 
    
Reescritura, invención y plagio: Enriqueta Faber y la escritura del travestismo
James J. Pancrazio, Illinois State University
 En los  últimos años, el caso de Enriqueta Faber, la famosa “médico mujer”, se ha  vuelto un tema de interés entre los académicos dedicados a la historia y la  literatura cubanas. Como es sabido, después de presenciar la muerte de su  marido en el campamento de batalla, Faber asume el disfraz masculino. Vestido de hombre, decide irse a París  donde estudia cirugía y medicina en la universidad.(1) Al  recibir su título, se alista en el ejército de Napoleón, participa en la  campaña fallida en Rusia y más tarde es prisionero de guerra en España. Al  terminar el conflicto, Faber parte hacia la isla francesa de Guadalupe, y de  ahí pasa a Cuba. En el verano de 1819 Faber contrae matrimonio en Baracoa con  una señorita llamada Juana de León Hernández. Efectivamente, se trata de un  matrimonio entre dos mujeres. En los meses que siguen Enrique Faber viaja a La  Habana, solicita residencia en Cuba y reconocimiento de sus títulos por parte  del Protomedicato. Se le otorga una carta de domicilio (27 de marzo de 1820),  Título de Cirujano Romancista (27 de abril de 1820) y Título de Fiscal de la  Facultad de Cirugía en Baracoa (25 de mayo de 1820).
     En los  últimos años, el caso de Enriqueta Faber, la famosa “médico mujer”, se ha  vuelto un tema de interés entre los académicos dedicados a la historia y la  literatura cubanas. Como es sabido, después de presenciar la muerte de su  marido en el campamento de batalla, Faber asume el disfraz masculino. Vestido de hombre, decide irse a París  donde estudia cirugía y medicina en la universidad.(1) Al  recibir su título, se alista en el ejército de Napoleón, participa en la  campaña fallida en Rusia y más tarde es prisionero de guerra en España. Al  terminar el conflicto, Faber parte hacia la isla francesa de Guadalupe, y de  ahí pasa a Cuba. En el verano de 1819 Faber contrae matrimonio en Baracoa con  una señorita llamada Juana de León Hernández. Efectivamente, se trata de un  matrimonio entre dos mujeres. En los meses que siguen Enrique Faber viaja a La  Habana, solicita residencia en Cuba y reconocimiento de sus títulos por parte  del Protomedicato. Se le otorga una carta de domicilio (27 de marzo de 1820),  Título de Cirujano Romancista (27 de abril de 1820) y Título de Fiscal de la  Facultad de Cirugía en Baracoa (25 de mayo de 1820). 
           Mucha de la  controversia sobre el caso gira alrededor de la relación entre Faber y Juana de  León. Algunos alegan que Faber la engañó, y otros la complicidad. A pesar de  las especulaciones, en enero de 1823 Juana de León denuncia a Faber alegando que  su marido no es hombre sino una mujer disfrazada de hombre. Los cargos eran  sumamente graves: falsificación de documentos, perjurio, instigación a la  violencia, práctica ilegal de medicina, violación, profanación del sacramento  del matrimonio católico e impostura. Como resultado, Faber es detenido por las  autoridades en el pueblo de San Anselmo de los Tiguabos y sometido a una  indagatoria y a un reconocimiento por parte de los facultativos, quienes jurídicamente  la declaran mujer. La acusada es procesada en la primera semana de febrero de 1823  y sentenciada en junio. Los jueces en el caso la condenan a diez años de  reclusión por sacrilegio y engaño, ordenan la recuperación de los títulos y la  carta de residencia, le confiscan los bienes y la obligan a pagar perjuicios a Juana  de León. En la apelación, le reducen la condena a cuatro años y, al cumplir la  sentencia, ordenan su destierro. Enriqueta Faber sólo sirve una fracción de su  sentencia porque después de varios escándalos, los oficiales recomiendan su  inmediato destierro a la Ciudad de Nueva Orleáns donde tenía parientes. A pesar  de que existen rumores de sus andanzas después de salir de Cuba, estas fuentes  no siempre son confiables. 
           Al salir de  Cuba, Faber entra en la literatura porque su caso es tema de numerosos libros,  crónicas y artículos. Aunque Enrique/Enriqueta sólo vivió cinco años en la isla,  su historia ha dejado un rastro profundo en la literatura cubana. Este episodio  ha dado origen a tres novelas: Enriqueta  Faber: Ensayo de novela histórica (1894), de Andrés Clemente Vázquez; Don Enriquito (1895)(2),  de Francisco Calcagno; y, Mujer en traje  de batalla (2001), de Antonio Benítez Rojo. El caso también ha sido el tema  de relatos, crónicas y entradas en diccionarios biográficos escritos por José  Joaquín Hernández (1846), Laureano Fernández de Cuevas (1860), Francisco Calcagno  (1878), Ernesto de las Cuevas (1919, 1924 y 1936), Emilio Roig de Leuchsenring  (1946), Gabriel Pelayo Yero [Martínez] (1956), María Julia de Lara (1964),  Emilio Bacardí (1972), Leví Marrero (1988), Inciano D. Toirac Escasena (1998) y  Oscar Montoto Mayor (2005). En Cuba, el tema volvió a cobrar interés en 1998  cuando Lídice López, del Instituto Superior de Arte, ganó un premio con un  cortometraje, y en 2005 cuando la compañía Rita Montaner produjo una obra  teatral de José Ramón Brene, titulada Escándalo  en la Trapa. Uno de los reencuentros más recientes con el tema es Por andar vestida de hombre (2012), publicado  por Julio César González Pagés. Este último es una reescritura de los folios  que se encuentran en el expediente en el Archivo Nacional de Cuba.(3)
 Enrique/Enriqueta sólo vivió cinco años en la isla,  su historia ha dejado un rastro profundo en la literatura cubana. Este episodio  ha dado origen a tres novelas: Enriqueta  Faber: Ensayo de novela histórica (1894), de Andrés Clemente Vázquez; Don Enriquito (1895)(2),  de Francisco Calcagno; y, Mujer en traje  de batalla (2001), de Antonio Benítez Rojo. El caso también ha sido el tema  de relatos, crónicas y entradas en diccionarios biográficos escritos por José  Joaquín Hernández (1846), Laureano Fernández de Cuevas (1860), Francisco Calcagno  (1878), Ernesto de las Cuevas (1919, 1924 y 1936), Emilio Roig de Leuchsenring  (1946), Gabriel Pelayo Yero [Martínez] (1956), María Julia de Lara (1964),  Emilio Bacardí (1972), Leví Marrero (1988), Inciano D. Toirac Escasena (1998) y  Oscar Montoto Mayor (2005). En Cuba, el tema volvió a cobrar interés en 1998  cuando Lídice López, del Instituto Superior de Arte, ganó un premio con un  cortometraje, y en 2005 cuando la compañía Rita Montaner produjo una obra  teatral de José Ramón Brene, titulada Escándalo  en la Trapa. Uno de los reencuentros más recientes con el tema es Por andar vestida de hombre (2012), publicado  por Julio César González Pagés. Este último es una reescritura de los folios  que se encuentran en el expediente en el Archivo Nacional de Cuba.(3) 
           Los autores que  tratan el tema del travestismo no sólo narran los infortunios del médico mujer sino  que también a veces participan en las mismas travesuras haciendo que la ficción  pase por historia. Los datos que incluyen, excluyen o fabrican no sólo sirven  para justificar o explicar las transgresiones de la travesti sino que en muchos  casos también revelan la formación ideológica de los autores. En varias  instancias, estos textos se presentan como si fueran fieles transcripciones del  testimonio original del proceso. Sin embargo, aún la recopilación más  transparente no puede prescindir de la materia ideológica que la da forma y  estructura. En gran medida, esto se debe, como señala Marjorie Garber, a la  tendencia de parte de los críticos de “ver a través” o “ver alrededor” del  travesti con el fin de redistribuir su poder y apropiárselo en nombre de alguna  causa  política o crítica (9). En este sentido, hacer una lectura comparativa de  la bibliografía sobre Enriqueta Faber es como caminar por una ciénaga. Cuando más   parece que pisamos la tierra firme de la  historia, caemos en las arenas movedizas de la ficción. Pocos citan las fuentes  originales de manera fidedigna y, por eso, es difícil discernir entre la verdad  y la invención, la reescritura y el plagio.
política o crítica (9). En este sentido, hacer una lectura comparativa de  la bibliografía sobre Enriqueta Faber es como caminar por una ciénaga. Cuando más   parece que pisamos la tierra firme de la  historia, caemos en las arenas movedizas de la ficción. Pocos citan las fuentes  originales de manera fidedigna y, por eso, es difícil discernir entre la verdad  y la invención, la reescritura y el plagio. 
