Gloria y Revolución en un cuento de David Viñas:
 “Sábado de Gloria en la Capital (Socialista) de América Latina

 

Gerardo Muñoz, University of Florida

 

     Publicado en la casi olvidada antología Buenos Aires: de la fundación a la angustia (1967) por la mítica editorial argentina Ediciones de la Flor; el relato “Sábado de Gloria en la Capital (Socialista) de América Latina” de David Viñas da cierre a una estupenda antología sobre el espacio porteño. Este libro, como escribía Horacio Achával en el prólogo, se proponía abrir nuevos miradas para entender la ciudad: “Los porteños nos hemos aficionado bastante a esa máquina del tiempo con la que vamos y venimos selectivamente deshojando la grande y la pequeña historia, buscando y buscándonos”.

     En esa travesía urbana, se incluían narraciones de escritores como Ezequiel Martínez Estrada y Rodolfo Walsh, Leopoldo Marechal y Julio Cortázar. El relato de Viñas, sin embargo, lejos de ocuparse de la ciudad y sus misterios, recogía las ansiedades de toda una década, las convulsiones políticas de la militancia revolucionaria continental, y las proximidades entre deseo y revolución.

     Tomando como punto de arranque una arenga sobre los fusilamientos revolucionarios, seguida por una detallada y humorística descripción fisonómica de Sartre, hasta llegar a los dominios materiales del cuerpo, “Sábado de Gloria” encierra, como pocos relatos de la turbulenta década del 60, el universo cultural y político del devenir revolucionario. “Sábado de Gloria…” puede leerse como una miniatura de las políticas culturales de aquellos años: una boîte-en-valise de un cosmos regido por la sexualidad y la violencia. A caballo entre la ficción y el pastiche, el discurso que atraviesa todo el cuento es un largo monólogo, no muy distinto del de Molly Bloom en Ulises, por el cual un revolucionario da testimonio, y expone su sentimentalidad en plena transición de la cultura burguesa al nuevo acontecimiento revolucionario. Sintomático de los sesentas argentinos, se hace visible la compenetración entre eros y militancia, deseo y violencia armada (Fernando Birri titularía “Revolución y Orgasmo” una ponencia de sus ponencias cubanas de aquellos años).

     Como ha sugerido Daniel Link, este cuento bisagra, es algo así como un “aleph” borgeano pasado por las tintas del pop en donde desfilan: “…los happenings, EUDEBA, el Di Tella, Primera Plana, el boom, Sartre, la revolución cubana y la televisión, en el delirio de un revolucionario, como se dice, de café. En ese cuento están todos los sujetos, instituciones formaciones discursivas e ideologías de la época, puestos en evidencia, triturados, ridiculizados. Tan perfecta parece la deserción que no caben dudas de que los sesenta han sido clausurados”.1

     “Sábado de Gloria”, por otra parte, no es sólo la puesta en escena de la periodización de los 60 ni su clausura literaria. De parte de Viñas, es un intento de ver si es posible narrar el acontecimiento revolucionario, e introducirlo en su maquinaria cultural. Proviniendo del proyecto vanguardista de Contorno que partía de una clara distinción entre la izquierda y el peronismo, en la imaginación de David Viñas se entrelazaban dos ejes dialécticamente opuestos. Por una parte, la expresión de las clases populares, y por otra, el consumo de la Revolución Cubana de 1959 como acontecimiento posible y repetible a escala continental.

     En efecto, quien se aproxima al cuento de Viñas desde el paradigma de la Revolución Cubana encontrará formas de leerlo a contracorriente, tanto en relación con la obra de Viñas como desde el meta-relato de la Revolución. El cuento ironiza buena parte de los actos que se llevaron a cabo durante de la fundación del proceso revolucionario: las marchas combatientes y el compromiso de los intelectuales con la Revolución; la destrucción y exaltación de las figuras del pasado; la ambigüedad entre el cuerpo deseante y el cuerpo laboral; el dilema del sectarismo político y el papel de los medios de comunicación de masas. En otro momento del relato, cuando se glosa la cultura del nuevo estado socialista, se llega a equiparar a Fidel Castro con el pop art, al happening con la voluntad revolucionaria:

“Estuvo impagable Romero esa tarde: dijo que los jóvenes revolucionarios eran sus hijos adoptivos, que para él era lo mismo el pop que la revolución marxista, que en realidad el compañero Fidel era el primer pop de América latina y que desde ya lanzaba la idea de hacer una muestra pop en la cancha de River…”*.

