 
    
Electra, Clitemnestra: el mito y el doble en la poesía de Magali Alabau
Yoandy Cabrera, Universidad Complutense de Madrid
Y  en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.
      Anna Ajmátova
1.1 En el principio. Dialogismo, épica, mito y segmentación.
  Los estudiosos de la  psicología homérica, en general, afirman que no existe en la lengua épica  arcaica un término para nuestro concepto de “pensar”. “El hombre moderno 'piensa',  el homérico 'habla' consigo mismo o con su thymós”  ("Introducción a Homero", 239-240)(1);  ello permite asegurar que Magali Alabau (Cienfuegos, Cuba; 1945) es una mujer  homérica porque en su obra la palabra es pensamiento, pensar es dialogar, la  experiencia se vuelve conversación, monólogo, puesta en escena.
     Los estudiosos de la  psicología homérica, en general, afirman que no existe en la lengua épica  arcaica un término para nuestro concepto de “pensar”. “El hombre moderno 'piensa',  el homérico 'habla' consigo mismo o con su thymós”  ("Introducción a Homero", 239-240)(1);  ello permite asegurar que Magali Alabau (Cienfuegos, Cuba; 1945) es una mujer  homérica porque en su obra la palabra es pensamiento, pensar es dialogar, la  experiencia se vuelve conversación, monólogo, puesta en escena.
           Así mismo, los estudios  lingüísticos sobre el idioma homérico interpretan y explican que los términos  “ver” y “cuerpo” tienden a la segmentación, a la visualización por secciones o  miembros, y a nombrar al organismo por medio de la suma de sus partes. Todas  estas características son señaladas por los especialistas como formas arcaicas  del pensamiento épico, las llegan a comparar con las figuraciones esquemáticas  y geométricas de la cerámica arcaica y “con los dibujos rudimentarios de  nuestros niños: cabeza, brazos y piernas pegados a un círculo compacto que  representa el cuerpo.”("Introducción a Homero," 239-240). De ese  modo, para demostrar que el intuitivo hombre homérico focaliza sus ojos en la  parte de la figura que le llama la atención, argumenta Lasso de la Vega:
[L]as representaciones arcaicas responden, más que a la costumbre del desnudo, a un modo “articulado” de ver que se dirige sobre todo a los puntos clave de la estructura y el movimiento, el mismo al que responden usos lingüísticos como llamar a una mujer “de bellos tobillos” o a la Aurora, “la de los dedos de rosa”, por ejemplo ("Introducción a Homero," 239-240).
     Los mismos epítetos  anteriores evidencian que ese supuesto arcaísmo se vuelve no solo  característica del género épico, sino ganancia y recurso de toda la historia de  la literatura y del arte en general. Además, la psicología homérica, entendida  como rudimentaria presentación geometrizante e infantil, regresa al arte del  siglo XX a través de movimientos como el cubismo, el expresionismo, el  abstraccionismo o las aparentemente ingenuas figuras de Joan Miró. Por lo que  esa mirada segmentaria, dividida, enfocada más en las partes que en el todo, es  también un elemento definidor de la (post)modernidad y del mundo contemporáneo.
 sino ganancia y recurso de toda la historia de  la literatura y del arte en general. Además, la psicología homérica, entendida  como rudimentaria presentación geometrizante e infantil, regresa al arte del  siglo XX a través de movimientos como el cubismo, el expresionismo, el  abstraccionismo o las aparentemente ingenuas figuras de Joan Miró. Por lo que  esa mirada segmentaria, dividida, enfocada más en las partes que en el todo, es  también un elemento definidor de la (post)modernidad y del mundo contemporáneo. 
           Podría decirse,  incluso, que el caos hesiódico o bíblico tiene una continuidad y una  explicación científica en la teoría de la expansión, que hoy aceptamos  tranquilamente como génesis del universo. Esta idea de la fragmentación como  “epidemia” de nuestro tiempo, la defiende de modo consecuente Severo Sarduy  (1937-1993) abordando el barroquismo desde su surgimiento en el siglo XVII  (“barroco”) y hasta el siglo XX (“neobarroco”), con ejemplos no solo literarios  o artísticos, sino principalmente a partir de las fabulaciones científicas que  hemos aceptado como serias teorías y que explican la creación del mundo, como  la del Big Bang (véase “Nueva inestabilidad” en Sarduy, 1987).
           Con el propósito de  actualizar el concepto de “barroco” y focalizarlo en las tierras de América,  Sarduy analiza la dispersión en autores como Lezama Lima, Pablo Neruda y Alejo  Carpentier, y la condensación en obras de escritores como Cabrera Infante (“El  barroco y el neobarroco” en Sarduy, 1987); del mismo modo que Hubble considera  que “el universo está en  expansión y se originó en un momento dado [...] por  explosión de la materia ´inicial´” (Sarduy, 1987: 203), así también este  continuo fraccionamiento se refleja en la obra de muchos autores del siglo XX y  XXI tanto en el plano formal como en el contenido. Descentralización,  infinitud, dispersión, son elementos comunes para la estética del barroco y  para la postmodernidad. Por otra parte, Sarduy demuestra que esta relación  entre los planteamientos científicos y algunas obras artístico-literarias confirma  que tanto la literatura como las teorías científicas son, más que verdades  inamovibles, recreaciones y ficcionalizaciones que dependen del entorno  cultural y del pensamiento de una época.
expansión y se originó en un momento dado [...] por  explosión de la materia ´inicial´” (Sarduy, 1987: 203), así también este  continuo fraccionamiento se refleja en la obra de muchos autores del siglo XX y  XXI tanto en el plano formal como en el contenido. Descentralización,  infinitud, dispersión, son elementos comunes para la estética del barroco y  para la postmodernidad. Por otra parte, Sarduy demuestra que esta relación  entre los planteamientos científicos y algunas obras artístico-literarias confirma  que tanto la literatura como las teorías científicas son, más que verdades  inamovibles, recreaciones y ficcionalizaciones que dependen del entorno  cultural y del pensamiento de una época.
           En “Nueva inestabilidad”  (Sarduy, 1987) el ensayista cubano crea un arco desde Galileo hasta finales del  siglo XX, atravesado por varios intentos de unificación, de cartografías y  posibles maquetaciones del Universo que nos permitieran hablar de unidad, de  sentido, de mapa lógico del firmamento. Pero a partir de los años 70, con el  descubrimiento de las partículas z, con la descomposición de los electrones se  demuestra que la segmentación de la materia es prácticamente infinita, que no  existe una partícula fundacional, primigenia, y que se impone la “ausencia,  ante todo, de un centro estructurante del sujeto” (Sarduy, 1987: 27). 
           Con relación a lo antes  expuesto, me interesa destacar (más que las características del “neobarroco”)  la persistencia de la fragmentación, la imposibilidad de “domesticar la imagen  global” (Sarduy, 1987: 31), la figura del Universo como una continua expansión  caótica.      
           Magali Alabau se mueve  entre la segmentación y el dialogismo homéricos; su obra es heredera tanto de  Homero como de Sarduy;  su poesía abarca  tanto el ciclo Troyano como la teoría de la expansión del Universo; oscila  entre el nostos mítico y el camino a  la deriva que caracteriza a la modernidad; entre la madre y la hija; entre el  que se va y el que regresa. Aunque algunos de sus referentes son grecolatinos,  su vocación es épica y no helenística, es escénica más que culturalista. Su poesía  evidencia que la expansión fragmentaria y cosmogónica es un signo también de la  incertidumbre existencial humana.