           La mayoría  de los escritores están de acuerdo en lo básico: Faber se presentó en Cuba  vestido de hombre, se casó con Juana de León, obtuvo licencia para practicar  medicina, fue denunciado por su consorte, fue encarcelado y sometido a un  reconocimiento por los facultativos, y luego fue sentenciada a reclusión y  destierro. La controversia surge cuando se trata de los motivos de Faber y de cuánto  sabía Juana de León sobre el sexo biológico de su marido.(4) A raíz  de estas controversias, sobreviene una tendencia por parte de los escritores de  especular, inventar, reorganizar u omitir datos que podrían contradecir su  visión de Faber en la historia. Por ejemplo, Andrés Clemente Vázquez, Roig de  Leushcenring y Pelayo Yero ven a Faber como una protofeminista, obligada a  vestirse de hombre porque la sociedad no la dejaba trabajar como mujer.  Un escritor conservador como Francisco  Calcagno la compara con la “diabólica” Monja Alférez, una abominación (Diccionario 272).  
       Pese a las  distintas interpretaciones de Faber, los autores típicamente declaran la  veracidad de la suya. Francisco Calcagno, al final de Don Enriquito, escribe “Esto que escribimos no es una fábula, no es  cuento, no es invención; es una historia real y verdadera en el hecho principal  y en casi todos los detalles” (167). Andrés Clemente Vázquez, en una nota al  pie de página, afirma la base histórica de los hechos. Dice, “Enriqueta Fabes o  Faber, existió real y positivamente con esos mismos nombres. En Cuba figuró,  vestida con los trajes del sexo masculino, y ejerciendo la profesión de  médico-cirujano…” (34). Lo que se desprende de esta insistencia en la veracidad  histórica es que estos textos dependen de un alto nivel de intertextualidad. Calcagno  y Clemente Vázquez, por ejemplo, construyen su ficción a base del relato de  José Joaquín Hernández (1846) y el artículo que aparece en la revista legal  titulada La Administración (1860).(5) En  efecto, esta intertextualidad produce el efecto del monstruo de Frankenstein  porque es un cuerpo textual hecho a base de fragmentos de otros textos.
     Pese a las  distintas interpretaciones de Faber, los autores típicamente declaran la  veracidad de la suya. Francisco Calcagno, al final de Don Enriquito, escribe “Esto que escribimos no es una fábula, no es  cuento, no es invención; es una historia real y verdadera en el hecho principal  y en casi todos los detalles” (167). Andrés Clemente Vázquez, en una nota al  pie de página, afirma la base histórica de los hechos. Dice, “Enriqueta Fabes o  Faber, existió real y positivamente con esos mismos nombres. En Cuba figuró,  vestida con los trajes del sexo masculino, y ejerciendo la profesión de  médico-cirujano…” (34). Lo que se desprende de esta insistencia en la veracidad  histórica es que estos textos dependen de un alto nivel de intertextualidad. Calcagno  y Clemente Vázquez, por ejemplo, construyen su ficción a base del relato de  José Joaquín Hernández (1846) y el artículo que aparece en la revista legal  titulada La Administración (1860).(5) En  efecto, esta intertextualidad produce el efecto del monstruo de Frankenstein  porque es un cuerpo textual hecho a base de fragmentos de otros textos.   
           En cuanto a esta  intertextualidad en otros autores, algunos incorporan referencias a otros  textos de manera inconsciente. En su crónica, Emilio Bacardí incluye las  palabras que aparecen en la Diligencia de Reconocimiento que llevan a cabo los  facultativos cuando encontraron que Enrique Faber “se hallaba dotada de todas  las partes pudendas propias del sexo femenino” (219). Este fragmento injertado  en la crónica no hace referencia al texto original y tampoco presenta la frase  como una cita directa aunque lo sea. El efecto es que estas citas aparecen como  parte del indiscutible conocimiento común y corriente, el cual se aparta cada  vez más de la fuente bibliográfica original. Por una parte, la inclusión de  estas referencias históricas hace la narrativa más creíble, más verídica. Al  mismo tiempo, esa insistencia en lo histórico y lo intertextual revela una dudosa  credibilidad en el centro mismo de la narrativa. 
           Uno de los resultados  de basar la narrativa en otros textos es que poco a poco se borra la línea  entre la ficción y la historia. La novela de Clemente Vázquez se despliega precisamente  en esta tensión. Por una parte, el narrador relata la trama en el texto y, por  otra, el autor subvierte la veracidad de la narrativa en las notas a pie de  página. Por ejemplo, en la novela, Enriqueta Faber es la narradora protagonista,  y mientras ella describe la Ciudad de París en la época de Napoleón, el autor  inserta una nota al pie de página que le informa al lector que la fuente  original de su discurso proviene del libro Historia  del Consulado y del Imperio escrito por Louis Adolphe Thiers en 1846. En la  misma nota, Clemente Vázquez justifica el engaño de atribuirle el conocimiento  histórico a su protagonista: “Como nuestro primordial objeto, al escribir esta  novela, es contribuir al adelanto de la juventud estudiosa, nos ha parecido muy  conveniente reproducir tan admirables concepciones, poniéndolas en los labios  de Enriqueta Faber” (128).  En otras  palabras, la Faber que presenta Clemente Vázquez queda sometida al proyecto  didáctico del autor y, de allí, la travesti queda reducida a su vez a las  proyecciones de un ventrílocuo. 
           El uso de  otros textos también es intencional. Varios autores trascriben o reescriben los  documentos pertenecientes al caso como parte de sus libros. El texto de La Administración también se construye a  base de la recopilación de otros textos. También el artículo de Laureano  Fernández de Cuevas reproduce varios documentos pertenecientes al caso, las  declaraciones, la resolución de acusación y el juicio, e incluye el relato  titulado “El médico mujer” publicado por José Joaquín Hernández en 1846.(6) Clemente  Vázquez cita la recopilación de las declaraciones judiciales que aparecen en la  revista legal La Administración en  1860. A su vez, Antonio Benítez Rojo, en Mujer  en traje de batalla, poco más de cien años después, emplea el texto de  Clemente Vázquez para dramatizar la escena de la declaración de Faber en el  juzgado (485-495). Aunque uno podría tacharles por la falta de originalidad, el  proceso de  recopilación y rescritura es  un elemento integral de la narrativa porque el travestismo en sí es la  inclusión de fragmentos de otros cuerpos en el que aparentemente no le pertenece. 
