Gombrowicz y Piñera, jefes del Ferdydurkismo Sudamericano

Milda Zilinskaite, University of California-San Diego

 

“Sería más razonable de mi parte no meterme en temas drásticos porque me encuentro en desventaja. Mi castellano es un niño de pocos años que apenas sabe hablar. No puedo hacer frases potentes ni ágiles, ni distinguidas, ni finas, pero ¿quién sabe si esta dieta obligatoria no resultará buena para la salud? A veces me gustaría mandar a todos los escritores del mundo a extranjero, fuera de su propio idioma y fuera de todo ornamento y filigranas verbales, para comprobar qué quedará de ellos entonces.”

 

     La cita que encabeza este artículo la hemos tomado de una lectura pública hecha por el escritor polaco Witold Gombrowicz en Buenos Aires en agosto de 1947, y que publicada años después en Ciclón con el título de “Contra los poetas.” Meses antes de la presentación, en el verano austral de 1947, Gombrowicz les envió el texto a Virgilio Piñera y a Humberto Rodríguez Tomeu para que ellos – decía en su carta – “lo pongan en buen castellano,” tal como ya lo habían hecho antes con la célebre Ferdydurke y las cartas que dirigió a distintas editoriales argentinas para promover su novela.(1)
     El largo proceso de la traducción de Ferdydurke dejó como resultado una interacción intelectual entre Piñera y Gombrowicz que fue más allá de las correcciones gramaticales y de estilo. En junio de 1947 el escritor cubano declaró durante una entrevista con Gombrowicz transmitida por una radio difusora de Buenos Aires, que los trabajos literarios de ambos persiguen el mismo fin. Una muestra de ello son los panfletos Aurora  y Victrola, un ataque directo a Victoria Ocampo, Sur y al mundo literario argentino. Además, si leemos “Contra los poetas” de Gombrowicz paralelamente a los ensayos “Nota sobre literatura argentina de hoy” y “El país del arte” de Piñera, podemos observar que los tres textos están completamente infusionados con los voces de cada uno de los dos autores: se destacan por un estilo sarcástico e irreverente, formando un triangulo de crítica cultural (ataque contra los poetas, contra los escritores, y contra los pintores).
     Esta colaboración, relativamente corta pero intensa entre ambos autores –no hay mejor manera de llamarla que por el nombre inventado por ellos mismos, la batalla ferdydurkista – resultó en una fuente de teorías compartidas, de la cual los dos nutrieron su posterior producción literaria, y que se ve reflejada en las novelas Trans-Atlántico (de Gombrowicz, escrita entre 1948 y 1950) y La carne de René (de Piñera, 1950-1952), (2) e incluso –aunque inesperadamente– en algunos de los ensayos individuales de la década de 1950 (en Ciclón de Piñera, y Kultura de Gombrowicz). La batalla ferdydurkista es precisamente el tema principal de este ensayo, que tiene como objetivo acercar al lector a los textos escritos por Gombrowicz y Piñera en 1947 como un conjunto de obras  interconectadas. Después de una breve presentación sobre los textos primarios, la discusión se aborda desde un enfoque particular en Argentina, como el espacio de exilio atípico, refiriéndonos a las circunstancias que hicieron posible convertir éste sitio local en el campo metafórico de una batalla con sabor internacional. La segunda parte de la discusión presenta el objetivo y el método del ataque compartido, usado por los dos autores tanto en 1947, como en su producción literaria posterior. Finalmente, la última parte del presente ensayo saca la batalla ferdydurkista fuera de su contexto histórico y la usa como evidencia para cuestionar la imagen incompleta de Piñera que durante los años se ha formado erróneamente entre los lectores y críticos gombrowiczianos.

 

