Psiquiatría para el nuevo Estado (1959-1972)

Pedro Marqués de Armas

 

I

 

     Convocada por el Ministerio de Salud y los servicios médicos del Ministerio del Interior (MININT) con el propósito de sentar las bases de la prevención y la asistencia psiquiátrica en Cuba, en estrecho vínculo con los órganos de la Seguridad del Estado, se celebró en La Habana entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 1963 la Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas.(1) Cuando esto ocurre, ya varios artículos del Código de Defensa Social habían sido modificados, sobre todo en lo concerniente a la noción de “individuo peligroso”, por lo que además de asegurar la clásica alianza entre psiquiatras y juristas se pretendía fortalecer el consenso entre ésta y el nuevo poder revolucionario.

UMAP     El carácter si se quiere tardío de este encuentro, donde confluyen en curiosa mezcla el estupor frente a las nuevas leyes, el simulacro y hasta el más rancio oportunismo, remitía lo mismo a un pasado reciente "no exento de errores" que a un futuro cercano que tendrá en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) su próxima pero no última expresión. Como en una foto que toma por sorpresa a los actores durante el ensayo, se asiste a ese momento en que la Babel Psiquiátrica es forzada a hablar una sola lengua; esto es, el devenir ideológico de la que fue hasta 1960 una institución más bien moderada, en la que psiquiatras de diversas tendencias se enfrentan a menudo con pasión pero sin desmontar las reglas del juego.

     Justo al término de una reunión parecida (Primera Conferencia Psiquiátrica), celebrada en enero de 1962 afín de "conciliar tendencias aparentemente irreconciliables y enfrentar el sectarismo revolucionario y científico", la Gaceta Oficial había publicado un decreto que permitía al MININT declarar el estado de peligrosidad del sujeto, sin que fuese necesario ningún asesoramiento médico y bastando, al efecto, con la declaración de algún miembro de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), o de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR).(2) Por supuesto, este decreto llega luego de varias redadas policiales, como la de los días previos a la invasión de Bahía de Cochinos, cuando 20 000 personas fueron arrestadas; la de Matanzas durante el verano; o la del 11 de octubre del mismo año contra pederastas, prostitutas y proxenetas (la famosa “noche de las tres pes”).

     En cada una de estas razzias se hizo un uso extenso de la llamada peligrosidad predelictiva (predelincuencia en el nuevo argot policial), sin que se requiriese del aún vigente "asesoramiento psiquiátrico", inciso añadido a la legislación en 1940 y que se tenía como uno de los logros de la psiquiatría y la jurisprudencia republicanas.(3) Fue para calzar estos operativos que se decretaron las leyes 992 y 993 del 19 de noviembre de 1961, la primera anunciando que "el avance de la Revolución” permitía “establecer nuevos métodos dirigidos a reeducar y rehabilitar delincuentes", y la segunda autorizando al Consejo de Defensa Social (ya incorporado al MININT) a adoptar medidas en el menor plazo posible.(4)

Rene Dumont     Es después de derrotada la invasión de Bahía de Cochinos que se intensifica el hostigamiento contra los sectores marginados, a quienes se les acusa de robar en las casas de los opositores políticos, curiosamente cuando se borraban las fronteras entre contrarrevolución y delincuencia común. René Dumont recuerda en Cuba: socialismo y desarrollo que el término "lumpenproletariado" se empleó para designar "a los que no querían trabajar ni respetar las leyes revolucionarias", y relata que tras un discurso de Fidel Castro contra el "parasitismo social", se usó la poca cerveza que quedaba como "cebo eficaz" para tenderles una trampa: "Cuando comenzaban a entregarla en los bares, la noticia se regaba rápidamente por la ciudad y los desocupados eran los primeros en aparecer. Eran entonces seguidos por un carro de policía y aquellos que no mostrasen un empleo regular eran enviados a trabajar a las granjas. Almorcé con un grupo de estos lumpen en el comedor de una plantación de palmeras en Las Villas, donde fueron concentrados unos 1800 (...) Los que se entregaban decididamente al trabajo tenían la posibilidad de ser rehabilitados, pero los reincidentes, en contrapartida, eran deportados para los Cayos, pequeñas islas donde el régimen de trabajo era bastante más duro y de donde era imposible escapar".(5)

     Esta indistinción entre “vagancia” y “oposición” a las leyes socialistas, expuesta en tono un tanto campechano por el agrónomo francés --quien prefería las granjas de trabajo a las cárceles-- sirvió para legitimar el secuestro y multiplicar los dispositivos disciplinarios; esto es, una invención liberal dirigida a los cuerpos individualmente, ahora en las condiciones de fuerza de un régimen totalitario. Y lo mismo ocurre en cuanto al control de la población como conjunto, marcada, según los nuevos eugenistas, por supuestos vicios y taras del pasado. Entra así de lleno, la población cubana, en los cálculos de una economía de Estado centrada en la estimulación de la natalidad y el matrimonio, de la fuerza de trabajo en el sector azucarero, así como de grandes movilizaciones y movimientos migratorios (tanto externos como internos) que pretenden diseminar e incluso borrar las diferencias de clase y entre regiones. 

     Circula entonces el término “salud psicopolítica” que, según claro rasero sociobiológico, equivalía a deslindar entre “el pueblo sano y trabajador” por un lado, y “los gusanos y lacras sociales” por otro. Se trata del eugenismo de siempre, pero aderezado ahora de contenidos sociales, en un contexto donde se procura la liquidación del enemigo de clase (condenado por la historia a desaparecer) y el cultivo simultáneo del Hombre Nuevo.

 

II

 

Cuba: una cama psiquiátrica     Como es lógico, la política psiquiátrica de la revolución cubana no se definió de un día para otro. Los primeros proyectos nacionales eran de carácter liberal. En las "Proyecciones oficiales..." publicadas por la junta de la Sociedad de Neurología y Psiquiatría en mayo de 1959,(6) se plantea, por ejemplo, crear dispensarios y hospitales provinciales, convertir a Mazorra en un asilo de enfermos crónicos y, siempre de acuerdo con el Código de Defensa Social, que así lo establecía, construir una clínica de conducta para adolescentes y un manicomio judicial. Todas las propuestas incluidas en el documento, tanto las institucionales como otras de carácter docente, habían madurado sin embargo en las últimas décadas y eran bastante conocidas. Otro objetivo, llegar a una cama por cada 1000 habitantes, respondía por su parte a normativas recientes de la OMS.(7) 

     Del mismo modo, el "Plan…" publicado en septiembre del mismo año en la Revista del Hospital Psiquiátrico,(8) y que contó con un apoyo explícito por parte Gobierno y del Ministerio de Salubridad, había sido elaborado varios años antes como parte de las funciones de su autor, Julio Reymondez, al frente de la Liga de Higiene Mental.(9) En este informe se pedía la construcción de dos hospitales "semejantes, aunque más pequeños" (se refiere a Mazorra), una red de dispensarios psiquiátricos a extender por todo el país, así como la creación de clínicas para niños psicóticos y de un centro de investigaciones del cerebro. Reymondez señala además la necesidad de incidir sobre el alcoholismo, la delincuencia juvenil, el divorcio, la prostitución y la homosexualidad, a su modo de ver los problemas sociales y psiquiátricos que más golpeaban a la sociedad cubana. 

     En fin, ambos proyectos cifraban sus esperanzas en la "honestidad del nuevo gobierno", pero eran autónomos en sus demandas. Se menciona en uno de ellos, por otra parte, la "paradoja" de que Cuba contase con una "promoción psiquiátrica comparable por su capacidad con la de cualquier país del mundo" mientras la asistencia "oficial era de las más pobres”.(10) En esto sí había amplio consenso. Como en el significativo reportaje publicado en Bohemia en febrero de 1959, Mazorra era sin duda “una vergüenza nacional”.(11) Pero en lo adelante, se exaltará únicamente el desastre de la asistencia psiquiátrica durante la República, sin referencias a su notable mejoría durante la década de 1940, al tiempo que se omitirá lo primero: que el nivel teórico y la gestión académica se encontraba, al triunfo de la Revolución, en su mejor momento (un nivel que no se ha vuelto a alcanzar), si bien en general por debajo de Argentina, México y Brasil, países que se habían beneficiado al abrir sus puertas a psiquiatras españoles exiliados de sólida formación.

