La ciudad en la edad de la razón (Apuntes biográficos de Pedro Abad y Villarreal)
Carlos Venegas Fornias, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello
     Al iniciarse el siglo XIX la ciudad de La Habana se  enfrentaba a profundos cambios económicos y sociales derivados del rápido  crecimiento de una economía de plantación y de la necesidad de reorganizar su  fuerza de trabajo dividida en un sector libre de artesanos urbanos y un sector cada  vez mayor de esclavos rurales. Dentro  del primero predominaba la población de  color libre, ocupada sobre todo en los oficios relacionados con la construcción,  y para lograr neutralizar los riesgos que podía engendrar este peligroso desequilibrio  social, se intentaba fortalecerlo con población blanca, bien fuera criolla o  emigrada, que disfrutara del privilegio de una educación calificada. Por tanto,  el aprendizaje tradicional de los oficios debía ser suplantado por los estudios  escolares y académicos basados en las ideas de la Ilustración y bajo la  orientación de nuevas instituciones docentes.
           No era otra la idea de los hacendados y comerciantes agrupados  en la Sociedad Económica de Amigos del País cuando en el mes de marzo de 1797
 dos  de sus miembros más destacados - Francisco de Arango y Parreño y Nicolás Calvo  y O’Farrill -, redactaron una memoria para promover la fundación de un Instituto Havanero de Ciencias Naturales con varias escuelas integradas: de matemáticas (incluyendo la enseñanza de  aritmética, geometría, trigonometría plana y esférica, algebra, dinámica e  hidrodinámica), de náutica (con elementos de astronomía y cosmografía), de  química (con elementos de física y mineralogía), de lenguas (incluyendo francés  e inglés) y una escuela de dibujo para enseñar los principios científicos y  prácticos del noble arte de la pintura. 
           Estas debían disponer de una colección de instrumentos y  máquinas adquiridas en París y Londres –pues se consideraba que en la metrópoli  no las había adecuadas–, de un laboratorio, de un gabinete de mineralogía y de  una biblioteca. El reglamento para este establecimiento llamado de ciencias exactas y naturales lo proporcionó el  destacado profesor Gaspar Melchor de Jovellanos, tomado del plantel homónimo  que dirigía en Gijón, Asturias, y que envió aún sin publicar, un gesto que se  le agradeció especialmente, y también se contaba con la participación de otro  destacado profesor español, Manuel de Arejula, químico acreditado en España y  Francia. En resumen, se trataba de un ambicioso proyecto docente iluminista elevado  por la élite intelectual de la ciudad al ministro Godoy, Príncipe de la Paz,  para contar con su apoyo y lograr que una colonia que disponía de una población  blanca mayor que cualquier otra de América, pudiera educarla dentro de ella sin  necesidad de viajar a España.(1) 
           Encauzarlo requería  un presupuesto extraordinario y Godoy devolvió la iniciativa para que esta  fuera implementada con recursos propios y a cargo de las autoridades de la  Isla. La Sociedad y su Real Consulado y Junta de Fomento habían sugerido  inicialmente cobrar un impuesto de 100 pesos anuales a los dueños de ingenios,  pero las reformas docentes terminaron implementadas en forma aislada y sobre  todo con la llegada de un nuevo obispo en 1802, el vasco José Díaz de Espada y  Landa, portador de tendencias renovadoras que transformaron el papel que  desempeñaba la Iglesia en la vida del país, y que de inmediato fue designado  presidente de la Real Sociedad Económica. 
      
     Durante las tres  décadas que abarcó su ministerio, el Obispo Espada llevó a cabo una amplia  labor educativa desde las aulas del Seminario Conciliar de San Carlos y San  Ambrosio, fortaleció el clero secular o diocesano y duplicó el número de  iglesias del obispado habanero, añadiendo 61 a las 52 que existían a su llegada.(2) Educado en el ambiente del Siglo de las Luces, fue enemigo  del fanatismo, la superstición y la idolatría en el culto y sus objetos. Su  inclinación hacia la transparencia de las ideas y contra el oscurantismo fue  acompañada por un nuevo gusto basado en la restauración de la diafanidad y  simplicidad de las formas arquitectónicas clásicas y la aversión al primitivismo  de la tradición popular que se hallaba asimilado bajo la desproporción propia  del adorno barroco.
           La reforma del  Seminario vino a satisfacer en gran parte las aspiraciones reformistas de la  élite más culta de los habaneros logrando abrir un gran centro de enseñanza con  diversas disciplinas, el más selecto de la Isla, que llegó a eclipsar la  Universidad de San Gerónimo. No estaba dirigido exclusivamente a la formación  de sacerdotes, pues se logró la autorización del gobierno para que sus asignaturas  tuvieran validez en todas las carreras universitarias, y en su matrícula – a pesar  de llegar a contar en ocasiones hasta más de 700 alumnos –, los seminaristas no  pasaban de una treintena, mientras los aspirantes a médicos y abogados  constituían el resto. 
           El viajero Enrique Wilston(3) aseguraba  en una de sus cartas que el Seminario constituía el verdadero centro de los  estudios superiores y que el propósito del Obispo para unificarlo con la  Universidad no se había logrado por la rivalidad con la orden de los dominicos  que la administraban desde su fundación un siglo antes. Wilston describió el  agradable aspecto del plantel ocupado por el colegio –construido a mediados del  siglo XVIII por la orden de los jesuitas para instalar su colegio –, y la  agilidad de sus alumnos durante los exámenes y las demostraciones públicas de  los experimentos de física de la cátedra de filosofía, llevados a cabo en el  patio, a
 la vera del Obispo, y atendidos por su catedrático que le regaló un  ejemplar de las lecciones de filosofía que había escrito para sus discípulos.(4) 
           Este ambiente entusiasta e inteligente contrastaba con su  descripción  del edificio ocupado por la  universidad en el convento dominico, semivacío y abandonado, donde se impartían  las clases con un latín clásico barbárico,  y donde los egresados del Seminario solo asistían por unos breves meses para culminar  sus estudios y obtener el título. La política ilustrada de restar protagonismo docente  a las órdenes regulares se contaba entre los propósitos del Obispo que afirmaba  al Gobernador en 1821, en pleno período constitucional y ya dictada la  exclaustración, “…estoy persuadido de que  cuantos menos conventos queden en la Diócesis, estará mejor servida, porque se  aumentará el clero secular  que es el de  primera institución.”(5)
           Entre  los profesores elegidos por Espada para materializar sus reformas educativas se  destacó especialmente Don Pedro Abad y Villarreal, profesor de matemáticas. Nacido  en 1775 en la villa de Manzanares,(6) provincia de la  Mancha, su formación profesional transcurrió a partir de 1793 dentro de las  modernas instituciones científicas del Madrid de las reformas borbónicas.  Aprobó los dos primeros años de los cursos de matemáticas de los Reales  Estudios  de San Isidro y otro curso más  en la Escuela de Matemáticas del Taller del Real Observatorio Astronómico. A la  edad de 21 años pasó a ocupar una plaza de cadete en el Real Cuerpo de  Ingenieros Cosmógrafos del Estado, asistiendo a un curso de matemáticas  sublimes en el Palacio del Buen Retiro hasta que abandonó este cuerpo en 1799.(7)
           Con la llegada del nuevo siglo lo encontramos en América como funcionario  de la Intendencia de Hacienda en Nueva Orleans y luego en Mérida, Yucatán. Después  de una breve estancia en Nueva York pasó a La Habana donde ganó por oposición la  cátedra de Matemáticas(8) abierta en 1807 en el  Colegio Seminario con 550 pesos de sueldo anuales, y que desempeñó por más de  tres largas décadas. Fue un profesional culto y cuidadosamente educado, que en  su juventud había estudiado los autores clásicos griegos y latinos, y por su  formación tenía un amplio dominio no sólo de las matemáticas, sino de varias  disciplinas técnicas y científicas como la física, la astronomía y la arquitectura,  y actuó por muchos años como un hombre de la confianza del Obispo Espada para  emprender diversas tareas relacionadas con las mismas.
