“Lo humano es una historia, un cuento de hadas”:
entrevista a Pedro Cabiya

Kerstin Oloff, University of Durham

 

     Pedro Cabiya (1971), antes conocido como Diego Deni, figura entre los escritores recientes más originales del Caribe; su ya considerable obra demuestra eso que Juan Duchesne Winter entiende como una “voluntad estética inconforme” (35). Nació en Puerto Rico y reside desde hace diez años en la República Dominicana, algo que, según él mismo refiere, le acercó más a la “realidad del Caribe” (Rodríguez 2008). En Santo Domingo dirige el Centro de Lenguas y Culturas Modernas de la Universidad Iberoamericana (Unibe). Ha publicado varios textos literarios importantes, entre ellos las colecciones de cuentos Historias tremendas (1999) e Historias atroces (2003), y las novelas La cabeza(2007), Trance (2007) y, más recientemente, Malas hierbas (2010).

 

 

1. Tu obra se caracteriza por un acercamiento lúdico e irreverente a los géneros literarios, y en ella logras cuestionar de forma sutil las ideologías que los informan. ¿Puedes comentar ese aspecto subversivo de tu obra?

Supongo que la mejor manera de explicar mi acercamiento a la literatura es diciendo que mi compromiso no es con la literatura en sí, sino con lo que la literatura me permite alcanzar. En otras palabras, narrar me permite explorar el mundo y a mí mismo. Cada cuento que escribo, cada novela, parte de una interrogante que surge de mi relación con los demás y con el mundo. Esta inquietud es política, o existencial, a veces científica, sexual, romántica… hasta literaria. El uso que le imparto a la narración, tan pragmático, tiene el efecto secundario de parecer lúdico. Lo cierto es que no se trata de un intento consciente.

2. El gótico es sin duda el género idóneo para explorar los miedos de todo tipo, y se inscribe de forma particular en la historia del Caribe. Háblame de tu interés en ese género que invocas (y trasciendes) en novelas como La cabeza y Malas hierbas?

Exagerar, llevar ciertas cosas a sus extremos lógicos, siempre me ha parecido algo muy pedagógico. Acaso de esa preferencia, tan caribeña además, de exagerar el relato, emerge mi predilección por el estilo que llamas gótico. Para explorar la sexualidad, imagino en La cabeza una mujer que es un torso viviente… y otra que ha sido reducida a solo su cabeza. Es una reducción hasta el absurdo, del torso a la cabeza. Mi personaje masculino está en medio de un torbellino de pasiones y disyuntivas. En Malas hierbas, igualmente, la condición extrema del protagonista, incapaz de amar, lo sitúa en medio de una situación insostenible que genera episodios memorables, intensos, graciosos, a veces fantásticos. Mi intención es crear una situación  desequilibrada y ver qué les pasa a mis personajes… Pero es más entretenido si la situación  es realmente desesperada.

3. Varios de tus textos caen dentro del género de la ciencia ficción y hasta se podría sostener que cuestionan los límites tradicionales de lo “humano”, al tiempo que socavan la “moderna sanidad” (Duchesne Winter 13). ¿En qué consiste tu atracción hacia la ciencia ficción?

La ciencia ficción jugó un papel sumamente importante en mi vida personal, lo mismo que el horror y el suspenso, tanto literario como cinematográfico. Estoy acostumbrado a pensar en términos de ciencia ficción. Mis lecturas, aparte de las del panteón latinoamericano y europeo, fueron Jack Vance, Robert Silverberg… Pero también Kurt Vonnegut, Margaret Atwood, escritores que no eran de ciencia ficción estrictamente, sino que la usaban para elaborar sus geniales cautionary tales. Me fascina ese concepto. La ciencia ficción ciertamente es un género que facilita la especulación, y la especulación y la exploración son, como dije antes, mi meta primordial. Hay cuentos que logran tan nivel de iluminación que te permiten cuestionar las bases mismas de la existencia. Es sensacional cuando el mundo, tan sólido, se vuelve esponjoso y fantasmal.

4. En su estudio sobre lo visual en la literatura caribeña anglófona, Mary Lou Emery constató que esta literatura tiene que enfrentarse a la concepción imperialista del sujeto moderno universalizado como el que ve, y cuyo poder reside en la negación de ese poder a su “otro”  (2). En Malas hierbas, lo visual es también sumamente importante; por ejemplo, varios capítulos teorizan el acceso visual al mundo exterior y el zombi explotado se caracteriza por sus ojos vacíos, ironizando así la estética de las películas sobre zombis de principios del siglo veinte. ¿Se relaciona esta exploración de lo visual con tu cuestionamiento de “lo humano”?

