna, rígida matrona, a la que alarmaban las tendencias, según ella, ¨peligrosísimas¨ de su nieta,por lo que aconsejó su internación en el Convento de Santa Clara. Mercedes sintió entonces  el dolor del encierro entre las paredes del colegio de las Clarisas, de donde escapó a los doce años, hecho inaudito para aquella época y que nos proporciona un atisbo de lo que luego sería su carácter. De este episodio nacería otro libro llamado ¨Sor Inés¨, en homenaje a la monja que la ayudó a escapar. 
     En la casa de sus padres, los Condes de Jaruco, se reunía la flor y nata de la Colonia y a ella acudían visitantes ilustres, como el duque de Orléans, que habría de convertirse en Luis Felipe I Rey de Francia y el igualmente ilustre Barón de Humboldt entre otros. De allí, presumiblemente tomó Casa de los Condes de Jaruco (Plaza Vieja)Mercedes su gusto por las tertulias y veladas culturales que organizaría con éxito, años más tarde, en sus salones de la Rue de Bondy en Paris. 
     Con escasos trece años partió Mercedes a Madrid con su padre ,que fue a recogerla a La Habana, para reencontrarse con una madre a la que apenas conocía y tres hermanos a los que no había visto jamás. El día que dejó La Habana, en la fragata "Almirante", de la escuadra del Almirante Gravina, quien muriera gloriosamente tres años después en la batalla de Trafalgar, un terrible incendio destruyó gran parte del barrio de Jesús María en la capital habanera. Al aludir a esa coincidencia,  Mercedes habría dicho que "las llamas eran luminarias fantásticas con que la despidieron los habaneros." 
     Su familia brillaba con luz propia en las cortes españolas donde el conde de Jaruco fue designado gentilhombre de cámara de Carlos IV y más tarde Caballero de la Orden de Calatrava y donde su madre, María Teresa Montalvo, reunía en sus salones a personajes destacados en el mundo de las artes y la política, como los poetas Moratín, Arriaza y Quintana, el Ministro Manuel Godoy, de quien se rumoraba gozaba de los favores íntimos de la Reina María Luisa, José Miguel de Asanza, quien fue Virrey de México y ministro de Carlos IV. En esos mismos salones el pintor de moda Francisco de Goya y Lucientes, exhibía sus famosos " Caprichos" . 
     La madre espera con ansiedad el arribo de la hija criolla que no ha visto crecer  y el encuentro de las dos mujeres es relatado por la propia Mercedes: ....¨ ¡Qué hermosa me pareció!!!.. ¿Quién hubiera podido mirarla sin conmoverse?...Su porte era majestuoso, sus facciones perfectas... Mi alegría y mi tristeza dependían de una mirada suya...Creo que su espíritu vela sobre mí como una segunda conciencia...." 
     Mercedes, la joven habanera rebelde, sufre al tener que someterse a las torturas del " corset" y las " botas" entonces tan de moda. La contemplación de la nieve en el frío invierno madrileño la hace evocar con nostalgia las tibias tardes de su trópico tan querido....Y le duele mucho la frialdad con que su maestro de pintura, Francisco de Goya y Lucientes, recibe bocetos suyos que le muestra  su madre. El creador de " La Maja Desnuda" a guisa de consuelo le dice esta frase profética: "Como pintora posiblemente no alcanzarás la gloria, pero como mujer llegarás muy lejos". 
     Teresa Montalvo, la madre, despliega en sus tertulias belleza , inteligencia y ¿por qué no?, ambiciones políticas, cualidades que no le son perdonadas y que dan pábulo a chismes virulentos. De ella diría Lady Holland, que a la sazón residía en Madrid, en su libro Mi viaje por España:  " Hermosa habanera, en extremo voluptuosa, que vive entregada por completo a la pasión del amor".... 
