 
    
Vínculos legendarios: los “viajes” de Juana Rosa Pita
Margara Russotto, University of Massachusetts, Amherst
Las troyas  recurrentes
        los asuntos del  hombre no pretendas
        que pueda comprenderlos:
        Penélope no siente la deshonra de Ilión
        Siente a Telémaco
        manoteando en el centro de su sueño
        vacante de los dioses.
        Los asuntos del hambre Ulises:
        Los asuntos del viento
        
        Juana Rosa Pita, Viajes de Penélope
        
        El mar es la fábula; la tierra la historia    
        Fina García Marruz, “Del furtivo destierro”
 La literatura latinoamericana goza  de buena salud fuera de sus fronteras. En Italia, por ejemplo, a pesar de la  crónica crisis política y el nulo entusiasmo oficial, los autores  latinoamericanos son leídos, estudiados, vendidos, traducidos y premiados sin  cesar. Prueba de ello es su presencia constante en los cursos universitarios,  programas culturales, revistas literarias, y en los numerosos centros de  estudio y fundaciones culturales que mantienen una oferta frenética de eventos  y manifestaciones artísticas de excelente calidad, en todas las regiones del  país, difundiendo tanto las obras canónicas ya consagradas como las de reciente  actualidad.
          La literatura latinoamericana goza  de buena salud fuera de sus fronteras. En Italia, por ejemplo, a pesar de la  crónica crisis política y el nulo entusiasmo oficial, los autores  latinoamericanos son leídos, estudiados, vendidos, traducidos y premiados sin  cesar. Prueba de ello es su presencia constante en los cursos universitarios,  programas culturales, revistas literarias, y en los numerosos centros de  estudio y fundaciones culturales que mantienen una oferta frenética de eventos  y manifestaciones artísticas de excelente calidad, en todas las regiones del  país, difundiendo tanto las obras canónicas ya consagradas como las de reciente  actualidad. 
          Según los especialistas,(1) los años setenta y ochenta fueron los años del boom de traducciones en Italia, avaladas por el prestigio de  importantes casas editoras como Einaudi, Feltrinelli, Mondadori, Sellerio,  entre otras. La historia de cada una de ellas y las características específicas  de cada perfil merecería un capítulo aparte que no es pertinente tratar aquí. Aunque  en las décadas siguientes hubo una caída del interés, en los últimos años ha resurgido  esa febril actividad también de parte de pequeñas casas editoras de tipo  alternativo, con ofertas no siempre sistemáticas o de alta profesionalidad. Se  ha dicho que si las grandes editoriales se ocupan de los autores ya canónicos,  o siguen la pauta de lo que se publica en Estados Unidos, las pequeñas o  medianas abren camino a los “nuevos,” le toman el pulso en vivo a lo que va  surgiendo, y como sabuesos de potenciales talentos enfrentan todos los riesgos  y el problema de la distribución en condiciones generalmente precarias. 
                Algún día habrá de escribirse el elogio de las pequeñas  editoriales, porque en el largo camino de la profesión, todo escritor  consagrado empezó contando con su apoyo y con la fe de inexplicables intuiciones,  más allá de las sabidas consideraciones económicas. Entre estos esfuerzos cabe  mencionar la casa editora “Le lettere,” la cual ha publicado obras de Mario  Benedetti, Álvaro Mutis, Jorge Eduardo Eielson, Eugenio Montejo, entre otros  autores latinoamericanos; y también “Lietocolle,” especialista en poesía con  bellísimos “libros de colección” que acaba de editar una antología poética de  Carmen Boullosa; y “Pontesisto,” que publicó la poesía de Cardenal; y “Sinopia”,  editora artesanal dedicada a autores bolivianos; y “Collettivo R,” que es otro  ejemplo singular, porque además de mantener la revista homónima durante más de  treinta años, sostenida apenas por el carismático Luca Rosi(2) y un par de entrañables amigos, está  totalmente dedicada a América Latina, a sus problemáticas específicas y a sus  numerosos autores. Y esto, para mencionar lo que ocurre solamente en la región  de la Toscana.
