Selección de poemas

Néstor Díaz de Villegas

 

Odas olímpicas

 

I

De níquel el soporte armonioso
de sus caderas.
De níquel su pecho
plagado por el himno.
De níquel su pelo, undoso,
modelado.
De níquel su gesto.
De níquel su acerado cuerpo
de atleta onírico.
De plata su garganta
engastada en un verso
conmemorativo.

De níquel sus venas vaciadas
según moldes olímpicos.
De níquel su mirada.

 

II

A la competencia acudieron
sin gloria
a ver cuál mejor recorría
la distancia.
Agolpada en fast lanes
en dioses, en perspectivas
en signos arbitrarios.

En el Blanco del Ojo:
Negro, Rojo.
Círculos.
Rectángulos.

 

III

Conquista yardas frágiles.
Cien yardas de paisaje.
Coyunturas frágiles.
Eyaculando por gusto en el pasto
el registro de huellas en el turf
en el pedestal un vaso
piernas elegíacas, alérgicas
consiguen su ola
apagadas las llamas consagradas
del fuego olímpico.

 

IV

El desganado derrumbar
y construir
la pirámide o el cono
de acero
sobre el hielo olímpico.
Los esquiadores trazan líneas
en el fragmento helado
confundidos laberintos nevados
escritura bélica de aros
congelados.

 el derrumbe oficial
los conos dolorosos, de sombra
los tres niveles de los
vencidos, de los desconocidos

los tres órdenes
las tres rayas.

 

V

rompe la ola, la queja
un yambo en la espalda
abreviaturas dóricas
signos en las calles
números enquistados
ráfaga en la cumbre
promontorio o colmena
arroja en la yerba
descifra en la frente

Señas de desodorante
señas de tomar agua
círculos, esquíes trazados
en el aire
en la nieve invisible
de un altar que el atleta rompe
–círculos, rombos, señales–
con su frente descifrada.

De Vida Nueva (1984)

 

 

 

 

 

 

 

 

                       
Sangre de poeta

para Pedro Jesús Campos, en el crepúsculo del virus

 

1

una noche anoté mis pensamientos
en hilos rápidos de tinta
y me volví en hilo entero
un embrollado culto del tintero.

fui papel y seré papel si muero
he de tornarme luego fuego
manchas de lluvia en el pensamiento
marcas dobladas en las esquinas.

ojos: yo estoy aquí, ojos salven
este hilo traidor que me traiciona
un enredo de páginas y gloria

estuve andando con la vida ahora
no creas este estrépito de hojas:
yo soy un hombre si muero.

 

2

Hablo en notas cargadas de mentira
la curva es anotada en la espalda
una silla se cuelga de la esquina
estamos parados en La Habana.

Tú subes y hablas con un muerto
otro se sacude allí la tranca
no mires, es tu fe la que no olvida:
estamos solos y no somos nada.

Giras y se te derrumba el pelo
vuelcas tus iras en la nada
se acaba el acto en el tintero

si hablas escuchas sin que nada
pase al oído y del oído quiero
arrancar el sonido traicionero.

 

3

límite del crecer y del perderse
límite ahoga la garganta herida
sin límite la llegada y la partida
de un ilimitado estremecerse.

un calor en la frente penitente
no dices si el sabor es fuerte
te sigue ya la sombra de la Peste
un caso clínico de la muerte.

un beso apagado en cigarrillo
un no veloz y un urgente
un gobernador de la gente

sin ti el espectáculo se acaba:
sangra la herida que no contenía
una cura en la punta de la espada.

 

4

En el hilo sembró una semilla
agua reflejada en los tejados
arma sin filo que pacientemente
desnudaba la risa y el costado.

Allí sentía su tirón mojado
hacia allí trepaba y hacia allí corría
era un punto final que terminaba
una fuga jamás acaecida

y por el hilo asoma, y por la soga
el retorno, al girar la anatomía:
es la entrega de un sol que se ahoga

y se cumple en la breve compañía
que corta el trazo en dos coronas:
la tuya –la de entonces– y la mía.

De La Edad de Piedra (1987-1992)

 

 

 

 

 

 

Autorretrato

Fatalidad del tiempo transcurrido
y el espacio ocupado se demora
en su frente: señal que, tentadora,
acaricia el reverso del olvido.

El mirar telepático que llora
en otros ojos para ser leído
y enfrentado a un lector desconocido
con la inocencia del que se enamora.