     La historia no se detiene, Napoleón invade España e impone a su hermano José, al que el pueblo  ha puesto el mote burlón de" Pepe Botella", como nuevo Rey. Teresa, que está sola de nuevo, pues su marido ha debido viajar a La Habana para vigilar sus intereses, se refugia con sus hijos en casa de su tío, el General O'Farrill, quien había ocupado importantes cargos en la corte borbónica de Carlos IV. El Conde de Jaruco muere de hidropesía en la Habana, lleno de deudas y desilusionado al ver fracasar todos sus proyectos. Pero La vida sigue su curso. El General O'Farrill es designado Ministro de la Guerra por el nuevo soberano y al poco tiempo la hermosa viuda  es presentada a José Bonaparte junto con sus hijos.  La maledicencia de la corte circula entonces el rumor de que el nuevo rey le ayuda a sobrellevar las penas de su viudez... Lo cierto es que el coche real se ve diariamente a la puerta o en las inmediaciones de la casa de Teresa Montalvo. El Rey José se siente hechizado por los encantos de la hermosa habanera, que es a la vez, dulce amiga, sabia consejera con la que cambia impresiones acerca de los negocios públicos y la mujer hábil que lo pone al día sobre  los personajes de la corte española a quienes tan bien conoce. La condesa es inteligente y tiene aptitudes políticas innatas. La esposa de José, Julia Clary, hermana de Deseada, quien fuera novia de Napoleón y luego casada con el Mariscal Bernadotte y Reina de Suecia, se siente lastimada al conocer las intimidades de su marido con la bella criolla y decide no viajar a España a reunirse con él.  Es evidente el ascendiente de Teresa Montalvo sobre el nuevo Rey... Las entrevistas diarias de los amantes se llevan a cabo en el alegre jardín de la casa de la Calle del Clavel Nro. 3 regalo de Pepe Botella a la Condesa de Jaruco. Allí Teresa Montalvo le aconseja sabias medidas de gobierno en las difíciles circunstancias que lo rodean.  Allí le anima en sus planes de embellecer Madrid con nuevos parques y paseos. 
     No le faltaron pretendientes a Mercedes. A los catorce años la pidió en matrimonio el Marqués de Serrano, a quien rechazó, ya señalada la fecha del enlace, al darse cuenta  de sus defectos. El último de sus adoradores desdeñados, poco antes de su matrimonio fue el Mariscal Sebastiani, corso de nacimiento y uno de los favoritos de Napoleón, quien, a pesar del desdén de la muchacha, se mantuvo a lo largo de los años como un fiel y constante amigo. 
     Era tal la intimidad de José Bonaparte con la familia cubana que decidió casar a Mercedes con su General más querido, Cristóbal Antonio Merlin de Thionville, al que hizo conde para que la joven pudiera ostentar en adelante un título nobiliario propio. A pesar de ser un matrimonio impuesto por el Rey, Mercedes no rechazó al atlético lorenés que fue de su agrado. Aunque le doblaba la edad y no poseía  origen noble, era un intrépido oficial de facciones enérgicas y mirada dulce. Poseedor de una brillante historia militar, era amigo muy estimado de José y del propio Napoleón.. El General Merlín vió a Mercedes por vez primera en la Cartuja de Burgos y quedó  impresionado por su belleza. No hay duda que la joven cubana amó con pasión a su marido. Prueba de ello son las cartas que le envió cuando aquel se hallaba en campaña contra los españoles empeñados en la restauración borbónica. Son cartas llenas de amor salpicadas de un ingenuo erotismo: ¨No hay una sola palabra en tu carta que no llegue al fondo de mi alma. Te aseguro que si no estoy encinta, lo estaré muy pronto, a tu regreso...¨ 
     Eran tiempos de turbulencia y en especial dolorosos para Mercedes. En 1809 muere Teresa Montalvo, su madre y confidente. Entonces nace su primera hija a la que llama Teresa en recuerdo de la abuela muerta. Con la niña en brazos debe abandonar España en el convoy que el 10 de agosto de 1812 sale de Madrid a Valencia y de esta ciudad a Zaragoza. Su casa en Madrid, se entera Mercedes por  Casimira, su criada favorita, ha sido ocupada por el  Príncipe de Orange, uno de los jefes militares a las órdenes de Wellington, quien se apodera de una miniatura suya abandonada, en recuerdo de la hermosa ama de casa. 