                Pero además de las revistas, casas editoras y fundaciones  culturales, existe en Italia una proliferación de premios literarios, de vieja  data y prestigioso perfil, que también celebra a los autores latinoamericanos.  Es lo que puede verse en ocasión del Premio Literario Internacional Camaiore,(3) cuyos finalistas fueron Juan Gelman, Jorge Boccanera y Juana Rosa Pita. En mayo  del 2008, el premio fue finalmente otorgado al libro de poemas Sordomuda, del periodista y escritor  argentino Jorge Boccanera, y editado por Lietocolle 2008 (traducción de Alessio  Brandolini y Verónica Becerril). Pero no interesa comentar el libro ganador en  esta ocasión, sino el perdedor. Es decir, el “otro” perdedor (en este caso,  perdedora), puesto que premiar a Juan Gelman, después de haber recibido el  Premio Cervantes en el 2007, hubiera sido llover sobre mojado. Lo cual no deja  de ser lo usual en la historia literaria, por la misma complejidad intrínseca  de cualquier proceso de premiación, y sobre todo por la dificultad que implica  evaluar la propia contemporaneidad en ausencia de la debida distancia  histórica.   
                Este rodeo o extendido prolegómeno no  es arbitrario. Pues llegar al libro “perdedor” y finalista de la cubana Juana  Rosa Pita, Viaggi di Penélope / Viajes  de Penélope, no es fácil, y  constituye un viaje en sí.  Para llegar a  la existencia de un libro hacen falta muchas manos, muchos viajes y rodeos. Viajes  dentro del viaje que es toda lectura. Viaje que es el tema mismo de este su  poemario, aunque invertido y transmutado en un acto de resemantización y  resistencia. Y viaje cultural propiciado por la traducción misma como canal  privilegiado de un saber itinerante. Resulta particularmente significativo el  hecho de que Viajes de Penélopese publicara por primera vez en Miami  en 1980 (Ediciones Solar, con prólogo de Reinaldo Arenas), y que la segunda  edición apareciera 27 años después en Italia (Udine, Campanotto, 2007), en  cuidada edición bilingüe y prólogo de Martha Canfield, donde también se incluye  el texto de Arenas.
 Pita, Viaggi di Penélope / Viajes  de Penélope, no es fácil, y  constituye un viaje en sí.  Para llegar a  la existencia de un libro hacen falta muchas manos, muchos viajes y rodeos. Viajes  dentro del viaje que es toda lectura. Viaje que es el tema mismo de este su  poemario, aunque invertido y transmutado en un acto de resemantización y  resistencia. Y viaje cultural propiciado por la traducción misma como canal  privilegiado de un saber itinerante. Resulta particularmente significativo el  hecho de que Viajes de Penélopese publicara por primera vez en Miami  en 1980 (Ediciones Solar, con prólogo de Reinaldo Arenas), y que la segunda  edición apareciera 27 años después en Italia (Udine, Campanotto, 2007), en  cuidada edición bilingüe y prólogo de Martha Canfield, donde también se incluye  el texto de Arenas. 
                Este largo itinerario, en efecto, es  a la vez la metáfora de una transición entre mundos, de rostros cambiantes y  apariencias engañosas. Como el invisible oleaje marino que bate y se agita en  el profundo subsuelo de una tierra aparentemente firme (escena por cierto  claramente expuesta en unos versos), en Viajes  de Penélope palpita ese oleaje  del sentido, penetrando el suelo fértil de plurales territorios, intelectuales,  simbólicos, históricos; específicamente legendarios. Un oleaje de nuevo mundo  interpenetrándose con el viejo, abriendo espacios y vínculos de intensa  renovación y resemantización. 
                Por otra parte, se trata también del mismo itinerario que  ha cumplido su autora en su experiencia de vida, y en la conexión con otras  tradiciones literarias afines a la suya. Son afinidades electivas ciertamente,  sea temáticas sea por la atracción hacia un estado del alma específico, como  ocurre con la tradición poética y artística italiana, a la cual la autora le ha  dedicado poemarios enteros, metáforas, e incluso versos originalmente pensados  en italiano. Son puntadas de un tejido plural y colorido –para seguir con el  espíritu de Penélope; un gran lienzo de hermosas figuraciones e íconos de la  gran tradición occidental, pero siempre sacudido con saludable frescura por el  subterráneo oleaje marino que es, en mi opinión, el gran núcleo generador de  esta poética.