           Con respecto a Homero y  a la obra de Alabau, quisiera establecer un último paralelismo en cuanto a lo  formal que explica el tratamiento del doble en ambos. Son famosos los diálogos  de los héroes épicos (Odiseo, Héctor) cuando, en medio de la batalla, dudan y  hablan consigo mismos, con su thymós,  que es una especie de alter ego, de  cuerpo discursivo que encuentra en la palabra su materia y su reflejo. De ese  diálogo con la conciencia, con nuestro propio espíritu, es resultado también el  famoso pasaje de la Ilíada en su  canto I, cuando Atenea (que solo puede ser vista por Aquiles) dice al Pelida  que no se enfrente a Agamenón, que la obedezca, que aparte la ira y deje la  discusión con el hijo de Atreo.
 no se enfrente a Agamenón, que la obedezca, que aparte la ira y deje la  discusión con el hijo de Atreo. 
           Homero divide el  pensamiento de Aquiles entre lo que este por impulso desea y lo que por  raciocinio y conveniencia debiera hacer. Atenea es, por tanto, el doble, el  opuesto, la prolongación del propio Aquiles. Luego, en la introspección de la  poesía lírica griega, esto se convertirá en lo que postula Safo desde la  primera persona como "mi pensamiento es doble", o lo que declara  Anacreonte: "Otra vez quiero y no quiero/ y deliro y no deliro". La  parte delirante e iracunda de Aquiles es la que lo impulsa a sacar la espada y  matar a Agamenón, la racional (encarnada por la diosa de la sabiduría, hija de  Zeus) es la que le aconseja refrenar su cólera.
           Alabau se mantiene en  la línea homérica, hace de la contradicción un cuerpo, un personaje, una  segunda persona, semejante al modo en que Homero personifica el pensamiento de  Aquiles en la diosa Atenea, como hemos visto. La evidencia más clara la  encontramos en su primer poemario titulado Electra,  Clitemnestra (Ediciones del Maitén, 1986), donde madre e hija son la encarnación  del pensamiento contradictorio de la propia autora, equiparables a los pares  Odiseo-thymós y Aquiles-Atenea en la Ilíada. En La extremaunción diaria (Rondas, 1986), segundo poemario de la  poeta, la idea del doble está desde los primeros versos: "Ni siquiera sé a  quién dirijo las palabras / y en el fondo sé que es a un reflejo/ que conocí en  un abismo/ atrás del tiempo" (7). Semejante procedimiento dialógico lo encontramos en Hermana (Betania, 1989), en Hemos  llegado a Ilión (Betania, 1992) y en Liebe (La torre de papel, 1993), como veremos más adelante.   
           Esta escritora que  comienza a publicar poesía a los cuarenta años es hoy una de las poetas más  importantes y de las voces más atendibles de la lírica cubana en el cambio de  siglo (XX-XXI). Siguiendo las ideas que habíamos mencionado anteriormente de  Sarduy, Magali dialoga en su obra con una línea segmentaria y polifónica que  caracteriza en general a la lírica insular de las últimas décadas (1990-2010);  algunos ejemplos de ello son las obras de Virgilio Piñera(2) y Damaris Calderón(3).
           Ideas y versos como "el  Universo deshaciéndose" y "el Universo se rompe" (Electra, Clitemnestra: 34) encarnan en  estas heroínas trágicas, en su enfrentamiento, la fragmentación cósmica de la  que hablábamos en Sarduy, como característica de los tiempos modernos. Son, así  lo afirma Reinaldo García Ramos, “como los restos de un cataclismo,” “como las  piedras de un desprendimiento cósmico.” El propio crítico, con respecto a La extremaunción diaria, declara algo  semejante: 
[L]a primera impresión que el libro da es la de que un cataclismo acaba de ocurrir. Es como si, después de la explosión y el diluvio, la autora recorriera las calles, observando de cerca los escombros y los fragmentos deformados de los organismos aún vivos (García, 1987: 19).
Al mismo tiempo, como mujer de las tablas, dedicada al teatro durante muchos años, la poesía de Alabau es continuidad de la escena, mezcla de epicidad,(4) lirismo y dramaturgia.(5) El doble es, por tanto, en su obra, evidencia de su vocación homérica y dialógica, de su formación teatral, reflejo de la segmentación postmoderna y de la experiencia del exilio, y el mito es uno de los arsenales que utiliza para exponer sus inquietudes personales, sus vivencias y su cosmovisión.
1.2 Electra, Clitemnestra. Este mito es un asunto de mujeres.
 Un  chorro es mi vena en tu vena, Clitemnestra.
      (Electra, Clitemnestra: 12)
     Más que en la  interpretación ética que prioriza María A. Salgado en su lectura del primer  poemario de Alabau a partir de la frase del Fedro que encabeza el cuaderno (Salgado, 1993), quisiera hacer énfasis en la  relectura en sí, en el acto de reescribir el mito. Electra es, precisamente, el  único personaje que podemos leer en versiones sucesivas de los tres principales  trágicos griegos a partir de las obras conservadas: Coéforas de Esquilo, Electra de Sófocles y Electra de  Eurípides. De la joven doncella esquilea que duda ante el túmulo de su padre  con las libaciones, que no sabe cómo actuar o qué hacer y que pregunta al coro  pidiendo consejo; pasamos a una Electra cruel y fría, calculadora y dueña de  sus pensamientos en la versión sofoclea, que ordena un doble golpe contra su  progenitora. De ahí parte Piñera para caracterizar a su Electra Garrigó y  también Alabau en su poemario, en cuyas páginas se enfrentan estas dos mujeres  de fuertes caracteres con una violencia verbal que las hermana y aniquila a la  vez.(6)
           En el caso de  Clitemnestra, Alabau parece partir más de Esquilo, quien nos presenta a una  mujer poderosa, que gobierna con mano dura y que tiene “corazón varonil”, según  afirma en su monólogo inicial el Atalaya de Agamenón. Como afirma Lesky, “[u]no de los personajes más vigorosos  es la Clitemnestra de la primera tragedia” (Lesky, 1989: 284) en la Orestíada. Aunque también en Sófocles  Clitemnestra es un ser despiadado y vengativo, “encarna la perversidad  absoluta, pero sin la grandeza demoníaca que le confirió Esquilo” (Lesky, 1989:  316). 
           Hay otro elemento  sofocleo fundamental y paralelo a la lectura de Alabau: la conversión de  Electra en su contrario, en su madre, en lo que antes negó. A ello apunta María  A. Salgado en su interpretación al declarar que Electra quiere ser Clitemnestra  (Salgado, 1993: 83). El carácter especular del doble también se relaciona con lo  que José Triana escribe en el prólogo a la primera edición de Electra, Clitemnestra: el dramaturgo  cubano, autor de Medea en el espejo,  dice que este poema es un “espejo de múltiples espejos” (Triana, 1986: 7). El  poema XIV, por ejemplo, hace del reflejo diatriba, agón:
La destrucción de una
traería la redención de la otra
la magnitud de una reside en el aborto de la hija
la madre traga a la hija
la hija en turno aniquila a la madre
y cohabitan
como animales comiéndose. (29)
     El epígrafe de Alabau  al inicio del poemario son los versos de Estesícoro que Sócrates cita en el Fedro de Platón como punto de partida  para desdecirse de lo que antes había argumentado. El poema de Estesícoro, del  cual solo se conservan fragmentos, se llama Palinodia, un canto de rectificación sobre la guerra de Troya y  sobre la figura de Helena. El poeta griego niega que Helena hubiese ido alguna  vez a Ilión, o que fuese la culpable de la guerra entre teucros y aqueos. La  otra historia y la figura femenina en el centro de atención, son los núcleos  que toma Alabau de la palinodia para rescribir el mito de la casa de Atreo: la  tragedia que (re)presenta es un asunto de mujeres y una reinterpretación de la  historia desde su individualidad y su presente.
 punto de partida  para desdecirse de lo que antes había argumentado. El poema de Estesícoro, del  cual solo se conservan fragmentos, se llama Palinodia, un canto de rectificación sobre la guerra de Troya y  sobre la figura de Helena. El poeta griego niega que Helena hubiese ido alguna  vez a Ilión, o que fuese la culpable de la guerra entre teucros y aqueos. La  otra historia y la figura femenina en el centro de atención, son los núcleos  que toma Alabau de la palinodia para rescribir el mito de la casa de Atreo: la  tragedia que (re)presenta es un asunto de mujeres y una reinterpretación de la  historia desde su individualidad y su presente.
