Entre dos héroes: Casal

Jorge Luis Sánchez, ICAIC

Jorge Luis Sánchez, director y guionista cubano, desde hace veinte años tiene escrito un guión para un largometraje de  ficción sobre Julián del Casal, mintras sigue a la espera de que aparezca el financiamiento, a solicitud nuestra, en  el siguiente artículo nos devela algunas de sus ideas acerca de dos de los principales personajes que aparecerán en la futura película: Julián del Casal y Antonio Maceo.

     Estoy en Matanzas, en una de las librerías donde siempre me sorprenden libros escasos, raros, y Casal, que además de ser una palabra de indescifrable sonoridad, es también un lamento de la infinita noche de 1989, en que decido comprar su biografía, escrita por Emilio de Armas.
     A punto de irse la década de los años ochenta, leer al poeta de los “versos tristes y joyantes”, según Martí, fue como escudriñar nuestro siglo xix, de cabeza, parándome encima de la farola del Morro, y, no conforme, intentar ver  La Habana en cada vuelta, según el movimiento del haz de luz de su farola.
     El dolor fue el primer estado de ánimo; mostrarlo desde el cine, la segunda reacción ante su vida, esa que el biógrafo contaba y que leí en solo unas horas. Gracias a Santiago Álvarez --que sabía de las ansiedades creativas, porque artista él, las padeció--, cumplí con la táctica: hacer el documental,para luego ir por la estrategia: expresar a Casal en una película de ficción.
     Al coincidir aquel plan con la edad mía, veintinueve años, que era la misma con la que había muerto el poeta, místicamente pensé que era una señal del más acá, no para morir, sino para hacer realidad el filme. Ah, pero la vida suele ser como es y no como uno quisiera. Pude hacer el documental Donde está Casal porque trabajaba con Santiago en el Noticiero Latinoamericano ICAIC, pues antes, un comité de selección integrado por tres escritores, había desechado la idea documental. Uno de ellos, que ya no vive, -en cuánto vio el documental me pidió disculpas-, defendió su postura diciéndome que era muy difícil llevar la literatura de un poeta a imágenes en movimiento.
     Y seguí en la investigación a través de los ojos de un poeta inteligente. Ya no necesitaba la farola del Morro para leer, sino sumergirme con la ciudad dentro de un submarino para seguir el viaje al revés, en marcha atrás, que es como único, creo yo, se puede entender el drama de Casal. Como lo entendieron dos hombres excepcionales: José Martí y Antonio Maceo. Como no lo entendió la mayoría de sus coetáneos, estos entre adulones y dogmáticos. Todos, personajes de la intelectualidad de nuestro siglo XIX.
     No es de extrañar que Martí no solo se lamente desde Patria, el 31 de octubre de 1893, a diez días de haber fallecido Casal en La Habana, que murió el poeta y no le llegamos a conocer, sino que, además, haya escrito unos de los artículos más penetrantes e iluminados en una cuartilla y media, sobre una sensibilidad tan compleja como fue la de Casal. Lean este primer párrafo, cuyo texto completo se puede encontrar en el tomo 5 de las Obras completas:

Aquel nombre tan bello que al pie de los versos tristes y joyantes parecía invención romántica más que realidad, no es ya el nombre de un vivo. Aquel fino espíritu, aquel cariño medroso y tierno, aquella ideal peregrinación, aquel melancólico amor a la hermosura ausente de su tierra nativa, porque las letras sólo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad, ya no son hoy más que un puñado de versos, impresos en papel infeliz, como dicen que fue la vida del poeta.

     Martí, como Santiago Álvarez, salvando las distancias, sabe que lo sensible habita en la complejidad. Ellos mismos lo han sido de una u otra manera. Nadie mejor que hombres así para entender lo diferente que germina bajo el arte.
     Antonio Maceo era un hombre de pensamiento y claridad intelectual; no era un artista, pero le sobraba sensibilidad para entender el arte, las metáforas y lo diferente. Ahora mismo está Casal recibiéndole en La Habana de 1890, con el siguiente poema:

A un héroe

Como galeón de izadas banderolas
que arrastra de la mar por los eriales
su vientre hinchado de oro y de corales,
con rumbo hacia las playas españolas,

y, al arrojar el áncora en las olas
del puerto ansiado, ve plagas mortales
despoblar los vetustos arrabales,
vacío el muelle y las orillas solas;

así al tornar de costas extranjeras,
cargado de magnánimas quimeras,
a enardecer tus compañeros bravos,

hallas solo que luchan sin decoro
espíritus famélicos de oro
imperando entre míseros esclavos.