       Poeta cubana nacida  en 1939, a los 21 años salió de Cuba y ha vivido en Miami, Madrid, Caracas,  Washington – donde hizo un Doctorado en literatura – New Orleans –donde fue Visiting Professor en la Universidad de  Tulane – y actualmente en Boston, donde reside desde hace varios años. Ha publicado  no solo poesía sino también artículos literarios y de opinión en periódicos y  en revistas literarias desde 1981, entre los que se encuentran La prensa literaria de Managua (suplemento  literario de La prensa, uno de los  más importantes periódicos de Nicaragua dirigido por Pablo Antonio Cuadra), Vuelta de México, Cuadernos del matemático de Madrid (a partir del 2001), y El Nuevo Herald de Miami (desde 1996  hasta el presente). Como se indica en la introducción del poemario, parte de su poesía ha sido traducida  al italiano por Pietro Civitareale, al inglés por Donald Walsh y al alemán por  Franz Niedermayer. Ha recibido varios premios, entre ellos el “VIII Premio  Internazionale Ultimo Novecento,” de Pisa en l985, y el Premio de Poesía  “Letras de oro,” del Iberian Studies Institute de Estados Unidos, en 1993.(4)
          Poeta cubana nacida  en 1939, a los 21 años salió de Cuba y ha vivido en Miami, Madrid, Caracas,  Washington – donde hizo un Doctorado en literatura – New Orleans –donde fue Visiting Professor en la Universidad de  Tulane – y actualmente en Boston, donde reside desde hace varios años. Ha publicado  no solo poesía sino también artículos literarios y de opinión en periódicos y  en revistas literarias desde 1981, entre los que se encuentran La prensa literaria de Managua (suplemento  literario de La prensa, uno de los  más importantes periódicos de Nicaragua dirigido por Pablo Antonio Cuadra), Vuelta de México, Cuadernos del matemático de Madrid (a partir del 2001), y El Nuevo Herald de Miami (desde 1996  hasta el presente). Como se indica en la introducción del poemario, parte de su poesía ha sido traducida  al italiano por Pietro Civitareale, al inglés por Donald Walsh y al alemán por  Franz Niedermayer. Ha recibido varios premios, entre ellos el “VIII Premio  Internazionale Ultimo Novecento,” de Pisa en l985, y el Premio de Poesía  “Letras de oro,” del Iberian Studies Institute de Estados Unidos, en 1993.(4) 
                Por lo tanto, el tema central, tanto en la experiencia  vivencial de esta escritora, como en las tensiones de su representación lírica,  no podía dejar de ser el viaje transcultural, el tránsito entre lo hecho y lo  deshecho como la tela de Penélope, el movimiento entre la memoria y la  errancia. Sin embargo, ella advierte con firmeza: “Yo no escribo libros de  viaje / como suele hacer el que tiene las raíces / para siempre adheridas a su  tierra. […] Por eso de viajes ahora no escribo / sino de la maravilla de  pertenecer a un vínculo”(Pensamiento del tiempo, 73)
                En efecto, se trata  de un viaje extraño, por retener aquello que supuestamente se deja, lo cual se  convierte por lo contrario en la mayor pertenencia. En los versos de “Ser o  ser” lo dice claramente: “Todo lo he perdido: / ciudades, ilusiones, paredes  mías. / Conservo sólo aromas fundamentales: / magnolias de Florencia en otra  vida, / buganvillas habaneras, / violetas de Virginia (amor no muere), / rosas  de Venezuela, en Alemania / jazmines floridanos. / Y conservo sobre todo (sigo siendo) / precisamente aquello que pretendo  dejar / al emprender los viajes (Cantar  de isla, 73, subrayado mío).
