 
    
Poesía-resistencia
Alfredo Bosi, Universidade de São Paulo
(Traducción de Diego Molina)
...rompre brusquement en visière aux maximes de mon siècle...
    Rousseau, Confessions,L, VIII
¿Quién le da nombre a los seres?
 Al primer  hombre, cuenta el Libro del Génesis, le fue dado el poder de nombrar: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del  campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las  había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su  nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo animal  del campo” (Gen., 2, 19-20).
     Al primer  hombre, cuenta el Libro del Génesis, le fue dado el poder de nombrar: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del  campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las  había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su  nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo animal  del campo” (Gen., 2, 19-20).
           El  poder de nombrar significaba para los antiguos hebreos darle a las cosas su  verdadera naturaleza, o reconocerla. Ese poder es el fundamento del lenguaje, y,  por extensión, el fundamento de la poesía.
           El  poeta es el dador de sentido. En la Grecia culta y urbana los niños aun  aprendían a escribir frases como esta: “Homero no es un hombre, es un dios.”(1)
           Sin  embargo, como es sabido, la poesía no coincide con el rito y las palabras  sagradas que les abrían el mundo al hombre y el hombre a sí mismo. La extrema  división del trabajo manual e intelectual, la Ciencia y, más que ella, los  discursos ideológicos y los estratos domesticados del sentido común llenan hoy  el inmenso vacío dejado por las mitologías. Hoy, es la ideología dominante la  que le da nombre y sentido a las cosas.
           La  concurrencia entre los que nombran tiene muchas facetas históricas; y el  ejemplo de Dante, castigando moralmente y salvando poéticamente a los pobres  amantes Paolo y Francesca, ilustra lo antiguo del  proceso y sus contradicciones.
           En  el mundo moderno la separación comienza a pesar más duramente a partir del  siglo XIX, cuando el estilo capitalista y burgués de vivir, pensar y decir se  expande hasta el punto de dominar la Tierra entera. El Imperialismo ha  construido una serie de esquemas ideológicos respecto a los cuales las  corrientes nacionalistas o cosmopolitas, humanistas o tecnocráticas, son  momentos diversos, pero casi siempre integrables a la lógica del sistema.  Nosotros vivimos esa “lógica” y nos debatimos a través de las propuestas que  realiza.
 burgués de vivir, pensar y decir se  expande hasta el punto de dominar la Tierra entera. El Imperialismo ha  construido una serie de esquemas ideológicos respecto a los cuales las  corrientes nacionalistas o cosmopolitas, humanistas o tecnocráticas, son  momentos diversos, pero casi siempre integrables a la lógica del sistema.  Nosotros vivimos esa “lógica” y nos debatimos a través de las propuestas que  realiza. 
           Se  le ha sacado a la voluntad mitopoética aquel poder originario de nombrar, de com-prender la naturaleza y a los  hombres, poder de suplencia y de unión. Las almas y los objetos fueron asumidos  y guiados, en el quehacer cotidiano, por los mecanismos del interés, de la  productividad; y su valor se fue midiendo casi automáticamente por la posición  que ocupan en la jerarquía de clase o de status. Los tiempos se fueron  convirtiendo ―como ya deploraba Leopardi― en egoístas y abstractos. “Sociedad  de consumo” es apenas un aspecto (el más visible, tal vez) de esa red creciente  de dominio e ilusión que los especialistas llaman “desarrollo” (¡Ah, poder de nombrar  las cosas!) y los tontos aceptan como “precio del progreso”.
           En  cuanto a la poesía, parece condenada a decir apenas aquellos residuos de  paisaje, de memoria y de sueño que la industria cultural aún no consiguió  manipular para vender. La propaganda sólo “libera” lo que le da lucro: la  imagen del sexo, por ejemplo. Cautivante: cautiverio.
           ¿O  querrá la poesía, ingenua, concurrir con la industria y el comercio, acabando  finalmente cediéndoles sus gracias y juegos sonoros y gráficos para que los disfruten propagandas gratificantes? ¿El  arte habrá pasado de marginal a alcahuete o modesto colaboracionista?
           En  verdad, la resistencia también creció junto con la “mala positividad” del  sistema. A partir de Leopardi, de Hölderlin, de Poe, de  Baudelaire, sólo se ha acuciado la consciencia de la contradicción. Hace tiempo  que la poesía no consigue integrarse, feliz, a los discursos corrientes de la  sociedad. De allí provienen las salidas difíciles: el símbolo cerrado, el canto  opuesto a la  lengua de la tribu, antes grito o susurro que discurso pleno, la  palabra-gesto, la autodesarticulación, el silencio. El canto debe ser “un grito  de alarma”, era la exigencia de Schoenberg. Y los expresionistas alemanes  querían oír en el fondo del poema el “rugido primitivo”, ¡Urschrei!
lengua de la tribu, antes grito o susurro que discurso pleno, la  palabra-gesto, la autodesarticulación, el silencio. El canto debe ser “un grito  de alarma”, era la exigencia de Schoenberg. Y los expresionistas alemanes  querían oír en el fondo del poema el “rugido primitivo”, ¡Urschrei!
           Esas  formas extrañas a través de las cuales lo poético sobrevive en un medio hostil  o sordo, no constituyen el ser de la poesía, sino apenas el modo históricamente  posible de existir en el interior del proceso capitalista.
           El  árbol que, a falta de luz y calor, se estira por entre las sombras de los  espinos que lo oprimen y, escuálido, torcido, apunta hacia el aire libre donde  podrá recibir algún rayo de sol, no trajo en su raíz la fatalidad de aquel  perfil esquivo e inquieto. La poesía moderna fue compelida a la extrañeza y al  silencio. Peor, fue condenada a sacar de sí apenas la substancia vital. ¡Oh,  indigencia extrema, canto al revés, metalenguaje!
           Leonardo  da Vinci: “La pintura va declinando y perdiéndose de edad en edad cuando los  pintores no tienen por autoridad sino la propia pintura.”(2)
           La  poesía, reprimida, expulsada, separada de cualquier contexto, se cierra en un  autismo altivo; y sólo piensa en sí, y habla de sus códigos más secretos y  expone al desnudo el esqueleto al cual la han reducido; enloquecida, hace de  Narciso su último dios.
           Periodo  penoso y, sin embargo, necesario, si todo lo que es real tiene su razón de ser.  Si se le niega al poeta el derecho de darle nombre a las cosas, es justo que,  aferrándose a la piel de la escritura, exhiba, al menos, sílabas secas, letras ,  trazos,  puntos si no la página en  blanco:
                   Non  chiederci la parola che squadri da ogni lato
                        l´animo  nostro informe, e a lettere di fuoco
                        lo  dichiarri e risplenda come un croco
                        perduto  in mezzo a un polveroso prato 
                        (...)
                        Non  domandarci la formula che mondi possa aprirti,
                        sí  qualche storta sillaba e secca come un ramo
                        Codesto  solo oggi possiamo dirti
                        Ciò  che non siamo, ciò che non vogliamo *
                        [Eugenio Montale, “Non chiederci”]
(*) “No nos pidas la palabra que esculpa cada lado / nuestro ánimo informe, y lo revele con sus letras de fuego / y resplandezca como una planta de azafrán / perdida en medio de un campo polvoriento. (...) No nos pidas la fórmula que pueda abrirte mundos, / sí una torcida sílaba, seca como una rama. / Sólo esto podemos hoy decirte: / aquello que no somos, eso que no queremos. (versión de Gianni Siccardi).
     La  modernidad se da como rechazo y aislamiento. La metáfora del avestruz que se  cubre la cabeza ante el enemigo es demasiado elocuente para exigir algún  comentario. Y el enemigo avanza sin mayores escrúpulos. Sin embargo, si no hay  camino, el caminante lo abre caminando, es la lección del poeta Antonio  Machado. Autoconsciencia no es parálisis. Y Baudelaire: “El poeta goza de ese incomparable  privilegio de poder, a su guisa, ser él mismo y otro.”(3)
           Ante  la pseudo-totalidad forjada por la ideología, la poesía deberá “ser hecha por  todos, no por uno”, era el lema de Lautréamont. Este “ser hecha por todos” no  pudo realizarse materialmente, en la forma de creación grupal, ya que las  relaciones sociales no son comunitarias; pero acabó realizándose, de algún  modo, como producción de sentido contra-ideológico válida para muchos. Y quiero  ver en toda gran poesía moderna, a partir del Pre-Romanticismo, una forma de  resistencia simbólica a los discursos dominantes.
           La  resistencia tiene muchas facetas. Ora propone la recuperación del sentido  comunitario perdido (poesía mítica,  poesía de la naturaleza); ora la melodía de los afectos en plena defensiva  (lirismo de confesión, que data, por  lo menos, de la prosa ardiente de Rousseau); ora la  crítica directa o velada del desorden establecido (vertiente de la sátira, de la parodia, del epos  revolucionario, de la utopía).
           Nostálgica,  crítica o utópica, la poesía moderna se abrió camino caminando. Lo que no pudo  hacer, lo que no está al alcance de la pura acción simbólica, fue crear  materialmente el nuevo mundo y las nuevas relaciones sociales, en que el poeta  recubre la transparencia de la visión y el divino poder de nombrar. Sólo la  Revolución:
La desesperación de los poetas provenía de la imposibilidad de realizar su sueño de hacerse entender por todos, encontrar un eco en el corazón de todos los hombres. Ellos saben que la poesía se hará carne y sangre a partir del momento en que sea recíproca.
Ellos saben, y es por eso que hacen las veces de revolucionarios, que esa reciprocidad es enteramente función de la igualdad de ventura material entre los hombres. Y la igualdad de ventura nos llevará hasta un grado del que sólo podemos tener, por ahora, una pálida idea. Sabemos que tal felicidad no es imposible.(4)
Esa felicidad no es imposible. Un poeta maldito, Lautréamont, también creía: “La fraternité n´est pas un mythe”.
Una sola totalidad: formas contrarias de decirla
     La  ideología no aclara la realidad: la enmascara, desenfocando la visión hacia  ciertos ángulos mediante términos abstractos, clichés, slogans, ideas recibidas de otros contextos y legitimadas por las  fuerzas en presencia. El papel más saliente de la ideología es el de cristalizar las divisiones de la sociedad, haciéndolas  pasar por naturales; después, encubrir, a través de la escuela y de la  propaganda, el carácter opresivo de las barreras; por último, justificarlas  bajo nombres vinculantes como Progreso, Orden, Nación, Desarrollo, Seguridad,  Planificación e, incluso, (¿por qué no?) Revolución. La ideología procura  componer la imagen de una pseudototalidad, que tiene partes, yuxtapuestas o simétricas (“cada cosa en su lugar”, “zapatero  a su zapato”), pero que no admite nunca las contradicciones reales. La  ideología dominante no llega a ser, en verdad, ni empírica ni dialéctica. No  llega a ser empírica porque las leyes del mercado y de la burocracia desprecian  la particularidad del ser vivo singular. La ratio abstracta transformó el cuerpo y la cabeza de cada individuo en mano de  obra sin nombre ni rostro que puede ser substituida a cualquier momento. De las  fuentes de la naturaleza hizo materia prima; del fruto del trabajo hizo  mercadería destinada a ser cambiada y consumida. Por la propia fuerza de esa  abstracción, que el capitalismo inflama y reproduce a cada instante, la  ideología tampoco soporta el momento de  la negación con el que el pensamiento dialéctico exige que la “mala  positividad” sea superada.
           Bajo  el peso de ese aparato mental no totalizador, pero totalitario, yacen oprimidos  casi todos los aspectos de la vida social, desde la conversación cotidiana  hasta los discursos de los ministros, desde el libro didáctico hasta el  editorial del diario servido junto al café de la víctima confusa y mal  amanecida.
           La  poesía resiste al falso orden, que es, en verdad, barbarie y caos, “esta  coleção de objetos de não amor” (Drummond). Resiste al continuo “armonioso” por  el discontinuo estridente; resiste al discontinuo estridente por el continuo  armonioso. Resiste aferrándose a la memoria viva del pasado; y resiste  imaginando un nuevo orden que se recorta en el horizonte de la utopía.
 Resiste al continuo “armonioso” por  el discontinuo estridente; resiste al discontinuo estridente por el continuo  armonioso. Resiste aferrándose a la memoria viva del pasado; y resiste  imaginando un nuevo orden que se recorta en el horizonte de la utopía.
           Sea  rehaciendo zonas sagradas que el sistema profana (el mito, el rito, el sueño,  la infancia, Eros); sea deshaciendo el sentido del presente en nombre de una  liberación futura, el ser de la poesía contradice al ser de los discursos  corrientes. (Aunque no siempre pueda impedir del todo que uno u otro  pseudovalor formal vigente ―y, de allí, oblicuamente ideológico― venga a cruzar  su juego verbal.)
         La  lucha es, a veces, subterránea, sofocante, pero tiende a salir a la superficie  de la consciencia y reaccionar porque crecen a simple vista las garras del  dominio. En términos cuantitativos, nunca fueron tan avasallantes el capital,  la industria del veneno y de lo superfluo, la burocracia, el ejército, la  propaganda, los mil ingenios de la competencia y de la persuasión. La herida  duele como nunca. Sus labios están siempre abiertos. No los cerrará quien  cierre los ojos.
* * *
     De  los caminos de resistencia más andados (poesía-metalenguaje,  poesía-mito, poesía-biografía, poesía-sátira, poesía-utopía), el primero es  el que trae, aunque involuntariamente, marcas más profundas de ciertos modos de  pensar comunes que rodean cada actividad humana con un cinturón de defensa y  autocontrol.
           La  poesía vista como una técnica autónoma del lenguaje, puesta aparte de las otras  técnicas, y bastándose a sí misma: he ahí una teoría que extiende hacia la  práctica simbólica el principio fundamental de la división del trabajo y lo exalta en nombre de la mayor eficiencia  del productor.
           Lo  “poético” ―desplazado y puesto en código hasta adquirir la consistencia de una  retórica de formas o de contenidos― ya ocurrió en el Arcadismo y en el  Parnasianismo, estilos de versificar próximos al ascenso burgués. La Arcadia es  a la Ilustración lo que el Parnaso es al Positivismo. Arcadia y Parnaso: los  nombres dicen lugares, espacios altos, sólidos y recluidos donde legítimamente  se pueda ejercer el oficio del verso. Labor que se aprende a través de la  asidua lectura diurna y nocturna de los clásicos, modelos acabados de la única  dicción bella. Et in Arcadia  ego...; Gradus ad Parnassum; Nulla dies sine linea; Otium cum dignitate... ¡Cuánta alienación, cuánta dulce  credulidad hay en esas divisas! Sin embargo, aún aquí vislumbro una sombra,  ambigua sombra, de rechazo al utilitarismo que ya toma por asalto los oficios y  las profesiones liberales. Es el no que  el viejo status eclesiástico le dice  al avance del mercado burgués. El poeta-literato cree aislarse de la  tecnocracia del dinero oponiéndole, altivo, la técnica del fonema y del  grafema. Y, como concitaba Olavo Bilac, luchará hasta la muerte, de lanza en  ristre (pero “longe do estéril turbilhão da rua”), “em prol do Estilo”.
           Antonio Gramsci anotaba en sus cuadernos de prisión  cuando en Italia subía la marea del caligrafismo:
Cuando se ha formado una obra de poesía o un ciclo de obras poéticas, es imposible proseguir ese ciclo mediante el esfuerzo y la imitación y mediante las variaciones en torno de esas obras: por esa vía se obtiene apenas la llamada escuela poética, el servum pecus de los epígonos. La poesía no engendra poesía; no se produce la partenogénesis; hace falta que intervenga el elemento masculino, lo que es real, pasional, práctico, moral. Los más altos críticos literarios aconsejan en este caso que no hay que recurrir a recetas literarias, sino, como ellos dicen, “volver a hacer el hombre”. Vuelto a hacer el hombre, rehecho el espíritu, surgida una nueva vida de afectos, de ella nacerá, si nace, una nueva poesía.(5)
      