      
     En su plan de estudio para esta Cátedra abierta en el Seminario incluyó  también los principios de la arquitectura civil y militar con el dibujo y  lavado de planos. Consciente de la necesidad de enseñar con profundidad estas  actividades en la ciudad, propuso en 1813 al gobierno superior y al  ayuntamiento el establecimiento de establecer de manera independiente una clase  de arquitectura basada en los principios normativos de los órdenes griegos y  romanos, cánones rescatados entre los restos de viejos monumentos de Italia y  del Peloponeso. Los argumentos que Abad desplegó en el plan elevado a las  autoridades habaneras constituyen el primer intento de reflexionar sobre el  estudio de la arquitectura redactado en el país, y revisten una singular importancia  por teorizar sobre un estilo, el neoclasicismo, que prevalecería en el  tratamiento decorativo de la arquitectura cubana del siglo XIX. 
           Los conceptos que empleó fueron propios del academicismo del siglo XVIII,  tomados del contexto cultural de España y de las instituciones iluministas  donde se había formado; le asignaba un papel distinguido a la arquitectura  dentro de la cultura, como una síntesis entre el ejercicio de las artes  liberales y el de las bellas artes, participando a su vez del conocimiento de  las ciencias, pues afirmaba que las  Matemáticas y la Física eran sus  ministras inmediatas, pero con un objeto diferente, de naturaleza estética,  la belleza, consistente en la conmoción que experimenta nuestra alma, cuando  contempla las cosas.(9) 
           Como consecuencia la enseñanza de la arquitectura que proponía debía integrarse  dentro de lo que denominaba las bellas  artes del diseño, pero siguiendo un modelo que no podía aspirar, como en  las otras, a la imitación directa de modelos naturales, ideal del realismo  académico, sino en un canon abstracto de las proporciones, en una percepción de  la elegancia y del decoro que funcionaba dentro el arte como la inteligencia en las ciencias.(10) Para fundamentar el conocimiento y el aprendizaje propios  de la arquitectura el autor utilizó un concepto común durante la Ilustración,  el concepto de buen gusto.
           Aunque el gusto como tal contiene motivaciones que pueden ser irracionales,  el concepto se había generalizado en el siglo XVIII dentro del ámbito  intelectual de la historia, tanto para el arte como para la ciencia, como un  comportamiento que rechazaba la desproporción y los excesos las  representaciones y en los juicios, y por tanto aliado de la razón y del  pensamiento ilustrado. A partir de la obra del pensador italiano Ludovico  Moratori Reflexiones sobre el buen gusto  en las ciencias y las artes, el  buen gusto se convirtió en un concepto crítico aplicado a todo el quehacer  intelectual, un concepto donde la razón y el sentimiento se equilibraban – una  especie de discernimiento racional en la capacidad selectiva del ser humano  –, capaz de ser perfeccionado y  transmitido por medio de la educación.(11)
           Desde un punto de vista académico esta inclinación encontró su fundamento  arquitectónico en la práctica del estilo neoclásico y en la imitación, o  inspiración, de las ruinas de la antigüedad griega y romana, sobre todo, en la  aplicación  de la reglas de los órdenes  griegos. La tradición local fue perdiendo terreno para dar paso a la  uniformidad de un estilo que aspiraba a una validez universal.
         Abad presentó su solicitud en un momento propicio para la apertura de  escuelas particulares o de iniciativa personal, pues desde 1812 se había  proclamado la constitución en la metrópoli, un hecho que abría posibilidades  para autorizar iniciativas más liberales en el terreno de la educación pública,  y no fue el suyo un intento aislado; simultáneamente José Coelho, portugués,  había establecido una escuela de enseñanza general(12)  y pedía al ayuntamiento  que se le otorgara el rango de academia; por  otra parte, el teniente coronel José María Callejas – un cubano formado en la  escuela de artillería española –, propuso abrir una academia militar con un  reglamento para su sostenimiento.(13) Sin embargo, no hay  ningún indicio de que la propuesta de la clase o academia de arquitectura, pues  de ambos modos la llamó Abad, llegara a ser aprobada y su escuela fuera  establecida. De cualquier modo, sus planteamientos teóricos fueron aplicados desde  su cátedra en el Seminario y también durante el curso de numerosos proyectos  arquitectónicos, realizados o no, que emprendió a lo largo de su vida, tal como  afirmaba dentro de las notas autobiográficas que redactara en 1834:
“Durante mi destino en el Colegio he estado ocupado incesantemente en comisiones de utilidad pública y religiosa que puso a mi cuidado el difunto Exmo. e Iltmo. Sr. Obispo para introducir el buen gusto de las bellas Artes, especialmente, en la Santa Iglesia Catedral, donde todos los altares y ornatos de Arquitectura se han hecho por los dibujos y dirección mía. En casi todas las demás Iglesias y edificios religiosos de esta ciudad me empleó S. E I. con el mismo objeto, extendiéndose a otras muchas partes fuera de ella, para los cuales he trabajado una infinidad de planos y proyectos, que en gran parte se han llevado a efecto. Igualmente he desempeñado diversas comisiones públicas y particulares del ramo de la Arquitectura”.(14)
     La renovación de la  cultura material religiosa sin duda se convirtió en el medio más eficaz de  divulgar y legitimar la nueva
 sensibilidad artística neoclásica por el impacto  que emanaba de su propia sacralidad, y que por esa razón se podía extender hacia  todas las capas de la población. Apenas un año después de ocupar el obispado  habanero, en 1803, Espada dio los primeros pasos introduciendo modificaciones  rituales. En primer término sustituyó los crucifijos irregulares existentes en  varias iglesias, bien fuera por su tamaño o por su forma, por otros de bronce  mejor proporcionados que había importado. Al mismo tiempo presentó a la  Sociedad Económica en el mes de enero, un proyecto para construir un cementerio  general y suprimir los entierros en las iglesias – propósito que ya tenía la  Sociedad –, pero que debió vencer fuertes resistencias populares hasta quedar  inaugurado en 1806 con diseños neoclásicos para la capilla y la portada del  arquitecto francés Etienne-Sulpice Hallet, emigrado poco antes desde Filadelfia.(15) Este se empleaba a su vez como fontanero de la ciudad y  en la reedificación del Teatro Principal, obra terminada en 1803, y comparable  por su magnitud y estilo con el Teatro del Príncipe, que se construía en Madrid  por entonces. 