                Su poesía no trata pues de viajes  sino de vínculos. No trata de historia sino de leyenda. No trata de pérdidas  sino de transformaciones. El vínculo, esa pertenencia a los orígenes y a lo que  los trasciende, es por tanto más fuerte que cualquier desarraigo o lejanía, y esa  convicción estará presente en toda su obra con un paroxismo conmovedor. El  vínculo no sustituye ciertamente las raíces, ni pretende hacerlo, sino que es de  naturaleza distinta, de otra hondura y proliferación, y capaz de polimórficas  transformaciones: “Aunque parezca tierra lo que piso, / bajo mis pies el mar  baila unos aires / de no sé qué país desconocido” (Cantar de isla, 127). En  su negación del viaje turístico – del ojo que busca lo exótico y consume paisajes  como consume Coca-Colas –   hay  también desdramatización de las pérdidas, reducción de la nostalgia por el  suelo natal, canto o baile que finalmente religa todas las distancias a través  de una “ciudadanía sutil,” como lo indica en un poema con ese mismo título:  “Nada ni nadie puede separarnos: / todo exilio menor es ilusión” (Pensamiento del tiempo, 30).   
              En Juana Rosa Pita, el tema del  exilio, tanto existencial como concretamente histórico, se articula a  diferentes motivos y se trenza al del amor y la amistad, a la referencia  religiosa y a constantes reelaboraciones mitológicas, en un tejido complicado y  simple, extenso y móvil, ligero como un velo movido por brisa marina que tanta  afinidad tiene con la poesía de Dulce María Loynaz. Su registro temático es pues  amplio sin ser diverso, concentrado en un mismo núcleo de valores clásicos  tradicionales y en su uso simbólico, dentro de un espíritu celebratorio a pesar  de todo: “Hay una voz en mí siempre cantando […] hay una voz en mí siempre en  silencio” (Cantar de isla, 108). 
       En Tela de concierto por ejemplo, largo poemario en honor a la muerte del pintor peruano Gilberto  Urday, se encuentran implicaciones cosmogónicas donde el presagio, la muerte y  la comunicación “interdimensional,” como ella dice, entre las almas afines,  remite a un sincretismo religioso de carácter popular; un vínculo que podemos  imaginar como trazado por afinidades espirituales.
                Otro eje temático lo constituye la serie de poemas  dedicados a Italia, a la región florentina en particular, como se ve en “Aires  etruscos,” “Florencia nuestra,” “Cadenze” (escrito originalmente en italiano) y  en el reciente “Meditati” en versión bilingüe español-italiano. Se trata de una  dedicación particular, auspiciada también por sus diferentes viajes a ese país,  y acrisolada por la apasionada traducción de poetas italianos, como Antonia  Pozzi y Valerio Magrelli. Pero no se trata de simples ekphrasys de obras de arte, pues lo que aquí se expresa es la  resonancia en el sujeto lírico de una situación de distancia espacial; la  constatación de un “vínculo extensivo” que establece un cierto parentesco con  la tradición artística universal por una parte, y con el motivo mismo del  destierro, ampliamente consagrado por el canon artístico italiano, por la otra. 
                Juana Rosa Pita también ha cultivado el poema breve, suerte  de aforismo que llama “sorbos de luz,” retomando formas antiguas de extrema  concisión para “transportar a esplendor las cosas de este mundo.”(5) Y no faltará, en este repertorio de sublimaciones espirituales, en cambio, una  muestra del poema que tiende a la descripción directa de una escena, de  sencillez discursiva y coloquial, situado en un espacio doméstico con una  paloma herida: “En la escalera una paloma herida / espera mi llegada. / Los  primeros azoros no le impiden / perdurar fiel a su elección certera: / ya se  queda muy quieta cuando entono / canciones de alusión en el peldaño / que nos  sirve de suelo compartido. / La he transportado al portalón del fondo / para  darle salud con alimento: / mañana me ha dejado acariciarla. / Dos veces he  ahuyentado al gato negro / que con taimado ceño está rondándola. / Al tercer  día recobró su vuelo” (Cantar de isla,  95). Sin embargo, también aquí, en medio de este escenario aparentemente  realístico y sin doble fondo, se transluce la precaria inestabilidad existencial  que el sujeto lírico comparte con la paloma herida. También aquí el lugar es un  pseudo lugar, apenas un “peldaño que nos sirve de suelo compartido,” y por  tanto simulacro de una función prestada, pronto a ser abandonada, como hará en  efecto la paloma, una vez curada. También aquí se entonan “canciones de alusión,”  espléndida definición de la poesía de Juana Rosa Pita que “alude” siempre,  elegantemente, a la gran herida del exilio. De nuevo, exilio de la patria, pero  también del amor, de la completitud soñada y para siempre perdida.     
