Entre hombres. Masculinidades del siglo XIX en América Latina; editores Ana Peluffo e Ignacio Sánchez Prado
Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 2010, 335 págs.
Elena M. Martínez, Baruch College and The Graduate Center/CUNY
 David Morgan en su  ensayo, “Men, Masculinity and the Process of Sociological Inquiry” advierte que  la consideración de las subjetividades masculinas es necesaria ya que “While  women have been obscured from our vision by being too much in the background,  men have been obscured by being too much in the foreground.” El estudio de la masculinidad en el campo  sociológico comienza como corolario lógico del   feminismo. Así, la indagación de las subjetividades femeninas dio paso  al de las masculinas.  Los trabajos de los sociólogos y antropólogos R.W. Connell y Harry Brod  son importantes para el examen de la masculinidad. En el contexto  puertorriqueño y caribeño, los trabajos de Rafael Ramírez y Víctor del Toro  también son imprescindibles  para el  análisis de patrones de conducta y de interacción entre hombres. Ramírez y del  Toro consideran la importancia del poder y sus relaciones en la formación de la  masculinidad a la vez que identifican la agresividad como elemento central de  ésta y consideran ciertas formas de la agresión, la autonomía, las destrezas,  fisicas y mentales en la construcción de la subjetividad de los varones.  Advierten cómo tradicionalmente y respondiendo a parámetros patriarcales, la  masculinidad ha tenido más peso para el hombre que la feminidad para la mujer.
     David Morgan en su  ensayo, “Men, Masculinity and the Process of Sociological Inquiry” advierte que  la consideración de las subjetividades masculinas es necesaria ya que “While  women have been obscured from our vision by being too much in the background,  men have been obscured by being too much in the foreground.” El estudio de la masculinidad en el campo  sociológico comienza como corolario lógico del   feminismo. Así, la indagación de las subjetividades femeninas dio paso  al de las masculinas.  Los trabajos de los sociólogos y antropólogos R.W. Connell y Harry Brod  son importantes para el examen de la masculinidad. En el contexto  puertorriqueño y caribeño, los trabajos de Rafael Ramírez y Víctor del Toro  también son imprescindibles  para el  análisis de patrones de conducta y de interacción entre hombres. Ramírez y del  Toro consideran la importancia del poder y sus relaciones en la formación de la  masculinidad a la vez que identifican la agresividad como elemento central de  ésta y consideran ciertas formas de la agresión, la autonomía, las destrezas,  fisicas y mentales en la construcción de la subjetividad de los varones.  Advierten cómo tradicionalmente y respondiendo a parámetros patriarcales, la  masculinidad ha tenido más peso para el hombre que la feminidad para la mujer. 
           A  partir de la década de los ochenta, la crítica literaria norteamericana empezó  a prestarle considerable atención a la masculinidad. El libro de Eve Kosofsky Sedgwick,Between  Men: English Literature and Male Homosocial Desire (1985) en que presenta la  noción de deseo homosocial, y en el que examina los vínculos y las alianzas  entre los varones y su representación en textos decimonónicos ingleses, es un  trabajo clásico que marcó nuevos derroteros en el análisis del género sexual en  la literatura. En el contexto latinoamericano,  Masculinidad/es: poder y crisis (1997) de Teresa Valdés y José Olavarría, Changing  Men and Masculinities in Latin America(2003) de Mathew Gutmann, Mexican  Masculinities (2003) de Robert McKee Irwin y  Hombres  in/visibles: La representación de la masculinidad en la ficción  latinoamericana, 1920-1980 de Mark Millington (2007), son lecturas  obligadas para los investigadores de este tema.  
           Con un  título que evoca el de Eve Kosofsky Sedgwick, Between Men, el libro Entre  hombres. Masculinidades del siglo XIX en América Latina, editado por Ana  Peluffo e Ignacio Sánchez Prado es también una contribución significativa a los  estudios de la masculinidad y a su representación literaria. Dividido en  cuatros grandes secciones: «Masculinidades heoricas»; «Masculinidad y  civilización»; «Fraternidades y espacios homosociales» y por último, «Masculinidades  sentimentales e impotentes», el volumen   presenta quince ensayos los cuales abordan el tema con metodología clara  y rigurosa.  En su introducción Peluffo y  Sánchez Prado insisten en la pluralidad para evitar conceptos monolíticos o  unívocos sobre la masculinidad. Aún más, como señalan los editores uno de los  objetivos del proyecto es “historizar la construcción de las masculinidades en  el siglo XIX para demostrar que las identidades sexo-genéricas son artefactos  culturales que actúan como respuestas a condicionamientos sociales precisos.  Pensamos el género como un proceso de negociación constante con los discursos  dominantes: un incesante devenir más que un inmanente ser, a través del cual  los sujetos se posicionan y son posicionados dentro de los proyectos de  emancipación, consolidación y modernización de las naciones” (7). 
           En  “Masculinidades coleccionistas: políticas del cuerpo en la frontera” de la  primera sección, Alvaro Fernández Bravo explora la subjetividad masculina en  términos de entrejuegos de dominación y poder: “el acto de la colección (acción  y resultado al mismo tiempo) no sólo queda asociado con el abastecimiento de un  patrimonio cultural deficitario, sino que puede leerse como una intervención  donde se define la subjetividad masculina…(82)  
           La  segunda sección “Masculinidad y civilización” indaga la literatura  modernista;  ciertas referencias orientalistas  en ésta y la figura del dandi, entre otros aspectos. Eva-Lynn Alicia Jagoe  reflexiona sobre los rasgos del discurso argentino sobre la cultura. Comienza  considerando los binarismos de civilización y barbarie, los cuales ve ligados a  lo masculino y lo femenino, respectivamente. Asimismo explora el vínculo de  esas formulaciones al producto de una reacción emocional ante los padecimientos  que sufrían los integrantes de la Generación del 37 (111). Por otro lado,  en “Telas raras”, “Turbantes inverosímiles: posando en el Barrio Chino de la  escritura modernista” Francisco Morán, siguiendo una lectura propuesta por  Sylvia Molloy sobre “la pose”, indaga con gran precisión crítica la vena  orientalista del Modernismo hispanoamericano.  
      Mientras  que Robert McKee Irwin examina en su ensayo el homoerotismo y la formación de  la nación mexicana, David William Foster estudia Bom-Crioulo de Adolfo Caminha como un texto fundacional de la  literatura gay brasileña en la tercera sección del volumen dedicada a los  espacios homosociales. 
           El volumen cierra con ensayos sobre José  Martí, Amado Nervo, Silva y Darío. Si Sylvia Molloy examina los mecanismos de  lo que llama “exceso sentimental” en la poesía de Nervo; Sánchez Prado  considera la novela El bachiller,  obra de juventud de Nervo, para mostrar que el poeta nacional “era crítico  conservador del edificio institucional del liberalismo” (276).  Ana Peluffo en “De la paternidad republicana  y la fetichización de la infancia en José Martí” ofrece una lectura de las  obras de Martí a la luz de una ideología sexo-genérica y muestra cómo “la  ansiedad del sujeto martiano por la falta de protagonismo en un proyecto  sentimental encabezado por mujeres se refleja en sus deseos de redefinir la  paternidad...” (290).  Este, como todos  los trabajos incluidos  aquí, hace  excelentes aportaciones al  tema. 
         En  conclusión, estos ensayos componen un   valioso volumen que contribuye al estudio de la masculinidad  latinoamericana y a la investigación literaria de su representación. Los  editores han hecho una acertada selección de artículos que, sin duda, serán  imprescindibles al estudio del género sexual en América Latina. 
 
  