     Fue en 1960 cuando comienzan a producirse cambios en la misma dirección de una política de Estado que se radicaliza progresivamente. Así, en enero de este año, durante Segundo Congreso Nacional de la disciplina, un nuevo modelo de asistencia psiquiátrica propuesto por José A. Argaín Ros es elevado al Gobierno. Se trata ahora de promover, en consonancia con “las transformaciones que la Revolución viene desarrollando” (…) “una higiene mental colectiva, popular y social”, en la que pueblo participe de un modo directo (“línea de masas”).(12) Argaín Ros, por entonces señalado por la oposición política como miembro del G-2, proponía --entre otras medidas-- reformar la legislación vigente sobre enfermedades mentales y llevar la asistencia a zonas rurales para erradicar el curanderismo, el espiritismo y la brujería. Prácticas de largo arraigo en la cultura cubana, y diferentes entre ellas, fueron echadas en el mismo saco y declaradas ilegales. Alegándose crueles tratos a los enfermos allí recluidos, en 1966 se interviene la conocida Clínica del Alma, sustentada por organizaciones espiritistas y que durante décadas funcionó como alternativa frente a la costosa atención privada y la endeble asistencia pública.(13)

Psicología y Pedagogía     Otros cambios en este sentido son los que tienen lugar en la Junta de Gobierno de la Sociedad de Psiquiatría, también enLeontiev enero de 1960, cuando los psiquiatras más comprometidos desplazan a los de tendencias liberales.(14) Asimismo, los que se efectúan en la Cátedra en virtud de las posiciones asumidas en torno a la Reforma Universitaria, en particular durante el cisma de julio, lo que se tradujo en la separación de sus cargos docentes de los profesores Rodolfo J. Guiral (titular) y Luís Viamonte Cuervo (auxiliar), así como del catedrático de medicina forense Esteban Valdés Castillo, por mucho tiempo ligado a la especialidad.(15) A ello se suma la designación --al año siguiente-- del psiquiatra marxista Diego González Martín, destacado reflexólogo y crítico feroz del psicoanálisis, como Coordinador Nacional de Psiquiatría; esto es, como responsable de la disciplina a nivel ministerial. Es entonces que se publica el aupado manual Psicología (de los autores soviéticos Smirnov, Leontiev, Rubinstein y Tieplov), traducido por el psiquiatra español Florencio Villa Landa, republicano que completó sus estudios en la URSS (donde se exilia tras la guerra civil), y ahora radicado en Cuba luego de haber pasado por México.(16) Será éste el primero de una larga serie de títulos que divulgarán las teorías de Pavlov y Anojin y el consecuente enfoque materialista. Al mismo tiempo se toma el acuerdo, entre el Ministerio de Salud y la dirección del Hospital Psiquiátrico, de solicitar que dos profesores soviéticos “dicten un curso de perfeccionamiento” a fin de introducir la “concepción reflexológica” y “contrarrestar” la formación de los Pavlovpsiquiatras cubanos “basada en distintas escuelas idealistas”. (17)

     Estas conferencias, impartidas por I. T. Victorov y por D. W. Isaiev, y más tarde recogidas en libros, no comenzaron en realidad hasta 1963.(18) Entre tanto, tuvieron lugar otras mudanzas no menos radicales: la clausura de Archivos de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y Neurología, que venía publicándose con regularidad desde 1946 y donde colaboran las figuras más destacadas de la psiquiatría norteamericana, francesa y latinoamericana de la época;(19) la reaparición en enero de 1962 de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, ahora en gran tirada y con un editorial que ensalza el tratamiento por medios químicos (“pues sólo puede haber enfermedad en lo corporal”);(20) el viaje a la URSS deuna comisión integrada por los doctores Eduardo Bernabé Ordaz, Leopoldo Araujo, Armando de Córdova, José Abdo Canasí y José A. Bustamante “para adquirir nuevas experiencias”;(21) y una de serie ajustes en los planes de estudios que van a incluir ahora la asignatura Psicología Médica, y a propósito de lo cual se orienta la traducción del conocido manual de Semionov.(22)

     Así que cuando se declare a mediados de 1963, en una mesa redonda celebrada en el Hospital Psiquiátrico (y en el curso de las conferencias de Victorov e Isaiev), a la reflexología pavloviana como doctrina oficial de la psiquiatría en Cuba,(23) ya estaban sentadas las bases de su sovietización.

 

III

 

     A partir de 1962 fueron cada vez más frecuentes las críticas al psicoanálisis, que ciertamente había influido en la formación de no pocos psiquiatras y psicólogos cubanos formados durante la República, una parte de ellos miembros del Grupo de Estudios Psicoanalíticos.(24) Según la retórica ad usum, semejante a la que imperó en los medios culturales, se podía “militar en cualquier escuela siempre que el contenido fuera revolucionario”. No obstante, las críticas subieron de tono,Bernabé Ordaz y de calificar al psicoanálisis como “método no científico” se pasó a definirlo como “mera fantasía que no se eleva más allá de la alquimia y la astrología”.(25) En este ambiente de descalificaciones doctrinarias ocurrieron no pocas enfrentamientos, como los sostenidos entre el psicoanalista Juan A. Portuondo y los profesores soviéticos durante el citado Curso de Perfeccionamiento. No fue infrecuente que mientras se impartían seminarios de psicoanálisis, éstos coincidieran con cursos teórico-prácticos sobre conductismo, dictados por psiquiatras cubanos. Aunque todavía a lo largo de los sesenta se publican algunos textos de orientación psicoanalítica, y se apela a este enfoque incluso en el estudio de diferentes desviaciones sexuales,(26) poco a poco se impuso el silencio. No pocos psiquiatras se apartaron de sus concepciones originales, otros optaron por variantes dinámicas toleradas o por un uso discreto (consentido según el caso) de las técnicas clásicas; mientras otra parte importante tuvo que marchar al exilio a causa, entre otras razones, de la hostilidad laboral.(27) Al mismo tiempo, el psicoanálisis freudiano (junto a la Gestalt, el existencialismo, la psicología clásica, etc.) sería catapultado en los programas docentes al rango de las escuelas idealistas e inviables “desde el punto de vista científico”.(28) A los médicos cristianos, por su parte, se le negó el acceso a la especialidad, salvo si eran protegidos por el propio régimen, patente de la que gozaba el director del Hospital Psiquiátrico de La Habana, Eduardo B. Ordaz.  

     Fue hacia 1968 que el escaso margen de tolerancia terminó por extinguirse. Un ejemplo de intervención ideológica en este terreno es la petición que el dirigente comunista Fabio Grobart realiza a Diego González Martín en 1965, para que publique un artículo “cuestionador” en la revista Cuba Socialista. En efecto, “Algunas consideraciones críticas sobre la teoría freudiana” fue escrito con el propósito de disuadir a “los escasos núcleos de freudianos revolucionarios que mantienen sus ideas”.(29) González Martín, que antes de la Revolución ya había tachado al psicoanálisis (en enconada polémica con Roberto Sorhegui) de “superchería”,(30) planteaba ahora la necesidad de valorar al freudismo desde una metodología dialéctico materialista. Pero si evidente es, por la falta de derecho de réplica y en virtud de la progresiva extinción de los psicoanalistas, la posición de fuerza asumida; tanto o más lo resulta la violencia epistemológica. Para González Martín no se trataba sólo de destronar al psicoanálisis como doctrina, sino también al propio inconsciente freudiano, sometiéndoloa una prueba de verdad: “las modernísimas técnicas para el estudio de las microestructuras cerebrales”.(31)

 

IV

 

peligrosidad     No pocos artículos publicados antes de la Revolución tratan del homosexual como individuo enfermo. Al reconstituirse en 1948 la Liga de Higiene Mental, el homosexualismo fue incluido entre los problemas sociales que se debían resolver, sin que los enfoques biológicos al estilo de los primeros años de la República desaparecieran.(32) Por otra parte, el Código de Defensa Social consideraba la práctica homosexual como “estado de peligrosidad”,(33) contemplando al efecto un rosario de medidas preventivas. Con frecuencia la policía intervenía y a algunos homosexuales se les arrestaba; para no hablar de discriminación social, laboral, etc.