           La  “manera”, el “estilismo”, el “caligrafismo” son variantes industriosas de la  letra que sale de la letra para componer nuevas letras. 
           La  era del producto en serie para el consumo de masas vino, a esta altura de la  historia de la reproducción cultural, a simplificar el proceso. La manera y el  estilismo académico resultaban de la aplicación personal al texto de ciertas  tendencias del gusto poético dominante. La elección del tema, el tono, el modo  de componer, las palabras-clave, la naturaleza de las metáforas, las cadencias  del fraseado, todo constituía el objeto de un saber literario artesanal que  encontraba en las retóricas su código normativo. Con el advenimiento de la  automatización, el metalenguaje tomó formas aún más categóricas que las  sugerencias difusas de la retórica pre-industrial. Quien lee el Manifiesto técnico del Futurismo, escrito por Marinetti en 1912, se topa  con verdaderas “órdenes de servicio” técnico-gramaticales: emplear el verbo  sólo en infinitivo, abolir el adjetivo, abolir el adverbio, sólo admitir  sustantivos compuestos (hombres-torpedo,  puerta-canilla...), suprimir los términos de comparación (como, cual, semejante a), abolir la  puntuación, emplear los símbolos matemáticos (+ - x : = < >) y las  convenciones de la partitura...
           Se  trata de un caso extremo de entrega a la concepción tecnicista del lenguaje  poético que ha seducido a más de un intelectual de nuestro tiempo. Queriendo  liberar al escritor, el futurista le daba nuevas fórmulas que acabarían  componiendo la nueva retórica del texto. La estructura que subyace a la poética  del metalenguaje es el mito capitalista y burocrático de la producción por la  producción, del papel que engendra papel, de la letra que engendra letra, de la  rapidez (time is money), de la  eficacia por la eficacia (lo que importa es el efecto inmediato); en Marinetti,  de la violencia por la violencia: guerra  sola igiene del mondo.
           Cada  vez que por “metalenguaje” entiendo el dominio anticipado y vinculante de un  código, estoy ante una fase avanzada de reificación del quehacer poético: es la  ideología académica que, ya en su fase tecnicista, pone al desnudo su know-how.
           Sin  embargo, puedo entender por “metalenguaje” no la ostensión positiva y eufórica  del código; no la norma, la regla abstracta del juego, sino exactamente lo  contrario: el momento vivo de la consciencia que me señala los residuos muertos  de toda retórica, antigua o moderna; y con la parodia o con la pura cita  irónica, me alerta para que no caiga en la trampa de la frase hecha o del juego  de palabras compulsivo. Aquí, la consciencia traba una nueva lucha y cumple un  acto más de resistencia a esa forma insinuante de ideología que se llama  “gusto”.
           La  lucidez nunca mató al arte. Como buena negatividad, es discreta, no obstruye  dictatorialmente el espacio de las imágenes y de los afectos. Al contrario,  combatiendo hábitos mecanizados de pensar y decir, le da a la palabra un nuevo,  intenso y puro modo de enfrentarse con los objetos. Valéry, Montale, Drummond y  João Cabral de Melo Neto son maestros en ese discurso de rechazo e invención. 
El mito como resistencia
 El  camino que lleva a redescubrir las fuentes no contaminadas, el mito, el rito y  el sueño, se abrió, como es sabido, en la Inglaterra y la Alemania  pre-románticas, en la época de la primera revolución industrial. Y se reabrió,  de manera aún más radical, durante la segunda revolución con simbolistas,  dadaístas, expresionistas, surrealistas. Es un largo camino que recorre los  rincones de la memoria, los laberintos del Inconsciente; y, explorando el mundo  mediante una percepción que se pretende pre-categorial, encuentra, a cada  instante, vínculos y analogías nuevas que forman el meollo de sus  procedimientos simbólicos.
     El  camino que lleva a redescubrir las fuentes no contaminadas, el mito, el rito y  el sueño, se abrió, como es sabido, en la Inglaterra y la Alemania  pre-románticas, en la época de la primera revolución industrial. Y se reabrió,  de manera aún más radical, durante la segunda revolución con simbolistas,  dadaístas, expresionistas, surrealistas. Es un largo camino que recorre los  rincones de la memoria, los laberintos del Inconsciente; y, explorando el mundo  mediante una percepción que se pretende pre-categorial, encuentra, a cada  instante, vínculos y analogías nuevas que forman el meollo de sus  procedimientos simbólicos.
           Su  vector de significación parece ser absolutamente esquivo al orden burgués. Al  tiempo que el discurso de éste quiere manipular la naturaleza y el alma en  nombre del progreso de una clase, el habla mitopoética deplora las úlceras que  el dinero ha hecho y aun hace en el paisaje (los lakists ingleses y escoceses fueron los primeros ecólogos) e  intenta revivir la grandeza heroica y sagrada de los tiempos originarios,  uniendo leyenda y poema, mythos y epos. 
           La  respuesta al ingrato presente es, en la poesía mítica, la resacralización de la  memoria más profunda de la comunidad. Y cuando la mitología de base tradicional  falla, o de algún modo ya no entra en ese proyecto de rechazo, siempre es  posible sondar y remover las camadas de la psique individual. La poesía  trabajará, entonces, el lenguaje de la infancia recalcada, la metáfora del  deseo, el texto del Inconsciente, la grafía del sueño:
                  Ah,  quanto mais ao povo a alma falta,
                        Mais  a minha alma atlântica se exalta
                        E  entorna.
                        E  em mim, num mar que não tem tempo ou ´spaço,
                        Vejo  entre a cerração teu vulto baço
                        Que  torna
                      [Fernando Pessoa, “A última nau” (Mensagem)]*
                  O sonho é ver as formas invisíveis
                        Da  distância imprecisa, e, com sensíveis
                        Movimentos  da esperança e da vontade,
                        Buscar  na linha fria do horizonte
                        A  árvore, a praia, a flor, a ave, a fonte―
                        Os  beijos merecidos da verdade
     [Fernando Pessoa,  “Horizonte” (Mensagem)]**
                  [Fernando Pessoa,  “Horizonte” (Mensagem)]**
* Ah, cuánto más al pueblo el alma falta / más mi alma atlántica se  exalta / y desborda, / Y en mí, en un mar que no tiene tiempo o espacio, / veo  entre la niebla tu bulto opaco / que retorna (versión libre del traductor)
    ** El sueño es ver las formas invisibles / de la distancia imprecisa, y,  con sensibles / movimientos de esperanza y voluntad, / buscar en la línea fría  del horizonte / el árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente ― / los besos  merecidos de la verdad (versión libre del traductor)
     La  poesía recompone cada vez más arduamente el universo mágico que los nuevos  tiempos reniegan.
           La  condición del poeta expulsado de la república es ahora un hecho íntimo e  insuperado. Los Lautrémont, Rimbaud, Cruz e Sousa,  Pound, Pasternak, fueron marcando el descompás creciente entre la praxis  dominante y el sacerdote-poeta que acaba oficiando en altares marginales sus  ritos cada vez más extraños a la lengua de la tribu.
HOMENAGEM
    
Jack  London Vachel Lindsay Hart Crane
      René  Crevel Walter Benjamin Cesare Pavese
      Stefan  Zweig Virginia Woolf Raul Pompéia
      Sá-Carneiro
      e disse apenas alguns
      de tantos que escolheram
      o dia a hora e o gesto
      o meio
      a dis-
      solução
      [Carlos  Drummond de Andrade,
    en As impurezas do branco]*
* HOMENAJE
      
Jack London  Vachel Lindsay Hart Crane
      René Crevel  Walter Benjamin Cesare Pavese
      Stefan  Zweig Virginia Woolf Raul Pompéia
      Sá-Carneiro
      y dije apenas algunos
      de los tantos que eligieron
      el día la hora el gesto
      el medio
      la di-
      solución
      [Carlos Drummond de Andrade,
      en As  impurezas do branco] (Versión libre del traductor)
     Entre  los dos siglos, las potencias del capital se lanzaron hacia la aventura  imperialista en África y en todo Oriente; y siempre consiguieron encontrar los  Kipling (the burden of the white man...)  y los D´Annunzio, que hicieron suyas las embestidas bélicas de la Patria,  confundiendo en la misma retórica al superhombre con el superimperio.  Justificación del presente: mala poesía. Los mitos nacional-colonialistas,  parto monstruoso de la segunda revolución industrial, encontraron terreno  fértil en una Alemania y en una Italia retardatarias en la expansión imperial,  y acabaron inflamando dos grandes guerras y dejando un saldo pesado de  prejuicios racistas y clasistas que envenenan hasta hoy la ideología media.
           Pero  la verdadera poesía siguió la senda abierta por los románticos y por los  simbolistas inventando mitologías libertadoras como respuesta consciente y  desamparada a las tensiones violentas que se ejercen sobre la estructura mental  del poeta. El Surrealismo y el Expresionismo son viveros de mitos personales o  de pequeños grupos en los que se proyectan deseos de expansión titánica o  demoníaca de hombres cuya fuerza de acción se vuelve sobre sí misma, por ser  incapaces de dominar sistemas cada vez más anónimos. Demiurgo de la propia  impotencia, el poeta intenta abrir en el espacio del imaginario una salida  posible.
       La  poesía del mito y del sueño linda con lo puramente privativo, pero, a través  del discurso articulado, su poética debe  tornarse pública, universal. Una cosa es vivir subterráneamente la memoria de  los propios afectos y configurarla en imagen, sonido, ritmo; otra es comunicar  la razón de este carácter privativo. Cuando se pasa a esa fase, la poética  explícita se topa, a cada tanto, con alguna forma conservadora de ideología que  tiende a mitificar, bajo diversos nombres, intereses de grupos en defensiva:  Tradición, Pasado, Casa, Nación... “El mito está a la derecha” es una frase  inquietante de Roland Barthes que, suelta, puede desorientar. En verdad, Derecha es toda violencia potencial y  siempre alerta en una sociedad de clases. La Derecha no crea, ex nihilo, el mito, incluso porque la  Derecha no es creadora; pero se vale del mito y usa el tesoro de la memoria  para “resolver” verbal y emocionalmente las contradicciones de una formación  histórica dada.
     La  poesía del mito y del sueño linda con lo puramente privativo, pero, a través  del discurso articulado, su poética debe  tornarse pública, universal. Una cosa es vivir subterráneamente la memoria de  los propios afectos y configurarla en imagen, sonido, ritmo; otra es comunicar  la razón de este carácter privativo. Cuando se pasa a esa fase, la poética  explícita se topa, a cada tanto, con alguna forma conservadora de ideología que  tiende a mitificar, bajo diversos nombres, intereses de grupos en defensiva:  Tradición, Pasado, Casa, Nación... “El mito está a la derecha” es una frase  inquietante de Roland Barthes que, suelta, puede desorientar. En verdad, Derecha es toda violencia potencial y  siempre alerta en una sociedad de clases. La Derecha no crea, ex nihilo, el mito, incluso porque la  Derecha no es creadora; pero se vale del mito y usa el tesoro de la memoria  para “resolver” verbal y emocionalmente las contradicciones de una formación  histórica dada.
           Sea  como sea, sus grandes mitos funcionales (Sangre,  Raza, Tierra) no coinciden concretamente con las imágenes que los poetas  evocan para refugiarse de la opresión. Y aunque coincidan en la superficie de  las letras, no convergen hacia aquel sentido vivo y encantador que las figuras  de la infancia o de la tradición popular asumen en el contexto del poema. En la  lírica memorial de Manuel Bandeira y de Jorge de Lima, para quedarnos apenas con la platería de casa,  el movimiento del texto se dirige hacia el reencuentro del hombre adulto con el  mundo mágico del niño nordestino en comunidades aun marginales al proceso de modernización  de Brasil. Sé que hay diferencias: a Manuel Bandeira, poeta sufrido, pero  civilizadísimo, le gusta el pasado por lo que este tiene de definitivamente  perdido: es el puro sabor de la memoria por la memoria; Jorge de Lima, místico,  revive en el lenguaje la materia amada y, poseído por el objeto, llama a la  pura presentificación, al transe. En ambos casos, sin embargo, la memoria, como  forma de pensamiento concreto y unitivo, es el primer impulso recurrente de la  actividad poética. Que nadie se admire si a ella vuelven los poetas como  defensa y respuesta al “desencantamiento del mundo” que, en la interpretación  de Max Weber, ha marcado la historia de todas las sociedades capitalistas.
 el reencuentro del hombre adulto con el  mundo mágico del niño nordestino en comunidades aun marginales al proceso de modernización  de Brasil. Sé que hay diferencias: a Manuel Bandeira, poeta sufrido, pero  civilizadísimo, le gusta el pasado por lo que este tiene de definitivamente  perdido: es el puro sabor de la memoria por la memoria; Jorge de Lima, místico,  revive en el lenguaje la materia amada y, poseído por el objeto, llama a la  pura presentificación, al transe. En ambos casos, sin embargo, la memoria, como  forma de pensamiento concreto y unitivo, es el primer impulso recurrente de la  actividad poética. Que nadie se admire si a ella vuelven los poetas como  defensa y respuesta al “desencantamiento del mundo” que, en la interpretación  de Max Weber, ha marcado la historia de todas las sociedades capitalistas.
           La  descripción del desencantamiento ya estaba en el tercer capítulo de la Estética de Hegel,  “Lo  Bello Artístico o el Ideal”, y, con más precisión, en el tópico sobre el  carácter prosaico del tiempo presente: “Si, ahora, dirigiéramos la mirada hacia  el mundo actual, con las condiciones avanzadas de su vida jurídica, moral y  política, estaríamos obligados a constatar que las posibilidades de creaciones  ideales son muy limitadas. Los medios en donde aún sobra lugar para la  independencia de decisiones particulares son poco numerosos y muy restrictos.”(6)
Bello Artístico o el Ideal”, y, con más precisión, en el tópico sobre el  carácter prosaico del tiempo presente: “Si, ahora, dirigiéramos la mirada hacia  el mundo actual, con las condiciones avanzadas de su vida jurídica, moral y  política, estaríamos obligados a constatar que las posibilidades de creaciones  ideales son muy limitadas. Los medios en donde aún sobra lugar para la  independencia de decisiones particulares son poco numerosos y muy restrictos.”(6)
           Luego,  Hegel detalla las “condiciones avanzadas” de la sociedad moderna, en la cual  densísimas mediaciones separan al individuo del Todo con tal eficacia que poco  o nada le resta por hacer al “héroe” concebido por el epos clásico o por la canción de gesta medieval.
           Sin  embargo, al analizar la obra juvenil de Schiller, el propio Hegel muestra que  el espíritu poético supo “reencontrar, en medio de las complicaciones  preexistentes de la vida moderna, la independencia individual perdida”.  Reconocemos aquí el corazón de nuestra tesis más cara: la resistencia de la  poesía como una posibilidad histórica.
           Hoy,  la cultura está aun más fuertemente presa de la ideología que en los tiempos de  Hegel. Eso no impide que ella entre en el régimen de la fantasía poética, y  que, en el preciso momento en que se cambia de lugar, ella se deshaga de sus  rótulos y se rehaga en un juego de combinaciones sensibles. Así, el mito de la  Tierra (peligrosamente accionado por la Derecha) se deshace de la carga  opresiva que lo ata a la praxis reaccionaria;  y va, libre, al encuentro de la comunión del hombre con su infancia. El mito,  cuando cruza el umbral del poema, recupera la inocencia que había perdido en el  compromiso con esta o aquella ideología abstractamente considerada. De allí, la  regla de oro, hoy tan difícil de seguir: al gran poeta se le debe una suma  indulgencia en relación a sus equívocos ideológicos. Esos equívocos pueden y  deben ser objeto de nuestro rechazo, pero sólo cuando son tomados fuera del  contexto mitopoético donde son redimidos por la pasión, por la música y por la  fiesta libre de las palabras.
         La  añoranza de tiempos que parecen más humanos nunca es reaccionaria:
                   Sôbolos rios que vão
                        por  Babilônia me achei,
                        onde  sentado chorei
                        as  lembranças de Sião,
                        e  quanto nela passei.
                  Ali  o rio corrente
                        de  meus olhos foi manado
                        e  tudo bem comparado,
                        Babilônia  ao mal presente,
                      Sião  ao tempo passado*
[Camões]
   *  Sobre los ríos que van / por Babilonia me hallé, / donde sentado lloré / los  recuerdos de Sión, / y cuanto en ella pasé.
       Allí  el río corriente / de mis ojos fue manado, / y todo bien comparado, / Babilonia  al mal presente, / Sión al tiempo pasado. (Versión libre del traductor)
     Reaccionaria  es la justificación del mal en cualquier tiempo. Reaccionaria es la mirada cómplice  de la opresión. Pero lo que mueve los sentimientos y enciende el gesto ritual  es, siempre, un valor: la comunión con la naturaleza, con los hombres, con  Dios, la unidad viviente de hombre y mundo, el estar con la totalidad.
           La  poesía mítica, recuperando en la figura y en el sonido los raros instantes de  plenitud corpórea y espiritual, rescata al sujeto de la abyección a la que es  arrastrado sin parar por la sociedad de consumo. La propaganda, obscena  caricatura de todos los mitos, barbarizó la vida privada, mecanizó el deseo, le  otorgó ojos de voyeur cruel a Eros, niño otrora castamente vendado; después, sopló polvo  contaminado en los ojos del ciudadano-consumidor para impedirle que vea la  mentira que la sostiene.
           La  poesía de la naturaleza no trae en sí cualquier señal de retorno a la pura  animalidad (ese retorno ronda, fascinante, los planes del ocio burgués); la  poesía de la naturaleza es añoranza, pero también liberación. “Lo que amenaza  la praxis dominante y sus alternativas ineluctables no es, desde luego, la  naturaleza, con la cual ella hasta coincide, sino el hecho de que la naturaleza  sea recordada.”(7)
           Aquí,  la buena negatividad: “el hecho de que la naturaleza sea recordada”. Re(cor)dar la naturaleza, socializándola al  mismo tiempo que el hombre se naturaliza. La poesía que busca decir la edad de  oro y el paraíso perdido acaba ejerciendo un papel humanizador de las carencias  primarias del cuerpo: la comida, el calor, el sueño, el amor.
         La  consciencia que se vuelve, respetuosa y atenta, hacia lo que no es aún  consciencia ―la piedra, la planta, el animal, la infancia― está presta a  cumplir la síntesis íntimamente poética de sujeto y objeto que se llama  concepto concreto.
                  A  garupa da vaca era palustre e bela,
                        uma  penugem havia em seu queixo formoso;
                        e  na fronte lunada onde ardia uma estrela
                        pairava  um pensamento em constante repouso.
                  Esta  a imagem da vaca, a mais pura e singela
                        que  do fundo do sonho eu às vezes esposo
                        e  confunde-se à noite à outra imagem daquela
                      que  ama me amamentou e jaz no último pouso.
                  Escuto-lhe  o mugido ―era o meu acalanto,
                        e  seu olhar tão doce inda sinto no meu:
                        o  seio e o ubre natais irrigam-me em seus veios.
                  Confundo-os  nessa ganga informe que é meu canto:
                        semblante  e leite, a vaca e a mulher que me deu
                        o  leite e a suavidade a manar de dois seios.
                  Desse  leite profundo emergido do sonho
                        coagulou-se  essa ilha e essa nuvem e esse rio
                        e  essa sombra bulindo e esse reino e esse pranto
                        e  essa dança contínua amortalhada e pia.
                  Hoje  brota uma flor, amanhã fonte oculta,
                        e  depois de amanhã, a memória sepulta
                        aventuras  e fins, relicários e estios;
                        nasce  nova palavra em calendários frios.
                  Descobrem-se  o mercúrio e a febre e a ressonância
                        e  esses velosos pés e o pranto dessa vaca
                        indo  e vindo e nascendo em leite e morte e infância.
                  E  em cada passo surge um serpentário de erros
                        e  uma face sutil que de repente estaca
                        os  meninos, os pés, os sonhos e os bezerros*
                                    