En un trazo casual está su boca;
una oreja es un círculo cerrado;
y la mano asustada se retoca,

sin poder conocer lo que ha tocado.
Lleva el peso a la espalda de una roca,
y una herida orgullosa en el costado.

De Confesiones del estrangulador de Flagler Street (1998)

 

La fuga de Fulgencio

El el Palacio suenan diaparos
y teléfonos de oro.

Cien sacos de dril, como un ejército
de cobardes generales,
esperan un cuerpo
en que guarecerse.

Espirales de mampostería
y mármol, escalinatas
y palcos, estatuas y
retratos neoclásicos
ocultan conspiraciones
de última hora.

Con voz rigurosamente histórica
Radio Reloj cuenta los
minutos que faltan.

Dentro de muy poco el Capitolio
será un museo de Ciencia,
un museo de cera la República.

Del libro Héroes, canción del álbum Red Rum (1998) Foto: Pedro Portal

Escuchar el poema,

 

 

Soneto 20

El astrónomo Bailly se endereza,
(estaba inclinado sobre un mapa
de la Tierra), se va a quitar la capa,
pierde el rumbo, la física certeza

de su ser real. El número lo atrapa:
en su visión de súbita pureza
todo es Razón; toda naturaleza
sólo el reflejo de lo que se escapa.

¡Que se escape después de definirlo
como el nombre de un pájaro invisible!
¿El gorrión, el cernícalo o el mirlo?

Esa boca que pide lo imposible
–¡si pudiera volver a repetirlo!–
no volverá a dudar si era posible.

De Por el camino de Sade, Pureplay Press, San Francisco, 2003

Escuchar el poema,

  

Saxo: Alexander Vogel

 

Autorretrato en el fondo de un cáliz

Un artista entre artistas, yo me mido
en sus sombras; no hay nada más sensato
que encontrarle la cuarta pata al gato
ni es menos lo que tengo o lo que pido.

Todo está dicho ya; ni me debato
en las grandes cuestiones ni he vivido
y en saber lo que ignoro se me ha ido
la vida: soy un clásico barato.

Ser o no ser, quizás soñar a veces
el eterno retorno de lo mismo.
Podré multiplicar panes y peces

o en un acto supremo de egoísmo
apurar la cicuta hasta las heces:
pero todo en el fondo es espejismo.

 

 

 

Vida secreta de los gusanos

Apocalipsis ahora, repitiendo el horror
el horror, el horror un profesor
Basura en la selva oscura…

Comíamos pop–corn:
estábamos preñados
con una canción.

Después de fregar platos
a acostarnos con hambre
fumar un cigarrillo
noventa y nueve centavos
de la televisión, de la anunciación
de la sensación, de la insinuación.

Habíamos emigrado
cuando la gran película de acción
ya había comenzado
y con ella el horror
el horror, el horror…

Un profesor Basura acostado
levantado, parado, sentado,
en la mesa de la cocina
escribe un tratado.

Hay un reloj, un dios, una alcancía
medicinas de esclavo liberado
“pero esta libertad no es mía”
punto y parado
delante de ustedes, escribo
escarbo, esclavo
puro animal que no confía
en la seguridad del Estado

el que apaga las luces y se queda a oscuras
para que discurra el descanso
como un gran manantial de cosas frías
peligro y llanto
dentro de las manos vacías.

Corín Tellado y
Delia Fiallo se disputan
lo que va quedando.

Así me hundía
en las mínimas cavilaciones del día
yendo de la cocina
a las más minúsculas porquerías.

Viviendo en un tonel
y que los dioses sepan
que he sembrado un vergel
entre las tablas huecas.

Un esclavo marcado
liberado: desnudo
y ataviado
con púrpura de Tico
y corduroy de saco.

Como un gran manantial de cosas frías
desciendo en el tumulto, agarrotado.

He llegado hasta el fango
húmedo de alegría.

 

La última cena con Pedro Jesús Campos

Me pediste McDonald’s; ¿la comida
del Jackson(1)? “Buena mierda”, me dijiste,
y el último hamburguer te comiste
en la Cena barata de la vida.

Si el vino en Coca-Cola convertiste,
si apartaste la copa consabida,
¿por qué no se sanó tu propia herida
con los hueros manjares que escogiste?

Éste es mi cuerpo; éste mi pecado.
Y vine al mundo en busca de alegría,
que es el néctar del ente enamorado.

Ahora sobra hasta el ánfora vacía,
y el deseo es el único bocado
al que encuentro sabores todavía.