     Sin embargo, sólo después de 1959 se radicaliza la homofobia. La noción de individuo peligroso, que en Cuba tenía una larga historia, se amplió como nunca antes. A los efectos del biopoder y de las técnicas disciplinarias se suman ahora los de una política de Estado que se apodera de todo el cuerpo social. En estas condiciones, la alianza entre los discursos médicos y jurídicos fue asegurada a través de ciertas maniobras: se la coloca al servicio de viejas leyes acopladas a preceptos socialistas, así como de nuevas leyes de carácter arbitrario. Y lo mismo ocurre a niveles normativos, mediante la presión de la opinión pública, la vigilancia directa en escuelas e internados, y la orquestación de campañas hasta llegar, por último, a las purgas en la Universidad y en varias instituciones culturales (las llamadas “depuraciones”) y a la reclusión forzosa de miles de homosexuales en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP).    

     Como era de esperarse, la psiquiatría jugó un papel central en este sentido, tanto en la práctica clínica habitual como en el terreno de la asistencia a familias desestructuradas, y, de modo más explícito, en el marco de la psiquiatría forense. Ya en 1959 se propone la realización de un Congreso de Educación Sexual, a fin de lograr “cierta unidad de criterio” para “combatir el homosexualismo y la rebeldía contra el ideal paterno”, mientras al año siguiente, en el Segundo Congreso Nacional de Psiquiatría, Jorge Viamonte presenta una ponencia titulada “Contribución al estudio de la homosexualidad”.(34) Sin embargo, ambos textos se insertan, o bien dentro de la tradición clínica, o bien como parte del típico reclamo pre-revolucionario a favor del control de la infancia y la adolescencia desviadas, sin que denoten mayor intervencionismo por parte del Estado. No obstante, ya desde 1960 el nuevo estado se había erigido en rector de diferentes instituciones psiquiátricas y sociales muy relacionadas con el control del homosexualismo, entre ellas las prisiones y los reformatorios de menores,(35) al tiempo que el Consejo Superior de Defensa Social era incorporado al Ministerio del Interior. Será después del 11 de octubre de 1961, cuando tiene lugar la conocida “noche de las tres pes.”, que todo acercamiento al problema de la práctica homosexual estará indefectiblemente ligado a los presupuestos de la nueva moral revolucionaria y a acciones de franco carácter represivo, sistematizadas en lo adelante.

     Así, la terapia conductual de la homosexualidad cobra fuerza a partir de 1962. Este año el entonces director de la Revista del Hospital Psiquiátrico y uno de los principales promotores de la reflexología soviética en Cuba, Eduardo Gutiérrez Agramonte, publica “Una nueva modalidad del tratamiento de la homosexualidad”.(36) Muchos homosexuales fueron tratados por él y su equipo con el fin de corregir esta “lamentable conducta”. Se trataba de una técnica desarrollada por el investigador checo Kurt Freund, pero adaptada por el médico cubano. Si aquel empleaba como estímulo inhibidor un vomitivo, y dosis subcutáneas de testosterona tras la observación por el sujeto de láminas de desnudos masculinos; éste aplica “un corrientazo en lugar del vomitivo”, al tiempo que suprime la hormona y deja al paciente “elegir la imagen”. La terapia fue calificada de “prometedor aporte cubano a la reflexología” y se aplicó hasta bien entrada la década del setenta.

     En 1965, por la época en que se recrudece la represión contra homosexuales y otros “remanentes del pasado”, alDoctor Freund instituirse los campos de trabajo (UMAP), la mencionada revista dedicó su página “Avances de la ciencia” a este médico checoslovaco. Al pie de la foto se lee: “El Dr. Kurt Freund es una de las más altas figuras en materia de psicopatología sexual. A sus numerosos trabajos acaba de añadir La homosexualidad en el hombre. Nos honra mostrar la foto de este hombre de ciencia hecha recientemente en el departamento el aparatico de Freundexperimental de Praga”.(37) Freund había inventado un curioso medio diagnóstico: un aparato que, conectado al pene, podía captar la respuesta al estímulo erótico masculino.

     Tres años después, durante la llamada ofensiva revolucionaria, se produjo una campaña digna de la obsesión de pánico del régimen. En el discurso por el aniversario de los CDR el Máximo Líder denuncia a aquellos que habían comenzado a vivir de “una manera extravagante”, lo que era sinónimo de degeneración moral y llevaría en última instancia a sabotajes políticos y económicos. Días más tarde se denunciaba en la radio a los jóvenes de cabellos largos que “bailan locamente al compás de música epiléptica”. El ataque a las “orquestas de esquizofrénicos” esta vez vino convoyado con un operativo policial contra miembros de sectas afrocubanas.(38) 

     La fobia homosexual recobra bríos alrededor del emblemático Congreso de Educación y Cultura, contexto en el que algunos profesionales vuelven a enfilar sus cañones. El psicólogo Jesús Dueñas Becerra, por ejemplo, publica en abril de 1970 “El homosexualismo y sus implicaciones científicas y sociales”;(39) mientras una orientación ministerial convoca poco más tarde a una Mesa Redonda sobre Homosexualidad.(40)

Jesús Dueñas     Dueñas, actual periodista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, emplea términos como “aberración”, “debilidad caracterológica”, “lacras” y “degeneración sexual”. Después de estos preliminares, expresa sentirse preocupado por “el candente problema de la homosexualidad juvenil”, lo que le motiva a emplearse a fondo en el “terreno social”. El autor expone: “En el municipio de Cruces, núcleo de nuestra ingente labor sociopsicológica, encontramos un círculo de homosexuales que socialmente ocupan un lugar relevante (es decir, la mayor parte de la sociedad en que se desenvuelven desconoce su aberración sexual) y que, sutil y habilidosamente, ocultan para mantener su relativa estabilidad y poder desarrollar sin mayores dificultades cualquier empresa que acometan”. Según el autor, se valían de métodos propios de una “secta secreta”, por cuanto “seleccionan cuidadosamente al joven que debe ser trabajado” (…) “ejerciendo una influencia perniciosa sobre la mente del adolescente, que lleve implícita su rápida deformación”. Entre las tácticas empleadas menciona el “uso de literatura que ensalza al homosexualismo” hasta lograr la “realización del acto sexual con el sujeto cuando las circunstancias estén creadas”. Tras la consumación, continúa, “el nuevo adicto tiene la obligación de contribuir al incremento de la organización atrayendo a una nueva víctima”. Dueñas diferencia entre estos “homosexuales relevantes” y un segundo grupo, “las lacras sociales”, que “solo trata de llegar a los adolescentes por el mezquino interés de satisfacer su aberración sexual en un momento determinado”.

     Por último, exhorta a padres y profesores a “velar celosamente por el desarrollo integral de los adolescentes”, y destaca el papel formador de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y del Servicio Militar Obligatorio (SMO). Dichas entidades “deben encauzar desde todos los puntos de vista a la arcilla fundamental que sostiene nuestra sociedad”, por lo que llama a un “compromiso incondicional con esta nueva generación de jóvenes que, históricamente, están destinados a construir la Sociedad Comunista y que encarnan el noble ideal de justicia y solidaridad que iluminó por siempre la fecunda vida del inolvidable comandante Ernesto Guevara de la Serna”.

     Por su parte, en la Mesa Redonda sobre Homosexualidad, celebrada en febrero de 1971, y moderada por Martín Castellanos, se harían las siguientes observaciones:

1) "La homosexualidad constituye una patología que trasciende los límites de la individualidad y pasa a constituir una patología social por el carácter antisocial que esta actividad conlleva en la mayoría de los casos”.

2) "La homosexualidad es un tema complejo y difícil de tratar y requiere un enfoque cuidadoso y preciso como condición previa para abordarlo. Sólo así se podrá entrar en este campo, en el cual aún quedan elementos importantes por descubrir”.

3) "La homosexualidad es una enfermedad compleja con graves repercusiones sociales”.

4) "El homosexualismo es una enfermedad, es decir, es una condición psicopatológica”.