     La gran virtud, y rara originalidad del cuento de Viñas, radica en tirar bocabajo las distintas representaciones del acontecimiento revolucionario, haciendo de la figura de la Revolución un espejo del carnaval donde confluyen las vanguardias de la vida burguesa con el nuevo orden productivo de la sociedad comunista (en otro risueño fragmento del cuento leemos: “Hasta podríamos organizar un barrio bohemio para demostrar el sentido del nuevo swing socialista; chasquear los dedos, buen rito agitar esas caderas rojas, ¡yeah, yeah, Marx!”).

     Pese a lo que pudiéramos entender como “crítica”, Viñas está lejos de entrar en las filas de los tempranos desencantados de la Revolución Cubana. De ahí que haríamos mal en leer “Sábado de Gloria” como texto disidente del proyecto cubano. De cierta manera, “Sábado de Gloria…”, no es una subversión del orden revolucionario, sino un modo de relatar lo que allí sucede, una de sus posibilidades literarias.

     A esto se refería Viñas cuando, en una entrevista poco conocida publicada en La Gaceta de Cuba en 1967, explicaba: “El único país socialista que conozco es Cuba. A propósito, hay una cosa que se vislumbra como posible peligro y es la retorización de la revolución. Temáticamente es esto: la insistencia de la Revolución. Se corre ese riesgo y hablé de esto con Jesús Díaz a colación de su obra “Unos hombres y otros”. Es muy seductor, muy atractivo, sí, pero puede llegar a exteriorizarse un poco…hay que elaborarlos. Quizás a través del humor…no sé, se me ocurre”.2 Lo importante en “Sábado de Gloria”, entonces, no es sólo la parodia (sin dudas es una de las operaciones centrales del relato), sino la manera en que la revolución aparece como texto, como gramática del cuerpo y de eso que Juan Duchesne-Winter ha referido dentro del paradigma de los “comunismos literarios.”3

     “Sábado de Gloria” debe ser leído como una retórica alternativa a las poéticas de aquellos años en libros como Los Años Duros (1966) de Jesús Díaz o Condenados de Condado (1968) de Norberto Fuentes, dos modelos del realismo tradicional ajustado a la euforia iniciática de la Revolución. Como en la mesa redonda sobre el subdesarrollo que funciona también como emblema irónico en el filme de Tomás Gutiérrez Alea, y donde por cierto podemos ver la gestualidad y la retórica de Viñas; “Sábado de Gloria” es su correlato literario, acaso uno de los pocos textos que ha intentado poner en escena el raro experimento de unir vanguardia estética y política: corporizar la Revolución Cubana, de volverla collage, capturar las imágenes de sus gestos.

     Por otra parte, leído desde la obra de Viñas, el relato condensa buena parte de las obsesiones retóricas e ideológicas de su autor. Desde libros como Los dueños de la tierra (1958), o Literatura argentina y realidad política (1964), Viñas había creado todo un registro retórico y gestual que articulaba un modo peculiar de manejar la escritura. El “ademán”, “la puesta del cuerpo”, el “contrapunto”, el “codeo”, “el sudor”, son tan sólo algunos de los modos del habla en que se construye la obra de Viñas en general, y en particular el relato “Sábado de Gloria…”. Además de ser efectos retóricos y de armar una gramática revolucionaria, esta jerga es otra de las formas en que Viñas logra diferenciar su socialismo de las ortodoxias de izquierda que gobernaban el pensamiento y los debates marxistas de aquella década. En efecto, uno de los momentos de mayor lucidez, y quizás el ars poetica de Viñas entre líneas, lo encontramos cuando el personaje se sumerge en la bañera con Laura, su compañera revolucionaria:

“Espuma, piel, mandadera, sal, saliva. Es una coartada, pero yo siempre le sostengo a Laura que ese cuerpo a cuerpo es una de las formas más concretas de la dialéctica. Y si ella protesta porque me cuida tanto la piel y me preocupo por la de ella, tengo que insistirle recordándole que un buen materialista necesita empezar por cuidarse lo más concreto con que cuenta, que es su propio cuero.4

     Este pasaje puede explicar uno de los significados más importantes del cuento de Viñas, es decir, el sentido de la “Gloria” a la cual Viñas refiere solamente en el título del relato. Si la Revolución se encarna desde la piel, es decir, desde la base material del cuerpo, ¿cuál sería entonces el momento glorioso en este nuevo espacio delirante, emancipador, y carnavalesco?