           Esta  tendencia a transcribir otros textos, en algunos casos, llega al plagio. Por  ejemplo, si se comparan las entradas biográficas que aparecen en el Diccionario biográfico cubano (1878) de Francisco Calcagno y en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano  de Literatura, Ciencias y Artes (1891) de Montaner y Simón uno se da cuenta  de que la segunda es, con pocas excepciones, una copia de la primera. El Diccionario Enciclopédico toma casi al  pie de la letra de la entrada de Calcagno sin reconocerlo como fuente original.(7) El plagio y la apropiación creativa son generales. Por ejemplo, varios  dramatizan un encuentro entre el Doctor Enrique Faber y el Capitán General de  Cuba, Don Juan Manuel Cagigal cuando el travesti solicita residencia en Cuba.  El libro de Óscar Montoto  Mayor, titulado La increíble  historia del Dr. Faber, incluso representa el diálogo directo entre los  dos. Al conocerse, el Capitán General se dirige a Faber, “Creo reconocer en  usted al médico suizo recién llegado a esta ciudad y del que según noticias  estuvo en las guerras de Bonaparte y ahora solicita con insistencia una carta  de domicilio y permiso para ejercer la profesión de médico cirujano” (22).  Aunque Montoto Mayor no cita ninguna fuente  bibliográfica, la misma escena, palabra por palabra, aparece en la crónica  escrita por Emilio Roig de Leuchsenring en 1946 (35).
 biográficas que aparecen en el Diccionario biográfico cubano (1878) de Francisco Calcagno y en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano  de Literatura, Ciencias y Artes (1891) de Montaner y Simón uno se da cuenta  de que la segunda es, con pocas excepciones, una copia de la primera. El Diccionario Enciclopédico toma casi al  pie de la letra de la entrada de Calcagno sin reconocerlo como fuente original.(7) El plagio y la apropiación creativa son generales. Por ejemplo, varios  dramatizan un encuentro entre el Doctor Enrique Faber y el Capitán General de  Cuba, Don Juan Manuel Cagigal cuando el travesti solicita residencia en Cuba.  El libro de Óscar Montoto  Mayor, titulado La increíble  historia del Dr. Faber, incluso representa el diálogo directo entre los  dos. Al conocerse, el Capitán General se dirige a Faber, “Creo reconocer en  usted al médico suizo recién llegado a esta ciudad y del que según noticias  estuvo en las guerras de Bonaparte y ahora solicita con insistencia una carta  de domicilio y permiso para ejercer la profesión de médico cirujano” (22).  Aunque Montoto Mayor no cita ninguna fuente  bibliográfica, la misma escena, palabra por palabra, aparece en la crónica  escrita por Emilio Roig de Leuchsenring en 1946 (35). 
           Este ejemplo  de plagio no es tan escandalizante porque el mismo Roig se apropió creativamente  de este diálogo de la novela de Andrés Clemente Vázquez. En el texto original el  Capitán General le dice a Faber, “Creo, joven, si mi memoria no me engaña, es  usted el médico suizo que estuvo en las guerras de Bonaparte y que ahora  solicita con insistencia una carta de domicilio para residir en Cuba y ejercer  al propio tiempo la profesión de médico-cirujano” (155).  De la misma manera, una lectura comparativa  entre la novela de Clemente Vázquez y el relato publicado por Emilio Roig de Leuchsenring revela que  el segundo transcribe, casi palabra por palabra, sin reconocer la novela como  fuente original, el discurso del abogado defensor Manuel Vidaurre.(8) 
           Esta  piratería intertextual es tan alucinante que es objeto de parodia en Don Enriquito de Francisco Calcagno. En  el capítulo que trata sobre la batalla de Wagram, el narrador irrumpe en el  texto para comentar lo que se escribe: “¡Plagio! Puro plagio, todo eso que  hemos escrito” (120). Poco después, el narrador responde a los que le condenarían:  “‘ladrón que roba ladrón tiene cien años de perdón,’ y el autor a quien yo haya  plagiado, probablemente robó de Rapp, de Massena, de Thiers, del Memorial de  Santa Helena y sabe Dios de quien más” (120). Es muy probable que este  comentario fuese una crítica velada al libro de Clemente Vázquez, el cual pretendió  justificar y absolver a Faber de sus delitos. En las últimas páginas de la  novela de Calcagno, el narrador agrega: “Fracasará quienqueira que en novela o  historia o lo que sea, emprenda la obra de su rehabilitación” (170).  Desde luego, la frase “o lo que sea” es un  comentario sobre el libro que Clemente Vázquez que es parte historia y parte  novela.  
       La afición  de Clemente Vázquez y Calcagno de novelizar la historia no les pasó inadvertida  a otros autores, algunos de los cuales lo criticaron en sus folletos  abiertamente. Rafael Esténger, en el relato “Juana de León, la guajira  burlada”, se distancia de las versiones novelescas y dice, “Nosotros  prescindiremos de las novelas para limitarnos a la escueta relación de los  informes judiciales. Los novelistas nada debieron añadir a la realidad en busca  de la trama interesante, porque la vida, cuando da en la vena de tejer  aventuras, no cede la palma a los más altos poetas” (21). Gabriel Pelayo Yero  afirma: “En realidad, se hacía necesario editar este folleto histórico, para  desmentir en detalles tantas falsedades escritas con cierta altanería; la  novela histórica Enriqueta Faber (1884), cuyo autor lo es el Sr. Juan [sic] Clemente Vázquez, que fuera cónsul  de México, está impregnada de relatos imaginarios, plagada de anacronismos,  donde las invenciones absurdas han florecido” (18).(9) Sin embargo, estos dos autores están completamente de acuerdo con Clemente  Vázquez cuando se trata de las motivaciones de Faber al asumir el traje  masculino: todos descartan cualquier implicación erótica del matrimonio entre  dos mujeres y atribuyen el travestismo a la necesidad de trabajar.
     La afición  de Clemente Vázquez y Calcagno de novelizar la historia no les pasó inadvertida  a otros autores, algunos de los cuales lo criticaron en sus folletos  abiertamente. Rafael Esténger, en el relato “Juana de León, la guajira  burlada”, se distancia de las versiones novelescas y dice, “Nosotros  prescindiremos de las novelas para limitarnos a la escueta relación de los  informes judiciales. Los novelistas nada debieron añadir a la realidad en busca  de la trama interesante, porque la vida, cuando da en la vena de tejer  aventuras, no cede la palma a los más altos poetas” (21). Gabriel Pelayo Yero  afirma: “En realidad, se hacía necesario editar este folleto histórico, para  desmentir en detalles tantas falsedades escritas con cierta altanería; la  novela histórica Enriqueta Faber (1884), cuyo autor lo es el Sr. Juan [sic] Clemente Vázquez, que fuera cónsul  de México, está impregnada de relatos imaginarios, plagada de anacronismos,  donde las invenciones absurdas han florecido” (18).(9) Sin embargo, estos dos autores están completamente de acuerdo con Clemente  Vázquez cuando se trata de las motivaciones de Faber al asumir el traje  masculino: todos descartan cualquier implicación erótica del matrimonio entre  dos mujeres y atribuyen el travestismo a la necesidad de trabajar.
           Uno de los  aspectos que más se presta a la novelización es la caracterización de Juana de  León y sus posibles motivos para casarse con el Dr. Enrique Faber.(10) En varios textos Juana de León queda retratada como una pobre huérfana; una  guajira desamparada que sufre de tuberculosis. O sea, el pretexto del  matrimonio radica en lo médico y lo económico. Gabriel Pelayo Yero, Rafael  Esténger, María Julia de Laura, Emilio Roig de Leuchsenring, Andrés Clemente  Vázquez, Toirac Escasena, Benítez Rojo, José Ramón Brene y Oscar Montoto Mayor describen  el matrimonio como un acto de caridad por parte de un médico bondadoso que  siente una profunda compasión hacia una de sus pacientes. Ernesto de las Cuevas  informa que Juana de León padece de graves problemas de salud, pero discrepa  con los demás escritores en cuanto a su estatus social. Según él, ella era de  una familia distinguida (1919, 72; 1924, 75). 
