 
    
La Revista de Cayo Hueso como arbitraje del anticolonialismo en Cuba: intervenciones crítico-literarias entre Nueva York, la Florida y Perú
Shawn McDaniel, Cornell University
      En  el presente estudio se pretende analizar a Cayo Hueso como un punto de convergencia  de prácticas discursivas intercontinentalistas centradas en el quehacer  literario y el colonialismo político.  Como  indicaré a lo largo de este artículo, la Revista  de Cayo Hueso (1897-1898), entre otras publicaciones como Cuba y América, fue un foro de arbitraje  de desacuerdos en torno a cuestiones políticas, históricas y literarias  articulados por escritores latinoamericanos en Nueva York y Perú.  Ese arbitraje, como se advertirá en los  párrafos a continuación, pone en entredicho la supuesta trivialidad de la  crónica mundana y de  la crítica literaria producidas por modernistas cubanos, tanto  en la isla como en los Estados Unidos.
           Ya sabemos que la  historia de Cayo Hueso es una historia fuertemente vinculada a Cuba.  Cayo Hueso se convirtió en uno de los sitios  preferidos por los cubanos exiliados durante la Guerra de los Diez Años  (1868-1878), así  como durante la guerra de indepedencia (1895-1898).  Esos conflictos motivaron que muchos cubanos que  contaban con los recursos  materiales necesarios, o con redes de contacto, se exiliaran y se  radicaran en diversos lugares en los Estados Unidos, particularmente en la Florida, Nueva  York, Filadelfia y Nueva Orleáns.  Debido a su cercanía a Cuba, Cayo Hueso desempeñó  un papel decisivo durante tiempos de guerra.   Desde luego, fue estratégicamente clave para tácticas militares.  Al mismo tiempo, cumplió una función  organizadora, ya que un orador de talento como Martí, quien visitó la isla en  numerosas ocasiones, podría dirigirse directamente a una enorme cantidad de  compatriotas simpatizantes.(1)   Asimismo, una población concentrada de cubanos en un lugar tan pequeño  como Cayo Hueso facilitaba la recaudación de fondos para apoyar la campaña  militar, respaldada  por la industria tabaquera de la isla.(2)   Pero hay otro aspecto de Cayo Hueso de igual importancia que no debe  soslayarse: que la pequeña isla fue la cuna de la comunidad imaginada cubana, esparcida por los  Estados Unidos (Castellanos 332).  A  partir de principios de los 1890, cuando Martí y otros líderes de los partidos  separatistas se reunieron Cayo Hueso, la isla se imaginó, y fue imaginada, como  una de las sedes revolucionarias cubanas más vitales.  Aunque proliferaban los discursos y artículos  de Martí y de otros revolucionarios en varios periódicos tanto de la Florida como de Nueva York, hubo una  revista en Cayo Hueso que sintetizó exitosamente la actitud patriótica con el  quehacer literario: la Revista de Cayo  Hueso.
           Al  igual que otros periódicos y revistas en Cayo Hueso, la Revista de Cayo Hueso se fundó durante la guerra de independencia.  El primer número de la Revista de Cayo Hueso (19 de mayo de 1897) salió en un momento de  trastorno y escándalo.  Para entonces, el  programa de reconcentración del general-gobernador español en Cuba, Valeriano  Weyler, cuyas tácticas crueles le valieron el apodo “El Carnicero,” estaba en  pleno funcionamiento en todos los grandes centros de población en la isla (Tone  193).  Con el fin de evitar que apoyaran a las fuerzas  revolucionarias, cientos  de miles de cubanos, no importa si aliados al movimiento independentista o no, fueron reconcentrados en las ciudades, donde  miles de ellos murieron  de inanición y enfermedad.  Esa coyuntura  atroz sirve para contextualizar la aparición de la Revista de Cayo Hueso como un foro de denuncia y solidaridad.
           Desde  el principio, la Revista de Cayo Hueso se  declaró estrechamente ligada a la causa independentista cubana.  Ese compromiso político lo compartió con  otras publicaciones cubanas de  Cayo Hueso de los 1890s, a saber, El Intransigente (fundado  en 1895) y El Vigía (fundado en  1897), ambos órganos de  la clase trabajadora, asociada  principalmente a la industria tabaquera.   A pesar de su apoyo  a la independencia cubana, la Revista  de Cayo Hueso difiere de los periódicos ya referidos.  En tanto que éstos manifestaron su sospecha y temor ante la  posibilidad de que los Estados Unidos interviniera en Cuba, aquélla resultó, por el contrario, uno  de los órganos latinoamericanos que más elogió  a los Estados Unidos. Este  fue también el caso de  la revista neoyorkina Las Tres Américas (1893-1896), editada por el venezolano Nicanor Bolet Peraza.(3)   Aunque la Revista de Cayo Hueso nació y se coordinó en la calle Duval, el editor tipográfico fue Sotero  Figueroa, ubicado en 284 Pearl Street, entre Wall Street y la Puente de  Brooklyn, cerca de la oficina de José Martí.  
       Desde luego, la Revista de Cayo Hueso dedicó su primer  número a Martí, el poeta-patriota que sólo dos años antes había muerto en Cuba, en el campo de  batalla.  Los primeros dos números  de la revista subrayan la síntesis geopolítica e ideológica en marcha en aquel  momento.  Así, mientras evoca al Martí revolucionario en el  primer número, en el  segundo elogia la revolución de independencia estadounidense de 1776.  En la portada del segundo número de la  revista, el cual salió en la fecha simbólica del día de la independencia estadounidense, el  escritor cubano Diego V. Tejera escribe un llamamiento titulado “El 4 de  julio.”  Tejera, uno de los  propagandistas revolucionarios más notables durante las guerras de  independencia, hace empalmar el proyecto independentista cubano con el de la independencia de  los Estados Unidos: “Vaya, pues, la débil voz cubana a unirse al concierto  magnífico que hoy levanta esta Nación extraordinaria al hombre extraordinario  que la creó” (2).(4)   La actitud pro-estadounidense, patente desde el principio, ganó fuerza a medida que avanzaba  lo que en Cuba llamaban  la Guerra hispano-cubano-estadounidense de 1898.  Por ejemplo, en vísperas de las últimas  etapas de la Guerra, en la Revista de Cayo Hueso aparece una  caricatura titulada “La última suerte.”  Reproducida de la revista mexicana El Hijo del Ahuizote,(5) el dibujo (incluido arriba)  muestra al Tío Sam como el torero que está a punto de darle  la última estocada al toro (España).  Según  el texto que acompaña la caricatura, el toro España está a punto de rendirse  “ya que tiene los lomos destrozados por las formidables banderillas Manila y  Santiago.”(6)   Como puede verse, el toro España está apoyado por una santa trinidad: el padre  (el rey de Austria Franz Joseph I), el hijo (el reyito Alfonso XIII de Borbón)  y el espíritu santo (Papa León XIII).  Ese  reparto, compuesto  de personajes y personificaciones nada sutiles, es eclipsado por otro detalle del dibujo.  Se trata justo del objeto de más realce en la caricatura, la  espada del héroe, del Tío Sam, la cual simboliza la creciente extensión de la intervención  norteamericana por el hemisferio.  Desde  luego, la Revista de Cayo Hueso celebra ese hecho.