     Un viaje lleno de vicisitudes..... Mercedes llega finalmente a París. En el camino ha contemplado escenas terribles y a pesar de ser catalogada como ¨afrancesada¨ no puede sustraerse ante la visión de unos españoles que defienden con lo que tienen a mano, su país y su libertad. Al llegar a la capital francesa tiene Mercedes un rasgo que la enaltece como ser humano. En sus días de grandeza, la Emperatriz Josefina, criolla como ella, había tenido muchas deferencias para la Condesa y los suyos. Divorciada de Napoleón,  vivía en su retiro de la Malmaison. Una elemental cortesía  obligaba a la cubana a presentarse a Las Tullerías para ofrecer sus respetos a la antipática Emperatriz María Luisa, una de las figuras históricas más repulsivas y quien no supo estar a la altura del hombre excepcional que la escogió por esposa. El matrimonio con ella fue uno de los errores no confesados del cautivo de Santa Elena. Mercedes cumpliría con el protocolo, pero antes visitaría a Josefina, quien le confiesa  los temores que la embargan. Su intuición le hace presentir el fin del Imperio y las consiguientes desgracias de la familia Bonaparte. En efecto es el ocaso de la estrella napoleónica. Llegaba al fin la gloriosa carrera del genio de la guerra que, durante años, tuvo en sus manos los destinos de Europa. 
     José Bonaparte, al perder el trono de España quiere mantener en Francia el boato de su corte española. Los Condes de Merlin están entre sus cortesanos. Mercedes ha dejado atrás a la sensual jovencita que brillaba en el aristocrático salón de la Condesa de Jaruco y a la ingenua esposa del General Merlin al que dirigía ardientes cartas de amor....En su lugar emerge una vigorosa personalidad que la hace destacarse y la convierte en el centro de un círculo social propio. Ya nada queda de la joven ingenua y coqueta que ha salido fugitiva de España. Unos pocos años logran el milagro de su transformación en una mujer segura de si misma que se acostumbra rápido a dirigir su casa y su vida, ante las continuas ausencias del General Merlin. Posee las cualidades necesarias que necesita una mujer inteligente para triunfar: fe en el éxito, confianza en sus  potencialidades y seguridad en sus juicios. 
     Ocurre la derrota de Napoleón y la criolla es testigo de la entrada en París de Luis XVIII. Luego reina Carlos X y durante estos dos reinados borbónicos  los Merlin deben retraerse debido al origen bonapartista del General. Madame la Condesa participa en soirées y veladas culturales donde deja escuchar su bella voz, que ha educado con diferentes maestros de canto.  En Ginebra actúa en un concierto a beneficio de los griegos, víctimas de la dominación turca. Su voz de timbre impecable es una revelación para los asistentes. Esto, unido a su belleza le consiguen un triunfo rotundo. Chateaubriand le escribe a Mme Récamier, que la Condesa de Merlin se ha negado a cantar en casa del Embajador de Austria en Roma y a la siguiente semana ha cantado en su casa, lo que lo ponía muy orgulloso. Al hablar de ella el gran escritor la llamaba ¨la más bella mujer¨. Su posición de mujer rica y aristócrata impidió su dedicación plena al arte del bel canto. Sólo podía escuchársele en su casa, en fiestas de ¨dillettanti¨ o en veladas de caridad.  Al respecto dice la Condesa de Bassaville: ¨en los días de concierto, Rossini ocupaba el piano y cantaban la Condesa de Merlin, su amiga María Malibran, la Condesa de Sparre y otros. ¨ 
     No obstante,  las circunstancias no eran propicias para que la habanera encontrara una buena acogida en los altos círculos de la nueva corte, al ser esposa de uno de los generales más estimados del vencido de Waterloo. Sin embargo, la Condesa no se resignaba con facilidad a una vida de oscuridad social. Como buena hija de Teresa Montalvo, era una perfecta mujer de sociedad, lo que hoy conocemos como una ¨socialité¨. Si no tenía entrada en la corte, era muy capaz de formar ¨su propia corte¨. Y así fue. Mercedes decidió abrir su salón en Paris, tarea por demás difícil ya que al ser una extranjera recién llegada, tenía pocas probabilidades de éxito. Así y todo logró un rotundo triunfo. Muy pronto su cultura, su talento artístico y el prestigio de su belleza le abrieron paso. París había caido por fin a sus pies..... A sus salones concurrían las jóvenes glorias del romanticismo francés: Víctor Hugo,  De Musset, George Sand, Dumas, Lamartine, Sainte Beuve enamorado platónico de Mercedes, Balzac,de quien se afirma dedicó su primera novela ¨Los Marana¨ a la beldad cubana; Rossini un íntimo asiduo, la Malibran, la Grisi; los generales La Fayette, Foy, Sebastiani y Lamarque; El Duque de Gaeta, el Conde D'Orsay, Custine, Ballincourt. La Princesa de Caraman Chimay, antes Mme Tallien, que vivía en Bélgica, era visita obligada de los salones de la ¨belle créole¨ durante sus viajes a Paris. Los personajes españoles que concurrían a estos salones eran la Duquesa de Híjar, los Marqueses de las Marismas, Martínez de la Rosa y otros más. Los cubanos distinguidos que llegaban a la ¨Ciudad Luz¨ eran siempre bien recibidos por la Condesa: Fueron amigos suyos: José Antonio Saco, Domingo del Monte y el Marqués de Montelo entre otros. En su libro ¨Los Salones de París¨, Sofía Gay considera el de la Condesa de Merlin en primer línea, después del de Josefina y por encima del de la Duquesa de Dino, sobrina de Talleyrand. Allí tuvo lugar la presentación de María Malibran,. En el salón de la Merlin fue el inicio de la gran diva. La intensa vida social de la Condesa tuvo un paréntesis doloroso al morir su marido, el General Merlin. La última etapa de su vida había comenzado. Una etapa en la que su estrella, comenzó a eclipsarse. 
