Scanlan y las justificaciones del general Pérez

Marcio Veloz Maggiolo

12 de agosto de 2010

     Me sorprende sobremanera que el general y trovador, escritor y poeta Eduardo Scanlan Daly, aparezca como una víctima de la represión a la prensa dominicana en reciente obra del periodista Oscar López Reyes. Scanlan, un veterano de las guerras federalistas de Venezuela, mató en formal duelo al general Barceló en 1878, luego de una discusión política de la que tenemos pocos detalles. Pocos días después de haber sido apresado, sus amigos le consiguieron salir hacia La Habana, donde ejerció, como el quehacer periodístico, hasta llegar luego a Santo Domingo y radicarse en Azua (1883), donde había estado en 1860. Las razones de este viaje a Azua donde fue profesor de inglés no se explican, pero su salida del país en los días en los cuales Pedro Santana anexa la República a España parece estar acorde con su manera de ser, puesto que siempre fue un seguidor de las ideas de Simón Bolívar. Había nacido en 1840, de modo que al llegar a Santo Domingo por vez primera tenía 20 años y al morir asesinado por el general Santiago Pérez, tenía 47.

     La odisea musical y amorosa, a más de ardorosa, de Scanlan, se produce durante su segundo viaje a República Dominicana, del cual hay más datos ciertos; con su llegada nuevamente a Azua en donde ejerce como maestro ya en 1883, en épocas de Ulises Heureaux, escribe en los diarios locales, pueblerinos. Su presencia allí, y su fama de educador y poeta, aparte de sus condiciones de general, llaman la atención de Lilís.

     Scanlan combatió a la dictadura ilustrada de Guzmán Blanco, y en 1877 había ganado un certamen poético  de importancia. En 1883, ya en Azua de Compostela y luego de largos años de su primera visita, avisa en el periódico El Nacional de la villa sus cursos de inglés,  que inicia pasando a ser luego un orientador de la juventud azuana y mostrando sus quilates como uno de los primeros propulsores del socialismo conocidos en la historia dominicana. Las informaciones de don Emilio Rodríguez Demorizi cuando citando palabras de Lowesky Monzón, éste señala que “Scanlan era  socialista y por tanto el burgués enriquecido por medio de sucios manejos, que se dejaba sentir con ínfulas de gran señor, tenía en él un irreconciliable combatiente...”.

     A lo que voy es a que Ulises Heureaux, cuya dictadura apenas comenzaba y salía de los enfrentamientos que lo lanzaron luego hacia un poder omnímodo, vio en Scanlan un posible aliado de sus razones de estado. Poco tiempo después de su llegada a Azua fue llamado por el Presidente y aceptó los cargos primero Oficial Mayor del Ministerio de Fomento, y luego de  Secretario de la Gobernación Provincial: Eduardo Scanlan Daly, era virtualmente secretario de Lilís para muchas consultas, dada su condición de ex general, y de intelectual y periodista. Muchos lo consideraron una especie de secretario particular del mandatario.

     Uno de los puntos clave en la vida de Scanlan fue su pasión por la poesía y por las composiciones musicales y su apasionamiento cuando se trataba de amores. Era un líder como trovador en la ciudad Solar, donde la serenata era parte de la vida bohemia y farandulera. Debemos recordar que los amigos de Scanlan era los amigos del Presidente, quien además era  habitué de los romanticismos de  época.

     Cuando Eduardo Scanlan cae abatido por los dos disparos del general Chago Pérez, considerado un tirador de excepción, quienes recogen su cuerpo moribundo luego de que fuera llevado al café La Diana (sitio de bohemios), son  sus admiradores y algunos contertulios; amigos, entre los que se cita a los generales Polín Espaillat y José Caminero, lo mismo que el comodante  de Armas  Cándido Rivas, entre otros, quienes lo llevan, ya muerto, a su residencia. El día diez de marzo recibe cristiana sepultura.