     Desde luego, la Revista de Cayo Hueso dedicó su primer  número a Martí, el poeta-patriota que sólo dos años antes había muerto en Cuba, en el campo de  batalla.  Los primeros dos números  de la revista subrayan la síntesis geopolítica e ideológica en marcha en aquel  momento.  Así, mientras evoca al Martí revolucionario en el  primer número, en el  segundo elogia la revolución de independencia estadounidense de 1776.  En la portada del segundo número de la  revista, el cual salió en la fecha simbólica del día de la independencia estadounidense, el  escritor cubano Diego V. Tejera escribe un llamamiento titulado “El 4 de  julio.”  Tejera, uno de los  propagandistas revolucionarios más notables durante las guerras de  independencia, hace empalmar el proyecto independentista cubano con el de la independencia de  los Estados Unidos: “Vaya, pues, la débil voz cubana a unirse al concierto  magnífico que hoy levanta esta Nación extraordinaria al hombre extraordinario  que la creó” (2).(4)   La actitud pro-estadounidense, patente desde el principio, ganó fuerza a medida que avanzaba  lo que en Cuba llamaban  la Guerra hispano-cubano-estadounidense de 1898.  Por ejemplo, en vísperas de las últimas  etapas de la Guerra, en la Revista de Cayo Hueso aparece una  caricatura titulada “La última suerte.”  Reproducida de la revista mexicana El Hijo del Ahuizote,(5) el dibujo (incluido arriba)  muestra al Tío Sam como el torero que está a punto de darle  la última estocada al toro (España).  Según  el texto que acompaña la caricatura, el toro España está a punto de rendirse  “ya que tiene los lomos destrozados por las formidables banderillas Manila y  Santiago.”(6)   Como puede verse, el toro España está apoyado por una santa trinidad: el padre  (el rey de Austria Franz Joseph I), el hijo (el reyito Alfonso XIII de Borbón)  y el espíritu santo (Papa León XIII).  Ese  reparto, compuesto  de personajes y personificaciones nada sutiles, es eclipsado por otro detalle del dibujo.  Se trata justo del objeto de más realce en la caricatura, la  espada del héroe, del Tío Sam, la cual simboliza la creciente extensión de la intervención  norteamericana por el hemisferio.  Desde  luego, la Revista de Cayo Hueso celebra ese hecho.
           Otra  faceta que distingue a la Revista de Cayo  Hueso tiene que ver con el modernismo literario.  Aunque el contenido patriótico ligado al proceso  emancipador de los cubanos monopoliza las páginas de todas las publicaciones  cayohueseras de fin de siglo, la Revista  de Cayo Hueso, como bien nota Araceli Tinajero en su estudio sobre el  lector de tabaquería, tiene un componente literario muy fuerte (64).  Entre sus colaboradores hubo simpatizadores  y  modernistas cubanos en Cayo Hueso, como los hermanos Federico y  Carlos Pío Uhrbach  (éste último murió en campo de batalla), y las hermanas poetas Dulce María y Juana  Borrero.  La Revista de Cayo Hueso contó también con la participación de otros modernistas cubanos en  el exilio, como es el caso con Bonifacio Byrne, que residía en Tampa, así como el del joven de veinte  años de edad recién radicado en Nueva York, Francisco García Cisneros.
 patriótico ligado al proceso  emancipador de los cubanos monopoliza las páginas de todas las publicaciones  cayohueseras de fin de siglo, la Revista  de Cayo Hueso, como bien nota Araceli Tinajero en su estudio sobre el  lector de tabaquería, tiene un componente literario muy fuerte (64).  Entre sus colaboradores hubo simpatizadores  y  modernistas cubanos en Cayo Hueso, como los hermanos Federico y  Carlos Pío Uhrbach  (éste último murió en campo de batalla), y las hermanas poetas Dulce María y Juana  Borrero.  La Revista de Cayo Hueso contó también con la participación de otros modernistas cubanos en  el exilio, como es el caso con Bonifacio Byrne, que residía en Tampa, así como el del joven de veinte  años de edad recién radicado en Nueva York, Francisco García Cisneros.
           Esos  son los años en que  el modernismo cubano se siente fuertemente desafiado.  En una carta dirigida a Rubén Darío, y fechada el 16 de marzo de  1895, García Cisneros comenta  que “la escuela que Casal implantó aquí, …hoy tiene pocos prosélitos.”  También afirma que “[h]oy es muy reducido el grupo de los que aman el Arte por el  Arte,” y pasa lista al íntimo círculo del modernismo cubano: Tejera, Hernández  Miyares, Valdivia, Horta, los Uhrbach, Byrne, Juanita Borrero y Raoul Cay,  todos en el exilio en aquel momento.  Y,  claro, reconoce la ausencia más sentida y dolorosa, la de Casal, quien había  muerto dos años antes.  Es más, García Cisneros  reprocha a Darío, haciéndose eco de la queja que  supuestamente les habría escuchado a los admiradores cubanos del bardo  nicaragüense: “Enrique Hernández y Valdivia se quejan de U: ¡ha olvidado  a estos pobres y oprimidos cubanos que luchan en vano por erguirse libres!”  Vale tener en cuenta que el mismo García  Cisneros se marcharía a Nueva York poco tiempo después de escribirle a  Darío.  De manera que hubo un período  durante las luchas independentistas en que todos los mayores representantes del  modernismo en Cuba,  o habían muerto, o vivían fuera del  país.  En este sentido, no se puede  hablar del temprano modernismo cubano sin tomar en cuenta el exilio político de  sus escritores.
           Contra  la tendencia a ver el modernismo como un arte alejado de la realidad sociopolítica  que los modernistas supuestamente esquivaban por medio de la literatura y la  poesía, aquí puntualizo que la afiliación modernista no significó en lo absoluto  la indiferencia al entorno sociopolítico.   Como subrayo en este artículo, el modernismo cubano tuvo un carácter revolucionario  y nacionalista, el cual se patentizó en  la crítica literaria.  Por tanto, me  centro en la interseccionalidad entre la crítica literaria modernista y el  involucramiento político para precisar cómo aquélla funciona como un mecanismo  anticolonialista.  Ahora bien, reconozco  que mi enfoque en torno al concepto de lo político quizá parecerá restrictivo,  ya que da la impresión de  que existen parámetros fijos dentro los cuales se privilegian ciertos fenómenos  (luchas independentistas, nacionalismo) y se excluyen otros (arte, sexualidad).  No pretendo proliferar ese gesto en las páginas  que siguen.  Al mismo tiempo, creo que es  útil situar los textos que analizaré dentro de los mismos parámetros empleados  para negarle al modernismo su protagonismo político, porque, como será evidente  más adelante, demuestro  que el modernismo, además de enriquecer el concepto de lo político mediante métodos  y enfoques alternativos, también entablaba y desafiaba la definición de lo  político de acuerdo con las mismas normas promovidas para descalificarlo.
           Las  noventa millas que separan las dos islas protegían la Revista de Cayo Hueso de las represalias que podían traerle expresar opiniones negativas  contra el poder español en Cuba.  Salvador  Bueno señala que hasta las revistas más modernistas, y por tanto supuestamente  indiferentes a la política, como La  Habana Elegante, a veces chocaron con la censura colonial (19).  Incluso el mayor representate del modernismo  cubano, Julián del Casal,  sufrió las consecuencias de  esa censura por ridiculizar  al Capitán General Sabás Marín en una crónica, y esto le costó perder el  modesto empleo que tenía.(7)   Así que cuando Enrique José Varona se sirvió de opiniones  antidecadentistas para marginalizar a Casal del entorno sociopolítico cubano –  gesto que otros lectores de la poesía y de la  persona de Casal reciclarían (Montero 49-51) –, no  tomó en cuenta que el poeta  cubano ya había experimentado personalmente los efectos del colonialismo.(8)   Es decir, Casal usó la crónica como herramienta de crítica y resistencia  nacionalista.  Como sagazmente apuntan Oscar  Montero (44-45) y Francisco Morán (Julián  del Casal 36), las lecturas en torno a Casal como apático ante la situación  sociopolítica se derivan de lecturas muy selectivas, suposiciones o agendas  descalificadoras por parte de “auténticos” patriotas.  Algo semejante ha pasado también con los contemporáneos  modernistas de Casal en Cuba y en los Estados Unidos.