Sobre las publicaciones de 1947

“Estamos dando la batalla.”
Piñera, carta a Lezama, nov. 17, 1947

     Antes de entrar en la discusión sobre la batalla literaria de 1947, hay que dar unas notas que contextualicen los textos publicados o leídos al público hispanohablante en aquel año. Como se mencionó anteriormente, se trata de tres ensayos de crítica cultural: “Nota sobre literatura argentina de hoy” y “El país del arte” de Virgilio Piñera, y “Contra los poetas” de Witold Gombrowicz. Los otros tres textos fueron producidos por Piñera y Gombrowicz en colaboración, e incluyen el manuscrito de una entrevista y dos panfletos literarios: Aurora: Revista de la Resistencia y Victrola: Revista de la Insistencia
     Las fechas de las publicaciones de los ensayos críticos de Piñera no se tratan en este trabajo en detalle, ya que son bien conocidas entre los lectores piñerianos. Como es sabido, “Nota sobre literatura argentina de hoy” fue publicado en Los Anales de Buenos Aires la revista mensual dirigida por Jorge Luis Borges– en febrero de 1947, y simultáneamente apareció en Orígenes. El único desacuerdo que existe entre los críticos y biógrafos contemporáneos es acerca de cómo y cuándo el editor poco convencional, Borges, consiguió aquel ensayo. “El País del Arte” fue publicado a finales del mismo año en la edición de invierno de Orígenes.
     Poco tiempo antes de que el primer ensayo de Piñera fuera presentado en Los Anales, Gombrowicz terminó de escribir el borrador de su polémica lectura “Contra los poetas”. Sabemos sobre la existencia de la primera versión de este texto gracias a la anteriormente mencionada carta que el escritor polaco mandó a Piñera y a Rodríguez Tomeu el 25 de enero de1947, en la cual les informa que ha enviado un extracto de Ferdydurke a la revista Sur, y donde también menciona otro trabajo que quiere enviar, titulado “Nota contra los poetas.” La contemporaneidad del texto de Gombrowicz con el ensayo de Piñera es en gran parte ignorada en los estudios gombrowiczianos, lo que es una de las razones principales por las que “Contra los poetas” es frecuentemente tratado como un monólogo provocador de un escritor polaco expatriado y casi ermitaño, en lugar de como una forma de crítica nacida de un diálogo transnacional con varios intelectuales latinoamericanos.
     Igual que la “Nota sobre literatura,” el ensayo de Gombrowicz estaba destinado a servir como una provocación cultural. Sin embargo, el texto polémico del autor polaco no solamente fue completamente rechazado por el consejo editorial de Sur, sino también por otras revistas literarias argentinas. Así que no fue hasta el 28 de agosto, meses después de haber sido escrito, que en la librería Fray Mocho en Buenos Aires fue leído y presentado por el propio Gombrowicz, en su castellano imperfecto. En otras palabras, fue escuchado por poca gente y pronto olvidado (Suchanow apunta que a aquel evento habrían asistido menos de cuarenta personas). Como ya se mencionó, su única publicación en el mundo hispanohablante durante la vida del autor es la de Ciclón en 1955, la cual ocurrió debido a los esfuerzos del colaborador más influente de aquella revista cubana, Virgilio Piñera.(3)
     Además de estos tres ensayos críticos que Gombrowicz y Piñera escribieron de forma individual, se conocen otros dos proyectos que los escritores realizaron en colaboración, los que en este trabajo cobran una gran importancia. El primero es un breve diálogo amistoso entre Gombrowicz y Piñera, que fue trasmitido por la radio difusora El Mundo en Buenos Aires unos meses después de la publicación de Ferdydurke. La transcripción de esta conversación fue preservada por Piñera.(4) El segundo se trata de un “juego hiperliterario,” que resultó en dos “parodias panfletarias” (ambos epítetos fueron muy apropiadamente propuestos por Nancy Calomarde), Aurora y Victrola. Estos panfletos fueron distribuidos por los propios autores, Gombrowicz y Piñera, en los círculos literarios de Buenos Aires a principios de octubre de 1947. En esos dos textos cortos, los autores reafirman sus ideas ya presentadas en “Nota sobre literatura,” “El País del Arte” y “Contra los poetas”, sin embargo el estilo de los dos panfletos es visiblemente diferente, ya que además de ser parodias de una revista literaria, en su expresión lapidaria y emotiva, contienen un ataque contra todo lo establecido parecido a los manifiestos avant-garde de las primeras décadas del siglo veinte. La idea de reciclar ese tipo de escritura, que en ese momento en Europa occidental estaba básicamente olvidada, es curiosa, y – como se sugiere más adelante en este ensayo – no casual (tiene que ver con la intención de banalizar).    
     Tanto dentro de los estudios gombrowiczianos como en los piñerianos domina la suposición, basada principalmente en los testimonios de Rodríguez Tomeu y de Alejandro Russovich, que Aurora fue redactada enteramente por el autor polaco (con la excepción de las cuestiones gramaticales), mientras que Victrola es de la autoría de Piñera, escrita en secreto como una respuesta juguetona a la primera, “para mortificar al polaco.”(5) Recién en el año 2010 Nancy Calomarde expresó sus dudas acerca de tales “operaciones de ‘autorización’ del sujeto escritor,” afirmando que ambos textos eran el resultado de una colaboración mutua entre ambos autores:

     La idea de separar las autorías no se sostiene en la lógica de los panfletos por dos razones fundamentales: no solamente porque ninguno de ellos aparece con firma, sino porque ambos fijan el mismo centro editor en el barrio porteño de Once y reproducen casi idéntica tipografía, formato, diseño, y temática; y porque –además– las condiciones de enunciación del texto permite unirlas más que distanciarlas; fueron publicadas con un día de diferencia, lo que posibilita suponer un trabajo en colaboración, aunque haya sido diseñado en el enunciado como un juego paralelo, que le hacía Piñera a la escritura del polaco.(6)  

Apoyando el argumento de Calomarde acerca de las condiciones de enunciación de ambos textos, se puede añadir que en ellos se perciben elementos característicos de los estilos literarios de cada escritor: los ocho pseudo-anuncios en Aurora sobre la venta, compra e intercambio de perros –que interrumpen completamente el flujo de la discusión y distraen la atención del lector– poseen los rasgos del absurdo piñeriano más que del modernismo polaco tardío propio de Gombrowicz. Ciertos párrafos del panfleto se encuentran saturados del uso enfático de mayúsculas y de signos de exclamación, asemejándose al alarido emocional expresado en la introducción de “El País del Arte,” mientras que los similares comentarios polémicos en “Contra los poetas” están presentados en forma de oraciones largas y sintácticamente completas. Otros ejemplos semejantes que aparecen en Victrola demuestran que la discusión acerca de la autoría de los dos panfletos debería transcurrir al menos al nivel de pasajes separados en cada uno de ellos.
     La necesidad de continuar la discusión acerca del hecho de que la colaboración en esos casos fue más cercana de lo que se supone, se basa en dos motivos prácticos. Primero, es importante plantear un asunto de negligencia en los estudios gombrowiczianos de Victrola: hasta ahora, solamente Aurora ha sido traducida al polaco y al francés, y aparece en la colección más inclusiva de los textos críticos y biográficos de Gombrowicz (La Varia I y II, primera publicación1973; edición nueva, extendida por Varia III,en 2004). Segundo, al concebir los dos panfletos como parte del trabajo colectivo, la batalla ferdydurkista adquiere aún más relevancia como una provocación sistemática. En retrospectiva, se puede observar que el tono despectivo y deliberadamente intolerable, perceptible en cada uno de los seis textos redactados en 1947, es en realidad el vínculo que crea coherencia entre ellos, permitiéndonos leerlos como una invitación premeditada a un duelo literario.