                Pero lo que parece ser un elemento  determinante en su poética es la reactualización del mito, como se ve en Euridice en la fuente y sobre todo en Viajes de Penélope, lo  cual le permite retomar el drama del exilio cubano en una óptica de temporalidad  multidireccional y legendaria. En la reescritura de la odisea de Penélope, condenada a la  espera en la isla, la autora reescribe también la odisea de Ulises, condenado como  ella pero a la dispersión vivencial y a la errancia, indicando que si la  historia se repite, es con las funciones arquetípicas de lo femenino y lo  masculino trastocadas. Porque aquí es ella la que realiza los viajes  reveladores de la interioridad, los viajes de la resistencia y lo imaginario,  mientras él se entretiene en aventuras fugaces, en “guerras recurrentes” y en  traficar con los dioses, atrapado en “los asuntos propios / del desatino  humano” (48). En este poemario, la espera activa y “urdidora” de Penélope es la  verdadera aventura, el viaje por excelencia, ya que Ulises, en su desatino,  ignora el “hambre” de lo permanente y de lo que es esencial.  Con este desplazamiento del punto de vista,  tal como lo señala el estudio de Jesús J. Barquet, “puede Pita proceder a  desmitificar la versión del vate griego y refutar su supuesta autoridad sobre  la interpretación de los hechos” (1999:72).
 la fuente y sobre todo en Viajes de Penélope, lo  cual le permite retomar el drama del exilio cubano en una óptica de temporalidad  multidireccional y legendaria. En la reescritura de la odisea de Penélope, condenada a la  espera en la isla, la autora reescribe también la odisea de Ulises, condenado como  ella pero a la dispersión vivencial y a la errancia, indicando que si la  historia se repite, es con las funciones arquetípicas de lo femenino y lo  masculino trastocadas. Porque aquí es ella la que realiza los viajes  reveladores de la interioridad, los viajes de la resistencia y lo imaginario,  mientras él se entretiene en aventuras fugaces, en “guerras recurrentes” y en  traficar con los dioses, atrapado en “los asuntos propios / del desatino  humano” (48). En este poemario, la espera activa y “urdidora” de Penélope es la  verdadera aventura, el viaje por excelencia, ya que Ulises, en su desatino,  ignora el “hambre” de lo permanente y de lo que es esencial.  Con este desplazamiento del punto de vista,  tal como lo señala el estudio de Jesús J. Barquet, “puede Pita proceder a  desmitificar la versión del vate griego y refutar su supuesta autoridad sobre  la interpretación de los hechos” (1999:72). 
                En este sentido, si pudiera hablarse de una gramática  caribeña de reapropiación del mito homérico, las operaciones poéticas de Juana  Rosa Pita estarían configurando una transgresión de género, tal como las de  Derek Walcott serían una transgresión de número por cuanto, sobre todo en su  gran texto épico Omeros, se diasporiza la aventura de  Ulises, despojada de protagonismo y heroicidad, ampliándola en las voces y  vidas de numerosos personajes y sujetos anónimos que pululan y transitan por  las aguas del Caribe.(6)   
       Mediante versos cortos y compactos, donde no  faltan neologismos capaces de ofrecer combinaciones coloridas y resonancias  rítmicas (“bosquecidas,” “añilador,” “soñable,” entre otros), la larga lista de  aventuras de Ulises queda relegada al sinsentido y a la distracción, para  cantar la única aventura posible, la de Penélope, que es la presencia  resistente de la isla natal y la lucha por mantener viva la memoria de esa  presencia: “Penélope en las rejas / de Itaca / como espigas doblándose / al  aire desatado de tus ojos: / domesticas al mar / (cachorro de tormenta) / y  cuánto cíclope / no habrás ya desojado / sin divorciar tus plantas de la playa  / que circunda los siglos” (36).