           Se dedican las páginas que  siguen al estudio de diversas manifestaciones anticolonialistas de uno de los  discípulos de Casal, un joven modernista hoy día virtualmente olvidado: Francisco García  Cisneros.  Nacido en 1877 en Santiago de  Cuba, García Cisneros fue un cronista muy activo a lo largo de su vida, tanto  en La Habana como en los Estados Unidos, Europa y muchos otros países.  Aunque la crítica suele hacer caso omiso de  García Cisneros, debe recordarse que fue uno de los críticos literarios y  cronistas de mayor importancia en Cuba desde finales del siglo diecinueve hasta  después de la Primera Guerra Mundial.   Todos sus escritos, que  fueron centenares, los  publicó en una variedad de revistas literarias en toda la América  Latina, así como en los Estados Unidos y Europa.  En contraste con el desconocimiento actual de su obra, los  lectores latinoamericanos de la época reconocieron a García Cisneros como una autoridad  de cuestiones artísticas, literarias y culturales.
           Los  poquísimos estudios que se refieren a García Cisneros lo mencionan brevemente y  suelen considerarlo un dandy,  adinerado e incluso aristocrático, ya que en Nueva York, como dice Pedro  Henríquez Ureña, “exhumó un título de Conde que existía en su antigua familia”  (Memorias 79).(9)   Al trasladarse a Nueva York, ahora con una identidad de noble recién fabricado  (Count François G. de Cisneros), se casó muy pronto con la famosa cantante de ópera, Eleonora  Broadfoot en 1900.  Entonces, se mudaron  a Europa, donde Eleonora se  hizo famosa, y luego viajaron alrededor del mundo, siempre en primera  clase, durante los subsiguientes  quince años.  No cabe duda de que la pareja  artística vivió lujosamente, navegando cómodamente los círculos elitistas a ambos lados  del Atlántico.  Por tanto, vivieron lejos  del trastorno político en Cuba de las primeras décadas de la República.  A pesar de su reputación de privilegiado, resforzada por el hecho de que salió  para Nueva York al iniciarse la guerra de independencia, García Cisneros no fue  del todo ajeno a la situación política en Cuba.   Es cierto que, como uno de los escritores más activos y de más larga vida del modernismo, y como joven que subió  rápidamente la escalera social neoyorkina y europea, prefirió comentar, por medio de un lenguaje  y un estilo sumamente elaborados, los refinamientos del gran arte mundial.  Sin embargo, sus crónicas y cartas de  juventud revelan una preocupación altamente nacionalista e independentista,  centrada en el anticolonialismo.
           Existen  varios estudios útiles que nos ayudan a contexualizar la crónica como género  literario de la modernidad que admite varios registros literarios en un mismo espacio textual.  Por ejemplo, Julio Ramos recalca la  heterogeneidad formal y temática de la crónica (xli).  Algo parecido asevera Susana Rotker, para quien la crónica es un “género mixto” (17).  Como comentan Ramos y Rotker en sus  respectivos estudios, la crónica modernista es un género que   sintetiza una variedad de prácticas discursivas.  Aunque la simultaneidad discursiva que la  crítica tiende a enfatizar gira en torno a la interseccionalidad de la poesía y  la prosa, en este artículo me gustaría extender la idea de confluencia a lo que  el historiador literario Salvador Bueno etiqueta como la “crónica mundana,” es decir, las crónicas sobre la alta sociedad habanera  de fin de siglo (18).  Lo que distingue la  crónica mundana de otras crónicas es que aquélla, tanto formal como  temáticamente, o parece  frívola, o suele respaldar  la hegemonía de la élite y del Estado.  Son  numerosas las crónicas mundanas en las revistas de la modernidad  latinoamericana, como se puede observar en las páginas de La Habana Elegante, El Fígaro, Social, por mencionar sólo algunos  ejemplos destacados del periodismo literario modernista cubano.   En la crónica mundana se perfilan noticias locales e internacionales de  modas, teatro, arte, literatura y personas distinguidas.  Por lo general, la crónica mundana elude todo  tema político y parece preocuparse por mantener el status quo.  Aún así, pretendo señalar aquí que a veces  dentro de esos espacios privilegiados se vislumbran gestos de crítica y de  resistencia que problematizan, sin anularlo por completo, el carácter elitista de la crónica social.  Para demostrarlo, examinaré varios textos publicados en Cuba y América y en  la Revista de Cayo Hueso en 1897 y  1898.
       Si  bien la crónica mundana constituye una estética mayormente esquivadora de las realidades  geopolíticas, en ciertos momentos fue utilizada como instrumento denunciador de  las políticas de la misma élite que constituía su público lector.   Tal es el caso de una crónica escrita por García Cisneros y publicada en Cuba y América el primero de abril de  1897, “Crónica para la Sra. América Goicouría de Farrés.”(10)   Bajo el seudónimo Lohengrin,  el caballero del cisne de la ópera de Wagner, García  Cisneros, quien se autodenomina  “un galardón inmarcesible,” da noticia de sus amigos escritores, los “delicados  cronistas habaneros” dispersos por las luchas independentistas: Federico  Uhrbach radicado en Cayo Hueso, su hermano, Carlos Pío, inmerso en campo de  batalla en Cuba, Mario García Kolhy en México (15).  En los escritos de García Cisneros no existe  una dialéctica entre revolución política y la delicadeza artística del  modernismo.  En varios momentos el cubano  retoma los términos y los tropos que los críticos del modernismo usaban para deslegitimar  el arte moderno y los  resemantiza políticamente.  Así, el escritor cubano, por medio de la  crónica, presta sus delicadezas estilísticas al empeño revolucionario.  En fin, García Cisneros conceptualiza la crónica  modernista no sólo como una estética renovadora y moderna, sino también como  una estética con compromisos políticos.
     Si  bien la crónica mundana constituye una estética mayormente esquivadora de las realidades  geopolíticas, en ciertos momentos fue utilizada como instrumento denunciador de  las políticas de la misma élite que constituía su público lector.   Tal es el caso de una crónica escrita por García Cisneros y publicada en Cuba y América el primero de abril de  1897, “Crónica para la Sra. América Goicouría de Farrés.”(10)   Bajo el seudónimo Lohengrin,  el caballero del cisne de la ópera de Wagner, García  Cisneros, quien se autodenomina  “un galardón inmarcesible,” da noticia de sus amigos escritores, los “delicados  cronistas habaneros” dispersos por las luchas independentistas: Federico  Uhrbach radicado en Cayo Hueso, su hermano, Carlos Pío, inmerso en campo de  batalla en Cuba, Mario García Kolhy en México (15).  En los escritos de García Cisneros no existe  una dialéctica entre revolución política y la delicadeza artística del  modernismo.  En varios momentos el cubano  retoma los términos y los tropos que los críticos del modernismo usaban para deslegitimar  el arte moderno y los  resemantiza políticamente.  Así, el escritor cubano, por medio de la  crónica, presta sus delicadezas estilísticas al empeño revolucionario.  En fin, García Cisneros conceptualiza la crónica  modernista no sólo como una estética renovadora y moderna, sino también como  una estética con compromisos políticos.
