 
    
El falso hermafrodita (1)
Demanda de Margarita Malaure por Recurso Estraordinario a S. M.
 «Señor:  Margarita Malaure, postrada humildemente á los pies del trono de V. M.,  solicita amparo contra un infortunio sin ejemplo, que habiéndola condenado á vivir  hasta ahora sin saber quienes eran sus padres, la pone hoy en la necesidad de  declarar cual es su sexo. Oculto el sello que lo distingue á la vista perspicaz  de los facultativos, creyeron que no se hallaba impreso por no haber podido  observarlo; y he aquí el orígen de la desgraciada historia de acontecimientos  que va á oir V. M.
     «Señor:  Margarita Malaure, postrada humildemente á los pies del trono de V. M.,  solicita amparo contra un infortunio sin ejemplo, que habiéndola condenado á vivir  hasta ahora sin saber quienes eran sus padres, la pone hoy en la necesidad de  declarar cual es su sexo. Oculto el sello que lo distingue á la vista perspicaz  de los facultativos, creyeron que no se hallaba impreso por no haber podido  observarlo; y he aquí el orígen de la desgraciada historia de acontecimientos  que va á oir V. M.
           «Apenas  vió la luz del dia, cuando tuvo la desgracia de perder á sus padres: bautizada  por el cura de Pourdiac, debió a la generosidad de este virtuoso párroco los  primeros cuidados de la vida, y sea por negligencia de su nodriza, ó por  debilidad de su temperamento, ó por algun esfuerzo estraordinario de la  naturaleza, desaparecieron de tal manera en ella los signos que caracterizan su  sexo, que fue imposible distinguirlos: la causa de esta metamórfosis es la  conocida entre los médicos con el nombre de Prolapsus  uteri.
           «La  esponente no recuerda haberse visto jamás en otro estado, y así se acostumbró a  él sin dificultad, pues no habiendo tenido nadie el cuidado de curarla cuando  niña, creyó que todas las mujeres eran lo mismo: sea ésta una prueba del pudor  que conservó, aun entre las personas de su sexo. En 1686, á la edad de veinte y  un años, cayó enferma en Tolosa en casa de una señora á quien servia: conducida  al hospital, el médico apercibió con sorpresa su estado, y equivocando su  cálculo, la tomó por hermafrodita,  pareciéndole aun, que prevalecia en ella el sexo varonil sobre el de mujer.  Este descubrimiento se hizo público, y aunque todo el mundo ansiaba verla,  jamás consintió en satisfacer la curiosidad á espensas del pudor; y lejos de  darse en espectáculo, como esas gentes que corren por todas partes, y forman  grangería de una imperfeccion de la naturaleza, ella solo le ofreció á los que  debian reconocerla por órden de los Magistrados. Este recato natural, sus  inclinaciones, sus modales, todo la daba á conocer por un instinto secreto, que  pertenecia al sexo femenino; pero el parecer de los facultativos la fue  contrario, y consultados los vicarios generales, se la obligó á vestir el traje  de hombre. No es posible, Señor, espresar la repugnancia con que lo llevó:  inclinada mas bien á los impulsos secretos de la naturaleza, que á las  decisiones de los médicos, miraba á aquellos como infalibles, mientras en lo  íntimo de su corazon acusaba á las últimas de ignorancia, aunque sin razones  para justificarla.
 mas bien á los impulsos secretos de la naturaleza, que á las  decisiones de los médicos, miraba á aquellos como infalibles, mientras en lo  íntimo de su corazon acusaba á las últimas de ignorancia, aunque sin razones  para justificarla.
           «La  esponente no podia vivir en una posicion tan violenta; toma pues el partido de  marcharse á Burdeos, donde volviendo á su traje de mujer, le pareció haber  recobrado el sexo que tan injustamente se le arrebatára: bien avenida con los  cargos humillantes del sexo débil, estuvo hasta el año 1691 sirviendo á una  señora de dicha ciudad, pero la desgracia la perseguia: fue reconocida y  denunciada á los vicarios generales; la hicieron vestir de nuevo el traje de  hombre, y la obligaron á restituirse a Tolosa; allí se la puso en prision,  suponiendo abuso en haber vestido de mujer, y seguidos unos cortos trámites,  dio el Tribunal en 21 de julio un decreto, reducido á que la esponente se llamase en lo sucesivo Arnaud de Malaure,  y fuera vestida de hombre, con prohibicion de usar el traje de mujer, bajo pena  de azotes.