5) "El pueblo siempre rechazó al homosexual. Era el régimen capitalista el que propiciaba la corrupción donde el homosexual se desarrollaba. Hoy día, por nuestra conformación, por una concepción diferente de los valores morales, el repudio es mayor, y a todos los niveles de nuestra sociedad: dirigencia y masas".(41)

     Un análisis de las opiniones vertidas en esta Mesa Redonda, hace evidente cómo se funden en Cuba, en un mismo plano, la enfermedad y el delito, la moral y la ley, y, en consecuencia, la homofobia como elemento cultural (o de mentalidad) y la violencia del régimen. Cuando se señala, por ejemplo, al Código de Defensa Social en lo relativo a algunos artículos establecidos antes de 1959, se dice que fueron éstos los que facilitaron “ese otro aspecto del derecho, el preventivo”, en el cual el gobierno se basó para llevar a cabo “la prevención” de esta conducta, pero también --y he aquí la diferencia-- su “represión más efectiva”.(42) De este modo “el estado peligroso”, sin dejar de ser un estado de presunción que, según la teoría penal apunta al individuo no por lo que hace, sino por lo que podría hacer en virtud de lo que es, o supuestamente es,(43) se convierte sin más en delito y, por lo mismo, en inevitable condena. Tanto más: en una condena que llega de improviso. Y quede claro: sin que se haya efectuado hecho delictivo alguno.

     Es en este sentido que los psiquiatras participantes en el mencionado coloquio “se explican” --siempre remitiéndolo a una ley pre-existente que la Revolución supo perfeccionar, léase acomodar a su propia “legalidad”-- las “detenciones de grandes grupos en las principales ciudades y su internamiento en granjas o zonas de trabajo agrícola, así como su sometimiento, en una oportunidad, a un sistema de trabajo productivo y, en otras, a tratamiento científico”.(44) Curiosa justificación, sin duda, de frente a acontecimientos que supuestamente habían cesado dos antes con el desmontaje de las UMAP. Por un lado, la estrategia de remitir a la genealogía misma del dispositivo penal (pre-revolucionario) como fuente de derecho; y, por otro, ya asegurado este aspecto, el reconocimiento de la Revolución como maquinaria de perfeccionamiento legal, comprometida con el presente y el futuro, y a prueba de toda crítica.   

     Ante una operación de tales magnitudes, ¿cómo se efectuaban las distribuciones? ¿Quiénes parecían “más enfermos” como para que se les tratara psiquiátricamente?, ¿y cuáles menos como para que se les sometiera exclusivamente al trabajo “rehabilitador”?. Por supuesto, ante semejante estado de excepcionalidad jurídica, como el que sustenta a los campos de concentración (a estos o cualquiera otro), ninguna de estas preguntan resultan pertinentes.(45) Pero sí a efectos del simulacro y de la hipocresía científicas. En primer lugar, cualquier terapia era válida, como se deduce del que los psiquiatras no sólo se apoyaran, alrededor de su participación concreta en estos hechos, en la reflexología, sino también en el denostado psicoanálisis. En segundo término, y para el caso específico de ciertas granjas de homosexuales (exclusivamente de ellos) establecidas con arreglo a una finalidad terapéutica (no penal, según se afirma, pero en las que también se trabaja en labores agrícolas con carácter obligatorio), el horror se muestra en el hecho de que “el infractor”, a quien supuestamente le estaba permitido “rechazar el tratamiento”, solo podía abandonar la granja cuando a juicio de los psiquiatras se decidiera “que estaba listo para dejarla”.(46) En fin, la posibilidad de una postergación infinita, en dependencia de lo que apreciara el Poder Psiquiátrico en tanto depositario del Poder Revolucionario. Claro está, para escapar al infierno no pocos homosexuales aceptaron el reto de ser tratados y, como recuerda Heberto Padilla en la entrevista que concede para el documental Conducta Impropia, éstos no podían sino hacer el juego, simular que se habían curado de una vez y por todas, y parodiar de este modo tan falaz instrumentación.  

     No todo fue, sin embargo, esa variamente mayor del secuestro en medio de la noche, o en playas y descampados. También existieron, según afirman los ponentes, las consultas hospitalarias y los tratamientos ambulatorios dictados por los tribunales. En estos casos, si el estudio psiquiátrico llegaba a la conclusión de que el “infractor podía continuar con sus actividades homosexuales, especialmente la seducción de jóvenes”, se les “permitía escoger” entre el internamiento en una colonia agrícola “para enfermos” o recibir tratamiento en los dispensarios y consultas externas hasta que se estuviese “razonablemente seguro” de que se abstendría de “insinuarse con menores”.(47) Como puede apreciarse, había magnanimidad.

 

V

 

     Pero hay otro frente que no se puede dejar de señalar: la opinión de los ideólogos en esta materia. Veamos el punto de vista de Gaspar J. García Galló, uno de los exponentes más duros de la concepción marxista del “diversionismo ideológico”,Unión de Jóvenes Comunistas en una conferencia pronunciada en 1963 bajo el título Nuestra Moral Socialista.(48) Parte Galló de la idea de equiparar capitalismo a corrupción moral y homosexualidad a una de sus manifestaciones más claras, señalando el carácter “amorfo e inverso” de la alta burguesía cubana. Deja claro que la homosexualidad es un remanente de la antigua sociedad, un “hongo en la podredumbre”, afirma, inevitablemente heredado de la misma, pero condenado a desaparecer según las “medidas sociales vayan cegando la fuente de estas desviaciones”. Hasta aquí se trata, no más, que del socorrido cliché marxista. Pero lo que realmente molesta al intelectual comunista es que se les siga llamando “enfermos” en plena sociedad socialista, y que todavía cuenten a su favor con semejante subterfugio. Y esto no porque no acepte la condición biológica de unos pocos casos, en definitiva curables por medio de terapias hormonales; ni porque no influyan en su génesis factores ambientales como un “entorno femenino” o la “promiscuidad”; sino porque tales “desviaciones de la infancia” solo se agravan y consolidan allí donde la sociedad es dominada por una “clase decadente” y, por lo tanto, porque únicamente aquella es su razón de ser. Que la nueva sociedad tenga que heredar tal legado (“no se puede de la noche a la mañana hacer normales a los viciosos”) es comoquiera una cuestión de tiempo. Pero que en su seno se emplee el calificativo de enfermos y queden aún numerosos homosexuales “en ciertos sectores y en determinadas capas”, principalmente en los medios públicos y artísticos, es a su juicio una cuestión injustificada y más peligrosa. Como también, afirma, la opinión misma de algunos de “estos desviados” que esgrimen la “llamada amplitud de criterio” y justifican así sus “prácticas torcidas”. Evidentemente, se trata de un ataque contra la influencia y el poder  de algunas figuras públicas lo suficientemente significativas como para afectar “el honor nacional”.

     A la falsa “enfermedad” de estos sectores, García Galló opone el hecho de que “son muy raros los casos entre campesinos y trabajadores”. Como ocurrió no sólo a la hora de defenestrar a los homosexuales de las instituciones artísticas y universitarias, sino a toda la intelectualidad crítica (o medianamente crítica) del país, la retórica ad usum vuelve a ser la de remitir toda desviación moral y política al pasado, y legitimar las acciones represivas del presente invocando la sanidad y la pureza del pueblo (por ejemplo, Palabras a los intelectuales). Y es que, en su estilo más decantado, el discurso revolucionario no deja espacio para subterfugios. La enfermedad, se la considere o no bajo cualquiera de sus variantes, a estas alturas sólo puede ser un agravante político, un atentado contra la moral socialista. De ahí la tardanza y la hipocresía de la gestión psiquiátrica. De hecho, en la citada Mesa Redonda se reconoce, entre líneas, el fracaso “para lograr algunas modificaciones en sus hábitos externos”, no así “en el aspecto colectivo o social” en el que se logró que “la manifestación pública de esta conducta disminuyera considerablemente”.  

     Pero si García Galló asume su papel de ideólogo, sin más, otros funcionarios del régimen retoman el asunto por su lado científico, aceptando --supuestamente-- “su complejidad”. Es el caso de Abel Prieto Morales, quien en 1969 publica en la sección Panorama de la Ciencia de la revista Bohemia, un artículo titulado “Homosexualismo”.(49) No se trata aquí de negar la enfermedad, sino aquellas teorías genéticas y endocrinológicas que, a juicio del autor, la “desculpabilizan”, al favorecer que se le aprecie como una afección inevitable y ajena a la vez a resortes morales. En cambio, y a tono con la opinión de un grupo de expertos del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), Prieto se centra en sostener un origen exclusivamente psicosocial de la homosexualidad. Para ello, no escatima apelar a algunos postulados psicoanalíticos, citando incluso a autores occidentales, pero arrimándolos festinadamente al terreno del “aprendizaje”. Se trataría así de un fallo temprano en la asimilación “del papel social masculino o femenino de cada individuo”, lo que a su vez se ve modelado por “circunstancias externas” como el “medio familiar” y el “ámbito social”. En este sentido, si la identificación precoz normal fracasa, o bien por desvalorización del ideal paterno o por dependencia excesiva hacia la madre, es porque existe de hecho una “constelación familiar enfermiza”, un medio en el que, al fin y al cabo --y no hay ambages al decirlo-- “ambos padres son culpables”. En cuanto al ámbito propiamente social, “el contagio creado por los adultos homosexuales” y el influjo negativo de la ciudad con sus “salones” y “espectáculos”, serían los factores etiológicos.