           Debe  entenderse que la crónica como género revolucionario (u opositor) no omite la  idealización de la vida aristocrática.  No  obstante, la crónica, a juicio de García Cisneros, debe también oponerse al  colonialismo español en Cuba, pero no a la clase dirigente de Cuba, es decir, a  la élite cubana.  Es por eso que García Cisneros  critica de una manera demoledora a Enrique Fontanills (1871-1932), uno de los  cronistas más prolíficos de la temprana República, por apoyar a la Colonia Española  en Cuba en sus crónicas.(11)   Aunque reconocido como “el gran cronista mundano de la época,” según Alejo  Carpentier, quien participaba en la revista Social con Fontanills, lo que más se asociaba a la persona de Fontanills fue su cuerpo  (152).  La  obesidad de Fontanills fue un tema corriente en la sociedad habanera.  Por ejemplo, el novelista español Eduardo  Zamacois, nacido en Cuba, no dejaba de fascinarse por la “crasitud” de Fontanills.  En un artículo publicado en la revista  española Nuevo Mundo, Zamacois encomia  la obesidad de Fontanills como amena, juguetona y de alguna manera noble.  Junto a dos retratos de Fontanills, uno de  ellos (incluido al lado) producto del dibujante cubano Conrado Massaguer, Zamacois  describe al cronista cubano como la máxima autoridad de cuestiones estilísticas  para la élite habanera.  Al mismo tiempo,  el cuerpo de Fontanills domina el texto, como se nota en la última oración del  artículo: “Es el único hombre gordo en quien…la grasa parece arder y  transmutarse maravillosamente en espiritualidad.”  En tanto que la lectura que hace Zamacois en  1921 considera la obesidad de Fontanills un atributo merecedor de alabanzas, o  por lo menos una faceta graciosa e inocua, un cubano exiliado en plena guerra  en 1897 interpreta la figura de Fontanills de una forma muy diferente.
 sociedad habanera.  Por ejemplo, el novelista español Eduardo  Zamacois, nacido en Cuba, no dejaba de fascinarse por la “crasitud” de Fontanills.  En un artículo publicado en la revista  española Nuevo Mundo, Zamacois encomia  la obesidad de Fontanills como amena, juguetona y de alguna manera noble.  Junto a dos retratos de Fontanills, uno de  ellos (incluido al lado) producto del dibujante cubano Conrado Massaguer, Zamacois  describe al cronista cubano como la máxima autoridad de cuestiones estilísticas  para la élite habanera.  Al mismo tiempo,  el cuerpo de Fontanills domina el texto, como se nota en la última oración del  artículo: “Es el único hombre gordo en quien…la grasa parece arder y  transmutarse maravillosamente en espiritualidad.”  En tanto que la lectura que hace Zamacois en  1921 considera la obesidad de Fontanills un atributo merecedor de alabanzas, o  por lo menos una faceta graciosa e inocua, un cubano exiliado en plena guerra  en 1897 interpreta la figura de Fontanills de una forma muy diferente.
           En  su crónica publicada en Cuba y América,  García Cisneros lee la obesidad de Fontanills como representativa de los  tremendos beneficios que éste ha sacado de la explotación cubana por los  poderes imperiales.  Como banquero Fontanills  se enriqueció bajo el sistema económico operante durante la colonia española en  la isla, como verifica Alejo Carpentier: “La gente como Fontanills,…eran gente  que ganaban cantidades astronómicas de dinero publicando fotos de Fulano el día  de su santo: cincuenta pesos; la novia el día de su boda: cien pesos; el ramo  de la novia del jardín El Milagro: cincuenta pesos.  No pagaban nieve, no pagaban café, no pagaban  cabaret, no pagaban alquiler, no pagaban al sastre, no pagaban nada, y recibían  cheques todo el día” (108).  Entonces, no  es un azar que Fontanills ensalzara a la élite española en Cuba en sus crónicas.
           La  lectura que ofrece García Cisneros de la “crasa figura” de Fontanills representa  para el modernista cubano la manifestación física de la cobardía.  Fontanills, “el que murió moralmente para su  Patria” (García Cisneros, “Crónica” 15), se lee en la crónica de García  Cisneros no como una figura marginada, como el joven cubano exiliado en Nueva  York, sino como un traidor que activamente marginaliza a sus compatriotas al  mismo tiempo en que ellos están involucrados en activas campañas  independentistas.  En vez de apoyar los  esfuerzos que pretenden derrocar el sistema político y económico que han sido  tan favorables a Fontanills, el interés principal de éste gira en torno a  maximar sus ganancias y mantener su rango social: “servil y estúpido, sigue  aceptando almuerzos en el Louvre de los pedantes tenientes de caballería, y  paseando su crasa figura en compañía de impostores y miserables corresponsales  madrileños; mas, nadie se habrá sorprendido del que en la paz no alardeaba de  patriota, y en guerra elogia desde las repugnantes páginas de El Fígaro a las cursis y burguesas  Generalas Españolas” (15).(12)   Aquí conviene decir que el antagonismo de García Cisneros por Fontanills  tiene aspectos contradictorios.  Por  ejemplo, resulta curiosa la crítica que hace García Cisneros con respecto a la  participación de Fontanills en El Fígaro,  ya que entre 1906 y 1923 García Cisneros publicó más de cien textos (crónicas,  crítica literaria y cuentos) en El Fígaro.
           La  crónica de Casal señalada anteriormente aparece de nuevo en la crítica que hace  García Cisneros de Fontanills.  En tanto  que Casal había criticado las autoridades coloniales, Fontanills, según el  exiliado cubano, las apoya por medio de sus crónicas elogiadoras.  De hecho, la figura de Casal ayuda a  contextualizar el antagonismo de García Cisneros por Fontanills.  Para los modernistas cubanos, Casal era la  encarnación del modernismo.  Los jóvenes modernistas  elogiaban las facetas decadentistas de su persona y su obra, así alejándose de  los juicios negativos de críticos de otra generación.  Como he señalado en otra parte, desde Nueva  York García Cisneros se esforzó mucho por valorar la reputación decadentista de  Casal después de su muerte (“Julián del Casal en Las Tres Américas”).  Esa  postura puede interpretarse como motivo de animosidad que existía entre García  Cisneros y Fontanills.  Como ha resaltado  recientemente Arnaldo Cruz Malavé, Fontanills reproduce la misma retórica  diagnóstica en torno a la personalidad de Casal tan corrientemente apropiada  por los críticos del poeta modernista.(13)   En un artículo publicado en La  Habana Elegante en 1893 (número de homenaje a Casal), Fontanills cuenta una  anécdota sobre el día en que vio en el cuarto de Casal “un ejemplar de la Imitación de Cristo, la obra que ha  rehabilitado tantos espíritus desesperados…y fue el mejor consejero que en sus  largas soledades tuvo el joven que ha ido a dormir para siempre” (218).  Lo articulado ejemplifica los múltiples  esfuerzos por ‘redimir’ al Casal decadentista por medio de insinuar que de  alguna manera la religión lo absolvió de sus ‘males psicológicos’.(14)  
           Merece  tenerse en cuenta que existen razones tanto profesionales como personales por  las que García Cisneros atacaría a Fontanills.   La principal no es difícil de explicar, pues ambos cronistas competían  en el mismo mercado periodístico.  Asimismo,  ambos escribían crónicas de la alta sociedad, mayormente reseñas de teatro y otros  eventos de gala.  Es decir, navegaban el  mismo mundo pequeño, el de la élite habanera.   Cuando el escritor yucateco Antonio Mediz Bolio, exiliado en Cuba a  causa de la usurpación huertista en 1913, afirma años más tarde en 1916 que  Fontanills “corta todos los días delicadamente una pluma de cisne y escribe con  ella, mojada en miel, madrigales de crónica galante que encantan a las damas, y  gentiles cortesanías que ufanan a los caballeros” (114), pudo haber estado  refiriéndose asimismo a García Cisneros.(15)   O sea, ambos cronistas compartían el mismo público lector, la alta  sociedad habanera de fin de siglo.  No es  aventurado suponer que para un joven modernista como García Cisneros, la idea  de imaginarse a la zaga de Fontanills, en cualquier aspecto, sea literario o de  apariencia física, le hubiera indignado. 