           «En tal  situacion, sin saber ningun oficio para procurarse los medios de subsistencia,  y alejada del servicio doméstico por el horror que inspiran los hermafroditas, en cuya clase la habian  colocado, se vió obligada á errar mendigando de pueblo en pueblo; pero teniendo  siempre consideracion á su sexo, y creyendo que el pudor seria su mas bello  adorno, se condujo con la mayor prudencia, y se hizo respetar por su recato de  ciertas gentes, que se creen dispensadas de toda atencion con esta clase de  vagamundos. Quiso ocultar la opinion que la habia juzgado en Tolosa; pero la  fama que llevaba á los pueblos por donde transitaba, esparcia las señales que  podian hacerla reconocer.
           «Algunas  gracias de su sexo con que la naturaleza la dotára, llamaban hácia ella la  atencion del público, y daban cierto realce á su aventura; y la imaginacion,  que se complace siempre en formar sus ilusiones, para hacer la historia mas   maravillosa, la atribuía atractivos que no poseía, de manera que se la miraba  con un horror mezclado de curiosidad, como á hermafrodita, y con placer, como á  una persona digna de atraerse las miradas del público. La espondente presenta  certificados de las autoridades, para justificar la regularidad y decencia de  su conducta en la vida errante, que la obligó á abrazar la necesidad. Sabia que  el frágil vidrio en cuya conservacion estriba el honor de las doncellas, estaba  tanto mas dispuesto á quebrarse, cuanto un género de vida la esponia á los  continuados ataques de la seduccion y del poder. Su subsistencia dependia de  las limosnas; y en esta posicion, en que mas ocupa la miseria que el decoro,  apenas puede conservarse ileso el honor, cuando el espíritu no se halla  tranquilo, y cuando las privaciones obligan á pensar de contínuo en cubrir las  necesidades que atormentan á una víctima del infortunio.
maravillosa, la atribuía atractivos que no poseía, de manera que se la miraba  con un horror mezclado de curiosidad, como á hermafrodita, y con placer, como á  una persona digna de atraerse las miradas del público. La espondente presenta  certificados de las autoridades, para justificar la regularidad y decencia de  su conducta en la vida errante, que la obligó á abrazar la necesidad. Sabia que  el frágil vidrio en cuya conservacion estriba el honor de las doncellas, estaba  tanto mas dispuesto á quebrarse, cuanto un género de vida la esponia á los  continuados ataques de la seduccion y del poder. Su subsistencia dependia de  las limosnas; y en esta posicion, en que mas ocupa la miseria que el decoro,  apenas puede conservarse ileso el honor, cuando el espíritu no se halla  tranquilo, y cuando las privaciones obligan á pensar de contínuo en cubrir las  necesidades que atormentan á una víctima del infortunio.
           «La  condicion de la esponente era deplorable: obligada á obedecer un fallo, cuyo  error condenaba la naturaleza, era mirada por muchos filósofos como una de  estas quimeras, á las que la fábula dio nombre, y por el público crédulo, como  un verdadero mónstruo.
           «Es,  Señor, una cuestion muy controvertida, si hay verdaderos hermafroditas; pero es cuestion mas de curiosidad que de interés  presente. La opinion mas segura es, que si la naturaleza parece estraviarse  alguna vez en la produccion del hombre, no llega al estremo de formar  metamórfosis ó semejanzas perfectas de los dos sexos, ó mezclas que puedan  dejar subsistir perpétuamente el sexo, que el dedo del Todopoderoso imprimió en  el nacimiento; y aun en la concepcion no cambia jamás; no hay nadie en quien  ambos sean perfectos, que pueda á la vez engendrar en ellos como las mujeres, y  fuera de ellos como los hombres: la naturaleza no puede confundir perpétuamente  ni sus verdaderas señales, ni sus verdaderos sellos: da siempre un carácter  distinguido, y si le encubre por algun tiempo en la infancia, se desarrolla por  sí mismo con la edad. Es fuerza, sin embargo, conceder que se han visto á las  veces personas de una constitucion tan particular, que merecen alguna escusa  los que no pueden desenvolver la verdadera especie; pero nada hay en la  suplicante que la asemeje á tales séres, y si hay algo de prodigioso en la  historia de sus variaciones, se podrá decir que es solo el error de tantos  médicos y cirujanos de diferentes universidades del reino como la han visitado,  quienes, por resultado de sus observaciones, solo no han demostrado mas verdad  su ignorancia.
           «La  recurrente tiene la estatura de una mujer; el aire ordinario de dulzura que  está pintado en el bello sexo, las inclinaciones, el gusto, los modales, y  hasta las enfermedades habituales de la mujer. Liberal la Providencia, la ha  hecho partícipe de dos fuentes destinadas á alimentar los frutos de la  fecundidad. ¿Y se podrá dudar de su estado? Aunque desfigurada por la mutacion  esterior a que se ve reducida, puede decirse que desde el momento en que se la  ve, la primera idea que presenta es la de su verdadero estado, se ofrece á los  ojos como una mujer, y solo puede cambiarse de opinion por el recuerdo de una  fábula autorizada.
