Elogio y refutación de la ciudad*

Israel Ruiz Cumba

 

 

 

 

 

 

 

I: Ciudad , tú no existes

Ciudad, tú no existes.
Yo te doy la vida artificial del viajero.
A ti llego y presto allí el ojo peregrino
para que veas por primera vez tus calles,
tus mercados, tus borrachos lentos del  habla,
la fuente pestilente, las palomas,
la mujer de traje negro camino a su amante.

Por que tú no existes.
Le presto a tu geografía mi pulmón
para que respires
y existan el olor de tus rosas,
y la peste a mariscos podrido de tu puerto dormido,
los tranvías de humor negro,
el olor rancio de la parte trasera de tus restaurantes,
tus gatos de tufo ocre,
tu aliento contaminado de ron y madreselvas.

Ciudad, tú n o existes.
A ti llego anónimo,
ajeno como una moneda en la mano;
envidioso de la llave
que por lo menos tiene su puerta que la reconoce.

A ti llego silencioso en mis zapatos de muerto futuro.

 

 

 

 

 

 

 

 

II: De la ciudad el nombre (de vuelta a San Juan)

Debe ser despiadado, amoroso,
e inmenso en la memoria tu nombre
para quien te habita
dulcemente desconocido.
Para el que regresa orondo a tus calles
a orinarse, a ser feliz.
Para olvidarte luego en los caminos del mar,
en la terrible pequeñez
del barco que se aleja de tu puerto callado.

Deber ser terrible en la memoria tu nombre imantado
para el que te conoce  y ciego vuelve a las trampas de tus esquinas.

En verdad debe ser poderoso en la memoria tu nombre
de santo, de estatua,
de transeúnte  en el que llueve.

 

 

 

 

 

 

 

III. Esta cuidad…

a.

Las muchachas se ríen en el bar
y el viento se pone diáfano,
se torna alegre, joven
y se va a barrer la plaza
sin que nadie se lo pida.

Las muchas se ríen en el bar…
Los bartenders, las miradas, las bocas y los ceniceros laborarán con placer hasta el alba.

b.

En esta ciudad, donde a veces oscurece triste,
ellos se miran deseosos
y la noche se vuelve íntima, tibia
como una lámpara y su ventana en una noche lluviosa.

c.

Pronto se apagarán la música y las voces en los bares.
Y los pasos  pulirán su poco los viejos adoquines.
El amor irá a todo galope buscado los zaguanes, los lechos.
En esta ciudad donde no siempre amanece triste.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

IV. Calle San Sebastián

La casa de Obispo Católico y sus perros voraces tras las duras murallas.
Y luego bares y bares y más bares…
Pasando por “Los Hijos de Borinquen”
hasta llegar a “Aquí se puede”.

Luego “El Colegio de Párvulos”,
donde estudió Alfonso Schomburg,
y donde una vez  a la hora del recreo llovieron huevos del cielo en la años 80.
Más abajo: “El Tony’s Bar”
donde ocurrió el happening
que se dice acabó con la vanguardia literaria de mis años de estudiante universitario.
Luego un apartamento tibio donde no se desconoce del todo la felicidad.

De frente: la calle sin salida.
A la derecha: la calle Sol
donde se podría volver a acabar el  mundo si ella volviera.
A la izquierda:
de súbito
el mar
donde se borran todas las geografías y los tatuajes
y nosotros…los de entonces.

 

 

 

 

 

 

 

* Todos los poemas pertenecen a  serie Elogio y refutación de la ciudad y llevan el epígrafe siguiente:
Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y de miedos.” (Italo Calvino, Las ciudades invisibles)