           La  Catedral, templo de la más alta dignidad, fue el objeto de las reformas modernizadoras  más radicales emprendidas a partir de 1803, con la decoración de la capilla  mayor por el pintor italiano José Perovani, de formación clásica académica, con  pinturas murales y con un nuevo altar mayor de estuco.(16) Perovani había  establecido un taller en Filadelfia desde 1795 y allí atrajo la admiración del  público por un retrato de Jorge Washington recostado a una estatua de Minerva,  y por su decoración para la sala principal del consulado español.  En la reforma del interior de la Catedral de  La Habana también participó el arquitecto Hallet que trasladó el coro – una  obra de carpintería barroca de reconocido mérito – hacia el presbiterio para  desahogar la nave central. A su vez, Perovani adornó con frescos la capilla y  la portada del cementerio recién concluido y de otras iglesias de la ciudad  hasta su partida hacia México en 1818.
           Dentro  de este contexto Pedro Abad arribó a La Habana y dio comienzo paralelamente a varias  obras para el obispado habanero muy importantes por su carácter renovador y por  la popularidad de los templos en que tuvieron lugar. Entre estas se destacó  particularmente por su trascendencia y calidad la sustitución de los altares de  las capillas laterales de la Catedral. En ellos se muestran hoy las líneas de  un neoclasicismo muy cercano al del arquitecto Juan de Villanueva, cuyas grandes  obras conoció sin duda en Madrid mientras cursaba sus estudios, sobre todo el  Museo del Prado y el Real Observatorio Astronómico donde asistió a las clases  de matemáticas. No se puede subestimar, en cuanto a su formación profesional  como arquitecto dentro del nuevo estilo, las consecuencias de su viaje a  América y sus breves estancias en las ciudades de Nueva Orleans, Mérida y New  York, donde pudo haber enriquecido sus experiencias arquitectónicas prácticas y  teóricas, aunque solo nos dejó noticias de su participación en varias obras públicas  en la ciudad de Mérida, al lado del ingeniero militar catalán Rafael Llovet.(17) Pero la construcción durante su estancia en Nueva Orleans  del edificio del cabildo, obra extraordinaria de estilo neoclásico, no puede haber  pasado inadvertida para él y tal vez fuera testigo a su paso por los Estados  Unidos de algunas de las edificaciones públicas promovidas por el presidente  Jefferson en esos años para establecer el culto a la antigüedad clásica y las  virtudes democráticas. 
      
           Los  altares de la Catedral colocados en las capillas laterales, fueron diseñados  sobriamente con columnas de órdenes clásicos y frontones que enmarcan solo  pinturas al óleo en cada retablo, sin ninguna imagen escultórica. Se realizaron entre 1813 y 1817 en madera de caoba con  la participaron en su talla del maestro escultor Ignacio Valentín Sánchez y el  dorador Isidro Valdés. Los cuadros al óleo pertenecen al pintor Enrique Elovis,  en su mayor parte. 
           Continuando esta línea de renovación en el  mobiliario del templo, diseñó en 1819 una obra efímera de similar estilo: el  catafalco levantado para conmemorar la muerte de la reina María Isabel de  Braganza, segunda esposa de Fernando VII, del cual se conserva un grabado. En  este túmulo, como en los altares, Abad empleó un tipo de remate tomado del  repertorio de la antigüedad clásica, las copas flamígeras o urnas funerarias,(18) un motivo que posteriormente, ya construidas de terracota  vidriada, fueron colocadas reiteradamente sobre los pretiles de las azoteas de  las edificaciones cubanas del siglo XIX, hasta convertirse en un signo  distintivo del nuevo estilo. Esta obra de Abad, de naturaleza transitoria o  escenográfica, fue descrita y divulgada mediante la publicación de un folleto con  un grabado anexo.(19)
           En 1814 emprendió la reconstrucción total de una ermita que agrupaba dos  devociones muy populares, la del Cristo de la Salud y Nuestra Señora de  Guadalupe, para levantar allí un magnífico templo calificado por entonces como de estilo griego del cual perdura gran parte  de su estructura interior, pese a las modificaciones exteriores experimentadas en  el siglo XX para transformarlo en estilo gótico. Esta iglesia se encontraba  situada en medio los barrios de extramuros que ya superaban en población a la  ciudad amurallada por estos años, razón suficiente para que le fuera atribuido un  valor excepcional, puesto de relieve con la publicación en 1814 de un texto  redactado por el propio Abad titulado “Descripción  de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe situada a extramuros de  la ciudad de la Habana, según debe quedar conforme al proyecto formado por  disposición del Ilmo. Sr. Obispo Diocesano actual.”, hoy desaparecido. Su  planta de tres naves y su altura la dotaban de una capacidad semejante a la  Catedral  y la convirtieron en una  construcción que requería de muchos recursos, algo que fue dilatando su  conclusión, pero en 1835 se consideraba terminada su fachada, salvo las dos torres  laterales que nunca se llegaron a levantar. Dentro
 de este templo se llevó a  cabo una depuración sistemática de la imaginería popular, tal como había  sucedido en la Catedral, destruyéndose los viejos altares y sustituyéndolos por  otros donde en lugar de imágenes de bulto fueron colocadas copias de pinturas  célebres como El Pasmo de Sicilia de  Rafael.(20)
           Pero tal vez su obra más conocida sea el frontispicio de la Iglesia de  Nuestra Señora de Regla, concurrido santuario habanero dedicado a una virgen  negra, la patrona de la bahía habanera, para el cual diseñó en 1817 una portada  neoclásica con su torre al centro. La iglesia estaba situada en una punta  saliente y enfrentada al canal de entrada de la bahía y en el embarcadero de todo  el tráfico interior de pasajeros. Se había comenzado reedificar pocos años  antes de manera tradicional – con una sola nave y una cubierta a dos aguas de  madera y tejas – y para cerrar su frente Abad Villarreal introdujo un esquema  moderno basado en el arco de triunfo romano, a la manera de Alberti. No era esta una solución   del todo desconocida en La Habana pues ya  contaba con dos antecedentes similares: la portada del cementerio general que  acababa de concluir Hallet y la portada de la Real Casa de Beneficencia, obra  de 1794 del ingeniero militar italiano Luigi Vanvitelli, sobrino del conocido arquitecto  real de Carlos III, pero estas primeras portadas habaneras no incorporaron el  frontón como remate. Tampoco el uso del frontón sobre la fachada de un templo  resultaba desconocido en Madrid, pues Villanueva lo había aplicado en su  reconstrucción del Oratorio del Caballero de Gracia en 1795, pero al disponer  la colocación de la torre campanario centrada sobre la entrada, Abad introdujo un  motivo poco 
usual, que destacaba su iglesia dentro del contexto de la  arquitectura neoclásica de estas primeras décadas en el ámbito americano. La  torre única sobre la entrada había sido empleada de modo excepcional en la  arquitectura religiosa barroca, la propia ciudad de La Habana contaba con una  en el templo franciscano, pero con un efecto monumental desproporcionado. Los  arquitectos Eduardo Tresguerras y Benjamín Latrobe, pioneros del neoclasicismo  en México y Estados Unidos, respectivamente, habían diseñado poco antes sendos  pórticos de iglesias(21) empleando  semejantes elementos – columnas, frontón, torre centrada –, pero con una escala  distinta, y un resultado menos balanceado entre estos componentes. 