           «Nada mas  triste que su posicion. Creerse mujer en el fondo de su alma, contemplarse con  placer en este estado, y tenerse que presentar como hombre, la hace padecer los  tormentos mas atroces. La naturaleza resiste al cambio que los tribunales han  sancionado, y la hacen aparecer como una hermafrodita,  como una especie de mónstruo sobradamente raro, para conciliarlo con la especie  humana, y que compone una clase aparte, mirada con horror hasta por los mismos  irracionales. Sumida en una horrible incertidumbre, mil veces la suplicante se  ha preguntado á sí misma: ¿Eres mujer, eres hombre ó que eres? No hay pena mas  cruel, nada mas triste, que el estado de no tener ninguno. Con dificultad  podrian espresarse las violentas agitaciones de su imaginacion ingeniosa en  atormentarla: cada nueva idea la causaba un nuevo dolor, se sucedian unas á otras  y se comunicaban su fuerza é intensidad. Pero su suerte está próxima a fixarse  definitivamente, y todo la hace esperar que ha llegado el momento, que la  naturaleza con un fallo irrevocable triunfe del que los hombres apoyados en  apariencias engañosas, en cálculos poco meditados.
           «Vino,  señor, á Paris la esponente, como centro de las ciencias, para consultar los  profesores mas célebres, y no bien la vió Helvetius, doctor en medicina, cuando sin trabajo  alguno reconoció lo que realmente era; y Saviard, cirujano tutelar del hospital, en cuyas  manos se puso, restableció de tal modo lo que estaba descompuesto, que  descifrado el enigma que ocasionaba la descomposicion, no se puede ya poner en  duda su estado de mujer. A vista pues, de los certificados auténticos que posee  la esponente, pide se la devuelva el sexo que la diera naturaleza, el nombre  que recibiera en el bautismo, y el traje que las leyes civiles y canónicas la  obligáran á llevar eternamente: reclama su estado y los caracteres que le  designan, estado y caracteres que el Tribunal la arrancó desmintiendo á la  naturaleza. La suplicante podria en verdad apelar de este decreto al parlamento  de Tolosa, mas su pobreza no la permite volver á hacer tan largo viaje, sin  esponerse á nuevas desgracias. Su pudor es todavía otro obstáculo mas  invencible: obligada si va á Tolosa á comparecer en traje de hombre, pues el  decreto del Tribunal debe ejecutarse, á pesar de la apelacion, no puede ir con  este verdadero disfraz sin chocar con el decoro, sin mostrar las órdenes de la  Policía, y lo que es mas, sin incurrir en las censuras de la Iglesia. Su  modestia sufriria aun mucho mas por un nuevo registro y un nuevo exámen, al que  infaliblemente debiera sujetarse, y despues de todo era muy de temer, que  aquellos médicos y cirujanos, mas celosos de su reputacion que del  descubrimiento de una verdad que convencia su ignorancia, tratasen de  sacrificarla negándose á declarar su estado de mujer. Su amor propio ofendido,  ¿qué venganza no seria capaz de aconsejarles?
 vió Helvetius, doctor en medicina, cuando sin trabajo  alguno reconoció lo que realmente era; y Saviard, cirujano tutelar del hospital, en cuyas  manos se puso, restableció de tal modo lo que estaba descompuesto, que  descifrado el enigma que ocasionaba la descomposicion, no se puede ya poner en  duda su estado de mujer. A vista pues, de los certificados auténticos que posee  la esponente, pide se la devuelva el sexo que la diera naturaleza, el nombre  que recibiera en el bautismo, y el traje que las leyes civiles y canónicas la  obligáran á llevar eternamente: reclama su estado y los caracteres que le  designan, estado y caracteres que el Tribunal la arrancó desmintiendo á la  naturaleza. La suplicante podria en verdad apelar de este decreto al parlamento  de Tolosa, mas su pobreza no la permite volver á hacer tan largo viaje, sin  esponerse á nuevas desgracias. Su pudor es todavía otro obstáculo mas  invencible: obligada si va á Tolosa á comparecer en traje de hombre, pues el  decreto del Tribunal debe ejecutarse, á pesar de la apelacion, no puede ir con  este verdadero disfraz sin chocar con el decoro, sin mostrar las órdenes de la  Policía, y lo que es mas, sin incurrir en las censuras de la Iglesia. Su  modestia sufriria aun mucho mas por un nuevo registro y un nuevo exámen, al que  infaliblemente debiera sujetarse, y despues de todo era muy de temer, que  aquellos médicos y cirujanos, mas celosos de su reputacion que del  descubrimiento de una verdad que convencia su ignorancia, tratasen de  sacrificarla negándose á declarar su estado de mujer. Su amor propio ofendido,  ¿qué venganza no seria capaz de aconsejarles?