           El propio Estesícoro  había escrito un poema titulado Orestíada,  donde contaba los sucesos de la estirpe de Atreo. Y el propósito que mueve a  Alabau es también hacer una palinodia donde el enfrentamiento encarnizado de  dos mujeres unidas por un mismo odio y un mismo amor sea el centro, la  focalización. Los personajes masculinos, como señala María A. Salgado, son  referidos o instrumentos en manos de estas féminas terribles. En esta casa la  que manda es Clitemnestra y se le opone Electra con todas sus armas.
           Con  respecto al análisis de Salgado, es importante aclarar que el esposo anterior  de Clitemnestra(7) llamado Tántalo, no es el famoso ancestro de  los atridas (que es condenado por los dioses a padecer hambre y sed eternos),  sino un hijo de Tiestes (tío de Agamenón). La cadena de crímenes sobre la  casa de Atreo de la que parte Esquilo  es mucho más larga y compleja(8), se remonta a la maldición de Pélope (hijo de  Tántalo y padre de Tiestes y Atreo), y más que seguir dicha cadena de venganzas  familiares, como la propia crítica afirma:  el texto de Alabau “no se  centra en la venganza del asesinato del padre”, sino “en la rivalidad entre  madre e hija, y el tema de la venganza parece subordinado al del amor o, con  más exactitud, al de la falta de amor” (Salgado, 1993: 78). Debe agregarse que  Alabau se muestra interesada en exponer las contradicciones y relaciones  paradójicas que existen entre madre e hija, entre el deseo y la violencia,  entre el amor y el odio. Asistimos, más bien, a una puesta en escena del verso  de Catulo: odi et amo 
1.3 “Meandros, repliegues, laberintos.”
     La relación entre madre  e hija forma “meandros, repliegues, laberintos” (Triana, 1986: 8) que  seguidamente abordaremos.  Electra se  impone desde el principio, desde el título mismo, donde aparece primero que su  progenitora, de modo semejante al fluido Electra de la pieza piñeriana.(9) En la nomenclatura del  libro, los nombres están yuxtapuestos, unidos/separados por una coma. Si la  autora hubiera utilizado una coordinación copulativa (Electra y Clitemnestra) tendríamos que decir que  los nombres aparecen juntos; si, por el contrario, hubieran sido coordinados  disyuntivamente (Electra o Clitemnestra), no hubiese opción y uno excluiría al otro. Por eso me parece  tan acertado que Alabau los yuxtaponga. La coma es aquí un sema poderoso: al  mismo tiempo delimita y comunica los dos nombres, los opone y los relaciona. 
           A partir de esas dicotomías  que podemos intuir desde el propio título, funciona el poemario completo y gran  parte de la obra de Alabau al intentar recomponer la historia a partir de los  fragmentos y los escombros. Electra se opone y prolonga a su madre, es su  opuesto y también su complemento, despierta su odio y su deseo. Este “complejo  de Electra” no va dirigido al padre sino a la progenitora, rompe las  clasificaciones previas y las muestra obsoletas ante el deseo lésbico entre  madre e hija; cada una es, de forma recíproca y al mismo tiempo, amante y  enemiga para la otra. El amor y el odio aquí, repito, son un asunto de mujeres.
           El poemario comienza,  precisamente con el discurso de la hija. "Yo, como una voz / una oveja que  gime:" Electra es primero voz, palabra, discurso, sonido; personaje  sintáctico(10) que parte de la primera persona para encontrarse y enfrentarse con la segunda,  una voz que anuncia su disolución, su expansión desde los primeros versos, su  confusión hasta con el sujeto lírico:
Yo, como una voz
una oveja que gime
comprendo que si soy Ulises
tendría que deshacerme. (11)
La estructura del poemario se mueve entre lo épico-narrativo y lo trágico-teatral. I trata sobre el sacrificio de Ifigenia, los deseos de venganza de Clitemnestra y los recuerdos de Electra de las naves de Ulises alejándose. II es la irrupción de lo erótico como venganza y odio hacia Agamenón por parte de su esposa. Clitemnestra ordena a Egisto que se clave en sus piernas, pero el acto sexual está focalizado a través de la violencia desde el primer instante, no se hace referencia a caricias o besos entre los amantes, todo lo contrario:
Corrompe mi vientre
sácame la noche
entiérrame la furia
golpea en un galope
destiérrame
sacude la capitulación del hombre y la mujer
espanta, ejecuta. (13)
     En lugar de las  tradicionales muestras eróticas, se impone la furia, el golpe, el galope, el  destierro, el espanto. 
           El poema I del cuaderno  es la toma de consciencia de Electra de que está sola, con una hermana muerta,  con un hermano pequeño e indefenso, con un padre que la ha abandonado, con una  madre que la embiste y que trama la venganza contra Agamenón. Electra está sola.  Corriendo de un lado a otro, vuela y se comprime, la muerte hubiera sido una  buena salida, por eso envidia a la  hermana. El libro inicia con la anagnórisis de Electra, quien toma  conciencia de su situación y se reconoce en ella.
           Si en I Electra se  dirige en un verso a su madre extrañada del comportamiento de esta a favor de  Egisto y en contra de su hija, es en III donde ya estamos en presencia del  doble que la venganza y el odio igualan: "dos líneas rojas / tirando cada  una la ira, látigos rojos ascendentes, descendentes, / descendiendo" son  estas mujeres, una pasando al lado de la otra entre las piedras de la áurea  Micenas, que se vuelven armas potenciales en manos de ellas, unidas por la  lapidación: "Así se une la madre con la hija / y se agachan, lapidándose /  para limpiar las piedras de Micenas."
           En IV, Electra no puede  dormir, se levanta vuelta hombre; convertida en Agamenón, se queda frente a la  puerta de la habitación en que Clitemnestra baña en saliva a su amante. Esta  muchacha tiene (como afirmara Esquilo sobre Clitemnestra en la Orestíada) un “corazón varonil,”  rejuego de Alabau con esa ideología patriarcal para decirnos que Electra-Agamenón  se mueve por la venganza y el deseo, un mismo sentimiento dentro de sí. Nótese  en el siguiente fragmento la agilidad sintáctica del discurso, de un alto  carácter narrativo y asindético, y cómo los elementos erótico-somáticos de  Electra se vuelven dagas afiladas frente a la puerta:
Electra es hombre.
Sus senos tienen lenguas en el centro:
un cuchillo, un hacha, un gran mástil.
Clitemnestra es agua, mar, lago,
pozo.
Electra se levanta, dispuesta llega a la puerta,
oye los quejidos
[…]
Electra actúa, Electra muerde.
Se convierte en el padre, tiembla,
cae delante de la puerta,
[…] (15-16)
     La tensión sexual entre  madre e hija (que aquí se iguala a la venganza) se percibe en la oposición  Electra-mástil y Clitemnestra-mar, Electra-cuchillo y Clitemnestra-pozo, lo  agudo y punzante vs. lo lúbrico y  penetrable. 
           En V habla Clitemnestra  a su hija con sentimientos encontrados, contradictorios: recuerda la muerte de  Ifigenia ("ahí donde parí, se pondrán flores diarias") y le pide a  Electra que se le aleje, "no me espíes, vuelca tus ojos de niña a mi  vientre. / No quiero perderte" (17).
           En las versiones de  Esquilo y Sófocles, Clitemnestra recurría a mostrar el seno (como hacen Hécuba  en la Ilíada XXII y Yocasta en Las fenicias de Eurípides) para que  Orestes no la matase y tuviera piedad de ella por ser su madre. Esa función la  tiene aquí el vientre maternal. Por eso, cuando Clitemnestra en la versión de  Alabau pide a su hija que mire su vientre, le está recordando que es su progenitora,  para aplacar su odio, su rencor.(11) Como oposición, Electra  (virgen y desamparada) tiene "el abdomen hueco", el útero "se (le)  sale por la boca, / borbotea" (25). 