 

Argentina como el campo de la batalla ferdydurkista: nosotros, las naciones menores

“Y permitidme deciros que desde la perspectiva de la Europa central y oriental
la realidad argentina se ve de distinta manera.”
Gombrowicz, Diario Argentino

     Una de las principales circunstancias que brindó a los dos escritores la oportunidad de generar una fuente de argumentos compartidos fue el hecho de que en aquel momento los dos estuvieran viviendo y escribiendo lejos de sus países natales. El campo metafórico de la batalla ferdydurkista estuvo basado, obviamente, en un espacio real, es decir Argentina: un país que ofrecía un espacio de exilio muy diferente del que un escritor europeo del centro-este o un escritor caribeño pudiera haber encontrado en una de las destinaciones migratorias más tradicionales, p. e.: Estados Unidos, Francia o Inglaterra.
     En el caso de Gombrowicz, es sabido que cuando desembarcó en el puerto de la capital Argentina, en la víspera de la Segunda Guerra Mundial –agosto de 1939– no sabía ni una palabra de español (de hecho, como él mismo nota en el prefacio de Ferdydurke, ni siquiera existía un diccionario polaco-español en aquel entonces), ni tampoco tenía contacto con ningún intelectual argentino contemporáneo que perteneciera a la comunidad literaria de Buenos Aires.(7) Sin embargo, la misma falta de contacto con la literatura como una institución social y académica, la cual duró muchos años, le ofreció al escritor polaco un distanciamiento positivo, junto con una perspectiva nueva y algo inesperada; lo que a su vez hizo posible la libertad de inventar su propia Argentina. 
     La autenticidad de tal re-invención de la Argentina gombrowicziana radica en el hecho de que sus textos asemejan a la Argentina de su presente con la Polonia de su pasado, a pesar de que el mundo literario polaco, en cual él participó durante sus años de juventud, fue dispersado durante la guerra y ya no existía. Según el escritor, la producción literaria que él conocía de los dos países estaba marcada por exactamente la misma paradoja; por un lado uno sentía en ella la presencia de la cultura europea occidental más fuerte que en la misma Europa occidental –se trata especialmente de los europeizados círculos intelectuales elitistas tanto de Buenos Aires como de Varsovia– mientras que por otro lado los dos países eran, como nota sarcásticamente en su Diario, naciones “de vacas, donde no había suficiente apreciación de la literatura.”(8) Estas palabras deliberadamente provocativas expresan una opinión en que la admiración sentida en sus dos “patrias” por las tendencias literarias y filosóficas importadas de la Europa occidental no era considerada por el escritor como una señal de madurez sino, por el contrario, una falta de patrimonio literario propio y auténtico de estas dos naciones.
     Piñera, al llegar al final del proceso de traducción de Ferdydurke, añadió a Cuba a la misma ecuación, proclamando que, según él, los tres países – Polonia, Argentina y Cuba – estaban “unidos por la misma necesidad de espíritu.”(9) Si consideramos los contextos históricos de los tres países, tal propuesta resulta inesperada: ¿cómo se puede hablar de la misma necesidad de espíritu de la cultura argentina durante la cúspide del peronismo, de la cubana durante la presidencia de Ramón Grau San Martín, y de la polaca durante los primeros años de la censura estalinista? Sin embargo, la crítica de Piñera claramente señalaba la presencia de los síntomas de la misma enfermedad: aunque los mundos literarios contemporáneos de estos tres países parecieran suficientemente dinámicos (hay que recordar aquí que el año en que Piñera se fue para Argentina, tanto la influencia cultural de Sur, como la de Orígenes ya estaba bien en marcha), les faltaba autenticidad, madurez y especialmente, citando al escritor: “la independencia y la soberanía espiritual, frente a las culturas mayores que nos convierten en eternos alumnos”.(10)
     Evidentemente, hablar sobre la inferioridad cultural de ciertas naciones no es un discurso nuevo: Piñera mismo en la “Nota sobre literatura” menciona la vieja sentencia hegeliana según la cual América es un continente cuya cultura sigue en pie. Lo que es nuevo de su proposición, es el enlace algo insólito que hace entre los países natales y el lugar del exilio, percibida tan claramente por los dos escritores. Esta conexión –“la misma necesidad de espíritu”– hizo posible pensar en una nueva táctica para la lucha por la soberanía cultural en los tres países, lo cual nunca fue efectivamente realizado más allá de la efímera batalla ferdydurkista, pero que es interesante como una posibilidad en sí misma. Está conexión estuvo basada en una idea que se refleja en la declaración de Gombrowicz pronunciada en 1947 durante la mencionada entrevista con Piñera: “Nosotros, las naciones menores, debemos dejar la tutela de París y tratar de comprendernos directamente.(11) Sabemos que la frase “comprendernos directamente” aquí tiene dos significados: comprendernos a cada uno de nosotros, por separado (cada uno se comprende a sí mismo, sin importarnos lo que diga París, lo cual es obviamente lo más importante de la frase), o comprendernos a todos nosotros como un todo (sin importarnos lo que diga París). Teniendo en cuenta que: primero, en la misma entrevista Gombrowicz se queja a Piñera de que en Sudamérica cualquier escritor europeo occidental recibiría más atención que hasta el mejor escritor de Europeo del este; segundo, que en el panfleto Aurora, el Comité de Resistencia declara que su “política intercontinental” implica la lucha compartida de las “naciones menores;” y tercero, que una gran parte de la originalidad del proceso de la traducción de Ferdydurke fue justamente el hecho de que el proyecto entero fuera realizado por los participantes latinoamericanos y de Europa del este (sin la intervención de ningún intelectual europeo occidental, norteamericano o de la Unión Soviética), podemos proponer que la frase “comprendernos directamente,” efectivamente exige más interacción cultural directa entre las “naciones menores.” Tal interpretación abre un espacio de análisis comparativo, todavía apenas explorado, que permita examinar los discursos literarios de una región históricamente considerada como periférica (en ese caso América Latina), no desde “el centro” hegemónico (Europa Occidental), ni tampoco exclusivamente desde el interior, sino desde la perspectiva de otra región periférica (en este caso Europa Centro-Oriental) cuya cultura literaria fue también históricamente marginalizada.