           Este tipo de frontispicio neoclásico se ajustaba cómodamente a los templos  de una sola nave, muy necesarios para un obispado que aumentaba el número de  sus parroquias en los nuevos pueblos fundados en el occidente de la Isla, y  resultaba muy decoroso y posible de ejecutar a poco costo, conservando para la  nave una cubierta tradicional de armaduras de madera construidas con las antiguas  técnicas de la carpintería de origen mudéjar. La iglesia de Regla encabezó una  larga serie de templos con fachadas similares a lo largo del siglo y su ejemplo  fue recreado tanto en la capital como en el resto de la Isla introduciendo  numerosas variantes.(22) El plano de esta  fachada, cuidadosamente dibujado por su autor, nos indica que no funcionaba  solo como un simple documento de trabajo, sino como una imagen representativa que  se intentaba proponer como modelo.
           Realizó otras obras de menor trascendencia para el obispado como el atrio  de la Catedral, construido en 1821 para facilitar el acceso al templo durante  las lluvias, y la ampliación de las aulas del Seminario en 1827, debida al  aumento de los
 alumnos y a la intención de instalar allí la biblioteca pública  y una escuela de química.(23) Es probable suponer  su intervención en alguno de los templos neoclásicos construidos bajo el impulso del Obispo  Espada, como la iglesia parroquial proyectada para la ciudad de Trinidad hacia  1817 que fue abandonada sin terminar más que una parte de su portada y muros  exteriores ante la oposición despertada en la ciudad por la intervención del  Obispo. También es posible sospechar su cooperación o asesoría en el diseño del  altar mayor de la Catedral, sustituido en 1828 por un altar neoclásico de  mármol construido en el taller del escultor catalán Antonio Solá en Roma de  acuerdo a esbozos enviados por el Obispo desde La Habana. 
           Su actividad constructiva también se extendió a las edificaciones civiles,  sobre todo, hacia aquellas que requerían de los conocimientos técnicos de su  formación profesional y a su vez le garantizaban ingresos al margen de su labor  docente. La libertad de comercio y el  aumento de las exportaciones habían abierto un amplio espacio para proyectar  obras portuarias importantes. En 1815, siendo director del ramo de cañerías, le  fue solicitado un plano para contratar la construcción de almacenes y muelles frente  a la Aduana, por ser “…bien conocido por la cátedra de matemáticas y por varias  obras de arquitectura y mecánica que ha dirigido.”(24)Este  plano – nombrado por su autor Idea para  la construcción de un almacén…–, era más bien una propuesta que un proyecto  y 
no llegó a ser realizado, pero debió ganarle prestigio, pues al año siguiente  fue elegido para concluir un edificio destinado a la Real Hacienda y otras  oficinas públicas, una obra que se mantenía sin concluir desde 1811 junto al  borde de la bahía. En breve tiempo terminó los dos pisos superiores y la  fachada que enfrentaba el mar, la cual devino en la imagen arquitectónica más  monumental del frente portuario, después de las fortalezas. Tanto esta fachada,  como las contenidas en su proyecto de almacén, fueron diseñadas dentro de un  sobrio estilo neoclásico. En 1825 la Real Aduana fue trasladada hacia allí y poco  después se le añadió un muelle con sus respectivos almacenes que seguían muy de  cerca las propuestas planteadas por Abad diez años antes. 
           Algunos encargos de carácter técnico constructivo destacados le fueron  confiados por las autoridades civiles. En 1820 se dirigió a Matanzas para  inspeccionar las obras de construcción de la aduana de ese puerto, un edificio  de dos plantas que en su opinión había sido concebido con una idea “…grandiosa, donde reina el gusto moderno, y  que sería un monumento público que diese otro ser y lustre a este pueblo, si  estuviese bien ejecutada.”(25) Un año más tarde  Abad llevó a cabo al unísono la formación de un plano de nivelación para un  proyectado acueducto en la ciudad de La Habana y los planos para dos edificios sufragados  por la Junta de Fomento del Real Consulado, uno destinado a la enfermería del  Depósito de Cimarrones y otro para un almacén de utensilios y albergue de los  operarios que trabajaban en los caminos públicos. Este último demuestra
 por la  calidad del dibujo de la portada neoclásica, la dignidad y universalidad que le  confería su autor a este estilo, aunque apareciera aplicado en estas obras  menores, y también nos mueve a reflexionar sobre el valor que le otorgaba a las  representaciones como medios para la difusión y aceptación de lo que  consideraba el gusto moderno. En este sentido la confección de dibujos o  planos adquiría una utilidad en sí misma – tal como afirmaba que había hecho en  la ciudad de Mérida realizando dibujos de  arquitectura para el ornato exterior de algunas viviendas(26) –, una actividad que sin duda pudo continuar ejerciendo en  La Habana, donde los hacendados enriquecidos comenzaban a levantar sus palacios  urbanos siguiendo tendencias más refinadas y clásicas.
           Además de introducir transformaciones en la  arquitectura religiosa, su preparación como cosmógrafo le permitió actuar como  reformador en 
el ámbito inmaterial de la organización de la vida cotidiana y  los rituales religiosos populares. Movido por su razón  ilustrada el Obispo Espada emprendió una seria campaña contra actividades tradicionales  como las ruidosas procesiones que acompañaban diariamente el santo rosario en  su recorrido por las calles, las del Corpus, la del Vía Crucis con sus  flagelantes y otras organizadas por negros y mulatos durante la Semana Santa,  que fueron eliminadas o reducidas para evitar escenas indecorosas como las de  marinos extranjeros, considerados herejes, lanzando monedas al paso de la salve  para hacer bailar a esclavos y muchachos.(27)
           Se intentaba eliminar las  manifestaciones del desorden social en los espacios públicos e introducir un control  racional sobre las actividades diarias, con un nuevo espíritu de elevación  moral y rectitud. En 1803 fue puesto al  día un incumplido edicto sobre los toques de campanas, dictado desde 1792, que  limitaba los excesos y prolongaciones en los repiques y dobles, y en otros  toques arbitrariamente emitidos desde iglesias y conventos para complacer y  convocar a los fieles. Con el propósito de ajustar científicamente los  horarios de los repiques del ave María Pedro Abad redactó un interesante  folleto que fue publicado por el Obispado en 1814 bajo el título de “Reloj Perpetuo”, donde demostraba su  dominio sobre la filosofía de la naturaleza, buscando reglas profundas para  señalar el transcurrir del día natural y ajustar las señales sonoras,  acompañado de una tabla cronológica. 