Lo humano es absurdo y ridículo. Lo mismo para el sujeto imperial que para el subalterno. Lo humano como lo conocemos es una afortunada sincronización de delirios; somos un colectivo de locos sintonizados todos a las mismas neurosis. En Malas hierbas mi meta fue llamar la atención sobre cómo el cerebro construye nuestro mundo y nos convence de que esa construcción es REAL. Por supuesto, no lo es. Lo humano es una historia, un cuento de hadas, y mi zombi de Malas hierbas lo comprueba precisamente porque está (porque puede estar) fuera de esa historia.

5. Tu novela más reciente, Malas hierbas, trata de las relaciones entre la República Dominicana y Haití y se inscribe dentro de una problemática que sigue siendo controversial y urgente. En este aspecto parece diferenciarse de tus cuentos, que “no pretenden corregir, salvar, denunciar” (Duchesne Winter 37).

Las relaciones domínico-haitianas son tensas. No están exentas de abuso. En ellas me apoyo para desarrollar mi relato… pero solo para eso. No están ahí para llamar la atención sobre sí mismas, como hicieron los escritores redentoristas puertorriqueños de los 70. Habiendo dicho esto, la mera presencia de este contexto en la novela la convierte en un texto sumamente político. Le doy la bienvenida a esa circunstancia, puesto que no está ahí de manera planificada, y por ende surge de manera natural.

6. Según René Depestre, "la historia de la colonización es el proceso de la zombificación general del hombre, pero también la búsqueda de la sal vivificante que le restaura su imaginación y su cultura" (citado por Paravisini Gebert 239). ¿Te parece una observación relevante en lo que concierne a Malas hierbas?

Completamente de acuerdo. Nuestras sociedades son sociedades zombis, sin duda. Occidente entero, diría yo; las sociedades modernas están zombificadas. De ahí la reciente ola de fascinación por los zombis y su resurgimiento en películas y libros. Nos miramos en el espejo de esa fantasía del apocalipsis zombi, en la que pocos sobrevivientes buscan prevalecer sobre hordas de muertos vivientes que no pueden pensar, sino solo reaccionar, consumir, devorar, incapaces de reflexionar. Mi teoría es que el zombi busca pertenecer otra vez a la cofradía de los vivos sin saber cómo… su anhelo se traduce a un hambre voraz por la carne de los vivos, sus cerebros. Solo el zombi vale la pena, porque es el único actor que se desenvuelve buscando lo que le falta, lo que necesita. En Malas hierbas esa sal vivificante es el amor, pero también la libertad sexual y la recuperación del pasado ancestral, como vemos en la historia de Isadore y su tía abuela.    

7. ¿Puedes comentar los conflictos implícitos entre el zombi como un símbolo asimilado por el imaginario imperialista norteamericano y el zombi como símbolo global de un mundo capitalista en contraposición a sus raíces en la cultura haitiana y el vudú?

La evolución del zombi en el cine y la literatura es uno de los ejemplos más claros y vivos del sincretismo cultural; es un privilegio ver el proceso en acción. El zombi original es una criatura mágica, un esclavo fabricado a través de un rito mágico-religioso. La condición zombi, en la tradición original de la isla de La Española, no puede transmitirse a los seres vivos de manera casual. El zombi caribeño es el producto de un complejo ritual hecho para trabajar sin pensar (un proletario perfecto) y es incapaz de legar su estado a otros. Come poco, no habla; solo obedece. Sin órdenes, un zombi caribeño es una máquina en standby, letárgico e inmóvil. En cierto sentido es una criatura aburrida. Apropiado por la industria cinematográfica estadounidense y europea, sin embargo, el zombi es un agente activo: lo consume el hambre, acecha y consume a los vivos, y, lo más importante de todo, puede transmitir su condición a los que muerde, lo cual hace que la zombificación se difunda de modo viral y arrope al mundo. El sincretismo opera delante de nuestros ojos.

8. Sé que te ha influido grandemente la obra de Patrick Chamoiseau. ¿Qué elementos de su estética te atraen en particular?

Chamoiseau narra como si no tuviera nada que explicar. Inventa una épica, una Ilíada, de las comunidades caribeñas y no le interesa explicarse a un lector imperial. Su conversación es entre iguales. Ese es su principal atractivo.

9. El sexismo y el machismo quedan tematizados de manera bastante explícita en Malas hierbas. La mirada del protagonista “zombificado” desviste y objetiva a las mujeres siguiendo patrones machistas sin estar plenamente consciente de ello. ¿Podrías comentar este rasgo temático?