      [Jorge de Lima, Invenção de Orfeu,
                                          Canto I, XVI-XVII]
     * La grupa de la vaca era palustre y bella, / un pelaje suave había en  su mentón hermoso; / y en la frente lunada donde ardía una estrella / afloraba  un pensamiento en constante reposo.
           Esta imagen de la vaca, la más pura y simple / que del fondo del sueño  yo a veces esposo/ y se confunde a la noche con la otra imagen de aquella / que  ama me amamantó y yace en el último reposo.
           Le escucho el mugido ―era mi arrullo, / y su mirada tan dulce aun siento  en la mía: / el seno y la ubre natales me irrigan en sus estrías.
           Los confundo en medio de esa ganga informe que es mi canto: / semblante  y leche, la vaca y la mujer que me dio / la leche y la suavidad y el manar de  dos senos.
           De esa leche profunda emergida del sueño / se coaguló esa isla esa nube  y ese río / y esa sombra meciéndose y ese reino y ese llanto / y esa danza  continua amortajada y pía.
           Hoy brota una flor, mañana fuente oculta, / y pasado mañana, la memoria  sepulta / aventuras y fines, relicarios y estíos; / nace nueva palabra en  calendarios fríos.
           Se descubren el mercurio y la fiebre y la resonancia / y esos vellosos  pies y el llanto de esa vaca / yendo y viniendo y naciendo en leche y muerte e  infancia.
           Y a cada paso surge un serpentario de errores / y un rostro sutil que de  repente estaca / a los niños, los pies, los sueños y los becerros.
                             (Versión libre del traductor)
     Es  difícil leer los sonetos encadenados de Jorge de Lima sin que la imagen de una  continua transfusión ocupe nuestro espíritu: la vaca y el pensamiento, la leche  y el sueño, la ganga y el canto devienen tan fluidamente uno del otro, y tan  generosamente revierten del hombre al animal, que somos llevados de inmediato a  habitar un tiempo sin rupturas ni contrastes, tiempo de la gracia, anterior al  dominio de la máquina sobre toda la naturaleza; o tiempo órfico, revivido, en  que el dominio y el cálculo quedan suspendidos mientras dura el encanto.
           Reinventar  imágenes de la unidad perdida, he aquí el modo que la poesía del mito y del  sueño encontró para resistir al dolor de las contradicciones que la consciencia  vigilante no puede dejar de ver. A veces, el intelecto transforma en substancia  eterna esa pena, como lo hace el pesimismo cósmico de Schopenhauer; pero, aún  así, el filósofo supo ver en el arte la pausa bienvenida que suspende por algún  momento la certeza de la carencia y del dolor.
Karl Marx: la poesía como infancia de la humanidad
 El  poeta, decía Leopardi, no puede ser absolutamente poeta de su tiempo. Ese sentimiento espinoso de inadecuación encontrará una  teoría en Karl Marx, cuyo texto, que transcribo abajo,  del 29 de agosto de 1857, explica la crisis del arte a causa del  desaparecimiento de la mediación mitológica. Pero intenta aprehender, en la  sobrevida del arte, un fenómeno vital, la infancia recurrente en la historia de  las generaciones humanas.
     El  poeta, decía Leopardi, no puede ser absolutamente poeta de su tiempo. Ese sentimiento espinoso de inadecuación encontrará una  teoría en Karl Marx, cuyo texto, que transcribo abajo,  del 29 de agosto de 1857, explica la crisis del arte a causa del  desaparecimiento de la mediación mitológica. Pero intenta aprehender, en la  sobrevida del arte, un fenómeno vital, la infancia recurrente en la historia de  las generaciones humanas.
           Interpreto  el texto de Marx como la admisión tácita de la co-ocurrencia, en el centro de la poesía, de un tiempo  histórico-social y de un tiempo recursivo, corporal, que garantiza la  permanencia de estructuras y valores a los cuales ya no corresponde el sistema  económico dominante. Creo, también, que esa co-ocurrencia toma, en cualquier filosofía dialéctica, la forma de una lucha:
Es sabido, por lo que al arte se refiere, que determinadas épocas de florecimiento del mismo no están en modo alguno en relación con el desarrollo general de la sociedad, y, por lo tanto, tampoco con el fundamento material, con el esqueleto de su organización. Por ejemplo, los griegos comparados con los modernos, o también Shakespeare. Respecto de ciertas formas de arte, por ejemplo, de la épica, se reconoce incluso que en su forma clásica, en la que hace época a escala mundial, no pueden ser producidas, tan pronto como aparece la producción artística en cuanto tal; y que, por lo tanto, dentro de la propia esfera del arte ciertas formas significativas del mismo sólo son posibles sobre la base de un estadio no desarrollado del desarrollo artístico. Si esto ocurre en la relación entre los diferentes géneros artísticos dentro de la esfera misma del arte, es menos sorprendente que esto ocurra en la relación de la esfera artística en su conjunto con el desarrollo general de la sociedad. La dificultad consiste exclusivamente en la formulación general de estas contradicciones. Tan pronto como son especificadas, ya han sido aclaradas.
Tomemos, por ejemplo, la relación del arte griego y luego de Shakespeare con la época actual. Es sabido que la mitología griega no sólo era el arsenal del arte griego, sino además el terreno del que se alimentaba. ¿Es posible la intuición de la naturaleza y de las relaciones sociales que sirve de base a la fantasía griega y, por lo tanto, a la mitología griega, con las máquinas de hilar automáticas, con los ferrocarriles y locomotoras y con los telégrafos eléctricos? ¿Qué quedaría de Vulcano frente a Roberts y Cía., de Júpiter frente al pararrayos, y de Hermes frente al Crédito Inmobiliario? Toda mitología somete, domina y conforma las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y mediante la imaginación; desaparece, por lo tanto, con el dominio real sobre ellas. ¿En qué se convierte Fama frente a Printing House Square? El arte griego presupone la mitología griega, es decir, presupone la naturaleza y las mismas relaciones sociales ya elaboradas mediante la fantasía popular en una forma inconscientemente artística. Éste es su material. No cualquier mitología, es decir, no cualquier elaboración artística inconsciente de la naturaleza (aquí ya está incluido todo elemento objetivo, y, por lo tanto, la sociedad). La mitología egipcia no podía ser el terreno o el seno materno del arte griego. Pero, en cualquier caso, era necesaria una mitología. Por lo tanto, en ningún caso, un desarrollo de la sociedad, que excluye toda relación mitológica con la naturaleza, toda relación mitologizadora con ella; y que exige, por lo tanto, del artista una fantasía independiente de la mitología.
Por otra parte, ¿es posible Aquiles con la pólvora y con las balas? ¿O, en general, la Ilíada con la prensa o con la máquina de imprimir? El canto y las leyendas y las musas, ¿no desaparecen necesariamente ante la palanca de la prensa del tipógrafo y no desaparecen, por lo tanto, necesariamente las condiciones de la poesía épica?
Pero la dificultad no reside en comprender que el arte y la épica griega están ligados a ciertas formas de desarrollo social. La dificultad consiste en que todavía nos proporcionan un goce artístico y en que, en un cierto aspecto, tienen vigencia como norma y como modelo inalcanzable.
Un hombre no puede convertirse de nuevo en niño, sin convertirse en infantil. ¿Pero no disfruta con la ingenuidad del niño y no debe aspirar a reproducir a un nivel más elevado su verdad? ¿No revive en la naturaleza infantil el carácter propio de cada época en su verdad natural? ¿Por qué la infancia histórica de la humanidad, allí donde se ha desarrollado de la forma más bella, no debería ejercer un encanto eterno, como un estadio que se ha perdido para siempre?(8)
     Se trata de un fragmento curioso que, todo  indica, nació de una aguda perplejidad de su autor. El nudo del problema aún no  fue desatado: ¿cómo “el perdido para siempre” no está, en la vida de nuestra  consciencia poética, realmente perdido? Si Marx fuera metafísico o idealista,  la respuesta habría sido más fácil: en el Ser o en el Espíritu nada se pierde.  Pero, como pensador materialista, su último horizonte es la Naturaleza, donde  tampoco “nada se pierde”, donde los momentos vuelven y donde al parecer Marx  ubica la infancia “eterna” de la humanidad. Infancia que sobrevive a los  cambios de mitología.
           El arte  resiste porque la percepción animista aún es, al menos para la infancia y, en  otro nivel, para el poeta, una fuente de conocimiento. El racionalista  dogmático tiende a subestimar la verdad de ese conocimiento como si fuera una  ingenua ilusión; no así el racionalismo dialéctico de Marx: “¿Pero no disfruta [el hombre] con la ingenuidad del niño  y no debe aspirar a reproducir a un nivel más elevado su verdad?”.
           La consciencia,  cuando madura y se agudiza, llega a la encrucijada: o la muerte del arte, o una  nueva inmersión en el mundo-de-la-vida que, como la infancia, se renueva a cada  generación.
         El tiempo  vectorial, que pasa del inconsciente a la consciencia, el “desarrollo” de  Hegel, el pasaje de la Prehistoria a la Historia de Marx, coexiste y se cruza  con el tiempo cíclico en el cual el mismo inconsciente recobra periódicamente  su fuerza y su voz. Nada se pierde en esa concordia  discors. Al contrario, algo de nuevo parece emerger: la consciencia tiene,  en el mundo moderno, la ciencia de aquella dualidad de tiempos. Por eso, es una  consciencia dividida, infeliz.
El presente abierto
     Si considero la  poesía mítica en función del sentimiento  del tiempo, veo que se activa un circuito cerrado: la evocación es un  movimiento del alma que va del presente del “yo” lírico hacia el pretérito, y  de allí retorna, presentificado, al tiempo de quien enuncia.
           Antonio Gramsci  notaba esa tendencia del poeta a la fijación del pasado y de la naturaleza mediante el trabajo forjador de la imagen. Y  formulaba, en sus justos términos, la diferencia entre la actitud del hombre político,  que quiere siempre actuar sobre la escena histórica modificando su apariencia,  y el poeta que, para bien o para mal, encierra en la figura, por lo tanto en la forma, su intuición de las personas y  de las cosas.(9)
           Pero esa figura  dibujada por la escritura no precisa salir necesariamente del ciclo  presente-pasado-presente, como en toda poesía connatural al mito, a la  infancia, al sueño. Los momentos sufridos y no sufridos de la praxis también  son capaces de generar poesía. Desde los profetas bíblicos hasta Maiakovski,  Brecht y Neruda, el rechazo iracundo del presente, con vistas al futuro, ha  creado textos de inquietante fuerza poética.
           Sus palabras se  arrojan, flechas de Impaciencia, contra los dioses dominantes que permanecen  inalterables a pesar de los veinticinco siglos que separan al profeta Isaías de  nuestro tiempo: los ídolos, y, delante de todos, el vellocino de oro, la  plusvalía:
                  Viento y vanidad son sus imágenes fundidas
                                                            [Isaías, 41, 29]
                  ¿Quién formó un dios, o quién fundió una imagen
                        que  para nada es de provecho?
                                                          [Isaías, 44, 10] 
                  El herrero toma la tenaza, trabaja en las ascuas
                        le  da forma con los martillos, y trabaja en ello
                        con  la fuerza de su brazo; luego tiene hambre,
                        y  le faltan las fuerzas; no bebe agua, y se desmaya.
                        El  carpintero tiende la regla, lo señala con almagre,
                        lo  labra con los cepillos, le da figura con el compás,
                        lo  hace en forma de varón, a semejanza de hombre
                        hermoso,  para tenderlo en casa.
                        De  él se sirve luego el hombre para quemar, y toma
                        de  ellos para calentarse; enciende también el horno,
                        y  cuece panes; hace además un dios, y lo adora; 
                        fabrica  un ídolo, y se arrodilla delante de él.
                        Parte  del leño quema en el fuego; con parte de él
                        come  carne, prepara un asado, y se sacia; después
                        se  calienta y dice: ¡Oh, me he calentado y he visto
                        el  fuego!
                        Hace  del sobrante un dios, un ídolo suyo; se postra
                        delante  de él, lo adora, y le ruega diciendo: líbrame,
                        porque  mi dios eres tú.
                        [...]
                        De  ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía
                        para  que no libre su alma y diga: ¿no es pura mentira
                        lo  que tengo en mi mano derecha?
                                                          [Isaías,  44, 12-20]
     La sátira y, aún  más, el epos revolucionario son modos  de resistir de los que prefieren el ataque antes que la defensa. El presente  solicita de tal modo al poeta-profeta que, en vez de éste dar las espaldas y  perderse en la evocación de edades de oro, se rebela y hiere en el pecho a su  circunstancia.
       Al contrario del  cantor de la leyenda ya confirmada en la memoria personal o colectiva, el  profeta vive una dimensión temporal tensa que va del presente rechazado hacia  el futuro abierto, hecho de imagen y deseo. Sobre todo, deseo. Si el círculo  presente-pasado-presente evoca al paraíso, el eje sin límite presente-futuro lo  invoca.
     Al contrario del  cantor de la leyenda ya confirmada en la memoria personal o colectiva, el  profeta vive una dimensión temporal tensa que va del presente rechazado hacia  el futuro abierto, hecho de imagen y deseo. Sobre todo, deseo. Si el círculo  presente-pasado-presente evoca al paraíso, el eje sin límite presente-futuro lo  invoca.
           El libro de Isaías  tiene una estructura dual, pues dual es la concepción del tiempo que en él se  forma: la primera parte es sátira, es imprecación contra el aquí y ahora  (capítulo 1-39). La última parte prefigura el tiempo que ha de venir, la  plenitud de la salvación (capítulos 40-66). En ese pasaje del ahora para el aún no, se mueve la palabra profética. En la hipótesis del gran  pensador hegeliano y marxista Ernst Bloch, es la anticipación que produce, en cualquier tiempo, la estructura  simbólica de la utopía.(10)
           Si paso del  contexto judeo-babilónico del siglo VII a. C., en el cual resonó la voz del  profeta, hacia el mundo judeo-grecorromano de los apóstoles de Cristo, donde Juan Evangelista compuso el Apocalipsis (entre 70 y 95 d.  C), encuentro el mismo itinerario de figuras. A las tinieblas del Mal, imagen  de las persecuciones sufridas por los cristianos bajo el dominio de Nerón, Tito  y Domiciano, se les yuxtaponen las visiones luminosas de Jerusalén celeste. El  Dragón rojo de siete cabezas, diez cuernos y siete diademas es vencido por el  Arcángel Miguel, defensor de los elegidos. Al reino de la Bestia blasfema que  los hombres adoran, le sobreviene el de la segunda Bestia, que vino para servir  a la primera, hasta que todo mal se extirpa con el triunfo de los justos, “mar  de cristal mezclado con fuego”.
         En Isaías el futuro  es promesa, es el “aún no”:
                   Porque he aquí que yo criaré nuevos cielos
                        y nueva tierra. [Is., 65, 17]
En el Apocalipsis, el futuro se está realizando:
Vi entonces un nuevo cielo y una nueva tierra [Ap., 21, 1]
Isaías:
De lo pasado no habrá más memoria [65, 17]
Apocalipsis:
Las primeras cosas pasaron. [21, 4]
Pero sólo en el último de los libros todo es presencia y comunión:
                   Y el Espíritu y la  Esposa dicen: ven. Y el que oye, diga:
                        ven. Y el que  tiene sed, venga; y el que quiera, tome
                        del agua de la  vida gratuitamente. [Ap.,  22, 17]
     Hay un denominador  común que sostiene el imaginario profético y el apocalíptico: es el eje  presente-futuro con su vigorosa y concreta antinomia, por la cual el presente  es el escenario de la maldición, objeto de escarmiento, y el futuro es anticipado por el sentimiento como el reino de la justicia y de la libertad.
 anticipado por el sentimiento como el reino de la justicia y de la libertad.
           El vínculo entre  rechazo y utopía puede aparecer completamente explícito como pasaje de las  tinieblas a la luz, de la separación a la unidad, del Mal al Bien; pero puede  dejar el segundo término en la sombra. Sólo el contexto dirá si la sátira es el  ataque al presente hecho en nombre del buen tiempo ya pasado (sátira  conservadora, de tipo romano) o en nombre de aquello que ha de venir, del “aún  no” (sátira revolucionaria). En el primer caso, la sátira no está inmune de  cierta ideologización del mito de la edad de oro.
           En una obra  virulenta como Les châtiments, escrita en su totalidad para destruir  la imagen y la ideología de la Francia bajo el imperio burgués de Napoleón III,  Victor Hugo, exiliado e insubordinado, traza un arco ligando signos opuestos:  el primer poema se llama “Nox”, el último “Lux”. El libro comienza por los  horrores de la noche del 2 de diciembre de 1851, noche del golpe de Estado y de  la traición a la República; y acaba saludando a la aurora de la liberación que  llegará el día que los pueblos ya no tengan ni fronteras ni esclavos ni  soldados. La palabra en torno de la cual se accionan todos los pedales es sólo  una: futuro, ¡Avenir! Entre “Nox” y  “Lux”, el purgatorio de la ideología dominante es figurado en la sátira a los  siete dogmas en siete libros de escarnio: I.  La société est sauvée; II. L´ordre est rétabli; III. La famille est restaurée;  IV. La religion est glorifiée; V. L´autorité este sacrée; VI. La stabilité este  assurée; VII. Les sauveurs se sauveront. 
           ¿Cómo no recordar  estructuras análogas en otros grandes resistentes? Dante, también exiliado,  castiga en los círculos del Infierno a  los traidores de su pueblo y le canta en el Paraíso a la utopía medieval del perfecto monarca. Tinieblas y luz, separadas por  la penitencia, la larga, gris y violácea penitencia del Purgatorio. Blake, visionario, nutrido fuertemente de Dante y del  Apocalipsis, compone un texto imprevisible, paradoja de la Noche y del Día,  donde la moral sin piedad del inglés puritano significa el Anticristo que debe  ser deshecho por el soplo divino que ya viene llegando desde el horizonte de la  Nueva Jerusalén, ciudad mística sin pecado ni ley; ciudad donde los opuestos se  persiguen y concilian
    