           «Enteramente  disipado el error que produjo el decreto del tribunal de Tolosa, estando la  recurrente sin padre, sin domicilio, en estrema indigencia; ¿no deberán ser  competentes para ella los jueces del lugar donde se encuentra, mucho mas, no  habiendo parte pública, ni particular que se interese en impedir se destruya el  decreto de que se apela? Espera pues, la suplicante de la justicia soberana de  V. M., que por la plenitud de su poder, la dispensará de los procedimientos  supérfluos, acordándola un decreto que asegure su estado.
           «Por  todas estas razones, y atendiendo, Señor, á la singularidad de la peticion que  no podrá modelarse á otra de su especie: A. V. M. suplica, se sirva revocar y  anular el decreto del tribunal de Tolosa de 21 de julio de 1691, como dado  sobre un error de hecho, respecto al estado personal de la recurrente; mandando  que vuelva á tomar su cualidad, su primer nombre, y su traje de mujer; y si  para satisfacer las formas judiciales, fuese del agrado de V. M. avocar á sí y  á su consejo la apelacion de aquella sentencia, puesto que por las  consideraciones arriba espresadas, la es imposible interponerla ante el  parlamento de Tolosa, ó mandar comparecer á la espondente ante otros jueces;  dígnese V. M. designarlos en Paris, atribuyéndoles la jurisdiccion competente;  y entre tanto continuará sus plegarias al cielo por la conservacion de los dias  de V. M. == Margarita Malaure.
           El Rey  nombró en efecto una comision, facultándola para juzgar en su nombre. Este  Tribunal mandó que dos médicos y dos cirujanos reconociesen á Margarita  Malaure, y en vista de sus declaraciones enteramente contestes entre sí, y  conformes á las presentadas en juicio por la interesada, revocó la sentencia  del tribunal de Tolosa, mandando que Margarita Malaure usase de este nombre,  que le habia sido dado en el bautismo, y vistiese el traje de mujer, debiendo  ser considerada como tal en lo sucesivo. Dada cuenta al Rey, se sirvió aprobar  esta sentencia, y la jóven Margarita, víctima por tanto tiempo de la ignorancia  de los facultativos, apoyada en un descuido de los primeros años de su  infancia, recobró las consideraciones de mujer, que tanto deseaba y tanto  merecia. Pasemos á hacer algunas observaciones sobre la materia de que se trata  en esta causa.
       Segun  Aristóteles, hermafrodita es un yerro  de la naturaleza. Ninguno de ellos es perfecto; es decir, no hay ninguno en  quien no domine uno de los dos sexos. Se citan
     Segun  Aristóteles, hermafrodita es un yerro  de la naturaleza. Ninguno de ellos es perfecto; es decir, no hay ninguno en  quien no domine uno de los dos sexos. Se citan sin embargo dos hermafroditas casados, que tuvieron  hijos uno de otro como hombres y como mujeres, según se vé en la disertacion de  Mr. Loffhagon en  las noticias literarias del mar Báltico,  1704, pág. 105. Pero esto sin duda es fabuloso; y lo que se puede decir de los hermafroditas, es, que con el sexo  dominante, tienen débiles apariencias y señales imperfectas del otro; de modo  que es necesario ponerlos en la clase de hombres, y hacerles vestir su traje,  si prevalece el sexo masculino sobre la mala conformacion del otro, y en la  clase de mujeres, y vestirlas de tales, si prevaleciere este. De aquí se sigue  que hay dos especies de hermafroditas,  y que no hay quien tenga el uso de los dos sexos.
 sin embargo dos hermafroditas casados, que tuvieron  hijos uno de otro como hombres y como mujeres, según se vé en la disertacion de  Mr. Loffhagon en  las noticias literarias del mar Báltico,  1704, pág. 105. Pero esto sin duda es fabuloso; y lo que se puede decir de los hermafroditas, es, que con el sexo  dominante, tienen débiles apariencias y señales imperfectas del otro; de modo  que es necesario ponerlos en la clase de hombres, y hacerles vestir su traje,  si prevalece el sexo masculino sobre la mala conformacion del otro, y en la  clase de mujeres, y vestirlas de tales, si prevaleciere este. De aquí se sigue  que hay dos especies de hermafroditas,  y que no hay quien tenga el uso de los dos sexos.
