Homenaje de

  La Habana Elegante

     a Lydia Cabrera (1899-1999) 

 
Lydia Cabrera (Miami, 1991, poco antes de su muerte)   La sección Bustos y Rimas (título del último libro--y publicado póstumamente--de Julián del Casal) está dedicada a homenajes y conmemoraciones. Al merecido homenaje que tributamos a Jorge Mañach al conmemorarse en 1998 el centenario de su nacimiento, sigue ahora el que con sobrada razón dedicamos a Lydia Cabrera al cumplirse (feliz coincidencia) también el centenario de su nacimiento. Este reconocimiento a su legado se inscribe, pues (como ocurrió con Mañach) en un espacio especial y al margen del propósito que anima cada una de nuestras ediciones. 
 



 
Nos honra presentar un artículo de la profesora Mariela A. Gutiérrez (Universidad de Waterloo, Ontario, Canadá) quien es una conocida devota de y especialista en la obra de Lydia Cabrera.  Entre los libros de Mariela se destacan: Los cuentos negros de Lydia Cabrera: un estudio morfológico (Universal, 1986), El cosmos de Lydia Cabrera: Dioses, animales y hombres (Universal, 1991) y Lidya Cabrera: Aproximaciones mítico-simbólicas a su cuentística (Verbum, 1997). La Habana Elegante se honra con la contribución de Mariela, así como con la de Lesbia Varona (University of Miami), Uva Clavijo, e Isabel Castellanos (Universidad Internacional de la Florida). Sin su ayuda desinteresada y generosa este homenaje no habría sido posible. 

El mito de las tres pruebas en "Se va por el río", de Lydia Cabrera 

por Mariela A. Gutiérrez 
(Universidad de Waterloo, Canadá) 
 