                  Without  contraries there is no progression;*
    
Ciudad donde se  festeja el casamiento del cielo con el infierno:
    
                  Prisons are built with stones of Law,
                        Brothels with bricks of Religion.
                        The pride of the peacock is the glory of  God.
                        The lust of the goat is the bounty of God.
                        The wrath of the lion is the wisdom of  God.
                        The nakedness of woman is the work of God.
                        Excess of sorrow laughs. Excess of joy  weeps.
                        [...]
                        Joys impregnate. Sorrows bring forth. **
                                                            [The Marriage of Heaven and Hell, 1793]
* Sin contrarios no hay progresión. 
    ** Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los  lupanares con ladrillos de religión. / La altivez del pavo real es la gloria de  Dios. / La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios. / La cólera del león es  la sabiduría de Dios. / La desnudez de la mujer es obra de Dios. /El exceso de  pena ríe; el exceso de dicha llora. [...] El júbilo impregna; las penas  procrean. [Las bodas del Cielo y el Infierno, 1793,  versión de Pablo Mañe]
William Blake es el poeta y grabador que desde su oscuro taller de Londres le canta a la Revolución de los americanos contra Inglaterra. Es el místico que le escribe himnos a la Revolución Francesa; el iluminado iluminista; el hombre que quiere derrumbar los dos pilares ideológicos del siglo, simétricos y opuestos: la hipocresía de los moralistas y el racionalismo de los impíos.
Parodia, juego y crispación
Aquella realidad aparece como abandonada por los dioses,
      como un mundo decaído.
    Hegel, El arte clásico y el arte romántico, III,  3.
     El lugar desde  el cual se mueve la sátira es, claramente, un topos negativo: el rechazo a las costumbres, al lenguaje y a los  modos de pensar corrientes. “Mythos del invierno” la llamó Frye en un estudio  rico en modulaciones teóricas.(11)
           La sátira supone  una consciencia alerta, ora nostálgica, ora revolucionaria, y que no se  compadece con las malezas del presente. Pero como su ímpetu viene de la  agresividad, que es instinto de muerte, el tenor positivo, “tético”, de esa  consciencia, es, en general, un término de comparación difícil de precisar,  pues es implícito y remoto, aunque activo. En la sátira se hallan ocultos, a  veces hasta al propio poeta, el sentido constructivo, la alianza con las  fuerzas vitales, en suma, la buena positividad, que en ella se confunde con la  negatividad.
           En la lucha  contra la ideología y el estilo vigentes, el satírico y el parodista deben  sumirse resueltamente en la propia cultura. Es sobre ella que hablan, es a ella  a quien se dirigen. Tal inmersión no se lleva a cabo sin riesgos y  estremecimientos: no existe ningún otro género que denuncie más deprisa el  partido del escritor, sus antipatías, pero también sus ambigüedades morales y  literarias. El satírico aparece en prácticas complejas y saturadas de la vida  urbana; momentos en que la consciencia del hombre culto ya se atormenta con las  contradicciones entre lo cotidiano real y los valores que lo comprometen. Y la  parodia, “canto paralelo”, sólo se hace posible cuando una formación literaria  y un gusto, otrora sólidos, entran en crisis, o sea, sobreviven a pesar de la  cotidianeidad, sobreviven como disfraz, velo ideológico.
           La sátira podrá  sacar de sus embates con el presente tanto un moralismo agrio y sardónico (hay  reaccionarios dotados de fuerte bilis estilística) cuanto una crítica lúcida o  desesperada de toda la existencia, crítica que hiere lo existente por amor,  oculto amor, a lo que debería ser.
       La disolución  del arte clásico se dio, nos enseña Hegel, con la sátira romana, peculiar de  una sociedad ya compleja, pero prosaica, donde el sujeto se doblega bajo el  peso implacable de las mores de la  Ley. La libertad de palabra de la que disponen un Horacio y un Juvenal sirve  apenas para denunciar las fallas que se estiraban entre las costumbres privadas  y la Ley Pública tenida por ideal. Una prosa divertida, pero fría, hecha de  “sutiles gracias y burlas elegantes” (Hegel), es el límite de la sátira latina.
     La disolución  del arte clásico se dio, nos enseña Hegel, con la sátira romana, peculiar de  una sociedad ya compleja, pero prosaica, donde el sujeto se doblega bajo el  peso implacable de las mores de la  Ley. La libertad de palabra de la que disponen un Horacio y un Juvenal sirve  apenas para denunciar las fallas que se estiraban entre las costumbres privadas  y la Ley Pública tenida por ideal. Una prosa divertida, pero fría, hecha de  “sutiles gracias y burlas elegantes” (Hegel), es el límite de la sátira latina.
           La sátira  moderna, que creció junto con las vicisitudes del arte romántico, es  infinitamente más demoledora. Su humor linda con la nada. El ácido corroe el  recipiente que lo contiene, recipiente de carne y hueso. La leyenda celta de la  espada incontrolable que, viéndose fuera de la vaina, salta para perseguir no  sólo al enemigo, sino al caballero que la empuñó, es el emblema de la poesía  que castiga hasta el puro nihilismo. Del terrible “Himno a Ahrimán”, en que  Leopardi clama su pesimismo cósmico al nuevo rey de la creación, el Mal, hasta  las negras parodias romántico-antirrománticas de Rimbaud y de Lautréamont, se confirma lo que Hegel preveía como el destino del humor:  la libertad creciente de la subjetividad acaba desgarrándola de todos los  contenidos que la cultura le transmitió, y vive de su propio errar.
           El humor  cortaría, en el estado actual de las artes, todo contacto con las formas y los  significados vigentes. Y la ruptura, cuando se absolutiza, implica,  ciertamente, la muerte del habla poética.
           En verdad, resta  siempre el arbitrio, que sólo el hombre tiene, de autoanalizarse; y esa  condición alimenta el poema contemporáneo en el que Narciso se niega a sí  mismo:
“Yo, el sobreviviente”
                  Ciertamente  sé: sólo por suerte
                        sobreviví a  tantos amigos. Pero hoy a la noche, en sueños,
                        oí a estos  amigos que me decían: “Los fuertes sobreviven”.
                        Y me odié  [...]*
                                                          [Bertolt Brecht, en Poemas del exilio](12)
* El original, cuyo título es “Ich, der Überlebende”, dice: “Iche weiss natürlich: enzig durch Glück / Habe ich so viele Freunde überlebt. Aber heute Nacht im Traum / Horte ich diese Freunde von mir sagen: “Die Stärkeren überlebe” / Und ich hasste mich”. [Versión libre del traductor]
“Elegia 1938”
                  Coração orgulhoso, tens pressa de confessar tua  derrota
                        e adiar para outro século a felicidade coletiva.
                        Aceitas a chuva, a guerra, o desemprego e a injusta  distribuição
                        porque não podes, sozinho, dinamitar a ilha de  Manhattan.*
                                                          [Carlos Drummond de Andrade, en A rosa do povo]
                  * Corazón orgulloso, tienes prisa  en confesar tu derrota
                        y en dejar para otro siglo la felicidad colectiva.
                        Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la  injusta distribución
                        Porque no puedes, solo, dinamitar la isla de  Manhattan.
                                                          [Versión libre del traductor]
* * *
 Hay un momento  en que el poeta demuestra no tomar en serio los valores de una cierta cultura,  o mejor, las relaciones entre forma y contenido que la dominan: es la hora de  la parodia.
     Hay un momento  en que el poeta demuestra no tomar en serio los valores de una cierta cultura,  o mejor, las relaciones entre forma y contenido que la dominan: es la hora de  la parodia.
           El retorno  cíclico de esa especie de poesía esquizoide (que es una literatura  antiliteraria y, al mismo tiempo, una antiliteratura literaria) parece darle la  razón a la teoría de los ricorsi de  Vico. En cada ciclo histórico, el mito y el epos que en él se funda son recalcados por un proceso creciente de  racionalización (la fase civile), que  es, por su parte, precaria, sujeta a desequilibrios y a recaídas en la más  ciega barbarie..., de donde podrá resurgir una nueva estación mitopoética.
           El ánimo  paródico estaría a medio camino entre la razón desmistificadora (mientras analiza e ironiza formas alienadas de  decir) y la pura violencia del instinto de muerte, juego arriesgado con las  fuerzas demoníacas del Terror y de la negación absoluta. La parodia juega con  el fuego de la inteligencia.(13)
       Es una impresión  eminentemente lúdica la que se recibe, hoy, cuando se leen las parodias  antiguas; hoy, que son otras las mitologías. Tal vez ningún género “serio” haya  dejado de producir, en Grecia, su contrahecho, comenzando por la epopeya, por  la Ilíada, que,  después de formar generaciones y generaciones de oyentes y de ser imitada por  todo un ciclo oral, conoció la imagen inversa del epos en la Batalla de las ranas y los ratones, la Batracomiomaquia, cuyo estilo la reproducía con tanta  perfección que muchos filólogos inadvertidos llegaron a atribuirle su autoría  al propio Homero. Pero ahora los héroes ya no son ni Aquiles ni Héctor: son Τρωξάρτης (Roepán),  Ψιχάρπαγος (Robamigas), Φυσίγναθος (Hinchacarrillos),  Πρασσαῖος (Verdepuerro).(14)
     Es una impresión  eminentemente lúdica la que se recibe, hoy, cuando se leen las parodias  antiguas; hoy, que son otras las mitologías. Tal vez ningún género “serio” haya  dejado de producir, en Grecia, su contrahecho, comenzando por la epopeya, por  la Ilíada, que,  después de formar generaciones y generaciones de oyentes y de ser imitada por  todo un ciclo oral, conoció la imagen inversa del epos en la Batalla de las ranas y los ratones, la Batracomiomaquia, cuyo estilo la reproducía con tanta  perfección que muchos filólogos inadvertidos llegaron a atribuirle su autoría  al propio Homero. Pero ahora los héroes ya no son ni Aquiles ni Héctor: son Τρωξάρτης (Roepán),  Ψιχάρπαγος (Robamigas), Φυσίγναθος (Hinchacarrillos),  Πρασσαῖος (Verdepuerro).(14)
     Ejemplar es la historia de la tragedia, saga  invertida, que va perdiendo en substancia mítica ―de Esquilo a Sófocles y de  éste a Eurípides― a proporción que pasa de la comunidad arcaica a la polis de los sofistas. Y fue sólo en  esta última etapa que pudo aparecer la caricatura, no de lo trágico en sí, remoto y desaferrado, sino de su vaciamiento: la comedia de Aristófanes es marcadamente  nostálgica y aristocrática; su blanco es la palabra de Eurípides y de Sócrates,  palabra inquietante porque ya no es más puramente mítica... Lo que lo cómico  nostálgico parodia no es, evidentemente, el mito primordial, sino, al  contrario, la cultura urbana, problemática, que ya no mantiene el sabor de los  orígenes; más bien, “se pervierte” con el discurso psicológico y crítico...  Aristófanes es el modelo del sátiro conservador que la literatura romana  reproduciría y osificaría después.
           De la vieja parodia, mezcla de prosa y verso, de  canto y crítica, que toma forma canónica en los Diálogos del cínico Luciano de Samósata y en la “sátira menipea” de  Marco Terencio Varrón, que hable, por todos, el fuerte y original estudio de Mijaíl Bajtín, que ve en ella (la vieja parodia) el avatar polimorfo de la  novela de Dostoievski y de todo texto que abrace, en  coro, epos y lira, drama y crítica.(15)