           Ha habido  personas que eran verdaderamente hombres, pero no se conocian como tales, por  no presentar su sexo. San  Agustin refiere, que en tiempo de Constantino el grande, una jóven italiana se hizo  hombre; es decir, que por algun movimiento violento, descubrió el misterio. Ambrosio Paré, cuenta de María Germain, que  habiendo hecho un grande esfuerzo para saltar un foso, se volvió hombre en el  mismo acto. Se debe presumir, que ésta y la italiana habian siempre sido  hombres, y que su sexo sepultado hasta entónces, salió de la tumba. ¡Cuántas  mujeres bailarian de continuo, y harian esfuerzos violentos, si tuvieran la  esperanza de tan lisonjera transformacion!
           Hay  mujeres que pasan por hermafroditas,  aunque realmente sean mujeres, por tener caracteres equívocos de hombre, de que  suelen abusar: las hay que tienen el rostro, la barba, la voz y las  inclinaciones de hombre, sin que por eso dejen de ser mujeres.
           Pablo Zachias, médico  romano, que compuso un tratado de cuestiones  médico-legales, coloca en el rango de los hermafroditas, á los que naturalmente son neutros; es decir, los  que no tienen ningun sexo y se llaman eunucos, ambiguos. No coloca a los hermafroditas en la clase de los  mónstruos; porque el mónstruo es una descomposicion enorme que llama læcio enormis; pero cuando por mónstruo  se entiende un prodigio contra el órden de la naturaleza, puede decirse que  esta definicion conviene á un hermafrodita, y á un eunuco (2).  Rebate la opinion de los que creian, que Adan era hermafrodita;  heregía que tuvo su orígen bajo Inocencio III á fines del siglo XII, fundada sobre el paso del  primer capítulo del Genesis v. 27. Et creavit Deus hominem ad  imaginem suam, ad imaginem Dei creavit illum, masculum et fæminam creavit eos. «Crió  Dios al hombre á su imagen, le crió a la imágen de Dios, «y les hizo varon y  mujer.» De aquí infieren que crió á Adan hermafrodita;  pues criándolo así, lo crió á su imágen, porque Dios lo produce todo sin ayuda de  otro. Cuando formó á Eva la sacó de Adan; lo que prueba según los hereges,  que el sexo de aquella estaba en este; además, habiendo Dios criado de todos  los animales un individuo de cada sexo, mal hubiera criado á Adan solo á no  haber reunido en él los caracteres de ambos.
 No coloca a los hermafroditas en la clase de los  mónstruos; porque el mónstruo es una descomposicion enorme que llama læcio enormis; pero cuando por mónstruo  se entiende un prodigio contra el órden de la naturaleza, puede decirse que  esta definicion conviene á un hermafrodita, y á un eunuco (2).  Rebate la opinion de los que creian, que Adan era hermafrodita;  heregía que tuvo su orígen bajo Inocencio III á fines del siglo XII, fundada sobre el paso del  primer capítulo del Genesis v. 27. Et creavit Deus hominem ad  imaginem suam, ad imaginem Dei creavit illum, masculum et fæminam creavit eos. «Crió  Dios al hombre á su imagen, le crió a la imágen de Dios, «y les hizo varon y  mujer.» De aquí infieren que crió á Adan hermafrodita;  pues criándolo así, lo crió á su imágen, porque Dios lo produce todo sin ayuda de  otro. Cuando formó á Eva la sacó de Adan; lo que prueba según los hereges,  que el sexo de aquella estaba en este; además, habiendo Dios criado de todos  los animales un individuo de cada sexo, mal hubiera criado á Adan solo á no  haber reunido en él los caracteres de ambos.
