La Habana Antigua

 

     La piqueta demoledora va dejando muy poco de la Habana antigua. Por doquiera desaparecen las viejas construcciones, feas las más, poéticas algunas, para dar lugar a la erección de nuevos edificios de gusto moderno, aunque no siempre domina en ellos el buen gusto.
   Los amantes del pasado, los que se recrean ante una ruina, los que a la vista de una casa, un templo, un monumento de antiguas edades evocan recuerdos de vetustas grandezas, éstos, a buen seguro que no ven con agrado la obra destructora de la piqueta, que hace labor revolucionaria preparando el terreno para las nuevas construcciones, que a su vez, dentro[sic] dos o tres siglos, serán consideradas como veneradas reliquias por los que en los tiempos venideros sientan la nostalgia de los presentes, precisamente porque no habrán vivido en ellos.
   Es la obra de los tiempos y no cabe rebelarse contra ella. Lo viejo desaparece para dejar lugar a lo nuevo. Las ciudades van transformándose, pagando tributo a la ley universal de la evolución. Desaparecen las antiguas construcciones y en su lugar se levantan las modernas, más amplias, más cómodas; las calles estrechas desaparecen y en cambio se extienden anchas avenidas, y por doquiera la suciedad y la incuria son reemplazadas por la más escrupulosa limpieza y por la saludable higiene.
   Nuestra ciudad, aunque no tan aprisa como fuera de desear, sigue la ley general, y pronto los que sueñan con el pasado, tendrán que contentarse con admirarlo en las reproducciones fotográficas, de lo que resultará que gozarán de lo antiguo gracias a un invento moderno.

Cuba y América. Año VI. No. 40. La Habana, 23 de noviembre de 1902. pp. 508-509.