 Mijaíl Bajtín, que ve en ella (la vieja parodia) el avatar polimorfo de la  novela de Dostoievski y de todo texto que abrace, en  coro, epos y lira, drama y crítica.(15)
           Si Homero y los trágicos de Grecia fueron  contrahechos jocosamente, algo parecido ocurrió en los “tiempos heroicos  renovados”, para usar la expresión de Vico. En la Edad Media, el ciclo de  Carlomagno, cuyo texto de base es la Chanson de Roland (siglos XI-XII), conoció no pocos  copias burlescas. Pero no inmediatamente. Entre el original épico y las  parodias se adensó la tradición de la novela  de caballería: las modificaciones que forman el ciclo de Carlomagno  saturaron el imaginario medieval hasta el momento en que la nueva sociedad  urbana y burguesa no se reconoció más en aquella materia legendaria y en el  gusto épico. El esquema narrativo sobrevive largamente, pero para transmitir  los cambios internos de un complejo feudal en vías de perecer. En fin, después  del roman comienza a hacerse la  caricatura del viejo emperador y de sus doce pares. En el Roman de Renart, que es  del siglo XIII, el caballero, el cruzado y el obispo se degradan en la forma de  animales, ora salvajes, ora astutamente domesticados: son leones, lobos,  zorros.
           El paralelismo se impone entre el mundo antiguo y  el Medioevo: la Ilíada, los ciclos  post homéricos, la Batracomiomaquia;  la Chanson de Roland, el ciclo  novelesco, el Roman de Renart; (1) la epopeya, (2) la novela, (3) el  bestiario paródico.
           En Italia, que no vivió el epos inaugural, pero lo recibió de Francia, el primer momento es el  de la novela, el segundo es el de la parodia. La corte florentina de los  Medici, signori burgueses, albergó a  uno de los caricaturistas más geniales de la poesía universal, Luigi Pulci,  que, en el Morgante, además de  rehacer socarronamentelas gestas de  Carlomagno, le agrega a la vieja galería de héroes dos nuevas figuras bizarras,  Margutte, el gigante pícaro, y Astarotte, el diablo-hereje, cortés y sabio.
           Una generación después, ya en pleno Renacimiento,  aparece la más compleja e hilarante parodia de las tradiciones caballerescas,  el Baldus, de Merlin Cocai,  pseudónimo de un monje literato, eremita y vagabundo, Teófilo Folengo. Ya el  contrahecho de la epopeya ataca el meollo de los significantes, la lengua,  mezcla de latín clásico, latín de iglesia, italiano y varios dialectos. Lo  cómico más inmediato deriva precisamente del encuentro de flexiones latinas y  palabras vulgares, que es la estructura del latín macarrónico. Con el Baldus, el Humanismo italiano y europeo canta, de hecho precozmente (el  poema fue publicado en 1517), la separación interna que lo llevaría a  fragmentarse en las direcciones opuestas del racionalismo y del barroco del  siglo siguiente.
       Los valores épicos son residuo de un tiempo que ya  pasó, legando sin embargo un mosaico de sonidos e imágenes dispares que,  puestos en conjunto, dan la impresión de farsa erudita o de locura. Esa  literatura pletórica y sin un centro vivo finge centrarse en lo más noble de  los contenidos (lo épico) y en la más  noble de las formas (la lengua latina).  Ninguno de los dos resiste: el epos se  deshace en burla, el latín se divide en la danza de las deformaciones verbales.  De allí en más, está abierto el camino para el largo estertor de la epopeya: es  la hora del género heroico-cómico, réplica de la hilarante-tragedia griega.
     Los valores épicos son residuo de un tiempo que ya  pasó, legando sin embargo un mosaico de sonidos e imágenes dispares que,  puestos en conjunto, dan la impresión de farsa erudita o de locura. Esa  literatura pletórica y sin un centro vivo finge centrarse en lo más noble de  los contenidos (lo épico) y en la más  noble de las formas (la lengua latina).  Ninguno de los dos resiste: el epos se  deshace en burla, el latín se divide en la danza de las deformaciones verbales.  De allí en más, está abierto el camino para el largo estertor de la epopeya: es  la hora del género heroico-cómico, réplica de la hilarante-tragedia griega. 
           Estudiando las mayores producciones  heroico-cómicas, Otto Maria Carpeaux muestra cuán delicado es el problema de la  definición ideológica de un texto satírico o paródico.(16) Para  el caso del género durante su siglo de oro, el XVII, el motivo de la difusión  parece haber sido la resistencia (aun barroca, no racionalista) de la poesía a  la sobrevida de los discursos heroicos o sublimes en una sociedad ya minada por  intereses burgueses y por las “razones de Estado” de las monarquías  mercantiles. La consciencia que dictaba aquellas parodias de lo épico hacía la  sátira del estilo “alto”, pero a la luz de la añoranza de un tiempo en que la  forma heroica se habría casado armónicamente con la moral del honor y de la  devoción. De allí, una consciencia nostálgica que podría ser vista,  dialécticamente, como una consciencia posible inconformista. Consciencia que,  de algún modo, rechaza la situación más próxima del sujeto creador.
           La fusión de nostalgia con parodia, que Carpeaux  llama “el colmo de la doblez”, aparece, por ejemplo, en el poeta George de Brébeuf,  que publicó, en 1655, su traducción muy seria de la Farsalia de Lucano, y un  año después Le premier livre de Lucain  travesti. Primero tradujo,  después traicionó. Pero la parodia es una traición consciente.
         Pero la resistencia de los parodistas heroico-cómicos  no se sostuvo con el aliento esperado fuera de la erudición académica de los  siglos XVII y XVIII. Tal vez por no estar fundada en una sufrida consciencia  histórica dirigida hacia la praxis, su aliento no llegó a soplar el futuro. Lo  que resta y, probablemente, lo que mantenía aquellas parodias en movimiento, es  el espíritu lúdico, el placer de la mímesis farsesca,  el gusto por el pastiche y por la mezcla de lenguajes, siempre vivo en aquellos  literatos habilísimos forrados de Virgilio y Horacio, Ariosto y Tasso.
* * *
     Parodiar es un acto rigurosamente contextual cuyo  sentido (¿ideológico?, ¿contraideológico?) no puede ser definido a priori. La escritura de la parodia es,  desde su raíz, ambigua: repite modos y metros convencionales al mismo tiempo  que los disocia de los valores para los cuales esos modos y metros son  habitualmente accionados. La Parodia  parodia antes el pastiche que el original. Y sus efectos ideológicos no son  uniformes. Es preciso preguntar, en cada caso: ¿qué se niega en la pseudoafirmación  que es el texto paródico?
         La parodia puede reforzar las potencias del  significante siempre que agreda al significado al que estuvo tradicionalmente  unido. Es el caso de “Comendadores jantando” (“Comendadores cenando”) de João  Cabral de Melo Neto, poema en que el decasílabo heroico y la retórica de la  intensidad se muestran dúctiles y capaces de herir profundo a los héroes de  yeso:
                   Assentados, mais fundo que sentados,
                        eles sentam sobre as  supercadeiras:
                        cadeiras com patas, mais que  pernas,
                        e pau-d´aço, um que não  manqueja.
                        Se assentam tão fundo e  fundamente
                        que mais do que sentados em  cadeiras,
                        eles parecem assentados, com  cimento,
                        sobre as fundações das  próprias igrejas.
                  Assentados fundo, ou fundassentados,
                        à prova de qualquer abalo e  falência,
                        se centram no problema  circunscrito
                        que o prato de cada um lhe  apresenta;
                        se centram atentos na questão  prato,
                        atenção ao mesmo tempo acesa e  cega,
                        tão em ponta que o talher se  contagia
                        e que a prata inemocional se  retesa.
                        Então, fazem lembrar os do  anatomista
                        o método e os modos deles  nessa mesa:
                        contudo, eles consomem o que  dissecam
                        (daí se aguçarem em ponta, em  vespa);
                        o prato deu soluções, não  problemas,
                        e tanta atenção só visa a  evitar perdas:
                        no consumir das questões  pré-cozidas
                      que demandam das cozinhas e  igrejas.*                                                                                                                                                         [De A educação pela pedra]
     * Asentados, más hondo que  sentados, / ellos se sientan sobre las supersillas: / sillas con patas, más que  piernas, / y palo de acero, uno que no manquea. / Se asientan tan hondo y  hondamente / que más que sentados en sillas, / ellos parecen asentados, con  cemento, / sobre los cimientos de las propias iglesias.
         Asentados hondo, u  hondasentados, / a prueba de cualquier abalo y falencia, / se centran en el problema  circunscrito / que el plato de cada uno le presenta; / se centran atentos en la  cuestión del plato, / atención al mismo tiempo encendida y ciega, / tan en  punta que el cubierto se contagia / y que la plata inemocional se estira. /  Entonces, hacen recordar a los del anatomista / el método y los modos de ellos  en esa mesa: / sin embargo, ellos consumen lo que disecan / (de allí que se  agucen en punta, en avispa); / el plato dio soluciones, no problemas, / y tanta  atención apenas se propone evitar pérdidas: / en el consumir de las cuestiones  precocinadas / que demandan de las cocinas e iglesias. [de La educación por la piedra] (Versión libre del traductor)
     La parodia deshace, en el poema de Cabral, un tipo  de asociación entre estilo y tema, rebajando éste y potenciando libremente  aquél. Crispación y juego.
           En Kipling revisitado, de José Paulo Paes, el efecto  destructivo es mayor: se parodian, al mismo tiempo, el código y el mensaje del  célebre “If” del consejero colonial inglés:
      
                              Se etc.
                                    se etc.
                                    se etc.
                                    se etc.
                                    se etc.
                                    se etc.
                                    se etc.
                                    serás um teorema
                                    meu filho*
                                                            [De Anatomias]
* Si etc. / si etc. / si etc. / si etc. / si etc. / si etc. / si etc. / serás un teorema / mi hijo. (Versión libre del traductor)
     En el Primeiro  caderno do aluno de poesia Oswald  de Andrade (Primer cuaderno del alumno de poesía Oswald de Andrade), formas de decir infantiles, populares o románticas se retoman  jocosamente para expresar situaciones de la vida brasilera moderna. El carácter  ingenuo de las formas es desgarrado (en parte) de sus contenidos sentimentales;  lo que sobra es el nombramiento de la realidad presente de la cual el poeta  está a veces cerca y otras alejado (la parodia es aquí ambigua, envolvente,  irónico-sentimantal):
 de Andrade), formas de decir infantiles, populares o románticas se retoman  jocosamente para expresar situaciones de la vida brasilera moderna. El carácter  ingenuo de las formas es desgarrado (en parte) de sus contenidos sentimentales;  lo que sobra es el nombramiento de la realidad presente de la cual el poeta  está a veces cerca y otras alejado (la parodia es aquí ambigua, envolvente,  irónico-sentimantal):
                  “meus sete anos”
      