     En fin, y como expresa el informe del MINSAP citado por Prieto: “La conducta del homosexual verdadero presenta algunos puntos de semejanza con la adicción a las drogas, como es el hecho de una actividad compulsiva que incluye la tendencia a formar grupos de seguidores y propagadores con seducción de nuevos participantes”. De ahí que la profilaxis sugerida por el autor se reduzca a lo siguiente: 1ro) Que el padre se comporte como tal y la madre tenga dentro del hogar el lugar que le corresponde y 2do) Que no sólo se les reconozca a los homosexuales en tanto focos de contagio, sino que se evite por todos los medios su propagación. Obviamente, en esto consistía la complejidad del asunto.

Castro en su Babel psiquiátrica     Pero si hubo un ideólogo mayor, un responsable de la política social de la Revolución y de sus terribles consecuencias, ese fue Fidel Castro. Dejando ahora de lado las implicaciones de la dirigencia en las primeras redadas de homosexuales y prostitutas, y las socorridas alusiones a la oposición y a ciertos sectores de la juventud como “blandos” y “decadentes”, la primera mención explícita a la homosexualidad como fenómeno nocivo para el socialismo, la primera de gran alcance público, tuvo lugar el 13 de marzo de 1963 al conmemorarse el VI Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial. En su discurso de clausura Fidel Castro expresó(50):

   “Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente. 

   “Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS) (….) Estoy seguro de que independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el “pitusa”.”

     Como no podía se de otro modo, Castro alude a la medicina y a teorías psiquiátricas, pero para ponerse por encima de ellas. Si la enfermedad en cuestión no existe en los campos, no formando parte por lo mismo de la “naturaleza social” de la Revolución, entones poco sentido tiene su carácter médico-psiquiátrico, aún cuando éste se base en una ficción normativa. Para que sea verdaderamente efectiva, ahora toda norma deberá erigirse más allá de la red clásica que la venía sustentando. Soldados, campesinos y estudiantes revolucionarios la constituyen en si mismos; ellos, a modo de cordón sanitario, la encarnan;  son a la vez lo sano y lo correcto en términos políticos, mientras devienen el brazo ejecutivo de la nueva política social, siguiendo los dictámenes del Máximo Líder y de otros dirigentes.

     En este sentido, hay que destacar el enorme parecido --no una tergiversación, como se ha dicho, sino una amplificaciónsemanario Mella de sus palabras(51) -- entre el lenguaje empleado por Fidel Castro en este discurso de marzo 1963 y el de los diferentes editorial y artículos que, a partir del mismo año, comienzan a aparecer las revistas Mella y Alma Mater,(52) en lo que constituyó todo una escalada represiva que acompañaría no sólo a los procesos de “depuración” en la Semanario Mella, sobre los homosexualesUniversidad y en otros niveles de la enseñanza, sino también a la creación de las UMAP. Además del uso de los mismos y semejantes diminutivos sarcásticos para referirse a la condición homosexual, tienen en común dichas intervenciones el recurso a la animalización del Otro (“lacras”, “gusanos”, “piltrafas”) y rezuman, en consecuencia, idéntico odio hacia quienes expresaban diferencias de credos, de hábitos, de posturas, etc. Acaso en el entonces frecuente término de “enfermitos”, subyace mejor que en ninguno otro la lógica discursiva de la época: aquella que, por el centro, reduce al homosexual y lo convierte en un menor, alguien no apto para defenderse ante la Ley; y que va, por los extremos, desde la pretendida negación de la enfermedad (García Galló) hasta el pretendido abordaje científico (Prieto Morales).

     Y es que al devenir “enfermitos”, varios miles de jóvenes cubanos (homosexuales o no) quedaban expuestos a la más cruda intemperie e identificación policial por parte del resto de la sociedad. En principio, ningún recurso legal ni médico-psiquiátrico los ampara, pues, como se dice en los artículos publicados en la revista Mella: “Las enfermedades están siendo extirpadas, y ésta no es una excepción”. Hay, por lo tanto, que “desenmascararlos, ridiculizarlos ante todo el pueblo y si es preciso, como ya se viene haciendo, aplicarles toda la fuerza y el poder del estado obrero-campesino”. Tienen sí, un único asidero que los salve de convertirse en “elementos deleznables”: integrar “las filas del ejército del trabajo, y educarse allí en una actitud distinta, más acorde con la forma de pensar de nuestra juventud.”(53)

 

VI

 

     Para finalizar, la Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátrica merece algunas observaciones, no al margen sino para ampliar un tanto las que ya se han hecho. Pocos documentos de la época muestran mejor que éste cómo se impuso una jerga ideológica y un pensamiento por categorías (“enemigos del pueblo”, “burgueses degenerados”, etc.) que suplantó cualquier noción ética de la diversidad humana, al extender sobre la sociedad nociones abstractas de terribles consecuencias.Mella, caricatura homofóbica Estas categorías también se orientan hacia el interior de la Asamblea (“cuestión de principios”, “intereses irreconciliables”, “filosofía de la Revolución”, etc.), a modo de diques que no pueden transgredirse y que frenan de hecho toda crítica, incluso las más gratuitas o no intencionadas, llevándolas al plano del sin-sentido o recluyéndolas en una gramática elemental cuyas claves deben manejar todos los ponentes con idéntica precisión. El distanciamiento, pues, con la realidad, produce un efecto teatral (de teatro bufo) que es lo mejor del documento si no fuera por sus derivas. A ello se suman las cómicas y no menos siniestras peticiones de crear “pueblos mixtos” de obreros y enfermos crónicos, “hospitales de noche” para no interferir en la cadena productiva, y campamentos para la reeducación de prostitutas, convirtiéndolas en costureras y aliadas en la lucha contra el proxenetismo.(54)

     Aunque abundan las intervenciones de carácter “técnico”, el propósito de la Conferencia era sobre todo de orden práctico: regular las intervenciones psiquiátricas yMella, caricatura homofóbica de salud mental, pero estableciendo --sobre todo-- una jerarquía entre los diferentes ámbitos. Hay en la Conferencia tres voces fundamentales: Diego González Martín, como intérprete de los lineamientos marxista-leninistas; el Comandante Ordaz, representante del “humanismo revolucionario” y vínculo directo con el Gobierno; y, el Dr. Oliva, exponente de las labores del Ministerio del Interior. Son justamente las intervenciones de Oliva y sus propuestas, las que ocupan, por decir así, el lugar cimero y articulador de la Conferencia. Se trata de un organismo “intocable” cuyas acciones no sólo se Mella, caricatura homofóbicallevan los mayores elogios por una buena parte de los psiquiatras --algunos encargados de velar por el no disentimiento en relación al MININT--, sino que gozan además de determinadas patentes: la pureza de principios, el recurso a la práctica y la experimentación como criterio de verdad (es con “fina intuición revolucionaria” que resuelven el problema de la delincuencia, mientras deslindan entre enfermos y “lacras sociales”), e incluso el derecho al secreto sobre los resultados de su trabajo, así como a elegir exclusivamente a psiquiatras de “probados principios” para que les asesoren en el futuro.(55)

     Claro que esta superioridad de la práctica se envuelve en un discurso legal, que genera por cierto algunas fricciones (y sobre todo, confusiones) a lo largo de la Asamblea, todas saldadas sin embargo con arreglo a una legalidad socialista “todavía joven”, a la que asiste el recurso a la improvisación. Mientras los psiquiatras, necesariamente, se mantienen apegados a sus dispositivos --en definitiva las relaciones con el derecho penal son inherentes a la psiquiatría-, una maquinaria de más vasto calado les pasa por encima. Tienen ahora, por fin, todo el apoyo del Estado.