         Los esfuerzos desplegados en el Seminario por  actualizar la enseñanza de las ciencias y las técnicas, y abrir un espacio  entre las élites sociales para el ejercicio de un artesanado calificado, no  dieron más que pasos muy lentos, y la mayoría del alumnado se mantuvo alejado  de este tipo de disciplinas. En 1824 la cátedra de matemáticas tenía solo 26  alumnos en comparación con 230 matriculados en jurisprudencia, y redujo su plan  de estudio a las matemáticas puras y nociones de dibujo, en un solo año, para  adecuarlo al “estado de la ciudad”,  una situación que el director de la institución, Justo Vélez, explicaba así: 
“El lujo del saber no es propio de un país agrícola como este, donde sólo se aprende lo necesario para seguir una profesión lucrativa. Bien pudiera enseñarse la mineralogía, la astronomía matemática, el cálculo de las propiedades, y todas las no menos sublimes de las ciencias físicas y matemáticas, pero el profesor sería nominal. La razón es clara: en este país no pueden sacarse ventajas conocidas o inmediatas de estos ramos que tan útiles son donde hay artes y las ciencias los reclaman imperiosamente. (…) Los principios de la arquitectura civil y militar con el dibujo y lavado de planos que serían muy útiles a los artesanos y a los militares están olvidados, primero, porque nuestros artesanos no han salido todavía de la simple clase de albañiles y, segundo, porque los militares tienen las academias en sus cuerpos.”(28)
En 1842 la Cátedra de Matemáticas fue suprimida. Cuatro años más tarde falleció Pedro Abad y Villarreal en La Habana. Se había casado en esta ciudad con Ceferina Alfonsín y era padre de varios hijos. En su testamento sólo declaraba la propiedad de una pequeña estancia con nueve esclavos en el barrio del Horcón.(29) En su larga trayectoria profesional alcanzó un considerable prestigio, reconocido por discípulos como José María de la Torre, primer profesor de Geografía de la Universidad de La Habana y prolífico autor de mapas, planos y textos escolares del siglo XIX. Un conocido diccionario biográfico resumió su vida con una breve sentencia: “Gran matemático y catedrático del Seminario, siempre citado con honor.”(30)
Notas
1. Es evidente que esta comparación de la población blanca se refiere sólo a las colonias españolas. La memoria referida forma parte de un expediente que contiene los primeros proyectos educativos de la Sociedad Económica que se iniciaron desde 1793 con una simple escuela de química pensada para aprovechar el rendimiento del jugo de la caña de azúcar en los ingenios, hasta culminar con el proyecto de instituto descrito. Legajo 179, no. 8213, Fondo Real Consulado y Junta de Fomento. Archivo Nacional de Cuba.
2. Manuel Cuadrado Melo. Obispado de La Habana, su historia a través de los siglos. Libro 3o, Parte Primera de los Regulares. Inédito. Biblioteca del Arzobispado de La Habana. La Habana, 1970, p. 200.
3. Enrique Wilston. “Cartas inglesas sobre la Habana”. El revisor político y literario. No. 5. Imprenta del Comercio, Habana, 1823, p. 8.
4. La cátedra de filosofía estaba ejercida entonces por el notable intelectual cubano José Antonio Saco que había publicado ese mismo año el libro de texto Explicación de algunos tratados de física, dedicado al Obispo Espada.
5. Manuel Cuadrado Melo. Op. Cit, p. 87.
6. La parroquia de la villa de Manzanares registró el nacimiento de Pedro Ramón Ciriaco el día 8 de agosto de 1775, hijo de José Andrés Abad y de Petronila Villarreal, ambos naturales de Madrid, y fue su padrino Don Pedro León, administrador de correos; datos que sugieren su filiación a una familia inserta en la red de funcionarios reales.
7. Los Estudios Reales fueron convertidos tras la expulsión de los jesuitas por Carlos III en un centro educativo laico impulsor en España del conocimiento de las matemáticas y de la antigüedad clásica con un distinguido claustro de profesores. En 1790 se inauguró el Real Observatorio Astronómico de Madrid y en 1796 el Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos, ambas instituciones estaban muy relacionadas y dedicadas a los estudios matemáticos y geodésicos.
8. Fue la primera de las cátedras abiertas por Espada, poco después le siguió la de Filosofía explicada en castellano, a cargo de Félix Varela. Esta última contenía elementos de física experimental y de química.
9. Las referencias a este documento se remiten al anexo final donde se reproduce textualmente su contenido.
10. Bajo el término artes del diseño se incluían en la época las que hoy acostumbramos a llamar artes plásticas, o sea, la pintura, la escultura y la arquitectura, pues participaban de un preámbulo o ejercicio intelectual previo a la ejecución de las obras a cargo del dibujo, del cálculo de la proporción, o de un simple boceto preliminar. En el caso de la arquitectura, debido a su complejidad en la representación, este proceso se fue haciendo cada vez más complejo y concebido como un proyecto, con cierta autonomía.
11. La traducción y publicación de 1782 del ensayo de Muratori en Madrid, contribuyó al auge de esta categoría en las postrimerías del siglo XVIII español. Ver Rinaldo Froldi. “Juan Sempere y Guarinos, traductor de las «Riflessioni sul buon gusto» de Ludovico Antonio Muratori”. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/juan-sempere-y-guarinos-traductor-de-las-riflessioni-sul-buon-gusto-de-ludovico-antonio-muratori-0/html/ff2cf58c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.htm. Entre los fondos de la más antigua biblioteca pública de Cuba, la biblioteca de la Sociedad de Amigos del País, se conservó hasta hace poco tiempo un ejemplar de esta edición.
12. Se trataba de una escuela para la enseñanza general de la historia, matemáticas, gramática y ortografía castellana, latinidad, dibujo natural y lavado de planos. Legajo 562, expediente 28. Fondo Donativos y remisiones. Archivo Nacional de Cuba.
13. Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Originales (enero a julio). 1813. Museo de la Ciudad de La Habana, folios 63 y 74.
15. El Obispo había consignado un premio de 500 pesos para el arquitecto que mejor planeara el cementerio. Por su parte el monarca Carlos IV había dictado dos reales órdenes para construir cementerios extramuros en sus dominios, en marzo de 1789 y mayo de 1804, esta última acompañada del grabado de un plano con su entrada neoclásica afrontonada que fue recibido en La Habana y considerado “…tan conforme al que se había adoptado que nada hubo que innovar…”. Tomás Romay, Descripción del cementerio general de la Havana, La Habana, 1806. Hallet había llegado a Virginia en 1788 como maestro de la Academia de Ciencias y Bellas Artes y al fracasar esta empresa pasó a dirigir la construcción del Capitolio en Washington, proyecto neoclásico, del que fue separado por desavenencias. Su estadía en La Habana puede haberse extendido hasta 1808 aproximadamente, pues en este año muchos franceses fueron expulsados. Narciso G. Menocal. “Étienne-Sulpice Hallet and the Espada Cementery: a note.” Cuba. Theme Issue. The Journal of Decorative and Propaganda Arts. No. 22. The Wolfson Foundation of Decorative and Propaganda Arts. Miami, 1996, pp. 8-11.
16. Es probable que esta primera iniciativa para construir un nuevo altar estuviera respaldada por una reciente real orden que recomendaba construir los altares de materiales que no ofrecieran peligro de incendios.
17. Llovet fue uno de los ingenieros militares del virreinato de Nueva España que introdujo innovaciones en las fortificaciones a fines del siglo XVIII. También dibujó portadas neoclásicas para los fuertes que construyó en Campeche. Abad trabajó para él en la nivelación de las calles de Mérida, la ejecución del diseño de esculturas para el Paseo de la Alameda y en el proyecto de fachada para la Real Cárcel. “Relación de méritos y servicios que Don Pedro Abad y Villarreal presenta al Ilustrísimo Don José Díaz de Espada, obispo de la Havana.” 1807. Legajo 5, expediente 10. Fondo del Seminario de San Carlos. Archivo del Arzobispado de La Habana.
