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Tres causas de atraso

    El completo y armónico desenvolvimiento de sus facultades físicas y morales es el fin del hombre. Inútilmente aquéllas si les falta el vigor necesario para ser empleadas, el hombre no cumple con su misión cuando por cualquiera causa no puede desarrollar toda su actividad; y ésta no se tiene sólo a condición de mantener sana el alma y vigoroso el cuerpo.
    Una y otra cosa son imposibles, si no les repartimos con equidad nuestra atención y nuestros cuidados; si obedecemos ciegamente a las exigencias de la materia, como si nos abstraemos y queremos prescindir de ella, nos alejamos del buen camino que debe guiarnos en la vida; en esa misteriosa asociación que se llama hombre, el alma necesita del cuerpo para manifestarse, como éste sin aquélla no se distinguiría del resto de la materia organizada.
    La influencia que la organización física ejerce sobre la moral es de una evidencia tan notable; que sin caer en las generalizaciones de Gall, bien podemos afirmar que existe; cuando la armonía, belleza, proporciones de los órganos faltan, cuando su desarrollo se detiene en algún sujeto, lo encontramos dominado por malas pasiones, inclinado al vicio, irascible, como lo observamos en nosotros mismos, cuando una ligera enfermedad nos molesta; recordemos como cambia entonces el carácter, como nos tornamos díscolos, todo nos estorba, cometemos inconveniencias, gracias a la pasajera molestia que nos ocasiona un órgano enfermo.
    Así también un escaso desarrollo intelectual, una educación mal dirigida o viciosa motiva el empobrecimiento físico, lógica consecuencia que hemos de emprender en cuanto recordemos que el hombre no tiene tan desarrollado el instinto como los demás animales, por lo mismo que le ha sido entregada un arma tan poderosa como la razón; y claro es que si ésta no se educa convenientemente, se corre el riesgo de ser arrastrado por las inclinaciones puramente animales, con la desventaja de carecer de la potencia de instinto que tienen aquéllos para velar por la conservación de su organismo; no es pues extraño ver encenegadas en los vicios, a las personas de educación moral dudosa, al mismo tiempo que descubrimos en ellas una miseria orgánica en virtud de la cual resisten mal todas sus enfermedades y están más dispuestas que las demás a adquirirlas.
    Es pues preciso convenir en que el hombre debe prestar igual atención y cuidado al espíritu y a la materia para ser útil a la sociedad en que vive; ésta por sus delegados debe a su vez velar para que todos los miembros que la componen estén armónicamente constituidos, corrigiendo los vicios que perturben su desarrollo moral y físico. Porque encontramos hábitos perniciosos en la vida de nuestros jornaleros, que son perjudiciales a su salud, por que los creeemos concausa[sic] de muchos males y graves en su moral, por que tenemos la convicción de que todos estamos interesados en estudiar estos problemas que nos afectan tan indirectamente para el porvenir, es por lo que nos hemos decidido a abordar, ya que ligeramente, el asunto que va a ocuparnos; lo haremos bajo el punto de vista higiénico, en la esperanza de llamar sobre él la atención de otras personas.
    La estadística de Puerto-Rico nos enseña que este pequeño rincón de la Tierra tiene una población tan densa cuanto es posible. Es claro que, cuando un país acrece su población de la manera rápida que el nuestro lo ha verificado, debemos suponer que las condiciones más favorables rodean a sus habitantes.
    Esto sentado, es ilógico por nuestra parte querer encontrar en esa misma población que tan feliz debe ser una causa de infelicidad cualquiera, siquier[sic] ésta se refiera a la salud; porque en efecto, sin hombres vigorosos, sanos, la multiplicación de la especie debería retardarse; y sin embargo en Puerto-Rico y apesar de ser exactísimo el referido y notable aumento de sus habitantes, gran número de éstos, muchos, más de los que nos podemos imaginar, la gran mayoría de la clase proletaria, de las poblaciones y del campo está enferma; la anemia es la enfermedad, gravísimos los efectos que ocasiona y evidentes las causas que la producen.
    Prescindamos de las condiciones generales de clima que a todos nos afectan, por causa de las cuales todos sufrimos un poco, pero que el hombre, ser cosmopolita, soporta fácilmente y está obligado a combatir; además de esto influyen entre otras en el modo de ser de la clase pobre, tres grandes causas: la habitación, el vestido y el alimento.
    La primera, en poblaciones como la Capital, carece de luz y de aire suficiente, es húmeda, infecta, etc., cualidades todas que obran destruyendo el organismo a causa del empobrecimiento de la sangre a que tan malas influencias disponen; en el campo, carece de solidez, la casa peca por demasiado ventilada, pues que la separación de las tablas del piso y de las paredes permite penetrar libremente al aire, así como la lluvia encuentra fácil entrada por las mal dispuestas cobijas. Es evidente que en la construcción de la casa del pobre, tanto en las poblaciones como en el campo, se descuidan las nociones más elementales de la higiene: este es un hecho lamentable bajo el punto de vista de la salud, y que dice muy poco y muy desfavorablemente del progreso de los que en ellas moran y aun de los que miran con indiferencia estas cosas sin trabajar con fe hasta encontrar remedio al mal. Hágase del hogar del pobre, no una habitación de lujo, sino una habitación higiénica, y éste se encontrará mejor en su humilde casa que fuera de ella; facilítese al proletario el medio de llegar por sus esfuerzos a tener mejor vivienda, y despertándolo del lamentable letargo en que está, encontrándose rodeado de otros elementos, viendo otro campo desconocido hasta entonces a sus ambiciones, cambiará por completo su modo de ser actual, y en su virtud, no le satisfará tan mísero albergue. (continuará)