 

Los banalizadores

     Al haber aceptado el concepto “las naciones menores” como una pieza de la identidad literaria, se ha formado en las obras tanto de Gombrowicz como de Piñera cierta relación con la cultura canónica europea occidental. A través de la crítica y los consejos que los ambos autores en sus textos de 1947 dan a escritores argentinos y compatriotas, surge una actitud inconformista y beligerante frente a las definiciones convencionales de la Literatura, Poesía y Arte de “estatura europea.” Los ejemplos característicos aquí incluyen el discurso acerca del tantalismo latinoamericano en  “Nota sobre literatura,” el discurso acerca de la esclavitud al instrumento en “Contra los poetas,” y acerca de la adoración del Arte en “El país del arte,” ya que los tres casos expresan el mismo intento de convencer al lector que el uso y perfeccionamiento de ciertas formas literarias y artísticas preconcebidas no es ninguna señal de la madurez, seriedad, erudición, ni superioridad cultural. 
     La solución al complejo de la inmadurez cultural (la expresión preferida por Gombrowicz) que los dos jefes de la batalla ferdydurkista sugieren a sus lectores es un método de desmitificación, a lo cual podemos llamar por el mismo nombre que Piñera iba a dar a la novela que estaba escribiendo en 1947, El Banalizador. Banalizar significa trivializar, hacer que ciertas ideas preconcebidas parezcan menos importantes y más prosaicas. Según Piñera y Gombrowicz, el trabajo de un escritor latinoamericano o europeo del centro-este no debería estar basado en el deseo de alcanzar las modas literarias y culturales europeas, sino en el deseo de banalizarlas: sacar a la luz su subjetividad histórica, rajarlas, burlarse de ellas, y manejarlas sin superstición.(12) Como reclaman de su lector los dos escritores en la introducción de Aurora:

¿Te inspiraba siempre el mayor respeto la Poesía, el Arte, la Literatura, la Filología, la Ideología, Europa, la Ciudad Luz, la Erudición y todas demás mayúsculas? Puedes, para cambiar un poco, olvidarte de las mayúsculas y empezar a hablar con minúsculas. Con tanto respeto nunca llegarás a ser creador de tu cultura y siempre tendrás que adaptarte a moldes ajenos (en cursiva en el texto original).

La insistencia en “hablar con minúsculas” – o sea, de trivializar y banalizar– puede compararse a la noción del canibalismo en el movimiento antropófago brasileño de los años 1920-1930 porque ambos discursos se destacan por su desprecio de cualquier adoración de “las culturas mayores,” usan una escritura agresiva como método del ataque cultural, y pueden ser vistos como unas de las “formas extremas que el arte latinoamericano adoptó en su proceso de modernización y que tanto en la reflexión a propósito de la producción como en la producción misma busca resolver la relación de tensión entre lo particular y lo universal, entre lo local y lo europeo.”(13) Si la antropofagia de Oswald de Andrade se basa en la reevaluación y re-significación de la definición convencional eurocéntrica de canibalismo como “un signo de animalidad, de bestialidad, marca de la no cultura,”(14) la banalización de Piñera y Gombrowicz hace algo muy semejante con la percepción eurocéntrica hegeliana acerca de la inmadurez cultural de las “naciones menores.” La diferencia, sin embargo, está marcada por la estética literaria de los banalizadores, la cual tiene el carácter del modernismo tardío, se enfoca en lo constructivo más que en lo destructivo, y además rechaza toda actitud nacionalista. Otra diferencia más: mientras que en las obras antropófagas los maestros canónicos europeos están metafóricamente comidos, digeridos y de ese proceso se espera el surgimiento de una producción nueva, los textos de Gombrowicz y Piñera dejan a los lectores con la impresión de que la Europa Vieja está envejeciendo literalmente y excesivamente, tanto, que ni vale la pena intentar “comerla.” En Aurora y Victrola los maestros canónicos europeos están presentados como cuerpos viejos, “físicos… ya no tan frescos.” Según los autores, no hay que poner los “europeos viejos” en frente del público de los “naciones menores,” cuyo principal fuente de creatividad está en su juventud, espontaneidad e hasta en cierta irracionalidad.
     No hay mejor ejemplo para ilustrar esa actitud, que las diatribas amargas de los narradores ficcionales de los dos panfletos. En el primero vemos como los jefes del Comité de Resistencia repetitivamente desdeñan a Victoria Ocampo y a Sur por su sumisión a todo lo que sea francés, así animando a sus lectores a luchar por más soberanía frente a Europa Occidental.(15) En el segundo, se emplea a propósito una defensa desalentada (oraciones cortas, incompletas, sintácticamente incorrectas) de un pseudo-admirador de Sur, quien se apura a proclamar que en los países como Argentina solo existe una manera de producción cultural, la cual es seguir incondicionalmente las jerarquías ya establecidas:    