                        Papai vinha de tarde
                        Da faina de labutar
                        Eu esperava na calçada
                        Papai era gerente
                        Do Banco Popular
                        Eu aprendia com ele
                        Os nomes dos negócios
                        Juros hipotecas
                        Prazo amortização
                        Papai era gerente 
                        Do Banco Popular
                        Mas descontava cheques
                        No guichê do coração
“meus oito anos”
                  Oh que saudades que eu tenho
                        Da aurora de minha vida
                        Das horas
                        De minha infância
                        Que os anos não trazem mais
                        Naquele quintal de terra
                        Da Rua de Santo Antônio
                        Debaixo da bananeira
                        Sem nenhum laranjais
                  Eu tinha doces visões
                        Da cocaína da infância
                        Nos banhos de astro-rei
                        Do quintal de minha ânsia
                        A cidade progredia
                        Em roda de minha casa
                        Que os anos não trazem mais
                        Debaixo da bananeira
                        Sem nenhum laranjais*
* “mis siete años” / Papá  venía a la tarde / de la faena de trabajar / yo esperaba en la vereda / Papá  era gerente / del Banco Popular / yo aprendía con él / los nombres de los  negocios / intereses hipotecas / plazo amortización / Papá era gerente / del  Banco Popular / pero descontaba cheques / en la ventanilla del corazón.
      “mis ocho años” / Oh qué  nostalgia que tengo / de la aurora de mi vida / de las horas / de mi infancia /  que los años no traen más / en aquél patio de tierra / de la calle de San  Antonio / debajo de la bananera / sin ningún naranjal
      Yo tenía dulces visiones /  de la cocaína de la infancia / en los baños de astro-rey / del patio de mi  ansia / la ciudad progresaba / en torno de mi casa / que los años no traen más  / debajo de la bananera / sin ningún naranjal. (Versión libre del traductor)
     La parodia tiene en común con la sátira el espíritu  del contraste y lleva la disonancia hasta el corazón de la ideología literaria,  que se llama gusto. 
           La consciencia establece aquí una relación negativa  con el eje pasado-presente, el eje de la tradición. Negativa en cuanto a la  armonía forma-contenido. El eje de la tradición literaria, en sí, es reforzado  a pesar de la corrosión paródica. Pero el bloque de la tradición cultural sufre  de entropía. Hay un tono de crepúsculo, una sonrisa de ceniza, una mueca fría  que sale de la parodia.
           En el límite extremo, el aumento del intervalo  crítico y de la mediación ideológica, hecha juicio de valor, podría impedir que  el canto naciera. Así ocurriría si el canto pudiera un día morir bajo la  presión del gesto crítico. Pero siempre que, en la dialéctica viva del texto,  ese gesto no paraliza, más bien libera, la parodia ejerce la función  purificadora de hacer circular en las venas de la dicción la sangre de la  “buena negatividad”. El sátiro insufrido quiere, tanto cuanto el lírico más  ardiente, alcanzar la difícil transparencia de los seres, la rara comunión con  los hombres; pero, a diferencia del cantor órfico, precisa limpiar la voz de  toda impostación falsa o injusta para con su grado de consciencia. La parodia  podrá ser, en ese exacto momento, el ácido depurador.
           En ese exacto momento, apenas. Si desborda en el  trabajo de la decantación, la parodia se arriesga a secar las fuentes del epos y de la lira y a bloquear el camino  a aquellas “verdades de la infancia” para las cuales, según Marx, el espíritu  se retrae cuando alcanza la plena madurez.
           Como crispación del sujeto ante la estupidez y la  barbarie, la sátira romana se formaba aquende la síntesis poética; y así  pensando, Hegel la sitúa “en el único lugar que le conviene, el de una forma transitoria del ideal clásico”.(17) Transitoria porque la oposición entre sujeto y mundo, que  es la primera hora de toda sátira, no puede durar indefinidamente si permanece  abstracta e “incapaz de contribuir eficazmente, por medios verdaderamente  políticos, con la desaparición de los aspectos falsos y sombríos de la vida  ante la luz ofuscadora de la verdad.”(18). La sátira exige  acción. Por eso, no puede durar mucho.
           En relación al arte romántico (que, en Hegel,  comienza con el Cristianismo), el tránsito para lo moderno se hace a través del humor, definido como actividad que:
Disocia y descompone, a través de “hallazgos” espirituosos y de expresiones inesperadas, todo lo que procura objetivarse y revestir una forma concreta y estable. De esta manera, se le saca al contenido objetivo toda su independencia, y al mismo tiempo se logra abolir la estable coherencia de la forma adecuada a la propia cosa; la representación pasa a ser un juego con los objetos, una deformación de los sujetos, un vaivén y un cruzamiento de ideas y actitudes en las cuales el artista expresa el menosprecio que tiene por el objeto y por sí mismo.(19)
Nada más parecido a la poesía brasilera en esta década de 1970.
El presente abierto, de nuevo
What is now proved was once only imagin´d.
    William  Blake, The Marriage of Heaven and Hell
C´est une grande destinée  que celle de la poésie!
      Joyeuse ou lamentable, elle porte toujours en soi le
      divin caractère utopique. Elle contredit sans cesse le
      fait à peine de ne  plus être.
    Charles Baudelaire 
     En la resistencia a los ídolos, la voz del canto llama a sí a todos los  tiempos. Evoca el pasado, provoca el presente, invoca el futuro y lo convoca.
 el futuro y lo convoca.
           Hemos sugerido, páginas atrás, en el tópico sobre el presente abierto,  que el lenguaje de los profetas y del Apocalipsis, todo imantado hacia el  futuro, revive en poetas de tiempos y sueños diversos, como Dante, Blake y  Víctor Hugo, juntando siempre rechazo y expectación. Entre nosotros, el poema O Guesa, de Joaquim de Sousândrade, compuesto hacia  el final del siglo XIX, funde la sátira (antimonárquica, antiimperialista,  antimilitar, anticlerical) con la utopía de un socialismo indígena cuyo héroe  trae en sí la pasión libertaria de Prometeo y de Cristo.
           Ciertas narrativas populares en verso o en prosa reactivan el esquema  fundamental de los libros profético y del Apocalipsis. El aquí y ahora es  descripto con toda la negrura de sus carencias, precipitándose en un abismo de  males, que es cavado en un futuro próximo cuando todo empeorará in extremis para, en fin, inaugurarse el  tiempo de la salvación, la utopía.
           Los estudios sobre el sebastianismo portugués, de fondo judaico y  popular, condicen con los resultados de las búsquedas sobre el mesianismo  rústico. Situaciones de crisis y opresión desencadenan fuerzas profundas de  resistencia que, a su vez, generan movimientos sociales y formas simbólicas de  tenor radicalmente mitopoético.
           Las narrativas, las prédicas y los cantos producidos en esos momentos  tensos de la comunidad son, al mismo tiempo, críticos del presente curvado bajo  el peso de la necesidad, y expectantes de una condición nueva, la condición del  Reino, que se cumplirá después del “Juicio Final”. Se forma un nexo íntimo  entre la actual ruptura con el Mundo, el Siglo, y la regeneración de la Tierra  por el advenimiento de la nueva Era.
         La primera parte de las Trovas del zapatero de Trancoso, Gonçalo Anes,  el Bandarra, escrita al rededor de 1530 (mucho antes, por lo tanto, de la  muerte de Don Sebastián), es la crítica de  la situación moral portuguesa de aquel tiempo:
                  Vejo grandes revoltas
                        agora nas clerezias.
                        Porque usam de simonias
                        e adoram os dinheiros
                        [...]
                        Não vejo fazer justiça
                        a todo o mundo em geral.
                        Que agora a cada qual
                        sem letras fazem doutores,
                        vejo muitos julgadores
                        que não sabem bem nem mal.
                        [...]
                        A linhagem dos fidalgos
                        por dinheiro é trocada.
                        [...]
                        Vejo tanta misturada
                        sem haver chefe que mande;
                        como quereis que a cura ande
                      se a ferida está danada?
La última parte es la historia del futuro próximo, que va a comenzar con la llegada del “Ungido del Señor”, aún Oculto:
                  Todos terão um  amor,
                        gentios como pagãos
                        [...]
                        Servirão um só senhor,
                        Jesus Cristo que nomeio,
                        todos crerão que já veio
                        o Ungido do Senhor*(20)
* Veo grandes revueltas /  ahora en las clerecías. / Porque usan las simonías / y adoran el dinero. [...]  No veo hacer justicia / a todo el mundo en general. / Que ahora a cada cual /  sin letras hacen doctores, / veo muchos juzgadores / que no saben bien ni mal  [...] El linaje de los hidalgos / es cambiado por dinero [...] Veo tanta  mezcolanza / sin haber jefe que mande; / ¿Cómo queréis que la cura ande / si la  herida está condenada?
    Todos tendrán un amor, /  gentíos como paganos [...] Servirán a un sólo señor, / Jesús Cristo que nombro,  / todos creerán que ya llegó / el Ungido del Señor. (Versión libre del  traductor)
Los espacios opuestos y coexistentes del Mal y del Bien están en lucha: Babilonia, o Babel, de un lado; del otro, la Nueva Jerusalén. Los cuartetos que Euclides da Cunha recogió entre los papeles de los jagunços de Canudos hablaban de dos “órdenes” conflictivos: la Ley del Can y la Ley de Dios:
                  Garantidos pela  lei
                        Aqueles malvados estão.
                        Nõs temos a lei de Deus
                        Eles têm a lei do cão!
                  O Anticristo nasceu
                        Para o Brasil governar
                        Mas aí está o Conselheiro
                  Para dele nos livrar.*(21)
* Garantidos por la ley / aquellos  malvados están. / ¡Nosotros tenemos la ley de Dios / Ellos tienen la ley del  can! 
      El Anticristo nació / para  a Brasil gobernar / pero ahí está el Consejero / para de ello nos librar.  (Versión libre del traductor)
     La secularización no es un proceso que se dé  homogénea y universalmente. E, incluso en la civilización industrial, el  espíritu utópico se rehace trabajando con otros contenidos que no sean los ya  cristalizados por la tradición. Si así no fuera, ¿cómo explicar la existencia  de una poesía “culta” abierta hacia el futuro? El realismo, si dice las cosas  como están, no puede ser, rigurosamente, socialista. El socialismo, por su  parte, no puede ser, hoy, rigurosamente realista.
           Albert Camus: “¿Cómo puede ser posible un realismo  socialista si la realidad no es del todo socialista?”(22) 
           La poesía, si quiere una verdad nueva, será  utópica.
           Utopía: fuera del tiempo. Como la imaginación  creadora.
           Marx, en un texto muy citado, pero del cual aun no  se extrajo todo lo que puede dar, dice de la religión que “es la realización  imaginaria de la esencia humana”. Lo que parece una definición totalizadora del  arte.
           En seguida: “La miseria religiosa es juntamente la expresión de la miseria real y la protesta contra ella. La religión es el  suspiro de la criatura oprimida, el alma de un mundo sin alma, el espíritu de  situaciones sin espíritu”. Dirá también que es “el opio del pueblo”, pero no  antes de haber dicho que es expresión y protesta contra la miseria real.(23)
           En el contexto de Marx, la idolatría, o fetichismo, es la alienación de raíz, la consciencia  entorpecida que se curva ante la repartición de hombres entre opresores y  oprimidos, gloriosos y humillados. Destruir el fetiche es comenzar la tarea de  la liberación.
 repartición de hombres entre opresores y  oprimidos, gloriosos y humillados. Destruir el fetiche es comenzar la tarea de  la liberación.
           En otro contexto, pero con idéntica vehemencia,  vimos cómo el profeta Isaías clamaba para que los ídolos se deshicieran: sólo  así los antiguos idólatras reharían la propia consciencia. En Isaías, la  palabra mesiánica sólo es dicha después de la palabra-imprecación, signo que  niega al ídolo.
           Quien interpretó agudamente el sentido de esa  poesía profética, en un registro antifetichista, fue Ernst Cassirer, cuyo texto  sobre la “dialéctica de la consciencia mítica” entiende el mesianismo como el  momento subversivo del pensamiento religioso.(24)
           La religión que exorciza los ídolos desencadena, en  su proceso, la superación de la fase puramente mítica. La palabra del profeta,  mientras niega el eje pasado-presente, y dice lo que aún no es, ya significa la crisis y la destrucción simbólica de lo  que ya fue y de lo que aún no es. Paralelamente: la poesía que se despega de la  fascinación de las imágenes (pasadas o presentes) está madura para la  producción de los signos del futuro. Signos hechos más de voluntad, de  consciencia y de imaginación que de pura memoria. Signos del poema prometeico.  Signos del poema utópico. Signos del poema político.
      El “gemido de la criatura oprimida” no se calla por  eterna que sea la espera de la liberación. Y porque ese gemido es también  protesta, se altera, cambia de tono y de timbre, se hace grito, ronco desafío, dura  afrenta, hasta encontrar los ritmos de la poesía utópica. Por ejemplo: el poema  prometeico “Los Doce”, de Aleksandr Blok,  trabaja una dimensión nítida de futuro colectivo, en la cual se dialectiza el  peso de milenios de expectación popular judeocristiana, ahora trasmutada por un  proyecto político secular, la Revolución Rusa:
                  [...]
                        8
                        Ah, dor-dureza!
                        Mortal
                      Tédio sem remédio!
                  Tempo, tempão
                        Mato, mato...
                  Fuzil em mão
                        Cato, cato...
                  Grãozinho, grão
                        Parto, parto...
                  Faca, facão
                        Corto, corto...
                  Burguês, foge como rato!
                        Teu sangue barato
                  Bebo gota a gota
                        Por minha garota
                  Senhor, acalma a alma de tua  serva...
                        Tédio!
                  9
                        Tudo é silêncio na cidade.
                        Torre de Neva. Tudo jaz.
                        Não há mais guardas,  Liberdade!
                        Viva, sem vinho, meu rapaz!
                  Eis o burguês na encruzilhada,
                        Nariz no cache-nez, ao vento.
                        A seu lado, transido, cauda
                        Entre as pernas, um cão  sarnento.
                  Eis o burguês, um cão sem  osso,
                        Taciturna interrogação,
                        E o mundo velho ―frente ao moço―,
                        Rabo entre as pernas, como um  cão.
                        10
                        A neve investe no vento.
                        Ah, vento nevoento!
                        A gente nem vê a gente
                        Frente a frente.
                  Neve em funil se revira,
                        Neve em coluna regira...
                  ― Ah, Senhor, que noite fria!
                        ― Eh, chega de hipocrisia!
                        Que te adiantou, camarada,
                        Essa imagem redourada?
                        Procura ser consciente,
                        Deixa desse disparate. A 
                        Tua mão ainda está quente
                        Do sangue da tua Kátia!
                  ― Mantém, revolucionário,
                        Teu passo vigilante!
                        Avante, avante, avante,
                        Povo operário!
                  11
                        ... Lá se vão sem santo e sem  cruz
                        Os doze ―pela estrada,
                        Prontos a tudo,
                        Presos a nada...
                  A mira dos fuzis de aço
                        Caça inimigos pelo espaço...
                        Até nos becos sem saída,
                        Lá onde a neve cai em maços
                        E a bota afunda, confundida,
                        Chega, implacável, seu passo.
                  Vermelho-aberta,
                        A bandeira.
                  Todos alerta,
                        Em fileira.
                  Arma o seu guante
                        O adversário...
                  E a neve com seu cortante
                        Açoite
                        Dia e noite...
                  Avante, avante
                        Povo operário!
                  12
                        ... Eles se vão num passo  onipotente...
                        ― Quem vem aí? Fale ou atiro!
                        É o vento apenas a zurzir o 
                        Pendão vermelho à sua  frente...
                  Lá adiante, um monte de neve.
                        ― Quem é?, quem está aí  oculto?
                        Só um cachorro se atreve
                        A entremostrar o magro vulto...
                  ― Some da vista, cão sarnento,
                        Ou eu te corto a baioneta!
                        Velho mundo, cão lazarento,
                        Desaparece na sarjeta!
                  Mostrando os dentes, como um  lobo,
                        Rabo entre as pernas, segue  atrás
                        O cão com fome, cão sem dono.
                        ― Ei, responde, há alguém  mais?
                  ― Quem é que agita a bandeira?
                        ― Olha bem, que noite escura!
                        ― Quem mais por aí se  esgueira?
                        ― Saia de trás da fechadura!
                        ― Továrich, se entrega logo!
                        É inútil. Não há saída.
                        ― Melhor ser pego com vida,
                        Se entrega ou eu passo fogo!
      
