 
    
Viaje a La Habana
    Mercedes Santa Cruz y Montalvo (Condesa  de Merlin)
    Edición de Adriana Méndez Rodenas. Doral, FL: Stockcero, 2008. 101 pp.
Claire Emilie Martin, California State University, Long Beach
 Nacida en La  Habana en 1789 y proveniente de una de las familias más poderosas de la  sacarocracia cubana, Mercedes Santa Cruz y Montalvo llevó una vida saturada de  aventuras y percances novelescos que se inician con su nacimiento. Abandonada a  los pocos días de nacer por sus padres llamados a España para ocuparse de  ciertos asuntos de negocios, Mercedes queda al cuidado de su bisabuela materna,  Luisa Herrera y Chacón. Recién a los doce años volverá a ver a su padre quien  finalmente accede a llevarla a reunirse con su madre y los dos hermanos que no  conoce a Madrid poco antes de la invasión napoleónica. Su primer relato  autobiográfico publicado en francés en 1831, más tarde traducido por Agustín de  Palma en 1838, Mis doce primeros años, revelará este período con tono  nostálgico entremezclado con descripciones de la vida colonial entre los  horrores de la esclavitud y la ociosidad de la clase pudiente en el edén de la  infancia. Souvenirs et Mémoires (1836) narra su vida en Madrid desde  1802 hasta 1810 y los sucesos históricos de los que fue testigo y protagonista  en su segundo libro autobiográfico.  Ya  instalada en París y casada con un general de Napoleón, Mercedes abre las  puertas de su salón y recibe a los más célebres artistas de la época. Su voz y  su talento atraen la admiración y la envidia. En esta época feliz publica la  biografía de la famosa cantante, María Malibrán, Les loisirs d’une femme du  monde (1838). Luego de la muerte de su marido en 1939, decide regresar a su  Cuba natal por primera vez. Curiosamente, y a pesar de una recepción calurosa  por parte de sus compatriotas, permanecerá en la isla tan sólo dos meses luego  de visitar Estados Unidos. El folleto aparecido en La Revue de Deux Mondes y luego traducido e impreso en Madrid, Los esclavos en las colonias  españolas (1841), Lola y María (1843), La Havane (1844), Les  Lionnes de Paris (1845), Le Duc d’Athènes (1852) completan las obras  escritas en francés por la condesa de Merlin y publicadas en París.
     Nacida en La  Habana en 1789 y proveniente de una de las familias más poderosas de la  sacarocracia cubana, Mercedes Santa Cruz y Montalvo llevó una vida saturada de  aventuras y percances novelescos que se inician con su nacimiento. Abandonada a  los pocos días de nacer por sus padres llamados a España para ocuparse de  ciertos asuntos de negocios, Mercedes queda al cuidado de su bisabuela materna,  Luisa Herrera y Chacón. Recién a los doce años volverá a ver a su padre quien  finalmente accede a llevarla a reunirse con su madre y los dos hermanos que no  conoce a Madrid poco antes de la invasión napoleónica. Su primer relato  autobiográfico publicado en francés en 1831, más tarde traducido por Agustín de  Palma en 1838, Mis doce primeros años, revelará este período con tono  nostálgico entremezclado con descripciones de la vida colonial entre los  horrores de la esclavitud y la ociosidad de la clase pudiente en el edén de la  infancia. Souvenirs et Mémoires (1836) narra su vida en Madrid desde  1802 hasta 1810 y los sucesos históricos de los que fue testigo y protagonista  en su segundo libro autobiográfico.  Ya  instalada en París y casada con un general de Napoleón, Mercedes abre las  puertas de su salón y recibe a los más célebres artistas de la época. Su voz y  su talento atraen la admiración y la envidia. En esta época feliz publica la  biografía de la famosa cantante, María Malibrán, Les loisirs d’une femme du  monde (1838). Luego de la muerte de su marido en 1939, decide regresar a su  Cuba natal por primera vez. Curiosamente, y a pesar de una recepción calurosa  por parte de sus compatriotas, permanecerá en la isla tan sólo dos meses luego  de visitar Estados Unidos. El folleto aparecido en La Revue de Deux Mondes y luego traducido e impreso en Madrid, Los esclavos en las colonias  españolas (1841), Lola y María (1843), La Havane (1844), Les  Lionnes de Paris (1845), Le Duc d’Athènes (1852) completan las obras  escritas en francés por la condesa de Merlin y publicadas en París. 
           Viaje a La  Habana constituye la versión breve y entretenida  que la Condesa de Merlin quiso ofrecer al público de habla española sobre su  viaje a Cuba en 1840. El original, La Havane, escrito en francés,  constituye una ambiciosa obra en tres volúmenes parcelada en treinta y seis  cartas y múltiples documentos todos ellos dirigidos a personajes célebres o  allegados a la condesa. La selección de las cartas que forman parte de Viaje  a La Habana, (sólo diez de ellas fueron incluídas) tuvo como objetivo  eliminar todas aquéllas que contuvieran una crítica de España y su gobierno,  del sistema esclavista, de la política colonial o expusieran las ideas de  Merlin sobre la relación entre la metrópolis y Cuba. Otra particularidad de  este breve texto, a más del hecho de que se ignora quién estuvo a cargo de la  traducción, es el elogioso prólogo de otra cubana exiliada, Gertrudis Gómez de  Avellaneda. Si bien poco conocida por el público general, la obra de la Condesa  de Merlin merece más amplia difusión no sólo por la calidad de su prosa, sino  por el interés de sus ideas sobre la esclavitud, la economía azucarera, las relaciones  coloniales, el papel de Inglaterra y Francia en el teatro caribeño, y la  variedad de sus escritos autobiográficos y biográficos. Cabalgando entre el  siglo de las luces y un romanticismo rousseauniano, Merlin halla en su  escritura la agencia histórica y cultural que había empezado a forjarse en su  salón de la calle Bondy en París en la década de los años veinte y treinta. La  presente edición de Viaje a La Habana de Adriana Méndez Rodenas ofrece  un complejo aparato teórico, filológico y biográfico que permite una lectura  enriquecedora tanto para el novicio como para el investigador avezado en la  materia. 