           La  refutacion de esta heregía está encerrada en el mismo versículo. En primer  lugar, Moises dice, que Dios crió macho y hembra, luego habla de dos personas,  que son Adan y Eva: añade, que los bendijo y les habló de esta manera: «creced  y multiplicaos, y llenad la tierra, y sujetadla, y dominad sobre los peces del  mar y las aves del cielo, y todos los animales que hay sobre la tierra.» Dios  habla aquí en plural y no puede menos de referirse á Adan y Eva. Si pues el  oráculo divino pone aquellas palabras antes de la formacion de la mujer, debe  éste considerarse un trastorno de órden sumamente familiar en la historia,  cuando el escritor se halla fuertemente inspirado, y se deja llevar de los  vuelos de la imaginacion. En segundo lugar, es un grosero error pretender  fundar, sobre el doble carácter del hermafrodita,  la semejanza con la imágen de Dios: Dios es un sér incorpóreo, por consecuencia  el hombre no puede asemejársele en el cuerpo: esta semejanza está fundada en el  alma, que siendo espiritual é inmortal, recibió de la bondad Divina los  caracteres de su imágen. En tercer lugar, de que Dios no criase á Eva al mismo  tiempo que crió á Adan, no se sigue que éste debiera ser hermafrodita: todo lo contrario en nuestro concepto, pues que si  Adan reunia las facultades de atender por sí solo á la procreacion del género  humano, inútil hubiera sido la existencia de su compañera. El corto intervalo  que medió desde la existencia de Adan hasta la formacion de Eva, destruye el  fundamento de tan absurda heregía, y solo prueba la dependencia en que quiso  colocar á la mujer. Últimamente, es un error el decir que Dios sacó de Adan el  sexo femenino, pues solo dicen las sagradas letras, que de una costilla suya  formó a la mujer: et ædificavit Dominus  Deus costam quam tulerat de Adam in mulierem. Gen. cap. 2., v. 27. Nada hay  indiferente en los majestuosos cimientos de nuestra generacion, y si Dios formó  a Eva de una costilla de Adan, fue para demostrar la indisolubilidad del  matrimonio, y la union que debe reinar entre los que viven en mutuo consorcio: erunt duo in carne una.
 Eva al mismo  tiempo que crió á Adan, no se sigue que éste debiera ser hermafrodita: todo lo contrario en nuestro concepto, pues que si  Adan reunia las facultades de atender por sí solo á la procreacion del género  humano, inútil hubiera sido la existencia de su compañera. El corto intervalo  que medió desde la existencia de Adan hasta la formacion de Eva, destruye el  fundamento de tan absurda heregía, y solo prueba la dependencia en que quiso  colocar á la mujer. Últimamente, es un error el decir que Dios sacó de Adan el  sexo femenino, pues solo dicen las sagradas letras, que de una costilla suya  formó a la mujer: et ædificavit Dominus  Deus costam quam tulerat de Adam in mulierem. Gen. cap. 2., v. 27. Nada hay  indiferente en los majestuosos cimientos de nuestra generacion, y si Dios formó  a Eva de una costilla de Adan, fue para demostrar la indisolubilidad del  matrimonio, y la union que debe reinar entre los que viven en mutuo consorcio: erunt duo in carne una.
           «Los  hermafroditas han sido mirados con horror en muchos pueblos de la antigüedad.  En Aténas se les arrojaba al mar; en Roma ó se les echaba al Tiber, ó se les  abandonaba en islas desiertas, y Rennefort en la relacion  de sus viajes dice: que en Surate (3) hay muchos  hermafroditas, que con traje de mujer, llevan el turbante de hombre para  distinguirse y manifestar que tienen los dos sexos. Los Griegos llaman á un  hermafrodita Andrógynos (4).
           Pero  prescindiendo de estas curiosidades, y concretándonos á lo que mas importa á un  canonista y á un jurisconsulto, examinemos las cuestiones y los preceptos  legales á que puede dar lugar el estado de un hermafrodita. 
           ¿Podrá  éste contraer matrimonio? Primera cuestion. Segunda. ¿Podrá entrar en religion?  Si oimos á los tratadistas, que fundados en los principios de la moral  religiosa, resuelven ambos problemas, deberemos decir, que si el hermafrodita tiene las señales que la  naturaleza ha estampado en cada sexo, y las tiene en uno de ellos sin mezcla ni  confusion segun el sentir de profesores inteligentes, puede casarse como hombre  ó como mujer, atendida la distincion con que la naturaleza le ha ya  caracterizado. En cuanto á la entrada en religion diremos, que el hermafrodita puede ser fraile, supuesto  que se halle colocado en la clase de hombres, pero no se le puede permitir  entrar en convento de monjas, al que está colocado en el  rango de mujer, si  hubiese apariencias de que en cierto modo podria abusar del otro sexo.
rango de mujer, si  hubiese apariencias de que en cierto modo podria abusar del otro sexo.