      Mucho se ha escrito sobre la persona de Lydia Cabrera y sobre la africanía de su obra; durante los últimos 60 años, en Cuba, en el continente americano, norte y sur, y en la misma Europa, se han publicado un sinnúmero de obras críticas sobre la producción etnográfica y  el estudio de las creencias religiosas y la medicina de raíces africanas en la isla de Cuba que son frutos de la investigación y la recopilación de esta brillante escritora y etnóloga cubana. 
      No obstante, siempre ha existido un vacío en las investigaciones sobre la naturaleza psico- espiritual de su obra, o sea, los estudios sobre el fondo mítico-simbólico de su producción literaria siempre han brillado por su ausencia.  Fue exactamente en Montreal (mi ciudad adoptiva en el destierro, desde mi adolescencia), cuando escribía mi tesis de doctorado sobre Lydia Cabrera, que me dí cuenta de la necesidad de que un estudio mítico-simbólico sobre su obra un día fuera escrito; catorce años más tarde, en 1997, esta íntima convicción se hacía realidad en un libro, mi tercero sobre la obra de nuestra gran etnóloga, el cual comprende la minuciosa tarea de profundizar en ciertos aspectos míticos y simbólicos de importancia que permean la cuentística de Cabrera, los que hasta la fecha han permanecido como una experiencia inédita. 
 En la cuentística de Lydia Cabrera pululan entre los humanos, sin envidiar un ápice al Olimpo griego, todos los dioses de la mitología africana, como también otros entes sobrenaturales y un sin fin de plantas medicinales, los cuales toman como residencia principal el llamado Monte, lugar sagrado para los afrocubanos, en el que moran sus dioses, los espíritus de sus antepasados, entes diabólicos, seres sobrenaturales y espíritus de animales ya muertos.  La narrativa mítica de Cabrera está saturada de lo sobrenatural de aparentes raíces africanas; sin embargo, el cosmos mítico de la autora tiene, en realidad, una base mucho más compleja, más universal, que la mera fuente africana.  Por supuesto, lo africano ancestral es la piedra angular de su cuentística, pero, sin lugar a dudas, detrás de la africanía de sus cuentos hay una ligazón primordial con "la verdad objetiva y universal simbólica" (Cirlot 12), lo cual hace que los relatos de Cabrera tengan una consecuencia inmediata dentro del dominio de la mítica tradicional universal. 
      Al escribir Lydia Cabrera: Aproximaciones mítico-simbólicas a su cuentística quise facilitar la presentación y la interpretación del material mítico-simbólico que permea la cuentística cabreriana. Con ese fin, dividí mi trabajo en dos partes.  La primera parte, titulada "Simbolismo y mitología de bases africanas", presenta cuatro estudios que exploran la relación intrínseca que existe entre la cuentística de Cabrera y la mítica y el simbolismo africanos. La segunda, "Funciones estructuralistas y simbólicas del elenco cabreriano", ofrece un vasto análisis de las funciones de los personajes de Cabrera y su relación con la simbología universal en el contexto de veintiseis cuentos de la autora. 
      La Parte I comienza con un estudio titulado "El pasado africano y sus dioses" el cual nos lleva desde el pasado continental africano, con sus instituciones, reglas y jerarquías, hasta la introducción de los esclavos en América, apoteosis que comienza en 1501 y que no cesa hasta los albores del siglo XX.  La situación histórica de esos africanos transplantados trae consigo la venida al Nuevo Mundo de sus tradiciones y creencias; en Cuba éstas crean un universo espiritual que se resume en ese lugar sagrado para los yorubas (lucumíes) establecidos en la isla, al que aún llaman el "Monte".  La creencia africana en la espiritualidad del Monte persiste al llegar a Cuba, y es en el Monte —bosque o arboleda— que descubrimos el complejo anímico de toda una cultura, y sus puntos de contacto y oposición con las culturas tradicionales.  En mi libro presento a cada uno de los dioses yorubas transplantados a Cuba, investidos de sus nuevas características novomundistas, lo que apunta al necesitado sincretismo que fue logrado entre las divinidades ancestrales africanas y sus homólogos católicos para que la creencia continuara en suelo cubano, sin que las autoridades de la Iglesia y de la Corona de España pudieran darse cuenta. 
      En la segunda sección del primer capítulo, titulada "El idioma simbólico de las aguas" analizo una gran variedad de relatos de Cabrera en los que las aguas participan como un personaje más, a través de un lenguaje simbólico implícito, el cual es utilizado como expresión del propio fluir de las aguas.  En este estudio presento diferentes avatares de esa "vía acuática", tan presente en los cuentos de la autora, como transcurso irreversible, con su doble sentido de muerte y disolución versus el renacimiento y la circulación.  Analizo también, en algunos de los relatos, la correlación que existe entre el agua y la sexualidad africana, lo cual forma parte de la temática de Cabrera, y finalizo la sección con un estudio del mito de la tierra baldía, el que se encuentra en varios relatos de la autora y el cual parece compaginarse estrechamente con la filosofía, creencias y mitos africanos y por ende con los afrocubanos. 
      La tercera sección de la Parte I, que lleva por titulo "El mito del chivo expiatorio" analiza un relato que es esencialmente mítico, "Las mujeres se encomiendan al árbol Dagame", publicado en su segunda colección de cuentos afrocubanos titulada ¿Por qué...? (1948), al cual aplico el modelo mimético del investigador francés René Girard, estableciendo así, por medio del cuento en cuestión, la posición girardiana sobre la naturaleza del sacrificio y la violencia en relación con el conflicto mimético que ocurre en relatos de este tipo. 
