Carnival and National Identity in the Poetry of Afrocubanismo

Thomas F. Anderson; Gainesville: University of Florida Press, 2011. xvi + 342 págs.

Jorge Marturano, University of California, Los Angeles

     Carnival and National Identity in the Poetry of Afrocubanismo de Thomas F. Anderson es el resultado de un exhaustivo trabajo de investigación y de una meticulosa práctica de contextualización. El libro es un estudio de la representación de determinadas manifestaciones culturales afrocubanas—las fiestas de carnaval—en la poesía cubana, específicamente en la poesía vinculada al afrocubanismo entendido como un movimiento cultural e intelectual que posee múltiples y diversas manifestaciones artísticas.
     Cada uno de los ocho capítulos en que está dividido el libro incluye un análisis muy detallado de un poema de un determinado autor: siete cubanos (Felipe Pichardo Moya, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, José Zacarías Tallet, Félix B. Caignet y Marcelino Arozarena, de quien se analizan tres poemas) y uno de origen español (Alfonso Camín), cuya inclusión Anderson justifica por su importancia dentro del afrocubanismo. Uno de los puntos fundamentales del argumento de Anderson es que la prohibición de comparsas que rigió entre 1916 y 1937 y el consecuente debate en torno a las tradiciones afrocubanas de celebración del carnaval son fundamentales para entender el desarrollo del afrocubanismo y la poesía negrista. Como el mismo autor indica, “this study’s main focus is a specific and somewhat limited group of poems that are related to this important artistic and intellectual movement, but whose principal significance is their relationship to and evocation of the long running national controversy that surrounded Afro-Cuban comparsas, congas, chambelonas, and other related carnival spectacles throughout the early years of the Cuban Republic” (19). En este sentido, la línea argumental utilizada por Anderson se mantiene consistente a través de los distintos ejemplos de poesía analizados para demostrar las distintas actitudes en relación a las manifestaciones culturales afrocubanas. Todos los poemas son analizados utilizando como telón de fondo la prohibición de comparsas y congas y el debate acerca de la conveniencia del uso de las manifestaciones populares afrocubanas para un proyecto de construcción de la identidad cultural cubana. Anderson apropiadamente presta atención a la masacre racial de 1912 para ubicar históricamente este debate en el contexto del ambiente de prejuicio racial y social en torno al modo de celebración del carnaval. Es muy importante para la comprensión del contexto discursivo e ideológico el énfasis de Anderson en el hecho de que los oponentes a la tradición de las manifestaciones afrocubanas del carnaval fueran no sólo intelectuales blancos como Fernando Ortiz (que luego cambiaría drásticamente su posición) sino también intelectuales negros como Ramón Vasconcelos o revistas como Adelante que participaron activamente en el debate una vez reautorizadas las comparsas en la década de 1930. Cada uno de los capítulos y análisis específicos apuntan así, principalmente, a relacionar las interpretaciones de los poemas de carnaval [“carnival poems”] con las distintas posiciones en este debate y con otros sucesos históricos que Anderson analiza como el uso de comparsas políticas (las chambelonas) por parte del Partido Liberal.
     Los análisis de los poemas son llevados a cabo rigurosamente y muestran un repaso meticuloso de lecturas previas hechas por la crítica; un trabajo de archivo muy interesante en periódicos (Diario de la Marina, Hoy, La Independencia, etc.), en revistas de la época (Adelante, Estudios Afrocubanos, Revista Bimestre, etc.) y en colecciones de documentos (como la realizada por la Municipalidad de La Habana en 1937 o el volumen de documentos sobre el carnaval de Santiago de Cuba editado por Nancy Pérez-Rodríguez); y un interés cuidadoso en el ñáñiguismo y en otras prácticas religiosas (Santería, Palo Mayombe). Diría que las metas de Anderson en los análisis van más allá de la exploración de procedimientos poéticos y de la atención al uso onomatopéyico de vocablos africanos o de voces “africanizadas” que fueron típicos de las lecturas críticas tradicionales que se hicieron de la poesía negrista. Anderson ofrece, en cambio, un sofisticado análisis cultural de los poemas en el que sitúa su lectura en el contexto social y cultural de las primeras décadas de la República cubana a través de un estudio exhaustivo del entramado discursivo que revela el debate cultural e ideológico de la celebración del carnaval en Cuba y en el que estudia las manifestaciones culturales y religiosas en sí para dar cuenta del posicionamiento y perspectiva que evidencia la representación de ellas en los poemas. Así, el aspecto más importante de Carnival and National Identity in the Poetry of Afrocubanismo es justamente la cuidadosa y detallada contextualización de las celebraciones populares cubanas y las manifestaciones culturales afrocubanas a que cada uno de los autores se refiere en los poemas. Para ello Anderson no sólo emplea hábilmente la bibliografía más importante acerca de la lucha de los sectores afrocubanos para lograr mejoras económicas y sociales y para aumentar su participación política (Aline Helg, Alejandra Bronfman, Alejandro de la Fuente), sino también la bibliografía más importante sobre prácticas religiosas afrocubanas, especialmente de los Abakuá (David Brown e Ivor Miller) y sobre celebraciones populares afrocubanas (el volumen editado por Judith Bettelheim acerca de los festivales cubanos en general, la mencionada colección de documentos de Pérez-Rodríguez). Sumado a esto, es necesario destacar el trabajo de archivo original que contiene el libro, donde no sólo aparecen trabajos de Ortiz y Rafael Roche Monteagudo (que se refieren a la relación entre prácticas religiosas afrocubanas y crimen en las primeras dos décadas del siglo xx), sino también de los intelectuales