           La reina sabe que no  puede convencer ni engañar fácilmente a la doncella, pero con Orestes el trato  es dulce, amoroso, tierno, porque el pequeño no tiene consciencia de lo  sucedido. De ahí que, como antítesis de todo el mal y la violencia en Micenas,  de la propia Clitemnestra y de su hija envenenada por el odio y la sangre,  tenemos el poema VIII, un hermoso cuadro de pureza e ingenuidad donde se  continúa el rejuego con los roles sexuales heredados y se termina,  precisamente, con la imagen del pequeño acariciando el vientre de su madre: 
Orestes es un niño limpio y lánguido
Clitemnestra lo besa en las pupilas
le acaricia los brazos.
Cada mañana lo coge de la mano
le enseña los buques
mientras besa sus labios.
Orestes es una niña de Micenas.
No hay todavía caballos, ni armas
ni órdenes, ni piras.
Solo unos ojos serenos y una sonrisa.
Orestes es el aire más fresco.
Sus dedos todavía revisan los vientres de las mujeres. (22)
     La madre representa la  pansexualidad, además de descrita y tangible, realizada. Es esposa, madre,  amante, bisexual. Solo se detiene frente su hija, a la que en V le dice "vete"  y en XI, ante la invitación de Electra a enterrar "tus ojos en mis piernas,"  la progenitora "oye, muda está /, no se acerca." Por ello mismo,  Electra es la insatisfecha, "un animal salvaje con el abdomen hueco",  con plena consciencia de estar sola, virgen, sin esposo, ni amante, ni Medusa  en su clítoris, ni madre. Sin futuro, solo con su nacimiento y su memoria, y  hacia allí se dirige. En el vientre maternal tienen que estar todas las  respuestas, porque de ahí procede.
 abdomen hueco",  con plena consciencia de estar sola, virgen, sin esposo, ni amante, ni Medusa  en su clítoris, ni madre. Sin futuro, solo con su nacimiento y su memoria, y  hacia allí se dirige. En el vientre maternal tienen que estar todas las  respuestas, porque de ahí procede. 
           Clitemnestra no puede  olvidar que es su hija, y la aparta, la expulsa, le pide "no me espíes, /  esconde la cara. / Vuelca tus ojos de niña a mi vientre. / No quiero perderte. /  Nada, húndete en mi almohada,"  o se  detiene con terror ante los reclamos a causa del miedo o del deseo de Electra  en XI. A pesar de toda su crueldad, Clitemnestra no deja de ser madre y ve la  solución en alejar a su hija.
           Al inicio de este  estudio, expliqué cómo los poemas homéricos se caracterizan por la focalización  en distintas partes del cuerpo, como los pies ligeros de Aquiles, los blancos  brazos de la Aurora, el fino talle de Helena, los ojos de novilla de Hera o los  ojos de lechuza de Atenea. Mientras que en Homero dicho procedimiento pretende  hacer resaltar una cualidad del personaje épico, Alabau utiliza un recurso  semejante para describir y focalizar las zonas corporales que encarnan la  violencia y el deseo de forma simultánea, la convivencia en un mismo contexto  de Ares y Eros:  La boca ("de su  boca ranas crudas amamantan vergüenza" y "su boca es un cordón ancho  hacia la guerra"), las manos ("manos fuertes que en un cuello  resultarían dibujos"), el cuello  ("una madre es un cuello fácil de eliminar y surcos morados en el cuello  de Clitemnestra"), los ojos ("dos hienas rojas son los ojos de  Electra y los ojos son dos paños"), los senos ("sus senos tienen  lenguas en el centro: / un cuchillo, un hacha, un gran mástil"), los  dientes ("mis cuchillos son dientes y las uñas se comen a los dientes"). 
          Como es evidente por  los ejemplos anteriores, en Homero predomina el uso del epíteto épico y, por  otra parte, Alabau prioriza el metaforismo para centrar la atención en las  partes específicas del cuerpo, en estas piezas vivas que oscilan entre la  caricia y el crimen. Para mover al amor o a la muerte dichas partes interactúan  entre sí: las manos con el cuello, los ojos con la boca, las uñas con los  dientes, los senos con la lengua…, algo que no encontramos en Homero.
           Habíamos relacionado la  misma focalización somática con la segmentación propia de la épica, pero  también con las ideas de Sarduy sobre la extrema fragmentación que caracteriza  a la (post)modernidad. En este fraccionamiento coinciden Magali Alabau y  Damaris Calderón en determinados poemas. Por ejemplo, leemos en Alabau: "La  cabeza camina sola ahora, vuelca el paisaje, / se mastica."
           Por su parte, Calderón  masifica el fenómeno de animación e independencia de los distintos miembros  corporales:
Hasta que las rodillas se volvieron locas o se enfermaron de rabia y empezaron a morder lo que se les pusiera por delante. Y hubo que quitarle el bozal al perro y ponérselo en las piernas.
Luego los huesos escaparon de casa, cogieron su propio rumbo. Y su vida fue simple, descarnada. Como una articulación (Calderón, 2006).
     Ambas poetas se  muestran, además, interesadas en abordar las contradicciones familiares y las  luchas entre hijos y progenitores. Pero hay un tercer e importante elemento que  relaciona a las autoras: la fusión de truculencia y voluptuosidad, el amor  visto como enfrentamiento. De modo semejante a como describe Alabau la dureza  de los senos de la esposa de Agamenón o los pezones de Electra (que "tienen  lenguas en el centro: / un cuchillo, un hacha, un gran mástil"), Damaris  Calderón también compara los pechos con "la opresión de una bala en la  boca".  En ambas poetas, la relación  sexual es estado límite, próximo a la muerte, y tanto las lenguas o el cuchillo  de los senos en Electra como los pezones-proyectiles en Calderón conjugan amor  y muerte.(12)
           Hay dos instantes  discursivos en el libro de Alabau que encarnan y potencian esta dicotomía de  Eros y Thanatos. VII es la representación descarnada y violenta de un Eros  bestial. XIX es la imagen atroz del Thanatos que Electra lleva a cabo con los  mismos elementos físicos que se caracteriza al Eros. Las partes del cuerpo de  las que hemos estado hablando, que son focalizadas por el sujeto lírico para  presentarnos la fusión de la violencia con el deseo (boca, senos, uñas, manos,  dientes, lengua, ojos, cuello…) se conjugan e interactúan en los poemas antes  mencionados para edificar y diseñar con ellos monstruos eróticos y tanáticos  transidos por la violencia como factor común.
           Al leer VII,  descubrimos un personaje inesperado para el ciclo troyano: Medusa, dentro del  mito, en su caracterización física, tiene potenciadas las partes corporales que  hemos venido analizando desde la épica homérica hasta la postmodernidad: su  cabeza estaba rodeada de serpientes, tenía enormes dientes semejantes a los  colmillos de un jabalí, manos de bronce, sus ojos echaban chispas, y ya sabemos  que el objeto de su mirada quedaba petrificado instantáneamente. Después de  muerta, de su cuello nacieron sus dos hijos, y siguió petrificando con la  mirada. Por tanto, la selección de la Gorgona como amante de Clitemnestra no es  gratuita en este libro; su físico es una sobredimensión monstruosa no solo en  el mito sino también en el poema:
Medusa anda en las colinas,
sus serpientes se inflan
y se inflan.
La tapia oscura que todo lo cubre
está mirando
riendo a carcajadas.
Medusa saca sus pezuñas y las clava en la tierra.
Medusa abre y cierra las pestañas.
Su boca es un cordón ancho hacia la guerra.
[…]
muerde los muebles, el piso
como una pantera con agallas. Los ojos van arriba,
van de lado
van a todas partes
menea su lomo, su cresta en cada filo. (19)
Y así mismo es la relación sexual entre la reina de Micenas y Medusa: un orgasmo colosal, ciclópeo, estentóreo; cuerpos que hacen de la crueldad, de sus miembros punzantes y agresivos la encarnación de un amor tan tenebroso y sangriento como la muerte:
Clitemnestra se sienta.
Y siente la lengua de Medusa en los pies,
en cada seno.
Sus pezones se hacen fuentes.
El placer entra.
Medusa la restriega y la desnuda,
la latiga, la sacude, la alza. Se le monta en el cuello,
le embarra la cara.
Lengua con lengua,
espuma roja, espesa.
Los labios queman, arden las orejas
Tantas serpientes en un clítoris
tanta blandura fuerte, sedienta.
Las caras se lamen; los ojos se encuadran
Las dos fieras se miran