           El  análisis precedente ha pretendido elucidar que la antipatía de García Cisneros  por Fontanills está animada por motivos literarios, profesionales y  personales.  E incluso demuestra que los  discursos anticolonialistas entraban claramente al espacio privilegiado de la  crónica mundana, organizados por la retórica en torno al hispanismo, la  semantización del cuerpo y los desacuerdos en cuanto al decadentismo.  Como ya se dijo, todo eso pone en entredicho  la reputación que generalmente se tiene de García Cisneros como un esteta  exagerado y apático en cuestiones políticas.   De hecho, y como se registrará en los párrafos que quedan, García  Cisneros denunció el colonialismo español en Cuba en varias ocasiones en la Revista de Cayo Hueso durante la cumbre  de la guerra de independencia.
       En  noviembre de 1897, García Cisneros publica dos textos de tono anticolonialista  en la Revista de Cayo Hueso.  El primero lamenta el aniversario del  fusilamiento de ocho estudiantes cubanos de medicina por las autoridades  coloniales durante la Guerra de los Diez Años en 1871.  No es difícil percibir la acritud y la  acusación anticolonialista en ese texto: “Peregrinaciones irán a ofrendar con  palmas el trémulo donde descansan sus huesos, y mientras suba al cielo la  plegaria, gloriosa flor de salvación, quedará en el fondo de la generosa y  noble alma cubana, un sedimiento de rencor para el español vicioso y  sanguinario que condensó la Hispania con el degradante y cobarde uniforme de  voluntario” (“Para una tumba” 8).  En el  segundo texto publicado en la Revista de  Cayo Hueso, “A propósito de una oda,” el cubano entabla la cuestión  colonialista con un poeta peruano llamado Teobaldo Elías Corpancho (1852-1930) por  medio de la crítica literaria.
     En  noviembre de 1897, García Cisneros publica dos textos de tono anticolonialista  en la Revista de Cayo Hueso.  El primero lamenta el aniversario del  fusilamiento de ocho estudiantes cubanos de medicina por las autoridades  coloniales durante la Guerra de los Diez Años en 1871.  No es difícil percibir la acritud y la  acusación anticolonialista en ese texto: “Peregrinaciones irán a ofrendar con  palmas el trémulo donde descansan sus huesos, y mientras suba al cielo la  plegaria, gloriosa flor de salvación, quedará en el fondo de la generosa y  noble alma cubana, un sedimiento de rencor para el español vicioso y  sanguinario que condensó la Hispania con el degradante y cobarde uniforme de  voluntario” (“Para una tumba” 8).  En el  segundo texto publicado en la Revista de  Cayo Hueso, “A propósito de una oda,” el cubano entabla la cuestión  colonialista con un poeta peruano llamado Teobaldo Elías Corpancho (1852-1930) por  medio de la crítica literaria.
           Desde  Nueva York, García Cisneros reseña Canto  a España (1897), el poema de Corpancho recién publicado en Lima.  El inicio de la reseña engendra una serie de  dicotomías sugerentes:
Teobaldo Elías Corpancho, romancero peruano, de la vieja tierra donde se decidió la suerte de la América libre, donde el fanático Bolívar, el exquisito caballero de la gloria, y el gallardo San Martín, el aristocrático doncel del triunfo se dieron el abrazo de unión de razas y confraternidad de pueblo, acaba de publicar unas vigorosas octavas reales ensalzando épicos valores y galanterías de fijosdalgos españoles, proclamando a Iberia como la nación que da civilización e ideas a los pueblos de su conquista, y que como una nueva Atenas esparce hoy por el mundo los rayos de una arte depurado y de una gallarda gentileza. (23)
      El contrapunteo aquí es revelador por las  asociaciones que establece.  A Corpancho  se le identifica peyorativamente con una poesía española tradicional.  Corpancho, el “romancero peruano,” lejos de  posicionarse como proponente de proyectos anticolonialistas, se alía con la épica  laudatoria de la conquista ibérica de la América Latina de siglos pasados.  Entonces, el modernismo se vincula al  anticolonialismo, ya que los términos que identifican a los héroes de las  luchas independentistas llevan connotaciones retóricas frecuentemente manejadas  por los modernistas.  Las palabras  descriptivas de García Cisneros apoyan esa idea: en el imaginario modernista Bolívar  se vuelve un “exquisito caballero,” y San Martín un “aristocrático doncel” (23).
           El  intento de asociar a Corpancho con la idealización de la empresa colonialista  española en la América Latina es una constante en la reseña de García Cisneros,  como se evidencia en la siguiente cita: “Soñador enamorado de viejas leyendas  nocivas las más de los cerebros de los cancioneros, o masilladas y exageradas  por los mentirosos cronistas, el señor Corpancho cae en ridículo, al celebrar a  España, de la cual solo pueden esperar los mismos americanos que la ensalzan,  desprecios y ultrajes” (23).  Análogamente  a sus críticas en torno a la figura de Fontanills, García Cisneros acusa a  Corpancho de haber traicionado a la unidad latinoamericana cuando elogia a España  sin mencionar los esfuerzos que los cubanos se están desplegando por la  libertad (24).  Para el cubano, la  presentación idealizadora de las hazañas del conquistador español en las  Américas resulta particularmente ofensiva porque “[los españoles] asesinan y  despedazan con la cobardía de un vándalo y la hipocresía de un fenicio al  heróico pueblo de Cuba, el último pedazo de tierra americana aún esclava que  lucha eternamente sola, mientras sus hermanos de raza se enriquecen cantando  salmos a la España” (24).
      Luego,  el cubano traza una genealogía entre el espíritu de conquista en la época  colonial y las numerosas dictaduras en países latinoamericanos para argumentar  que el país de Corpancho, aunque éste no se dé cuenta, sufre las consecuencias  devastadoras de las hazañas que se celebran en su poema: 
¿Qué cree usted, señor Corpancho, usted que en sus aceradas estrofas inciensa y bendice al español que descubrió y colonizó su tierra de hombres valientes? ¿No está usted palpando aún los resultados, los vicios de dominación heredados en el gobierno de Dictador en que se constituye cada Presidente de República? ¿No ve usted su país en manos de un patrido retrógrado, caquéxico, manejado por clérigos incapaces de dejar paso á una idea?(16) Pues esa es culpa del conquistador. (24)
      La influencia española en las Américas,  entonces, no se restringe al pasado.  No  puede verse como un pasado que se ha transcendido.  Por el contrario, el pasado colonial, y las  estructuras que impuso, siguen permeando de manera tangible las realidades  actuales de todos los países del continente, y especialmente las de las últimas  colonias españolas en el Caribe.
           Todo  eso explica las motivaciones por la lectura deconstruccionista que hace el  cubano del poema de Corpancho.  Para  socavar todos los puntos cardinales del elogio a lo español, esa lectura derrumba  a todos los personajes propuestos como virtuosos o heroicos por el peruano.  Esos motivos de encomio (figuras sagradas  como el Cid y el conquistador Francisco Pizarro), son retorcidos por el cubano  para invertir la idea del excepcionalismo español que se emerge del poema.(17)   Para echar leña al fuego, el cubano subvierte la imagen del imperio  poderoso cuando pasa lista a las derrotas que ha sufrido tanto en las naciones  latinoamericanas independizadas en el siglo XIX como en Europa a lo largo de la  historia.