 

Notas:

(1) “Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. IV, no 2, abril-junio, pp. 177-400, 1963. (ver ANEXO). 

(2) En las conclusiones de esta Primera Conferencia Psiquiátrica (también conocida como Asamblea Nacional Psiquiátrica, enero de 1962) se expresa la necesidad de “vincular los instrumentos de la disciplina con los empeños de la construcción del socialismo, el incremento de la producción y la defensa de la patria”, aprovechando “los vehículos mismos de la Revolución para desarrollar la prevención y el tratamiento de las enfermedades mentales”. Una de las ponencias presentadas se tituló “La protección social al enfermo mental” y fue pronunciada por Abdo Canasí, quien realiza un llamado a crear un cuerpo de auxiliares psiquiátricos extensible a todo el país e inspirado en el modelo soviético. Con posterioridad a esta Conferencia, se publica en la Gaceta Oficial (marzo de 1962) un decreto según el cual el Ministerio del Interior podía declarar el estado de peligrosidad de un sujeto sin intervención médica, bastando al efecto con el “asesoramiento de miembros de la CTC, del Sindicato o el CDR”. Se comienza a emplear el término pre-delincuencia, aplicado para señalar una supuesta "proclividad al delito" que incluía figuras como la vagancia, la homosexualidad, el escándalo público y otras alegadas “conductas impropias”. La institución del “estado peligroso” y de los “indices de peligrosidad” ya se recogían en el Decreto Ley 802 del 8 de octubre de 1938. El artículo 48 Código de Defensa Social definía al estado peligroso como "predisposición morbosa congénita o adquirida mediante el hábito que, destruyendo y enervando los motivos de inhibición, favorezca la inclinación a delinquir de un sujeto." (ver referencias en “Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas”).

(3) Código de defensa social. Ley de ejecución de sanciones y medidas de seguridad privativas de libertad y reglamento para su aplicación. La Habana, Jesús Montero, 1946.

(4) de la Cruz Ochoa, Ramón: “El delito, la criminología y el derecho penal en Cuba después de 1959”, Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, no 2, 2000. (Otra ley en la misma dirección es la número 1155 de 1 de abril de 1964, la cual afirma: “Es necesario como medio de fortalecer la lucha contra elementos antisociales, que aún existen como rezagos de la sociedad capitalista, facultar al Consejo Superior de Defensa Social para decomisar bienes muebles propiedad de personas que sean declaradas en estado peligroso”).

(5) Dumont, René: Cuba: intento de crítica constructiva, 1965, Barcelona, Nova Terra, p. 159-160. 

(6) Proyecciones Oficiales de la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría sobre la Organización Psiquiátrica y la Higiene Mental en Cuba, Junta Directiva de la Sociedad, La Habana, mayo de 1959. (Este folleto, al parecer redactado en marzo de 1959, lo firman, entre otros, Jiménez Malgrat, Sagredo Acebal, Fernández de Castro, Argaín Ros, Uriarte Simonetti y Galigarcía Hernández. El “Proyecto de Asistencia Psiquiátrica Nacional” (así se titula la Parte II), solicitaba un presupuesto de 20 millones de pesos a efectuarse en ocho a diez años. Sus proposiciones eran: (1) Creación de un Consejo Nacional de Psiquiatría y Salud Mental que se encargara de la organización y supervisión del resto de las propuestas. (2) Eliminación de la orden judicial como vía de ingreso (aunque manteniendo un breve reporte a las autoridades competentes). (3) Creación de hospitales psiquiátricos provinciales (en Santiago y Santa Clara inicialmente). (4) Demolición y transformación de Mazorra en una colonia o asilo modelo destinado a pacientes crónicos. (5) Construcción de dispensarios municipales (hasta llegar a uno por cada 50 000 habitantes).  (6) Formación de un Servicio Social Psiquiátrico en la Escuela de Servicio Social. (7) Construcción de colonias-hogares para retrasados mentales. (8) Construcción de un Manicomio Judicial, así como de Preventorio de menores, de acuerdo con el Código de Defensa Social. (9) Creación de reformatorios para el tratamiento de la delincuencia juvenil, además de una Clínica de Conducta para adolescentes con “verdaderos” reglamentos y acoplada a los Tribunales de Menores. (10) Establecimiento de un Centro de Orientación Profesional (para selección de profesionales). (10) Establecimiento de un organismo docente encargado de la formación de  psiquiatras psicólogos, enfermeros y trabajadores sociales. Y (11) Promoción de un programa de Higiene Mental enfocado hacia las principales problemáticas de riesgo).

(7) El 7 abril de 1959 se aprueba la ley no. 211 que disponía (a partir de esa fecha) aumentar en 800 el número de camas del Hospital de Mazorra, aprobándose al efecto un crédito de 17 526.50 pesos. Leyes del Gobierno Provisional de la Revolución, 1959, La Habana, Editorial Lex, pp. 16-17; y Gaceta Oficial, no. 61, abril 8 de 1959.

(8) “Plan de Asistencia Psiquiátrica Nacional”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. 1, no. 2 (Suplemento), julio-septiembre de 1959, La Habana.  (Este informe fue escrito a petición de Eduardo Bernabé Ordaz por el psiquiatra Julio Reymondez entre marzo y abril de 1959. En general se trataba de una reelaboración de planes y textos anteriores de su autor, al frente de la Liga de Higiene Mental desde 1948. El proyecto recibió “una honorable acogida” por parte de Fidel Castro, Manuel Urrutia y del entonces Ministro de Salubridad Julio Martínez Páez. El Plan incluía: (1) La construcción de dos instituciones “semejantes, aunque más pequeñas” en Santa Clara y Santiago de Cuba, lo que permitiría la existencia de una cama por cada mil habitantes, de acuerdo a lo estipulado por la OMS. (2) Construir una clínica de agudos con capacidad para 500 pacientes en la propia Mazorra (ya en construcción), y otras dos con capacidad para 100, en Santiago de Cuba y Santa Clara. (3) Aumentar el número de consultas externas y de equipos de psicoterapia de grupo. (4) Establecer una “red de dispensarios que se extendería por todo el país con su doble tarea terapéutica y práctica”, vinculados a las comunidades y a las escuelas, para llevar a cabo la obra educativa de la salud mental (y se cita a propósito trabajos anteriores de Reymondez, Potts y Fernández de Castro).  (5) Construir dos clínicas para niños psicóticos de 100 camas cada una, en Matanzas y Camagüey. (6) Construir escuelas anexas a las normales para oligofrénicos en cada provincia, de lo que debería ocuparse el Ministerio de Educación (se estima que el 10% de la población infantil necesitaría ir a ellas). Y (7) Crear un Centro de Investigaciones del Cerebro. Este Plan, como el anterior de la Sociedad de Psiquiatría, se nutría de elaboraciones y propuestas que circularon en años anteriores a la Revolución. A partir de ellos se articula la nueva política del Estado en torno a la salud mental, pero sufriendo variaciones sustanciales en cuanto a sus vínculos con el Estado, al centralizar éste toda la gestión sanitaria, lo que dio al traste con el carácter liberal de ambas propuestas.

(9) Reymondez, Julio: “La Liga de Higiene Mental en Cuba”, Archivos de Neurología y Psiquiatría, vol. 8, no 3, 1958, p. 13 (Fundada en 1929, la Liga de Higiene Mental sólo reinició y mantuvo sus labores a partir de 1948. En 1951 Reymondez presentó su Proyecto de Programa).

(10) Proyecciones oficiales…, p. 10.