           Cuando  por órden de la autoridad se asigna á un hermafrodita,  segun las distinciones mas marcadas el sexo á que debe pertenecer, le está  prohibido el vestir traje del opuesto, y de hacerlo incurriria en las penas que  marcan las leyes al que se disfraza. Si el hermafrodita,  caracterizado ya, llega á abusar de las apariencias del otro sexo, se hace  tambien digno del rigor de las leyes. Pablo Zachias hace mencion de una mujer escocesa;  á quien por semejante abuso se la castigó con el suplicio del fuego. Rochefort en su  diccionario cuenta de una criada á quien se condenó á ser enterrada en vida por  haber abusado de la hija de su amo, hasta el punto de hacerla embarazada. Montaigne en sus viajes  cita un hecho análogo no menos deplorable. En Paris se recuerda aun cierta  condena igual, impuesta a un hermafrodita,  por sentencia del Parlamento; y si nuestros lectores quieren recoger mayor  número de ejemplos de esta clase, nos referimos á los anales de los tribunales  de Francia.
           En  nuestra España, fundados los jurisconsultos en que aquel esceso es comparable  al crímen de sodomía, no es difícil conocer la pena que merecen los que  incurren en un vicio de tamaña trascendencia. Las leyes de partida ordenan, que  debe ser quemado el criminal y su cómplice. Las leyes recopiladas designan la  misma pena y la confiscación de bienes, admiten la prueba privilegiada, y  establecen que la accion para acusar sea pública.
           Bastaria  esta breve noticia á llenar los deseos que la redaccion se ha propuesto en la  publicacion de esta causa; pero para completar el cuadro, concluirá con  estampar tal cual ha llegado á sus manos un fragmento de un célebre abogado  francés, en defensa de cierta persona vestida de hombre, de quien se sospechaba  fuese mujer y aun hermafrodita: lo  que no llegó á descubrirse, no tanto por los esfuerzos del orador, como por  haber huido de la prision el procesado, evitando con la fuga el reconocimiento  mandado por el juez.
           «Magistrados: es bien triste obligar al hombre á hacer una justificacion  de su conducta, cuando ha medido sus acciones al nivel de la mas exacta  probidad, tiene concebida sobre el honor la idea mas exacta y delicada. Jamás  la virtud, si bien vaya acompañada de la elocuencia, podrá borrar todas las impresiones  de la calumnia. Obligar á defenderse, es comprometer por algun tiempo la  honradez, y dejarla en duda: la misma necesidad de apología supone ofensa en el  honor. Si la estimacion que disfrutamos forma aquella vida preciosa en que se  complace el hombre en su imaginacion, la defensa á que se le obliga supone su  vida en peligro, esponiéndole a perder sus mas preciosos goces. ¡Cuán  humillante no es este reconocimiento! ¡A qué quedarian reducidos los hombres  mas irreprensibles, mercede á la malignidad humana, si vivieran espuestos á los  ataques de la calumnia!»
           «El  recurso de la inocencia en tan triste coyuntura, está reservado á las almas  grandes, á aquellas que resisten el torrente impetuoso de las acriminaciones  que le destruye, chocando con su inocencia, y que no permiten en su corazon la  entrada la entrada á discursos injuriosos, desnudos de toda prueba, y sin mas  apoyo que la malignidad.»
           «El señor  D… hablará solo al Tribunal, revestido de aquel carácter que constituye la  exactitud en los principios de un juez recto, despreciando altamente las  opiniones de un vulgo tan inconstante é infundado en sus juicios. Se ataca su  estado y sus costumbres, y la censura que se hace de éstas, se funda tan solo  en la duda de su estado; pero él dará a conocer lo que es, y la calumnia  quedará confundida.»
           «Es  indudable que la naturaleza se aparta á las veces de sus reglas ordinarias,  permitiendo cierta confusion esterior, que impide á primera vista distinguir  sensiblemente el sexo que ella ha querido designar. Hombres hay, cuyos  caracteres se ocultan á la vista, y solo aparecen en ciertos momentos, pasados  los cuales vuelven á encubrirse: otros se ocultan tambien bajo las apariencias  de mujer; pero ni estas apariencias, ni aquella periódica ocultacion de las  formas esteriores, hacen variar al hombre de naturaleza: el diamante encubierto  en la arena, es siempre diamante.»
           «El señor  D… tiene el carácter y el sello de hombre; y si uno y otro se hallan  encubiertos alguna vez, no dejan por eso de asegurarle su estado y de ponerle  al abrigo del odio de los que se lo disputan. Además, si desde que tiene uso de  razon se consulta á sus afecciones naturales, se le ve siempre con las  inclinaciones de hombre. La fuerza de la complexion, el amor al trabajo, el desprecio  de los peligros, la facilidad en esponerse a las fatigas mas penosas, la  serenidad en el curso de su vida, para arrostrar toda suerte de infortunios, no  pueden menos de distinguirle del sexo débil. Él piensa, obra, se conduce como  un hombre, tiene todas las cualidades de tal: y si es así, ¿qué duda legítima  podrá admitirse bastante fuerte, para violar sus derechos personales, y  autorizar un reconocimiento que el pudor resiste?