      Por último, en la última sesión del primer capítulo que lleva por nombre "De babalawos y conjuros" penetro en la sabiduría ancestral de los babalawos (sacerdotes) y mayomberos (brujos) afrocubanos a través del análisis de un relato de Cabrera titulado "Esa raya en el lomo de la jutía", también de su libro ¿Por qué...?.  En esta parte de mi libro presento de manera científica el ritual de curación del bilongo (maleficio) que se lleva a cabo en el cuento, con sus cantos rituales, sus abluciones religiosas y el uso de plantas medicinales, todo lo cual se apoya en la fé ciega que llena el alma del brujo y la de sus adeptos, los que con sus ruegos, ritos, cantos y menjurjes pueden lograr la cura del enfermo, o mejor dicho, del embrujado.  Indudablemente, ha sido un verdadero reto trabajar en detalle este relato, el cual podemos considerar como una verdadera joya de la mítica afrocubana. 
      La segunda parte de mi libro la dedico por entero a la aplicación de un extenso análisis estructuralista basándome en la morfología de los cuentos de Lydia Cabrera. A los mismos los considero, intencionalmente, fábulas mito-africanas, o de esencia africana con un fondo mítico, en las que existe una interdependencia social y espiritual entre el universo visible y el invisible.  Para mi análisis me baso en los estudios hechos por Vladimir Propp, A.N. Veselovski, Claude Bremond, y A.J. Greimas, con el fin de presentar la estructura mítico-simbólica que se encuentra a la base de veintiseis relatos míticos de Cabrera. 
      Por último, después de un breve "A manera de epílogo" dedicado a la apoteosis mitológica del aché africano, fuerza cósmica en constante fluir, la cual goza de omnipresencia en toda la obra de Cabrera, presento una bibliografía exhaustiva, en la cual aparece la obra íntegra de Lydia Cabrera,  seguida de todos los libros, ensayos eruditos y artículos periodísticos sobre la autora, publicados hasta la fecha. 
      A continuación quisiera compartir con los lectores de La Habana Elegante un breve pasaje de mi libro Aproximaciones... en el que analizo el hermosísimo y poco conocido cuento de la autora titulado "Se va por el río", representativo de la temática de las aguas en la narrativa de Cabrera, el cual se encuentra en su cuarta colección que lleva por título Cuentos para adultos niños y retrasados mentales (1983).  Este es un hermoso relato de variadas fuentes arcaicas combinadas, pero de obvio trasfondo africano, en el cual una hermosa pero desgraciada mujer, esclava en el harén de un rey muy rico, sufre los maltratos de la favorita del rey quien le tiene celos; para colmos, las otras concubinas del monarca también le hacen daño y la humillan para así halagar hipócritamente a la que llaman "la Principal" (45), aunque todas en verdad la odian.  No obstante, todo cambia un día para la triste esclava, gracias a la intervención de las aguas retozonas de un río y a una cucharita de plata que pertenece a "la Principal". 
      Para mí era primordial analizar la relación simbólica que existe entre las aguas y la cuchara que se escapa de las manos de la esclava cuando la lava en el río, enfilándose como si fuera un pez por la corriente juguetona de su cómplice, el río.  La cuchara de "la Principal", como objeto simbólico —como a menudo sucede en el simbolismo primitivo— al ser traspasada de su lugar usual a otro medio ––en este caso el río–– su contenido inconsciente se transforma bajo la luz de otro ambiente. Recordemos a Juan Eduardo Cirlot cuando dice: "Los utensilios, especialmente, encierran una fuerza mística que amplifica el ritmo y la intensidad de la volición humana" (335).  Los objetos de forma y función simple son vistos como activos o pasivos; el cuchillo, por ejemplo, por su forma y función es activo y se presenta como la inversión de la lanza ya que por ser corto expone la corta dimensión espiritual del que lo posee.  De esta manera, la cuchara, cóncava como una concha, recoge, concentra, simbolizando la prosperidad, el viaje próspero, y es también, por su función, activa.  La misma, al navegar en las aguas del río, recoge el simbolismo del pez como barco místico de la vida, como movimiento penetrante ascensional del inconsciente. 
      La cuchara de plata de "la Principal", una vez en las manos de la esclava, quien al lavarla la pone en contacto con las aguas "corrientes" del río, modifica y transforma su contenido inconsciente, en este caso sacando a relucir el deseo de libertad que embarga el alma de la esclava, poniéndolo en acción al unir sus propios esfuerzos a las buenas intenciones de las aguas del río, el cual, en su camino de liberación, va a llevarlas a ambas ––cuchara y esclava–– hasta las orillas del mar, origen de todo lo que vive. 
 Al principio, cuando la esclava ve la cuchara escaparse por el río, se desespera, llora, implorándole que vuelva porque "la Principal" de seguro la matará.  De nada sirven sus ruegos, la cuchara, símbolo de la euforia de su alma que quiere libertad, "[retoza], [bazuquea], [resplandece], llenándose de agua la cabeza hueca y lanzando con ímpetu chorros en alto" (45).  Por fin, la mujer se echa al río a nadar "en pos de la pícara cuchara" (45) y al hacerlo va también en pos de sus íntimos deseos de libertad y de una vida mejor.  Por supuesto, sólo su inconsciente se da cuenta de este paso, la mujer cree que va estrictamente en busca de la cuchara de "la Principal". 
 Hay tres paradas en el camino de liberación de la esclava; ella nada sin tregua detrás de la "cuchara endiablada" (46), más el río tiene sus propios designios y él la va llevando camino a tres encuentros que actúan como tres escalones que ella debe subir en la senda de su iniciación y trascendencia. 