     Desde hacía muchos años Mercedes tenía grandes deseos de visitar su patria para volver a ver los lugares que en que habían transcurrido los primeros años de su vida . Hay algunos biógrafos que aseveran que Mercedes ya veía muy mermados sus ingresos y que con ese viaje pretendía buscar dinero para revitalizar su economía. Hay quienes dicen que además la habanera tenía como finalidad tomar apuntes para su próximo libro, su más amplia aventura literaria, donde intentaría presentar el estado político, social y económico de una colonia española en América. Y en efecto en 1844 salió editada en París La Havane, por Madame la Comtesse Merlin, compuesta por tres tomos. Esta obra, la más ambiciosa de la autora cubana, fue escrita en forma de cartas dirigidas a personalidades ilustres de la época. En ese mismo año, saldría en Madrid, en español ¨Viaje a La Habana¨, precedido de una biografía de la Condesa por Gertrudis Gómez de Avellaneda. Durante su estancia en Cuba ,Mercedes fue muy agasajada por sus compatriotas. Varios poetas le dedicaron sus composiciones, entre ellas, ésta del mulato ¨Plácido¨, Gabriel de la Concepción Valdés: 

        Si al Ser Supremo conceder no plugo 
  A la patria dichosa de Varela 
  Un Virgilio, un Byron, un Víctor Hugo, 
   cuando el acento mágico resuena 
        de la noble Merlin y su laureada frente 
  se ostenta de atractivos llena, 
  ni al Támesis ni al Po debemos nada, 
  nada tenemos que envidiar al Sena. 

     Mercedes Santa Cruz brilló con luz propia en sus salones de París. Era mujer que despertaba ardientes pasiones. Mauricio de Ballincourt, el Marqués de Custine, el Príncipe Jerónimo Bonaparte, sobrino del Emperador, fueron algunos de los hombres que la amaron. Con este último estuvo a punto de casarse. Sin embargo, la cubana rechazó entrar a la familia Bonaparte, consciente de que una diferencia de edades tan acentuada no harían esa unión muy placentera. Además ya había entrado en su vida el hombre al que dedicaría toda su pasión de mujer madura. 
Víctor Eufemio Philaréte Chasles, diez años menor que Mercedes, fue un afanoso estudiante obligado, por los cambios políticos de la época, a trabajar desde temprana edad como tipógrafo. Al verse involucrado en una conspiración antibonapartista, conoció la cárcel muy joven. Logró salir gracias a la intervención de Chateaubriand. A su regreso a Francia colaboró en ¨Le Drapeau Blanc¨, donde publicó algunos comentarios sobre ¨La Havane¨. Este personaje habría de ejercer una influencia decisiva en la vida de la Condesa. Mercedes está en plena madurez cuando conoce a Chasles. Sus hijos ya se han casado y ella es demasiado bella, demasiado joven aún para conformarse sólo con el pasivo papel de abuela. Es capaz aún de inspirar pasiones, la soledad íntima le produce terror así que no es extraño que caiga en brazos de este personaje mediocre cuyos delirios de grandeza no alcanzan a hacerle traspasar el umbral de la fama. 