       El hecho de  que Juana sufre de una enfermedad, no sólo es un hábil uso del pathos por parte de los autores sino  también para afirmar que ninguna de las dos se casó para tener una relación  sexual. Es decir, que con sólo mencionar tuberculosis, nos informan que Juana  no sería capaz de soportar una extenuante relación física. Si esta explicación  no es suficiente, varios rematan esta coartada de la manera en que lo hace Roig  de Leuchsenring: “M. Enrique le explicó [a Juana de León] que ante el mundo  serían dos esposos, pero en la intimidad matrimonial sólo dos amigos,  ofreciéndole convertirse al catolicismo para poder celebrar el matrimonio,  hacerla feliz y buscar la paz para su alma” (40).
     El hecho de  que Juana sufre de una enfermedad, no sólo es un hábil uso del pathos por parte de los autores sino  también para afirmar que ninguna de las dos se casó para tener una relación  sexual. Es decir, que con sólo mencionar tuberculosis, nos informan que Juana  no sería capaz de soportar una extenuante relación física. Si esta explicación  no es suficiente, varios rematan esta coartada de la manera en que lo hace Roig  de Leuchsenring: “M. Enrique le explicó [a Juana de León] que ante el mundo  serían dos esposos, pero en la intimidad matrimonial sólo dos amigos,  ofreciéndole convertirse al catolicismo para poder celebrar el matrimonio,  hacerla feliz y buscar la paz para su alma” (40). 
           A pesar de  que estos autores declaran que las intenciones de Faber eran buenas, todavía  tienen que buscar una excusa para explicar el engaño. Por eso, el engaño se  vuelve doble: Faber se casa por caridad y para probar que es hombre; ella se  casa con él por agradecimiento, por dinero o para mantener las apariencias. En  Calcagno, Juana dice que “como nos morimos de hambre, resulta que no tenemos  que comel resulta que Don Enriquito  tiene mucho dinero…” (55). El momento del desengaño queda dramatizado cuando  Juana se muestra dispuesta a cumplir con el deber conyugal. En Clemente Vázquez,  al enterarse de la verdad del sexo de Faber Juana “lloró, gritó, se angustió  horriblemente, y me propuso que continuáramos viviendo en paz, queriéndonos  como hermanos, y aparentando ser felices en nuestro matrimonio” (185).  En Calcagno, Juana no se contenta con una  relación platónica y, al revelarse como mujer, ella se marcha de la casa (Don Enriquito 140-141).
           Benítez Rojo  presenta una variación en el tema del engaño cuando representa a Juana de León,   no como la virgen sonrosada, sino como  una vividora, quien a fin de cuentas se burla de Faber. Al llegar a Baracoa, el  médico suizo queda encantado con la hermosa señorita. Una vez que él descubre  que ella sufre de tisis se ofrece para mantenerla. Ella, no obstante, rehúsa  ser una mantenida e insiste en casarse, aun sabiendo que Faber es mujer. La  protagonista-narradora de Benítez Rojo declara honradamente, “me enamoré de  Juanita no porque me sintiera hombre o la deseara como si ella lo fuera. La  quise mujer a mujer…” (482). No obstante, Faber descubre más adelante que el  matrimonio fue una patraña de Juana y de su primo para apropiarse de su dinero  (484). 
           Pese las  diferencias menores en la caracterización de Juana de León, estas narrativas siguen  la misma cronología: primero, Faber llega a Cuba y recibe su nombramiento como médico-cirujano  y fiscal del Protomedicato; se casa con Juana de León, y luego se arrepiente y  se confiesa ante el Obispo de la Habana. Es interesante que este orden de  eventos no los respalda la cronología que encontramos en los documentos de los  archivos. De acuerdo con las fechas que aparecen en los documentos del juicio  Faber y León se casaron el 11 de agosto de 1819, y Faber recibió Carta de  Domicilio el 2 de Marzo de 1920 (La  Administración 298-299). Aunque el arrepentimiento de Faber tiene un papel  crucial en las narrativas vindicatorias de Clemente Vázquez, Roig de  Leuchsenring, Pelayo Yero y Montoto Mayor, no existe ninguna documentación que apoye  la idea de que Faber se hubiese ido de Baracoa a La Habana con la intención  explícita de confesarse. Además de ser ilógico viajar de un extremo de la isla  a otro, -- viaje que hubiera tomado mucho tiempo al principio del siglo XIX --,  el Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación se hace en privado sin que quede  ninguna constancia escrita. Estos aparentes descuidos e invenciones no son el  fruto del azar; por el contrario, tienen un papel fundamental en las narrativas  que buscan absolver a Faber de sus transgresiones.
 León, y luego se arrepiente y  se confiesa ante el Obispo de la Habana. Es interesante que este orden de  eventos no los respalda la cronología que encontramos en los documentos de los  archivos. De acuerdo con las fechas que aparecen en los documentos del juicio  Faber y León se casaron el 11 de agosto de 1819, y Faber recibió Carta de  Domicilio el 2 de Marzo de 1920 (La  Administración 298-299). Aunque el arrepentimiento de Faber tiene un papel  crucial en las narrativas vindicatorias de Clemente Vázquez, Roig de  Leuchsenring, Pelayo Yero y Montoto Mayor, no existe ninguna documentación que apoye  la idea de que Faber se hubiese ido de Baracoa a La Habana con la intención  explícita de confesarse. Además de ser ilógico viajar de un extremo de la isla  a otro, -- viaje que hubiera tomado mucho tiempo al principio del siglo XIX --,  el Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación se hace en privado sin que quede  ninguna constancia escrita. Estos aparentes descuidos e invenciones no son el  fruto del azar; por el contrario, tienen un papel fundamental en las narrativas  que buscan absolver a Faber de sus transgresiones. 
           La confesión  ficticia y la suerte de Juana de León no son las únicas libertades que se toma  Andrés Clemente Vázquez con los hechos históricos puesto que dramatiza también la  apelación del juicio usando a un personaje histórico como el abogado defensor  en la apelación. Se trata del Don Manuel Lorenzo Vidaurre, un individuo que  residió en Cuba en el siglo XIX. De acuerdo con la versión ficticia, al  enterarse de los hechos el Oidor de la Audiencia de Puerto Príncipe, él renuncia  a su cargo para defender a Faber. Clemente Vázquez presenta una clásica escena  de drama de tribunal en la que el apasionado abogado, al estilo de un Víctor  Hugo, acusa a los acusadores. Dice: “la sociedad es más culpable que [Faber],  desde el momento en que ha negado a las mujeres los derechos civiles y  políticos, convirtiéndolas en muebles, para los placeres de los hombres” (220). 