           Además  de críticas de carácter histórico, García Cisneros también se aprovecha de la  crítica literaria para quitar el brillo al excepcionalismo español resforzado  por Corpancho.  Cuando exige que el poeta  peruano no les hable a los cubanos de cuán “divina” es la poesía española,  García Cisneros explica que:
jamás ha tenido España el honor de presentar al mundo de las letras, un poeta propiamente ibero; Calderón, Lope, Espronceda, Bécquer son remedos, parodias más o menos bien hechas de Shakespeare, Molière, Byron, Heine, plagiadores en la antigüedad con Moratín, plagiadores en nuestros días con la Pardo Bazán y Campoamor, no tienen en sus cerebros degenerados la idea sublime de un arte delicado, y por eso las planas de sus periódicos se llenan con los hipos y cabriolas de Aza, Taboada, Beyan, payasos de la literatura sin la irónica mueca de Swift, ni la gracia sardónica de Rabelais; ríen, pero no con la gracia exquisita de Boccaccio, Balzac y Beaumarchais que mueve a risa franca y jovial; sino con la carcajada idiota y grosera del comandante retirado y la patrona de casa de huéspedes. (24)
      El ataque a figuras sagradas de la literatura  española, igualmente acerbo como otras partes de la reseña, se lee como un  método subversivo por medio del cual la voz del crítico literario cobra  autoridad.  Y en esa voz se perfila la  postura modernista: a diferencia del “arte delicado,” a la literatura española  le falta “la gracia exquisita,” o sea la nueva sensibilidad que representa la  estética modernista.  No debemos olvidar  tampoco que la reseña se escribió en un momento cumbre del modernismo en el  continente latinoamericano.  De ahí que  sea llamativo que García Cisneros se sirva de la retórica de la degeneración  tan comúnmente apropiada por los críticos del modernismo, para volverla al  revés.  Así, los ‘degenerados’ ya no son  los escritores que exploran nuevos caminos artísticos, sino aquellos que los  desprecian.  
           Y  no debe pasar desapercibida la valoración de las literaturas francesa y  británica, pues recalca la llamada “leyenda negra” de España tan promovida por  Francia e Inglaterra.  O dicho de otro modo, ese guiño internacionalista cumple  una función legitimizadora que hace que España parezca el imperio desmoronado  cuya relevancia global se ve disminuida.   Por consiguiente, el cubano interpreta el acto imitativo (la  regurgitación del romancero español que hace Corpancho) como síntoma de una  mentalidad colonizada, de un intelecto limitado que se niega a ver más allá de  lo heredado y de lo impuesto.  Asimismo, es  indicio de una cosmovisión restringida que no se conceptualiza de acuerdo con  un paradigma latinoamericanista.  La  ironía de esa coyuntura, desde la perspectiva de García Cisneros, reside en que  Corpancho promueve esa actitud en el mismo momento en que las luchas por la  autonomía política (en Cuba y Puerto Rico) y el logro de la autoctonía  literaria (el modernismo) existen simultáneamente.
           A esta luz se ve con más claridad que se trata de invalidar varios  aspectos centrales del poema de Corpancho.   Sobre todo, el crítico cubano destripa las idealizaciones del poder  militar de España, sus reverenciadas figuras históricas, así como sus hitos  literarios para socavar la mitología del imperio español como cuna de  civilización, arte e ideas, como lo había indicado el peruano en su poema.  Por ende, la desmitificación de España  también tiene el objetivo de ridiculizar a Corpancho por medio de contraponer  su adoración a la conquista española a las denuncias articuladas por los  cubanos:
Siga el señor Teobaldo Elías Corpancho soñando con la Madre Patria, con el famoso León de Castilla, implorando aún una sombra bajo su bandera,…que si mañana ha de haber un poeta cubano que alze su canto a España, será para maldecir su recuerdo y odiar cada vez más al tenebroso pabellón rojo y gualda, sudario y hopa, encubridor de crímenes horrendos cometidos en América, entre los fríos murallones de la Inquisición de Cartagena de las Indias y en los campos siempre verdes de Cuba. (24)
Como es fácil notar, la crítica dirigida al poeta peruano y su Canto a España no se anda por las ramas. La acritud es palpable. Y debido a las redes de comunicación facilitadas por el envío internacional de periódicos y revistas literarias entre intelectuales latinoamericanos, provocó una respuesta directa del poeta peruano. Unas semanas después de la reseña del cubano, éste recibe una carta de Corpancho, y decide publicarla y comentarla en la Revista de Cayo Hueso en febrero de 1898:
Señor de mi distinguida consideración: He leído, con la atención que merece toda producción suya, la interesante carta que se ha dignado V. escribir a la señora Mercedes C. de Carbonera; y que ésta ha publicado en el mismo periódico que hoy me sirve de vehículo para dirigirme a V. a quien siempre ha apreciado y distinguido.
Lamento vivamente que la lectura de mi Canto a España, haya producido en su ánimo inquietante zozobra, por el alcance equivocado que le ha concedido V. a mi composición poética.
Si no fuera V. una personalidad literaria, no me detentendría a hacerle la génesis de ella, ni tratara tampoco de dulcificar la amarga decepción de su espíritu. Mi Canto a España fue escrito ahora cinco años con motivo del Centernario del descubrimiento de América; y cuando todavía la paz reinaba en la bella patria de V. Motivos extraños a mi voluntad, impidieron entonces la publicación de mi composición que permaneció inédita entre otras muchas que conservo en cartera reservada.
Ahora, señor Cisneros, permítame V. que le recuerde que España, fué, es y será siempre la nación de tradiciones más gloriosas, ideales más excelsos, y sacrificios más heroicos que registra la historia de todos los tiempos; y que al cantarla, lo he hecho rindiéndole el debido homenaje a la verdad histórica; y de ninguna manera inspirándome en la fantasía de los romanceros.
Procure V. refrenar, señor Cisneros, su herida susceptibilidad, y creer que siento hondamente haber lastimado con mis rudos acentos su exquisita delicadeza.
Al través de los mares, saluda a V. y queda enteramente a sus órdenes, su entusiasta admirador,
Teobaldo Elías Corpancho
      Esta carta de Corpancho llama la atención por  varios motivos.  En primer lugar, nos permite  entrever cómo funcionaban las redes comunicativas entre literatos  latinoamericanos de diversas geografías de fin de siglo.  O sea, el contacto internacional se realizaba  por medio de una confluencia de correspondencia personal y crítica literaria,  ambas publicadas en periódicos y revistas con un público lector muy amplio.  También es notable el intento que hace  Corpancho por restarle importancia a su propio texto.  Según él, fue escrito en otra época (1892), pero  esa aseveración no explica porqué lo leyó en público cinco años más tarde.  Por otro lado, Corpancho rehúsa retirar los homenajes  de España, esgrimiendo que el contenido de su poema se verifica como un hecho  histórico reconocido por todo el mundo.  Para  el poeta peruano, el pasado histórico no entra en juego en el presente.  Su texto, entonces, fue escrito en el pasado,  describe “una verdad histórica” y por lo tanto es un producto del pasado.
           Merece  subrayarse que Corpancho parece infringir los mismos parámetros que construye.  Cuando insiste en que su texto se interprete  de acuerdo con el momento histórico de su génesis (1892), pasa por alto el  hecho de que el poeta resucitó su texto de 1892 cuando lo recitó en público en  1897 y cuando lo publicó el mismo año.  De  manera que aunque Corpancho quiere creer que su poema no hace comentarios sobre  el presente histórico, que pertenece sólo al pasado, el mismo poeta seguía insertando  su texto en momentos no muy acogedores del colonialismo español en las Américas.  En su respuesta a García Cisneros, Corpancho  trata de justificar su poema cuando dice que lo escribió cuando, como  erróneamente afirma, no hubo antinomias entre cubanos y las autoridades  españolas en Cuba.  Sin embargo, eso no  explica porqué el poeta peruano vuelve a publicar el texto de nuevo en 1905,  siete años después de la derrota española en la Guerra  hispano-cubano-estadounidense.  De todo eso  se puede deducir que el colonialismo español en las Américas no le preocupaba  mucho a Corpancho.  Por ejemplo, es  revelador que Corpancho no respondiera al alegato de García Cisneros con  respecto a la colonización española en el Perú.   Pero, por otra parte, ese hecho no sorprende si se toman en cuenta estrofas  como la siguiente (sacada de Canto a  España):
Del gran Pizarro, la real bandera,
flameó orgullosa del Perú en los lares,
cuando llegó triunfante a su ribera,
después que altiva dominó en los mares.