     Despreciado por la amada, quien no quisiera seguir los consejos del marido de que se alejara hasta que el matrimonio se disolviera sin percances, Emilia prefirió seguir queriendo a Scanlan pese a los pedidos del general Santiago Pérez, quien desde la residencia hogareña ubicada en los frentes de la Plaza Colón, y cuando el trovador cruzaba buscando la mirada de la amada infiel, el marido “cornudo” según unos últimos versos publicados por Scanlan, le disparó desde lo alto, a mansalva, hiriéndolo de muerte con un primer disparo, mientras el poeta, ya tambaleante disparaba su revólver sin precisión ninguna porque la bala del marido le había penetrado “por el costado derecho” y salido por el izquierdo.

     Condenado a muerte por un tribunal presidido entonces por Manuel de Jesús Galván, fue fusilado mientras Lilís, ausente en el interior del país, daba por terminado el episodio de la muerte de su secretario y la de su general, con un silencio sin otra respuesta que la del rostro de aquella mujer, que según la versión popular, visitaba la tumba de sus dos amantes, con cierta frecuencia.

     La muerte de Eduardo Scanlan, el más conocido de nuestros trovadores durante el siglo XIX, no fue el producto de sus acreedores políticos, ni del efecto de alguno que otro de sus artículos, como parece sugerir el libro que lo incluye como parte del atentado ñel primeroñ al periodismo nacional, sino el producto de una pasión que terminó, dejando en la vida dominicana  canciones y leyendas. Todavía en los comienzos del siglo XX las canciones de Scanlan, algunas de las cuales fueron recogidas con letra y música por Rodríguez Demorizi seguían vigentes en la voz de Antonio Mesa, quien llegó a grabar dos, y en las voces de Mariano Rodríguez, Raudo Saldaña y los trovadores de finales del XIX y comienzos del XX, como Américo Cruzado (Miquico), quien en su cancionero recoge muchas de las letras de Eduardo Scanlan, quien había solicitado al presidente Heureaux la ciudadanía dominicana, la que le fuera conferida el día 25 de julio de 1886, lo que lo inscribe como el trovador dominicano más popular de su época. Por su amor a este suelo, había decidido ser dominicano. ¿Habría renunciado a su mujer venezolana, y a sus hijos, embrujado por el amor juvenil de Emilia? A ella le juró que sería su dueño. A ella le cantó endechas de vida y muerte. La pasión lo obnubilaba y la insistencia le llevó a la muerte. 

     Puede decirse que los más importantes escritores de su época dejaron sobre Scanlan, enamorado feroz, carta de aceptación por sus canciones y su bonhomía; su defecto fue amar el bien ajeno, y desconocer el honor de alguien con historias de luchas tantas como la de él.

     Chago debió batirse en duelo, dijeron algunos.

     Le disparó a mansalva, señalaron otros...

     Tenía asegurado, a los 36 años, un gran futuro. Cumplía años ese día del fusilamiento. Pero los celos ciegan.

     Entre las más sentidas opiniones sobre Scanlan y su apasionante vida, Rodríguez Demorizi cita estas palabras de Américo Lugo, príncipe de nuestras letras. En las mismas, quizá tarareando una canción de Scanlan Daly, don Américo se queja del olvido que la prensa cotidiana impone a los hechos:

     “Caídos en la sima de la prensa periódica, panteón de los grandes, huesa de los miserables, tumba común de los ingenios contemporáneos, están los versos del poeta, que no surgen reproducidos siquiera de tarde en tarde, a las columnas de nuestros periódicos, cuando estos amables expositores, cansados de lo presente, echan la vista atrás en busca de bellezas”.

(Listín Diario, 1898)

(Ver de Emilio Rodríguez Demorizi, Canción y Poesía de Scanlan. Editora Montalvo, Ciudad Trujillo  R. D- 1946).

http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2010/8/12/154547/Scanlan-y-las-justificaciones-del-general-Perez