           A pesar de  que Vidaurre fue un personaje histórico, y realmente el Oidor de Puerto  Príncipe, no hay evidencia creíble de que hubiera tomado parte en el juicio.(11) Su nombre no aparece en ningún documento del juicio ni en la apelación. Por lo  tanto, sólo se puede concluir que este aspecto fue totalmente novelizado por  Clemente Vázquez. Por dramática e impactante que fuera, tal defensa nunca tuvo  lugar.(12) Esto no quiere decir que las palabras que aparecen en la novela de Clemente  Vázquez no tengan base histórica. La nota a pie de página indica que el autor  adoptó su discurso de un texto que Vidaurre escribió varios años antes de la  apelación.(13) La defensa que plantea el personaje es tan convincente que pocos cuestionan la  participación de dicho abogado. Roig de Leuchsenring, María Julia de Laura,  Marta Rojas, José Ramón Brene y Montoto Mayor toman la escena como totalmente verídica.(14)
 que hubiera tomado parte en el juicio.(11) Su nombre no aparece en ningún documento del juicio ni en la apelación. Por lo  tanto, sólo se puede concluir que este aspecto fue totalmente novelizado por  Clemente Vázquez. Por dramática e impactante que fuera, tal defensa nunca tuvo  lugar.(12) Esto no quiere decir que las palabras que aparecen en la novela de Clemente  Vázquez no tengan base histórica. La nota a pie de página indica que el autor  adoptó su discurso de un texto que Vidaurre escribió varios años antes de la  apelación.(13) La defensa que plantea el personaje es tan convincente que pocos cuestionan la  participación de dicho abogado. Roig de Leuchsenring, María Julia de Laura,  Marta Rojas, José Ramón Brene y Montoto Mayor toman la escena como totalmente verídica.(14)  
           Tal vez, lo  más interesante de la novela Clemente Vázquez no son las invenciones — pues, éstas  en realidad se esperan en una obra de ficción --, sino sus omisiones. Como  muchos otros autores, Clemente Vázquez transcribe algunos segmentos de las  declaraciones originales, pero en estas aparentes transcripciones, emplea  ocasionalmente los puntos suspensivos, los cuales indican la supresión de una  parte del testimonio. Estas supresiones quedan confirmadas en una nota a pie de  página: 
    
El autor se ha visto obligado a hacer caso omiso de algunos de los incidentes que produjeron la ruptura entre la heroína de la novela y la desgraciada Juana de León, a fin de huir de las inconveniencias que se hicieron constar en el proceso respectivo. Las personas que quisiesen enterarse de toda la desagradable realidad, podrán recurrir a las páginas del periódico La Administración, citado antes. Pero lo que fuese disculpable en una Revista de jurisprudencia, destinada a circular entre abogados, sería muy censurable en una novela como ésta, que puede ser leída por pudorosas señoritas. En resumen, en el presente libro se han conservado los hechos culminantes de la historia verdadera de Enriqueta Faber, prescindiéndose únicamente de ciertos detalles libidinosos, impropios de una sociedad culta, que no haya perdido el derecho de ser respetada (186).
A pesar de que Francisco  Calcagno no presenta una transcripción de las declaraciones, el autor también  confirma que su novela está basada en la historia. Dice el narrador: 
      
La nuestra, repetimos está basada en un hecho real y verdadero: id a Baracoa, a Santiago de Cuba al pueblo de Tiguabos, ¿quién allí no conoce esta historia? La causa, seguida en el juzgado de Santiago de Cuba, donde radica, se imprimió en la revista titulada La Administración, con detalles que harían ruborizar a un carretero, aunque ese carretero fuera de los que trabajan en nuestros muelles.
¡A qué impurezas, a qué abominaciones se ve llevada la loca de la casa, esto es, la imaginación, al leer ese tejido de aberraciones y de obscenidades! Y aún hay que advertir que aquí la loca de la casa nada tiene que inventar: allí está todo, muy claro; muy pormenorizado, en letra de molde; felizmente no es lectura para damas, sino para esconderse en los empolvados archivos del escribano (151-152).
 En cada caso, las razones para  no transcribir fielmente el testimonio que aparece en La Administración son iguales: “herir la susceptibilidad de  nuestras lectoras”, “puede ser leída por pudorosas señoritas” y “no es lectura  para damas”. ¿Qué sería lo que estos escritores querían esconder de las damas  criollas?
En cada caso, las razones para  no transcribir fielmente el testimonio que aparece en La Administración son iguales: “herir la susceptibilidad de  nuestras lectoras”, “puede ser leída por pudorosas señoritas” y “no es lectura  para damas”. ¿Qué sería lo que estos escritores querían esconder de las damas  criollas?
           Para los  autores del siglo XIX, el verdadero delito del travesti no sólo fue su  matrimonio con otra mujer sino la simulación del falo. Una lectura de la  revista legal revela Faber fabricaba varias prótesis o consoladores en forma  del miembro masculino. Esto sale a relucir en el testimonio de uno los hombres  que la desvistió en los Tiguabos, afirmando que también encontraron “un  instrumento fingido que lo hacía parecer hombre” (La Administración 347). Según el testimonio, ya corría el rumor en  los Tiguabos que el médico extranjero era, en realidad, una mujer. Por lo  tanto, Faber intentó demostrar, de una vez por todas, su masculinidad ante las  autoridades municipales. Según informa el texto recopilado por Laureano  Fernández de Cuevas, Faber: 
      
Tomó un pellejo de un guante muy fino y figuró un miembro de hombre pintándolo con pintura que lo hizo parecer tal; y que preparada con ese instrumento se presentó de noche al alcalde de Tiguabos, que lo era entonces D. Tomás Olivares, y se manifestó descubierto a él, y a otras personas que allí se hallaban para que le testificasen que era hombre; que como era de noche todos quedaron engañados y la conceptuaron varón... (347).
     Revelar que  Faber empleaba un instrumento para simular el miembro fálico y restaurar lo que  quedó suprimido en las novelas de Clemente Vázquez y Francisco Calcagno no  implica que se haya llegado al fondo del caso. Más de cien años después de dichas  novelas, Benítez Rojo revisita este caso como tema de su novela, y al hacerlo,  actualiza la figura de la travesti, integrándola en la instancia histórica  cuando las sociedades se muestran más abiertas a las relaciones homosexuales y  lésbicas. En una entrevista sobre la novela, Benítez Rojo afirma que “la  historia real de Henriette Faber daba pie para que tomara partido por la causa  de la mujer, preocupación justa y de gran actualidad.” Para él, la posible  bisexualidad de la Faber es tema de “gran interés en la sociedad del presente,  el de la libertad sexual”.
 pie para que tomara partido por la causa  de la mujer, preocupación justa y de gran actualidad.” Para él, la posible  bisexualidad de la Faber es tema de “gran interés en la sociedad del presente,  el de la libertad sexual”. 
           La versión más  reciente del caso de Faber es Por andar  vestida de hombre del escritor Julio  César González Pagés. El libro pretende ser una recopilación de los expedientes  originales del juicio conservados por el Archivo Nacional de Cuba. Algunos de  los testimonios transcritos por González Pagés no fueron incorporados en el artículo publicado  por La Administración en 1860: estos  incluyen las declaraciones del carcelero y los profesores de farmacia que  identificaron la sustancia que Faber había ingerido en su intento de suicidarse  (52-54). Otros documentos que no fueron incluidos en La Administración son: el poder que otorga Juana de León a su  abogado José Ángel Garrido; la resolución de acusación; unas cartas en las que Juana  de León se defiende de las acusaciones de Faber de imputarle complicidad; varias  cartas de Faber pidiendo clemencia; la correspondencia relacionada con la  apelación, la condena y el castigo. 
           En la  superficie, el libro de González Pagés promete ser un texto definitivo e  histórico, puesto que el investigador tuvo acceso a la documentación original. Sin  embargo, el texto no resulta ser menos novelesco que los demás textos. Como  hemos visto en los escritos anteriores, la documentación bibliográfica es problemática.  Por ejemplo, en la introducción González Pagés asevera que Juana de León sufría  de graves enfermedades, y que la pareja Faber-de León fue bien recibida entre las  personas de la clase alta en Baracoa. Como fuente principal de esta información  el autor cita el texto de José Joaquín Hernández publicado en 1846. El problema  es que el texto de Hernández no menciona ninguno de esos datos. Además, la  referencia que González Pagés incluye en la bibliografía consultada es errónea.  El lugar de publicación, el volumen y la paginación del texto no corresponden  con los del texto original.(15) 
       Esta pseudo-antología  también reproduce otros datos cuestionables. No sólo me refiero a la cuestión  de la salud precaria de Juana de León sino también a la fecha de la llegada de  Faber en Cuba. De acuerdo con el texto de González, Faber llegó a la ciudad de  Santiago de Cuba el 19 de enero de 1819, a bordo del velero nombrado La  Helvecia (23). Pues, en realidad, ningún historiador ha presentado la lista de  pasajeros de dicho barco y este dato no proviene de las declaraciones de Faber.  Al parecer, esta referencia aparece por primera vez en la crónica de Emilio  Roig de Leuchsenring, quien—como sabemos—se sirve de la novela de Clemente  Vázquez como base principal (34).(16) Bien  puede ser pura invención por parte del cronista porque el nombre del barco, “La  Helvecia”, es la personificación femenina de la nación suiza.