Se tiran en una cama larga
Medusa monta un caballo largo
el techo las aplasta
y se unen
y se unen
y se aman
y se cortan de dientes.
Medusa le entra por la boca, por la espalda, y grita
Cada serpiente ocupa un orificio
Clitemnestra ladra.
Sus brazos amarrados a la gran cabeza desangran.
Dos mujeres vibran, se amoldan
mueren abrazadas[…]
La leche de las dos se junta en una sola
y baja hacia el mar.
Clitemnestra ha dado sus senos duros
Clitemnestra ha recibido manos y manos y carne
en la boca
Su boca está seca, la cintura delgada. (20-21)
     Por medio de esta  animalización orgásmica, Clitemnestra alcanza la estatura de la Gorgona. Según  la mitología griega, quien único tuvo relaciones sexuales con Medusa fue  Poseidón, fue él quien se atrevió, entre todos los dioses y mortales. Pero en  la versión de Alabau tenemos una muy sugerente y simbólica variación del mito.  Para la reina de Micenas esta relación es un punto de giro importante, "Micenas  renace, ya no hay heridas ni cráteres"; la Gorgona no solo satisfizo el  insaciable apetito sexual de Clitemnestra con "cada serpiente ocupa(ndo)  un orificio," sino que la ha sanado, la ha rejuvenecido, la ha hecho  olvidar y comenzar de nuevo. Pero cuando, "en medio de la perfección  vuelve la cabeza a dar el / último beso de la noche, ve a Electra," la parte  complementaria y contradictoria de ese amor, su reflejo mortífero, que busca el  mismo vientre penetrado por Agamenón, Egisto y Medusa. Lo que persigue la joven  con sus pretensiones incestuosas es regresar al origen, al amnios.
           El voyeurismo  insatisfecho de Electra, que ha sentido o visto a su madre yacer con Egisto y  con la Gorgona, que ha estado noche por noche tras la puerta haciendo círculos,  figuras, esperando su momento; o que ha mirado desde una distancia determinada  el orgasmo descomunal entre Medusa y su madre, como asechando; aumenta la  agresividad, la frustración y el odio de la hija. Algo ha de buscar en ese  vientre que la dio a luz. El poema XIX (que cierra el poemario) es, como ya he  dicho, la continuidad y la contraposición del encuentro sexual que hemos leído  en VII. Estamos en presencia del segundo cambio de fortuna de Clitemnestra, que  va del orgasmo múltiple, del golpe rotundo por un deseo titánico, a una  fragmentación de su propio cuerpo, al sparagmós(13) dionisíaco llevado a cabo  por parte de su hija, que busca en el útero materno la vida que ha perdido, el  destino que se le ha negado, el placer que desconoce. Electra-bacante, al  comerse el útero ensangrentado de su madre, está borrando el último rastro de  su propia existencia; su regreso al amnios, a la matriz nutricia es negación y  autofagia, búsqueda ciega de sí misma en un espejo astillado.
           En los poemas previos,  Electra, enloquecida, en estado báquico de enthousiasmós,(14) trama la muerte de su  madre. Hasta que entra en la habitación donde hay un Egisto sin cara, inerte,  que ni se opone ni participa. Los hombres quedan anulados en esta tragedia,  tanto, que en XVIII la doncella dice que "no hay Orestes en esta historia",  en esta ocasión el golpe final lo da ella. Al mismo tiempo que presenciamos la  fragmentación de toda una ciudad, de un mundo, (d) "el Universo  deshaciéndose," el poema se focaliza (como antes vimos en la descripción  de la Gorgona) en las partes corporales que llevan a cabo ahora el asesinato de  Clitemnestra:
El universo se rompe. Cataratas de fango se desploman.
Los pies aguantados por el pánico pierden la articulación
y caen
Las manos se han vuelto un ácido de ramas moribundas[…]
La hija, reina de la acción, con los ojos de la madre jugó
La mano grande todavía con el olor salvaje de gladiolos
aguantó el cuello y en dos instantes
el cuello se volvió raíces y una vez y otra vez
los dientes agrietaron el rostro de la madre
la cara se volvió una pulpa roja, los tendones,
alambres deshechos por la ira.
Los dientes, molinos deshaciendo; la lengua,
un pañuelo largo calmando imprecaciones:[…]
La simetría rota.
el cabello cortado a dentelladas.[…]
La hija, como trofeo, arrancó con la mano el útero
a la madre
lo lavó,
lo comió, devorando el primer recuerdo de su vida. (34-35)
     El propio cuerpo de la  joven, sus manos, sus dientes, su lengua son el arma del matricidio. Es Electra  vuelta daga, jabalina, puñal. Electra-guerrero. Su organismo, poco a poco, se  va transformando. Todo su cuerpo se sobredimensiona, como veíamos en Medusa.  Ella es, en medio de la sangre de su madre, masticando el útero y atropellando  su rostro, Clitemnestra y Gorgona al mismo tiempo. Alcanza la dimensión  titánica de ambas. Como una bacante, mastica el orden de sus días; delira,  poseída, como perra salvaje, como  versión inversa de Medea. Ha hecho de su venganza el orgasmo por negación, su envés,  su más tortuoso reflejo. Y como Medea misma se transfigura en la diosa de la  Venganza.               
           Desde el primer  poemario de Alabau se aprecia que en su cosmovisión el mito, el mar, la ciudad,  la familia, la violencia, el (homo)erotismo y el viaje son temas primordiales,  con todas las peculiaridades ya vistas y por ver. En cuanto a lo formal, la  autora gusta de la yuxtaposición, de oraciones simples y nominales, de la  enumeración, el asíndeton; todo lo cual evidencia cierta parquedad y precisión  que acompaña su metaforismo y hace más cortante y rotunda la vehemencia  discursiva y argumental. Este procedimiento enumerativo es utilizado por la  autora en poemarios como Hermana, Hemos llegado a Ilión y Volver (Betania, 2012) para describir  de forma parca el ambiente doméstico y cotidiano, los recuerdos de la infancia,  como quien recoge los despojos de la memoria, de lo perdido y los yuxtapone.
1.4 Consideraciones generales sobre el doble y el mito en poemarios posteriores.
      Una de las figuras  principales de la poesía de Magali Alabau es la ciudad: mítica (Micenas),  extranjera (Nueva York), La Habana, así como su lugar de nacimiento en Cuba,  que se convierte en poemarios como, Hermana, Hemos llegado a Ilión y Volver en espacio solo accesible por  medio de la palabra. Un lugar imposible, que encarna el desarraigo, el regreso  pretendido una y otra vez por el hablante lírico. 
           Así, en Electra, Clitemnestra, al destruir y  devorar el útero materno, al mismo tiempo que Electra borra de la tierra su  propia identidad, pretende encontrar respuestas, las caricias ausentes y el  espacio del descanso y la plenitud que le han sido negados; en La extremaunción diaria le "falta  esa forma que hace las cosas enteras", al menos "un color familiar /  que me perteneciera,"y en su  búsqueda incesante camina una ciudad mórbida, en ruinas, con seres putrefactos  y condenados; en Hermana vuelve a  hacer de la fraternidad su doble, esa mitad desquiciada de sí misma que oye  desde la memoria, pero que nunca llega a materializarse como la otra parte del  espejo necesaria y perseguida.(15) Semejante al pretendido regreso  (metafórico y literal) hacia el útero materno que leemos en su primer poemario, Hermana se convierte en una vuelta  hacia la casa de la infancia, hacia la hermana que es también prolongación de  sí misma, encerrada en un hospital psiquiátrico, en una ciudad anónima, en algún  lugar perdido entre Nueva York y Cuba; volcada hacia la segunda persona de la  que termina alejándose, el sujeto lírico se queda en medio de un lugar que no  reconoce, de una ciudad cuyo nombre ha olvidado, de un instante que  podría ser muerte o nacimiento: comienza  enumerando los objetos domésticos, los recuerdos, las estancias de la casa y  termina sin saber dónde está, sola, perdida sin el tú que permaneció hasta el  final en el recuerdo y la ausencia. 
           En Liebe, en medio de ruinas y muerte, la ausencia del cariño materno  sigue siendo elemento común entre los distintos libros; como en Hermana, el poema es una larga  conversación con la ausente: la madre, la amiga, la Muerte que son, desde la  ausencia misma que las nombra, prolongación de El eterno Femenino; la persistente incertidumbre existencial. 