     Fue certera la visión de Casal, quien parece decirle a Maceo que no perdiera energías, pues no es el momento, como en efecto sucedió con los muchísimos que “luchan sin decoro.” Pasarían cinco largos años para que Martí consiguiera enardecer los ánimos que intervendrían en la guerra de 1895.
     No obstante la premonición casaliana --que evidentemente Maceo captó con atento respeto, le reciproca con una foto autografiada y bastante desconocida hasta hoy, cuya dedicatoria dice: “Al simpático vate cubano, de su afectísimo A. Maceo”.

     El hombre de complexión robusta, viril, el titán, de quien tan bien resaltaron sus coetáneos esas cualidades, helo aquí regalándole una foto al frágil poeta, debilucho, pálido ya para ese tiempo, con los primeros síntomas de tuberculosis y, padeciendo, además, oleadas intensas de neurosis e hiperestesia.
     El héroe, desprejuiciado del artista; el poeta, desprejuiciado del héroe. Ambos halan parejo desde el respeto mutuo. La vanguardia con la vanguardia entendiendo que deben “abrir vías juntos, en vez de encelarnos”, como pidió Martí.
     Una tarde de esas en que no cabía toda La Habana en mi submarino, leo en La Habana Elegante de 1893, lo que le dedican a Casal a raíz de su muerte, ocho días después. Un recuadro que contiene fragmentos de sus cartas. En uno el poeta hace la siguiente valoración sobre Maceo.

Sólo he encontrado en estos días una persona que me ha sido simpática. ¿Quién se figura que sea? Maceo, que es hombre bello, de complexión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro. No se si esa simpatía que siento por nuestro General es efecto de la neurosis que padezco y que me hace admirar a los seres con condiciones y cualidades opuestas a las mías; pero lo que le aseguro es que pocos hombres me han hecho tan grata impresión como él. Ya se ha marchado y no se si volverá. Después de todo me alegra, porque las personas me aparecen mejor a nuestros ojos vistas de lejos.

     Otra tarde en casa de su sobrina Amelia Peláez del Casal, la hermana de esta, Carmen, ya fallecida, me permite consultar la papelería del poeta custodiada con celo. Allí me encuentro un álbum con abundantes recortes de prensa. Uno estaba firmado por Magdalena Peñarredonda, Llellena, familia del poeta por la vía materna y activista de Maceo en Pinar del Río, durante la guerra del 95. Lo insólito para los dogmáticos: Llellena compara al Lugarteniente General Antonio Maceo con Julián del Casal. Para su estudio, ella, que conoció a ambos, se apoya en otro fragmento, de la misma carta inédita hasta hoy, que tal vez algún día aparezca en su totalidad:

Maceo tiene una voluntad de hierro y entusiasmo pico por la causa de la independencia de Cuba. Este es su único ideal. Aunque yo soy enemigo acérrimo de la guerra, me he convencido al oírlo hablar, de que es necesaria e inevitable. Creo que dentro de un año estaremos en la manigua.

     Evidentemente que sus amigos de La Habana Elegante, los mismos que toman la batuta y legan al siglo xx su visión del poeta, censuraron la totalidad de lo que Casal pensaba de Maceo, de Cuba y de su independencia. Infiero que el “estaremos en la manigua”no era políticamente correcto. La coyuntura favorable a las ideas autonomistas, seguramente se impuso. O la tonta imagen de poeta lánguido, presto a ser devorado por su hiperestésica evasión. O la cobardía.
     Los coetáneos que lo quisieron y que le sobreviven en esos años --principalmente Enrique Hernández Miyares, director del semanario, y con acceso a su papelería--, no supieron defenderlo con lucidez en su muerte, para la que escribió Casal: “ansias de aniquilarme sólo siento”.Y remataron a este noble joven por donde ya únicamente podía respirar después de muerto, a través de la sensibilidad y las ideas.
     Es así que prefirieron que Casal pase de un siglo a otro reducido a bohemio-poeta-neurótico-extravagante-histérico, ajeno a los destinos de su patria, y como caldo propicio para que las lecturas esquemáticas de una parte de la posteridad lo pulverice bajo la acusación de escapista y evadido. No importa que Martí y Maceo, dos de los más grandes cubanos de todos los tiempos, coincidan en aceptar y distinguir al poeta, por encima de las apariencias de su gusto por los kimonos, el sándalo, el marfil y las porcelanas.
     He aquí mi imaginación, todavía con palabras, no con imágenes en movimiento, sobre cómo pudo haber sido aquel  encuentro entre Casal y Maceo:

46. SALON LA CARIDAD                                                                          INT/NOCHE

CASAL, un poco ojeroso y pálido, se presenta dando un paso hacia MACEO.