Estremecido y estremeciendo. Así se hace la cultura... El Maestro arriba y el alumno debajo... Continente y contenido ...Para matar ­–¡Pum, pum! A AURORA. ¡Pum,    pum! Y AURORA, muerta en su sótano. Donde enseña a los jóvenes a no desaparecer ante el Coronel, ante Valéry, ante nadie. AURORA, pidiendo, por favor, más soberanía frente a Europa. Pero los jóvenes adorando más y más a los viejos maestros que vendrán todos los años a conmoverlos. A enseñarlos. A guiarlos. ¡Pum, pum!

“No desaparecer” frente los maestros europeos y los moldes ajenos culturales, no significa destruirlos, sino saber dejarles un rol auxiliar, enfocándose sobre todo en la mirada hacia el interior y hacia lo profundo, de lo cual surge una visión de la literatura como la herramienta del diálogo con la propia existencia (que en 1947 Piñera y Gombrowicz estaban obsesionados con tal visión, se comprueba a través de las numerosas repeticiones de las frases “la realidad,” “nuestra propia realidad,” “el mundo que [n]os rodea,” y “el verdadero mundo de la realidad”). En este sentido, el ruego de “no desaparecer” señala un proceso dinámico de selección identificado por Ángel Rama en su teorización del concepto de transculturación. El principio de selectividad de un escritor banalizador opera sobre las mismas premisas descritas por Rama, y no es una síntesis armoniosa de lo foráneo y los elementos encontrados en el “mundo que nos rodea.” Más bien, se trata de la re-significación de los elementos culturales importados, y búsqueda del auto-reconocimiento transformador en un nuevo espacio literario, donde  las tendencias europeas pueden ser empleadas como un contexto útil, pero sin adoración, siempre manteniendo cierto nivel de escepticismo.(16)
     Si en lugar de aceptar la imagen del banalizador como una figura de signo positivo y constructivo, uno trata los seis textos de 1947 como obras no relacionadas a ninguna idea más amplia y compartida, se puede caer en la trampa de irritación provocada por el tono sarcástico de Gombrowicz y Piñera. Esto ha pasado con algunas lecturas argentinas de “Contra los poetas,” entre las que figura la interpretación de Edgaro Russo, quien en su “Poesía y vida: consideraciones sobre el panfleto de Gombrowicz ‘Contra los Poetas’” (1986), se preocupa por una defensa meticulosa de la poesía, y cuyo análisis no supera la ofensa inicial causada por el sarcasmo gombrowicziano. Pablo Gasparini acertadamente observa que más importante que las postulaciones arrogantes acerca de la poesía que ofuscan a Russo, es la teoría propuesta por Gombrowicz en el mismo ensayo acerca de dos tipos de humanismo. Humanismo es la palabra usada por el autor polaco para describir la relación entre el poeta y la poesía, el escritor y la literatura, el artista y el arte, y que además, en otro contexto puede ser empleada para describir la relación entre los escritores de las “naciones menores” y Europa occidental. El primer tipo de humanismo del cual Gombrowicz hace una parodia es el humanismo religioso que “coloca al hombre de rodillas ante la obra cultural de la humanidad.” El segundo tipo – el tipo laico y “más bien insubordinado”– es en el que la palabra “arte” siempre se escribe con la minúscula.(17) Es este tipo de humanismo el que un escritor banalizador debería siempre manejar en su obra: tanto para expresar su relación con la literatura como una forma del arte, como en su relación con la influencia canónica europea.   
     En “El País del Arte,” Piñera se dirige contra el mundo de los pintores para expresar un argumento casi idéntico a lo de Gombrowicz, de hecho, citándolo en su ensayo. Piñera también se enfoca en la crítica del entendimiento convencional del “Arte” (la palabra es primero cínicamente presentada con la mayúscula, y más tarde en el ensayo, escrita con  minúscula), declarando que en nuestros tiempos, en lugar de ser apreciada por lo que realmente es, “arte” vive alimentada solamente por su nombre y en su nombre. Para ilustrar eso, semejantemente a Gombrowicz, el escritor cubano yuxtapone arte y religión, insistiendo en que la religión requiere adoración, y la adoración es siempre “ciega, abismal y pasiva.” El que adora pierde la soberanía, convirtiéndose “automáticamente en sujeto pasivo;” ergo, un artista no debería adorar el arte, ya que la raison d'être de arte “es ser lo menos adorable.”(18) Así pues, como apunta Gasparini, Piñera describe a los: “únicos soberanos de sí mismos, aquellos que antes que pensar al arte como un Abraham ante el cual sacrificarse en aras de la suprema oportunidad de convertirse en hijos suyos, optan por colocar en un plano artístico su propia vida haciendo del arte (con enfáticas minúsculas) un acto individual de plena libertad.”(19) Con este ejemplo el argumento de Piñera conecta directamente con la teoría gombrowicziana del tipo laico de humanismo, demostrando que los dos escritores tomaron medidas similares para adelantar en sus textos su capacidad transformadora de banalizar, o sea, de forzar a sus lectores a permanecer incómodos y alertas frente uno de los aspectos más importantes de la cultura humana: la convención.