           En Hemos llegado a Ilión Alabau regresa a la ciudad legendaria como  motivo, pero esta vez no habla desde los muros de Troya, como sí construyó su  historia sobre la casa de Atreo en el primer libro uniendo piedra con piedra de  las antiguas murallas micénicas. Caemos de golpe en una ciudad moderna en esta  ocasión, y la relación con la Troya mítica es a través de la alegoría, del  lenguaje. Ilión encarna el nostos eterno, el regreso negado una y otra vez, de poemario a poemario, el  desarraigo, la pérdida, el absurdo a partir de las asociaciones con la realidad  cubana.
       Aunque en Electra, Clitemnestra se habla de la  partida de los griegos, se espera su regreso, la tragedia se concentra  principalmente en el enfrentamiento madre-hija. No obstante, el tema del viaje y  el retorno al menos queda enunciado. En próximos libros (como La extremaunción diaria y Hermana) este tópico se profundiza,  alcanza mayor visibilidad. En La extremaunción… el hablante poemático es una balsera en medio del mar, también hace énfasis en  su condición de exiliada, de judía, de perdida, de escapada. En Hermana el regreso al suelo natal, al hogar de la infancia permite también  la introducción del tema de la insularidad como encierro.
     Aunque en Electra, Clitemnestra se habla de la  partida de los griegos, se espera su regreso, la tragedia se concentra  principalmente en el enfrentamiento madre-hija. No obstante, el tema del viaje y  el retorno al menos queda enunciado. En próximos libros (como La extremaunción diaria y Hermana) este tópico se profundiza,  alcanza mayor visibilidad. En La extremaunción… el hablante poemático es una balsera en medio del mar, también hace énfasis en  su condición de exiliada, de judía, de perdida, de escapada. En Hermana el regreso al suelo natal, al hogar de la infancia permite también  la introducción del tema de la insularidad como encierro.
           La división del sujeto  se refleja con frecuencia en el espacio: un jardín dividido en dos por un  camino de asfalto, una pared que nos separa del sol y que nos hunde en la  sombra (Hermana), al mismo tiempo  que a veces no sabemos en qué lugar se está, si en Nueva York, si en un tren,  si en un avión, si en Cuba, si en un hospital, si caminando las calles (La extremaunción…). Un sujeto que proyecta su segmentación en el entorno, o que ve  en las ruinas que le rodean un símbolo de su vida incierta, de su propia  destrucción. La hermana, la amiga, la Madre, el anciano que conoció un día son  continuidad de un tú que construye y  en el que proyecta parte de sí, en el que persigue, como a ciegas, "la  diestra de Dios Madre," un arquetipo con vientre, un logos con útero, una matria de luz (Liebe).
           En La extremaunción diaria la tradición judeocristiana gana mucho  protagonismo en medio de una ciudad enferma y decadente, si bien el mito griego  es la base del primer poemario que le permite a la autora exponer sus  inquietudes sobre la existencia, la familia, la muerte y el amor y aunque la  tradición clásica suele aparecer en aisladas pero atendibles referencias dentro  de sus libros posteriores; en el mismo La  extremaunción… el mito de  Prometeo se convierte en reflejo del sufrimiento, de la fragmentación que vemos  en la ciudad habitada por el sujeto lírico y que en el plano lingüístico en  este cuaderno es más visible; en Liebe aparece una invocación a Diana que recuerda el ruego de Crises a Apolo en el  canto I de la Ilíada y a los himnos  de la poesía lírica griega arcaica, al mismo tiempo que, como la figura de  Prometeo y semejante al final de Electra devorando a su madre, se relaciona con  la desarticulación física, con la violencia y la muerte. En Hermana  el hablante afirma que los padres "quieren  borrar / el pequeño incidente / de la guerra de Troya" lo cual dialoga con  el asunto de Electra, Clitemnestra y  anuncia la vuelta a la Troya de la memoria, a la Troya insular, a la cárcel de  agua en Hemos llegado a Ilión.  Precisamente este último poemario vuelve a la tradición clásica, pero el centro  no es el mito, sino que la historia personal del desterrado va creando otra  mitología mucho más personal, doméstica y contemporánea que remite a la leyenda  por medio de analogías que enriquecen, complejizan y amplifican las lecturas  sobre el regreso y la diáspora.
           Reinaldo García Ramos  declara en su artículo que los primeros “dos libros adolescen (sic) todavía de cierto descuido propio  de los poetas al inicio” (García, 1987: 19), pero en realidad la obra de Alabau  no ha dejado de tener ese supuesto “descuido;” más que pretender la simetría y  el equilibrio en las formas, la poeta escribe como quien cavila y conversa de  modo espontáneo, consciente de que "no hay posibilidad de ser exacto"  (La extremaunción diaria: 28) y de  que "argumentar es / dejar rastros" (Hermana: 21); su incesante búsqueda intuitiva y continua es, además  de existencial y filosófica, lingüística, pero no pretende hacer de la palabra  un ejercicio de equilibrismo experimental; desea encontrar en el decir, la  precisión que le permita contar lo que le inunda. La autora a veces escribe y  se rectifica a sí misma ("Ya en la balsa nos hemos quedado Dios y yo ./  Balsa no, rama / ya en la rama nos hemos quedado Dios y yo" en La extremaunción diaria: 18): el poema  como un ensayo, como ejercicio prolongado de la mente y la memoria. El acabado del  verso no está en la perfección formal, sino en su aparente y espontánea imprecisión,  que deviene signo de un fluir discursivo e indagador y que encarna el absurdo  cotidiano, la introspección incesante, el equívoco vital.
           Esa búsqueda en el lenguaje cristaliza y da  sus mejores frutos en Hemos llegado a  Ilión, poema-libro que conjuga la mayoría de los temas que ya mencionábamos  desde Electra, Clitemnestra, pero  que en este se profundizan y se concretan: el viaje, la búsqueda, la ciudad, el  mar, el doble, el mito, el desarraigo, las miserias familiares y domésticas.  Con respecto al discurso baste citar a la propia autora a comienzos de este  cuaderno para entender su postura, su poética y su cosmovisión: "Solo el  lenguaje inventa este paraje, tampoco eso, una sorna, / un decir las palabras,  entrelazarlas, lanzar el híbrido entusiasmo, / descubrir."
           De Electra-Clitemnestra a las dos hermanas, que también serán dos  mujeres, pero que ya en Cuba-Ilión es una con dos monederos, con dos países,  con dos cabezas, animal bicéfalo que va, como Perséfone cubana, como Perséfone  Pérez, de infierno en infierno, seis meses allá y seis meses acá, pretendiendo  el equilibrio. Con amarga precisión, con ironía ("Hay muchos hospitales. /  Todos repiten al unísono / HAY MUCHOS HOSPITALES. / Padre de Dios, ¿son tantos  los enfermos?") Magali / Perséfone describe la triste y absurda realidad  de la isla. Un país viciado, enfermo de consignas, que reconstruye en la  memoria más que en lo que ve; un territorio dividido (como el propio hablante  lírico), con su mitad ausente, desterrada, mórbida, semejante a la Micenas del  primer libro y a Nueva york en el segundo. 
           Como Milena Rodríguez,  creo que “con Hemos llegado a Ilión (Magali  Alabau) consiguió la obra que buscaba, su obra maestra” (Rodríguez, 2013: 10).  El dialogismo, la fragmentación, la búsqueda, la teatralidad tienen en este  extenso poema de corte épico un fluir desde el vértigo mismo, desde la sangre,  desde la experiencia del desterrado. Electra devorando el útero materno o  Perséfone Pérez regresando a la isla infernal son dos imágenes que desde el  mito expresan la imposibilidad de volver, la eterna negación del equilibrio. 