          Mediante versos cortos y compactos, donde no  faltan neologismos capaces de ofrecer combinaciones coloridas y resonancias  rítmicas (“bosquecidas,” “añilador,” “soñable,” entre otros), la larga lista de  aventuras de Ulises queda relegada al sinsentido y a la distracción, para  cantar la única aventura posible, la de Penélope, que es la presencia  resistente de la isla natal y la lucha por mantener viva la memoria de esa  presencia: “Penélope en las rejas / de Itaca / como espigas doblándose / al  aire desatado de tus ojos: / domesticas al mar / (cachorro de tormenta) / y  cuánto cíclope / no habrás ya desojado / sin divorciar tus plantas de la playa  / que circunda los siglos” (36).
                Pero si el sujeto lírico toma la voz de Penélope desde el  primer poema – “Me ha dado por creerme Penélope / hermosa y bienamada” (18) –  pronto surge el desdoblamiento que deshace la máscara asumida: “Si yo fuera  Penélope / suelo que yo pisara sería Itaca: / al regresar Ulises / se quedara”  (36). La problematización de las identidades que constituyen el mito, y sobre  todo su carácter de reversibilidad, indica entonces que el artificio literario  debe ser revelado. Y que playa, isla y mar, partida y regreso, se esfuman en el  espacio de la significación poética. La tela tejida es la tela de la memoria y  del tiempo, que son los verdaderos dueños del destino humano. Y es la escritura  misma lo que tiene poder de imagen y reconstrucción de la memoria.
                Todas estas características arriba señaladas – variedad,  evanescencia, transmigración de mitos universales, identidades reversibles,  apropiación de espacios itinerantes y constante devenir – han sido consideradas  manifestaciones de la crisis de la identidad histórica, propia de los sujetos  diaspóricos; es decir, de quienes viven el dramático desplazamiento desde su lugar  de origen hacia otros mundos, protagonizando la gran épica de la migración que  hoy afecta no solamente al Caribe, sino a casi todo el planeta. El trabajo de  Aimée G. Bolaños sobre poetas cubanas de la diáspora ahonda en esta  perspectiva, y destaca en Juana Rosa Pita los rasgos de una conciencia  diaspórica que construye un  sujeto  híbrido transitando en espacios plurales, ejerciendo una suerte de “autoría  migrante” que redefine constantemente toda identidad: “Para escribir las  multiformes travesías  – afirma – la visión  del sujeto es transgresiva. Postnacional y postfeminista parece ser. La idea de  nación y de mujer de la historiografía moderna no encaja en esta poética, ni la  convencional de literatura cubana del exilio” (2008: 33).(7)
 esta poética, ni la  convencional de literatura cubana del exilio” (2008: 33).(7)
                Sin embargo, esta hibridación no es más que el otro rostro  de la exacta filiación cubana, manifiesta a través del supersímbolo que  constituye la isla, representada y sublimada en constantes estrategias de  “alusión.” En Viajes de Penélope se destaca  especialmente la “madre isla” que está “venida a remos”, dramática imagen del  dolor y la caída obtenida mediante la simple alteración de una letra (menos en vez de remos). La isla es lo que duele “como un sueño enquistado en la  sombra;” es el “escarpado perfil.” Todo lo cual indica la permanencia de origen  e identidad, dentro y/o fuera de Itaca/Cuba. La isla es además el “milagro callado” por ser el  instrumento de la misma creación poética. Y finalmente es la depositaria de la  memoria y el mito a través del ciclo infinito de exilios que la constituyen. 