La Salud, San Juan, Puerto Rico. Año I. Octubre 7, 1883  n.4, p. 49 - 52.





Breves consideraciones sobre el uso del corsé

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     A la mujer, la cara mitad del hombre, el ser privilegiado de la creación, se ha dicho muy poco de lo que debe hacer para conservar la salud, y se le ha hablado bastante de lo que tiene que practicar para presentarse hermosa ante el hombre; se ha sometido ciegamente a los despóticos caprichos de la moda, a la que la generalidad rinde un culto exagerado, sin detenerse a reflexionar en los perjuicios que le ocasionan algunas de ellas, no solamente a sí misma[sic], sino muchas veces a sus infortunados hijos.
     En breves renglones haremos ver los males que dimanan de someterse a una moda que por la compresión que ejerce sobre órganos importantes de la vida, imposibilita sus movimientos y perturba las funciones a ellos encomendadas, originando gran número de enfermedades, algunas de bastante consideración, que deben tenerse en cuenta, a fin de que cesando o moderando su uso, eviten el peligro a que se exponen. El corsé de que tanto se abusa hoy, es completamente opuesto a las reglas de la higiene.
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    Lo que más estrañeza me causa es que las mujeres usen el corsé encontrándose embarazadas y en un período adelantado de la gestación, sin duda con el objeto de disimular algo el estado en que se encuentran. El uso del corsé en las mujeres en cinta[sic] acarrea considerables males no sólo a ella[sic] sino también y muy principalmente al producto de la concepción. […]
    Aun suponiendo que el embarazo llegase a su término natural, el niño tendrá que ser mal constituido; pues ¿qué niños han de nacer de un seno comprimido por el férreo corsé? Nacerán seres raquíticos, escrofulosos, débiles enfermizos, y sus órganos no podrán desempeñar bien las funciones que les están encomendadas, pues no han podido adquirir el desarrollo necesario.
    Aquellos hombres fuertes de los tiempos antiguos, que luchaban brazo a brazo y que llevaban sobre sus hombros armaduras de acero, que muchos hoy no podrían tan siquiera levantar del suelo, esos hombres no eran hijos de madres deformadas por el corsé.
    Los trescientos hombres que en las Termópilas detuvieron la invasión del Asia que amenazaba la Europa entera, estamos en la íntima convicción, habrían carecido de toda la energía física y moral que tuvieron si en el claustro materno hubieran sufrido una compresión que detuviera su natural desarrollo.
    Es costumbre someter a la niña desde antes de cumplir los siete años a las torturas de dicha prenda, a fin de que al rayar en los quince, ostente un cuerpo esbelto y elegante. Error funesto. Esa niña será mucho más hermosa, si no usa el corsé hasta que haya crecido y desarrollado sus órganos en completa libertad.
    El corsé ha sido objeto de justas persecuciones; escritores de reconocida reputación le han hecho cruda guerra y José II prohibió terminantemente el uso de tal prenda en todos sus dominios.
    Soemmering, que tuvo la ocurrencia de representar el talle de una mujer a la moderna, y a su lado una Venus de Médecis, hizo resaltar la deformidad de la primera. Las mujeres, dice Monlau, prefieren estropearse el cuerpo, antes que aparecer con su talle natural.
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Mayagüez        Dr. Travieso

La Salud, San Juan, Puerto Rico. Año I. Octubre 7, 1883  n.4, p. 61 - 63

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