Homenaje de

  La Habana Elegante

     a José de la Luz y Caballero (1800-2000)

 
José de la Luz y Caballero (La Habana 1800-1862)   La sección Bustos y Rimas (título del último libro--y publicado póstumamente--de Julián del Casal) está dedicada a homenajes y conmemoraciones. La Habana Elegante dedicará esta sección durante todo el año 2000 a José de la Luz y Caballero con motivo de celebrarse el bicentenario de su nacimiento. 
José de la luz y Caballero nació en La Habana el 11 de julio de 1800 y murió el 22 de agosto de 1862.  Graduado de Bachiller en Filosofía (1817), prosiguió en el Colegio Seminario de San Carlos bajo la dirección del Pbro. José Agustín Caballero, tío de su madre, hasta graduarse de Bachiller en Leyes (1820).  Tras abandonar los hábitos, ocupa la cátedra de filosofía del Seminario desde septiembre de 1824.  En 1828 embarca a Estados Unidos y, al año siguiente, hacia Europa.  Conoció a Longfellow, Tiknor, Walter Scott, Cuvier, Michelet, Humboldt, Goethe.
 
 
Adquirió los aparatos e instrumentos para el Gabinete de Física y el Laboratorio Químico del Seminario y publicó en París, bajo el seudónimo de Un habanero, su traducción del Viaje [sic] por Egipto y Siria durante los años de 1783-85 (París, Imp. de J. Didot, 1830. 2 t.), de C. F. Volney.  De regreso a La Habana, colaboró en la Revista Bimestre Cubana (1831-1834) junto con Saco y Del Monte, en El Mensajero [sic] Semanal (New York, 1831), en el Diario de la Habana (1833-1841) y en las Memorias de la Sociedad Patriótica (1838-1841), además de participar en el frustrado proyecto de establecer una Academia Cubana de Literatura.  Inclinado a la enseñanza, presentó un amplio proyecto, también fallido, para la creación de un Instituto Cubano que fuese una escuela práctica de ciencias.  Ordenado el destierro de Saco, fue Luz quien redactó su Representación al general Tacón en 1834.  Se le encargó la dirección del Colegio de San Cristóbal (llamado también de Carraguao), en el cual pidió licencia para inaugurar una cátedra de química y ofreció un curso de filosofía de 1834 a 1835.  Fue vicedirector de la Sociedad Patriótica en 1834 y director en 1838 y en 1840.  Se graduó de abogado en la Audiencia de Puerto Príncipe (1836).  Fue un gran polemista. En 1842 logró revocar la expulsión de la Sociedad Patriótica de David Turnbull, sospechoso a las autoridades por sus ideas abolicionistas.  En 1843 embarcó hacia Nueva York y, más tarde, hacia París.  Regresó en el otoño de 1844 para responder a los cargos sobre su participación en la llamada Conspiración de la Escalera.  Su causa fue sobreseída.  En enero de 1848 fundó el Colegio del Salvador, donde implantó modernos métodos de enseñanza y las famosas "pláticas de los sábados".  Usó los seudónimos Un habanero, El mismo, Fairplay, Un amante de la verdad, El justiciero, Filolézes, El amigo de la juventud, El centinela, Il padre Cristóforo, Un aprendiz de Gall, El escolástico
La presente información ha sido tomada del Diccionario de la literatura cubana (vol.1) p.527-29. I L L de la Academia de Ciencias, Editorial Letras Cubanas (La Habana, 1980) 

JOSE DE LA LUZ

Él, el padre; el silencioso fundador; él, que a solas ardía y centelleaba, y se sofocó el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se le criase de él la juventud con quien se habría de ganar la libertad que sólo brillaría el silencioso fundador...sobre sus huesos; él, que antepuso la obra real a la ostentosa,--y a la gloria de su persona, culpable para hombre que se ve mayor empleo,--prefirió ponerse calladamente, sin que le sospechasen el mérito ojos nimios, de cimiento de la gloria patria; él, que es uno en nuestras almas, y de su sepultura ha cundido por toda nuestra tierra, y la inunda aún con el fuego de su rebeldia y la salud de su caridad; él, que se resignó,--para que Cuba fuese--a parecerle, en su tiempo y después, menos de lo que era; él, que decía al manso Juan Peoli, poniéndole en el hombro la mano flaca y trémula, y en el corazón los ojos profundos, que no podía "sentarse a hacer libros, que son cosa fácil, porque la inquietud intranquiliza y devora, y falta el tiempo para lo más difícil, que es hacer hombres"; él, que de la piedad que regó en vida, ha creado desde su sepulcro, entre los hijos más puros de Cuba, una religión natural y bella, que en sus formas se acomoda a la razón nueva del hombre, y en el bálsamo de su espíritu a la llaga y soberbia de la sociedad cubana; él, el padre,--es desconocido sin razón por los que no tienen ojos con que verlo; y negado a veces por sus propios hijos. 