18. Las urnas habían sido utilizadas antes en la decoración de la portada del Cementerio General por Hallet, pero sin las llamas.
19. La ejecución del monumento funerario estuvo a cargo de Francisco Zapari, pintor, escenógrafo y arquitecto natural de Trieste que viajó desde México a Cuba hacia 1811. Aquí construyó teatros provisionales y escenografías durante la década de 1820 en las ciudades de Matanzas, Santiago de Cuba, Trinidad y La Habana. En 1825 decoró con pinturas murales la Catedral de San Luis en New Orleans.
20. Realizada por Juan Bautista Vermay, pintor francés discípulo de David, llamado por Espada para reemplazar a Perovani, y que logró con mejor suerte abrir una academia de pintura en 1819.
21. Tresguerras en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen en Celaya (1806) y Latrobe en la iglesia episcopal de San Juan en Washington, D.C. (1816).
22. El historiador de la arquitectura cubana Joaquín Weiss reconoció el frecuente empleo del esquema de fachada antes descrito en las iglesias cubanas durante la segunda mitad del siglo XIX, pero no tuvo en cuenta para datar su origen el modelo trazado por Abad en el santuario habanero de Regla como cabeza de serie.
23. Para cerrar los vanos correspondientes a la biblioteca, Abad propuso la utilización de persianas de madera, una solución asociada al neoclasicismo en la ciudad.
24. Legajo 465, no. 1. Archivo Nacional de Cuba.
25. Su arquitecto, Esteban Best – un francés que no hablaba español–, había cometido desde el inicio tan serios errores que terminaron por derrumbarla, y fue reconstruida en 1826 con una sola planta por el que había sido su aparejador y carpintero, el joven francés Julio Sagebien, ayudante del arquitecto Best. Fondo Intendencia de Hacienda, legajo 291, no. 59. Archivo Nacional de Cuba.
26. “Relación de méritos y servicios que Don Pedro Abad y Villarreal presenta al Ilustrísimo Don José Díaz de Espada, obispo de la Havana.” 1807. Legajo 5, expediente 10. Fondo del Seminario de San Carlos. Archivo del Arzobispado de La Habana.
27. “Obispo Espada. Quejas y acusaciones”. Archivo Gonzáles del Valle, Colección de Manuscritos, Instituto de Literatura y Lingüística, La Habana.
28. “Establecimiento de Cátedras de Derecho y Matemáticas en el Seminario de San Carlos.” Expediente No. 7. Legajo 1. Fondo del Seminario de San Carlos. Archivo del Arzobispado de La Habana.
29. Escribanía de Varios, legajo 137, no. 8. Archivo Nacional de Cuba.
30. Calcagno, Francisco. Diccionario Biográfico Cubano. New York, 1878, p. 684.
Obras citadas
Abad, Pedro. Relox Perpetuo o plano  de las horas y minutos de la salida y entrada del sol, y de la duración de los  crepúsculos de mañana y tarde arreglado para el toque de ave María en las  iglesias de la Habana. Oficina de  Esteban de Boloña, Impresor de la Curia eclesiástica. Habana, 1814.
      Aguiar, Aramís A. “Templo de  Nuestra Señora de la Caridad”. Boletín Opus Habana. La Habana,  lunes, 27 de Mayo de 2013. http://www.opushabana.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=2428&Itemid=43 
      Bretos, Miguel  A. “San Cristobal: arquitectura, estilo y mecenazgo en el Yucatán del  setecientos. Anales. UNAM, 1984. (http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/download/1246/1233.)
Cuadrado Melo, Manuel. Historia documentada del Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Biblioteca del Arzobispado de La Habana. La Habana, 1972.
García Santana, Alicia. Matanzas. La Atenas de Cuba. Sevilla, 2009.
González del Valle, Francisco. “El Obispo Espada”. Social. Vol. VII, no. 2. La Habana, febrero de 1922, p. 44.
Manuscrito de Pedro Abad y Villarreal con datos de su vida. Expediente 1035. Legajo 21. Instrucción Pública. Archivo Nacional.
Martín Zequeira, María Elena y Eduardo Luis Rodríguez Fernández. La Habana, guía de arquitectura. La Habana-Sevilla, 1998.
Relación de lo que la siempre fiel ciudad de la Habana ha hecho en demostración de su profundo sentimiento por la infausta muerte de nuestra Reina Isabel de Braganza. Habana, 1819.
Torres-Cuevas, Eduardo. Obispo Espada, Ilustración, Reforma y Antiesclavismo. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1990.
Weiss, Joaquín. La arquitectura colonial cubana. La Habana-Sevilla, 2002.
Venegas Fornias, Carlos. “La Habana y su región: un proyecto de organización espacial de la plantación esclavista”. Revista de Indias. Vol. LVI, no. 207. CSIC, Madrid, mayo agosto de 1996, pp. 333-368.
Anexos.
Dn. Pedro Abad Villarreal sobre establecer una clase de Arquitectura.
Exmo. Sor.  Presidte. Gobr. y Capn. General.
      
     Dn. Pedro Abad y  Villarreal catedratico interino de Matematicas del Colegio Seminario de Sn.  Carlos de esta ciudad, con el debido respeto a V. E. expone: que hace cerca de  seis años le cupo la suerte de ser el primero que en el abrió la honrosa suerte  de ser el primero que en él abrió la clase de las ciencias naturales, donde há  enseñado y enseña los ramos sigtes. en el discurso de tres años a saber:  Aritmética, Geometría, Secciones cónicas, cálculo infinitesimal, Estática  Hidrostática, Hidráulica, y Astronomia; habiendo tenido la satisfaccion de  lograr el fruto de sus tareas expresado en los certámenes públicos, qe. al fin  de cada curso han sostenido muchos de sus discípulos.
           Movido el exponente de la gran falta qe. hace  en esta ciudad una clase donde se enseñe por princps. la Arquitectura; y  confiado al mismo tiempo en la protección qe. V. E. dispensa á cualquier  proyecto que ceda en utilidad de sus habitantes, se determina a proponer á V.  E. este pensamiento, que el mismo desempeñará según el adjunto plan que  presenta a V. E. con igual respeto.
           La Arquitectura como arte liberal, y una de  las Bellas Artes, ha merecido siempre un lugar distinguido entre las naciones  cultas: su exercicio ha puesto en circulación la mayor parte de los  conocimientos humanos, siendo las Matematicas y la Fisica sus ministras  inmediatas, por lo cual en los tiempos modernos se han erigido muchas Academias  de las bellas artes para hacer revivir el buen gusto que yacía sepultado en las  ruinas del imperio romano. A V. E. consta los buenos resultados de estas  instituciones en los dominios de la monarquia española, especialmente en el  feliz reinado de Carlos III, su protector y restaurador.