(11) “El Hospital de Dementes de Mazorra: una vergüenza nacional”; Fabre y Carbonell (fotorreportaje), Bohemia, 1 de febrero de 1959. (Al igual que en 1898 tras el derrumbe del régimen colonial, se toma al asilo de locos como metáfora por excelencia de la descomposición y corrupción del Antiguo Régimen. Se trata del viejo discurso de la frustración cubana, ahora con particular énfasis en la oposición desvergüenza/adecentamiento, dueto que venía cobrando fuerzas desde la década del cuarenta. El Hospital Psiquiátrico de La Habana es convertido en modelo de la nueva política sanitaria. Pero lo curioso es que su conversión en Comunidad Terapéutica y Centro de Rehabilitación Social, así como las transformaciones higiénicas, etc., responderían sobre todo a presupuestos éticos que no se apartan de los del reformismo burgués. Su referencia no es otra que la “reforma pineleana”, con la figura de filántropo encarnando en la persona del Comandante Ordaz, eje de una gestión que liga en lo adelante la institución al Estado y las mejoras realmente conseguidas durante décadas (hasta 1990), a los ideales del turismo revolucionario. Al igual que ocurre en 1898 cuando un grupo de combatientes del Ejército Libertador, encabezado por Lucas Álvarez Cerice, se ocupa de la dirección y reforma del asilo; ahora varios miembros del Movimiento 26 de Julio estarán al frente de las principales gestiones sanitarias del país. Otro ejemplo de ello es la creación en 1959 del Departamento de Investigaciones Psicológicas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, dirigido por Ernesto Che Guevara hasta 1961 y en el que participa el comandante y psiquiatra Humberto Castelló.

(12) ver Archivos de Neurología y Psiquiatría, vol. 10, no. 2, abril-junio de 1960, pp. 62-68.  (Para Argaín Ros la enfermedad no está en el pueblo, sino agazapada “entre el pueblo” como “enemigo de clase”. Propone: (1) Crear una Junta o Comisión Nacional de Psiquiatría e Higiene Mental. (2) Reformar la legislación vigente sobre enfermedades mentales. (3) Promover la rehabilitación física y moral del enfermo. (4) Crear nuevos hospitales psiquiátricos (uno por provincia). (5) Crear dispensarios y un sistema de atención por distritos (6) Reestructurar Mazorra (convirtiéndola en una colonia-asilo de crónicos) (7) Construir nuevos reformatorios para menores delincuentes (8) Desarrollar centros de asistencia a oligofrénicos (9) Desarrollar la psicología del trabajo y del control empresarial. Y (10) Llevar la asistencia a las zonas rurales para erradicar el curanderismo, el espiritismo y la brujería, etc. Para ahondar en lo que se concibió como “línea de masas”, ver “Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas…”, pp. 187-89).

(13) Fue intervenida el 2 de febrero de 1966 tras una campaña de descalificación que comenzó un año antes en el periódico Adelante de Camagüey. De modo que la propuesta de Argaín Ros de erradicar el espiritismo y la brujería, se materializa con la ilegalización de estos centros. Se trató, por otra parte, de una tarea orientada por el Ministerio de Salud que corrió pareja con la construcción, entre otros, del Hospital Provincial Psiquiátrico "Comandante René Vallejo", para lo cual se contó con el trabajo de los pacientes de Mazorra. 

A la vez, el espiritismo es convertido en objeto de estudio, un ejemplo de lo cual encontramos en el artículo “Aspectos culturales y psiquiátricos de una secta de espiritistas de cordón”, de Luís Calzadilla. Se trata de un análisis clínico y psicológico de diez pacientes que profesaban estas creencias, y que concluye que la mayoría de ellos tenían alteraciones psíquicas o trastornos de personalidad, sugiriéndose la realización de estudios de neurofisiología y antropología para conocer mejor el funcionamiento de la secta y llegar a “conclusiones definitivas” (Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1971, vol. IV, no 2, pp. 21-35). 

De manera oficial, el espiritismo fue declarado ilegal en 1963. Curiosamente, el nuevo impulso dado a la psiquiatría transcultural durante los años sesenta y comienzos de los setenta coincide con la prohibición de prácticas médicas de procedencia espiritista, santera o congo-espiritista. El mayor artífice de la psiquiatría transcultural cubana, José Ángel Bustamante, aparece por ejemplo en Acerca de un personaje que unos llaman San Lázaro y otros Babalú Ayé, documental de Octavio Cortázar y Luis Rogelio Nogueras, pronosticando el fin del culto de San Lázaro por formar parte de una “superestructura ideológica” que, como reza el adagio marxista, terminaría por desaparecer una vez consolidado el “nuevo modo de producción”.

(14) Los cambios más significativos son los que se producen en la Junta de Gobierno de la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría entre 1960 y 1963. Implican el ascenso de figuras como José Galigarcía Hernández, José A. Argaín Ros, Leopoldo Araujo y Armando de Córdova. Por su parte, dentro de la Escuela de Psicología se destaca, sobre todo, el ascenso de Diego González Martín, designado además en 1961 Coordinador Nacional de Psiquiatría y Responsable de la Comisión Psiquiátrica Nacional del Ministerio de Salud Pública. González Martín jugó un papel destacado tanto en la Conferencia Nacional de Psiquiatría (1962) como en la Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas (1963).

(15) Ver: Dr. Francisco Lancís y Suárez: Estudios históricos y médico legales, Gregorio Delgado, Cuadernos de Historia de la Salud Pública, no. 76, 1991; y Desarrollo histórico de la cátedra Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales de la Universidad de la Habana (1906-1961), Gregorio Delgado, Cuadernos de Historia de la Salud Pública, no. 84, La Habana, 1998.

(16) Smirnov A. A; Leontiev A. N; Rubinstein, S. L; y Tieplov B. M: Psicología, La Habana, Imprenta Nacional de Cuba, 1961 (traducción: Florencia Villa Landa).

(17) ver referencia en “Editorial”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. IV, no 3, julio-septiembre, 1963. (Esta decisión fue tomada 1961).

(18) El Seminario, como también se le llamó al Curso de perfeccionamiento, no comenzó hasta mayo de 1963. Durante años la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana recogerá en sus páginas dichas conferencias. En 1965 se publica en forma de libro Bases teóricas de los problemas centrales de la psiquiatría, I. T. Victorov, Ministerio de Salud Pública, La Habana; y al año siguiente Bases teóricas de los problemas centrales de la psiquiatría infantil, D. W. Isaiev, La Habana, Editorial Revista del Hospital Psiquiátrico de la Habana.

(19) El último número de Archivos de Neurología y Psiquiatría es el correspondiente a enero-marzo de 1961. Terminaba así una empresa que se inició en 1946 y que llegó a publicar 11 volúmenes.

(20) Tras casi un año sin publicarse, la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana reaparece en enero de 1962 (vol. III, no 1). El “Editorial” en cuestión expresaba que, “siendo uno de los adelantos más notables en los últimos años el tratamiento de las enfermedades mentales por medios químicos, y esto no es de extrañar pues sólo puede haber enfermedades en lo corporal, en lo físico-químico”, se decidía la publicación de un dossier sobre los nuevos fármacos (p. 1). Esta insistencia de tipo doctrinal, no meramente técnica, muestra muy bien el determinismo de corte materialista que comenzaba a abrirse paso.

(21) Ver referencias en Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas (ANEXO).

(22) Aunque algunos cambios en la estructura de la docencia psiquiátrica se dictan ya entre abril y mayo de 1959, a fin de separar las especialidades de psiquiatría y neurología, y de introducir un curso de Psicología Médica en el segundo año de la carrera, un semestre de Psiquiatría en el cuarto y un internado rotatorio de varios meses en último; lo cierto es que los mismos no se hicieron en principio con arreglo a las tesis de la psicología soviética. Estos sólo se imponen de modo progresivo a partir de 1961. (Ver “Editorial”, Archivos de Neurología y Psiquiatría, abril-junio de 1959, vol. 9, no 2, p. 55). Por su parte, la reforma docente presentada Galigarcía en enero de 1960, en el Segundo Congreso Nacional de Psiquiatría, proponía “la formación integral, filosófica y humanista de lo nuevos agentes de salud mental,  como lo contempla la Revolución”.

(23) “Editorial”, Eduardo Bernabé Ordaz, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1964, vol. IV., no 3, p. 460.  

(24) El Grupo de Estudios Psicoanalíticos se estableció en 1955 bajo reconocimiento de A. P. I (Ginebra). En diciembre del mismo año se constituyó en Sociedad Psicoanalítica de Cuba, presidida por José Ángel Bustamante O’Leary. Tal vez la primera crítica oficial al psicoanálisis fue la que tuvo lugar en una mesa redonda celebrada en el Hospital Psiquiátrico de La Habana el 29 de abril de 1962, y que coordinara Eduardo Gutiérrez Agramonte (ver, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1962, vol. III, no 3). 

(25) Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1964, vol. V, no 1, p. 53-66. 