 El primer encuentro ocurre "en una ribera de gran soledad por la que había entrado el río" (46); allí la espera una anciana quien le pide que la ayude y la lleva hasta una casucha en ruinas, sin techo que la cubra.  La esclava deja de lado su afán de perseguir la cuchara y decide techarle la casa a la viejita.  En estos momentos la presencia acuática es en forma de lluvia "triste y tierna" (47); la joven busca a la anciana para solo darse cuenta de que ha sido sólo su fantasma, "allí en aquellas ruinas, hacía años, muerta de abandono, la lluvia la había amortajado" (47).  La vieja está muerta, sólo hay "silencio, soledad, el rumor del río" (47). 
      La esclava da sepultura a los huesos de la anciana y sigue su carrera en pos de la cuchara de plata, la que todo este rato la espera "[colocada] sobre una piedra cuidando ahora de llenarse de sol su cabeza hueca" (46).  Al obedecer al llamado ancestral, la esclava ha escogido dar tributo a sus mayores por encima de su propia libertad.  La mujer ha subido el primer peldaño . 
      El segundo encuentro toma lugar cuando "el río [penetra] en la selva" (47).  Allí, en la orilla, la espera un tigre.  Al verla, el tigre se la quiere comer, tiene hambre.  Ella le niega sus piernas porque las necesita para impulsarse en el agua; él, entonces, le pide sus pechos, y ella abriendo sus brazos se aproxima "y el tigre [devora] sus pechos y [bebe] su sangre" (47).  De inmediato la esclava se echa a nadar con nuevas fuerzas, como si nada hubiera pasado, "ligera y desmemoriada" (47) en busca de la cuchara, sin advertir que sus senos retoñan. 
      Al enfrentarse con el tigre, o sea con lo instintivo, salvaje, indómito, la mujer entrega incondicionalmente sus pechos y su sangre, y con ello da paso al sacrificio.  Ofreciendo sus pechos ––símbolos de amor, protección, alimento, maternidad y fertilidad–– junto con su sangre ––el principio de la vida, el alma, la fuerza regeneradora–– para saciar el hambre y la sed de la bestia, la esclava ha escogido el sacrificio conciliatorio antes que su propia libertad.  La mujer sube un segundo peldaño en su extraño camino liberador. 
      El río sigue "su curso (...) mudo y negro" (47) bajo la bóveda de la noche; nosotros, nos imaginamos que en él siguen navegando la esclava y la cuchara.  Con la llegada del amanecer, la mujer se da cuenta de que se están aproximando al mar. Al llegar a su destino y sin dar explicaciones, la cuchara sale del río y se entrega voluntariamente a la mujer; ésta, algo confundida ante la sorpresa de haber logrado recobrar la cuchara, comienza a buscar un camino de regreso a la casa del rey, su dueño.  Mientras se orienta, se tropieza con un hombre que anda a gatas y que con su cuerpo le cierra el paso. 
      Este hombre es su tercer encuentro.  El le pide que le ayude, le dice que está mugroso y que el peso de su suciedad le impide ponerse de pie.  La buena mujer accede y con sus uñas empieza a raspar la endurecida costra que cubre la espalda del hombre.  Sus uñas sangran y la cuchara interviene diciéndole "utilízame" (48).  Por supuesto, la esclava no quiere mellar la cuchara de plata de "la Principal"; pero ésta le asegura que ella no le pertenece a esa mujer y la exhorta a que la use "como instrumento" (48), palabras que tienen un doble sentido que la pobre joven no sabe captar. 
 Poco a poco, la joven y su cuchara van limpiando la cargada espalda del hombre, pero, ante su asombro, los que parecen ser bultos de mugre son en realidad joyas preciosas, que van cayendo al suelo una tras otra.  Tras el éxito de la laboriosa operación, el hombre, aliviado, le regala las joyas a la esclava, que baste decir se encuentra anonadada ante todo lo que le está sucediendo.  La cuchara, a su vez, le dice que desde este instante ella es "una reina poderosa" (49), con séquito, vacas, carneros, puercos, un pastor y un ejército de soldados que nunca serán vencidos; pero ella no quiere nada, aún cuando la alegre cuchara le hace saber que ella misma es su cetro de reina, porque la sufrida mujer —en lo profundo de su ser— sólo desea "un poco de cariño" (49). 
      El tercer peldaño ha sido franqueado, la buena esclava prefiere rehusar a los bienes y riquezas del mundo a cambio de un poco de amor, el estado más elevado del espíritu.  Sin darse por vencida, la cuchara ––su cetro––, en posesión de su papel de "instrumento del que se [ha] valido el destino" (49), entonces la lleva a un lugar lleno de gentes que la esperan gozosos para que entre ellos la nueva reina comparta su amor y sus riquezas hasta "... más allá del fin de sus días" (49). 
      La esclava del cuento, como el mítico peregrino, supera el laberinto, que en su caso le ofrece la búsqueda de la cuchara en la corriente del río, para llegar al centro simbólico, a la patria prometida, en donde encuentra la libertad y el amor, y puede finalmente reposarse de su forzosa peregrinación acuática, la que pudiera parecer sin sentido para los que no creen en las leyes ocultas del universo y sus pruebas, a las que todo escogido debe someterse antes de alcanzar el bienestar anímico absoluto. 
 Deseo terminar diciendo que éste, mi tercer libro sobre la obra de tan reconocida figura de las letras cubanas, es mi humilde y postrero homenaje a Lydia Cabrera (1899-1991).  Incontestable pionera de los estudios afrocubanos, Cabrera dedicó más de medio siglo de incesante labor, a ese otro importante componente de la identidad cubana, la africanía.  En el período de sesenta y cuatro años publicó, como nadie más lo ha logrado hasta la fecha, más de un centenar de obras sobre lo afrocubano— entre tratados de antropología y religión, ensayos científicos y literarios, colecciones de cuentos y artículos eruditos— las cuales la han consagrado como la más alta autoridad en la materia.  Por ende, como cubana, con cada página de mi libro he querido honrar nuestra amistad de once años, el recuerdo de su ilustre memoria y la espiritualidad universal de su obra y de su vida. 
 