 

Piñera en los estudios gombrowiczianos

J’espere que tout va bien, ecrivez, donnez des nouvelles de ce pauvre Virgile.
Gombrowicz, carta a Rodríguez Tomeu, nov. 17, 1963

Sauvez le pauvre Pyniera.
Gombrowicz, carta a Rodríguez Tomeu, febr. 27, 1966

¿Qué tal? ¿Virgilio?
Gombrowicz, carta a Rodríguez Tomeu, oct. 16, 1966

… y estoy galopando, galopando, medicamentos, médicos, paseos,
respiraciones, al galope, damas, caballeros, visitas, al galope, al galope,
al galope, al galope.
Gombrowicz, carta a Piñera, enero 1 de 1968(20)

     Dentro de la extensa obra crítica sobre Gombrowicz, en la actualidad el nombre de Piñera aparece casi únicamente mencionado en el contexto de la traducción y publicación de la primera edición española de Ferdydurke, mientras que al resto de la interacción entre ambos escritores durante esta época no se le ha dado importancia.(21) Con la excepción del libro del argentino Pablo Gasparini (2007), no aparecen las referencias a los textos “Nota sobre literatura” y “El país del arte” en las lecturas críticas de “Contra los poetas,” Trans-Atlántico y Diario argentino de Gombrowicz. Como se mencionó anteriormente, las antologías polacas y francesas de la obra crítica del autor de Ferdydurke incluyen sólo Aurora,y hasta el momento, no existe la traducción polaca completa de Victrola.
     Irónicamente, a pesar de que a finales de la década de 1940 Gombrowicz había pasado horas y días en el apartamento de Piñera y Rodríguez-Tomeu, y de que luego éstos tres amigos siguieron manteniendo correspondencia durante dos décadas, hasta el fallecimiento del escritor polaco en 1969, han sido publicados más ensayos críticos sobre Gombrowicz y Borges, aunque los dos apenas cenaron una o dos veces juntos gracias a la invitación de un amigo común, el poeta argentino Carlos Mastronardi (incluso, cuando en los años setenta Borges fue entrevistado por la esposa de Gombrowicz, al parecer ignoraba su obra, y ni se acordaba bien de quién era el escritor polaco). Este desequilibrio en los estudios gombrowiczianos por un lado, es debido al hecho de que la obra de Borges era y sigue siendo bastante conocida en Europa central y del este, mientras que la mayoría de los trabajos de Piñera no estén traducidos al polaco, ni tampoco a otros idiomas báltico-eslavos. Por otro lado, la tendencia a dejar fuera la figura de Piñera tiene también que ver con los textos autobiográficos y semi-autobiográficos de Gombrowicz mismo. Él nunca dejó de “ocuparse” del tema “Borges,” estableciendo en sus libros una imagen de Borges como su antagonista literario: siempre escribía contra Borges, aunque al mismo tiempo admiraba su obra y lo veía como un rival equivalente. Por el contrario, en las referencias de Gombrowicz sobre Virgilio Piñera se nota otro tipo de tono: no rival, sino más didáctico y paternal. En sus afamados Diarios (1953-1968) Gombrowicz se refiere a Piñera como un colega íntimo, un traductor profesional y un escritor talentoso de una personalidad rebelde, polémica y apasionada. Sin embargo, hay varios pasajes de la misma obra donde el autor polaco enumera los errores que en su opinión Piñera cometía como escritor, y le da consejos, de este modo presentándose como una figura mayor e influyente, con más experiencia. En los siguientes comentarios se nota el gesto correctivo de Gombrowicz: “hasta las mentes más brillantes aquí [hablando de su amigo cubano] son víctimas de la ingenuidad Americana;” “Virgilio, le dije, no seas un niño…”; “[Virgilio está demasiado consciente] de su derrota para poder luchar.”(22) Por último, si bien no menos importante, fue la voz marcadamente autoritaria de Witold Gombrowicz que ascendió a Piñera al rango de teniente general del ferdydurkismo en América Latina: “Te otorgo, pues, la dignidad de Jefe del Ferdydurkismo Sudamericano y ordeno que todos los ferdydurkistas te veneren como a mí mismo. ¡Sonó la hora! ¡Al combate!”(23)         
     Aquel tono autoritario y en cierta manera paternal tiene su explicación. Gombrowicz era exactamente ocho años mayor –compartía con Piñera la fecha del cumpleaños, el 4 de agosto–  y cuando se conocieron en Buenos Aires, ya llevaba siete años de la vida difícil de un escritor exiliado de su país. Sin embargo, no deberíamos olvidarnos de que al mismo tiempo era él quien casi desesperadamente necesitaba ayuda de sus amigos cubanos (tanto lingüística como, según vemos de la correspondencia personal de aquél época, económica). Era él, Witold Gombrowicz, quien siendo un exiliado de un país devastado por la guerra, un escritor extranjero desconocido, sin ingreso regular y con el castellano insuficiente, se sentía en Buenos Aires –“una alma trágica… hastiada y desesperada”– las palabras que sin embargo nunca se animó a decir directamente acerca de sí mismo, pero que curiosamente, proyectó  hacia la personalidad de Piñera, es exactamente como describe a su amigo en el Diario argentino.
     La pregunta es entonces, si el tono paternal acerca de Piñera no sirve a la intención de  disminuir la influencia del escritor cubano frente al desarrollo de la filosofía personal y de las ideas literarias del propio Gombrowicz, de una cierta imagen del propio Gombrowicz, quien durante toda su vida literaria puso mucho esfuerzo en autocaracterizarse por su férreo individualismo e independencia.(24) Obviamente, esto requeriría una discusión separada. El propósito de plantear esta cuestión en relación con la discusión sobre la interacción intelectual entre Piñera y Gombrowicz a finales de la década de 1940 no es para dilucidar quién influyó a quién y cuánto (la convicción de la autora del presente ensayo es que el impacto fue mutuo y al mismo nivel), sino para apuntar que debido a una combinación de razones, la imagen de Piñera que se ha formado en la crítica gombrowicziana sigue siendo incompleta y debería ser reexaminada.  La batalla ferdydurkista de 1947 fue admirablemente manejada en forma conjunta por dos jefes igualmente provocadores.