           El objeto de las  bellas artes del diseño es la imitación de la naturaleza; y aunqe. La  Arquitectura no tenga un prototipo ú original tan conocido como sus hermanas la  Pintura y la Escultura, debe proponerse como tal aql. que la razon y los siglos  han autorizado por el mejor; es decir, el de los primitivos griegos. Bien es  sabido lo inútiles que fueron las tentativas en tpo. de Luis XIV para inventar  un nuevo orden de Arquitectura, qe. fuese diverso de los antiguos, y que se  pudiese establecer con el decoro, proporción y magnificencia, que es natural a  aquellos. El gusto en las artes es lo que la inteligencia en las ciencias;  siendo la verdad el objeto de estas, y la belleza el de las artes. Esta belleza  consiste en aquella conmoción que experimenta nuestra alma, quando contempla  las cosas, que reúnen en si todos los atributos necesarios á su perfeccion. 
           Educadas las bellas artes á la paz de la  sobriedad y dulzura de costumbres de los griegos, fueron cultivadas después por  los romanos, que tanta aficion le mostraron, como lo testifican infinitas obras  suyas originales qe. son en el dia nuestra admiracion, hasta pasar en  proverbio.
           Aquellas dos celebres naciones hicieron  consistir su mayor esplendor y grandeza de animo en la posesion de las bellas  artes, que han sido siempre las delicias de todos los hombres de buen gusto,  sin que el dilatado espacio de 27 siglos haya podido confundir la elegancia y  simplicidad del caracter de los tres ordenes de Arquitectura griega. Las costas  del Peloponeso, y las islas del Archipielago han sido visitadas por los sabios  para recoger los preciosos fracmentos de las bellas artes, esparcidos por lo  que hoy son desiertos y ruinas de aquella nacion que un tiempo fue maestra de  la filosofia y de las costumbres, con los quales han engalanado y enriquecido  sus gabinetes y museos los monarcas mas poderosos de la tierra. La Italia,  deposito de todos los monumentos de la belleza, ha sido siempre la escuela y la  mansion de los hombres mas curiosos é ilustrados.
           Como considera a V.  E. intimamente penetrado de estas propias verdades, excuso alegar mas razones  en la causa de la Arquitectura, por la grande aficion de V. E. á las ciencias,  y propension á  la felicidad é  ilustración de los habitantes de la Isla de Cuba; pero permitame V. E. que le  añada, que el establecimiento de una Academia de  Arquitectura, no solo producirá maravillosos efectos  en la construccion de los edificios de todas clases, en substancia, y  apariencia, introduciendo buenas maneras; sino que sus conocimientos se harán  trascendentales á otros ramos, igualmente dignos de  la consideracion y proteccion de V. E., como  son la Agricultura, la Industria y el Comercio, bases fundamentales de la  opulencia de los Estados; pues la construccion de caminos, no hay duda, se  emprendería con mucha facilidad: se echarían puentes: se harían canales de  riego y navegación: se allanarían las montañas: se cegarían los pantanos,  facilitando la comunicación a todos los puntos, y aumentando considerablemente,  la población y cultivo de este suelo feraz, que está clamando por brazos que le  ayuden á salir de su primitivo estado, pues hay en el muchos y dilatados  parages, que aun no han gozado de la presencia del sol.
           En esta atencion
           A V. E. suplica se  sirva admitir y examinar el adjunto plan, a fin de que con acuerdo del Exmo.  Ayuntamiento, despues de reformar, o variar las clausulas que lo merezcan,  tenga este pensamiento la proteccion debida, y se lleve á efecto., tomando á su  cargo los cortos gastos que causará, cuyas clases están especificadas; por ser  un todo conforme á la felicidad y mayor lustre de la Isla de Cuba, que general  y particularmente está encomendada a V. E. y al Ecmo. Ayuntamiento en la sabia  Constitucion que nos gobierna; resultando ademas,  así á V. E., como a este escogido cuerpo de  padres del pueblo, la inmortal gloria de los promotores de tan grande num. de  beneficios, formando época memorable en los anales de esta Isla, cuyos  naturales tan adictos siempre á la justa causa de la nacion heroica á quien  pertenecen, son por consiguiente dignos de quantas consideraciones son debidas  á los mas acendrados patriotas del pueblo español.
           Havana 6 de febrero de 1813.
           Exmo. Senor
           Pedro Abad y  Villarreal.
     Plan de estudio  para una Academia de Arquitectura que presenta el catedratico de Matematicas  del Colegio Seminario de la Havana al Exmo. Sr. Presidte. Gobr. y Capitan gral.
           Como fundamentos  preliminares de la Arquitectura le ensenará la Arismética universal; la  Geometria especulativa, y practica con la nivelacion y modo de levantar planos  en el terreno; la Mecánica, y nociones generales de Cosmografia.
           Desde el primer dia  se empezará por la Arismetica, continuando con la Geometria y demás; y al mismo  tiempo por el dibuxo de los cinco ordenes, toscano, jonico, corintio, y  compuesto.
           Se tratará del modo  de repartir los ordenes, y de las reglas para la distribucion de algunos  miembros comunes á todos ellos; seguirá la delineacion y lavado de planos de  los edificios, su alzado, y corte de perfiles; de los planos de campiñas,  montañas, ríos,…etc.; y perspectiva aerea, o de las sombras.
           Se dará idea y  reglas en gral. de las circunstancias de una buena construccion, y en la  particular se tratará del avance de las obras de los materiales mas apropósito,  y economia con que deben usarse; y de la distribucion interior y exterior de  los edificios. En el ramo de la carpintería se tratará de la calidad de las  maderas, su resistencia y dimensiones; de las ensambladuras; de las armaduras y  modos de cubrirlas. En la construccion de las bóvedas se determinará la de las  cimbras, calculando su mayor resistencia, y el grueso que deben tener los  machones. Se dará reglas para la construccion de templos, y obras pubca. y su  distribucion interior y exterior, asi como para su ornato. De manera que en la  fabrica de cualquier edificio sea publico, o particular no se perderán de vista  aquellas maximas tan recomendadas por los buenos arquitectos; a saber comodidad, firmeza y hermosura. 
           En la parte  hidraulica se darán reglas para fortificar las orillas de los ríos,  construccion de malecones, pilares de los puentes, muelles, canales,  inclusas,…etc.
           Para dar principio  a este estudio se necesita una casa, o bien una sala con dos o tres aposentos  de buenas luces, en atencion a la gran concurrencia que debe haber.
           Un encerado de tres  varas de largo y 1½ va. de ancho montado en su caballete, y un compas de madera  para las demostraciones.
           Algunas mesas con  sus caxones para trabajar los planos, bancos, sillas, ú otro qualquier genero  de asientos.
           Algunas obras de  Arquitectura para sacar buenos exemplos y máximas; por ahora podria suplirse  con las que prestasen a la Academia algunas personas que las tengan,  suplicandoles este servicio.
           Un teodolit, o un  grafómetro, una plancheta, un nivel de agua y otro de aire, una bruxula, y una  cadena de medir.
           Por lo que respecta  al papel, lápices, pinceles, estuches, caxas de colores, reglas, y demas  instrumentos pa. la delineacion y lavado de los planos, cada alumno se proveerá  de ellos como se acostumbra en otras Academias.
           Tambien es preciso  subministrar luces para el trabajo de noche, que sobre ser mas acomodado este  tiempo para muchas personas, cuyas ocupaciones son de dia, es mas propio en el  invierno.
           Havana 6 de febrero de 1813.
           Pedro Abad y  Villarreal.