                La genealogía poética cubana en la poesía de Juana Rosa  Pita se manifiesta también en otros indicios reveladores que forman el  “escarpado perfil.” En efecto, la patria siempre lejana, la mágica isla constantemente  amenazada de acoso o de olvido en medio de un mar eterno que está en la base de  su poesía, es también uno de los grandes paradigmas que sustentan el imaginario  cubano. La poesía de Juana Rosa Pita existe como parte de ese imaginario y  retoma íntimamente algunos elementos configuradores de la “cubanía” tratados,  en diversas claves, por Lezama Lima, Cintio Vitier, Fina García Marruz y el  mismo José Martí. Elementos que, como la noción lezamiana de “insularismo,”  constituyen la construcción de una sensibilidad específica que tiende a la  concentración y contemporáneamente al tránsito,  por cuanto “en una cultura de  litoral interesará más el sentimiento de lontananza que el de paisaje propio.”(8) No se trata de características fijas o identidades preestablecidas, sino de una  problematización de la misma historia cubana “encarnada” en la poesía e  inseparable de ésta; la certeza en fin de que la historia y la cultura de una  determinada región existen principalmente a través de la poesía (Vitier, 2002).  Todo lo cual no es otra cosa que la enorme aventura de pensar la propia cultura  por sus mismos hacedores. Y es en este su pensar, en esta tradición de poesía  “revelante” de historia y de cultura donde se inserta legítimamente Viajes de Penélopede Juana Rosa Pita. Es bajo el ala invisible de esta tradición que  es recogido lo “postnacional” y “postfeminista,” mediatizados o reconducidos  puntualmente bajo el predominio de un vínculo mayor.
por cuanto “en una cultura de  litoral interesará más el sentimiento de lontananza que el de paisaje propio.”(8) No se trata de características fijas o identidades preestablecidas, sino de una  problematización de la misma historia cubana “encarnada” en la poesía e  inseparable de ésta; la certeza en fin de que la historia y la cultura de una  determinada región existen principalmente a través de la poesía (Vitier, 2002).  Todo lo cual no es otra cosa que la enorme aventura de pensar la propia cultura  por sus mismos hacedores. Y es en este su pensar, en esta tradición de poesía  “revelante” de historia y de cultura donde se inserta legítimamente Viajes de Penélopede Juana Rosa Pita. Es bajo el ala invisible de esta tradición que  es recogido lo “postnacional” y “postfeminista,” mediatizados o reconducidos  puntualmente bajo el predominio de un vínculo mayor.
              En una entrevista reciente con quién esto escribe, la autora  cubana definía su poesía con un verso de Tela  de concierto: “Borrar la historia al máximo /  y dejar de ella sólo pinceladas / cargadas de  leyenda.” Porque sólo en la ejemplaridad de la leyenda – en las “pinceladas”  que apenas puedan vislumbrarse – es posible narrar la historia. Poesía entonces  como selección consciente para otorgar sentido, y como espacio de reconciliación  de todos los destierros: “Por fin – dice en “Reflexiones moduladas” – he sabido  el secreto / de los nutridos viajes de Penélope / dados sin despegarse de su  isla. / Si dos se quieren bien / y se piensan mutuamente a fondo / con uno que  navegue basta / para que ambos se vuelvan marineros” (Pensamiento del tiempo 71). Finalmente, una vez más, el mar es la  fábula, y la tierra es la historia. La poesía de Juana Rosa Pita también lo  demuestra, pero sin exclusiones ni dualismos. Ella, la gran navegante, Penélope  y Ulises a la vez. Ella, mar y tierra juntos para la gran reconciliación de la  cultura cubana en su compleja constitución de omniausencia y omnipresencia, en  medio del otro gran océano de la leyenda. 
Notas
1. Conferencia de Martha Canfield, “La literatura hispanoamericana en las editoriales italianas”, en ocasión del congreso internacional Cuba dentro y fuera. Lengua, literatura e historia de la isla desde el Ochocientos hasta hoy. Universidad de Florencia, 8 de mayo 2008.2. Después de vivir en Venezuela por más de 20 anos, Luca Rosi volvió a Florencia definitivamente en 1960. Fundó la revista Collettivo R en 1970, y desde entonces sigue traduciendo y publicando numerosos ensayos, artículos y textos creativos de autores latinoamericanos, sin financiamiento oficial alguno.
3. El Premio Camaiore es uno de los más prestigiosos del país. Tiene la peculiaridad de contar no solamente con un jurado de críticos y especialistas, sino también con un jurado popular formado por cincuenta residentes de la ciudad, quienes espontáneamente se inscriben en el concurso para emitir su voto. La única condición es residir o trabajar en Camaiore, y no haber participado antes. Otros premios literarios importantes son Viareggio, Campiello, Strega, Andersen, Feltrinelli, entre muchos otros. Cabe mencionar el histórico premio Bagutta, considerado el más antiguo por haber sido instituido en 1926.