           Busco, busco, busco:  repite el sujeto lírico en La  extremaunción diaria. Alabau sigue dejando testimonio de esa indagación que  profesa en todo lo que escribe. De Micenas a la insularidad, a la isla como  castigo y reflejo. A través de una lectura continua de su obra constatamos que  Magali parte del palacio atrida y cada vez tiende más a la cotidianidad  doméstica, a la miseria del sujeto moderno. Hay un arco continuo en su  escritura entre los hilos de sangre (Electra…)  y la cuerda floja (Hermana). Existe  una razón para seguir los pasos de esta mujer: en su reflejo, en su opuesto también  estamos. Perséfone Pérez, su regreso, completan nuestro propio perfil. Leerla  es leernos. 
Notas
1.Introducción a Homero, volumen editado por el filólogo clásico Luis Gil es el estudio más completo que existe en lengua castellana sobre los poemas homéricos. Las ideas que allí se abordan han sido corroboradas y matizadas por los estudios posteriores, pero en general mantienen su vigencia. En realidad ello se debe a que los descubrimientos más importantes sobre la antigüedad grecolatina se realizaron durante los siglos XVIII y XIX, lo que explica que libros como este (escrito por los estudiosos de Homero y de la literatura griega más competentes de la península ibérica: Adrados, Gil, Lasso de la Vega), así como la Historia de la literatura griega de Albin Lesky mantengan plena vigencia a pesar del paso del tiempo y sigan siendo libros de obligatoria consulta en su campo de estudio. No obstante, las mismas ideas que citamos sobre la psicología homérica pueden leerse en libros de los últimos años, como A new companion to Homer editado por Ian Morris y Barry Powell y publicado en 1996 en la editorial Brill. En el epígrafe dedicado al arte (“Homer and Greek Art”, p. 560) Anthony Snodgrass comienza afirmando precisamente parte de nuestro planteamiento: “Today there is a long-standing consensus that, in art-historical terms, that setting is to be placed within the epoch of Geometric style”.
2. Aunque Piñera muere en 1979, el rescate y la reivindicación de su obra se ha llevado a cabo desde la década del ochenta (por autores como Damaris Calderón) hasta la reciente celebración del centenario de su natalicio en 2012. La relación de la obra de Piñera con la poesía de Alabau (además de que ambos tratan y versionan el mismo mito y comparten el interés por la tradición grecolatina), es visible en el énfasis de las contradicciones generacionales y los enfrentamientos familiares, la partida, la violencia, la ironía, la segmentación, el juego lingüístico; si bien es cierto que la intención de Piñera es paródica y burlesca, que hace del horror y la crueldad una carcajada, mientras que Alabau opta por una ironía más amarga y lóbrega, algo frecuente en la poesía cubana finisecular (1980-2000).
3. Sobre la segmentación y el tratamiento del mito en la obra de Calderón, véase Yoandy Cabrera. “El doloroso arte de rumiar palabras de Damaris Calderón”. La Siempreviva. No. 7. 2009: 87-92. Más adelante mencionaré algunos elementos que relacionan la poesía de Alabau con la de Calderón.
4. Entiendo como épico todo lo narrativo, a partir de la división genérica que los mismos griegos hicieron de los géneros literarios (épica, lírica, drámatica) y que hasta hoy sigue funcionando en términos generales y sistémicos. El poemario de Alabau Electra, Clitemnesta, y en general toda su obra, tiende a contar hechos, a crear recorridos espacio-temporales, a referirnos acciones, viajes, vivencias. Además, Electra, Clitemnestra, por el tema mítico que aborda, se relaciona y pertenece al ciclo épico griego sobre Troya (“ciclo troyano”) y posee una línea narrativa de principio a fin: desde el sacrificio de Ifigenia y la salida de las naves hacia Troya hasta la venganza de Electra contra su madre. El libro es una versión (desde la lírica como género de marco) del matricidio en la casa de Atreo. También por su vinculación y tendencia a lo narrativo y a lo mitológico, Magali Alabau es una escritora homérica.
5. Con respecto a la estructura dramática, García Ramos propone en su artículo una división que relaciona el poemario con la alternancia episodio/stásimon de la tragedia griega.
6. Con respecto al tema de la violencia en la poesía de Magali Alabau, puede consultarse Jesús J. Barquet. “Círculos concéntricos de violencia en la poesía de Magali Alabau.” Unión. Revista de literatura y arte. Año IX. No. 36. Julio-septiembre. 1999: 34-41.
7. Cito a María A. Salgado: “En el mito tradicional, Agamenón mató a Tántalo, marido de Clitemnestra para reinar en Micenas y fue muerto por Egisto por ese mismo motivo. En la versión de Alabau, Electra repite este mismo Patrón, matando a su madre con el fin de desplazarla y arrebatarle el poder” (83). Como fuente de estas ideas, la ensayista cita a Robert Graves; el autor de Mitos griegos y de La guerra de Troya se refiere en sus obras mitográficas a Tántalo, el hijo de Tiestes, un personaje de pasada, sin apenas relevancia. Con respecto a los enfoques feministas sobre la figura de Clitemnestra, es bueno recordar que entre los griegos era un acto de hybris (exceso, insolencia, ultraje) que una mujer gobernase, diera discursos y órdenes, por lo que su comportamiento no era aprobado por los espectadores, era una señal de que sería castigada por los dioses. El objetivo de Esquilo, desde su visión patriarcal, era, precisamente, demostrar la inoperancia del matriarcado como forma de gobierno. Por ello es tan interesante la inversión de roles sexuales y el desajuste constante entre lo femenino y masculino que Alabau lleva a cabo en Electra, Clitemnestra.
8. Sobre los crímenes en la casa de Atreo, puede consultarse George Thomson. Esquilo y Atenas. La Habana: Arte y literatura, 1982: 341-342 y Pierre Grimal. Diccionario mitológico griego y romano. Barcelona: Paidós, 2008: 62-63.
9. En Electra Garrigó de Virgilio Piñera, el pedagogo afirma: “Sí, porque este palacio va a llenarse con un fluido nuevo que se llama Electra. Todo aquí se convertirá en Electra. ¿Formarías tú parte de esa infinita multiplicación de Electras? (Teatro completo. La Habana: Letras Cubanas, 2002, 35).
10. Alabau hace de la palabra, un escenario, la continuidad de su labor como mujer de teatro. La relación de sus personajes con el lenguaje (algo que la vincula también con Piñera y Damaris Calderón), el diálogo continuo entre el sujeto y su(s) doble(s) en poemarios como Liebe, Dos mujeres y Hermana permite afirmar que, en general, el alter ego y hasta el propio entorno es una fabulación discursiva en su obra. Sirva como ejemplo el fragmento siguiente del comienzo de Hemos llegado a Ilión: “Solo el lenguaje inventa este paraje, tampoco eso, una sorna/ un decir las palabras, entrelazarlas, lanzar el híbrido entusiasmo,/ descubrir.”
11. Llamo la atención en este texto sobre la importancia del vientre en el poemario y en toda la obra de Alabau como símbolo maternal, de gestación, de ternura y al mismo tiempo del placer erótico.
12. Sería muy provechoso un estudio comparativo de temas como la muerte, la violencia, la segmentación, la verticalidad, el tratamiento del mito en ambas autoras.
13. El ritual dionisíaco cuenta con tres momentos principales: oreibasia ("subida al monte"), sparagmós ("laceración de la víctima") y omofagia ("devorar carne cruda"). Electra, en el poemario de Alabau, termina realizando la desmembración de su madre (sparagmós) y comiéndose su propia carne y su útero (omofagia), por lo que repite el ritual que dio inicio al género teatral.
14. El término griego enthousiasmós significa “estar poseído por el dios”, “tener el dios dentro”. El ritual dionisíaco persigue la comunión directa con el dios.
15. Con respecto al doble en Hermana, puede consultarse Aida Beaupied. "Exilio y locura en Hermana de Magaly Alabau," ponencia presentada en Mountain Interstate Foreign Language Conference (MIFLC) en Wellington, North Carolina, en octubre de 1996.
Obras citadas
      Alabau,  Magali. Dos mujeres. Madrid:  Betania, 2011.
    