¿Qué es ver la luz, y celebrarla de lejos, si se la huye de cerca? ¿Qué es saludar la luz, mientras sus rayos tibios adornan flojamente la desidiosa naturaleza, y ponérsele de cancel, en cuanto sale del caos, quemando y sanando, con el brío del sol? ¿Qué es pensar sin obrar, decir sin hacer, desear sin querer? ¿Qué es ver caer la torre deshecha sobre el pueblo amado, y tener al pueblo por la espalda, como la celestina a la novicia dolorosa, para que le caiga mejor la torre encima? ¿Qué es aborrecer al tirano, y vivir a su sombra y a su mesa? ¿Qué es predicar, en voz alta o baja, la revolución, y no componer el pais desgobernado para la revolución que se predica? ¿Qué es gloria verdadera y útil, sino abnegarse, y con la obra silente y continua tener la hoguera henchida de leños, para la hora de la combustión, y el cauce abierto, para cuando la llama se desborde, y el cielo vasto y alto, para que quepa bien la claridad? 

Lo más del hombre, y lo mejor, suele ser, como en José de la Luz, lo que en él sólo ven a derechas quienes como él padezcan y anhelen; porque hoy, como en Grecia, "se necesita ser fuego para comprender el fuego":--o los que oyen aterrados su paso en la sombra. De él fue lo más la idea profética e íntima, que no veía acomodo entre su pueblo sofocado y crecedero-- cercado de la novedad humana, y la nación victimaria, lejana e incapaz, que entrará descompuesta y sin rumbo a su ajuste violento e incompleto con el mundo nuevo-- y consagró la vida entera, escondiéndose de los mismos en que ponía su corazón, a crear hombres rebeldes y cordiales que sacaran a tiempo la patria interrumpida de la nación que la ahoga y corrompe, y le bebe el alma y le clava los vuelos. Los pueblos, injustos en la cólera o el apetito, y crédulos en sus horas de deseo, son infalibles a la larga. Ellos leen lo que no se escribe, y oyen lo que no se habla. Ellos levantan, como el sabueso, al enemigo, aunque use lengua túrgida y sedosa, y descubren la pasión de virtud que se suele ocultar, para servir mejor, en el sacrificio desconocido o en el silencio prudente. Ellos, en los países de desdén y discordia, quieren, con apego de hijo, a los hombres de justicia y amor, --a los que no emplean en herir a sus hermanos dispuestos a morir por su patria la energía que reservan para perpetuar en ella el poder de sus tiranos. Y así ama, con apego de hijo, la patria cubana a José de la Luz. 

Lo que es para los enemigos de Cuba y del libre empleo del alma cubana en la tierra que pueblan insolentes los aventureros que la odian, véase en el párrafo de un discurso de Francisco Santos Guzmán en Cienfuegos.--Y lo que es para los cubanos que le oyeron de cerca la palabra creadora, véase en otro párrafo que publica "Alt Wander" en La Verdad de la Habana.(1

José Martí
Patria, 17 de noviembre de 1894. 

(1) A continuación siguen el párrafo del discurso de Francisco Santos Guzmás y el de "Alt Wander" en La Verdad

Martí, José. Obras Completas: Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975. pp. 271-73. 
 

Un artículo de José de la luz y Caballero

     Dice la introducción del Tomo VI escrita por Raimundo Lazo, profesor de Literatura Cubana de la Universidad: 
"[...] El escrito Sobre las novelas aparece intercalado en una libreta de aforismos, de Luz, con letra que parece ser de José María Zayas, y lleva fecha de 9 de octubre de 1830.  La fecha aclara la motivación del tema, pues coincide con el viaje de Luz por Europa, y más en particular con su viaje por Francia." 

               I

SOBRE LAS NOVELAS

(Manuscrito inédito, octubre 9 de 1830). 

Qae medicamenta non sanant, ferrum sanat; quod ferrum non sanat, ignis sanat.(l) 
HIPÓCRATES. 

 ¡Alzate, Cervantes del siglo XIX, a combatir el estrago de la novela con la cuchilla de la novela! ¿Es posible que nuestro siglo, tan embarazado y tan dolorido, no pueda dar a luz el genio que se necesita para cortar el mal de raíz, el Hércules que abata esta hidra de mil cabezas con su robusta maza? Desde luego es necesario que se escriba de las buenas por los hombres de bien, grandes escritores; pero no basta este primer convencido cooperador, como lo prueban las inimitables cuanto moralísimas novelas de Walter Scott, Miss Edgeforth, Manzoni, Grossi y algunos otros bien intencionados. Son margaritas que se pierden en el inmenso lodazal de esa falange que nos inunda. No hierro, no paños calientes, ha menester esta gangrena, sino el arma acerada del sarcasmo para sonrojar en lo adelante a los que intentaran tomar la pluma en son de novela y en veras de inmoralidad, que desterraría no sólo el gusto por hacerlas, sino el de leerlas. ¿No es mucho más grave este mal en la actualidad, que lo que fue antaño la lectura relativamente inocente de los libros de caballerías?  ¿Acaso no está maduro el tiempo para que surja y se levante el nuevo desfacedor de agravios de la injuriada sociedad? Hace más de medio siglo, y sobre todo de treinta años a esta parte, que no puede ponerse dique al torrente; es un nuevo diluvio universal, de que es menester, para su honra, que salga renovada la humanidad, que de lo contrario ni seguiría la ley general de alcanzar el bien por el mal. 