4. Juana Rosa Pita ha publicado unos veinte libros de poesía. Además de Viajes de Penélope, ya mencionado, cabe destacar Eurídice en la fuente, Miami, Solar, 1979; Tela de concierto, Miami, San Lázaro Graphics, 1999; Cantar de isla, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2003, amplia antología de toda su obra; Pensamiento del tiempo, Miami, Amatori, 2005, entre otros. Su poesía aparece también en varias antologías publicadas en Nueva York, Madrid y México. Tiene varios poemarios inéditos, como Cantos bostonianos y El gozo en las manosentre otros. Todas las referencias que se indican en el texto corresponden a las ediciones señaladas en esta nota.
5. Así mismo lo indica la autora en una nota, donde revela su conocimiento de distintos subgéneros poéticos: “La copla andaluza, el aforismo evangélico, la tanka japonesa, el koan budista y el indovinello toscano: emoción interjectiva, aserto luminoso, humor del paisaje, dicción del enigma, adivinanza candorosa con doble sentido espiritual… Los poemas oriundos de la fuente de belleza algo tienen de todos o algunos de ellos, y son en esencia claves para transportar a esplendor las cosas de este mundo. Poesía en que los seres del universo –incluso las palabras- hacen una amorosa reverencia a la sabiduría y a lo sagrado, la verdad y el bien: semilla de otro mundo. Caben justamente veintitrés sílabas en un sorbo de luz” (Cantar de isla 83).
6. Ver Derek Walcott: Omeros, New York, Farrar, Straus & Giroux, 1990.
7. Para una importante revisión histórico-teórica del término “diáspora”, véase también la tesis de Mireya Fernández, defendida y aprobada en el Doctorado de Humanidades, Espacios transgredidos: Voces y rostros de la narrativa de las diásporas caribeñas. Caracas Universidad Central de Venezuela, 2008.
8. En este orden de ideas y mediante su acostumbrada argumentación barroca, Lezama Lima llega a mencionar la “vocación continental” de México en contraposición a la “insular” de Cuba. Ver la selección de textos de Lezama Lima recogidos y presentados por Alfredo Chacón en Poesía y Poética del Grupo Orígenes. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1994, p. 242.
Obras Citadas
Barquet, Jesús. Escrituras poéticas de una nación: Dulce María Loynaz, Juana Rosa Pita y Carlota Caulfield. La Habana: Ediciones Unión, 1999.
Bolaños, Aimée G. Poesía insular de signo infinito; Una lectura de poetas cubanas de la diáspora. Madrid: Editorial Betania, 2008.
Chacón, Alfredo. Poesía y Poética del Grupo Orígenes. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1994.
Fernández, Mireya. Espacios transgredidos: Voces y rostros de la narrativa de las diásporas caribeñas. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 2008 (Tesis Doctoral en Humanidades).
Pita, Juana Rosa. Eurídice en la fuente. Miami: Solar, 1979.
---- Viajes de Penélope. Prólogo de Reinaldo Arenas. Miami: Solar, 1980. 2ª edíción: Viajes de Penélope / I viaggi di Penelope. Prefazione di Martha Canfield. Udine: Campanotto Editore, 2007, finalista del Premio Internazionale Camaiore 2008.
--- Sorbos de luz/ Sips of Light. Trad. Mario de Salvatierra. New Orleans-San Francisco: Eboli Poetry Series, 1990.
--- Tela de concierto. Miami: El Zunzún Viajero, 1999/ Pórtico de Jesús J.Barquet.
--- Cadenze/ Poesie. Collana di Poesia Il Capricornio, Foggia: Bastogi Editrice Italiana, 2000/ Prefazione, Pietro Civitareale/ Nota de contratapa, Maria Grazia Lenisa.
--- Pensamiento del tiempo. Miami: Amatori, 2005.
--- Meditati. Udine: Campanotto Editore, 2010 / Edición en español e italiano.
Vitier, Cintio. Lo cubano en la poesía. Prólogo de Abel E. Prieto. La Habana: Letras Cubanas, 2002 (edición definitiva).
Walcott, Derek. Omeros. New York: Farrar, Straus & Giroux, 1990.
 
  