     Esta pseudo-antología  también reproduce otros datos cuestionables. No sólo me refiero a la cuestión  de la salud precaria de Juana de León sino también a la fecha de la llegada de  Faber en Cuba. De acuerdo con el texto de González, Faber llegó a la ciudad de  Santiago de Cuba el 19 de enero de 1819, a bordo del velero nombrado La  Helvecia (23). Pues, en realidad, ningún historiador ha presentado la lista de  pasajeros de dicho barco y este dato no proviene de las declaraciones de Faber.  Al parecer, esta referencia aparece por primera vez en la crónica de Emilio  Roig de Leuchsenring, quien—como sabemos—se sirve de la novela de Clemente  Vázquez como base principal (34).(16) Bien  puede ser pura invención por parte del cronista porque el nombre del barco, “La  Helvecia”, es la personificación femenina de la nación suiza. 
           Lo más  innovador del libro de González Pagés es el subtexto de un investigador que convierte  un tema de estudio en una especie de peregrinaje, una odisea en la que intenta rastrear  a la travesti desde su punto de origen en Suiza hasta su fin en Nueva Orleans. El  libro presenta los resultados de las pesquisas de la genealogía, junto con fotografías  de los lugares que Faber habría frecuentado en Lausana y Cuba. Lo interesante es  que el abolengo del travesti no deja de ser enigmático. De acuerdo a las  indagatorias en Cuba, los nombres de los padres Faber eran Juan Faber e Isabel  Cavent y, en los documentos de los archivos cantonales, encontró los nombres de  Jean Louis Favez y  Elisabeth Cavin. Sin  embargo, el mismo documento señala que esta pareja sólo tenía dos hijos  varones; no hay mención de una hija (32). Al mismo tiempo, la pesquisa revela  que el hermano de Jean Louis, Isaac Jérémie, tuvo una hija a quien llamó Juana  Enriqueta, lo cual sugiere dos posibilidades: o bien los verdaderos padres no  documentaron el nacimiento de su hija, o Faber empleó los nombres de sus tíos  como si éstos fueran sus padres. 
           Dada la  fuerte propensión en los escritores anteriores a inventar datos, no podemos  descartar la posibilidad de que algunas de las referencias que aparecen en el  texto de González Pagés sean a documentos apócrifos. Las más cuestionables son  las de una colección privada en Nueva Orleáns que supuestamente pertenece a la familia del  notario Quintín del Río.(17) Si  este archivo existe, sería de sumo interés para los investigadores porque no  sólo confirma que Faber ingresó en las Hijas de la Caridad – algo que los  mismos archivistas de la orden religiosa no han podido verificar –, sino que  también revela la existencia de un epistolario entre Faber y Juana de León  entre los años 1820 hasta 1838.(18) A  pesar de que este epistolario alcanza dieciocho años, González Pagés sólo  transcribe dos cartas escritas por Faber a Juana de León. El investigador sólo  alude a que hay más. La incógnita es cómo terminaron estos documentos en poder  de la familia del notario Quintín del Río cuando lo más lógico sería que las cartas  dirigidas a Juana de León estuvieran en posesión de la que las recibió. Tampoco  quedan muy claras las fechas de las dos cartas que González transcribe: la  primera es de 1820 y la segunda es de 1846. La fecha de la segunda carta no corresponde  con las fechas del epistolario en la bibliografía. O sea, según la bibliografía,  el epistolario se extiende de 1820 hasta 1838 y la segunda carta es de 1846. O  la segunda carta no está en la colección, o la referencia es incorrecta. Esto  no quiere decir que el proyecto de González Pagés no tenga sus méritos.  Pretende ser un discurso histórico, pero en realidad lo que quiere hacer es  forjar un futuro dándole un rostro y restaurando la voz de Enriqueta Faber. Por  eso, el autor incluye una sección donde la Sección de Identificación de  Personas por sus
 algunas de las referencias que aparecen en el  texto de González Pagés sean a documentos apócrifos. Las más cuestionables son  las de una colección privada en Nueva Orleáns que supuestamente pertenece a la familia del  notario Quintín del Río.(17) Si  este archivo existe, sería de sumo interés para los investigadores porque no  sólo confirma que Faber ingresó en las Hijas de la Caridad – algo que los  mismos archivistas de la orden religiosa no han podido verificar –, sino que  también revela la existencia de un epistolario entre Faber y Juana de León  entre los años 1820 hasta 1838.(18) A  pesar de que este epistolario alcanza dieciocho años, González Pagés sólo  transcribe dos cartas escritas por Faber a Juana de León. El investigador sólo  alude a que hay más. La incógnita es cómo terminaron estos documentos en poder  de la familia del notario Quintín del Río cuando lo más lógico sería que las cartas  dirigidas a Juana de León estuvieran en posesión de la que las recibió. Tampoco  quedan muy claras las fechas de las dos cartas que González transcribe: la  primera es de 1820 y la segunda es de 1846. La fecha de la segunda carta no corresponde  con las fechas del epistolario en la bibliografía. O sea, según la bibliografía,  el epistolario se extiende de 1820 hasta 1838 y la segunda carta es de 1846. O  la segunda carta no está en la colección, o la referencia es incorrecta. Esto  no quiere decir que el proyecto de González Pagés no tenga sus méritos.  Pretende ser un discurso histórico, pero en realidad lo que quiere hacer es  forjar un futuro dándole un rostro y restaurando la voz de Enriqueta Faber. Por  eso, el autor incluye una sección donde la Sección de Identificación de  Personas por sus  Rasgos Exteriores de la Policía Nacional Revolucionaria en  Cuba hace un dibujo forense de Faber basándose en su descripción física  (98-108). La presunción es que este disidente sexual carece de voz, lo cual  fundamenta una comunidad histórica en el futuro.
Rasgos Exteriores de la Policía Nacional Revolucionaria en  Cuba hace un dibujo forense de Faber basándose en su descripción física  (98-108). La presunción es que este disidente sexual carece de voz, lo cual  fundamenta una comunidad histórica en el futuro. 
           Como los  demás textos, el libro de González Pagés tiene un alto nivel de  intertextualidad: pretende transcribir los documentos originales y quiere dar  la impresión de que su texto sea la fiel transcripción del original. Por lo  tanto, el autor/editor inserta la palabra “sic” [sic erat scriptum] en las instancias en que el escribano escribe  “ha” en lugar de “a” en el texto para indicar que “así fue escrito”. No  obstante, una rápida comparación entre el texto de La Administración y el de González Pagés revela numerosas intervenciones  en el léxico y el formato de las declaraciones. Por ejemplo, el autor cambia la  palabra “manflorita” por “hermafrodita” y la frase “partes pudendas” por “partes  vergonzosas”. Algunos de estos cambios, no alteran el sentido general del texto,  pero hay otros que sí. Por ejemplo, en la denuncia en la que Juana de León se  refiere a su “estado de honestidad” (La Administración 300), ella se está refiriendo a su virginidad y su falta de educación sexual. El  texto de González Pagés reescribe esta frase como “impecable sentido de la  honestidad” (41), con lo cual representa su honradez, no en términos de su conocimiento  carnal, sino como un valor abstracto.(19) 
           Lo más  notable de Por andar vestida de hombre es la reescritura de las declaraciones.  Las indagatorias penales tienen una estructura muy convencional. No son  narraciones en primera persona. Como preámbulo, las declaraciones identifican el  día, la hora, el lugar, al individuo que declara y algo sobre la circunstancia.  Las preguntas del fiscal aparecen identificadas en el texto con la palabra  “preguntado” y las respuestas con la palabra “dijo” y la frase “y responde”. Ya  que se trata de un acta elaborada en la instancia, la declaración no sigue las  normas de la puntuación que uno encuentra en un ensayo formal. El primer acto  de la re-escritura de González Pagés es convertir el testimonio legal en guión  teatral, tal como lo hacen Clemente Vázquez y Benítez Rojo, de modo que los  sujetos hablan en primera persona, y cada personaje aparentemente habla por  cuenta propia. Esto no dista tanto de las rescrituras que hicieron Clemente  Vázquez y Benítez Rojo. 