OBRAS CITADAS Y DE CONSULTA 

Cabrera, Lydia.  Ayapá: cuentos de Jicotea.  Miami, Ediciones Universal, 1971. 

________.  Cuentos negros de Cuba.  Prólogo de Fernando Ortiz.  Madrid, Ediciones  C.R., Colección del Chicherekú en el exilio, 1972. 

________.  Cuentos para adultos, niños y retrasados mentales.  Miami, Ultra Graphic Corp. Colección del Chicherekú en el exilio, 1983. 

________.  ¿Por qué...? Cuentos negros de Cuba.  Madrid, Ediciones C.R., Colección del Chicherekú en el exilio, 1972. 

Gutiérrez, Mariela A.  El cosmos de Lydia Cabrera: Dioses, animales y hombres. Miami, Ediciones Universal,Coleción Ebano y Canela, 1991. 

________.  Los cuentos negros de Lydia Cabrera: Un estudio morfológico.  Miami,   Ediciones Universal, Colección Ebano y Canela, 1986. 

________.  Lydia Cabrera: Aproximaciones mítico-simbólicas a su cuentística.    Madrid, Editorial Verbum, 1997. 

Cirlot, Juan Eduardo.  Diccionario de símbolos.  Barcelona, Ed. Labor S.A., 1981.