negros y mulatos que intervinieron activamente en la discusión acerca de la sociedad cubana. Este último material, la mayoría de las veces enterrado en publicaciones periódicas como Adelante o en folletos o publicaciones institucionales que trataron el debate acerca de la prohibición de las comparsas y congas entre 1916 y 1937, es absolutamente revelador de la perspectiva y la posición de los intelectuales afrocubanos acerca de ciertas manifestaciones culturales populares que consideraban que los estigmatizaban. Anderson también echa mano a los excelentes estudios que se ocupan del afrocubanismo en su dimensión musical (Robin Moore, Helio Orovio, Ned Sublette) y en distintos momentos de sus análisis da cuenta de los trabajos más significativos realizados sobre afrocubanismo y la poesía negrista (Vera Kutzinsky, Eugenio Matibag, Claudette Williams, Miguel Arnedo-Gómez, entre otros que discute muy productivamente y a veces confronta), pero nunca se restringe únicamente a los nombres más conocidos sino que trata de referirse a la mayoría de las lecturas críticas que se han hecho de cada uno de los poemas analizados. Este conocimiento profundo de la bibliografía en distintas áreas de la investigación histórica y cultural le da al libro de Anderson una densidad y un alcance multidisciplinario que hace que sus discusiones y sus explicaciones de la producción poética resulten persuasivas y muy bien fundamentadas.
     Aunque Anderson mismo, al caracterizar correctamente el tipo de análisis que realiza, aclare en la introducción que “many of the close readings of carnival poems in this book focus largely on content and historical context, sometimes at the expense of the type of detailed examination of the poems’ formal qualities” (19), la atención a los detalles formales se encuentra en realidad más dosificada que elidida, ya que según la naturaleza del poema analizado Anderson decide dar mayor o menor importancia a la reflexión acerca de la forma poética. Algunos de los poemas son muy conocidos para aquellos que están familiarizados con la poesía negrista (“La comparsa” de Pichardo Moya, “Sensemayá” de Guillén, “Comparsa habanera” de Ballagas), pero Anderson ofrece nuevas e iluminadoras interpretaciones de cada uno de ellos, como ocurre con el análisis de “Sensemayá” en el que  discute las lecturas que vinculan el poema con las celebraciones decimonónicas del Día de Reyes y con las manifestaciones de resistencia a la esclavitud (Antonio Benítez Rojo, Vera Kutzinski)  para contraponerlas a su propia lectura en donde interpreta el poema como una respuesta a la prohibición de manifestaciones culturales afrocubanas en el siglo xx. El resto de los poemas que analiza—“Juego santo” de Carpentier, “Quintín Barahona” de Tallet, “La conga prohibida” de Caignet, el grupo de poemas de Arozarena y el largo poema “Carnaval en la Habana” de Camín—son menos conocidos o apreciados y Anderson los somete al mismo tipo de lectura que enfatiza el contexto social e ideológico en los que los poemas fueron escritos. Es posible que los lectores no estén familiarizados con los casos de Félix Caignet (cuyo poema se refiere al carnaval de Santiago de Cuba), de Marcelino Arozarena (que fue el único poeta cercano a los sectores populares negros) y de Alfonso Camín (cuyo poema es leído en términos de una visión histórica panorámica de las celebraciones de carnaval), pero a través del análisis detallado y el espacio que les dedica Anderson resulta convincente respecto a la necesidad de darles el lugar que por propios méritos se merecen en un estudio de la poesía afrocubanista. Lo mismo sucede con el material referido en el Epílogo, en el que repasa rápidamente otros poemas vinculados al afrocubanismo, incluidos aquellos aparecidos en la prensa de Santiago de Cuba y otros que pertenecen a la producción poética del exilio posterior al periodo republicano, fomentando nuevos recorridos de investigación que podrían enriquecer la articulación entre raza y literatura en los estudios cubanos o caribeños.
     El volumen también aparece acompañado por una cantidad importante de figuras (reproducciones de fotografías, pinturas, postales, ilustraciones diversas, detalles de murales, panfletos, cubiertas de libros, afiches publicitarios, etc) que resultan en sí mismas un excelente material complementario que Anderson suma a sus análisis. También incluye como apéndice una antología de poesías del afrocubanismo y canciones de carnaval, algunas analizadas específicamente en los capítulos y otras mencionadas en el epílogo, lo que le facilita al lector apreciar mejor las características de este particular corpus de textos poéticos focalizados en el carnaval cubano. Faltan algunos de los poemas analizados, debido quizás a restricciones en los derechos de reproducción, pero llama la atención que no se incluyan en el apéndice versiones en inglés de los poemas, porque esto facilitaría la lectura de los análisis para lectores angloparlantes.

            El estudio de Anderson es, por todo lo dicho, un excelente ejemplo de cómo conducir una lectura “culturalista” de la poesía dirigida a un corpus de poesías que involucra de manera prominente cuestiones de raza y etnicidad, de cooptación ideológica en la construcción identitaria y del uso letrado de las manifestaciones culturales y religiosas populares. En este sentido, Carnival and National Identity in the Poetry of Afrocubanismo muestra cómo se pueden llevar a cabo lecturas críticas y análisis detallados de textos poéticos en modos que pueden atraer a investigadores y estudiantes de diferentes disciplinas. Este volumen tiene todo el potencial de convertirse en un libro muy buscado para seminarios sobre estudios cubanos y también para seminarios de investigación sobre poesía caribeña, ya que la metodología utilizada por Anderson puede ser proyectada a la manera de representar otras manifestaciones culturales afroantillanas y afrocaribeñas en un contexto histórico político mayor o más abarcador que el del caso cubano.