           El autor,  sin embargo, no le informa al lector de sus criterios de edición o del hecho de  sus intervenciones; más bien, los esconde. Por ejemplo, en el segmento donde González  Pagés cita el texto y la página de La  Administración, rehace la referencia de acuerdo a su propio formato.  En Por  andar vestida de hombre se lee el  siguiente testimonio de Enriqueta Faber: “‘Vi morir a mi marido, y quedé viuda  a los dieciocho años, y quedé sin hijos al morir mi única hija a los ocho días  de nacida’. (La Administración, 1860,  p. 175).” La cita, al parecer, es al pie de la letra. Sin embargo, una  comparación entre esta cita y el texto original revela los cambios. El texto debe  leerse: “en una batalla ‘vio morir’ a su marido, quedando viuda a los diez y  ocho años y sin hijos, pues el único que tuvo murió a los ocho días de nacido”  (175). 
           Más  importante todavía es el cambio que hace González Pagés a la relación que  existía entre Faber y Juana de León. Si los novelistas del siglo XIX querían  negar rotundamente la posibilidad de una relación sexual entre las dos mujeres,  González Pagés va al otro extremo y las representa como una pareja lesbiana. En  repetidas ocasiones, en esta versión Faber afirma que la relación entre ella y  Juana de León “fue de mutuo acuerdo y por amor” (59), algo que no cuadra con el  rencor de la denuncia y que no aparece en ninguna parte del testimonio  original. En cuanto a la naturaleza de la relación sexual, el testimonio que  aparece en La Administración informa  que Faber le había dicho que no se opondría a que León tuviera un cortejo, o  sea, un amante. No obstante, la versión de González Pagés reescribe el  testimonio de Faber diciendo que ella le había propuesto que podían tener “un  cortejo utilizando un instrumento ficticio” (57-8).  
           Lo  lamentable no son sólo las modificaciones que González Pagés le ha hecho al  texto. A estas alturas era de esperarse. Lo triste es que perdió la oportunidad  de escribir una novela de una relación lesbiana. Es cierto que la relación que  describe en el libro es entre dos mujeres, pero la sexualidad que les atribuye  es fálica, es decir, predominantemente masculina, algo que no cuadra con la  recuperación de estas figuras para historia propiamente lésbica. Es como si el  cortejo entre estas dos mujeres dependiera del instrumento fálico como única  forma de acceder al placer. Jacques Lacan, en su conferencia sobre la  sexualidad femenina, plantea la sexuación como el proceso a través del cual el  sujeto adquiere un sexo. El factor que determina la construcción psíquica del  sujeto es la forma en que accede al placer. El sujeto masculino es el que  deriva su placer, no a través de la mujer, sino a través del petite sujet a. Es decir, el placer  fálico se deriva del fetiche. En cuanto al sujeto femenino, éste puede acceder  al placer masculino, pero también tiene acceso a un placer no fálico, del cual queda  excluido el hombre. Por lo tanto, Lacan asevera que el otro del deseo femenino  queda más allá de la representación. Es un placer que no queda sujeto a la ley  del patriarcado y al orden simbólico (Fink 114). La relación que describe la  rescritura de González Pagés es a través del instrumento ficticio masculino, y  las posibilidades de un placer lésbico quedan más allá de este proyecto.
 Lo triste es que perdió la oportunidad  de escribir una novela de una relación lesbiana. Es cierto que la relación que  describe en el libro es entre dos mujeres, pero la sexualidad que les atribuye  es fálica, es decir, predominantemente masculina, algo que no cuadra con la  recuperación de estas figuras para historia propiamente lésbica. Es como si el  cortejo entre estas dos mujeres dependiera del instrumento fálico como única  forma de acceder al placer. Jacques Lacan, en su conferencia sobre la  sexualidad femenina, plantea la sexuación como el proceso a través del cual el  sujeto adquiere un sexo. El factor que determina la construcción psíquica del  sujeto es la forma en que accede al placer. El sujeto masculino es el que  deriva su placer, no a través de la mujer, sino a través del petite sujet a. Es decir, el placer  fálico se deriva del fetiche. En cuanto al sujeto femenino, éste puede acceder  al placer masculino, pero también tiene acceso a un placer no fálico, del cual queda  excluido el hombre. Por lo tanto, Lacan asevera que el otro del deseo femenino  queda más allá de la representación. Es un placer que no queda sujeto a la ley  del patriarcado y al orden simbólico (Fink 114). La relación que describe la  rescritura de González Pagés es a través del instrumento ficticio masculino, y  las posibilidades de un placer lésbico quedan más allá de este proyecto. 
           Con respecto  a las licencias que González Pagés toma con los expedientes del juicio, sería  inútil enumerarlas todas. Baste decir que, como Clemente Vázquez, forma parte  del intento de apropiarse del poder del travesti en nombre de una causa  política o agenda crítica. En lugar de ser una pionera del movimiento feminista  de los siglos XIX y XX, ahora la Faber de González Pagés viene a simbolizar una  subjetividad que se plasma más adelante en el incipiente  movimiento histórico  que culminará en la liberación sexual y el matrimonio gay o lésbica.(20) Por eso, el libro es una “aparente” antología que participa en las mismas  travesuras del travestismo, haciendo que la ficción pase por historia.
movimiento histórico  que culminará en la liberación sexual y el matrimonio gay o lésbica.(20) Por eso, el libro es una “aparente” antología que participa en las mismas  travesuras del travestismo, haciendo que la ficción pase por historia.
           Esto no  quiere decir que el libro de González Pagés no sea impactante. En una de las  primeras reseñas que se hizo sobre Por  andar vestida de hombre, Ana María Domínguez Cruz escribió que del libro se  desprendía “provocación, osadía, irreverencia” y por eso mismo, los lectores  tenían que estar preparados. De acuerdo con ella, el libro no trataba de una  aventura o de un caso criminal sino de un enfrentamiento con la posibilidad de  ser zarandeado o cuestionado por la lectura. Aunque ella acepta esta versión de  Faber como verídica, razón tiene ella cuando dice que el lector tiene que estar  preparado para leer el testimonio del travestismo, especialmente cuando uno  desea profundamente ver que la ilusión coincida con lo real. Esto implica  someter hasta las fantasías ideológicas de uno mismo al escrutinio. El reto está  en ver más allá del disfraz, sin subsumir el travesti en un movimiento  histórico que lo justifique, sino verlo como es, como representativo de la  representación. Al decir de Marjorie Garber, el travesti marca la entrada de lo  Simbólico (354) porque implica la posibilidad de fingir. Sin la capacidad de  sustituir la imagen por el objeto, la palabra por la idea y el significante por  el significado, no puede haber cultura. 
Notas
1. Al referirme a Faber, mi lenguaje alternará entre los adjetivos masculinos y femeninos, de acuerdo a la forma en que se presenta el travesti en aquella instancia. Aunque puede confundir, esta alternancia o inestabilidad categórica es precisamente el punto del travestismo.2. Aunque Calcagno publicó dos novelas bajo dos títulos distintos, sólo hay menores diferencias entre Don Enriquito (1895) y Un casamiento misterioso (Musiú Enriquito) (1897).
3. La primera edición de este texto fue publicada en CD-ROM por el Editorial Karisma en Bogotá (2009). Cualquier referencia al texto de González Pagés es de la edición publicada por Editorial de la Mujer en La Habana (2012).
4. Vale la pena mencionar el caso de Billy Tipton, el famoso cantante casado que siendo biológicamente mujer, se casó con una mujer y adoptó tres hijos. Al fallecer en 1989, después de diez años de matrimonio, la familia descubrió que era biológicamente mujer (Garber 67-70).