                        Trac-tac-tac! ―Só o eco
                        Responde de beco em beco.
                        Só o vento, com sua voz rouca,
                        Gargalhada na neve louca...
                  Trac-tac-tac!
                        Trac-tac-tac!...
                        ... Eles se vão num passo  onipotente...
                        Atrás ―o cão esfomeado.
                        À frente― pendão sangrento,
                        Às avalanches insensível,
                        Às balas duras invisível,
                        Em meio às ondas furiosas
                        De neve, coroado de rosas
                        Brancas, irrompe imprevisto ―
                        À frente ― Jesus Cristo. 
                                                            Enero de 1918(25) 
      
           Son esas, las últimas estrofas del poema “Los  Doce”. En la primera parte, la marcha de los rebeldes es atravesada por la  narrativa de un drama pasional que involucra a uno de los Doce, un ex militante  que se pasó a las filas enemigas, y a la mujer deseada por ambos. Katia, que  huyó con el traidor, acaba muerta por el revolucionario. Este vacila, durante  la marcha. Pero la marcha no puede esperar, la marcha de los Doce continúa cada  vez más violenta e implacable contra la Rusia feudal, contra la Rusia burguesa,  contra la Rusia militar, contra la Rusia prostituida.
           La visión de Cristo al frente de los Doce es de una  fuerza paradójica rara en un poema completamente compuesto de imágenes de  tedio, de odio (el “¡santo Odio!”), de traición y desesperación. Extrañas  metamorfosis de lo que Marx llamó “el gemido de la criatura oprimida”. Cristo  es aquí, más que nunca, el Hijo del Hombre, aquél que dice: “No penséis que he  venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada”  (Mt., 10, 34). “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, sino que sea  encendido? (Lc., 12, 49). Cristo-Prometeo, de quien está escrito que fue puesto  entre los hombres como “señal que será contradicha”. (Lc., 2, 34)
         Una de las marcas más constantes de la poesía  abierta para el futuro es la coralidad. El  discurso de la utopía es comunitario, comunicante, comunista. El poema asume el  destino de los oprimidos en el registro de su voz. El coro de todos los hombres  que trabajan en el ritmo de la dominación resuena en estos versos concitados  del chileno Pablo Neruda:
Alturas de Macchu Picchu
XII
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
[De Canto general]
     Yo vengo a  hablar por vuestra boca muerta. Y si el habla del poeta  parece más fuerte o más clara que el gemido de la criatura oprimida, es porque  de ésta, y sólo de ésta, recibió el aliento para gritar.
           El coro actúa, necesariamente, un modo de  existencia plural. Son las clases, los estratos, los grupos de una formación  histórica que se dicen en el tú, en  el vosotros, en el nosotros de todo poema abiertamente  político. Pero el coro no se limita a evocar una consciencia de comunidad;  también puede provocarla, creando en las voces que lo componen el sentimiento  de un destino común.
         La palabra coral es no sólo expectante como propiciadora. De allí, la fuerza expansiva de los himnos revolucionarios en los cuales el  futuro parece depender de la voluntad que canta:
Ça ira, ça ira, ça ira!
                  Debout, les damnés de la  Terre!
                        Debout, les forçats de la  faim!
                        La Raison tonne en son  cratère,
                        C´est l´irruption de la fin!
                        Du passé, faisons table rase,
                        Foule  esclave, debout, debout!
                        Le  monde va changer de base,
                      Nous  ne sommos rien, soyons tout!
                  C´est  la lutte finale,
                        Groupons-nous,  et demain
                        L´Internationale
                        Sera le genre humain!
                                                          [“L’Internationale”,  himno de las comunas de París, 1871]
                  Ma verrà il  giorno,
                        O bella ciao
                        Bella ciao bella ciao bella  ciao ciao ciao,
                        Ma verrà il giorno
                        Che tutti quanti
                        Lavoreremo in libertà!
                                                          [“Bella ciao”,  canto de las cortadoras de arroz del valle del Po, retomado por los partigiani durante la Resistencia al  nazismo]
     Ira, sera, va  changer, verrà: formas de un futuro sentido como el momento que ha  de venir, advenir. Que está por venir: porvenir, Futuro como la hora del  Advenimiento, he aquí una dimensión temporal que llegará al hombre, mítica,  utópicamente.
           Pero, junto con esa imagen de un horizonte  mesiánico, el himno y la canción de resistencia trabajan el futuro como potencialidad que el deseo permite  realizar. Es el futuro de la opción, el imperativo de la voluntad: “unámonos”,  “trabajaremos”.
           Esos dos aspectos del futuro, el Advenimiento y el Proyecto (subjetivamente, la Espera y la Voluntad), el futuro  temporal y el futuro modal, pueden aparecer en régimen de co-presencia y en el  orden que la significación poética prefiera.
      En el Himno  de la Internacional, “unámonos” viene primero; después: “será”. Así, el  trabajo de la consciencia y el trabajo de la praxis comunitaria son realzados  como productores del mañana:
    
                  Groupons-nous, et demain
                        L´Intenationale
                        Sera le genre humain.
      
     La palabra propiciadora, el futuro modal de opción,  rige el texto.
           Pero hay otra posibilidad. El orden se invierte en  “Bella ciao”, canción de resistencia creada por las trabajadoras del arrozal y  entonada por los partigiani. Es la  palabra expectante, la palabra del Advenimiento (“ma verrà il giorno”, pero llegará el día) que desencadena una  imagen de futuro en que todos los hombres disfrutarán de la libertad:
      
                  Lavoreremo in libertà!
      
En Bertolt Brecht, una dialéctica de esperanza, desesperanza y re-esperanza dicta estos versos paradójicos en que el cierre absoluto convive con la absoluta abertura:
Todo cambia
                  Todo cambia. Comenzar de nuevo
                        Tú puedes, con el último  aliento.
                        Pero lo que está hecho, hecho  está. Y el agua
                        Que le agregaste al vino, no  puedes
                      Ya retirar.
                  Lo que está hecho. Hecho está.  El agua
                        Que le agregaste al vino, no  puedes
                        Ya retirar, pero
                        Todo cambia. Comenzar de nuevo
                        Tú puedes con el último  aliento. *(26)
* El original, cuyo título es “Alles wandelt sich”, dice: “Alles wandelt sich. Neu beginnen / Kannst du mit dem letzten Atemzug. / Aber was geschehen, ist geschehen. Und das Wasser / Das du in den Wein gossest, Kannst du / Nicht mehr herausschütten. // Was geschehen, ist gechehen. Das Wasser / Das du in den Wein gossest, Kannst du / Nicht mehr herausschütten, aber / Alles wandelt sich. Neu beginnen / Kannst du mit dem letzten Atemzug” (Versión libre del tradutor)
     Como en Marx, el “para siempre perdido” (“lo que  está hecho, hecho está”) coexiste con la naturaleza reversible que está en  nosotros. El “último aliento” es la condición de posibilidad de la poesía  política, que ya fue profética y utópica antes de ser plenamente instruida,  como hoy (?), por la crítica de las ideologías.
 en  nosotros. El “último aliento” es la condición de posibilidad de la poesía  política, que ya fue profética y utópica antes de ser plenamente instruida,  como hoy (?), por la crítica de las ideologías.
           En el mundo visionario y titánico de William Blake,  engendrado en plena Revolución Francesa, es la sombra del Poeta (Milton) que  desciende a las tinieblas de los muertos para, como Orfeo o  Dante, predecir la alborada del nuevo día.
           El enemigo más cercano es, ahora, el orgullo  belicoso y, con él, el propio Ego: “the warlike Selfhood”, “my own Selfhood”.
           El pasaje de la oscuridad a la luz debe ser hecho  por el Poeta, sólo por el Poeta:
       I will go down to the sepulcher to see  if the morning breaks (Descenderé al sepulcro para ver si comienza a rayar el día).
           En ese descenso agónico, la consciencia del  escritor se siente aun presionada por el viejo orden, los “detestables dioses  de Príamo”, que la Revolución amenazó pero que, Hidra de siete cabezas, se  vuelve a levantar en toda Europa bajo la égida de iracundas restauraciones. El  poeta sabe que es preciso destruir tanto las falsas pompas del mundo  aristocrático como la hybris del  Individuo burgués que, insolente, ya se va apoderando de la escena. Lucha  contra los fantasmas del pasado; lucha contra el nuevo Ego omnipresente: No cesaré la  lucha de la Mente / ni la espada dormirá en mi mano, / mientras no haya  construido Jerusalén / en la verde y alegre Inglaterra.
           Viajero perdido  en noche oscura ―wanderer lost in dreary  night―, el poeta avanza por entre espectros, y todos se llaman Satanás,  pues el nombre del diablo es Legión. Milton-Orfeo-Virgilio-Dante-Blake ahuyenta  las sombras del Infierno; él que, siendo poeta, es un torrente de luz, “un  cometa penetrando en el Caos”.
           La sombra de aquel que porta la palabra es doble,  dividida: “hermaphroditic, male & female”. Hay en la travesía un riesgo  mortal de disolverse el alma en el torbellino que cada cosa trae dentro de sí pero que el poeta órfico atravesará ileso.  Torbellino es el viejo cielo ya dejado atrás, el abismo de los orígenes.  Torbellino es también la Tierra de los hombres que la palabra debe atravesar si  quiere construir la Nueva Jerusalén. La sombra va recorriendo un camino lleno de  cosas-círculos, cosas-remolinos que la van llamando hacia su vórtice negro.  Viene a la memoria el embudo del Infierno dantesco, pero aquí se le da a la figura  el vértigo del más rápido de los movimientos: es el vortex.
           Si el poeta resiste, si el poeta traspasa, inmune,  el torbellino del cielo y el torbellino de la tierra, es porque ya cumplió el  rito del sacrificio, ya se auto-anuló, para que el Juicio Final no venga a  sorprenderlo lleno de sí y no lo entregue a las garras letales del propio Yo:
                  I will go down to self annihilation and eternal death,
                        Lest  the Last Judgement come & find me unannihilate
                        And  I be seiz´d & giv´n into the hands of my Selfhood
(Descenderé a la auto-aniquilación y a la muerte eterna, / por miedo a que el Juicio Final venga y, encontrándome ileso, / me agarre y me entregue a las manos de mi Yo)
     La semilla que cae en la tierra se pierde, muere  para el mundo, muere para sí misma. Pero cuando germina, todo puede recomenzar,  para sí y para el mundo.
           El Poeta, después de haber conocido el sepulcro, se  levanta y con el verbo rehace la Tierra y los Tiempos. Los pasos que le suceden  al descenso de Milton son grabados indelebles de la Era que vendrá: era de  piedad y de amor; lugar “donde los opuestos son igualmente verdaderos”, y donde  el espíritu de negación ya no precisa ejercer su tarea de espina:
                  There is a place where Contrarieties  are equally True.
                        [...]
                        There is a Negation & there is a  Contrary:
                        The Negation must be destoy´d to redeem  the Contraries.
Ese espacio conquistado y redimido ya es el pórtico de la utopía: Jerusalén se llama el último libro de William Blake, escrito entre 1804 y 1820. Se entona en él un himno de resurrección:
                  Awake! awake O sleeper of the land of  shadows, wake! expand!
                        I am in you and you in me, mutual in  love divine:
                        [...]
                        I am not a God afar off, I am a brother  and friend;
                        Within you bosoms I reside, and you  reside in me:
                        Lo! We are One, forgiving all Evil; Not  seeking recompense!
                        Ye are my members, O ye sleepers of  Beulah, land of shades!*
* ¡Despierta! Despierta, oh tú que duermes en la tierra de las sombras ¡Despierta! ¡Respira! / Yo estoy en ti, tú en mí, en amor mutuo y divino: / [...] No soy un Dios distante, soy un hermano y un amigo; / En tu corazón resido, y tú resides en mí: / ¡Mira! Nosotros somos Uno, perdonando todo Mal, sin buscar recompensa: / Vosotros sois mis miembros, ¡Oh, vosotros que dormís en Beulah, tierra de las sombras!” (Versión libre del traductor)
En la última visión, el cielo es transparencia, el cielo es comunión, el cielo es reciprocidad. Incluso hasta el destino fatal de los ciclos ―el tiempo inexorable de la Naturaleza― conocerá por fin reposo en el corazón de Dios, donde ya no hay más Muerte.
La retama o la flor del desierto
     La fusión de sagrado con profano, la percepción  visionaria y escatológica del Todo, forman el horizonte de un poeta  radicalmente místico, como es Blake. Pero si quisiéramos saber cómo aparece la  totalidad cuando retrocede a la pura inmanencia de la materia y del hombre, sin  sombra de esperanza religiosa, y, a pesar de eso, penetrada de una agónica  voluntad de futuro, debemos visitar a uno de los mayores poetas especulativos  de todos los tiempos, Giacomo Leopardi.
       Su itinerario por las estaciones del Tiempo es  ejemplar. Leopardi hizo estancar en la madurez su vena idílica; y callando la  evocación milagrosamente bella de las fábulas antiguas, compuso la sátira  grotesca de los liberales anfibios y de los reaccionarios roedores, la Batalla de las Ranas y los Ratones, parodia de la más antigua de las  parodias; lo que le dio pasaje hacia una única salida posible ―la convocación  de los desheredados contra la suerte madrastra. Leopardi exasperó el  sentimiento de rechazo hasta rozar con el demonismo (el “Himno a Ahriman”,  fugaz encuentro con la desesperación romántica), pero se desvió luego de toda  auto-complacencia, de toda pose de maldito para buscar la solución más alta y  ardua: resistir comunitariamente. Este, el vector de su poema-testamento, La retama, poema duro, cortado, cercano  a la prosa pensante, ingrato de leer como todo desafío, ingrato de oír como un  canto que se pasara de la boca de Orfeo a la boca de un Prometeo desengañado.
     Su itinerario por las estaciones del Tiempo es  ejemplar. Leopardi hizo estancar en la madurez su vena idílica; y callando la  evocación milagrosamente bella de las fábulas antiguas, compuso la sátira  grotesca de los liberales anfibios y de los reaccionarios roedores, la Batalla de las Ranas y los Ratones, parodia de la más antigua de las  parodias; lo que le dio pasaje hacia una única salida posible ―la convocación  de los desheredados contra la suerte madrastra. Leopardi exasperó el  sentimiento de rechazo hasta rozar con el demonismo (el “Himno a Ahriman”,  fugaz encuentro con la desesperación romántica), pero se desvió luego de toda  auto-complacencia, de toda pose de maldito para buscar la solución más alta y  ardua: resistir comunitariamente. Este, el vector de su poema-testamento, La retama, poema duro, cortado, cercano  a la prosa pensante, ingrato de leer como todo desafío, ingrato de oír como un  canto que se pasara de la boca de Orfeo a la boca de un Prometeo desengañado.
       La ginestra, larga e  intrincada meditación sobre un sólo y gran tema: el sentido de la resistencia.  Lo que la provoca es la vista desolada de los flancos del Vesubio cubiertos de  cenizas y de lavas empedradas, donde aún nace la flor del desierto.
           El paisaje-matriz, la metáfora de la realidad  circundante, es lo que sobró de una catástrofe, la erupción del Vesubio en el  año 79 después de Cristo, con una Pompeya sepultada, así como Herculano y  Stabia. Las corrientes de lava calcinaron todas las tierras próximas. Y el  presente tampoco es seguro: el volcán humea, el campesino escucha el agua  hervir en el fondo del aljibe, y el suelo que ara es más ceniza y arena que  humus. Ese espacio tiene por horizonte la mayor de las amenazas, la muerte bajo  el flujo rígido, bajo el río de fuego que se transformó en piedra. En el eje  que va del presente al futuro sólo existe, por lo tanto, el peligro: lo opuesto  de la salvación cierta, fundamento de la poesía utópica.
           La Naturaleza ignora los deseos y los miedos del  hombre. Es aquella figura terrible, por indiferente, que Leopardi esculpió en  el Diálogo de la Naturaleza y un  islandés, y que Machado de Assis  retomaría en el delirio de Brás Cubas: Mujer y Enigma, sólo atenta a su perenne  producirse y destruirse y reproducirse.
           El ojo del poeta-narrador ve el desierto. La  memoria trae la imagen de civilizaciones derruidas. La consciencia se pregunta  sobre el sentido de la visión y de los recuerdos; y responde con certeza que la  suerte del hombre es precaria. De allí, la ironía vuelta contra los que exaltan  el propio siglo “soberbio y tonto”, y hablan, boquirrotos, de los “destinos  magníficos y progresivos” que le esperan al género humano. Apelar a los dioses  es cosa fútil y cobarde, pues la Naturaleza es para el hombre apenas el reino  del acaso. Resta al corazón sentir la angustia del aniquilamiento que el humo  del monte no cesa de anunciar. Pensar es, también para Leopardi, aprender a  morir.
           Pero el mismo ojo que ve las laderas de piedra del Sterminator Vesevo ve los matorrales  solitarios que la retama esparce: la retama contenta con los desiertos:
                  Tuoi cespi  solitari intorno spargi,
                        Odorata ginestra,
                        Contenta dei  deserti.
     Más allá de la retama, las raras señales de vida  que el observador discierne muestran sólo rabia y miedo: la serpiente que se  contorsiona al sol y el conejo que busca, rápido y asustado, un refugio cavernoso  donde esconderse.
           La retama no tiene nido ni gruta. Y sus movimientos  son de abertura. Hacia los lados, “esparce los tufos”; hacia arriba “como si te  apiadaras de los dolores del otro, al cielo / mandas un perfume de dulcísimo  aroma / que al desierto consuela”. Es en su inmanencia, en su interioridad  móvil y abierta, que se extiende el eje que lleva del presente al futuro, del  yo al mundo. Pero nada, en éste, promete sobrevivencia. Los restos de Pompeya, ahora objeto de ganancia o de piedad, exhiben  columnas truncas, teatros de vacío, casas rotas, donde el murciélago oculta sus  partos; y sobre esta misma inestable ruina esparcida, aún y siempre, la eterna  amenaza.
           Es el momento de confrontar, de mover los ojos  alternados de la retama al Vesubio, del Vesubio a la retama. El tiempo de la  flor es el tiempo de los seres provisorios; su sabiduría reside en reconocerlo,  en aceptarlo, en componerse con la pobreza del destino. El adjetivo que dice  con perfección ese grado de consciencia, Leopardi fue a escavarlo en la lengua  de los hombres que sucumbieron a la boca de fuego; en el latín que, travestido  de italiano, aparece en “lenta ginestra”. Lenta:  flexible, dúctil, maleable; capaz de durar; por eso, persistente (lentus amor, dice Tibulo en una de sus  elegías: un amor tenaz); por eso, resistente.
       La ginestra no es, sin  embargo, una alegoría. Su moral interna no le consiente posar como  poema-enigma. Quien vuelve al medio del texto encuentra de inmediato el término  de la comparación. La retama es la imagen de la consciencia posible. La retama  es el yo ideal del poeta en los momentos fuertes de lucidez y coraje.  Meditación del destino, el poema no teme nada, ni a sus enemigos más  insidiosos, el discurso cerrado y las palabras de la prosa:
Nobil natura è quella
      Che a sollevar s'ardisce
      Gli occhi mortali incontra
      Al comun fato, e che con franca lingua,
      Nulla al ver detraendo,
      Confessa il mal che ci fu dato in sorte,
      E il basso stato e frale;
      Quella che grande e forte
      Mostra se nel soffrir, nè gli odii e l'ire
      Fraterne, ancor più gravi
      D'ogni altro danno, accresce
      Alle miserie sue, l'uomo incolpando
      Del suo dolor, ma dà la colpa a quella
      Che veramente è rea, che de' mortali
      Madre è di parto e di voler matrigna.
      Costei  chiama inimica; e incontro a questa
      Congiunta esser pensando,
      Siccome è il vero, ed ordinata in pria
      L'umana compagnia,
      Tutti fra se confederati estima
      Gli uomini, e tutti abbraccia
      Con vero amor, porgendo
      Valida e pronta ed aspettando aita
      Negli alterni perigli e nelle angosce
    Della guerra comune*
* Noble naturaleza es aquella que osa levantar los  ojos mortales contra el destino común, y que, con lengua franca, en nada  mintiendo a la verdad, confiesa el mal que nos fue dado en suerte, nuestro  estado bajo y frágil; que en el dolor se muestra grande y fuerte y, no culpando  al hermano de su pena, no agrega a sus propias miserias los odios y las iras  fraternas, aun más graves que los otros males, pero culpa a aquella que  verdaderamente es rea, madre de los mortales en el parto y en la voluntad  madrastra. A esta llama enemiga, y pensando, como es verdad, que contra ella  desde el principio se unió a la humana compañía, entre sí, aliados, juzga a los  hombres, y a todos abraza con verdadero amor, ofreciendo y esperando válida y  rápida ayuda en los peligros alternados y en las angustias de la guerra común”  (Versión libre y literal del traductor)
      