____________. Electra, Clitemnestra. Prólogo de  José Triana. Concepción: Ediciones del  Maitén,  1986.
    
____________. Hemos llegado a Ilión. Madrid: Betania, 1992.
    
____________. Hermana. Madrid: Betania, 1989.
    
____________. La extremaunción diaria.  Barcelona: Rondas, 1986.
    
____________. Liebe. Coral Gables: La Torre de  Papel, 1993.
    
____________. Volver. Madrid: Betania, 2012.
    
Barquet, Jesús J. “Círculos concéntricos de  violencia en la poesía de Magali Alabau”, en: Unión. Revista de literatura y arte.  Año IX, No. 36, julio-septiembre, 1999: 34-41.
    
Beaupied, Aida. “Exilio y locura en Hermana de Magaly Alabau”. (Ponencia inédita presentada en  Mountain Interstate Foreign Language  Conference -MIFLC- en Wellington, North Carolina, octubre de 1996). 
    
Calderón, Damaris. Duro de roer. La Habana: Unión, 2006.
    
Esquilo, Sófocles y Eurípides. Obras completas.  Madrid: Cátedra, 2008.
    
García  Ramos, Reinaldo. “Sobre dos libros de Magaly Alabau”. Linden Lane  Magazine.  No. 6. January/March, 1987: 19.
    
Gil,  Luis et al. Introducción a Homero. Madrid: Guadarrama, 1963.
    
Grimal,  Pierre. Diccionario mitológico griego y  romano. Barcelona: Paidós, 2008.
    
Homero. Ilíada. Madrid: Ed. Gredos, 2006.
    
Lesky,  Albin. Historia de la literatura griega.  Madrid: Gredos, 1989.
    
Rodríguez  Gutiérrez, Milena. “Magali Alabau es Perséfone Pérez o cómo volver a Ilión.” Prólogo a Magali Alabau. Hemos llegado a Ilión. Madrid: Betania, 2013 (2ª Ed.): 7-20.
    
Salgado,  María A. “Familia, mito y metafísica en Electra,  Clitemnestra de Magali Alabau”.  Americas Review. Vol. 21. No. 2. 1993:  77-88.
    
Sarduy, Severo. Ensayos generales sobre el barroco. Buenos  Aires: FCE, 1987.
      
Triana, José. "Invitación primera". Prólogo a Electra, Clitemnestra, 1986: 7-8.
 
  