5. Para consultar el texto de La Adminsitración, ver mi antología titulada Enriqueta Faber: travestismo, documentose historia (2008).
6. La recopilación de textos es algo inherente en casi todos los textos. Iniciano D. Toirac Escasena en el libro Baracoa: vicisitudes y florecimiento reproduce segmentos del texto de Ernesto de las Cuevas que aparece en Narraciones de Baracoa.
7. González Pagés, en su libro titulado Por andar vestido de hombre, observa también el plagio del texto de Francisco Calcagno.
8. Junto con la recopilación y el plagio, se pueden encontrar ejemplos en que un autor atribuye un texto a otro que no lo escribió. Gabriel Pelayo Yero, en el folleto titulado Enriqueta Faber; médico y mujersupuestamente reproduce la entrada biográfica que aparece en el diccionario de Montaner y Simón. Incluso, señala el título, el volumen y la página en que debe aparecer el texto original. Sin embargo, al leer los dos textos, uno al lado del otro, no se corresponden en lo más mínimo.
9. Vale la pena señalar que Toirac Escasena, Pelayo Yero y Ernesto de las Cuevas han objetado principalmente la ficcionalización de Juana de León. En su novela, Clemente Vázquez sugiere que, después del juicio, Juana abandona Cuba y se interna en un convento. Como lo demuestran distintos escritores, esto carece de base histórica. Los archivos de Baracoa demuestran que ella nunca salió del pueblo y unos años después se casó y tuvo hijos con Miguel Chicoy (Toirac Escasena 103-106; Las Cuevas, 1924, 78; Pelayo Yero 20-21).
10. Es importante señalar que en los textos más antiguos la perspectiva de Juana de León apenas entra en juego. Ni el artículo legal que aparece en la revista La Administración ni el relato “El médico mujer” de José Joaquín Hernández, mencionan los posibles motivos de León. Sólo se nos informa que “con el objeto de alejar más y más la sospechas, [Faber] concibió la idea criminal y desgraciada de casarse” (363).
11. Tania Chappi, en su artículo titulado “Enriqueta Faber, mujer que arriesga el vuelo” también acepta como verídica historia la defensa de Vidaurre.
12. Ernesto de las Cuevas, Toirac Escasena, Calcagno, José Joaquín Hernández y Laureano Fernández de Cuevas no comentan la participación de Vidaurre en el caso.
13. La nota a pie de página indica que el texto vino de “Tercera disertación sobre remedios preventivos” publicada por Vidaurre dos años antes de la apelación del caso de la Faber (Clemente Vázquez 220).
14. Antonio Benítez Rojo en Mujer en traje de batalla también coloca a Vidaurre en el centro del escenario como el abogado defensor, parafraseando y citando directamente el texto de Clemente Vázquez (497-500).
15. Según González Pagés, las referencias al texto de Hernández provienen de octava edición del libro Ensayosliterarios, publicado en La Habana en 1846, y de acuerdo con él, el relato aparece en las páginas 15-30. La referencia sin embargo debe leerse, Hernández, José Joaquín, “El médico-mujer”, Ensayos literarios. Eds. Hernández, Pedro Santicilia y Francisco Baralt. Santiago de Cuba, Imprenta de la Real Sociedad Económica, 1846, pp. 357-370. Según Ana Margarita Oliva Núñez, especialista en Colección Cubana de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, “[l]a obra la poseemos en la colección cubana del siglo XIX de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. La revisé y por ningún lado dice que es la octava edición. Pero además en la ficha tampoco aparece ese dato. También busqué por Santacilia, en el catálogo porque es coautor y no aparece que sea la octava edición”. Cabe mencionar que la referencia bibliográfica que aparece en La Administración no es a la octava edición, como dice González Pagés, sino a la octava entrega de Ensayos literarios. Una consulta al Diccionario biográfico cubano de Calcagno nos ayuda a explicar, en parte, la confusión. El texto de José Joaquín Hernández primero se publicó en forma de periódico, al cual seguramente tuvieron acceso los editores de La Administración (345). Luego, los escritos fueron incluidos en una edición publicada en Santiago de Cuba y patrocinada por la Real Sociedad Económica.
16. Según la novela de Clemente Vázquez, Faber llega a Santiago de Cuba el 10 de Enero de 1819 (153). El nombre La Helvecia aparece en la novela de Clemente Vázquez, pero no es de un barco sino el nombre de la plantación en la Florida donde se refugia la protagonista al final de sus años (23, 28, 138).
17. Es relevante mencionar que la única referencia que hemos visto hasta la fecha al notario Quintín del Río se encuentra en una nota marginal en La Administración. Los redactores de la revista afirman que éste les facilitó “unos apuntes” y “muchas noticias curiosas sobre la vida de Enriqueta” (172), pero no hay mención de un epistolario ni de otros documentos. Es difícil determinar con exactitud si fue una persona de renombre puesto que Calcagno no lo incluye en su diccionario biográfico.
18. Si la documentación es auténtica, apoya la tesis de que la Faber al ser desterrada de Cuba habría ingresado en la orden religiosa de las Hijas de la Caridad, y no debería ser tan difícil autentificarla dado que podrían consultarse los datos que posee la casa matriz de la orden en París, Francia. De acuerdo con las investigaciones que han hecho Charles Nolan, el archivista del Archidiócesis de la Ciudad de Nueva Orleáns (23 de agosto, 2005), Sor Betty Ann McNeil, D.C., la de las Hijas de la Caridad en Maryland (31 de agosto, 2005), Carole Prietto, la de las Hijas de la Caridad en San Luis, Missouri (6 de septiembre, 2005), y Sor. Ana María Olmeda, D.C. en París, Francia (3 de octubre 2005) no hay ni una sola referencia a Enriqueta Faber (Henriette Faber, Enrique Faber, Faves, o Fabert) como miembro oficial de dicha orden religiosa.
19. He consultado también el libro La nación sexuadade Abel Sierra Madero, quien recopiló varios de los testimonios de los folios originales en el Archivo Nacional de Cuba. En fin, los documentos originales siguen el formato legal que he indicado arriba, el mismo formato que emplean los redactores del artículo en La Administración.
20. Hasta cierto punto, uno puede argüir que la Faber de González Pagés es también precursora de la Revolución cubana. Según el autor, el rol de médico rural “lo llevó a cabo al instruir a analfabetos, en especial a un grupo importante de personas negras que estaban bajo la condición de esclavitud y libertos” (24). A pesar de que la revista de jurisprudencia titulada La Adminsitración afirma que Faber era médico talentoso, hay muy poca información fidedigna que sugiere que ella participaba en la alfabetización de los pobres en Cuba.
Bibliografía consultada
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Benítez Rojo, Antonio,  “Entrevista con María Rita Corticelli”, literatura.us.  Sin fecha. 2 de julio de 2014, http://www.literatura.us/rojo/maria.html. 
  
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Calcagno, Francisco, Diccionario biográfico cubano [comprende hasta 1878]. Nueva York, Ponce de León, 1878. 
  
-----. Don Enriquito: novela histórica cubana. La Habana: El Pilar, 1895. 
  
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Chappi, Tania. “Enriqueta Faber,  mujer que arriesga el vuelo.” Bohemia 98.7 (2006): 20-23.
  
Clemente Vázquez, Andrés, Enriqueta Faber, ensayo de novela histórica.  La Habana: La Universal, 1894. 
  
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-----. Enriqueta Faber o el médico mujer. Baracoa: La Crónica, 1936. 
  
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Fernández de Cuevas, Laureano,  ed. “Causa célebre”. La Administración,  periódico jurídico, administrativo y rentístico. La Habana: Imprenta La Cubana,  1860, 172-175; 218-221; 297-302; 344-350. 
  
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