       Antonio  Gramsci, hablando del poema, recordó la presencia de imágenes sísmicas, como la  erupción del Vesubio, que Leopardi habría utilizado para decir cuánto el Acaso  de la Naturaleza desmiente y desmonta la ideología fácil del progreso continuo.(27)
     Antonio  Gramsci, hablando del poema, recordó la presencia de imágenes sísmicas, como la  erupción del Vesubio, que Leopardi habría utilizado para decir cuánto el Acaso  de la Naturaleza desmiente y desmonta la ideología fácil del progreso continuo.(27)
           Es  verdad; pero conviene ahora insistir en lo que ocurre del lado de la consciencia. Haciendo con que la línea del horizonte  se retraiga decididamente hacia la voluntad social, Leopardi rechaza el mito  del desarrollo “en sí”, automático. Prometeo sabe que el fuego del espíritu se  pagará a precio de sangre; ¿qué le resta, como defensa y proyecto, sino aliarse  al semejante, ocurra lo que ocurra? Se trata de una decisión rigurosamente  política dictada por la consciencia de una comunidad de destinos. Nada hay que  esperar fuera de la alianza entre los que comparten la misma situación de  riesgo.
      La  situación de riesgo es el contexto de base, el momento dado, ya amenazador: el  desierto, el Vesubio. La afirmación de la voluntad en la retama ―y en el poeta―  aparece como negación de la negación. Viendo de más cerca el texto, se nota que  la retama revela un mundo que ya fue abalado hasta las raíces por una violencia  brutal (el pasado cierto); y que podrá, no se sabe cuándo, ser de nuevo quemado  por el fuego interior (futuro incierto). Su aquí y ahora exige la lucidez de un  sobreviviente frágil.
       Pero la retama no está sola. Leopardi habla de selvas, selve adorate. La dimensión del  estar-con-los-otros no le permite ni la cobardía ni “el loco orgullo frente a  las estrellas”; mejor, le otorga la sabiduría de extender las manos,
                  Ofreciendo y esperando válida
                        Y  rápida ayuda en los peligros alternados
                        Y  en las angustias de la guerra común.
     La negación  se mueve hacia el campo de la posibilidad: “ofreciendo”, “esperando”. Sin ese  movimiento parece imposible fundar el concepto de resistencia.
         Resistir  es subsistir en el eje negativo que corre del pasado al presente; y es  persistir en el eje inestable que del presente se abre hacia el futuro.
* * *
 Poemas  como los de Blok, Brecht, Neruda y Leopardi anticipan un estado mejor de  convivencia entre los hombres; y lo hacen mediante símbolos de peligro,  llamamiento y comunión. Se acercan a la frontera móvil que separa la palabra de  la praxis. Si la praxis es trabajo que cambia las relaciones de fuerza en el  tiempo social, el discurso poético también es, a su modo, un trabajo que se  hace en el tiempo del cuerpo (sonido, imagen) y en el tiempo de la consciencia  mientras produce sentido y valor.
     Poemas  como los de Blok, Brecht, Neruda y Leopardi anticipan un estado mejor de  convivencia entre los hombres; y lo hacen mediante símbolos de peligro,  llamamiento y comunión. Se acercan a la frontera móvil que separa la palabra de  la praxis. Si la praxis es trabajo que cambia las relaciones de fuerza en el  tiempo social, el discurso poético también es, a su modo, un trabajo que se  hace en el tiempo del cuerpo (sonido, imagen) y en el tiempo de la consciencia  mientras produce sentido y valor.
           No  todo trabajo torna al hombre más hombre. Los regímenes feudales y capitalistas  fueron y son responsables por pesadas cargas de tareas que alienan, enervan,  embrutecen. El trabajo de la poesía puede también caer bajo el peso muerto de  programas ideológicos: el arte por el arte, tecnicista;  el arte para el partido, sectaria; el arte para el consumo, mercantil. No es,  por cierto, de esas formas huecas o serviles de lo que tratan las páginas  precedentes, sino de aquellas en que la ruptura con la percepción ciega del  presente llevó a la palabra a escavar el pasado mítico, lo subterráneo del  sueño o la imagen del futuro.
           El  trabajo poético es a veces acusado de ignorar o suspender la praxis. En verdad,  es una suspensión momentánea y, bien pesadas las cosas, una suspensión  aparente. Proyectando en la consciencia del lector imágenes del mundo y del  hombre mucho más vivas y reales que las forjadas por las ideologías, el poema  enciende el deseo de otra existencia, más libre y más bella. Y aproximando el  sujeto al objeto, y el sujeto a sí mismo, el poema ejerce la alta función de  suplir el intervalo que aísla a los seres. Otro blanco no tiene en mira la  acción más enérgica y más osada. La poesía trae, bajo las especies de la figura  y del sonido, aquella realidad por la cual, o contra la cual, vale la pena  luchar. 
Notas
1. Marrou, H. I. Histoire de l´éducation dans l´antiquité. Paris: Seuil, 1955, p.226.
2. De los Frammenti letterari e filosofici, elegidos por Edmondo Solmi. Firenze: Barbèra, 1925, p.79.
3. Baudelaire, Charles. Petits poèmes en prose, XII, “Les foules”.
4. Eluard, Paul. “La poésie française devant le monde”, in Écrits de France, 1, 1946.
5. Gramsci, A. Obras escolhidas.Lisboa: Estampa, 1974, vol.II, p.219-220. La cita final es de Benedetto Croce, Cultura e vita morale, 1922, p.241.
6. Hegel, G. W. Esthétique.Paris: Aubier, 1944, vol.I, p.231.
7. Horkheimer, M., T. Adorno. Dialettica dell´Illuminismo.Torino: Einaudi, 1971, p.271.
8. Marx, K. “Introdução à Crítica da economia política”, in Contribuição para a crítica da economia política.Lisboa: Estampa, 1974, p.239-40.
9. Gramsci, A. Obras escolhidas, op.cit., vol.II, p.233.
10. Ernst Bloch, cuya obra clave, Das Prinzip Hoffnung(El principio esperanza), apareció en Berlín, de 1954 a 1959. Pero el tema nació en Bloch mucho antes: es el centro de su primer ensayo, Geist der Utopie(1918), que ejerció una larga influencia en filósofos tan diferentes como Lukács y Adorno.
11. Cf. Frye, Northrop. Anatomia da crítica.Trad. Péricles Eugênio da Silva Ramos. São Paulo: Cultrix, p.219 y ss.
12. Brecht, B. Gedichte.Frankfurt: Suhrkamp Verlag, 1964, vol.6.
13. Marx, en la estela de Hegel, dijo lapidariamente: “La última fase de una forma histórica mundial es su comedia. Los dioses griegos, ya heridos de muerte una vez, trágicamente, en el Prometeo encadenado de Esquilo, tuvieron que morir una vez más, cómicamente, en los diálogos de Luciano” (A Contribution to the Critique of Hegel´s “Philosophy of Right.Cambridge University Press, 1970, p.134).
14. El poema fue traducido con brío y levedad por Leopardi, que le antepuso el “Discurso sobre la Batracomiomaquia” (1816). La fascinación que esa primera parodia del primer poema ejercía en Leopardi lo hizo elegir el mismo tema de la guerra entre los ratones y las ranas para satirizar los dos partidos de la Italia romántica, los liberales y los reaccionarios, en los Paralipomeni della Batracomiomachia, de 1834.
15. Bakhtine, M. La poétique de Dostoievski.Paris: Seuil, 1970, p.151-186.
16. Carpeaux, O. M. História da literatura ocidental.Rio de Janeiro: O Cruzeiro, 1960, vol.II, p.820-829.
17. Hegel, G. W. Estética ― A arte clássica e a arte romântica.Trad. Orlando Vitorino. Lisboa: Guimarães Ed., 1972, p.161.
20. Apud Azevedo, J. Lúcio de. A evolução do sebastianismo.Lisboa: Livraria Clássica, 1947, p.13-15.
21. Cunha, Euclides da. Os Sertões.São Paulo: Cultrix, 1973, p.154-155. Para analizar y confrontar varios contextos mesiánicos o utópicos, destaquemos de la ya vasta bibliogafía: Hobsbawm, E. J. Primitive Rebels. Manchester: Manchester University Press, 1959; Queiroz, Maria Isaura Pereira de. O messianismo no Brasil e no mundo. São Paulo: Dominus, 1965; Desroche, Henri. Dieux d´hommes.Paris, Haia: Mouton, 1969; Idem, Sociologie de l´espérance.Paris: Calmann-Lévy, 1973; Monteiro, Duglas Teixeira. Os errantes do novo século.São Paulo: Duas Cidades, 1975. Vale la pena seguirle el rastro al ciclo épico de Carlomagno y de las novelas que trataban de la caballería y de las cruzadas; en contacto con comunidades mesiánicas rústicas, esa poesía, que en las cortes burguesas de Europa ya se había convertido en parodia, ejercía una función de mito ejemplar propulsor de imágenes y de comportamientos ajustados a un nuevo orden, ideal.
22. Camus, A. Discours de Suède.Paris: Gallimard, p.47.
23. Marx, K. A Contribution to the Critique of Hegel´s “Philosophy of Right.Cambridge University Press, 1970, p.131.
24. Según  la lectura de Cassirer, los profetas alargaron violentamente el campo subjetivo  de la consciencia mítica, deshaciéndose de los ídolos que los estorbaban.
      La simple imagen  del objeto sagrado cede a la “práctica de la significación”, que sólo se da por  el trabajo de la consciencia y del discurso.
      Está claro que  toda la dialéctica de la consciencia mítica profundiza la consciencia, pero no  anula el mito: lo despoja, lo sublima. Cassirer rechaza polémicamente las  teorías positivistas que proponen el pasaje sin residuos de lo mítico a lo  racional: “El conocimiento teórico puro no admite medio término entre la  realidad y la apariencia, entre el ser y el no-ser. Se respeta en él la  alternativa de Parménides, el veredicto: ‘estin hê ouk estin’: ‘es o no es’.  Pero en la esfera religiosa, y sobre todo en el punto en que comienza a  destacarse de la esfera puramente mítica, esa alternativa no es absolutamente  válida ni comprometedora. Cuando la religión niega y descarta de sí ciertas  figuras míticas que regían otrora la consciencia, esa negación no significa,  sin embargo, que estas figuras caigan radicalmente en la nada. Las creaciones  míticas, incluso una vez superadas, no pierden enteramente su fuerza y su  valor”. Cf. Cassirer, E. La  philosophie des formes symboliques.Paris: Ed. de Minuit,  1972, II, p.285-287.
      Lo mismo ocurre  con las creaciones poéticas para las cuales vale el principio de la  coexistencia de los tiempos: el tiempo de la figura-sonido y el tiempo del  discurso.
    La poesía utópica puede avanzar, míticamente, contra  los mitos que la consciencia superó. De esta manera, una forma de pensamiento  salvaje, que ya fue pre-ideológica, puede operar en un contexto contra-ideológico. 
25. Versión en portugués de Augusto de Campos, in Campos, Augusto, Haroldo de Campos, Boris Schnaiderman. Poesia Russa Moderna. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1968, p.32-26.
26. Brecht, B. Gedichte, op.cit.
27. La observación está en Gramsci, A. Obras escolhidas, op.cit., vol.I, p.80.
 
  