           «Es  constante que el corazon y las cualidades morales del hombre de honor son tan  diferentes como las físicas en el cuadro comparativo con la mujer virtuosa: sus  principios, sus sentimientos, son distintos, y hasta las reglas que conducen el  honor de los dos sexos en su diversa carrera, lejos de hallarse inscritas en  las mismas tablas, son por lo general opuestas entre sí. La vida dura y  laboriosa es la herencia del hombre; por el contrario, la vida dulce y  tranquila forma las delicias de la mujer. La timidez que deshonra al hombre,  lejos de deshonrar á la mujer, hace honor á sus sentimientos delicados: los mas  pequeños detalles, las minuciosidades mas lijeras de la economía doméstica,  envilecerian al hombre que se ocupase de ellas, y sin embargo es la ocupacion  mas honorífica de la mujer. La Escritura Santa en dos palabras describe en el  libro de los Proverbios el carácter particular que forma el distintivo de los  dos sexos: Accingere gladio tuo super  femur tuum, potentissime. Digiti ejus apprehenderunt fusum. Armas  ciertamente bien distintas: la una marcial, la otra doméstica, y ambas  suficientes para marcar los genios opuestos, las necesidades distintas, las  pasiones diversas, la conducta, las obras, hasta los pensamientos apartados  entre el hombre y la mujer.
           «En el  proceso hemos probado que el señor D… miró siempre la rueca con horror y la  espada con placer. No niega, sin embargo, que hubo un tiempo en que ignoró su  estado; y en que hallándose ocultos los caracteres que lo distinguen, vistió el  traje de mujer; pero esto sucedió en los dias de su infancia; y según declaraciones  de personas respetables y piadosas, luego que con la entrada de la pubertad  desarrollada la naturaleza, descubrió sus verdaderos distintivos, se le vió  tomar los vestidos de hombre.
           «Se dirá  tal vez, que el oponerse al reconocimiento de su persona, ordenado por el juez,  induce á dudar sobre su verdadero estado. El señor D… responde á esta objecion,  que ha creido violar el pudor dándose en espectáculo á la justicia. ¿Quién se  dirá obligado á obedecer un mandato de la autoridad en oposicion á la moral y  las buenas costumbres?
         «Aunque  el estado del señor D… es indudable, puede hallarse sin embargo encubierto bajo  apariencias engañosas, y los profesores mas prácticos podrian equivocar su  juicio, cimentado en la momentánea inspeccion ocular. Por otra parte, un  reconocimiento de esta naturaleza, podria alterar notablemente su constitucion,  haciéndole padecer crueles martirios, para descubrir lo que la naturaleza ha  ocultado, para socabar el tesoro que ella sepultó. El señor D… se veria cuando  menos á ser la fábula del público, sirviendo de diversion á todo el mundo.  Tales son las consideraciones que le han obligado á hacer resistencia: el  interés de la moral, el peligro de la operación, la estima de su opinion;  consideraciones todas las mas sagradas y dignas de la atencion del Tribunal, de  cuya justificacion espera que pesándolas en el fiel medidor de la justicia,  harán revocar el auto de reconocimiento, conservando al señor D… el estado á  que pertenece, y respetando en él los derechos invulnerables de la propiedad  personal.»      
Notas
(1) Deseando la Redaccion dar á los lectores una  idea de esta causa curiosa á la verdad, y economizar al mismo tiempo las  páginas de la obra que necesita para otros procesos de mayor celebridad; se  limitará a presenciar lo más esencial de aquella, la demanda y la sentencia;  añadiendo al fin algunas observaciones acerca de la materia; para reunír bajo  un mismo punto de vista todo lo útil de una cuestion tan singular.
      N. de la R. E.  
(2) Sunt enim eunuchi, qui de matris utero sic nati sunt. Math. c. XIX. v. 12.
(3) Ciudad del indostan ingles en la India.
(4) Androgynos era en la fábula una especie de gente que tenia dos caras, cuatro brazos y cuatro piernas; eran propiamente dos personas en una y tan poderosos que osaron hacer la guerra al mismo Júpiter, quien los venció y separó habiéndoles quedado á ambos el deseo de unirse, lo que, segun Platon, es el orígen del amor.
Una Sociedad Literaria de Amigos Colaboradores. Colección de las Causas mas Célebres, los mejores modelos de alegatos, acusaciones fiscales, interrogatorios y defensas en lo civil y lo criminal del foro francés, inglés y español. Parte Francesa. Tomo V. Barcelona: Imprenta de Ignacio Estivill, 1834. pp. 159-170.
 
  