 Otra señal de que han llegado los tiempos a su punto, es el funesto refinamiento que se ha alcanzado en este género de composición; refinamiento tal que ha obligado a los maestros del arte a espaciarse en minuciosas clasificaciones sobre la novela: de costumbres, la sentimental, la fisiológica, la psicológica, la presidiaria, y qué sé yo qué otras sesenta, inclusas todas bajo el amplísimo género de inmoral. 

 Sólo para Madame Sand habría que crear una nueva especie, por no poder la suya encerrarse en ninguna de las mencionadas, si bien pertenece heroicamente al género amplísimo bajo el membrete susodicho. ¡Triste distinción, por cierto, la de esta famosísima escritora! Y aprendan aquí las mujeres, que son muchas las lecciones que a la vez encierra esta gran celebridad femenil. ¿Y le valió, por ventura , el genio --porque genio es- para sobreponerse a las debilidades de su sexo, y aun a las de la humana naturaleza? Por el contrario, estas faltas ocurrieron en razón directa de su misma superioridad. Fué más mujer que todas en el despecho que le hizo empuñar la pluma, no una, sino mil veces, sublevándose contra el más santo de los vínculos; fué más mujer que todas en el desborde que experimentó en todos sus afectos y pasiones, pues no hizo más que resollar por la herida de su fatalidad, pintando a todos los maridos como unos imbéciles, tiranos o calculadores fríos y egoístas, incapaces, por lo mismo, de llegar hasta lo sublime y recóndito del corazón de la mujer, su víctima. Delicada por cierto es la mujer; vaso frágil, sin duda, en más y mejor sentido de lo que vulgarmente se cree, a manera de un vidrio transparente y sonoro, que no hay vaporcillo que no le empañe ni tropiezo que no haga vibrar toda la masa, sacudiéndola y quebrándola toda, apenas arrecia le percusión; cristal que necesita, para salir incólume de la viciada atmósfera mundanal, ser penetrado por la luz refulgente del Evangelio y vivificado por su santa y consoladora palabra.  Bien dijo el pensador De Maistre que, "desquiciado el Cristianismo, era menester encerrar a las mujeres en verjas de hierro". Y no ya tan sólo porque, suprimido ese eficaz resorte espiritual, quede la mujer expuesta a ser vencida en todo género de ataque, faltándole su escudo y su espada, sino material y muy principalmente, porque se enloquece y extravía en los lances extraordinarios de la vida (que por su frecuencia son ordinarios), y señaladamente con los laureles amatorios y literarios. Efectivamente, el triunfo la envanece y desvanece, la resistencia la exaspera, el obstáculo la precipita, viniendo a parar tanta valentía en lágrimas, humillación y despecho, y lo que es peor que todo ese purgatorio de tormentos, en el infierno de la inmoralidad. ¿No podrá esta malhadada criatura exclamar con más verdad que la inconsolable Raquel, como ésta deplorando la pérdida de sus hijos, aquélla deplorando la pérdida de su virtud: "¡Oh, vosotros, todos los quee transitáis por ese camino, atended y mirad si hay dolor semejante a mi dolor!?" 

 Y bendito Dios cuando prevalece el dolor, que ya es el primer paso para el santo vacíol(2) del arrepentimiento. 

 A este propósito no puedo menos de recordar la profunda observación de un voto, el más autorizado en la materia. Habla Me. de Staël: "El amor, que es un episodio en la vida del hombre, es todo el poema en la de la mujer." No se puede escribir mejor su historia: así le sucede en bien y en mal. Por eso un desliz en la uniforme senda del pudor suele dar al traste con todo el cortejo de las demás virtudes y pervertir a una mujer hasta en sus relaciones de intereses materiales con la sociedad, lo que no acontece tanto en el varón, por razones que con gusto desmenuzaría, pero que me Ilevarían demasiado lejos de la cuestión presente, aunque en rigor sean parte de ella misma. 

Oct. 9, 1830. 

(1)  "Lo que no curan las medicinas, lo cura el hierro; y lo que no cura el hierro, lo cura el fuego." 
(2)  Palabra no clara (Ed.) 

Luz y Caballero, José de la. Obras de José de la Luz Y Caballero: Escritos Literarios. La Habana: Editorial de la Universidad de La Habana, 1946. Tomo VI, pp  83-87