     Chasles ve en Mercedes el puente para acceder a los círculos aristocráticos en que se mueve la habanera. Su aproximación a una mujer tan renombrada es el medio para hacer resurgir su prestigio tan decaido en los últimos tiempos. Ella, a su vez, necesita un afecto, un confidente, alguien a quien querer y que la quiera. Necesita un hombre..... y cree encontrarlo en este sombrío personaje que  poco a poco se va ganando su confianza primero, luego su simpatía , para finalmente ganarse su amor. Sin embargo la dicha le dura poco a Mercedes. No tarda mucho en darse cuenta de los innumerables defectos del hombre al que le ha entregado todo. Aún así su pasión no cede. Cree que lo puede cambiar a pesar de que ¨ Víctor ¨, como lo llama en la intimidad, hace todo lo posible por herirla, por someterla a todo tipo de humillaciones.... El intercambio epistolar entre los amantes es prueba de la pasión desesperada de esta mujer que en su plena madurez se aferra al que será su último amor. Habría que preguntarse ¿Por qué Mercedes, acostumbrada a ser el centro de las atenciones, a recibir todo tipo de elogios y galanterías de los hombres a su alrededor, ha hecho una elección tan poco acertada? Quizá la respuesta esté en ella misma. La Condesa era una fatalista convencida. Alguien que creía ciegamente en el destino. Entonces podremos adivinar que para ella la intervención de Chasles en su vida, estaba escrita de antemano, por ello no reaccionaba contra sus exigencias y majaderías y soportaba con resignación sus desplantes.... Dos frases atribuidas a Mercedes nos aclaran el punto: ¨Cierta atracción nos impulsa. Nadie escapa a su propio destino¨.... 
     Poco a poco Mercedes ha puesto el manejo de sus bienes en manos de Chasles. Su hacienda disminuye bajo la pésima administración del amante que logra dejarla prácticamente en la ruina. Es entonces que la cubana debe apelar a la pluma para poder subsistir. Por indiscreciones de Próspero Merimée, que no la quería bien y le regateaba sus méritos literarios, se ha sabido que escribía novelas ocultando su nombre, las que se vendían muy bien. Mientras tanto sus relaciones con Chasles se van enfriando. Entonces, Philaréte se ve envuelto en un proceso escandaloso en relación con unas letras de cambio y va a la cárcel. Mercedes se siente abochornada. Su nombre se ve enlodado junto al del filósofo. Por otro lado siente una infinita angustia por la situación de su amante y quiere salvarlo.  Sin dinero, se acuerda de que treinta años atrás, al huir de España, ha perdido algunos bienes. Decide reclamarlos y así  salvar de las rejas a su amante. Y a España viaja. Sin embargo a pesar de ser recibida con los mayores honores por los Ministros de la Reina Isabel II, se tiene que regresar en la diligencia sin los cuarenta y tres mil pesos que pensaba obtener del viaje. 
     Con la libertad de Chasles la calma pareció haber vuelto a los amantes. Más no por mucho tiempo. El renovado entusiasmo de Mercedes no coincidía con la cada vez mayor frialdad de Philaréte , quien había sacado ya todo el provecho posible de la Condesa . Incluso le guardaba rencor por no haberle servido para su deseada ascensión al Olimpo de los oderosos.... Entonces, desvía su artillería hacia la Baronesa de Presles su próxima víctima. El golpe fue mortal para Mercedes . Decidió marcharse al Castillo de Amboise con su hija y sus nietos. A pesar de su temple la herida era muy profunda y no pudo hallar en sí misma las fuerzas necesarias para enfrentar esta última prueba. Su salud se deterioró al cabo de algunos meses. Aún así su entereza de ánimo la hizo esperar serenamente la muerte que llegó el 13 de marzo de 1852. Fue enterrada en el cementerio Pére Lachaise de París. En su libro De Merlín a Carpentier, Salvador Bueno, escritor cubano, ha dicho de la Condesa: 

¨Cuando atisbamos en la trayectoria vital de María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, escritora habanera de expresión francesa, constatamos el desenvolvimiento de una rica personalidad. Esta personalidad la advertimos en las radiaciones de su vivir mundano que dio fama a su salón de reuniones y a sus magníficas interpretaciones musicales, y en los muchos matices que observamos en sus cartas íntimas como en sus obras literarias forjadas con sus recuerdos y nostalgias de infancia y adolescencia... ..... En esas obras, siempre amenas predomina una cálida imaginación...... .... El lugar destacado que ocupó en los círculos exclusivos de las clases dominantes francesas , revela que no era una improvisada ni una advenediza.... ..... Como personalidad humana poseía rasgos que la sitúan en lugar destacado entre las mujeres notables del siglo XIX.¨