En sociedades machistas como la nuestra, el machismo es un programa ejecutado por varones, pero creado por la sociedad. Y en esa creación participan las mujeres, en calidad de madres de los futuros machistas. El zombi de la novela no sabe qué hace, qué lo mueve, que oscuras intenciones lo motiva, puesto que está muerto, pero eso no le impide comportarse como un típico macho caribeño. Los personajes femeninos contribuyen, sin duda, a esa apreciación.

10. Malas hierbas es una novela sumamente metatextual; por ejemplo, hay referencias obvias a novelas como Solibo Magnifique de Chamoiseau (1988) y The Wonderful Wizard of Oz de L. Frank Baum (1900), y también se evoca e incorpora una gran diversidad de películas,  novelas y teorías filosóficas y sicológicas sobre la figura del zombi. Me gustaría saber más sobre la concepción de esta novela y el proceso de escritura.

Esta novela, como todos mis cuentos y novelas, surge de una imagen primordial: el momento en que Isadore le toma la mano al protagonista en la disco y este siente una oleada de calor y electricidad. En adelante mi trabajo fue crear la historia hasta llegar a ese momento. Debía ser una fiesta de textos entrecruzados que el lector debía armar. Mientras concebía la historia, descubrí que la literatura está llena de zombis y pre-zombis: el espantapájaros de Oz, Pinocho, HAL 5000... Entendí qué significa, o descubrí el arquetipo que habita detrás de; zombi. Como dije antes, para esto precisamente me sirve la literatura. La novela es un proceso de aprendizaje.

11. El personaje más positivo de Malas hierbas es sin lugar a dudas Isadore, en la cual la novela invierte esperanza (aunque de manera algo irónica). Isadore es una intelectual de ascendencia haitiana y piensa de manera crítica sobre el mundo que la engloba. Además, se especializa en biología, le interesa la farmacopea caribeña y colecciona hierbas. ¿Puedes comentar sobre este último aspecto, su interés en el medio ambiente, en la flora?

Isadore soy yo, pero yo también soy el zombi. Son contrapartes, mitades de una unidad. Isadore tiene respuestas, el zombi es un vacío que ni siquiera sabe que tiene preguntas. Se atraerán como imanes. Isadore entiende que el mundo es una enciclopedia, incluso un alfabeto en el que están cifrados los misterios del cosmos; por su condición, el zombi está fuera del cosmos. Isadore tiene la tarea de reinsertarlo.

12. Sé que recientemente has optado por evitar las editoriales establecidas y en ese sentido has buscado métodos de publicación que eviten estos canales tradicionales de distribución de libros. ¿A qué responde esta decisión? ¿Cuál ha sido tu experiencia con el mercado literario y las presiones de hoy en lo que atañe a dicho circuito?

Las editoriales gigantes en español están matando la literatura. Sus criterios son económicos más que artísticos. Si Cortázar hubiera vivido en estos tiempos JAMÁS hubiera podido conseguir que le publicaran Rayuela. No hay innovación, no hay riesgo, todo es complaciente y blandengue y burgués. Para saber realmente lo que está pasando en español en los diferentes países hispanohablantes hay que referirse a las pequeñas editoriales. En inglés hay mucha más innovación y riesgo. Si Junot Díaz escribiera en español, jamás hubiera podido publicar nada. Para colmo, las grandes editoriales han convencido a los escritores que no es propio o elegante publicar por sí mismos. Esto es un soberano disparate. El primero que tiene que creer que su obra es una buena oportunidad de negocios es el escritor, y debería, en principio, estar dispuesto a respaldar su obra. El oficio, además, es ingrato: las regalías que percibe el autor son limosnas, y ni siquiera estamos hablando de lo que ganan las librerías por el privilegio de vender nuestros libros. Tanto las grandes editoriales como las librerías son enfermos de tuberculosis que mueren lentamente. No entrarán al 2025, serán cosa del pasado. Yo me he encargado de mi propia producción, mis libros se venden por internet y percibo el 70% de las ganancias. Nunca me he cerrado a las propuestas de una editorial internacional, pero sí es necesario que mejoren mi oferta: hasta el momento mejor me va solo que mal acompañado.

Obras citadas

Duchesne Winter, Juan (2001). Ciudadano insano: ensayos bestiales sobre cultura y literatura. San Juan: Ediciones Callejón.

Emery, Mary Lou (2007). Modernism, the visual and Caribbean literature. Cambridge: Cambridge University Press.

Paravisini-Gebert, Lizabeth (2003). “Colonial Gothic: The Caribbean.” In The Cambridge Companion to Gothic Literature. Edited by Gerrold Hodges. New York: Cambridge University Press. pp. 229-257.

Rodríguez, Néstor E. (2008). “Impredecible oficio el de la maravilla: entrevista al escritor puertorriqueño Pedro Cabiya.” Revista Iberoamericana 74.222: 273-280.