(26) ver por ejemplo “La falta de la figura paterna y la transformación del rol femenino”. F. Escardó, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. VIII, pp. 313-320, 1967; y, “El afeminamiento en el niño”, Psicología y Educación, octubre-diciembre, 1965. 

(27) Marchan al exilio los neuropsiquiatras Rubén Darío Rumbaut (1960), Jorge Picaza Benítez (1961), Esteban Valdés Castillo (1961), Frisso Potts (¿1961?), Oscar Sagredo Acebal (1962), Ofelia Esquivel Rodón (1964), José N. Gurri Garrido (1964), Julio Reymondez (1966), Julio Feijoo (1966), René de la Huerta (1969), Bautista Pérez Sanz (¿1969?), Héctor Wiltz Lancís (1970), entre otros. También los psicólogos José Ignacio Lasaga (1961) y Juan A. Portuondo (1971).

(28) Programa de especialización en Psiquiatría, MINSAP, La Habana, 1986.

(29) González Martín, Diego: “Algunas consideraciones críticas sobre la teoría freudiana”, Cuba Socialista, Mayo, 1965. 

(30) González Martín, Diego: "Sí, la Obra de Freud es una Superchería Reaccionaria", La última hora, año 3, no 15, enero de 1953. (La polémica entre González Martín y el psiquiatra de formación psicoanalítica Roberto Sorhegui se extiende a otros textos de ambos autores, y tuvo lugar justo cuando comenzaba a formarse un importante núcleo de orientación psicoanalítica en el seno de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología. En esta época, en los Partidos Comunistas de todo el mundo, había una posición contraria al psicoanálisis, que incluía presionar directamente a aquellos miembros del partido que tuvieran formación psicoanalítica. En Cuba el Partido Socialista Popular (PSP) sufragó la revista Medicina Reflexológica, coordinada entre otros por González Martín, publicación de muy breve existencia cuya aparición coincide con este clima de enfrentamientos).

(31) González Martín, “Algunas consideraciones críticas….”.   

(32) Ver, por ejemplo, Cinco ensayos sobre la vida sexual, de José Chelala Aguilera, La Habana, 1959. Este ginecólogo y periodista médico de la revista Bohemia tenía entre sus principales preocupaciones “el auge de la homosexualidad” no sólo en los centros de reclusión sino también en la población general. Propuso en varias ocasiones el control de artistas homosexuales y llegó a aceptar el empleo de la psicocirugía (lobectomía) como tratamiento de la homosexualidad. Aunque Chelala basó su gestión eugenésica en medidas fundamentalmente sociales, estas eran igualmente radicales. A través de este autor conocemos que no pocos homosexuales fueron tratados en Cuba “sin éxito” mediante esterilización quirúrgica, implantación de testículos, uso de hormonas, electroshock y rayos X. Chelala apunta en este libro que todo niño debe ser estudiado, vigilado y orientado psicosexualmente en cada etapa de su vida por padres, maestros y médicos.

(33) Código de defensa social: ley de ejecución de sanciones y medidas de seguridad privativas de libertad y reglamento para su ejecución, La Habana, Jesús Montero, 1946. Reformado en 1951 por José A. Martínez, el código penal no consideraba la homosexualidad un delito, pero sí un estado de peligrosidad con sus correspondientes medidas de seguridad. Del jurista José Agustín Martínez puede consultarse: El homosexualismo y su tratamiento. Asociación Nacional de Funcionarios del Poder Judicial (Cuba), México, Ediciones Botas, 1947).

(34) Reymondez, Julio: “Higiene Mental”, Revista del Hospital Psiquiátrico, vol. I, abril-junio, 1959, pp. 3-11; y Viamonte Abreu, Jorge:  “Contribución al estudio de la homosexualidad”, Archivos de Neurología y Psiquiatría, vol. 10, no. 2, abril-junio de 1960, p. 7.

(35) El 11 de enero de 1959, un psiquiatra, Leopoldo Araujo Bernal, toma posesión del Centro de Orientación Infantil, organismo rector de la atención social y judicial de los menores de edad Cuba. Muy pronto, Araujo es presentado como Jefe del Departamento de Orientación y Rehabilitación de Menores del Ministerio de Bienestar Social, antesala de los Centros de Evaluación de Menores, entidad de enorme trascendencia en la criminalización de la infancia y la juventud durante las décadas de 1960 y 1970. 

(36) Gutiérrez Agramonte, Eduardo: “Una nueva modalidad del tratamiento de la homosexualidad, Revista Cubana de Medicina, vol. 1, no 1, enero de 1962, pp. 79-86.

(37) “Avances de la ciencia”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. VI, no 1, 1965, p. 61.

(38) Thomas, Hugh: Cuba: la lucha por la libertad 1858-1970, t-3, 1974, Barcelona, México DF., Ediciones Grijalbo, pp. 1828-1829.  

(39) Dueñas Becerra, Jesús: “El homosexualismo y sus implicaciones científicas y sociales”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. XI, no 1, enero-abril 1970, pp. 53-62.   

(40) Mesa Redonda sobre la Homosexualidad/Palabras al folleto: Eduardo B. Ordaz Ducungé. Moderador: Martín Castellanos Martínez. Ponentes: María Elena Solé, Magaly Casell, Noemí Pérez Valdés, Gerardo Nogueira Rivero, Bartolomé Arce Gutiérrez. La Habana, MINSAP, 1972, 51 p. (Suplemento especial de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana).

(41) De la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974 (Resumen de Special Supplement, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1972; traducción al castellano de Francisco Morán). 

(42) De la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974. 

(43) Foucault, Michel, “La evolución de la noción de “individuo peligroso” en la psiquiatría legal”, en La vida de los hombres infames, Las Ediciones de La Piqueta, Ediciones Endymion, Madrid, 1990, pp. 262 y 263.

(44) de la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974.

(45) Agamben, Giorgio: “El campo de concentración como nómos de lo moderno”, en Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre-Textos, 1998, pp. 211-229. 

(46) de la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974. 

(47) de la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974.

(48) García Galló, Gaspar Jorge: Nuestra moral socialista, Secretaria de Divulgación, Consejo Provincial, SNTEC, La Habana, 1963, ver en particular el acápite “Los perversos sexuales. Los `enfermos’ y `enfermas’, pp. 41-43. Ver del mismo autor la conferencia: El diversionismo ideológico, La Habana, Hospital Psiquiátrico de La Habana, MINSAP, 1979. 

(49) Prieto Morales, Abel: "Homosexualismo", Bohemia, no. 113, 1969, pp. 108-109 y 113.

(50) Fidel Castro Ruz, Discurso pronunciado en la clausura del acto para conmemorar el VI Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, celebrado en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13 de marzo de 1963, en El Mundo, no 20, 599, 14 de marzo de 1963, pp. 5-6. (De modo igualmente explícito, se extiende sobre el asunto en estos términos: “Por ahí anda un espécimen que debemos de combatir. Es ese joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni trabaja; entonces, andan de lumpen, en esquinas, en bares, van a algunos teatros, y se toman algunas libertades y realizan algunos libertinajes (…) Claro que no chocan contra la Revolución como sistema, pero chocan contra la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios (…) Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvisprelianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.”).

(51) Ernesto Juan Castellanos: El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos, www.criterios.es (Conferencia leída por su autor el 31 de octubre de 2008, en el Centro Teórico Cultural Criterios, La Habana).

(52) Entre los artículos en cuestión, citados por Ernesto Juan Castellanos, ver: “Unos `liberados’ atados a las peores lacras del pasado”, Mella, no 219, 11 de mayo de 1963, p. 3; “Editorial”, Alma Mater, no 22, 16 de diciembre de 1963, p. 2; “Los desviados se esconden tras la noche”, Mella, no 291, 28 de septiembre de 1964, p. 9; “Los vagos se disfrazan de enfermitos”, Mella, no 293, 5 de octubre de 1964, p. 9; “La gran batalla del estudiantado”, Mella, no 326, 31 de mayo de 1965, pp. 2-3; “Nuestra opinión”, Alma Mater, no 49, 5 de junio de 1965, p. 2; Enrique A. Jane: “El mundo de los diferentes”, Mella, no 340, 6 de septiembre de 1965, pp. 6-8.

(53) citado en El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos… pp. 7-17.

(54) Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas…, p. 193, 220 y 243.

(55) Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas…, p. 192, 193, 212, 248, 272, 295, 367, 382, 384 y 385.