CASAL
Julián del Casal.

MACEO
El poeta.

CASAL
A medias, General...
Cuando después de los periódicos me queda algo de tiempo.

MACEO
Que pagan poco y exigen demasiados compromisos, ¿no?

CASAL
Y son las flechas venenosas de la opinión.
 (Casal saca de su bolsillo un papel)

Ríen.

MACEO
(Mirando con picardía el papel)
¿Mensaje confidencial?
(Pausa, Irónico)
...No vaya usted a complicarme esta visita de “paz...”

 

Vuelven a reír.

CASAL
Soy yo el que con gusto se va a complicar.

MACEO
(Negando)
Los dos.
(Guiña un ojo)
Toca a menos.

CASAL extiende la hoja y MACEO espera atento.
Un paisano va hasta ESTEBAN, algo le dice al oído y este a su vez, le habla a ENRIQUE, que se pone en guardia como esperando la llegada de alguien.

CASAL
(Lee)
"Como galeón de izadas banderolas
que arrastra de la mar por los eriales
su vientre hinchado de oro y de corales
con rumbo hacia las playas españolas...

El GENERAL español, ZAMORA, con aspecto de recién bañado, entra en el salón acompañado por su esposa, una mujer gruesa de rasgos vulgares.
CASAL levanta los ojos, y al verlo, calla.
Todas las miradas se han vuelto al recién llegado quién seguido por su escolta va directo hacia MACEO.
MACEO se vuelve, da una ojeada al militar español y atiende nuevamente a CASAL quien, ante la mirada de confianza de MACEO, vuelve a la lectura.
El GENERAL ZAMORA se sitúa a unos pocos pasos, suficientes para escuchar lo que seguirá leyendo CASAL, y espera, sin dejar de mirar a cada uno de los presentes, particularmente a CASAL, ENRIQUE y ESTEBAN.

CASAL
"...así al tronar de costas extranjeras
cargado de magnánimas quimeras,
a enardecer a tus compañeros bravos,
hallas que luchan sin decoro
espíritus famélicos de oro
imperando entre míseros esclavos..."

En la mirada de MACEO a CASAL, hay un brillo de complicidad y admiración.
ESTEBAN mira a CASAL ufano.

MACEO
(Repasando en voz alta)
“Espíritus famélicos de oro…”
(Se acerca a Casal, en voz baja)
Usted, conserve su talento, que no solo las letras lo necesitan.
 (Se abrazan)

El GENERAL ZAMORA, sigue esperando pacientemente. La ESPOSA DE ZAMORA mira con satisfacción a MACEO.

CASAL
(Sonrojado)
Gracias...
(Dándole el poema)
Es suyo.

MACEO
Gracias, poeta...

MACEO, al tiempo que se guarda el poema en el bolsillo del saco, se vuelve al GENERAL ZAMORA, da varios pasos hacia él, y se dan la mano.

GENERAL ZAMORA
General, acepte mi saludo...
(Pausa, medio gracioso)
¿Dicen mis informantes que volverá usted algún día a la guerra?

MACEO
(Amable)
...Y me tendrá frente a frente, General.

GENERAL ZAMORA
(Cortés)
En ese caso, sin usted la campaña no tendrá atractivo para mí.

MACEO
(Amable)
Únicamente lo que me atrae es la independencia de Cuba.

CASAL mira a ZAMORA, luego a MACEO.

GENERAL  ZAMORA
(Cortés)
Pasando por encima de mi cadáver, General.

MACEO
(Amable)
Lamentablemente, General.

Los Generales se miran por breves segundos y sueltan sus manos al unísono. MACEO saluda a la esposa del GENERAL con amabilidad, y ella es toda simpatía.
Alguien inicia un aplauso que nadie secunda.
CASAL, emocionado, mira a MACEO, pero un repentino ataque de tos se hace  incontenible, ENRIQUE lo auxilia, y CASAL se aparta ante las miradas, imperturbable de ZAMORA, y de preocupación de MACEO y ESTEBAN.
CASAL se lleva un pañuelo a la boca, hasta que se calma, pero al retirarlo una goticas de sangre lo han manchado. ENRIQUE y él se miran, perturbados.

Algo de premonición hay en Casal cuando las tempranas muertes de Maceo y de Martí hacen que Cuba transite del siglo xix al xx con toda la tristeza, el dolor y la frustración que padeció el poeta.