Del valor y la gloria mensajera,
luz trajo a nuestros índicos palmares;
y desde entonces, nos colora y baña
la excelsa sangre de la heroica España. (8)
     Corpancho elude el alegato por completo y  trata de defenderse contra las críticas del cubano por medio de proponer su  texto como una descripción objetiva de los hechos históricos.
           De  nuevo, el modernismo se convierte en uno de los ejes centrales en las críticas  compartidas entre García Cisneros y Corpancho.   El gesto de etiquetar a Corpancho de “romancero” le sirve al cubano para  sugerir que el poema de Corpancho está fuera de tiempo, gusto y lugar.  La imagen que el cubano desea construir  retrata a Corpancho como un poeta que practica un arte anquilosada  (especialmente desde la perspectiva de un joven modernista), un arte  intrínsecamente falaz ya que alaba las hazañas de genocidios y cobardes de  ultramar.  Es más, la crítica de García  Cisneros retoma los elogios a España que hace Corpancho y se sirve de ellos  para poner de relieve que el peruano ni siquiera reconoce la devastación  sociopolítica debido al colonialismo español en su propio país, ni se diga en  otras partes de la América Latina.
           El  modernismo como tema de injuria se vislumbra no sólo en los criterios del arte  moderno que emplea el cubano.  A pesar  del tono respetuoso que se percibe en la carta de Corpancho a García Cisneros,  la parte final de la misma manifiesta una crítica sumamente antimodernista:  “Procure V. refrenar, señor Cisneros, su herida susceptibilidad, y creer que  siento hondamente haber lastimado con mis rudos acentos su exquisita delicadeza”  (14).  Esa retórica pretende feminizar al  joven modernista por medio de asociaciones misóginas, así como trivializar y  rechazar las críticas del cubano.  Es así  que el criterio del modernismo, visto como un atributo positivo por García Cisneros,  y censurado por Corpancho, figura de una manera sustancial en cuestiones  políticas de fin de siglo.
      Es  lícito suponer que, debido a la brevedad de su respuesta, que además del deseo  de restarle importancia a su Canto a  España, Corpancho no quería continuar la polémica con el cubano.  Pero, como era de esperarse, la respuesta de  Corpancho sólo consiguió encolerizar más a García Cisneros y, como se verá más adelante,  encendió una controversia epistolar que se haría sentir en los círculos  intelectuales de Lima.  En diciembre de  1897, García Cisneros responde a la carta de Corpancho y su respuesta fue  publicada en la Revista de Cayo Hueso en febrero de 1898.  Como se puede  imaginar, la defensa de Corpancho hizo muy poco para calmar las ansiedades del  cubano.  Por el contrario, los  comentarios en su respuesta a Corpancho se volvieron más agudos.            
           Si  bien es cierto que el cubano vuelve a enumerar muchas de sus críticas presentes  en su reseña (a saber, que la influencia España se ha impuesto por medio de maniobras  genocidas y bárbaras y consecuentemente no merece ser elogiada de ninguna  manera), también es cierto que García Cisneros juega con las nociones de  historicidad promovidas por el peruano en su carta de explicación.  Si el poema de Corpancho es cosa del pasado  que no tiene importancia en el presente, como insiste el peruano, entonces el  mismo criterio se podría aplicar a los temas sagrados de España que elogia en  su texto.  Asimismo, el cubano lleva ese  razonamiento hasta sus últimas consecuencias cuando propone que España misma,  como imperio o como nación moderna, es reliquia de otra época: “Ese verbo ser, usado en presente para España, es  un grave error que no se concibe en cabeza seria, sino en la del poeta a quien  ciega el terciopelo de los gregüescos del caballero feudal y los alamares  deslumbrantes del oficial palaciego” (14-15).   Tanto en su reseña como en su respuesta, el proceso crítico del cubano  bifurca para, por un lado, contradecir la versión histórica que ofrece  Corpancho del pasado español y, por otro, negar la relevancia actual de España  tanto en la América Latina como en el mundo: “¡Bravas tradiciones las de  España!  Arrasar países indefensos, dar  muerte por millares y ser vencida ante naciones potentes” (14).
           En  su reseña el cubano había alegado que el bardo peruano era un traidor a la  comunidad latinoamericana y/o un mentecato por lo inexacto de sus  aseveraciones.  En su respuesta, la  postura del cubano se vuelve más agresiva: ahora Corpancho no sólo se equivoca,  sino que es también un mentiroso acérrimo.   Para el cubano, Corpancho distorsiona la “verdad histórica” cuando se  niega a retractarse de su afirmación de que la batalla de Ayacucho en 1824 fue  una victoria española (14).  Esas tendencias revisionistas el cubano las  considera “un engaño a sabiendas” (14), una práctica especialmente absurda si  se toma en cuenta de que Ayacucho aseguró la independencia peruana, la patria  de Corpancho.  De lo expresado por el  cubano, se infiere que Corpancho es un peruano que, setenta y seis años después  de la independencia peruana, añora la subyugación colonialista en las Américas,  hasta en el mismo momento que el tema anticolonialista se repercutía por el  continente.  En cambio, es pertinente  sacar a colación lo curioso de esa aserción de García Cisneros porque en ningún  momento en el poema de Corpancho se hace referencia a la batalla de Ayacucho.  De modo que hay varios momentos en los que el  cubano parece poner palabras o insinuaciones en la boca y en el poema de  Corpancho.
           No  hacía falta que García Cisneros esparara a que Corpancho se retractara de su  hiperbólico elogio de España.  De hecho, Corpancho publicaría de nuevo su Canto a  España en 1905, ocho años después de la controversia con García  Cisneros.  Sin embargo, hubo una intelectual  peruana que sí se hizo eco de las quejas del cubano.  En una carta dirigida al director de El Comercio en Lima, la cual fue  publicada en la Revista de Cayo Hueso junto a la respuesta de García Cisneros, la escritora peruana Mercedes Cabello  de Carbonera informa que muchas personas protestaron la veracidad histórica del  poema de Corpancho, así como el evento celebrando a España (15).  A esto se añade que la omisión de referencias  a las luchas independentistas cubanas en el poema de Corpancho no pasó desapercibida  por el público limeño.
 Corpancho publicaría de nuevo su Canto a  España en 1905, ocho años después de la controversia con García  Cisneros.  Sin embargo, hubo una intelectual  peruana que sí se hizo eco de las quejas del cubano.  En una carta dirigida al director de El Comercio en Lima, la cual fue  publicada en la Revista de Cayo Hueso junto a la respuesta de García Cisneros, la escritora peruana Mercedes Cabello  de Carbonera informa que muchas personas protestaron la veracidad histórica del  poema de Corpancho, así como el evento celebrando a España (15).  A esto se añade que la omisión de referencias  a las luchas independentistas cubanas en el poema de Corpancho no pasó desapercibida  por el público limeño.
           La  intervención de Cabello de Carbonera persigue un equilibrado balance: hacer  constar que había un sector de intelectuales peruanos muy conscientes del  movimiento independizador cubano y, al mismo tiempo, explicar, sin disculpar,  el texto de Corpancho.  Por un lado,  Cabello de Carbonera opina que el poema del peruano tiene matices de parodia  del cañoncito del general Castilla, una de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma publicada en 1896.  Esta explicación, hecha posible, insiste la  escritora peruana, por medio de un saber local (es decir, peruano), buscó suavizar  un poco la acritud de la respuesta de García Cisneros.  Es más, el intento de contexualizar o explicar  la genealogía literaria del poema de Corpancho (es decir, Ricardo Palma),  rescata en cierto modo la figura de Corpancho.   Por otro lado, Cabello de Carbonera expresa rotundamente que “no puede  haber verdad en ese canto épico, dirigido a España, y brotado de un espíritu progresista,  de un inspirado y alto poeta, como es el joven Corpancho, al cual, los que  amamos lo bello y lo grande, le hemos rendido nuestra admiración,  considerándole susceptible de todos los nobles entusiasmos, de todas las  sublimes inspiraciones, que el poeta siente por las grandiosas causas de la  Humanidad” (15).  Su amistad con  Corpancho, desarrollada en el círculo literario e intelectual encabezada por  Clorinda Matto de Turner, no hace que la escritora peruana cierre los ojos a lo  que ella considera injusticias poéticas e institucionales en su propio país.(18) 
           El Comercio nunca publicó la carta de  Cabello de Carbonera, sino que fue reproducida en la Revista de Cayo Hueso.  Si su  defensa de las críticas de García Cisneros hizo perder a Corpancho como amigo,  un hecho que no se comprueba aquí, la escritora peruana fortaleció los lazos amistosos  con el crítico cubano.  Años más tarde en  1900, ella publicó una silueta sumamente elogiadora de García Cisneros en la  revista Cuba y América, editado por  el revolucionario cubano Raimundo Cabrera.