Notas

1. La mencionada carta de Gombrowicz se encuentra en “Gombrowicz por él mismo,” Poesía y crítica (1994). Para más detalle sobre el proceso de la traducción de Ferdydurke véase Pablo Gasparini, El exilio procaz: Gombrowicz por la Argentina(2007), 135-176; y Klementyna Suchanow,  Argentyńskie przygody Gombrowicza(2005), 104-126.

2. Las tramas de las ambas novelas se basan en un triangulo dramático compuesto del padre (el representante de la ley moral del Estado, macho par excellence, héroe y víctima de los valores imaginarios nacionales), el hijo (un adolescente al punto de convertirse en un adulto, el objeto del deseo de todos otros personajes), y un seductor adinerado (en las dos novelas un extranjero: en Trans-Atlántico,un homosexual de raíces mezcladas; en La Carne de René una viuda, alguien supuestamente perversa e impura, cuyo comportamiento es opuesto al ley del padre). El innegable paralelismo de las relaciones entre el padre e hijo, y la “nación menor” y un escritor banalizador – estos dos conceptos se retomarán más adelante en el presente ensayo – no son casuales y pueden ser leídos como  una encarnación ficcional de los argumentos teóricos avanzados durante la batalla ferdydurkista.

3. Con la ayuda de Piñera, Rodríguez-Tomeu y el escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada, Gombrowicz había organizado tres conferencias de literatura en Fray Mocho, una pequeña librería en el centro de Buenos Aires. La versión original de “Contra los poetas,” el texto que fue leído por el autor durante la segunda de estas conferencias, difiere significativamente de la versión conocida entre los lectores no-hispanohablantes, que fue publicada en la revista literaria polaca Kultura (París, 1951). En este trabajo usamos el manuscrito del texto original, conservado por Nicolás Espino, y luego donado a la Beinecke Rare Book Library de la Universidad de Yale por Rita Gombrowicz.

4. En “Gombrowicz por él mismo,” Suchanow identifica la fecha de la lectura pública de dicha entrevista como la del 29 de junio de 1947.

5. En Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta, ft. 86.

6. Calomarde, ft.197 y 198. Además de los puntos citados arriba, Calomarde acentúa la importancia de una carta de Piñera datada 17 de noviembre, 1947, y en la que dice que le había enviado a Lezama ejemplares de Aurora y Victrola, como una prueba de que ambos panfletos primero: “eran parte de una activa contienda que ambos – Piñera y el conde apócrifo – pretendían librar de la literatura argentina,” y segundo: “que [Gombrowicz y Piñera] consideraban a su experimento el fruto de un mismo esfuerzo” 199.

7. Pablo Gasparini acertadamente nota que tan diferente era el caso de Gombrowicz en comparación a los otros intelectuales exiliados europeos de su generación. Por ejemplo, el francés Roger Caillois, que fue a Argentina invitado y financiado por Victoria Ocampo, o el compatriota de Gombrowicz, Chezław Miłosz, quien al emigrar a los EEUU en los años sesenta encontró en la universidad de Berkeley una posición académica estable dentro del Departamento de lenguas eslavas. En otras palabras, Miłosz tuvo – al  igual que Caillois – un gran apoyo institucional, lo cual le faltó completamente a Gombrowicz. Como sabemos, la meta original del viaje de Gombrowicz a Sudamérica no era la emigración. Fue invitado a participar en el viaje de inauguración del barco polaco Chrobry como uno de los representantes de la cultura polaca (Suchanow argumenta que, al llegar a Buenos Aires, Gombrowicz ya tenía planeado quedarse fuera de Europa, pero esto no se lo había comunicado a nadie y no había sido preparado de antemano).

8. Gombrowicz, A Kind of Testament, 84 (mi traducción). Hay más referencias a la misma idea en sus otras obras: los Diarios(1953-1968), Peregrinaciones argentinas(publicado póstumamente) y Recuerdos Polacos(también póstumo).

9. “Gombrowicz por él mismo,” 256.

10. Ib.

11. “Gombrowicz por él mismo,” 255.

12. Como sabemos, una frase idéntica a la última en la lista, ya fue pronunciada quince años antes por Borges, en su lectura acerca de la literatura argentina y la tradición (1932); sin embargo, hay mucha diferencia entre su argumento y el de Gombrowicz y Piñera quien llevan la idea de “manejarlas sin superstición” al casi extremo.

13. Cecilia Galiñanes, “La antropofagia: una pieza de la identidad literaria latinoamericana.” Libro de arena. Web. 18 Agosto 2010.