           En el “Prólogo a  la presente edición”, Méndez Rodenas introduce el concepto de la gira  continental, el “grand tour,” de tradición europea “cargado de pulsión  edípica,” y se pregunta, “¿Qué ocurre con este modelo cuando el sujeto es una  mujer que se desplaza, no a Italia, sino a su propio país de origen?” (vii).  Este trueque moviliza la perspectiva teórica que orienta la discusión sobre la  diferencia entre esa tradición masculina y ese sujeto femenino “romántico  híbrido, escindido entre dos culturas, dos lenguas y dos mundos: Cuba y  Francia” (vii). La viajera-teórica idealiza el paisaje tropical y sus  habitantes y se entrega a las digresiones sobre varios aspectos de la isla para  satisfacer la curiosidad de sus lectores europeos y afirmar su identidad  criolla al mismo tiempo. La embarcación en que llega al puerto, el Christophe Colomb, le da la oportunidad  de “eliminar la distancia entre dos tiempos –pasado y presente- y dos espacios,  Cuba y Francia” (xvi). Como Colón, Mercedes Merlin se dedica a la tarea de  nombrar a los personajes y a los objetos que se le presentan para así recuperar  el pasado enterrado en la niebla de la memoria. No reconoce sino nombra como  por primera vez para recordar, en un “déjà vu” dramático de visos románticos.  Si bien su mirada recorre la misma topografía de La Habana descrita con  sopesada negatividad por el Barón Alexander von Humboldt unas pocas décadas  atrás, Merlin observa con los ojos del pasado en calidad de criolla e “hija  pródiga”. La hipérbole y la enumeración serán sus aliadas en la acumulación  escrita de la isla para probar a sus lectores europeos y sus detractores  isleños la validez de sus antecedentes cubanos. “Así la deliciosa lista de  frutas tropicales (uno de los motivos fundantes de la poesía cubana) se tiñe de  idealización y de nostalgia” (xviii). La isla, la perla de las Antillas, se  torna espacio edénico en esta versión del Viaje a la Habana. En su  versión ilustrada y enciclopédica dedicada al público francés, Cuba se  transformará en motor económico gracias a sus ingenios azucareros. Esa tensión  entre la Merlin criolla y la Merlin   francesa aflora a pocos días de llegar a la isla ante el calor, los  mosquitos y la ociosidad de los criollos. Ese vaivén esquizofrénico le confiere  a toda su obra un tenor moderno y perdurable que Méndez Rodenas explora con  mayor detenimiento en su admirable obra Gender and Nationalism in Colonial  Cuba. The Travels of Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlin. 
           A diferencia del  “Grand tour,” Cuba no ofrece al viajero monumentos históricos, sitios  arqueológicos, pero la condesa deleita a sus lectores con descripciones de una  naturaleza feraz que ha desplazado a la historia. La única ruina digna de  mencionarse como tal es la tumba de Colón en la Catedral de La Habana donde  yacen los restos de esa “figura hiper-masculinizada de Colón, “hombre célebre”  que adquiere carga alegórica  como  fundador de una futura nacionalidad” (xx). Méndez Rodenas ha señalado ya en  anteriores trabajos la incipiente conciencia cívica que aflora en Merlin y que  trasciende en su escritura. Su amistad y afiliación con el grupo encabezado por  Domingo del Monte y “su crítica abierta al gobierno autocrático español en la  isla: ‘La Habana egerce una suerte de despotismo’ (99)” (xx), apuntan a una  concientización problemática, es cierto, ambivalente, de seguro, pero innegable  con respecto al futuro de la isla. Es preciso recalcar nuevamente la distancia  ideológica entre los textos en español y las versiones originales escritas en  francés para un público más tolerante y dispuesto a la crítica del régimen  colonial ibérico ya que sólo en ellos se encuentra articulado el pensamiento  complejo, ambiguo y contradictorio de la condesa. 
           Siguiendo las  huellas del viajero europeo, Merlin utiliza con habilidad la comparación y en  ella destacan los elementos que diferencian: “Por tratarse de un medio de  transporte típicamente cubano, la volanta o quitrín emblematiza la diferencia o  alteridad del mundo insular ante el público europeo” (xxi). Méndez Rodenas  concluye que la afrancesada criolla resuelve la tensión entre el sujeto europeo  y la otredad mediante la afirmación de su cubanidad concretizada en la  escritura y va más allá de resolver el conflicto individual pues: “Como viaje  iniciático, Viaje a La Habana, anticipa el arquetipo fundante de la  literatura caribeña trazada en obras del modernismo literario: “Viaje a la  semilla” de Alejo Carpentier (1958)… y Cahier d’un retour au pays natal (1983)  de Aimé Césaire” (xxii). 
           Con esta edición  llamada a difundir más ampliamente la literatura de Mercedes Santa Cruz y  Montalvo, Condesa de Merlin, Adriana Méndez Rodenas ha producido un estudio  sagaz y erudito, y una edición crítica de gran utilidad para aquéllos que se  acerquen al sorprendente y polémico texto de esta cubana fallecida en el  Castillo de Dissay, cerca de Poitiers, Francia en 1852. 
 
  