     La explicación la encontramos a pocas líneas del fragmento anterior, donde Viñas vuelve a hilvanar tradiciones intelectuales: “Para Freud el hombre siempre es un niño; para Marx siempre es un obrero. Pues bien, que nuestra Nueva Argentina Socialista sea un país de niños que trabajan. O de obreros que juegan”. La obra de Viñas deja en claro que la Revolución está signada por esa “pasión por lo Real”, que ha estudiado Alain Badiou en El Siglo, la búsqueda de  un espacio corpóreo como parte de una nueva subjetividad política. La “Gloria”, entonces, no es más que el momento en que aceptamos en su totalidad, la existencia material de los cuerpos que profanan el trabajo y los reglamentos de la productividad. La Gloria, a diferencia de la utopía, reconoce la legitimidad de múltiples subjetividades y la cercanía entre acontecimiento revolucionario y la revolución de los afectos. Esta glorificación que anuncia la Revolución (la singular revolución cubana) aparece como plusvalía de goce, como exceso de las marcas que han dejado los cuerpos.

     Es en este sentido que el significado de la “Gloria”, como gesto de lo profano, logra articular una nueva forma de entender el uso de los cuerpos y la función de la estética en el sistema socialista. En su libro Il regno e la gloria (2007), Giorgio Agamben sugiere que la noción de la Gloria, que se deriva de la liturgia medieval, constituye la inoperancia de toda actividad humana.5 De ahí que, quien consigue la Gloria, posee el espacio de un nuevo intimismo sin poder, un afuera de los dominios del gobierno, un eterna práctica lúdica en aras de la ausencia de la Ley. El raro suicidio de Laura que da cierre al relato, puede ser leído como la máxima experiencia de esta “gloria” - ¿sacrificio? ¿resurrección? ¿“real revolucionario”? – en la cual desemboca necesariamente el orden socialista. (Asimismo, es por esto que las revoluciones son, desde un comienzo, permanentes estados de excepción).

     Así, en “Sábado de Gloria…” la figura del comunismo aparece además de proyección de espectáculo que consigue la estetización de la vida, como glorificación de las nuevas economías subjetivas incorporadas al ocio una vez abolida la división del trabajo y las estructuras de mercado. La Revolución en Viñas no podría imaginarse de otra forma: como la geografía de un cuerpo (desde los fusilamientos a la menstruación) que ha renunciado a su producción, y que ha comenzado a desear.

Notas

1. Daniel Link. “Los sesenta: crisis de la literatura y algunos nombres propios”. Entre el Silencio y la Violencia: Arte Contemporáneo Argentino. Buenos Aires: ArteBA Fundación, 2004.

2. Entrevista a David Viñas: "El cine, pibe, me interesa mucho". La Gaceta de Cuba (La Habana), VI, Nº 55 (febrero de 1967). Págs. 5 y 14.

3. Juan Duchesne-Winter. Comunismo literario y teorías deseantes: inscripciones latinoamericanas. La Paz: Plural Editores, 2009.

4. David Viñas. "Sábado de Gloria en la Capital (Socialista) de América Latina". Buenos Aires de la fundación a la angustia. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1967.

5. Giorgio Agamben. The Kingdom and the Glory: For a theological genealogy of economy and government. California: Stanford University Press, 2011.

*Es curioso que Viñas imagine a Fidel Castro, y no a Guevara, como el símbolo “pop” de la nueva constelación de la revolución continental. Imaginación que, de seguro, no hubiese gustado a los estetas y letrados cubanos de la década del sesenta. Solo tendríamos que recordar cómo, en el mismo año que Viñas escribe este relato, el crítico y traductor cubano Desiderio Navarro arremetía contra los principios burgueses de la sociedad de consumo, en un ensayo titulado “Pop Art Inc.” (1968, La Gaceta de Cuba).

 

David Viñas y la Revolución Cubana  (dossier)

David Viñas. "Sábado de Gloria en la Capital (Socialista) de América Latina." Buenos Aires de la fundación a la angustia. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1967. pp. 217-28.

Entrevista a David Viñas: "El cine, pibe, me interesa mucho." La Gaceta de Cuba (La Habana), VI, Nº 55 (febrero de 1967). pp. 5 y 14.

Entrevista a David Viñas: "El cine, pibe, me interesa mucho." La Gaceta de Cuba (La Habana), VI, Nº 55 (febrero de 1967). pp. 5 y 14 (continuación).

"Ataque de Cabrera Infante a la revolución y respuesta de intelectuales argentinos," "Declaraciones de Cabrera Infante a Primera Plana," La Gaceta de Cuba Nº 67, noviembre-diciembre de 1968, p. 8.

"Carta de Rodolfo Walsh a Primera Plana," "Exiliados," La Gaceta de Cuba Nº 67, noviembre-diciembre de 1968. p.9.

“Carta de Francisco Urondo." La Gaceta de Cuba Nº 67, noviembre-diciembre de 1968, pg. 10.

“Carta pública de David Viñas a Roberto Fernández Retamar” (1971).