14. Ib.

15. Sur fue elegido como objetivo del ataque ferdydurkista no por casualidad. Por un lado, como lo comentan Anderson, Gasparini y Suchanow, las críticas de Gombrowicz y Piñera contra el grupo de Victoria Ocampo definitivamente tenían una dimensión personal, ya que la promoción de Ferdydurke se estrelló contra el silencio de éste círculo literario (años después Silvina Ocampo comentará sarcásticamente que Sur ignoró aquella novela en 1947 porque: “El libro no nos gustó. Lo descubrimos más tarde;” en Rita Gombrowicz Gombrowicz en Argentina). Sin embargo, por otro lado no debe ignorarse que Sur tanto para Gombrowicz como para Piñerafue un ejemplo importante, pero no el único, del tipo de política cultural elitista que ellos desdeñaban. En el pasaje final de Aurora se menciona que: “Sólo por casualidad y por gusto hemos empezado con París y Victoria Ocampo, pues del mismo modo podríamos empezar con Barletta y su Teatro del Pueblo. Debes leer en estas dos páginas más de lo que está escrito… y tratar de reconstruir el esqueleto de nuestro perro a base de este hueso que te regalamos;” lo cual da entender que la crítica amarga de los dos jefes de ferdydurkismo se basa en su percepción de la escena cultural argentina a finales de la década de 1940 como inherentemente inferior pero incapaz de reconocerse como tal.

16. En las obras posteriores a 1947 se nota que la misma actitud banalizadora fue mantenida por tanto Gombrowicz como Piñera años después de la experiencia compartida en Argentina. En el caso del escritor polaco, el mejor entre varios ejemplos que ilustran ello es una proclamación hecha en 1963, en la cual, con su sarcasmo típico, había exclamado que su mayor logro como un escritor polaco-argentino era la capacitad de “bajarme los pantalones […] sin hacerlo á la Proust o Jean-Jacques Rousseau o Montaigne o la psicoanálisis existencialista” (Diary III, 98). En el caso de Piñera vemos algo muy semejante en sus conocidas palabras: “entonces, si así es, yo soy absurdo y existencialista, pero a la cubana” (“Piñera teatral,” 15).

17. Gasparini, 108 (en la versión original de “Contra los poetas”, p. 3).

18. “El país del arte”, 138.

19. Gasparini, 111.

20. Las primeras tres cartas se encuentran en los archivos de “Virgilio Piñera Collection, 1941-1984” en Princeton University Library, Dept. of Rare Books and Special Collection. La cuarta está incluida en Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta, p. 243.

21. La excepción posible será el libro de Klementyna Suchanow que está por salir en Polonia en 2013.

22. Diary I, 70; Diary II, 131 (la traducción de la autora).

23. “Gombrowicz por él mismo”, 243-244.

24. Por ejemplo, volviendo al caso de Borges, Piñera al tener más contacto con el escritor argentino fue primero en expresar su juicio acerca del tantalismo de Borges en “Nota sobre literatura.” Esta representación tantálica luego aparece en el Trans-Atlánticoen la famosa escena de la confrontación del protagonista Gombrowicz contra el escritor argentino más reconocido -“el Maestro”- y, años después semejante representación de Borges surge en los Diarios y A Kind of Testamentde Gombrowicz.

Obras citadas

Aurora. Revista de la Resistencia. Diario de poesía. No 51 (1999). Impresa.

Anderson, Thomas F. Everything in Its Place. The Life and Works of Virgilio Piñera. Lewisburg: Bucknell UP, 2006. Impreso.

Calomarde, Nancy. El diálogo oblicuo: Orígenes y Sur: fragmentos de una escena de lectura latinoamericana (1944-1956). Córdoba: Alción Editora, 2010. Impreso.

Galiñanes, Cecilia. “La antropofagia: una pieza de la identidad literaria latinoamericana.” Libro de arena. Web. 18 de ago. 2010.
< http://www.blogs.buenosaires.gov.ar/librodearena/2010/08/18/la-antropofagia-una-pieza-de-la-identidad-literaria-latinoamericana/>.

Gasparini, Pablo.El exilio procaz: Gombrowicz por la Argentina. Rosario:Beatriz Viterbo Editora, 2007. Impreso.

Gombrowicz, Witold. A Kind of Testament. Ed. Dominique de Roux. Trad. Alaistar Hamilton. Philadelphia: Temple UP, 1973. Impreso.

---. “Contra los poetas,” texto mecanografiado (1947). General Collection, Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale University.

---. Diario argentino. Trad. Sergio Pitol. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2001. Impreso.

---. Diary. Volume 1. Trad. Lillian Vallee. Evanston: North Western UP, 1988. Impreso.

---. Diary. Volume 2 (1957-1961). Trad. Lillian Vallee. Evanston: North Western UP, 1989. Impreso.

---.Diary. Volume 3 (1961-1966). Trad. Lillian Vallee. Evanston: North Western UP, 1993. Impreso.

Gombrowicz, Rita.Gombrowicz en Argentina, 1939-1963. Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2008. Impreso.

Piñera, Virgilio. “Nota sobre literatura argentina de hoy”. Poesía y crítica. México: FCE,
1994. 175-81. Impreso.

---. “El país del arte.” Poesía y crítica. México: FCE, 1994. 135-140. Impreso.

---. “Gombrowicz por él mismo”. Poesía y crítica. México: FCE, 1994. 243-256.             Impreso.

---. “Piñera teatral”. Teatro completo. La Habana, Ediciones R, 1960). Impreso.

Semidey-Rodríguez, Patricia, ed. Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta. Correspondencia 1932-1978. Edición del centenario. Impreso.

Suchanow, Klementyna. Argentyńskie przygody Gombrowicza. Kraków: Wydawnictwo Literackie, 2005. Impreso.

Victrola. Revista de la insistencia. Diario de poesía. No 51 (1999). Impresa.