 

Patria ahumada

Cuba, tu culpa encona tres específicos dilemas:
la ruta, el faro, el signo del poema
que escogerá tu ufano intervenir
en lo peor del tiempo por venir
sin encontrar cadenas que encadenen
o anudar una bola a tu tobillo
yo seré para ti Pepito Grillo
los grilletes de gris envergadura
destacan la madura
impunidad del dáctilo sencillo.

Cuba, eres mi encuentro en el pasillo
de la Universidad de la Vida y del mal Arte.
Enciendo un cigarrillo…
¡y con la boca ahumada vuelvo a nombrarte!

 

Narciso

En la boca virada por los años
en la torva mirada del Alzheimer
en el casco o pezuña desgastada
en el mono de Adidas y en la sangre
en la mano, en la uña y en el ganglio
en el diente postizo y en la barba
en el gris verde olivo de la plancha
en la mancha de viejo y en el cáncer
en el paso inseguro y en el saco
lleno de polvo y mierda enamorada
en el pelo canoso y en la franja
en la risa, en la grieta y en la zanja
en el culo, en el colon y en la próstata
bocabajo, de frente y de espaldas
pronunciando un discurso de apóstata
la soberbia chochera iconoclasta
en la pata del diablo y en la casta
en el seño, en el casco y en la tranca
en la cerviz de atleta que remanga
en el rayo de artista que descarga
su fogón itifálico en la Patria
de los tres trozos clásicos de caña
en el yayay, la yaya y en la ñáñara
de este muerto que en vida te acompaña
mírate Cuba y húndete en sus aguas.

 

Minerva le revela al arquitecto Rafael Fornés
el antiguo sistema de aspiradoras del Capitolio

Eran mil y una noches de su viaje a La Habana,
el regreso en bateas y en blancas palanganas
de cruceros que arrían la bandera cubana
para izar la de yankees curiosos y distintos
que estudian sobre el campo antiguas dictaduras
como una especie rara, un capricho o un signo.
Se internó en el Salón de los Pasos Perdidos
buscando resplandores de diamantes robados:
una negra empleada de dientes amarillos
le muestra las salidas de bronce troquelado
con el nombre y la fecha del reino de Machado.
Le dijo: “Aquí escondido, en la entraña del monstruo,
hay un miasma de tubos y falsas plomerías
que conduce al sanctasanctórum de la mugre,
al lugar donde todos en uno convergían”.
Esa noche –trocado, oculto entre las sombras–
espera por los muertos que pasan vacuum cleaner:
difuntos senadores enroscan las mangueras
a los negros tragantes de la senaduría
y arrastran las cabezas de las aspiradoras
por las losas de mármol, ya polvo de República.
En sus fraques crujientes hay un brillo de tumbas.
Los botones caídos van a dar a la escoba.
El cepillo de cerdas de las aspiraciones
tiende una trampa sucia al polvo enamorado.
Con plumeros de aves de extintos paraísos
sacuden escabeles de regias esculturas
de diosas que bajaron de secretos Olimpos
para ser empleadas de la Isla de Cuba.

 

Dream

I woke up in the last morning of the world
feeling myself and the world
–pinching the Word–
reciting a prayer over the fire cold,
spitting in the flaccid lake.

Great circles greeted me ashore,
following the steps of some unannounced
visitor. On the waters,
the rippling of his voice
like the ebbing of his robe
barely traced with dust of lucid soles.

Death is my only reality
–I said to myself–
avoiding screen tests,
and falsehoods and, yes,
the unavoidable.

Burning giraffes became symbols
of the death of unimaginative powers.

Towers in flames were reminders
of the fallacies that someone had left
behind like a carcass.

But nothing had fallen before
–retrospectives or films or stelae of death
a succession of balancing acts.
Nothing had ever sunk
to the level of gas.

So I turned and I tossed,
and I tossed and I turned
trying to close my eyes.
(They got shut from the outside.)

 

An old rat jumps

An old rat jumps from the tower,
a rat falls squealing on my lap.
I hold her paws between my fingers
and make them cha-cha with a clap.

I bring her face close up to my face
and look deep, deeper into her eyes:
she’s seen the visions of the hour,
I’ve seen the fire in the clay.

Behold the kingdoms rotting inside out
showing their guts of classic marble
and the forebodings of the square!
A head of marble with eyes of rays!

An old rat jumps from the Tower of Towers,
she leaves behind a classic world
where every thing was superclever
and sucked, and scenic, distempered and sour!

De Cuna del pintor desconocido (2011)

Nota:

1. Jackson Memorial Hospital