      
Legajo 861, expediente número 29,158, Fondo Gobierno Superior Civil. Archivo Nacional de Cuba.
Hoja manuscrita por Pedro Abad y Villarreal con datos de su vida.
     Despues de haberme  dedicado en mis primeros años al estudio de las letras humanas, y exercicio de  los clasicos latinos, hallándome en Madrid, emprehendido el de las ciencias  naturales en los Estudios Rs. de S. Isidro ganado los cursos del 1o  y 2o año de Matemáticas, siendo después alumno en la Escuela de  Astronomia del taller del Rl. Observatorio; y teniendo ya los conocimientos y  la edad de 21 as. prescriptos en la Ordenanza del Rl. Cuerpo de Ingens.  Cosmografos del Estado, qe. acababa de crearse, me nombró S M pa. una plaza de  cadete supernumerario en Rl. Orden de 17 de abril de 1797 comunicada pr. el  Exmo. Sr. Prince. de la Paz. Desde entonces asistí diariamente á las clases de  Matemática Sublime y delineación militar establecida en el Palacio del Buen  Retiro, hasta qe. á peticion mia me concedió S M la licencia absoluta de dho.  Rl. Cuerpo, expedida pr. el Exmo. Sr. Dn. Mariano Luis de Urquijo en 19 de mayo  de 1799 como lo acreditan los docums. origins. qe. estan en mi poder.
           Habiendo venido á  la America con el Sr. Dn. Ramon Lopez y Angulo Intende. General de la Luisiana,  puso á mi cargo interinamente el despacho de la Secreta. de la Intenda. y  superintendencia qe. subdelegada en abril de 1800 sin sueldo, y proponiendome  para la propiedad con motivo de estar exerciendo el tesorero las funciones de  Contador, y el Secretario las de tesorero; después en Nove. de dho. año  habiendo vacado una plaza de oficial de la Secretaria, la proveyó en mi, segn.  sus facultades con su dotación de 300 ps. anuales.
           Separado dho. Sr.  Angulo de su empleo en Julio de 1801 pr. Haberse casado en N. Orleans sin  licencia de S M , mandandose ademas qe. volviera á España bajo partida de  regro., sin estar aun aprobada dha. propuesta no solamente me despojó de dhos.  empleos su sucesor y antecesor interino el contador Dn. Juan Ventura Morales,  sino que me hizo devolver los 8 meses de sueldo de of. propietario de la  Secretaria  qe. había devengado  legitimame. Todos estos hechos se comprueban tambien con los documentos  origins. qe. estan en mi poder. Hallandome de esta suerte destituido de  recursos aunque no pensé volver a España tan pronto, procuré salir cuanto antes  de la Luisiana, y aproveché de la ocasion qe. se presentó de pasar al Ro. de  Megico desde donde fui a la Prova. de Yucatan; y hallandome en Merida en enero  de 1802, enterado el Sr. Dn. Benito Perez y Valdemar capitan gral. é Intende.  de mis circunstancias, me invitó a quedarme alli ofreciendome  su proteccion. Sin embargo haber quedado  dueño de mis acciones, no acepté tan generosa oferta por creer mejorarse mi  suerte con el buen éxito que no dudaba de mi jefe, a quien debia encontrar en  España; con todo me detuve en aqa. capital algún tiempo agregado al  despacho  de los negocios de la  Secretaria de Camara y de la Intenda. qe. estaban unidas, exerciendo pr.  espacio de nueve meses el empleo de oficial mayor sin sueldo y gratificn. como  consta de la Certificacn. qe. me expidió dho. Sr. Capn. gral. al salir de la  Prova. para la Havana, de donde emprendí mi viaje a los Estads. Unidos de  America á principios de 1803. En Na. York recibí varios avisos de mi antiguo  gefe el Sr. Angulo, pa. qe. lo esperase en la Havana, donde debía venir de paso  a la Luisiana, no ya como Intende. por haberse cedido la Provincia  a los Americanos, sino en calidad de Consul  gral. de los Estados meridionales, empleo creado nuevame. pa. él por via de  indemnizacion de los graves prejuicios qe. habia experimentado; el cual  habiendose embarcado en Burdeos pa. su destino, tubo la desgracia de qe. barase  la embarcacion á media noche sobre la Inagua grande cerca de la punta Maizí y  aunque no se perdió, sin embargo, la sorpresa y el sereno le causaron accidte.  apoplético del qual murio á pocas horas; y habiendo su viuda traido consigo el cadaver,  tuvimos el dolor de darle sepultura, quedando de este modo desvanecidas mis  esperanzas.
           En Julio de 1807  fui nombrado pr. el Exmo. e Iltmo. Sr. Dn. Juan José Dz. de Espada obpo. de  esta diócesis pa. desempeñar interinamte. la cátedra de Matemas. del Colegio  Semo.  con el sueldo de 550 ps. anuales  de su dotacion, y habiendo hecho oposicion se me confirió la propiedad en 1813.  De suerte qe. hace 27 as. estoi dedicado a la enseñanza de las Ciencias  naturales, teniendo la satisfaccn. de haber visto el fruto de mis tareas en los  muchos actos publicos de conclusiones que han sostenido mis discipulos. 
           Como los sueldos de  los catedráticos son tan cortos y en el dia mucho mas, respto. á la epoca de  hace 60 as. qe. se abrio el Colegio, hemos hecho varias representaciones al Rey  de 15 a 16 as. á esta parte pidiendo aumentos, siendo la ulta. en 1833, y  aunque. no está negada la gracia, por haberse remitida todas  ellas al plan de Estudios, pa. el caso es lo  mismo que una negativa.
           Durante mi destino  en el Colegio he estado ocupado incesantemte. en comisiones de utilidad pbca. y  religiosa qe. puso á mi cuidado el difunto Exmo. e Iltmo. Sr. Obispo para  introducir el buen gusto de las bellas Artes, especialmente, en la Santa Iga.  Catedral, donde todos los altares y ornatos de Arquitectura se han hecho por  los dibujos y dirección mia. En casi todas las demas Iglesias y edificios  religiosos de esta ciudad me empleó S. E I. con el mismo objeto, extendiendose  a otras muchas partes fuera de ella, para los quales he trabajado una infinidad  de planos y proyectos, qe. en gran parte se han llevado a efecto. Igualmente he  desempeñado diversas comisiones públicas y particulares del ramo de la  Arquitectura.
           Despues de una vida  tan laboriosa empleada en servo. del Rey, de la Iglesia, y del público desde  mis primeros as. asi en España, como en la Luisiana, Yucatan, y la Havana,  estoy en el dia reducido á la triste asignación fija de 550 ps. al año de  Catedrático de Matematicas del Colegio Seminario, por haber cesado las  eventuales ocupaciones qe. me redituaban, y sin qe. tampoco haya dejado de  sufrir por otro lado muchos quebrantos en mis cortos intereses por la penuria  que generalmente se ha experimentado estos últimos años, en qe. se han agotado  todos mis recursos, agregándose á esto tener a mi cargo una familia numerosa.
           Havana 20 de enero  de 1834.
           Pedro de Abad y  Villarreal.
      
Legajo 570, expediente no. 5, Fondo Donativos y Remisiones. Archivo Nacional de Cuba.
  