           Los  episodios textuales y epistolares detallados en este artículo fueron efímeros  ya que otros eventos geopolíticos pronto los eclipsarían.  La respuesta de Corpancho, la segunda crítica  de García Cisneros y la carta de apoyo de Cabello de Carbonera las publicó la Revista de Cayo Hueso el 13 de febrero  de 1898, o sea, dos días antes de la explosión del USS Maine en el puerto de La Habana, un momento decisivo en la  Guerra hispano-cubano-estadounidense.  La Revista de Cayo Hueso, al igual que  otras revistas de la época, duró poco tiempo, y su último número salió en  septiembre de 1898.
    Los  textos publicados en Cuba y América y  la Revista de Cayo Hueso que se han  sondeado aquí ponen de manifiesto que crítica literaria modernista no es un  ejercicio ajeno a las realidades políticas.   Además, todos los textos de García Cisneros analizados anteriormente son  valiosos porque arrojan una luz matizada sobre su reputación, mayormente  desdeñada o escasamente atendida por la crítica, como un chico que se crió  entre algodones, y que se fugó a Nueva York para volver la espalda a su tierra  natal que en aquella época se halló constantemente hundida en conflictos geopolíticos.  No niego que su obra tiene esos matices,  numerosos e incluso hiperbólicos, del modernismo aristocrático y de  desinvolucramiento político.  Es un  escritor cuyo compromiso con el arte por el arte y otras tendencias rubendarianas  fue uno de los más extremos y duraderos en la América Latina.  Y conviene reiterar una vez más su vida regalona.  Con su famosa esposa, viajó constantemente,  con largas estadías en sus residencias en Nueva York, Italia y Cannes.  En cambio, en otros momentos y en espacios  simultáneamente frívolos y provocadores, el joven cubano se manifiesta un  escritor con un compromiso político muy evidente y articulado en formas nada  ambiguas.  Por último, los episodios  textuales y epistolares tratados a lo largo de este artículo sirven para  comprobar que Cayo Hueso, a más de ser el centro de una comunidad exiliada  cubana durante tiempos de guerra, también fue el lugar textual (en la forma de  la Revista de Cayo Hueso) en el que  se negociaba una interseccionalidad discursiva en torno al patriotismo cubano,  anticolonialismo, latinoamericanismo, modernismo y crítica literaria que tuvo  resonancias en la Florida, Cuba, Nueva York y Lima.
Notas
1. La Primera jornada de José Martí en Cayo Hueso (1896) por Figueroa es un excelente recurso para información sobre Martí en Cayo Hueso.
2. Para una discussion sobre la cantidad de cubanos en Cayo Hueso, véase Ronning (20-21). También, Sosa ofrece datos importantes sobre Cuba y Cayo Hueso.
3. Véase mi artículo, “Julián del Casal en Las Tres Américas (1893-1896) de Nueva York: Francisco García Cisneros y el rescate del decadentismo casaliano.” La Habana Elegante 50 (2011).
4. Se refiere a George Washington. Martí también había elogiado al primer presidente de los Estados Unidos en su discurso “Madre América” (1889).
5. Fundado en 1885 por Ricardo Flores Magón y su hermano Enrique, El hijo de Ahuizote fue un periódico satírico mexicano que, debido a sus acerbas críticas de la corrupción y el totalitarismo del Porfiriato, fue censurado varias veces y sus editores encarcelados (Tenorio-Trillo 166).
6. Ambos nombres se refieren a las dos derrotas más claves de España en las luchas armadas tanto en las Islas Filipinas como en Cuba.
7. “El general Sabás Marín y su familia.” La Habana Elegante (25 de marzo de 1888).
8. Montero deconstruye la reseña que Varona escribe sobre el poemario casaliano Hojas al viento (44-51).
9. Véase, por ejemplo, Max Henríquez Ureña (255).
10. Según la Historia de familias cubanas, “Doña América de Goicouría y Aranguren casó con don Ricardo Farrés y Fuertes, médico-cirujano, oficial del Ejército Revolucionario en la Guerra de los Diez Años” (de Santa Cruz y Mallén 176). Ambos estaban muy involucrados en causas benéficas tanto en Cuba como en los Estados Unidos (Valdés 13).
11. Fontanills publicó sus crónicas en una variedad de revistas literarias en Cuba, como La Habana Elegante, El Hogar, El Fígaro, Social, El Eco de las Damas, Letras, Fémina, Smart y Diario de la Marina.
12. Salvador Bueno está de acuerdo y señala que El Fígaro se puso de parte de las autoridades españolas en Cuba durante la guerra de independencia, ya que la revista no publicaba textos de Martí ni entraba en cuestiones políticas (20).
13. Véase el prólogo y notas que Cruz Malavé hace del texto, “Julián del Casal” escrito por José Lezama Lima (nota 124).
14. Francisco Morán indaga y elabora este punto en su artículo, “Modernismo e identidad en Julián del Casal y José Martí: Cuba en la encrucijada finisecular.” La Habana Elegante 3 (1998).
15. Mediz Bolio dice lo siguiente al referirse a Fontanills “[es] una institución elegante”, “el árbitro del ‘savoir faire’, el consagrador de las reputaciones en lo ‘chic’, el introductor de las bellezas al gran mundo…” (114).
16. Se refiere a Nicolás de Piérola, dos veces Presidente del Perú.
17. García Cisneros agrega otros personajes no mencionados en el poema de Corpancho, como el conquistador Diego de Almagro y autoridades coloniales en Cuba como Valeriano Weyler y Camilo García de Polavieja.
18. Son útiles las contextualizaciones que ofrece Rocío Ferreira con respecto al entorno intelectual limeño de la época (28-30).
Obras citadas
Bueno,  Salvador. “El periodismo literario en Cuba: de El Fígaro a Social.” Crucero 1.2 (1960):  17-22, 38. 
      
Carpentier,  Alejo. Obras completas. Tomo 14:  Conferencias. México: Siglo Veintiuno  Editores,  1991.
      
Castellanos  G., Gerardo. Motivos de Cayo Hueso:  Contribución a la historia de las emigraciones  revolucionarias cubanas en los Estados Unidos. La Habana: Ucar, García y Cia, 1935.
      
Corpancho,  Teobaldo Elías. Canto a España.  Lima: Imprenta de El País, 1897.
      
Ferreira,  Rocío.  “Clorinda Matto de Turner,  novelista, y los aportes de Antonio Cornejo Polar al  estudio de la novela peruana del siglo XIX.” Revista de Crítica Literaria  Latinoamericana 62 (2005): 27-52.
      
Figueroa,  Sotero, ed. Primera jornada de José  Martí en Cayo Hueso. New York: Imprenta América,  1896.
      
Fontanills,  Enrique. “Episodio.”  Julián del Casal (In Memoriam). Comp.  Francisco Morán. Doral, FL: Stockero, 2012: 218.
      
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